Capítulo 5.

*ADVERTENCIA: ESCENAS SOLO PARA ADULTOS.
Palabras altisonantes y/o algunas groserías. Alusión y/o descripción de situaciones grotescas, sangrientas, sexuales, violencia y/o muerte.
-----

Capítulo 5.

—¿Quieres que me detenga?—, preguntó cuando introdujo el dedo índice en la cálida abertura, traspasando el anillo de músculos.

Desnudo y sentado sobre sus talones, en medio de las piernas extendidas de su enamorado, Louis estaba siendo cuidadoso y paciente, impregnando con una cantidad generosa de aceite sus manos para acariciar el cuerpo de su amante.

Gerard respiró hondo y separó más las piernas, —no, continúa.

El príncipe masajeó un poco más antes de introducir un segundo dedo, los separó una y otra vez, distendiendo la entrada; luego, con la otra mano frotó el miembro del caballero, levantándolo del nido de vello oscuro y rizado.

Gerard ya estaba mucho mejor, había cumplido justo los dos días de reposo absoluto que el curandero sugirió y ahora apenas podían contenerse.

Gerard le había hecho el amor vigorosamente, Louis apenas había podido sostenerse sobre sus manos y rodillas mientras el caballero le tomaba duro por la espalda y le masturbaba con sus manos grandes y callosas.

Louis casi se había desmayado cuando el orgasmo le atravesó; y definitivamente amó cuando el cuerpo duro de su amante le había cubierto y casi aplastado contra el colchón.

Pero el príncipe sentía que no podía tener suficiente; por eso ahora estaba en esa posición: "tú relájate, yo me encargaré", le había dicho.

Gerard suspiró, apretó las sábanas entre sus dedos y arqueó la espalda moviendo la cadera para buscar más fricción.

Louis apretó el agarre e incluso sacudió el pedazo de carne que comenzó a hincharse de nuevo, esta vez entre en sus manos; Gerard hizo un sonido gutural que el príncipe identificó muy bien, así que le estiró un poco más con sus dedos.

El pasaje era cálido y resbaladizo; la textura, lo gimoteos y la vista ante sus ojos, estaban comenzando a poner demasiado ansioso a Louis, podía sentir su propia erección crecer entre sus piernas.

El príncipe siempre estuvo orgulloso de su miembro, se pavoneaba cuando sus examantes le hacían cumplidos por su buen tamaño; ahora no estaba seguro de que eso fuera bueno, pues debía ser minucioso, cuidadoso y paciente; había pasado un tiempo desde que tomó a Gerard así.

Louis curvó ligeramente sus dedos, hurgando un poco más y entonces Gerard gruñó y se retorció. El príncipe se entretuvo toqueteando un poco más; profundizando con sus dedos y apretando y jalando con su otra mano.

—Yy-ya, amor, solo cógeme de una vez; deja de jugar—, susurró Gerard.

Louis se acomodó sobre sus talones y tomó un poco más de aceite para lubricar su propio miembro, lo acarició y tiró ligeramente de su piel hacia abajo. Con una mano afianzó la cadera de Gerard y con la otra guio su erección hacia el pasaje que antes sus dedos habían preparado.

Gerard separó más las piernas y flexionó las rodillas para darle mejor acceso a su amante; por su parte, Louis cerró los ojos tomándose algo de tiempo y disfrutando cuando la sensación caliente y apretada invadió sus sentidos.

La respiración pesada del caballero y el martilleo de su propio corazón era lo único que golpeaba los oídos de Louis; hasta que Gerard habló pidiendo atención, preguntando con actitud ligeramente bromista.

—¿Su majestad, me hará suplicarle?

Louis abrió los ojos y miró al guerrero tendido a su merced: con las rodillas separadas, la espalda pegada al colchón; su cabello negro, corto y frondoso revuelto, sus mejillas enrojecidas y sus ojos vidriosos por el placer; el pecho era fuerte y la línea de vello oscuro, que descendía y se espesaba para anidar perfectamente su miembro.

La único inapropiado en esa imagen era la cicatriz cerca del ombligo del hombre, el recordatorio de lo cerca que estuvo de perderlo.

—¿Lou?—, le llamó Gerard, Louis se dio cuenta de que se había quedado quieto por tal vez demasiado tiempo.

La mirada azul regresó al rostro del guerrero, —¿estás bien?—, preguntó el príncipe.

Gerard asintió al mismo tiempo que extendió los brazos, invitándolo a descansar entre ellos, —ven aquí, amor—, le llamó.

Louis descendió para abrazarle y, aprovechando que sus cuerpos aún estaban unidos, onduló su cadera.

Gerard gruñó, pero no fue una queja, sino un llamado e incentivo para que lo hiciera de nuevo.

Se fundieron en un beso duro y Louis entonces se hundió más en él. La cadencia de su movimiento fue tranquila, pero certera.

Pronto, el sonido que produjo el aceite sobre sus pieles rozándose fue obsceno, pero solo pudo ser opacado por los gemidos y suspiros.

—Sí, cariño, duro, justo allí—, exclamó Gerard, acomodándose mejor, flexionando un poco más las rodillas y apoyando bien los pies sobre el colchón.

Louis quiso complacerlo y no cambió la dirección de sus embestidas mientras besó el cuello de su amante hasta llegar a su pecho; una vez allí, rozó con su lengua la areola derecha y, por la forma en la que Gerard se retorció y clavó sus uñas romas en su espalda, supo que estaba haciendo un buen trabajo.

Jugueteó un poco más con aquellos círculos oscuros; pero no fue hasta que mordisqueó uno de sus pezones que Gerard gruñó y derramó su orgasmo. El cuerpo del guerrero se sacudió y tensó, apretando con él la erección de Louis.

Pero eso no fue suficiente para hacer que el príncipe terminara también, no todavía.

Aún con la respiración agitada, Gerard buscó su boca, fue un beso húmedo y demandante, sus lenguas se encontraron y se frotaron enérgicamente; cuando rompieron el beso para buscar algo de aire, un hilo de saliva los mantuvo conectados.

—Déjame ayudarte con eso—, dijo Gerard y, como aún estaban unidos, el caballero le abrazó para pegarlo completamente a su cuerpo.

Besó el hombro de Louis mientras le acarició la espalda hasta llegar a sus glúteos y se aventuró a tocar entre ellos. Aún estaba sensible, así que fue gentil al frotar alrededor del anillo de músculos.

Louis jadeó y se agitó buscando que el dedo que lo estaba provocando entrara en él, pero el movimiento hizo que su miembro se frotara dentro de la cavidad en la que aún estaba hundido.

¡Qué diablos! Louis se agitó buscando su placer y fue alucinante sentir cómo Gerard le invadía por detrás y por delante.

Louis sucumbió entre sus brazos, derramándose cuando el dedo del caballero le tocó en el punto exacto mientras su erección fue estrujada dentro de ese cálido pasaje.

Gerard le sostuvo cuando convulsionó al liberarse.

—Te amo—, susurró el hombre en su oído y Louis se sintió en las nubes al escucharlo.

El príncipe se dejó mimar por unos instantes, disfrutó de los besos que su amante esparció por su hombro y costado de su cuello. Y cuando sintió que el aturdimiento mermó, se apoyó con ambas manos en el pecho de Gerard y se levantó un poco para mirarle directamente a los ojos.

—¿Qué pasa, Lou?—, preguntó el caballero.

Louis se relamió los labios, saboreando y disfrutando ese mote especial, "Lou", nadie le llamaba así, ni siquiera su familia; y le gustaba; mucho, a decir verdad.

—¿Te casarías conmigo?—, preguntó el príncipe.

Los ojos oscuros de Gerard se abrieron mucho más, dejando en evidencia su asombro ante la repentina pregunta.

—Que yo-¿qué?—, exclamó el guerrero.

—¿Te casarías conmigo?— repitió el heredero.

El gesto de Gerard fue serio cuando tragó duro, —¿estás seguro de lo que acabas de preguntar?

El príncipe frunció el ceño sintiéndose un poco ofendido, —por supuesto que lo estoy, no le preguntaría algo así de importante a cualquiera, ni siquiera por haberme dado el sexo más alucinante de mi vida.

Contrito, Gerard arqueó ligeramente sus cejas, —no quise decir eso, sé que el matrimonio es un tema que no tomarías a la ligera, pero yo-yo solo soy-yo no...

—Ey—, le interrumpió Louis cuando comprendió de donde podría provenir la inseguridad, —te amo, Gerard, y no me importa si tienes o no un título nobiliario; te quiero a ti.

Estiró el cuello para acercarse y le besó en los labios, suave esta vez.

Gerard sonrió después del contacto, ahora con el gesto mucho más relajado dijo con un toque bromista, —bueno, su majestad, esa declaración hubiera sido mucho más romántica si no estuviera aún dentro de mí.

Louis parpadeó cuando se dio cuenta de que no había salido del cuerpo de su amante, estaba muy cómodo entre sus brazos: tanto que, en ocasiones pasadas, después del arrollador golpe de placer, se había dormido en esa posición, arriba y dentro de Gerard.

Se sonrojó, —lo siento—, dijo y con cuidado se retiró, miró incluso cómo unas gotas blanquecinas escaparon de la cavidad y se deslizaron por el interior de los muslos de Gerard.

Pero el guerrero no le dio oportunidad de más, pues en seguida volvió a abrazarle y esta vez los hizo rodar para dejar a Louis debajo de él.

—¿Estás seguro, en verdad quieres que me case contigo?—, preguntó Gerard cerca de su rostro.

—Sí, lo hago.

—La corte no lo permitirá—, advirtió el caballero.

Louis le sonrió, —deja que yo me encargue de la corte, de mis padres y de todo lo demás, lo importante es que yo quiero casarme contigo; ahora la verdadera pregunta es, ¿tú quieres?

Gerard relamió sus labios antes de confesar, —desde el primer momento en que te vi, me gustaste; cuando hablé contigo, te quise; y cuando te escuché reír me enamoré de ti—, le acarició la cintura, —cuando me besaste la primera vez pensé que estaba soñando—, le besó en la mejilla, —y cuando me invitaste a tu cama puse los pies en la tierra, me di cuenta de que un hombre como yo no podría ser más que una aventura secreta.

—Oh, cariño, lo siento, fui egoísta y frívolo—, exclamó Louis, la sonrisa anterior se había esfumado de su rostro, él no había pensado en eso antes, —nunca fue mi intención herirte.

Gerard negó con la cabeza, —lo sé, y no tienes porqué disculparte, aun en esa situación, te quise, me enamoré de ti; pero, comprende, quiero estar seguro, ¿en verdad deseas que alguien como yo se case contigo?

—No, Gerard, no quiero a alguien como tú, yo quiero que tú te cases conmigo, te quiero a ti— contestó el príncipe y tiró de él en un beso.

Gerard se dejó llevar por esa deliciosa boca, su corazón le decía que aceptara, pero su mente le decía que fuera precavido; él decidió hacerle caso a su corazón.

—Acepto—, susurró el caballero sobre sus labios cuando rompió el beso.

..

Bastián miró hacia el castillo; su padre había sido llamado para una audiencia con el rey.

El General Rowan Percy tenía previsto regresar en dos semanas, pero un ave mensajera había sido enviada y ahora el General estaba aquí, bueno, exactamente en el castillo. Su padre ni siquiera le había visitado en las barracas, sino que de inmediato se dirigió a atender el llamado del rey.

Bastián sospechaba que era algo relacionado a Gerard, porque habían pasado ya siete días desde que su hermano fue secuestrado y él no había tenido noticias. Sí, secuestrado por el príncipe arrogante, altanero e insolente.

Resopló y se dirigió a las caballerizas. Comenzaría a cepillar a los caballos, eso lo mantendría ocupado hasta que su padre regresara.

Pero solo había terminado con uno de los animales cuando Fred, el caballero más joven y leal, entró buscándole.

—Capitán, esto es para usted—, le dijo, dándole una carta.

Bastián la tomó, preguntándose quién le escribiría, no hacía mucho que había visto a sus hermanas y a su tía; además, ellas no solían escribirle.

Cuando se deshizo del sobre y desenvolvió la carta deseó no haberlo hecho. La nota era de Frina, una mujer con la que había pasado algunas noches el mes anterior.

Frina era joven y hermosa, pero al saberse agraciada se creía con el derecho de aprovecharse de los menos afortunados; al principio la mujer fue amable, pero no tardó mucho en mostrar su verdadera personalidad manipuladora.

Bastián pensó que se había alejado a tiempo, al parecer no fue así, porque Frina le estaba invitando de nuevo a disfrutar de su compañía; lo que fuera que eso significara. Bastián no era tonto, él sabía que la mujer solo lo buscaba porque era el hijo del General.

—Capitán, ¿ocurre algo?—, preguntó Fred, tal vez la expresión de disgusto de Bastián había sido muy obvia.

Bastián negó con la cabeza, —no es nada—, dijo y mejor preguntó, —¿quién trajo la carta?

—Un artesano del pueblo, Robert Brown, ¿lo conoce?

Bastián negó de nuevo, y no fue mentira, no conocía en persona al hombre, aunque sabía que se rumoraba que era deshonesto, pero hasta el momento nada se había podido probar. ¡Ah!, y además Robert era el hermano mayor y sobreprotector de Frina.

Fred se despidió y Bastián se quedó solo de nuevo en las caballerizas.

Cuando terminó de cepillar el segundo caballo decidió salir a tomar un poco de aire y, ¿por qué no?, conseguir algo de beber.

Fue a su choza y se sirvió un vaso de vino.

Había algo de calor, así que también se lavó y refrescó antes de regresar a las caballerizas.

Y cuál no fue su sorpresa al encontrar a Karim. El curandero, hechicero o lo que fuera, estaba a los alrededores, ¿por qué estaría husmeando el hombrecillo?

Con paso firme, Bastián caminó hacia él.

—¿Qué haces aquí?

Karim se sobresaltó, —¡capitán!—, exclamó.

Bastián se enderezó en su poco más de dos metros de altura, incluso cruzó los brazos sobre su pecho, imponente, y preguntó, —¿buscas algo?

—Nn-no, capitán— dio un paso hacia atrás, —lo siento si estoy molestando—, dijo y bajó la cabeza.

Bastián resopló; Karim había parecido un sujeto relativamente común la primera vez que lo vio, a excepción de la luz que emergió de sus dedos, claro. Pero las siguientes veces que se encontró con él parecía tenerle miedo.

Y Bastián no se sentía muy cómodo siendo temido, puede que su altura intimidara un poco, pero él no era ningún ogro.

—Dijiste que tendría noticias de Gerard—, esta vez no elevó el volumen de su voz.

—Y las tendrá—, contestó sin levantar el rostro.

—¿Cuándo?

—Pronto.

El capitán resopló, —no tengo mucha paciencia, ¿sabes?—, no era del todo mentira.

—Siento no poder darle más información, mi señor, pero es que yo tampoco sé.

—Bastián, llámame Bastián—, pidió el guerrero.

Lentamente, Karim levantó el rostro para mirarle, su expresión era interrogante. Bastián notó de nuevo las motas de color dorado en los ojos cafés del curandero, eran llamativas.

Los cascos de un caballo se escucharon; ambos miraron hacia donde provenía el sonido y era Rowan Percy, el padre de Bastián y Gerard.

El hombre maniobró con maestría el caballo y se detuvo frente a ellos.

—General—, saludó el curandero con una ligera reverencia.

—¡Karim, qué gusto verte!—, respondió Rowan al bajar de su montura.

Bastián frunció el ceño, ¿su padre conocía al hechicero?

—Igualmente, señor.

—¿Cómo has estado, hijo?

Y Bastián hubiera respondido él mismo a la pregunta, si su padre no hubiera estado mirando a Karim.

—Todo es más tranquilo ahora, he estado practicando y aprendiendo de mi maestra; muchísimas gracias, señor.

—No hay nada qué agradecer— le sonrió el General e incluso colocó su mano derecha sobre el hombro de Karim.

El hechicero le sonrió a Rowan de vuelta y Bastián se encontró incómodo, así que carraspeó para hacerse notar.

—Ahora, Karim— dijo el General, —¿me podrías dejar a solas con el capitán, por favor?

—Claro, señor— exclamó el hechicero e hizo una reverencia, hacia ambos, a manera de despedida de inmediato.

—Bien, ¿qué fue eso?— preguntó Bastián mirando la espalda de Karim alejarse, luego enfrentó a su padre.

—¿Qué cosa, la audiencia?

Bastián negó, —¿le conoces?

—¡Oh! Hablas de Karim— el General pareció confuso.

—¿De quién más?

Rowan tomó las riendas de su caballo y tiró de él para llevarlo dentro de las caballerizas, —por supuesto.

—Le llamaste hijo— recalcó Bastián siguiéndole, —¿eres así de cercano al niño?—, tal vez exageró con la palabra "niño", pero es que no parecía mucho mayor que un muchacho.

Rowan se detuvo y le miró, —¿niño?, Karim tiene la misma edad que tu hermano.

Bastián parpadeó sorprendido, ¿Karim y Gerard eran de la misma edad?, ¡¿qué demonios?!

—¿Qué?— exclamó, pero su padre ya se había encaminado de nuevo hacia las caballerizas.

—¿Y de dónde lo conoces?— preguntó Bastián alcanzándole de nuevo, justo cuando ya entraba a las caballerizas.

—Hace algunos años, Karim vivía en el pueblo, cerca de la casa de tu tía; yo le ayudé a mudarse al castillo.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?— Rowan le miró después de encerrar al caballo en su área, con agua y comida fresca dentro.

—¿Por qué alguien dejaría el pueblo?

Porque, a menos que fueras de la familia real, vivir en o cerca del castillo significaba trabajar; nadie querría vivir en el lugar donde trabajaba, al menos que fuera extremadamente necesario, como él y los demás caballeros. Vivir en el pueblo era definitivamente mejor.

Rowan entrecerró los ojos, —¿por qué te interesa?

—Curiosidad.

El General cruzó los brazos sobre su pecho y le miró levantando una ceja, —¿esa misma curiosidad sientes por la situación de tu hermano?, ¿sabías que está en el castillo?

Bastián suspiró, —por supuesto que lo sé, he intentado averiguar qué sucede exactamente, pero no puedo preguntarle a cualquiera, el príncipe Louis me hizo jurar que no comentaría nada con nadie.

—Dime qué sucedió, ¿qué sabes?— pidió Rowan.

Los caballeros Percy eran de confianza, así que Bastián le relató todo a su padre, desde el ataqué durante su expedición, cómo intentaron salvar la vida de Gerard tras el enfrentamiento, su decisión de trasladarlo de regreso, la intervención y actitud del príncipe Louis, la aparición de Karim y la extraña luz en sus manos, hasta el secuestro de su hermano.

Durante su explicación, para Bastián no pasó desapercibido el interés de su padre por la actitud del príncipe ante Gerard moribundo, en cambio, no mostró mucho asombro por la luz que emanó de la palma de Karim.

—Ahora que tengo todo el panorama, entiendo mejor lo que sucede—, el General meneó la cabeza, pensativo.

—¿Y qué sucede?—, Bastián estaba comenzando a hartarse, él aún no tenía noticias claras de su hermano.

—El rey me llamó a una audiencia para solicitar la mano de Gerard en matrimonio frente a la corte—, soltó Rowan.

—¡¿Qué!—, Bastián pensó que era una broma, —¿y con quién se va a casar?

—Con el príncipe Louis, por supuesto.

—¡¿Qué?!—, volvió a exclamar Bastián.

Rowan frunció el ceño, —¿por qué te sorprende? Tú mismo me has explicado el comportamiento del príncipe cuando hirieron a Gerard; el más sorprendido debería ser yo.

Bastián sacudió la cabeza, —¿y?, ¿cuál es la respuesta?, ¿aceptaste?

—Hijo, no fue como si pudiera negarme, la audiencia fue solo una formalidad—, el General suspiró, —hubieras visto a tu hermano, en realidad está enamorado, y el príncipe también.

Bastián bufó y dijo con algo de sarcasmo, —bueno, lo sabría si los hubiera visto; nadie me decía nada de mi hermano, agradecería un poco de información la próxima vez.

----------

ESPACIO PARA CHARLAR.
Este capítulo fue más largo que todos los anteriores (800 palabras más), lo siento por eso.
Bueno, pues ya pasó mucho (muchísimo) más de un mes desde que inició está historia y aún no hay rastros del MPreg (upsi~). Pero prometo que en el próximo capítulo habrá, aunque sea una pista. Pero he visto que muchas personas ya sospechan de qué va el asunto, y creo que con la escena del principio de este capítulo queda mucho más claro.

Nos leemos pronto (o eso espero).

Última actualización: 18 de diciembre de 2024. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top