Capítulo 2.
*ADVERTENCIA: +18. Palabras altisonantes y/o algunas groserías. Alusión y/o descripción de situaciones grotescas, sangrientas, sexuales, violencia y/o muerte.
Capítulo 2.
Se conocieron la primavera pasada; Louis sabía montar a caballo, pero estaba dispuesto a mejorar su técnica, así que fue al establo con eso en mente. Allí le vio por primera vez, Gerard vestía solo sus pantalones y botas, organizaba las sillas de montar tras usarlas con otros caballeros para practicar.
Desde ese instante, Louis planeó llevarlo a su cama; los músculos del hombre se ondulaban impresionantes bajo su piel besada por el sol.
Sin embargo, no pudo ser de inmediato.
Gerard no fue tan fácil de seducir como sus otros amantes, el caballero en realidad se tomaba en serio sus tareas, sobre todo cuando se ofreció a enseñarle a montar.
Tres semanas de lecciones de equitación le llevó poderle besar por primera vez.
Gerard pareció aturdido y asustado cuando rompieron el beso, pero Louis no le dejó pensar más en ello, pues se lanzó de nuevo. Esa tarde terminaron en el granero tocándose y explorando sus cuerpos.
Masturbarse mutuamente no fue suficiente, y Louis fue por más. Así, unos días después, logró su cometido y lo llevó a su cama. Gerard era un amante atento y considerado, siempre preocupado porque durante sus encuentros ambos quedaran satisfechos. Además, era el único con el que le agradaba acurrucarse cuando su cuerpo se relajaba tras el orgasmo. Y, por si fuera poco, las charlas de cama con él nunca eran aburridas.
—Ve con cuidado y regresa a mi—, eso estuvo a punto de decir esa mañana durante su despedida. ¡Qué bueno que logró callarse a tiempo!; pues temió quedar expuesto y que "esa cosa" que estaba empezando a sentir por él fuera algo más.
Bien, pues ya que Gerard estaría fuera de unos días, Louis aprovecharía para terminar su trabajo y así evitaría pensar en él.
Pero justo cuando estaba a unos pocos metros de la puerta de la biblioteca, una sombra emergió de un pasillo contiguo y tiró de él,
—¿A dónde vas?— exclamó Darren, su segundo hermano y lo arrastró hasta una sala vacía, en privado.
—¿Qué crees que haces? Me diste un susto de muerte— dijo Louis mirándolo ceñudo.
Darren cerró la puerta de la habitación y le enfrentó, —quiero pedirte un favor—, habló en un tono bajo, casi como si fuera un secreto.
—¿Un qué?
—Un favor—, repitió.
Louis cruzó los brazos sobre su pecho, —¿qué tipo de favor? Si es sobre la celebración de-
—No, eso no—, le interrumpió el mayor.
—¿Qué es entonces?— a Louis no se le ocurría qué podría querer su hermano.
—Préstame la biblioteca.
El menor entrecerró los ojos, —¿para qué?—, sabía que su hermano no era partidario de la lectura, solo recurría a los libros cuando realmente lo necesitaba, y nunca los consultaba en la biblioteca, sino que los llevaba a su habitación, al jardín o a cualquier otro lugar.
—Para un asunto que no es tuyo.
—Mi biblioteca, mi asunto—, sentenció.
Darren rodó los ojos, —bien, es para, ya sabes, una cita.
Louis sonrió de lado, —¿te refieres a una cita de verdad, o a una cita clandestina?
—¿Tú qué crees?—, porque sí, ambos sabían de sus aventuras y en ocasiones se cuidaban las espaldas; aunque no necesariamente sabían los nombres de los involucrados.
—Entonces mi respuesta es no, no vas a profanar la biblioteca—, le señaló con el dedo para hacer énfasis.
Darren se echó a reír, —hermanito, no me hables de profanar.
—La biblioteca no es cualquier lugar—, se defendió.
—Lo sé, por eso te lo estoy pidiendo.
Louis suspiró, —¿por qué la biblioteca?, puedes tener cualquier otra habitación.
Darren se encogió de hombros.
El menor agregó, —el granero no es desagradable, esta semana algunos caballeros estarán fuera, solo deberás evitar a la servidumbre.
Darren torció los labios, —ella no querrá.
—¿Y a quién le importa?
—No entiendes, Louis, sino es en la biblioteca no aceptará, es como su fantasía.
Louis abrió la boca y parpadeó, sorprendido, —¿estás realmente interesado en ella?—, eso sería una noticia espectacular, pues tanto el primer como el segundo príncipe ya estaban comprometidos, desde su nacimiento. Florina y Louis todavía no, y no es como si tuviera prisa por ello.
Darren negó, —no como crees, solo quiero pasar un buen rato entre sus piernas, me ha llevado un tiempo convencerla.
Louis sacudió la cabeza pensativamente.
—Vamos, Louis, te deberé un favor—, insistió Darren.
Vaya, eso era tentador; Louis no sabía cuándo podría necesitar un poco de ayuda en lo que sea; —¿qué tipo de favor?—, preguntó.
—Siempre que esté en mi poder hacerlo, lo que necesites.
Metió la mano en su bolsillo y sacó la llave de la biblioteca, la acercó a su hermano y cuando el mayor estuvo a punto de tomarla, Louis la retiró.
—¿Lo que sea?—, preguntó de nuevo.
—Sí, lo que sea.
—Júralo—, pidió, —hablo en serio.
Darren llevó el puño derecho hacia el lado izquierdo de su pecho, —lo juro por mi honor, tienes mi palabra.
—Bien—, exclamó el príncipe menor, Darren podría ser un mujeriego, pero con su familia y la corte siempre cumplía; no por nada formaba parte del consejo, una de sus tareas era prepararse para ser el consejero principal de su hermano mayor en el futuro.
Pero Louis no le dio la llave, sino que dio media vuelta y dijo, —sígueme, me ayudarás a llevar algunos libros a mi habitación, tengo trabajo qué hacer y allí lo haré, de esa manera tendrás la biblioteca disponible lo que resta del día.
—Gracias, Louis, eres mi hermanito preferido.
Louis bufó, algo entre una risa y una burla, luego dijo, —esa mujer vale el esfuerzo, ¿eh?
Darren le alcanzó y caminó a su lado, —lo hace, pero no te imagines cosas que no son, su padre tiene bastante influencia e información que puede ser de interés en el futuro, no pierdo nada con tenerla satisfecha.
Louis detuvo su caminar y le miró con los ojos muy abiertos, esos ojos azules que toda la familia real compartía, —¿no me digas que es Alana?
Alana era una de las hijas del concejal Ettiene, un hombre que tenía bastante poder de convencimiento en la corte.
Darren se mordió los labios ocultando su sonrisa, —si no quieres que lo diga, entonces no lo diré.
Louis sacudió su cabeza a manera de negación; bien, al parecer su hermano no solo pensaba con los genitales.
Tiempo después, Louis se encontró instalado en su habitación. La recámara era grande y acogedora, tenía una chimenea y tendida frente a ella una alfombra de piel; también había una mesa bastante larga y amplia de madera con un juego de sillas; un ropero hecho a mano y la gran cama con dosel.
Varias páginas habían sido escritas y otras más faltaban, cuando el sol comenzó a descender.
Un par de golpes en la puerta y la voz de la hija mayor del mayordomo se escuchó.
—Su majestad, le he traído un bocadillo, la reina lo ha ordenado.
Bueno, no había comido nada desde el desayuno, y es que Louis solía entretenerse demasiado con la labor de transcribir.
—Sí, adelante—, dijo.
Cora entró a la habitación, seguida de otras dos mujeres jóvenes de la servidumbre; ellas instalaron en el extremo contrario de la mesa una bandeja con variados alimentos, desde pan, frutas, hasta un cuenco con estofado de cordero, además de una jarra de vino y una copa.
Louis agradeció y reconoció su labor; entonces, cuando las dos mujeres que transportaban las bandejas salieron, Cora se quedó unos instantes en el umbral.
—Su alteza, si necesita algo, con gusto puedo ayudarle—, dijo ella.
El príncipe levantó la vista, porque no había dejado de mirar los manuscritos.
—Te agradezco, pero no hay nada más—, contestó.
Ella ladeó ligeramente la cabeza, —en verdad, su majestad—, se lamió los labios, —puedo ayudarle en lo que sea.
La insinuación no pasó desapercibida para Louis, algo de sexo oral podría ayudar a relajarse; pero no le apeteció, al menos no con ella.
—Eso es todo, no hay más, puedes irte—, repitió serio.
Ella hizo una leve reverencia y salió de allí.
Louis suspiró y frotó su rostro, luego soltó una risilla, ¿desde cuándo rechazaba una propuesta sexual?
.
Algunos días pasaron y Louis se encontró aquella mañana esperando la salida del sol, mirando hacia el horizonte, hacia la muralla de piedra que rodeaba el castillo; preguntándose qué podría estar haciendo Gerard.
Varios grupos de caballeros habían salido y no tenían noticias de ellos; bueno, no es que esto fuera inusual; de hecho, ahora que lo analizaba, nunca se había preguntado de manera seria cuánto tiempo ni qué actividades realizaban los hombres cuando dejaban el castillo.
Solo sabía algunas anécdotas, Gerard le había relatado un par de sus aventuras durante los viajes; Louis no iba a admitir lo mucho que gustaría escucharlas ahora, o tal vez solo quería escuchar la voz de Gerard.
Después de tomar su desayuno, salió hacia el jardín, tal vez caminar por los rosales le distraería un poco, había finalizado las transcripciones y no tenía trabajo ni alguna otra tarea urgente.
Aun se sentía el fresco de la mañana, era demasiado temprano cuando caminó por los senderos de piedra, fue cuidadoso, solo se dedicó a mirar; si solo un botón de los rosales o una hoja de los arbustos se encontrara fuera de lugar, Florina no le iba a dejar en paz; el cuidado de los jardines era una de las responsabilidades de la princesa.
Estaba el final del sendero cuando escuchó un revuelo en dirección a la entrada, miró a lo lejos y notó las puertas abrirse; las grandes placas de madera eran pesadas y cada una necesitaba tres hombres para abrirlas.
Cuando los porteros dejaron de empujar, un grupo de caballeros atravesó el umbral, entrando a la propiedad.
Todos montaban sus corceles, excepto uno, que conducía una carreta jalada por dos caballos.
Sin pensarlo, la sonrisa en los labios de Louis se dibujó cuando notó que a la cabeza de ese grupo estaba Bastián, porque eso significaba que Gerard también estaba de regreso; Bastián era su hermano mayor y no había forma de no notarlo, el hombre era un maldito gigante.
Louis caminó hacia el séquito y pensó que los guerreros se sentirían halagados cuando notaran que el cuarto príncipe les estaba dando la bienvenida.
Los vio dirigirse con algo de prisa hacia las barracas, él también apresuró el paso buscando con la mirada a Gerard.
Escuchó a Bastián dar órdenes, la cara del hombre era impasible, tenía los globos oculares rojos y la piel alrededor de ellos era oscura, como si no hubiera dormido en días. El capitán del grupo estaba gruñendo órdenes y no miró que el príncipe se acercaba.
¿Dónde estaba Gerard?
Louis se detuvo a una distancia considerable cuando dos hombres bajaban del carruaje una plancha rectangular de madera con "algo" envuelto en telas.
Bastián señaló a una choza en particular y los hombres llevaron su carga al interior; luego, los sujetos salieron y Bastián entró a la cabaña. Los demás se quedaron fuera, a una distancia prudente.
—Su majestad—, un caballero que había llegado con el grupo se acercó a él cuando notó su presencia, —¿hay algo que pueda hacer por usted; requiere una montura?
Estaban cerca del establo, la suposición de que necesitaba que prepararan un caballo para él era razonable.
Pero Louis no podía dejar de mirar la choza donde Bastián se había encerrado.
¿Dónde estaba Gerard?
—¿Su majestad?— insistió el sujeto a su lado.
Apretó las manos en puños a los costados de su cuerpo y por fin habló, —¿qué ha sucedido?—, preguntó el príncipe, mirando al hombre.
Louis notó que las rodillas y piernas del caballero estaba llenas de barro seco, parecía haber hecho un viaje largo y cansado; el hombre pareció afligido cuando explicó, —hace dos noches tuvimos un enfrentamiento con un grupo armado, logramos controlarlos a pesar de que nos superaron en número, pero el hermano del capitán fue herido.
Eso le daba sentido a lo que quiso ignorar; la plancha que habían bajado del carruaje era una camilla y era un cuerpo lo que estaba atado y envuelto en ella.
Pensó que "herido" no era una palabra tan mala; pero solo fue la ilusión de un alivió fugaz cuando el sujeto agregó sacudiendo la cabeza negativamente: —no va a sobrevivir, el capitán insistió en traerlo para que sea sepultado junto a sus familiares.
¡No!
Louis corrió hacia las barracas, ignorando a los caballeros que parecían hacer guardia alrededor de la choza y, dando trompicones, entró a la cabaña.
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ESPACIO PARA CHARLAR.
¿Ya saben quién será el preñ4do?
A ver, leo sus sospechas, quejas y comentarios (ja, ja, ja).
¡Nos leemos en tres o cuatro días!
Última fecha de actualización: 17 de agosto de 2024.
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