40 años

Era un pacifico sábado de otoño por la mañana, los pájaros cantaban y el sol se colaba por la ventana, el olor a huevos con tocino llegaba hasta la habitación, haciéndole despertar por el hambre de no haber cenado la noche anterior, apretó los ojos con fuerza a la par que un bostezo se escapaba de sus labios, abrió los ojos perezosamente y miró hacia el techo. A pesar de tener 40 años seguía siendo la misma floja de siempre.

Se levantó apresuradamente mientras anudaba su cabello y caminaba hacia el tocador, después de lavarse la cara bajo con cuidado las escaleras para evitar romperse una pierna por tercera vez. Se escuchaban risas de dos adolescentes mientras su padre los llenaba de historias sobre cuando estaban más pequeños, burlándose de todas aquellas veces que Pharah le ganó en mil y una competencias que inventaban a diario.

Sonrió a medias al ver a sus niños quejarse por revolverles el cabello y observo con ternura a su esposo ocupando su gorro de cocina que de hecho le quedaba demasiado chico como para usarlo correctamente, encogió los hombros con aquella sonrisa que le iluminaba y preguntó por los planes para hoy, ya que hacía un buen tiempo que tenían un día familiar, resultó ser que el joven por fin se había animado a ir al reptilario del zoológico y quería que toda la familia lo acompañara, no por miedo, claro está, más bien... Por precaución.

Terminaron de desayunar cuando por fin se dedicaron a guardar cámaras, jugos y algunos chocolates para el camino. Al llegar el lugar se veía desértico, empezar una excursión a justo a medio día no parecía ser la mejor idea pero era mejor que nada, ¿Cierto?

Habían visitado el lugar frecuentemente en el pasado, sin embargo, cada vez que iban encontraban algo nuevo para ver o hacer, desde un espectáculo con los pingüinos hasta un panda que había decidido pasar sus vacaciones en París y esta vez no sería diferente. Era la primera vez en más de 7 años que iban al reptilario y no por que a ella no le gustaran, sino que sus hijos no parecían compartir el mismo gusto que tenia de los reptiles.

Como se mencionó antes, era un lugar cambiante, siempre lleno de sorpresas, hacía un mes habían eclosionado varios huevos de cocodrilo y los visitantes podían tomarse una foto con ellos. Seguramente su hijo había pensado que era lo más cerca que estaría de un cocodrilo sin miedo de ser comido, negó con la cabeza con una ligera sonrisa en sus labios mientras caminaba para alcanzar a su familia, por estar perdida en sus pensamientos, habían llegado antes que ella y de hecho ya estaban en la toma de fotos.

Cuando se acercó lo suficiente pudo deslumbrar al chico sostener el pequeño cocodrilo con ambas manos, parecía un padre primerizo el cual veía a su hijo por primera vez y justo en ese momento recordó cuando vio a sus dos hijos en el orfanato y ellos la vieron, ese preciso momento en el que los 4 se dieron cuenta que serían una familia y más que eso. Se recordó a si misma 25 años atrás, cuando por su 15 cumpleaños por ironías de la vida visito un cocodrilario y recordó haber tenido el mismo aspecto que su hijo tenía en esos momentos, una pequeña lágrima corrió por sus mejillas y les dedico una sonrisa radiante. Definitivamente el tiempo se pasaba volando.

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