Me enamoré de un extraño.



Primera parte: Recuerdos Olvidados.


La cabeza le daba vueltas, estaba mareado, su cuerpo dolía.

Llevó su mano hasta su rostro y descubrió que estaba cubierta de sangre.

— ¿Qué... que sucedió? —

Se encontraba en un callejón sucio y mal oliente. Su traje, que antes había estado reluciente, ahora estaba sucio y con residuos de aquel callejón.

Se levantó para salir de allí, y al hacerlo un fuerte dolor en sus piernas lo hizo volver a caer.

— ¿Qué...?—

Fuera del callejón, podía ver que la gente iba y venía de un lado a otro, y salió de ese lugar para poder pedir ayuda.

Aunque sus piernas no lo acompañaban del todo, logró abandonar aquel sucio sitio para luego dejarse caer en el paso peatonal, razón por la cual, los conductores comenzaron a hacer sonar sus bocinas y sacar sus cabezas por la ventanilla para gritarle que se apartara de la calle.

Esta vez no fue capaz de levantarse, y no lo haría sin ayuda, pues el dolor en una de sus piernas era demasiado intenso.

La gente lo señalaba y se llevaba la mano a la boca al ver al joven en el suelo incapaz de moverse por su cuenta, y tampoco nadie hacia otra cosa más que mirarlo sin prestar su ayuda.

— ¿Qué... que sucede? — se preguntaba el joven al verse tan perdido.

— ¡Sal del camino idiota! — se oían algunos insultos.

— ¡Si no te quitas voy a atropellarte!—

En ocasiones, parecía no entender que era lo que le gritaban, pues un pitido se oía en sus oídos y tampoco podía hacer mucho para salir de la calle y que dejaran de gritarle insultos.

Entonces una niña se acercó a él.

El joven la miró cuando la niña llegó con él. No era normal para nadie, ver que una niña se acercara a un extraño, y más extraño aún, era el hecho de lo tarde que era para una menor anduviera por las calles de la ciudad.

— ¡Nana­¡— llamó de pronto otro hombre que llegaba casi de inmediato luego de la niña.

—Tío Erwin, es él— decía la pequeña.

Por un momento pareció que el joven volvía a oír el tumulto de la ciudad. Pero también se asustó.

¿Por qué esa niña lo reconocía? ¿Acaso le había hecho algo? ¿La conocía de alguna parte?

"¿Quién es esta niña?" se preguntó. Pero luego su atención se desvió hasta el hombre que se inclinaba junto a la pequeña para separarla de aquel extraño.

— ¿Fue él? — Preguntó el hombre — ¿Fue él quién te lastimó? — preguntó el hombre.

Sin saber porque, el joven reaccionó a esa acusación.

— ¿Yo te hice eso? — Preguntó mientras señalaba la cara de la pequeña, en la que se veía una mejilla algo enrojecida — ¿Yo lo hice? — volvió a preguntar.

Sin embargo la pequeña le sonrió mientras negaba con su cabeza.

—Usted me salvo hace una horas señor— decía la pequeña.

Si ya antes de encontrarse con la niña estaba desorientado, ahora lo estaba aún más.

Entonces, ¿Por qué lo conocía? ¿De dónde? No recordaba a esa niña de ninguna parte.

¿Qué estaba pasando?

—Tío, el me ayudó, de no ser por él, mamá y papá no habrían podido ir a su viaje de trabajo—

Entonces el hombre se inclinó frente al otro.

—Soy Erwin Smith, y ella es Nanami Zacharius ¿Cuál es su nombre joven? — preguntó.

—Mi nombre... mi nombre...— tartamudeo — no lo sé... no recuerdo... —

Erwin lo examinó superficialmente.

— ¿Puedes levantarte? — dijo.

El muchacho negó.

—Algo le pasa a mis piernas, me duelen cada vez que me levanto—

Erwin, cargó al joven, en sus brazos y lo sacó de la calle, para que el tráfico volviera al fin a la normalidad.

—Nana, sujeta mi saco— dijo luego de cargar al extraño en sus brazos.

Una vez que estuvieron en la seguridad de la acera, Erwin dejó al joven en una banca que había junto a un pequeño puestito en la que vendían café y té.

Era una noche de invierno muy fría, más de lo que había sido en otras ocasiones.

La pequeña se había sentado junto al joven mientras Erwin compraba un café y un sandwish, para aquel extraño.

— ¿De verdad no me recuerdas? — dijo la pequeña y el joven negó.

Erwin llegaba justo en ese momento y tras mirar un momento al joven, le entregó tanto el vaso de café como el sandwish.

—Gracias... — murmuró mientras recibía ambos alimentos.

De pronto tanto el joven como Erwin, miraron a Nana, que se ponía de pie frente a al muchacho.

—Gracias por salvar a mis padres— decía la pequeña.

Por instinto, el joven sonrió a la menor al mismo tiempo que este revisaba sus ropas, quizás buscaba algo para darle, pero en el bolsillo de su pantalón encontró una pequeña tarjeta de presentación.

Se quedó mirándola un momento.

La tarjeta tenía dos nombres:

"Mike y Nanaba Zacharius, abogados".

En la tarjeta se podía ver sus números telefónicos, e-mail y la dirección de su lugar de trabajo.

Dejó caer el vaso del café para llevar sus manos hasta su cabeza. Unas vagas imágenes aparecían en su cabeza.

Una pareja. Un hombre alto y rubio, y junto a él una mujer de plateado cabello corto, estaba abrazada del otro hombre aterrada.

—Te llevaré a un hospital, no estás bien, necesitas atención— dijo Erwin asustado.

Pero el joven negó.

—No... no es nada... solo necesito descansar un poco... —

—llevémoslo a casa tío, ya mañana que este mejor podrá volver a casa— decía la pequeña mientras acariciaba la cabellera del joven.

—No voy a causarle problemas, por favor no se moleste— decía — gracias por el café — dijo y trató de levantarse pero al dar un solo pasó cayó estrepitosamente al suelo.

—Por favor — pidió la pequeña —déjalo quedarse en tu apartamento solo esta noche—

Erwin lo pensó. Pues era un completo extraño, y si lo llevaba a su apartamento estaba exponiendo a un peligro a la pequeña Nana, pero la niña no parecía temerle.

Erwin pensaba que hasta podría ser un violador o un pedófilo o cuanto ser perverso se le cruzo en la mente. Pero Nana, lucía preocupada.

—Él nos ayudó tío— argumentó la niña.

Erwin entonces, llamó un taxi y se llevaron con él al extraño.

Mientras iban en el coche, el joven notó que tanto como Erwin, y Nana, iban vestido con ropas elegantes. Seguro eran personas ricas y poderosas, y apenas amaneciera él se iría y ya no causaría más molestias.

La pequeña llevaba un hermoso vestido rosa pastel y un bolerito celeste, al igual que la cinta que rodeaba la cintura de la pequeña y unos zapatos blancos. Llevaba su cabello atado en un tomate.

Mientras que Erwin iba vestido con un lujoso traje negro, una reluciente camisa blanca debajo y un colgante que colgaba de su cuello. Su rubio cabello estaba peinado hacia la izquierda y eso lo hacía lucir realmente apuesto.

—Ponte el pijama y lava tus dientes, antes de dormir. Mañana tienes escuela— ordenaba Erwin a la pequeña, y esta obedeció sin chistar apenas entraban al departamento.

La pequeña entró corriendo, y Erwin entró seguida de ella y fue hasta la sala de estar, donde dejó al muchacho con cuidado sobre su fino sofá.

El departamento era hermoso, con detalles en los muebles y el techo. Sin duda el dinero le sobraba a ese hombre.

—Espera aquí un momento por favor— dijo y Erwin tomo la dirección de Nana, para ir al baño.

Allí encontró a Nana cepillando sus dientes, y mientras lo hacía le entregaba un cepillo para el cabello a Erwin para que este lo peinara y atara antes de irse a dormir.

—Ya tienes todo preparado para mañana? — preguntó luego de que la pequeña estuvo lista para ir a dormir.

La nena sonrió alegre mientras asentía. Ambos salieron del baño y encontraron que al joven abrazado a sí mismo, y que en el sofá había puesto un pañuelo para poder apoyarse.

—Se durmió— decía la pequeña.

—Duerme en mi cuarto esta noche Nana, yo dormiré aquí, y este chico ocupara tu habitación—

La pequeña no dijo nada y partió a la habitación de Erwin.

Erwin, luego preparó alguna cosas para que el muchacho se alimentara, pues tal vez llevaba días sin comer y ese sandwish no había sido suficiente.

—Hey...— susurraba mientras sacudía con cuidado al joven para despertarlo.

El joven abrió sus ojos y se encontró con los del rubio. Hermosos ojos azules.

Erwin se había quitado el saco, y tenía la camisa abierta en el cuello.

—Preparé la ducha, puedes bañarte y luego comer algo antes de que te duermas, no sé cuánto tiempo llevas así, así que...—

—Estaré bien — dijo mirando el suelo — ha hecho más que suficiente por mí—

Luego, con algo de vergüenza lo miró.

— ¿Puedo pedirle que me lleve hasta el baño? Creo que mis piernas al fin comienzan a reaccionar, pero necesito ayuda de todos modos...—

Erwin volvió a cargarlo y lo llevó.

—Aquí hay toallas limpias, y todo lo que necesite— dijo — le dejaré algo de ropa limpia también, mientras envío la suya a lavar.

El joven solo asintió.

Erwin lo dejó solo y él regresó a la sala, donde aprovecho de buscar alguna identificación, tarjeta de crédito o algo que pudiera decirle quien era el extraño que estaba en su baño justo e ese momento.

Pero no halló nada. Pensó que tal vez lo habrían asaltado o algo parecido, ya que cuando quiso saber su nombre este dijo que no lo recordaba.

Lo que encontró, fue una pequeña libreta en el bolsillo del pantalón, en la que decía "contactos" pero al abrirla solo encontró un número sin nombre.

Dada la hora, y la lluvia que había empezado a caer luego de que tomaran el taxi, decidió que llamaría a ese número apenas se levantara.

Sin embargo, la ropa del joven, estaba completamente inservible, así que terminó tirándola a la basura.

Tras unos minutos, regresó al baño para ayudar en lo que pudiera a ese joven.

Al entrar al baño, se encontró con el joven tratando de levantarse.

—Permíteme...— dijo y tras tomar la toalla se la entrego para luego levantar el joven, y este aprovecho el momento para colgar la toalla a su cintura.

Erwin se sorprendió con lo ligero que era el joven, pus cuando lo había encontrado era mucho más pesado.

Sin embargo, más le llamó la atención, los moretones que había en su cuerpo, sobre todo en las rodillas. Ahora entendía porque no podía mantenerse en pie el muchacho.

"Tal vez, tuvo un accidente o lo asaltaron" pensaba.

—Te quedará algo holgada mi ropa pero es lo único que tengo para ofrecerte— dijo Erwin.

—No. No tiene que preocuparse por eso— decía el joven con tono entristecido— por favor, no se preocupe. No quiero causarle más molestias—

El muchacho intentó por sus medios una vez más levantarse, pero igual que la anterior ocasión sus piernas no aguantaban su peso.

Pero esta vez en lugar de caer, era Erwin quién lo sostenía.

Erwin lo llevó hasta el cuarto que tenía para invitados y que usualmente utilizaba Nana, o alguno de sus amigos, y le llevó algo de lo que había preparado antes.

—Le agradezco toda su ayuda señor— dijo cuándo Erwin estaba ya en la puerta de la habitación.

Erwin sonrió.

—Nana dice que le ayudo antes, es lo menos que puedo hacer por usted joven—

Esa sonrisa, nunca nadie le había sonreído tan cálidamente.

—Buena noches y descanse— terminó Erwin antes de salir y cerrar la puerta.

*

A la mañana siguiente, el muchacho ya había recuperado la habilidad de caminar. Aunque había momentos en las que perdía el equilibrio y volvía a caer al suelo.

Miró la hora en el reloj que había en una pequeña mesita circular junto al sofá.

6:30 A.M

El desastre del departamento era grande. Y a modo de agradecimiento, y antes de que Nana y Erwin se despertaran, decidió asear un poco.

Abriendo ventanas, limpiando el piso, ordenando la cocina, y hasta se atrevió a preparar el desayuno, el que sirvió cuando oyó la alarma de un reloj.

Había estado trabajando silenciosamente para no despertar al hombre que dormía en el sofá.

Pero este empezaba a revolverse bajo la manta que lo cubría y sacaba su brazo para alcanzar el reloj que estaba en la mesita y lo apagaba para finalmente sentarse y mirar adormilado la sala.

—Buenos días— saludaba la pequeña tallando sus ojos, pero despertando del todo al notar que el departamento de Erwin estaba reluciente.

—Buenos días— saludó el joven apartando la mirada de Erwin — por favor toma asiento, el desayuno está listo—

Erwin al despertarse un poco más también noto que su departamento estaba más reluciente y ordenado que nunca.

—Es bueno ver que estas mejor— decía Erwin mientras iba hasta la mesa para desayunar junto con Nana.

—Sí, muchas gracias por todo lo que han hecho por mí — decía — iré con la policía para que me ayuden...

—Siguen sin recordar nada ¿verdad? —

El joven asintió.

—Tome asiento, necesita comer ¿cierto? — invitó Erwin.

El muchacho negó diciendo que ya no quería seguir causando problemas.

Entonces Erwin corrió la silla para que el joven se sentara y le sirvió también el desayuno.

—Le pido me perdone pero anoche revise su ropa buscando alguna identificación, pero no encontré nada más que un número telefónico, pero no tiene nombre.

Le mostró la pequeña libreta al tiempo que la dejaba en la mesa.

—Llamaré a ese número por si es algún familiar, si no le importa—

El muchacho miraba el número, aunque no lo recordaba le resultaba familiar, y sentía una sensación de molestia, como si ver ese número le molestara.

— ¿Sabe de quién es ese número? — preguntó pero el joven negó.

El timbre del departamento resonó por el lugar.

—Yo abro— decía la pequeña alegremente y corrió hasta la puerta.

Su sonriente carita cambió cuando vio quien estaba en la puerta.

La niña dejó la puerta abierta y regresó al comedor, y aquella persona entró como si estuviera entrando a algún lugar muy sucio.

Al llegar al comedor, vio a la niña y a Erwin que desayunaban. Y al desconocido que estaba con ellos le dirigió una mirada de intenso repudio.

—María ¿Qué haces aquí tan temprano— preguntó mientras quitaba los restos de comida de su boca, pero el joven lo detenía para quitar migajas de pan que habían en la comisura de la boca de Erwin, y las que no habían sido alcanzadas por la servilleta.

Al notar su atrevimiento, el muchacho se levantó de la mesa ante la mirada divertida de la pequeña y de asombro de Erwin.

—Es mejor que me vaya— dijo luego miró la ropa que llevaba puesta — apenas pueda, le devolveré su ropa señor, lamento las molestias y muchas gracias por toda su amabilidad— dijo y luego se volvió a la pequeña a quien le revolvió el cabello con cariño antes de dirigirse a la salida.

—Quisiera que esperara hasta llamar a ese contacto, tal vez esa persona pueda serle de más ayuda que yo— decía Erwin.

—Erwin— decía la mujer de pronto — ¿desde cuándo albergas a extraños en tu casa, aun teniendo a una niña a tu cargo? —

—El salvó a mamá y papá ayer. Tío Erwin simplemente es buena persona y lo ayudo—

La mujer la miró con desprecio.

—Verás... ayer lo encontramos herido, y por lo visto no recuerda nada de lo que le ha sucedido antes de que lo encontráramos— explicaba Erwin.

—Oye muchacho— le llamó la mujer con desprecio — ¿Qué esperas para largarte? Dijiste que te ibas ¿no? —

— ¡María! — se molestó Erwin.

—No... está bien— interrumpía el joven — ya me voy. Muchas gracias por todo — terminó.

—Dije que no— espetó de pronto Erwin ya enojado en mi casa no das ordenes María— dijo y luego le quitó de las manos la libreta al joven para ir hasta el teléfono y marcar el número.

Del otro lado se oía la voz de un joven, el que se presentó como Eren Yeager, y quién decía ser pareja del joven.

La llamada duró aproximadamente unos cinco minutos.

—Nana, se hace tarde, vístete por favor, te llevare a la escuela—

La niña al ver que Erwin estaba molesto corrió a obedecer.

Mientras tanto la mujer llamada María se había sentado en la sala y había tomado con la punta de los dedos la manta con la que había dormido Erwin durante la noche.

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