Capítulo 3



"Yo también te quiero, Kook. Es por eso que no quiero joder las cosas."

Era lo que le había enviado a Jungkook.

Había estado una semana hasta que logró responderle su mensaje porque realmente había estado ocupado y necesitaba concentrarse. No obstante, el recordatorio de que tenía ese mensaje pendiente y que había estado evitando a Jungkook le hacían sentir culpable.

No era la forma en la que quería hacer las cosas, nunca. Pero mierda, era más difícil cuando se trataba de alguien que quería.

Jimin solía hablar directo y conciso cuando se trataba de relaciones. No era su estilo que él y la otra persona perdieran el tiempo, le gustaba dejar las cosas claras desde el principio. Era la razón por la cual había logrado mantenerse con relaciones casuales sin romper corazones. Las relaciones duraderas no eran para él, no era una persona que sirviera para estar con alguien.

Era eso. No servía. No servía para muchas cosas, menos para eso.

El baseball era todo lo que mantenía su vida junta, aunque también la había partido a la mitad por mucho tiempo.

Había intentado con relaciones largas cuando era adolescente y un joven adulto, pero habían resultado desastrosas por su culpa. Había aprendido la lección, así que era mejor dedicarse a lo que sí era bueno sin joder la vida de las personas.

- Buenos días, cariño.

Su madre le sonrió cuando le vio aparecer en la cocina.

Él le saludó con un apretón en el hombro mientras caminaba hacia la nevera para sacar su botella de agua. Bebió por unos cuantos segundos, hidratándose con agua fresca.

- Son las 6 a.m. Están entrenando súper temprano.

- El entrenamiento empieza a las 7 a.m. Pero quiero correr antes, necesito mejorar mi rendimiento, mis piernas se sienten pesadas últimamente - respondió ante la observación de su madre.

- No puedo esperar a que termine la temporada así descansas como un chico normal – Jimin soltó una risa - ¿No pueden darle un descanso al jugador estrella?

- No en esta altura de la temporada, mamá – volvió a llenar la botella con agua fría y la guardó en su bolso. Se colocó la correa al hombro y se despidió de la mujer – Sobreviviré y saldré campeón.

- Claro que sí – ella estuvo de acuerdo, y le sonrió antes de irse.

Sobrevivía, de alguna manera.

Traspasó la puerta del garaje, subió a su auto y encendió el motor. Miró su reflejo en el espejo retrovisor. Ojeras y ojos enrojecidos. Soltó un suspiro, sabiendo que le esperaba un largo día, y apoyó su espalda contra el respaldo.

Con el control remoto levantó el portón del garage, y salió de este conduciendo hasta su universidad mientras escuchaba música.

El campo de baseball estaba vacío, perfecto para él. Las luces que mantenían la iluminación durante la noche aún seguían encendidas porque recién comenzaba a amanecer. En el horizonte se pintaba una franja celeste claro, y más arriba aún había un resago de azul oscuro salpicado con algunas estrellas. 

Lo primero que hizo fue trotar para luego de unos minutos comenzar a correr. Con sus auriculares en sus orejas, se concentró en correr siguiendo la periferia del campo y tomando descansos al terminar cada vuelta.

Su relación con el baseball no siempre había sido buena. Hubo un momento donde lo odiaba. Donde simplemente pensar en tomar el bate le revolvía el estómago. Donde el diamante se sentía más como una jaula que el lugar donde podía desplegar sus alas. Cuando era pequeño, alguien había matado su pasión por el baseball.

Esos tiempos ya estaban en el pasado, afortunadamente.

Caminó hacia el diamante del campo, y se colocó justo en la posición que solía hacerlo para batear. Miró hacia el frente, al montículo donde lanzaba el pitcher, y luego hacia las gradas que solían llenarse de público durante la temporada. Secó el sudor que caía por su sien con el dorso de su mano. Era todo gracias a sus padres que estaba allí, por todo el apoyo que había recibido.

Escuchó un golpe seco detrás suyo, y al voltearse vio a Hoseok de pie, con su bolso en el suelo y una bola de baseball en su mano.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó ante la sorpresa. Era más temprano de lo que su amigo solía aparecerse por el campo. Hoseok le sonrió antes de responder y caminó hacia él.

- ¿Cómo se supone que puedo estar a tu altura, si no me esfuerzo tanto como tú lo haces?

Jimin le miró con la boca semi-abierta. Incluso luego de tantos años, le seguía sorprendiendo la incondicionalidad de Hoseok. 

Le devolvió la sonrisa, la tensión que sentía en el pecho se ablandó gracias a él. La compañía siempre le venía bien, más cuando se trataba de quien le conocía mejor que él mismo. 

Su amigo comenzó a calentar su cuerpo, rotando sus piernas y sus hombros.

Entonces desvió su mirada hacia el suelo e hizo lo mismo, estirando sus brazos para elongar los músculos. Un pequeño revoltijo se movió en su estómago al pensar en que su amigo estaba allí para hacerle compañía y utilizándole como motivación para su propia mejoría en el equipo, sin saber que él se había acostado con su hermano.

Sintió la pesadez en su pecho, la culpa resurgiendo, ahora no por Jungkook, sino por Hoseok. Ellos siempre sabían todo del otro, tenían una confianza inquebrantable, y sabían tanto sus defectos como sus virtudes. Y Hoseok le quería a pesar de todo. Pero, si se enteraba de lo que había hecho, ¿qué sucedería? Jungkook era muy preciado para Hoseok, aunque no lo admitiera seguido.

Cuando Jungkook había estado pasando por momentos difíciles, con crisis de identidad y cayendo en las garras de gente que no le quería, Hoseok se involucró todas esas veces para ayudarle a salir del pozo. Jimin también había estado ahí, porque adoraba a Jungkook.

- ¿Amigo? Pareces preocupado.

La voz de su confidente le devolvió al presente.

Si era su confidente. ¿Por qué no podía simplemente decirlo y ya? 

Lo miró, el pecho se le volvió un nudo aun más ajustado, su corazón contraído.

- Nada... - su voz sonó entumecida – Los nervios de los próximos partidos están comenzando a afectarme.

- ¿Cómo? Park Jimin nunca está nervioso – bromeó, acercándose a él y abrazándole con un brazo por encima de sus hombros – Vamos a ganar.

Hoseok le soltó, le dio una palmada en el trasero y caminó hacia el montículo para comenzar a practicar lanzamientos.

Sentía que estaba traicionando a Hoseok con su silencio, con el secreto, con haberse metido con su hermano. Había miles de hombres en el mundo y ni si quiera se sentía atraído por ellos. Pero, estúpidamente, había elegido al hermano menor de su mejor amigo para "experimentar". Bueno, tal vez esa era la cuestión. Tal vez, de no haber sido Jungkook, no habría sido nadie, ningún otro chico.

- Hey, si sigues distraído podría llegar a darte en la cara si te la lanzo – le mostró la pelota en la mano – Y no necesitamos a nuestro cuarto bateador lesionado.

- Lo siento – se disculpó, forzando una sonrisa y mirando a sus pies. Se colocó en la marca donde debía estar para batear y sujetó con ambas manos su bate.

Debía hablar y aclarar las cosas con Jungkook cuanto antes. No podía seguir huyendo. Sentía que, en ese momento, entre los exámenes, los entrenamientos y los partidos por venir, no tenía la mente clara como para poder enfrentar una charla de esa magnitud. Tenía miedo de que, por su culpa, su amistad con los hermanos Jeon fuese afectada. ¿Qué iba a hacer él sin ellos? Ellos eran como el baseball, le recordaban lo bueno de la vida.

Luego de la práctica con su mejor amigo, llegó el resto del equipo, y entrenaron por cuatro horas, con recesos en el medio para dejar descansar los músculos. Los entrenamientos podían variar en cuanto a duración, dependiendo del desempeño del equipo, de cuánto cansancio acumulado estuviesen manejando y cuánto tuviesen que practicar y mejorar.

Había tenido a Jungkook en su mente todo el rato. Había logrado hacerlo a un lado la semana anterior, convenciéndose de que tenía que enfocarse en terminar de la mejor manera esa temporada de partidos, pero no podía seguir ignorándolo. 

Una vez que admitió que sin dudas ya era momento de hablar, para no dejar que las cosas se hundiesen por sí solas, Jungkook comenzó a aparecerse en su mente con frecuencia. Ese día había tenido clases de anatomía y tuvo la excusa perfecta para recordar a Jungkook cuando su profesor estaba hablando de los músculos de la espalda.

Se rio de sí mismo ante la situación.

No podía esperar más, hablar con él era urgente para poner un fin a todos esos nervios y confusión.

Ya había meditado las cosas lo suficiente. Así que no le tomó más enviarle un mensaje a la persona en cuestión al salir de la universidad.

"Sí, estoy libre. ¿Te parece vernos en Itaewon?"

Jimin le había ofrecido hablar mientras bebían algo, y Jungkook propuso el lugar.

El bar tenía las paredes internas con dibujos y graffiti. Estaba completamente oscuro y con luces de neon rojas como única iluminación. En las esquinas había jarrones con plantas de apariencia selvática, y había espacios con sofás antiguos que se veían grandes y cómodos. También había letreros con frases en inglés y coreano.

Jimin caminó por el pasillo de la entrada, y buscó una mesa para dos. A penas se sentó, levantó la mano llamando a la mesera. Necesitaba una bebida urgente.

Cuando le trajeron el Soju, lo abrió y se sirvió en su pequeño vaso, tomando un primer shot que le refrescó la garganta y que con su sabor le trajo los pies a la tierra. Todo iba a estar bien.

La ansiedad disminuyó un poco a medida que terminaba trago a trago, pero cuando vio a Jungkook aparecerse en el salón y sonreírle cuando cruzó su mirada con él, sintió que necesitaba una botella más.

El menor se sentó en la silla frente a él, y lo primero que había hecho fue preguntarle cómo había ido su día. Se había sentado y dejado su mochila en el suelo a su lado. Se quitó la chaqueta de jean, llevando una musculosa debajo.

Mientras hablaban de su día en la universidad, Jimin estudiaba la apariencia de Jungkook. Su cabello negro y despeinado contrastaba demasiado con sus ojos redondos y su confiable sonrisa. Tenía una expresión muy suave para lo que era su apariencia algo más dura.

- Por lo que veo, ya comenzaste – la ceja que alzó Jungkook mientras miraba la botella de Soju vacía, le hizo saber que necesitaba explicaciones.

- Lo siento, estaba muerto de sed.

Mentira. Muerto de los nervios era más adecuado. A punto de caminar por las paredes, más exacto.

Jungkook pidió dos botellas más para ambos.

Al inicio, la charla era banal, decidiendo qué era lo que tenían ganas de comer, y dando su opinión de qué plato podía ser más delicioso.

Entonces, mientras llegaba la comida, y luego de que Jimin había bebido dos vasos de soju más, se encontraba más suelto, sin mencionar lo tan conveniente que resultaba que Jungkook fuese un chico con la personalidad justa para hacerle romper el hielo.

Socializar no era un problema para Jimin, al menos no en su etapa adulta, pero en ese momento sentía tanta presión que había necesitado del alcohol para soltar su lengua. Con el paso de los minutos logró fluir y ya no sentía un nudo en el estómago. Intentaba recordarse que se trataba de Jungkook, que le conocía de toda la vida y que no tenía que sentirse nervioso en su presencia. Estaban hablando como siempre, Jungkook le sonreía igual que siempre y no parecía molesto en absoluto. Nada había cambiado en absoluto. 

Pero, para Jimin, el mundo se sentía diferente. Él se sentía diferente. Jungkook miraba hacia un costado para apreciar la decoración exótica del lugar, y los ojos de Jimin escaneaban su perfil como si fuese la primera vez que lo veía. Bajó por la curva de su nariz hasta sus labios. Tenía una linda boca. 

Una boca atrevida y habilidosa. 

Los recuerdos de esa noche empezaban a querer tomar el control.

No, no se iba a permitir llegar ahí. Era peligroso.

Decidió que era el momento de saltar a lo que habían ido allí, la razón de su encuentro.

- Siento mucho lo del otro día – empezó, atrapando los ojos de Jungkook con los suyos – Me refiero a haber querido huir.

- Ya te disculpaste por eso – respondió con una sonrisa. Jungkook era tan flexible y paciente. Era imposible no sentirse a gusto con él. Si Jimin sentía presión era por la que él mismo se imponía, como de costumbre.

- Sí, pero quiero expresarme mejor, porque soy un desastre para estas cosas – se rio, siendo totalmente consciente de lo mal que se le daba no ser torpe cuando se ponía nervioso – Me preocupa decir algo equivocado, porque no quiero que te quede una mala impresión de mí.

- Te conozco desde que tengo cinco años, por una cosa que digas no va a cambiar la manera en la que te veo. Ya tengo una impresión tuya, y sabrás que es buena – apoyó sus codos en la mesa y reposó su mentón contra la palma de su mano. Su lenguaje corporal expresando lo atento que estaba a la conversación y a Jimin, y, por sobre todo, a sacar algo bueno de todo eso. Y aun así Jimin se sentía más en la mira, tal vez incluso evaluado. El hecho de que Jungkook tuviese una percepción positiva suya no era algo que no supiese, y ese era gran parte de su problema, el origen de esos nervios engullendo sus entrañas y los cuales tuvo que ahogar con alcohol – Di lo que tengas para decir. No voy a juzgarte.

"No voy a juzgarte". 

Las palabras mágicas. Jungkook ni si quiera sabía por qué eran tan importantes, las había dicho simplemente por decir. O, ¿tal vez sus nervios no habían sido cubiertos por el alcohol totalmente?

Asintió lentamente con la cabeza, aceptando las palabras de ánimo de Jungkook y haciéndose consciente de que tenía que avanzar en la conversación, no volver a ser tan ambiguo como la última vez.

- No suelo tener relaciones serias, eso lo sabes – continuó. Jungkook movió la cabeza en un asentimiento – Siempre son encuentros casuales, no soy bueno con los compromisos, soy... muy desastroso – admitió. Nuevamente, "desastre" era la palabra con la que se definía. Estudió la expresión de Jungkook, quien sin decir nada, sólo esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes, con sus ojos enternecidos. Le daba la razón al no decir nada, pero su expresión le hacía saber que no creía que fuese de la forma que él decía. Pero Jimin se conocía demasiado bien – Y cuando hay malentendidos con alguien casual, es simple resolverlo, hablarlo y aclarar las cosas, pero contigo... siento que es más complejo.

- ¿Por qué?

- Porque nos conocemos desde pequeños, y a día de hoy somos familia. Me importas, y no quisiera perderte por haber mezclado las cosas. Por no saber mantener ciertos límites. No eres cualquiera para mí.

La culpa punzó en su interior y se expandió como una gota de tinta negra cayendo en un vaso de agua. Cuando el líquido se volvía turbio, la luz no llegaba a penetrar.

Su mente solía tener momentos de mucha confusión, y no era el mejor tomando decisiones. Era alguien que, si mantenía a la gente demasiado cerca de él, tarde o temprano, las consecuencias de sus malas decisiones iban a terminar repercutiendo en la vida de quienes eran importantes para él.

- Eres más que un simple revolcón, y me siento culpable por no haber podido comportarme de mejor manera.

El más chico ya no sonreía, en cambio, parecía estar pensando seriamente en las palabras que acababa oír. Jimin miró a sus propias manos sobre la mesa, tocando la superficie de vidrio de la botella de Soju, de la misma manera que una persona se pellizca para saber que no está dormido, para sentir algo real.

- Siempre sentí que tenía que protegerte. No sé, como alguien a quien quiero y es menor que yo. Y siento que no te protegí.

- ¿Y de qué es de lo que tienes que protegerme? – con una leve inclinación de su cabeza, Jungkook le observó curioso por entender.

- No lo sé... ¿de mí? – se rio, encogiendo los hombros, sintiendo que incluso aunque lo explicase, Jungkook no terminaría de entender bien el por qué – Del mundo, tal vez.

Se hizo un silencio algo prolongado, un vacío en la conversación, y Jimin bebió otro trago para llenarlo. El chico frente suyo estaba pensando, o esperando a que dijera algo más. Sus labios se movían, frunciéndose y formando algunas muecas. Terminó por chasquear la lengua.

- Creo que estás tomando más responsabilidad de la que tienes – empezó el pelinegro - Entiendo que esta línea que hemos cruzado no haya sido lo ideal, pero no hemos cometido un asesinato, y no te heches la culpa de todo, yo también tuve que ver. Lo único que quería era que lo pasemos bien. No lo sé, sentí que había química por un momento.

- No me mal entiendas – Jimin negó con la cabeza, interfiriendo antes de que continuara – También lo sentí. Claro que lo hubo, claro que me gustó. Pero... no es el tipo de forma en la que quiero relacionarme contigo. No quiero que se mezclen las cosas, no quiero que nuestro vínculo pueda arruinarse. Como te dije, no quiero que cambiemos.

- No vamos a cambiar – aseguró – Y si te hace sentir mejor, yo no me sentí como un simple revolcón, yo quería eso, sin importar si eres heterosexual. Yo tampoco busco una relación. Así que, en todo caso, ambos somos revolcones del otro – Jimin sonrió un poco – En serio, no te aflijas por eso – tomó la botella y se sirvió otra copa. Lo bebió de un tirón.

Al final se la conversación, ambos estaban de acuerdo con que esa noche había sido buena, ambos lo habían querido, pero la relación entre ellos y sus familias desde hacía décadas, era más importante. Deseaban mantenerse así para siempre, mantener los momentos cómodos y sin pretensiones, los silencios sin sospechas o incertidumbre, las charlas sin complicaciones.

El humeante aroma del ramyeon llegó a la nariz de Jungkook, e inspiró para llenarse de la familiar sensación a comida casera, era lo bueno de ese lugar; la calidad de su comida. Mientras tanto, Jimin recibía su plato de tteokbokki y no tardaba en tomar sus palillos y comenzar a comer.

La charla había vuelto a ser casual. Al hablar del diseño gráfico y las expectativas que Jungkook tenía al iniciar el próximo cuatrimestre una pasantía, él y Jimin recordaron una anécdota de la escuela secundaria.

Era la feria de arte, y todos los cursos tenían que preparar un pequeño rincón de exposición. Mientras que Jungkook había realizado una pequeña galería de fotografías que retrataban la evolución del arte a lo largo de la historia de la música, Jimin había realizado una escultura con material reciclable.

- Estaba impresionado - confesó - Pensé: "No hay nada que Jimin-hyung no sepa hacer" – dijo con ternura, haciendo a Jimin reír.

- No soy el más creativo, simplemente había estado viendo muchos documentales de medio ambiente y estaba sensible.

- Fue muy noble y maduro – elogió, y aunque hubiera sido algo que había pasado hacía como ocho años, Jimin se sintió algo cohibido por tener a un Jungkook experto en diseño y creatividad, alagando a su yo adolescente – Recuerdo que estabas allí hablándole a todos sobre lo que significaba tu obra, pidiendo justicia por el océano – Jimin soltó una carcajada.

- Demonios, ¿cómo recuerdas todo eso? Qué vergüenza.

- Te brillaban los ojos.

- Ya, detente.

Ambos se rieron, y Jungkook continuó molestándolo un poco. La tensión que había habido minutos atrás se había esfumado, dando paso a la cómoda y habitual charla. Para ese momento, Jimin sentía todo su cuerpo relajado; el alcohol y sus maravillosos efectos. Jungkook y su maravillosa personalidad, tan fácil de dejarse llevar.

- Oh, recuerdo que... estaba Yugyeom en el puesto de al lado – la imagen del chico a su lado, mirándole de reojo cada que podía, y desviando la mirada luego, se apareció en la mente de Jimin. Jungkook sonrió apenado y asintió con la cabeza, repentinamente abochornado por el recuerdo y su mala racha de relaciones amorosas.

- Sí, yo también lo recuerdo bien.

- Tenía ganas de agarrar todos sus malditos dibujos y hacerlos papel higiénico.

Jungkook no pudo evitar reírse. Jimin lo había soltado con todo el enojo que aún persistía luego de años. Incluso aunque era algo que había quedado en el pasado, de cuando todos eran unos niños inconscientes, el mayor no olvidaba lo que Yugyeom le había hecho a Jungkook.

- Hay que admitir que sus trabajos eran muy buenos – evocó lo bien que Yugyeom solía dibujar y la cantidad de horas que se dedicaba a ello, lo cual era lo que le había cautivado en primer lugar. Hasta llenaba con bocetos la hoja donde se suponía tenía que resolver los problemas de álgebra – Pero recuerdo que tu cara de chico bueno se iba cuando mirabas en su dirección.

- Él sabía que Hoseok y yo le odiábamos, así que no tenía sentido esconderlo.

De alguna manera, a Jungkook ya no le molestaba ni le pesaba recordar a Yugyeom, al menos no tanto como a Jimin. Tal vez no se daban cuenta, pero Jimin tenía resentimiento cada vez que hablaba de él, mientras que Jungkook sólo se encogía de hombros y se reía con los recuerdos. No valía la pena seguir enojado por cosas del pasado. Pensaba que había aprendido a valorarse a sí mismo gracias a Yugyeom.

Con estómagos llenos y charlas extensas, la hora de partir y despedirse llegó. Ambos partieron a sus casas.

Jimin viajó en taxi- no había sacado su auto a pasear porque sabía que iba a beber bastante- y mientras viajaba no dejaba de pensar en Jungkook. 

Llegó a su casa en la noche, sus padres apenas yéndose a dormir. Él los saludó al pasar, subió las escaleras a su habitación y se encerró en ella. Con el cuerpo cansado, se quitó la ropa, se dejó caer en su cama para navegar por internet cómodamente sin pensar en nada.

En tiktok le aparecían muchos videos de cosas que a él le interesaban, desde videos de jugadas célebres del baseball hasta videos de animales tiernos. Y cuando un video de ballenas azules se cruzó por su camino, nadando en el océano y viéndose majestuosas, el impulso de compartir eso con Jungkook se apoderó de él.

Se lo envió, con el mensaje de "Hay que proteger los océanos".

Se rio de sí mismo y continuó viendo videos hasta que una respuesta llegó.

"Si quieres que me olvide de la imagen de ti exponiendo sobre medio ambiente, con esto no lo lograrás".

"Aunque lo intente ya tienes esa imagen de mí, así que no puedo hacer nada al respecto".

No era la primera persona que sentía que su yo del pasado era algo embarazoso, pero, por otro lado, era curioso cómo al ser más joven hay una tendencia a ser más idealista y esperanzado.

"Ese Jimin pensaba que podía cambiar el mundo con una simple escultura de una ballena hecha de plásticos y metales".

Era, en un punto, la clara manifestación del espíritu adolescente.

"El verdadero cambio comienza con pequeños pasos"

Jimin leyó el mensaje de Jungkook, y su mente divagó hacia el recuerdo de su visita a la iglesia esa semana.

Había tomando asiento en la ronda que solían formar todas las semanas en una de las habitaciones laterales de la iglesia. Como cualquiera lo esperaría, era silenciosa y el aroma a madera de los muebles antiguos permitía apreciar su historia con los sentidos.

La puerta siempre yacía abierta, y del otro lado se veía la gente caminando y sentándose en los bancos de la parte central para rezar.

Mientras Jimin escuchaba cómo las demás personas del encuentro hablaban de cómo se sentían esa semana, miraba sus rostros con atención. Algunos no habían tenido cosas buenas que contar, pero otros sí. Había tanta variedad de realidades allá afuera, que a veces se sorprendía ver que el mundo no terminaba con lo que a él le sucediera. No se consideraba alguien egocéntrico, había aprendido a querer ser alguien que pudiese darle apoyo y sacarle una sonrisa a los demás. Sin embargo, no era del todo consciente de que todos estaban luchando sus propias batallas, porque su batalla era la tinta negra que manchaba el agua y se expandía hasta pintar todo de negro. Y no le dejaba ver.

Los encuentros de ayuda que brindaba la iglesia de su vecindario aclaraban su visión.

Había una chica joven frente suyo, hablando de cómo comenzar a entrenar en el gimnasio le había ayudado a querer subir de peso. Había estado internada por meses por consecuencia de un trastorno alimenticio. Ahora se estaba recuperando e intentando encontrar una nueva forma de vivir.

- Jimin – el hombre que dirigía el encuentro le habló con su característico tono de voz apaciguado – Y tú, ¿qué le pedirías a Dios? – preguntó. Todos giraron su cabeza hacia él. El silencio haciendo muy evidente que le tocaba hablar.

- No quiero ofender a nadie pero... no creo en Dios – respondió cauto – Lo siento – sonrió con timidez repentina.

Sus intenciones de no molestar eran puras, él era simplemente lo que era, y si alguien creía en Dios estaba perfectamente bien para él.

El hombre le sonrió, el tipo de sonrisa que conseguía de su madre cuando le decía que no se preocupara por él. No era viejo, de hecho, tendría alrededor de unos cincuenta y pocos, hombre con esposa y dos hijas. De allí su natural aura paternal.

- No te disculpes, no dijiste nada malo. Esperaba esa respuesta, Jimin. No ofendes, eres alguien que no se deja convencer fácilmente. Un alma aventurera y tenaz, sensible, sin embargo. Dios puede ser cualquier otra cosa para ti, no necesariamente un hombre con barba y túnica blanca.

- Sí, así me lo imagino, de hecho – respondió con franqueza, haciendo al resto de los oyentes reír.

- Bueno, él puede tener la forma que tú quieras, incluso no tener forma en absoluto. Pero si pudieras pedirle algo a la vida, un deseo a la lámpara mágica ¿qué sería?

- Paz y tranquilidad.

- Bien. Y, ¿hay alguna forma en que pienses conseguirlo?

Era una buena pregunta. Se vio tentado a responder que se suponía que, si era un deseo, tenía que venir por sí solo, era la gracia de la lámpara mágica, pero incluso aunque el hombre y varios de los presentes fueran creyentes en Dios, sabían que él no era una lámpara de los deseos, era una compañía, un soporte. Conseguir donde quería estar, la paz y la tranquilidad, requería esfuerzo. No se conseguía con magia.

Ante su falta de una respuesta, a su lado, un compañero de unos treinta años, quiso aportar la suya.

- Con pequeños pasos – dijo. Jimin lo miró, y éste continuó hablando – Tal vez sientas que la tranquilidad y la paz están muy lejos ahora, pero con paciencia, lograrás llegar.

- Debes sentirte orgulloso de ti, Minho. Aprendiste mucho en este tiempo, y veo que tienes una nueva moneda – apreció el objeto dorado y circular en los dedos de Minho.

- Sí – afirmó con una sonrisa – Ya llevo un año.

- ¿Ya es un año? – preguntó sorprendido, y el resto también lo estaba - ¡Felicitaciones!

Todos le aplaudieron y felicitaron, incluido Jimin.

Cuando el encuentro terminó, aún quedaban algunos de sus compañeros conversando.

Jimin aprovechó a girarse hacia Minho, quien aún tenía la moneda en su mano.

- ¿Puedo verla? – le preguntó.

- ¡Claro! – amablemente, Minho se la dio, y continuó hablando con otros compañeros.

Jimin giró de un lado y del otro la moneda en sus dedos, apreciando el brillo y su escritura.

"1 Año sobrio".



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A que no se esperaban que actualizara tan rápido, no?  Yo tampoco (?

Espero hayan disfrutado el capítulo 🫶🏻 Gracias por todo el apoyo al capítulo de ayer 🥺💘

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