Parte de...

Entrar a la Corporación Multinacional de Espacios Galácticos, fue mi última opción de registro. Antes habría querido entrar a cualquier puesto de trabajo hasta si se tratase de estar en la Luna, pero la economía de las demás colonias espaciales no siempre fue buena. A veces se tuvieron que efectuar despidos, pero no fui uno de ellos, porque yo renuncié. La paga nunca había sido buena, ni el trato, y te exponías demasiado a la radiación solar. La Luna fue donde al menos mi trabajo era valorado, ya que ahí podía demostrar todo mi potencial, bueno, no todo. Los trabajos eran en lugares concurridos pero cómodos. En ese entonces fui asignado a la Central de Control Nuclear en donde todos usaban trajes plateados de protección, y no hubo una sola vez que si moría alguien irradiado no recogiesen su cuerpo (esto no ocurría cuando un compañero era casi incinerado en trabajos de ensamblaje de naves espaciales, o era envenenado por los gases tóxicos de un propulsor de oxígeno radiactivo). 

Me agradaba llegar cada día a través de los conductos de rail y ver que mi lugar como diseñador de artefactos y mantenimiento de las centrales nucleares daba frutos en mi sueldo y mi trato. Todo fue bueno por un tiempo hasta que la empresa quebró y me tuve que retirar. Luego me trasladé a un lugar en Marte, allí los puertos de arribo eran siempre visitados. Todos los turistas querían ver los sistemas de oxigenación, las naves que por primera vez usaron los viajeros de misiones al hiperespacio o las salas holográficas. Una de las mayores atracciones creo yo, era el Monte Olimpus. Podías ir en un traslasor atmosférico o en un ascensor, esa era la opción más barata y por ello también la que más tardaba en llevarte a la cima. Yo en particular, pasé de todo eso y me dirigí al lugar de pruebas para los trabajadores de ingeniería. 

Lo primero que hicieron fue tomarme un test en cuanto a tu conocimiento en motores de repulsión, blindaje, unobtaniums, o las máquinas más útiles del lugar luego de las cúpulas que te mantenían protegido del ambiente hostil, me refiero a los grandes oxigenadores. 

Pasé tres meses trabajando en las naves que servían para llevar a recolectores mecánicos al cinturón de asteroides para cumplir su labor minera. Luego ascendí a ingeniero de metalurgia y me llevaron junto a otros más a un lugar de trabajo más espacioso, como una fábrica pero en burbujas subterráneas alejadas de la gente, para que los ricos no se ensuciaran. 

Allí, en la fábrica, ingresaban cada día decenas y decenas de contenedores, y dentro los unobtaniums. La descripción más simple es que eran metales enrarecidos, así que tenían diversos usos. Pero material con el que más trabajamos era el MRS-42, con el cuál se iniciaban trabajos de construcción para hiper-naves espaciales capaces de hacer recorrer distancias largas en poco tiempo y sin preocuparse por la dilatación temporal, característica de los primeros viajes de propulsión atómica.
En cuanto me ascendieron de nuevo, llegué a la sección de construcción citadélica. El objetivo del proyecto en el que trabajé durante casi tres años, era el de construir una colonia vecina que tuviera su propia red de oxigenación alrededor suyo, lo que demandó la instalación de nuevos generadores atómicos que los abastecieran. Fue casi la construcción del siglo en todo el sistema solar, sólo opacada por la Torre Diamantina construida en Nepuno. 

-Puedo ir más allá-me dije a mí mismo. Así que me dirigí a uno de los centros espaciales más reconocidos a nivel solar. El Centro Arkelium. Por fuera, lucía como una gran fortaleza de metal y con un sistema de gravedad artificial que lo rodeaba al igual que un anillo.
Me introduje en una nave comercial y llegué junto a otras pocas personas que, con mis capacidades, quizás habían decidido ir al reconocido y afamado Arkelium. El interior parecía un gran museo, lleno de los primeros artefactos que se utilizaron en las primeras colonizaciones. Como el generador de gravitinos que creaba gravedad artificial.
Varios de los hombres que habían llegado eran ingenieros o astrónomos reconocidos, provenientes de algún Simposio científico. Yo sólo era un ingeniero dedicado que tenía curiosidad por lo que podría haber ahí, ya que había oído que uno de los más grandes ingenieros astronómicos iba a dar una conferencia en la Central Arkelium. Mientras pasaba por uno de los mostradores, entre los cuales habían planos antiguos de construcciones algo anticuadas ,creo yo, para tenerlas en un lugar así, me dí cuenta que en una de las escaleras se encontraba aquel gran ingeniero astronómico que yo admiraba, Ames Arinx. En cuanto quise acercarme, unos tipos de traje negro se pararon frente mío. Tal vez debía esperar a encontrarlo detrás de algún salón fumando un habano, entonces quizá podría conversar con él. 

Pude ver como se iba, hablando con una mujer de unos treinta años a quien luego tomó del brazo. Las siguientes horas me las pasé observando el lugar, habían grupos de científicos aglomerados, mientras que yo sólo trataba de pasar entre ellos. Pronto me encontré en un rincón, solitario y con un trago en la mano. Había venido a ver lo maravilloso que decían que era el lugar pero en ese momento ya nada me parecía entretenido. En algún punto de la reunión, pensé en irme, ya que quería conversar con el ingeniero astronómico más famoso que había en el lugar pero no podía. Tras unos instantes, con la copa de champagne echando burbujas, se me acercó una persona, una mujer, al parecer una científica que había salido de uno de los conglomerados. No estaba demasiado atento, luego me di cuenta que era de cabello castaño y tal vez tenía unos veintiocho años.
-Hola, ¿que vienes a hacer aquí?-preguntó ella con una voz suave.
Al parecer estaba a punto de pasar los tragos de más.
-Pues...
-¿También eres parte de los científicos?
-Algo así.-me di cuenta con la pregunta de aquella bella mujer que yo no tenía nada que hacer ahí, tal vez no había ninguna razón para ello.
-¿Y a que vienes? A caso a ver al señor Arinx?
-En realidad, no. Sólo vine a ver el pequeño museo que montaron aquí dentro. ¿Y tú?
-Yo soy astrónoma, pero hoy no vine a trabajar ni a ver nada, sólo porque me dijeron que habría algo parecido a una "reunión".
-Por eso la bata, ¿eh?-ambos reímos un segundo.

-Sabes... No tienes rostro de científico, ni la bata de uno.

-Es cierto, soy ingeniero. 

-¿Eres uno de esos que trabajan en Marte?
-¿La mayoría trabaja ahí entonces? Sí, fui uno de ellos.
-¿Qué opinas de Arinx? El también es ingeniero.
Cambié de tema, pues no me sentía muy cómodo con el hecho de casi abandonar el lugar hasta que ella me habló.
-Ingeniero de Marte, ese soy yo. ¿Visitaste la nueva colonia que construyeron?
-Tal vez, pasaron un par de años. Creo que prefiero la Torre Diamantina en Neptuno.
-Igual yo.-aún cuando terminamos esa construcción marciana, me había parecido un poco ... fea. Claro que durante el proceso pensamos que iba a ser la cosa más bella en millones de kilómetros a la redonda.
-¿Estuviste ahí?
-Sí, por casi tres años.-respondí.
-Debió ser duro-dijo ella.
-No si eres uno de los diseñadores que solo se encarga de los planos.-ambos volvimos a reír.

Estuvimos conversando un buen rato, íbamos y volvíamos por copas de champagne. Resulta que ella había participado en el proyecto Vantablack, una estación en Júpiter. Trabajó en la programación de sus ordenadores y también en el diseño del Radiosensor Energético de Ondas Transplanetarias, o R.E.O.T. Acordamos ir algún día a verlo en Vantablack, y luego visitar la colonia marciana. La consideraba brillante y divertida, además hemos llevamos a cabo proyectos juntos como la fundación de la organización FAREN-BRISE (por la unión de nuestros nombres), que consiste en el desarrollo de nuevas formas algebraicas de ubicar planetas, junto al estudio de fenómenos cósmicos de alta energía con nuestro propio invento de siglas DERCS, aunque pudo llamarse POCART o tal ves HEARK.
Oh, es cierto. En medio de la conversación, pude ver a Arinx, este salía del gran salón a tomar un poco de aire o tal vez a fumar un habano. Le pedí disculpas a Brise y me retiré. Fui caminando para no advertir de mi presencia a sus guardias, pero al parecer no andaban cerca, quizás tomando alcohol a escondidas, pero no estaban cerca.
Al parecer Arinx acababa de irse por un pasillo dejando un rastro de cenizas, claramente un habano aunque parezca que estuviese obsesionado con ese cliché. Seguí caminando y casi habría pasado de largo si no fuera porque escuché algunos quejidos. Era Arinx, tirado en un rincón al parecer llorando mientras decía el nombre de una mujer. No me le acerqué hasta que salió por su cuenta con algunas cenizas en su pantalón. Pero le dirigí la palabra justo antes de que saliera del pasillo a los ojos de sus guardias.
-¡¡Señor Arinx!!
El volteó a verme con los ojos algo llorosos y cerrados por la luz.
-Ehm... ¿quien eres?-preguntó.
-Soy... bueno, me interesa bastante su trabajo.
-Gracias, pero debo retirarme o tendré una terrible resaca. Ya acabó la conferencia, por cierto.
-Me interesa su trabajo en cuanto a los gravitones en las estructuras subespaciales. Yo también soy ingeniero e investigo la gravedad artificial. 
-Supongo que ahora todos quieren ser como yo.-dijo él, con voz seca
-La mayoría, sí. De hecho trabajé en la colonia Marte 52.
Él se detuvo, y  volteó a mirarme con sus ojos de frente.
-Sí, Marte 52, lo conozco.-ahora hablaba con una voz más calmada pero lenta.
-Yo diseñé casi toda su estructura.
-¿Qué es lo que quieres?
-Pues quería conversar para hablar sobre mi investigación en los gravitinos. Tal vez le pueda mostrar todos lo prototipos en que se podrían aplicar.-tenía un hológrafo en mi bolsillo con los datos de mi proyecto. Lo encendí para mostrarselo.

-Sí, es interesante.
-¿Dijo que fue a la colonia en Marte?-pregunté.
-Una vez. Con mi esposa.
-Bueno, quizás pueda conseguirle un par de entradas gratis. ¿Tiene hijos?
-Ella está muerta.
Me detuve antes de decir una palabra más. Habría sido estúpido de mi parte seguir hablando sin antes hacer una pausa por la incomodidad, y respeto, claro. Al hablar de sus hijos, les describió como sanguijuelas del dinero. Imaginé la vida de ese pobre hombre un poco diferente, aunque habíamos dejado de hablar de ello pues le mostré lo que había descubierto. Pronto él se interesó por lo que hacía, luego empezamos a trabajar juntos. Ahora, la corporación Faren-Brise no habría sido posible sin su ayuda. Hoy en día Faren-Brise se dedica al descubrimiento de planetas. Tengo tres hijos, dos ingenieros y mi hija menor es astrónoma. Tal vez el esfuerzo valió la pena después de todo.

Además, tengo una hermosa esposa de cabello castaño, y creo que pediré que me entierren en la Luna junto a ella.

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