Mi nombre es Lucía, hasta donde mi memoria alcanza se que tengo unos 12 años de edad o al menos esa fue la última vez que llegue a tener un cumpleaños. No es que mamá y papá no quisieran cosa que me parecía triste ya que en ese entonces no comprendía el porque.

Toda mi infancia fue bastante normal a mi parecer, era una típica niñez (Navidades, recitales, cumpleaños, días de campo) todo lo que una niña pudiera desear. Tenia un hermano, era unos cuantos años mayor que yo y su única participación en mi vida eran las molestas veces en que se burlaba de mi.

Mi vida transcurría tranquila hasta que llegó el día de mi recital de ballet, esa vez interpretaríamos "La Bella y La Bestia" además de que tenia el papel principal que me hacía tanta ilusión. Estaba nerviosa a decir verdad, mamá siempre me decía "nada es tan malo a como parece, todo cambia cuando lo vuelves tuyo" la frase tenia sentido hasta el momento en que subí al escenario cuando todos mis miedos me invadieron al ver la multitud que observaba atentamente cada uno de mis movimientos.

Empecé a moverme con la gentileza y gracia que había practicado durante los últimos meses, aunque parecía que estaba enfocada en mis movimientos no podía evitar sentir que algo andaba mal, en mis anteriores recitales nunca había visto tanto movimientos y preocupación tras bambalinas o la cara de impaciencia de mi maestra.

Decidí ignorar lo que estuviera sucediendo y me enfoque en el acto de cierre pero en un instante me vi interrumpida por un fuerte estruendo que causó pánico en la multitud, era un simple foco que se había caído sobre el escenario, recorrí el lugar con la mirada buscando a mi familia cuando estruendo tras otro me obligó a salir del establecimiento a un sitio más seguro.

Lo último que supe en ese entonces de mi familia fue el desespero de cada uno de ellos por subirse a una ambulancia "Mama! Estoy aquí!"... Palabras que no alcanzaron a llegar a sus oídos. Enojada y confundida decidí caminar a casa, no estaba muy lejos por lo que no veía ningún problema en hacerlo. Me sentía ridícula al caminar en medio de la calle con un disfraz de princesa pero por algún motivo a nadie parecía importarle. Llegue a casa y tome las llaves de respaldo de bajo de la roca cercana a la entrada.

Sin más remedio me senté en la sala a esperar a que mi familia llegará mientras veía la televisión, no tenía deseos de cambiarme debido al infierno que pase poniéndome el disfraz por lo que esperaría a que mi madre me ayudara a deshacerme de el.

Las horas pasaron tan rápido como el correr del viento y la ausencia de mi familia comenzaba a preocuparme, trate de llamar a la policía pero la operadora parecía no escucharme -alguna falla en el teléfono, pensé yo- lo único que llegó a calmarme fue el suave caminar de mamá. Corrí hacia la entrada principal para encontrarme con ellos pero algo me detuvo, se veían diferentes, algo había cambiado... Sus ojos estaban hinchados, sus miradas cansadas y un frío silencio los inundaba. Intente llamar su atención pero cada quien se dirigió a su respectiva habitación. Me di por vencida y me dirigí a mi habitación con mi cabeza dando vueltas como si se fuera a salir de su lugar. Esa noche no logre conciliar el sueño - culpe a la confusión e intriga que me inundaba- a pesar de haber estado en vela bajo la penumbra no me sentía cansada o hambrienta.

Puse mis pies sobre el frío piso de madera de mi habitación y baje a la cocina. Mi familia aun mantenía ese campo de silencio a su alrededor, parecía que irían a un funeral o al menos eso podía intuir de sus vestimentas negras. Lo que más me preocupaba era mamá, su mirada estaba baja y unas lúgubres líneas negras se posaban bajo sus ojos, era como si hubiera envejecido 5 años en tan sólo una noche.

Ninguno se percataba de mi presencia aún por lo que decidí ir en el auto con ellos, no me importaba seguir en mi vestimenta de ballet, probablemente solo observaría desde el fondo para no llamar la atención... Y así fue, observe desde el fondo las condolencias de los asistentes a quienes no reconocía a la mayoría - podía distinguir a unos pocos familiares entre ellos, nunca había entablado algún tipo de relación con ellos pero aun así los había visto en una que otra reunión familiar-. No tenía rastro de mamá en todo el lugar, solo fue hasta entonces que reconocí su alarido al lanzarse sobre el ataúd, todos posaron sus tristes miradas sobre ella con un gran sentimiento de pésame hasta que papá la tomo en brazos consolándola... "Lucía ha muerto, Lucía ha muerto" 3 simples palabras, fueron 3 simples palabras las que hicieron que me derrumbara... Corrí desesperadamente al ataúd y ahí estaba... Ahí estaba mi cuerpo, tan pálido como un pergamino reposando en total tranquilidad, todo lo opuesto a lo que oprimía mi pecho.

Y así termine yo... Atrapada en un mundo al que ya no pertenecía, observando como mi familia se reponía poco a poco de mi "pérdida"  mientras me enterraban en el olvido, junto a las memorias que contenía de lo que era una infancia normal, lo que ahora es un abandono eterno.

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