Tu Talento 1/2
Personaje: Erik Destler (The Phantom of the Opera)
Parte: 1/2
Advertencia: secuestro, touch starve
Tiempo: pasado (Línea de tiempo alternativa)
Protagonista: Lucy, cabello castaño claro corto, ojos azules
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Lucy estaba limpiando el escenario tras la última presentación del día, anhelando la idea de encontrar a alguien con quien compartir el suave toque de una mano, una caricia divina que le hiciera sentir el cielo. Ella era una persona que soñaba con amar, aunque temía ser lastimada, no negaba que se sentía fría al solo poder abrazarse así misma. Esa noche mientras barría el suelo, un escalofrío le hizo sentirse vacía, sola en la oscuridad, era claro para ella que los hombres buscarían a damas como las cantantes o las bailarinas de la opera, cuyas manos están en mejor cuidado que las suyas.
Sus manos ásperas sostenían su escoba con firmeza, con un sentimiento de melancolía ante la idea de que nadie podría buscar su tacto descuidado, tarareando con suavidad. Cuando escucho un sonido extraño bajo sus pies, estando por apartarse, la trampilla se activo de repente, a penas logrando sostenerse, gracias a que la escoba quedó atrapada en los bordes de madera. Ella grito por ayuda, no estando segura de si había algo que la salvará bajo sus pies al no sentir el suelo, luchando por alcanzar el borde del suelo del escenario al escuchar el mango crujir.
-¡Alguien, por favor! ¡Ayuda!...- nadie contesta, temía que todos estuvieran dormidos -¡Por favor! ¡Quién sea!
-... Toma mi mano.
Una mano en guantes negros se extendió hacía ella, un escalofrío la recorrió, se sentía firme. El extraño la levantó, Lucy lo ayudó a alzarla, logrando ser jalada fuera del agujero antes de que se rompiera la escoba, una segunda mano en su cintura la alejó de la trampilla, poniéndola a salvo. Un extraño revoloteo dio vueltas en su estómago al darse cuenta de cómo era sostenida, sintiendo un vacío al ser apartada por el extraño, sonrojandose de vergüenza. Cuando alzó la mirada, un temor recorrió su espalda, viendo una capa negra que cubría el rostro de quien la ayudó, los rumores le dieron vueltas.
-... ¿Quién eres?
-Deberías saberlo ya...- responde frío, aunque parecía algo burlón ante la pregunta.
-... ¿Activó la trampilla?- preguntó aún más temerosa a la idea de una afirmación.
-Sí...- la cual recibió, pero la duda prevalencia.
-Entonces ¿Porqué me ayudó?
-¿Preferías que te dejará caer?- él se acercó, ella se alejó temerosa.
-No puede ser tan profundo...
-¿Quieres apostar?- ella voltea a la trampilla, espantada al ver que no estaba el suelo que suele haber bajo el escenario, si no un pozo profundo.
-... Trataba de matarme... ¿Porqué ayudarme?
-No quería matarte...
-¿Qué?
-Quería llevarte a mi hogar. Ibas a caer en un lugar seguro.
-... Entonces ¿Porqué no dejarme caer?
-Estabas aterrada...
-... ¿Qué quiere de mí?
-Creo que puedes ser más de lo que eres ahora... Puedo enseñarte, si me acompañas.
-... ¿Enseñarme?- preguntó confundida.
Él se acerca demasiado a Lucy, ella tropieza por la trampilla y él la acompaña en su caída a la oscuridad, ambos cayeron sobre un colchón y la puerta en el suelo se cerró, así como una segunda en el subsuelo del escenario. El extraño ayudó a la chica a levantarse, guiandola escaleras abajo y por un laberinto de túneles, llegando a las profundidades, el hogar del fantasma de la opera. La joven miraba con admiración la luz de las velas, iluminando el espacio propio de un artista embotellado en su arte, lo que le hacía cuestionarse ¿Qué vio en ella para llevársela?
-A diferencia de las cantantes de la opera, tu talento quedó encerrado en tu ser. No hubo ningún intento de perfeccionarlo. Puedo ayudarte a florecer ese talento oculto en tu ser.
-¿Porqué yo?
-¿Acaso no anhelas lo que ellas tienen? ¿La mirada apasionada de ellos sobre ti? ¿El halago y la complacencia de haber alcanzado su nivel? ¿Estar en el escenario?
-... No ¡No!...- ella se aparta nerviosa -Creo que me ha malinterpretado, no puedo estar ahí.
-¿A qué le temes?
-No es temor, ese no es mi lugar. Solo... Sé que no llegaré lejos.
-Estoy seguro de que lo harás. Yo saque a Christine al escenario, y se volvió la voz principal.
-¿Y planea volverme su corista?
-No, mucho más... Su voz creció bajo mi manto, pero nadie podría alcanzarla. Por eso elegí a alguien digna de su lugar... Ahora, déjame escucharte.

Él se sienta frente a un piano, tocando una melodía familiar para la joven, ella no se sentía cómoda intentándolo, hasta que lo escucho. Una canción hipnotizante que la arrullaba en un descanso cálido, como si fuera abrazada por la melodía de la noche. Lucy en un sentimiento de melancolía, no pudo evitar cantar, cerrando los ojos y calmando los escalofríos de su piel ante la sensación de soledad y añoranza. Entonces él la vio, su pasión en la canción no era igual, era intenso, un deseo oculto en la voz por una canción, él podía sentir ese sueño de ser escuchada y consolada.
-Eso fue muy hermoso, Lucy...- ella despierta de su trance al escuchar su nombre, avergonzada de haberse dejado llevar.
-... ¿Cómo sabe mi nombre?
-No lo olvides. Yo te elegí, y no me equivoque...- él se levanta de su lugar, quedando frente a ella -La forma en que cantabas, casi parecías encantada, brillante como una estrella.
-Basta...
-Escucha, puedes aprender, Lucy. Aún no es tardé, déjame enseñarte. Transmitir tu pasión a través de tu voz, un arrullo para los desconsolados, un consuelo para los desafortunados. Deja que tu talento, sea el instrumento de tu deseo.
Sus palabras eran un encanto al escucharlas, cada vez, la voz se hacía más imponente a la idea de que se volviera su aprendiz, incluso cuando ella no deseaba reemplazar a Christine. Una idea fugaz la detuvo un instante, la sensación de una presencia a su lado cuando cantaba, un espectador en medio de su silencio, se sentía acompañada, el frío se sentía lejano a cuando limpiaba en el escenario. Incluso si no lograba complacerlo en su plan, al menos podría tener su compañía un tiempo más, incluso si luego la repudiara por no ser suficiente.
-... Esta bien... Lo intentaré.
-Muy bien, Lucy... Te enseñaré lo que necesitas... Y eres bienvenida en mi hogar, pero nadie más puede bajar aquí.
-No creo que pueda llegar sola aquí.
-No hace falta, estaré acompañándote en tus pasos.
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