Capítulo 24: La defensa
Tercer día de la Humexpo. Seminave Derecha de la Nostradamus II.
Mientras Faith pilotaba, Zoilo estaba sentado en la segunda hilera de asientos porque no sabía manejar naves de combate. Giza, una de las plutonianas que acompañaba a Kazrar, se ofreció de inmediato a copilotar. Las naves de Plutón eran más complicadas que las de la Tierra, y durante los días previos a su metamorfosis, había participado en algunas carreras de jaggers. Aunque durante esa vez debía encargarse del ataque aéreo.
Enzo y Gunter conducían la otra nave. Enzo, siendo el antiguo director de Fuselajes Villalobos, estaba bastante enterado de los últimos estudios en mecánica y conocía el funcionamiento de la Nostradamus al dedillo. Mientras él se encargaría de pilotar, Gunter ejercía la misma labor de Giza. A Gunter se le daba bien todo lo que se tratara de golpear o disparar cosas.
—Seminave Izquierda, ¿me reciben? —habló Faith.
—¡Sí, teniente! —afirmó Enzo.
—Bien. La flota aeronaval de la FESM no supondrá un problema. Tenemos un buen surtido de misiles dirigidos, y el radar ha señalado todos los objetivos. Seminave Izquierda, solicito comprobación de vuestro ataque aéreo automático.
—Todo en orden, teniente.
—Perfecto. Inicen rumbo al objetivo. En cuanto destruyamos esas naves, tardarán en llegar los refuerzos. Aunque la Exelta Orion no esté custodiada por una flota, seguirá siendo igual de letal. Derribarla será casi imposible. Nuestro objetivo es retenerla en esta posición mientras la nave central escapa a la Base Órgano. No podemos dejar que la Exelta Orion avance, ¿entendido?
—¡No dejaremos que el cabrón de Krasnodario se mueva de ahí! —Unas interferencias hicieron que la frase de Gunter no se oyera bien.
—¿Kabróndario? —preguntó Giza—. Mi idioma ser escaso. Yo no entender palabra.
Faith y Zoilo se rieron a carcajadas por la ocurriencia de Giza de unir el insulto y el nombre. La plutoniana no sabía conjugar bien los verbos y apenas usaba artículos, pero no resultaba difícil entenderla.
—Es la forma adecuada de dirigirse al presidente, Giza. Podría ser un buen titular para Tierra Diario. Habría que decírselo a Larissa —contestó Zoilo.
—¡Yo entender, yo entender!
—Seminave Derecha —interrumpió Enzo—, veo la flota de naves a mis seis. Son veinticuatro Argón 220. Están en Posición Esfera. Rodean a la Exelta Orion.
—Preparemos los misiles dirigidos para los grupos de naves situados en los flancos. Usaremos seis misiles. No nos conviene derribar la flota de una vez porque nos quedaremos sin distracción. Luego, atacaremos a las naves Argón que vuelan en la parte superior e inferior de la Posición Esfera para obligar a la Exelta a seguirnos.
—Preparando seis misiles dirigidos —continuó Gunter—. Disparos fijados en naves Argón 220 número cuatro, cinco, seis, trece, catorce y diecisiete. Espero confirmación, teniente.
—Disparos fijados en naves Argón 220 número uno, dos, tres, quince, dieciséis y veinticuatro. —Faith habló por Giza—. ¡Ofensiva confirmada!
Los seis misiles salieron disparados de cada seminave, derechos a los objetivos. Las Argón 220 se veían como escarabajos negros en el aire, y la Exelta Orion estaba tras la forma esférica que simulaba la flota en conjunto, igual que un palacio flotante. Las naves de los flancos explotaron. El cielo se llenó, en un instante, de doce víctimas que murieron en los fuegos artificiales. Las bolas de fuego y humo cayeron al vacío para atravesar los filos de las nubes. El resto de la flota se replegó en varias direcciones. La Exelta Orion no cambió el rumbo. La Seminave Derecha persiguió a las Argón 220 número once y doce, mientras que los otros derribaron a la nave veintidós con la metralleta láser.
—¡Giza! —gritó Faith—. ¡Tenemos a unas Argón 220 en la cola!
—¡Yo preparar cañón posterior!
—¡Nos disparan! —exclamó Zoilo, asomado a una de las ventanas.
—¡Hermano, siéntate y pone el cinturón de seguridad ahora mismo! —Faith gritó tan fuerte que se le marcó la yugular en el cuello.
Zoilo obedeció, y justo cuando la teniente oyó el cierre del cinturón, manipuló los mandos de la seminave para efectuar una barrena. Por unos segundos, el horizonte se dio la vuelta y las nubes formaron un techo de nieve. Esquivaron una secuencia de disparos, y en cuanto Giza calibró el cañón posterior, Faith giró la nave para que dejara de estar al revés. La plutoniana disparó, y la Argón 220 número siete se pulverizó con la bala de plasma. Faith se dio la vuelta y vio que Zoilo estaba pálido, desde luego no estaba acostumbrado a los vuelos con acción de más.
—Tengo el estómago en la garganta —farfulló.
—¡Deja de comportarte como Norak, por el amor de la ciencia!
Otra nave volvió a atacarles, y Giza disparó de nuevo el cañón posterior. Falló el primer tiro, pero los disparos del oponente alcanzaron una de las alas. Sintieron el temblor de la nave como si el epicentro de un terremoto estuviera en la cabina. Giza repitió el disparo, y la bala impactó en uno de los laterales de la Argón 220 número ocho que les perseguía. La nave fue dando tumbos, con suerte el piloto podría salvarse.
La Seminave Izquierda también recibió daños, pero la afinada puntería de Gunter ayudó a eliminar un par de naves más: la número diez y la veintitrés. Enzo efectuó una triple barrena. Faith vio cómo la seminave se asimilaba a un águila morada y con las alas abiertas que volaba alrededor de un tirabuzón. Lograron escapar de otras dos naves que les perseguían, pero tras finalizar el esquive, se colocaron en sus colas. Los disparos dañaron fatalmente a las naves negras, la nueve y la dieciocho. Mientras tanto, Faith comprobó que la seminave empezó a tambalearse. Los disparos se habían repetido por cortesía las naves once y doce, que empezaron la persecución desde que Faith lanzó los misiles dirigidos. La Seminave Derecha tenía armas más lentas que la otra, pero si el disparo se realizaba con precisión, el daño era mayor que una bala láser. La teniente tuvo que ingeniárselas para despistar a ambas naves, pero sus compañeros hicieron fuego de cobertura con la metralleta. Las dos Argón se desviaron hacia la Seminave Izquierda como kamikazes, y Giza aprovechó para calcular el tiro. Cargó el cañón de plasma, y Faith gritó por el comunicador:
—¡Seminave Izquierda, salid del área de ataque!
Enzo apagó los motores y la nave bajó unos metros en el aire con brusquedad. Una línea blanca atravesó el cielo como un relámpago, y las naves número once y doce se transformaron en cúmulos de ceniza. Solo quedaban dos naves, la veinte y veintuno, que revoloteaban alrededor de la Exelta Orion igual que un par de satélites orbitando.
—Seminave Izquierda —dijo Faith mientras recuperaba el aliento—, ¿tenéis datos de movimiento por parte de la Exelta Orion?
—Nada. No se ha movido —contestó Enzo—. Esto no me gusta nada.
—Centrémonos en derribar a esas Argón 220.
—Afirmativo, teniente. Me encargaré de atraerlas a nuestra posición.
Las dos naves enemigas que quedaban volaron separadas, una hacia cada seminave, pero Gunter concentró los disparos de la metralleta en una de ellas. Ante la desventaja, la otra nave negra acudió para cubrirla. En cuanto se colocaron cercanas la una a la otra, Giza enfocó el disparo del cañón en ellas. Cayó una lluvia de ceniza y chispas, y Faith bajó la seminave en picado para evadir la pérdida de visibilidad. Cuando la suciedad de la explosión se disipó, vio que la Exelta Orion había desaparecido.
—¡Seminave Izquierda! —gritó—. ¿¡Dónde está la Exelta Orion!?
—¡Nuestro radar no la detecta, teniente! —chilló Enzo.
—¡Eso es imposible! ¡No existe un radar más detallado que el de la Nostradamus II! ¡Podría señalar un mosquito si eso quisiera! ¡¡Esa nave no puede haberse esfumado!!
Pero en realidad sí podía desaparecer como una estrella fugaz. Era la nave más rápida jamás construida, y en cuanto quisieron darse cuenta, estaba en la cola de la seminave que pilotaba Faith. El cóndor de oro y plumas de metal blancas alcanzó a la seminave morada, ya con algunos agujeros de bala en las alas que afectaron a la velocidad. Aun así, Faith exprimió el motor al máximo. Aceleró, y se ayudó de la fuerza de la gravedad para caer más rápido. Giza preparó el cañón trasero, y disparó tres veces seguidas. Las balas de plasma no hicieron ni una sola abolladura en los fuselajes de la Exelta Orion. Enzo se incorporó al ataque. La nave volaba marcha atrás, un pilotaje temerario, pero efectivo si contaba con alguien como Gunter manejando la metralleta. Con el sabor ácido de la adrenalina en la boca, Gunter dirigió las balas luminosas al morro y el estabilizador vertical. El daño fue mínimo, como si hubiera disparado con una pistola de agua.
Los cristales de la cabina de la Exelta Orion estaban tintados de negro, al igual que en las naves Argón 220 derribadas. De repente, unas líneas rojas iluminaron las alas. A cada lado de los motores se desplegaron dos armas alargadas.
—¡Seminave Derecha! —gritó Enzo—. ¡La Exelta Orion nos ataca! Si derribarla es imposible, haremos que le cueste darnos caza.
Un zumbido molesto interrumpió la comunicación. Una tercera voz habló, pero no procedía de ninguna de las dos seminaves.
—Podemos jugar al gato y al ratón —dijo Reiseden Krasnodario.
—¡Han pirateado nuestro canal de radio! —barbotó Faith.
—¡Teniente, cortemos la comunicación ahora mismo! —exclamó Enzo.
—¿Ya? ¿Para qué? Si vuestras conversaciones me han entretenido desde que visteis que las Argón 220 estaban en Posición Esfera.
—Pues ya podrías haberlas escuchado antes. Es tarde para ti, Krasnodario. No podrás saber lo que quieres —vaciló Enzo mientras ordenaba a Gunter con un gesto que volviera a disparar—. Los únicos Confederados que vas a encontrar seremos nosotros.
—Qué temerario, Villalobos. Vamos a ver cómo se te da pilotar con una Exelta Orion atacándote.
—¡¡No!! —Zoilo y Faith gritaron a la vez, y la teniente se golpeó el muslo con furia. Habría dado un puñetazo a los mandos, pero tenía a la Nostradamus II en una estima tan alta que dañarla mínimamente iba en contra de sus principios.
Enzo tiró de una palanca y la nave cayó como un misil en dirección al Océano Atlántico. Las balas del enemigo atravesaban el aire, e incluso desde el interior de la cabina retumbaba el sonido. El piloto hizo varias barrenas mientras descendía en picado. La rapidez de los movimientos dificultó el ataque, a pesar de que la nave enemiga volaba muy próxima a su cola. Faith siguió a la Exelta Orion hasta que se puso sobre ella. Indicó a Giza que soltara todos los misiles dirigidos a los puntos débiles de la nave. El impacto se produjo con precisión, y aprovechó la humareda para realizar un giro y adelantar a la nave blanca. Los misiles hicieron algunos rasguños en el fuselaje. En continuo descenso, las tres naves salieron de las nubes, y tras las turbulencias, se encontraron con el Atlántico Sur, el reflejo de las aguas y el color azul que se extendía por todas partes.
Una antena salió del techo de la Exelta Orion, y de ella emergió una onda con unos pequeños rayos amarillos. La onda alcanzó la seminave de Faith, y comprobó que los mandos empezaron a fallar. La nave flotaba sin dirección al igual que un avión de papel. Otra onda estalló de nuevo, más intensa y grande, y atrapó la nave de Enzo. En cuanto la Exelta Orion les tuvo a tiro, disparó a las alas y la cabina. La nave cayó a trozos en el agua. Si resultaba improbable que Enzo y Gunter hubieran sobrevivido a la explosión, les habría matado la caída.
Otra onda tocó la nave de Faith, esa vez sintieron que la electricidad les recorría el cuerpo. La nave se quedó sin respuesta, inmóvil en el aire durante un segundo y paralizada entre los rayos. La Exelta Orion se acercó, abrió la trampilla y dejó que la seminave entrara. Antes de que Zoilo, Faith y Giza pudieran coger sus armas o usar cualquier objeto de la nave como una, la cabina se abrió hacia arriba y unos tipos vestidos de negro y con las caras cubiertas con máscaras de metal les apuntaban con los rifles.
—¡Las manos sobre la cabeza! —masculló uno de ellos.
Tuvieron que cortarles los cinturones de seguridad, sacarles de la nave por la fuerza y llevarles hacia un elevador con unos grilletes en las muñecas. Mientras subían, la Exelta Orion aterrizó en el agua con la suavidad de una pluma. Salieron al puente de mando, que estaba lleno de pantallas y varios paneles con asientos vacíos para los prospectivos. Un pedestal con un timón estaba en el centro de la sala, con un sillón de respaldo alargado. Pero no había nadie. En silencio, esos cinco tipos les guiaron hacia una compuerta abierta. Salieron a una plataforma cuadrada situada sobre una de las enormes alas. Reiseden esperaba allí de pie, vestido de negro como esos mercenarios y sin máscara. Miraba al horizonte con las manos cruzadas tras la espalda. Dejaron a los tres prisioneros de rodillas frente a él.
—Un pilotaje excelente, teniente Faith —alabó el presidente—. No me gustaría perder a una comandante de vuelo con este talento.
—Antes prefiero morir que ser una prisionera de vuestros experimentos.
Reiseden se rio.
—Ya he perdido hoy a un buen piloto e ingeniero, teniente. No me gusta tener que matar. La vida siempre puede aprovecharse, pero si le soy sincero, cuando me encuentro con Confederados que traicionaron al Partido Prospectivo, no me tiembla el pulso en hacerlo.
Los mercenarios apuntaron a la cabeza de Zoilo.
—Usted sabe tan bien como yo que las historias entre hermanos no suelen terminar bien.
—Scarla —susurró Zoilo, pronunciando el secreto de su nombre—, tranquila...
Uno de los enmascarados le colocó un casco a Zoilo, y él empezó a retorcerse de dolor.
—¿¡Qué le estáis haciendo!?
—El doctor Falan es una eminencia también, teniente. No creerá que voy a matarle por traicionar a nuestro gobierno sin haber hecho una copia de seguridad del contenido de su cerebro. Habrá un nuevo Falan, un Prójimo. A este le mataremos en cuanto tenga los datos que necesito. La lealtad puede programarse, pero no en los humanos. Y créame, no tardaré en saber todo lo que quiero sobre los secretos de los Confederados.
—Scarla, Scarla... —bisbiseó Falan, con los ojos en blanco, como si implorase un final distinto.
Giza miró a Faith, y al borde de la histeria, le dijo:
—Tú matar él. Yo pelear ellos.
Reiseden torció el gesto con duda.
—¡Tú matar él! ¡Yo pelear ellos!
Faith, que aún trataba de masticar el duelo, vio que Giza se abalanzó contra Reiseden e hizo uso de la cadena de las esposas para atacarle. Los mercenarios no sabían a dónde apuntar. Faith aprovechó la confusión para saltar sobre su hermano, y un par de segundos, le agarró la cara con las manos y le partió el cuello. Oyó un disparo, y un charco de sangre de un color extraño machó el suelo. Después, tenía a los cinco rifles de los mercenarios apuntándola a ella.
—¡¡No matéis a la Confederada!! —chilló Reiseden cuando se levantó. Tenía la ropa manchada.
Giza estaba tirada en el suelo, le habían dado un tiro en el hombro.
—¡¡Llevaos a la plutoniana ahora mismo!! ¡También la quiero viva!
Los mercenarios levantaron el cuerpo inconsciente de Giza y se largaron al interior de la cabina. Reiseden, con los ojos inyectados en sangre, dio unos pasos hacia adelante y le dio una patada a Faith para que cayera junto al cadáver de su hermano. El aparato que le pusieron a Zoilo en la cabeza para robar el contenido de su cerebro estaba apagado. Si el proceso se hubiera completado, Reiseden habría visto en sus recuerdos cuál era la posición de la Base Órgano.
—Nunca encontrarás a los Confederados...
—Tiene suerte de estar viva, teniente. En vista de que no tendremos al sujeto 06 para ultimar los estudios del Organismo Gea, necesito más candidatas. Si hago una copia de tu cerebro, podrías quedar en estado vegetativo, y eso no me interesa. De todas maneras, los Confederados no son una de mis preocupaciones principales. La Post-humanización se avecina, y mi prioridad es garantizar la evolución de mi especie.
Reiseden se agachó para estar a la altura de Faith, incorporada sobre las rodillas.
—Mira hasta dónde ha llegado la perfección... —mencionó con una risa áspera—. Otra unidad de mi cuerpo de Prójimo está en la Bona Wutsa, dirigiendo este mundo hacia el progreso. Este cuerpo que ves ahora es solo una copia, como los pilotos de las naves que habéis derribado. Porque para mí, los Confederados suponéis una distracción. Admito que disfrutaría viendo cómo vuestra revolución se olvida y mi hermano muere por ella al igual que el tuyo. Pero ahora mismo no sois nada. No conseguiréis hundir este gobierno porque solo sois un puñado de humanos. La vida humana se puede acabar de un millón de formas, y solo puede empezar a través de una. En cuanto los Prójimos puedan nacer, no tendréis nada que hacer contra nosotros.
—Vas a extinguir a la humanidad...
—La extinción de la humanidad será la salvación de la Tierra.
Faith sonrió, y a pesar de que Reiseden usó la violencia de sus mercenarios para que confesara por qué lo hizo, ella jamás lo dijo. Sonrió porque calculó que la nave central estaría a punto de llegar a la Base Órgano. Aunque los Confederados, según Reiseden, no supusieran una amenaza, eran la esperanza para los humanos. La ciencia nunca podría igualar el poder de la vida humana.
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