Traje de zorro
Ella me había rescatado tres años atrás, durante la víspera de nochebuena. Yo había seguido las luces multicolores de su jardín y me había quedado dormido en su puerta. Quizás para ella yo fui una especie de acción de buena fe, y nada más, pero no le he reprochado nada, porque en estos años me ha sabido cuidar como nadie.
Desde el sillón la veo leer el diario, toma sorbitos de café entre página y página. ¡Qué serena se ve! Estos son mis momentos favoritos del día, cuando la tengo cerca, después seguro se irá de excursión, va a un lugar con nieve, y eso lo sé porque va vestida de blanco. Mi padre me contó una vez que en la nieve hay zorros que se visten de blanco para pasar desapercibidos, ella no es un zorro, lo sé, pero seguro habrá aprendido de ellos.
Tocan a la puerta, parece que otro intruso ha llegado. ¿Debería ladrar? Quizás ella no ha escuchado el sonido. Me planto en cuatro patas frente a la puerta y comienzo a hacer ruido, doy dos ladridos cuando siento que algo me duele, no sé si es en el lomo o en la panza, o quizás en algún sitio entre ambos. El dolor aumenta y creo que ella lo ha notado porque ahora me tiene entre sus brazos. La puerta sigue sonando, debo ladrar, no se ha dado cuenta, ve a abrir, me gustaría gritar, así las cosas serían mejores.
Me despierto recostado en sus brazos, tengo a mi alrededor a dos hombres que también van de excursión a la nieve, ¿será que ella me quiere llevar consigo? Nunca se lo he dicho, pero siempre me ha ilusionado que un día me invite, al fin y al cabo me ha llevado a todos los sitios excepto a ese. Los excursionistas hablan, creo que no quieren que vaya, sí, es eso, ahora ella está llorando, seguro tampoco la dejan ir. No llores, me gustaría decirle, regresemos a casa y bajemos las sábanas al suelo, pongamos algunos bultos de ropa y finjamos que estamos en la nieve, va a ser divertido, de verdad. Ella me abraza, parece que ha entendido mi idea, no necesitamos de excursionistas aburridos. La quiero y ella lo sabe, me sube a sus brazos y me aprieta. ¡Ten cuidado! Algo me duele.
Ella me deja en la cama y me besa la frente, sigue llorando, parece que esta excursión era muy importante. Los excursionistas me suben a otra camilla y ella se aleja, lanzando besos a cada paso. ¡Espera! ¡Vamos a ir! ¡Qué bien! Ahora me pondrán un traje blanco de zorro como el de ella, así podré salir a la nieve, así podremos jugar en las colinas nevadas. Me arrastran por los pasillos y me llevan a una habitación, un excursionista se acerca con algo en la mano. De pronto siento un pinchazo en mi pierna. Ahora sí. Ahora sí. Cuando mis ojos se cierran puedo sentir que por fin me ponen el traje, esto es lo que he esperado toda la vida. Ella siempre sabe qué quiero.
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