El niño y la sirena


Mis cosas favoritas cuando era un niño eran estas:

El viento, la arena, el sonido de las olas del mar, el sonido de las aves y en especial... adoraba la luz del mar.

Estaba en esa edad donde lo único que diferencia niños y niñas es lo que tienen en medio de sus piernas. Sucedió un verano, visitaba la casa de mis abuelos por una semana en mis vacaciones. Ellos tenían una casa muy vieja pero preciosa cerca de la bahía, me encantaba. Estaba llena de cosas lindas y misteriosas, en especial ese ático en el que fisgoneaba, entraba a ver las cosas coloridas en cajas y cuando me aburría bajaba a acostarme en el sofá de la sala, me quedaba viendo el cielo por la ventana pensando en jugar con los otros niños de afuera. Eso hice, jugué con los  niños con una pelota roja decolorada por el sol hasta que la pelota se perdió y yo fui por ella.

Ahí la vi, en la orilla donde el mar y la tierra se conectan.

Estaba recargada con sus brazos detrás de la arena, su cabello en ese tiempo era muy corto, como un chico. Este brillaba como si fuera una perla, era color blanco. Su rostro brillaba por el sol y cuando abrió sus ojos azules y me miró me dí cuenta que era una belleza. Más grande que yo pero menor que mis padres. Podría ser mi hermana mayor. Sentí una explosión en el pecho, estaba fascinado por ella. Hipnotizado. Hicimos contacto visual hasta que escuché el sonido de pasos en la arena y risas. Alguien me tomó del hombro, incluso así no dejé de verla. No reaccioné, no quería dejar de verla pero movieron mi cara hacía el otro lado y pude ver a los demás niños platicando con la pelota, menos la niña de coletas que me tiene entre sus manos.

—¿Que haces? vayámonos, pensé que te llevó el mar, tonto.

Me quité de su agarre para ver hacía el otro lado. Pero ya no estaba ahí.

Volví el siguiente día pero no estaba, la busqué pero nunca apareció. No hasta el próximo verano. Yo me había convencido de que fue una alucinación por el calor o algo así. Un hermoso sueño.

De todas formas fui al lugar de nuevo por culpa de la curiosidad. Volví a la orilla con mis tenis rojos en una mano, caminé sobre la arena caliente. Miré la blanca arena, miré el mar, la busqué... pero no la encontré. Decepcionado miré el mar, el sol lo hacía brillar, lo hacía parecer líquido espacial. Como si ese brillo fueran estrellas.

Algo me tapó el sol, su rostro estaba frente a mí. Puedo verla perfectamente, incluso sus pestañas son blancas, su piel es pálida y su mirada relajada, parece una nube.

Quise tocarla pero cuando levanté mi mano me esquivó.

—Hola —dije intentando hacer conversación. En el tono más amable que pude hacer.

Ella abrió sus labios color rosa palo pero no dijo nada. Solo se giró y caminó hacía el mar perdiéndose en él, se fue.

Volví el siguiente verano, esta ves con la idea de que fue real. Que era imposible tener la misma alucinación. En secreto salí de nuevo apenas habíamos llegado, bajé apurado del carro. Quería verla, incluso si no me hablaba. Quería ver su brillo de nuevo.

—¡Ten cuidado con las olas Adrián! —gritó mi papá y respondí gritando una afirmación.

Seguí corriendo hasta llegar a mi lugar secreto.

Su cabello había crecido un poco más, ahora le llegaba al hombro, es lacio y sigue brillando como perla. Es muy delgada, viste ese mismo vestido blanco de verano de siempre. 

—Eres...— pensé que decir. Ella estaba hincada en la arena y yo parado frente a ella pareciendo un idiota— ¿Eres albina?

Ella solo tomó arena con una mano, sin verme y la dejó caer de su mano a donde pertenece. Totalmente relajada. No me sorprendió, de nuevo se levantó y se fue al mar...

Pero esta ves logré mover mis piernas, la seguí justo cuando ya estaba algo lejos. Me metí al agua después de quitarme la camiseta roja. Mi short se pegó a mi piel y me hundí, nadé y me atreví a abrir mis ojos dentro, veo borroso, hay manchas de colores que se mueven y brillan, peces.

De pronto, algo me empujó, una ola me hizo tragar agua.  Me movió e impidió nadar bien. Había ido muy lejos viendo esa luz brillante que es ella. Así, en la desesperación horrible de no poder respira, sentí como el agua entraba a mi cuerpo y me hundía, harto dejé de luchar y ese día morí.

Abrí mis ojos por una luz molesta. No era el sol. Esa esa mujer.

El borde de su cuerpo brillaba como si fuera su aura. Estaba seguro de que había muerto, de una manera horrible. ¿En realidad ella era mi ángel?

—Hace tres años le pedí un deseo a una estrella— habló por primera ves. Yo seguí acostado sin saber que decir, sin saber que siquiera pensar, solamente me dediqué a mirarla.

—¿Que pediste? —logré decir cuando hubo un silencio.

Por primera ves sonrió y sentí que moría de nuevo— Compañía.

Ahí entendí, ella era un espíritu y yo estaba atrapado con ella, también como espíritu. Me acosté bien con las manso en mi pecho, dejé de verla para fijarme en el cielo estrellado, precioso— Cuando te conocí creí que eras una sirena —admití.

Ella se rió.

Y así, quedamos atrapados en donde la tierra y el mar se conectan.

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