Felipe Edevane, una vida inmortal
Ya había perdido la cuenta de las vidas que he llevado. Pero sé que no más de treinta.
Siempre era lo mismo. Viví en cuerpos aleatorios, podía ser desde un bebé o un adolescente, pero nunca un adulto con más de sus veintes. Muero en los veintes sin falta. Normalmente a los veinticuatro ya sea por un accidente o enfermedad.
Recuerdo que esa ves tuve mala suerte y nací en una familia de bajos recursos. Mi padre era ingeniero civil y le iba mal, trabajaba mucho y le pagaban poco. Me pregunto que es de él y mi antigua madre a veces. Aunque mi padre estaba ausente mi madre era muy dulce y buena.
Vivir tanto te hace reprimir tus sentimientos, controlarlos y n especial entender a las personas, así que así fue como terminé. Si me encariñaba con alguien terminaba mal para mí. Y peor si les contaba el secreto, muy pocas veces se lo conté a alguien.
Ella fue la excepción.
La conocí cuando solo tenía quince años, y antes de que me juzgues o llames pedófilo te diré que no la ví de esa manera al principio, no cuando era una niña.
En fin, yo solo era un niño, mis recuerdos llegaron justo hace unas semanas antes del suceso, lo recuerdo bien. El impacto y luego la calma. El momento en que mi mirada inocente cambió a la de un ser inmortal cansado de vivir.
Su cabello era castaño y brillante, cuando la ví ahí sentada en su celular la luz de la ventana en la que estaba recargada le pegaba en el cabello mostrando un tono dorado, hermoso. Sus ojos al mirarme de reojo, curiosa por el ruido de la puerta al abrirse, eran marrones. Sé que el azul y verde es muy valorado, pero cuando sientes algo especial por alguien puedes sentir que es le color más hermoso de la vida.
Así fue para mí.
Estaba cautivado por su belleza, sus pestañas, la mirada prudente que siempre mostraba, como colocaba su cabello detrás de su oreja. Ella estudiaba y yo iba con mi madre, jugaba un videojuego y ella leía un libro a lo lejos en otra mesa, siempre cada domingo ahí estaba ella completamente sola. Me parecía tierna e intrigante por alguna razón, digo ella era bonita pero había muchas chicas bonitas, había algo ella que aunque todavía no sé describir perfectamente. Pero tenía esa fuerza alrededor que avía que no pudiera evitar observarla.
Un día haciendo compras de ropa en el centro comercial, donde estaba ese mismo café. Me perdí.
Si, puede que había vivido mucho así que no me asusté para nada, sabía que estaría bien, pero me preocupaba que alguien intentara robarme.
Me quedé quito en un rincón dejando de buscar a mi madre, seria mejor que ella me busque. En ese momento estaba algo melancólico, no es tan genial vivir tanto. No poder morir era una tortura, en alguna vida me volví loco. Y después lo acepté. Me era imposible morir... a menos que hiciera el trato correcto. Para romper mi trato tendría que pedir un deseo a un espíritu y además de que me costaría un precio... no todos los espíritus tienen ese poder, solo unos pocos pueden concederte deseos así de grandes. No había conocido alguno que solucionara esto. Una salvación.
Unos tenis blancos estaban frente a mí, tuve que levantar mi mirada, pero no sirvió porque la chica se hincó a mi altura. Eso generaba confianza, mostrarse a la misma altura.
—¿Te perdiste? —preguntó, verla de cerca era aún mejor y me hizo darme cuenta que no era tan mayor que yo, usaba un short de mezclilla y una hoddie verde olivo.
Solo pude asentir, me sentí como en mi edad física en ese momento, ella sonrió calidamente y sobó mi cabeza. Igual que mi madre solía hacer— Te ayudaré a buscar a tu mamá, ven.
Tomó mi mano y la buscamos. Cuando la encontramos mi madre parecía estar en una crisis total, toda agitada caminó intrépidamente mí y le agradeció a la chica.
Después de eso me suicidé, me atropelló un coche.
Lo hice varias veces hasta estar en el cuerpo de un adolescente con dinero. Lo logré al quinto intento. Sé que suena algo muy loco, pero por dios, yo ya no tenía cordura alguna. Estaba y sigo perdido.
De todas formas, iba a la preparatoria. Tenía unos dieciseis pero esta ves yo no viví en Licia, mi vida era aleatoria. Estaba en Inglaterra.
Por suerte el dinero es poder y a los dieciocho me mudé. Si he aprendido algo todo este tiempo es a ganarse a las personas, osea dinero. Me fue bien, no quiero alardear con cosas que no entenderás, pero resumiendo todo el trabajo que hice, creé mi propio sitio.
El edificio del pianista. Es un hotel, también tiene boliche y un antro. Me va bien. Me encantaría hablar de negocios y sobre los tratos que hice— con inversionistas claro— pero no te molestaré.
Era popular, también tube suerte de ser atractivo físicamente, en sí mi personalidad es genial ¿verdad que si? Empecé a trabajar como modelo, mi vida era casi perfecta. Pero incluso así ese hueco seguía ahí, no sentía emociones reales y las cosas m aburrían. Solía encerrarme cada cierto tiempo y estudiar idiomas o viajar a alguna parte para conocer personas que no volvería a ver.
Luego un día, por idea mía le dije a mis amigos que fueramos a cierto café. Así es, ya sabes cuál.
Escucha esto.
Ella seguía ahí.
Me había prometido no ir a verla hasta terminar este proyecto, pero la verdad que no me aguante y la ví de lejos varias veces.
Ese día que fuí a verla con mis amigos no estaba.
Volvimos otro día y tampoco.
Estaba perdiendo esperanza hasta que el tercero llegó.
En un pantalón holgado y camiseta negra. Parecía estar en su etapa emo. Me dió gracia pero seguía siendo encantadora, más que antes. Me preguntaba comos sería hablar con ella, pero me acobardé. Varias veces sentí su mirada en mí y pensé. Joder le encanto, sin duda le gusto. Tenía confianza. En serio.
Luego le hablé.
La había seguido así que "casualmente" me la encontré en la biblioteca del centro comercial. Que casualidad verla ahí, no es como que tuviera anotado todo sus horarios en mi cabeza... Sabía todo de ella. Incluso las cosas malas.
Ella me convirtió en un desastre. Uno muy loco.
Cómo te decía, le hablé.
Oh Jesucristo.
Ella estaba ahí, con la mirada en un libro, sentada en una silla dentro de la librería, su cabello tan lacio que parecía aurora boreal cuando se movía.
—Disculpa, ¿Podría recomendarme un libro?
Ella levanta su mirada, me ve.
Te juro, te juro que me puse tan nervioso que toda mi confianza esfumó. Estaba nervioso. Luego lo noté, ¿Hace cuánto tiempo que no siento nervios? ¿O algo humano?
Entonces ella hizo algo inesperado. Mira hacía ambos lados, con ese gesto serio en ella.
Y me lanza un cuchillo. Un bendito cuchillo que sacó de su bota.
Lo miré impactado, ella pasó de tener una mirada fría a una confusa.
Y silencio.
Entonces no puedo evitar sonreír. Me saco el cuchillo del pecho, es una navaja.
Ella es más interesante de lo que creí.
—¿Que eres? — me pregunta.
—Pero vaya que eres buena con las primeras impresiones.
Entonces se acerca con otro cuchillo y cuando me ataca esta ves detengo su muñeca. No tuve en tiempo para admirar su cara ya que ella actúa rápido y vuelve a atacar. Me impresiona lo silenciosa que es.
Al final dejo que me ataque, quiero dejarlo dominar por ella y no sé porque. Termino en esa misma silla donde estaba ella, me está apuntando al cuello con un cuchillo.
Alzo mis manos en señal rendición.
—Touché bella dama, me rindo.
Me mira desde arriba, ojos fríos y calculadores— Pareces ser parte espíritu.
—No, soy inmortal.
Su gesto no cambia— Que terrible.
Eso no me lo esperaba.
—¿De que te ríes?
—De nada gracioso.
La miro.
Ella me agrada, bastante. Algo raro.
—Eres una exorcista.
—Lo soy, no te muevas — aprieta el cuchillo en mí garganta y no sé porqué eso se me hace tan atractivo — Vendrás conmigo.
Creo que soy un sádico.
—A donde quieras.
Me levanto y ella da un paso atrás, confusa por mi rendición.
No tiene idea de que la he estado buscándola desde mi otra vida. Que soy lo que soy ahora por ella.
No sabía porqué lo hacía, porqué quería verla.
Ahora lo comprendo, yo solo quiero sentir un poco más con ella.
Así que la sigo hasta un coche y mientras la molesto con bromas e intento ser encantador, nos adentramos en un bosque.
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