Capítulo 8


Llegó la noche y me eché en mi cama a pensar.

Tenía que hacer que mis padres y Mathías viajaran y si yo podía, mejor sería.

Henndert cruzó por mi cabeza, sabía que él podía ayudarme de alguna manera aunque talvez solo pensé eso porque en él era en lo único que pensaba estos últimos días.

— ¿Puedo salir?—pregunté a mis padres quienes miraban una película de un hombre que buscaba a su hija para rescatarla de manos de personas que querían venderla, olvidé el nombre pero un excelente filme.

Me coloqué un abrigo asumiendo que ya me habían dado el permiso.

—hija pero ya es tarde—dijo papá pausando la película.

—Solo será al frente, no tardaré, será rápido—dije.

— ¿al frente? ¿Para qué, cariño?—preguntó mamá.

—un amigo, solo quiero hablar con él.

Mis padres se comunicaron con la mirada y luego me miraron.

—está bien hija, dile a tu amigo que si pone un dedo encima de ti tienes un padre que...—comenzó papá.

—papá...—titubee—si eso llegara a pasar, algo que dudo, aplicaré mis clases de defensa personal.

—Ve con cuidado, te amamos— dijo mamá acercándose y besando mi frente.

Cuando salí, crucé la calle y me acerqué a la puerta y levanté mi mano para tocar pero mi mano se congeló.

Alguien abrió la puerta y yo me hice a un lado.

— ¿Hola?—dijo una chica saliendo de la casa cuando me notó y ajuntó la puerta tras ella.

—Hola—saludé y ella sonrió amable—Henndert ¿vive aquí no? Hay pero que digo claro que vive aquí... ¿se encuentra?—pregunté algo nerviosa, ella solo sonreía y su mirada decía claramente lo que pensaba de mí: "está loca la chica" o "el frio le congeló el cerebro"

—Si—afirmó abriendo la puerta tras ella mientras introducía su cuerpo dentro de la casa.

­— ¡mi amor, te buscan!—Gritó la chica—ya viene—­me informó mirándome y luego se despidió de mí con un beso para luego irse de la casa.

A los segundos Henndert apareció y su rostro reflejó confusión, miró a ambos lados de la calle y luego se apoyó en el marco de la puerta.

—Hola—sonrió de lado.

—hola, ehh... —balbucee sin saber exactamente qué decir.

—necesitaba hablar contigo—dijimos al mismo tiempo y sonreímos.

—Pasa—me dijo abriendo la puerta mientras hacia un ademan con su cabeza...

—no es necesario, gracias—respondí. No podía entrar a la casa de un desconocido.

—Si es necesario, pasa—me cogió levemente de los brazos y me hizo entrar.

Al estar adentro cerró la puerta detrás de mí.

—Dime a que viniste y luego te digo lo que tenía que decirte—dijo haciéndome entrar a la sala y apagó el televisor.

Nos sentamos en el sofá.

—mis padres fueron a comprar boletos para irnos de aquí pero resulta que no viajaremos porque está prohibido que jóvenes de entre 15 a 25 viajen y... —suspiré y el me miraba atento a mis palabras, me empezaba a incomodar un poco por tanta atención.

—y ¿les dijiste a tus padres la verdad? Porque los armados les está mintiendo.

—no lo hice, traté de convencerlos de irse y que me dejaran "ayudar" para que no se preocupen por mí y ellos estén a salvo pero... dicen que se quedarán y no sé qué hacer, no quiero que ellos se transformen en Chorux.

Porque luchar contra los Chorux no iba a ser fácil, claro estaba.

­—Ahora te diré lo que debía decir—se acomodó en su sitio—mañana a las cinco de la mañana vendrán helicópteros, tú y tu familia estén listos para irse de aquí.

La puerta se abrió y alguien la cerró, la chica que me había recibido entró y nos miró.

—Ya les avisé, ellos les dirán a los demás —dijo la chica sonriendo y luego se fue a quien sabe dónde.

—Entonces... mañana nos vemos a las cinco de la mañana— me dijo y sonrió.

— ¿Y los demás jóvenes que no quieren ayudar?—pregunté.

—Ya les avisamos, todos los jóvenes o a los que hemos podido avisar están listos para irse.

Henndert era el único que podía responder mis dudas así que lo aprovecharía para estar informada. Aunque aún no entendía como sabía tanto.

La ayuda que los verdes querían quizá consistía en que los jóvenes lucháramos junto a ellos y no lo decían para que haya más personas dispuestas a ayudar aun sabiendo que podían morir en el intento. Pero como no estaba segura de eso era mejor preguntar.

— ¿Sabes cuál es la ayuda que quieren los verdes de los jóvenes?—pregunté y frunció el ceño.

— ¿Te refieres a los armados?—alzó una ceja.

—sí

—usarlos para que se transformen en Chorux o como yo les digo, Hipnotizados.

Me derrumbé interiormente... ¿no se suponía que ellos debían protegernos? ¿Por qué harían algo así? Quizá Henndert estaba equivocado o talvez el helicóptero era una trampa para atrapar a los jóvenes y el verdadero enemigo era Henndert, y por eso los armados querían refugiarnos.

No se podía confiar en nadie.

Me estaba volviendo loca.

Me levanté de golpe y Henndert me miró confundido.

— ¿Pasa algo?—preguntó poniéndose de pie con dificultad.

—No es posible —dije yéndome hacia la puerta. Henndert me siguió.

— ¿Qué está pasando en esa cabecita tuya?—preguntó frunciendo el ceño.

—los verdes deberían protegernos y no querer atraparnos para convertirnos.

—debe ser difícil creer eso, pero es la verdad, debes creer en mí, te quiero ayudar.

—No debería confiar en nadie Henndert, incluyéndote -dije saliendo de la casa.

—Niña—me detuvo por el brazo —te digo todo esto porque —suspiró—yo fui un armado.


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