Capítulo 23
Había intentado mantenerlo oculto toda su joven vida. Confiar en alguien no era fácil, pero había tenido el deseo de hacerlo hasta que le traicionaron.
Las personas se enamoraban todo el tiempo. En las películas, en el mejor de los casos el protagonista siempre encontraba el amor. Y en el peor, era que la persona de quien se hubiera enamorado no le correspondiera. Y ese había sido su caso.
Tal vez, ¿había sido un castigo por tratar de sacar un clavo con otro clavo? Sólo había querido enamorarse y sentir esa conexión con alguien. Confiar en alguien. Pero le traicionaron.
Pero no importaba. De todos modos, estaría bien. Aunque nadie supiera de su sexualidad hasta el momento y hubiera sufrido en silencio por mucho tiempo, él logró sobrevivir a eso. Lograría hacerlo ahora también. No necesitaba a nadie. Estaba bien solo.
Los auriculares en sus orejas le ayudaban a mantenerse aislado de lo que sucedía a su alrededor. Durante las clases era más fácil no prestar atención a sus compañeros. Concentrarse en el profesor, su voz y lo que escribía sobre la pizarra le hacía esa tarea más fácil, pero el problema era durante los recreos. En los recesos, el profesor se iba y la clase quedaba a su suerte. Sus compañeros se agolpaban en grupos variados, conversaban y reían. Se juntaban en la puerta con alumnos de otros cursos, y todos parecían tener un buen rato. Allí era cuando Jungkook sabía que tenía que sobrevivir por diez minutos hasta que el próximo profesor llegara. Eran los momentos desagradables del día, eran los momentos donde debía desenvainar su espada y colocarse su armadura de acero.
Si se colocaba sus auriculares y bloqueaba los sonidos exteriores, si clavaba su mirada en la hoja donde dibujaba y hacía garabatos para ignorar a sus compañeros, lograría resistir.
En cada clase, miraría arriba de la pizarra el reloj para anticiparse cuánto tiempo faltaba hasta la próxima tortura. Y mientras su corazón latía con rapidez y su estómago se contraía, se repetía a sí mismo "No dejes que te importe. Estarás bien".
Una y otra vez, como un mantra. Buscando la valentía suficiente. Y cuando el timbre sonaba, tomaba una fuerte bocanada de aire y no dejaba que el miedo se reflejara en su rostro. Si así sucedía, se reirían aún más de él. Verían que le dolía, y eso alimentaría las burlas y los insultos.
- ¡Jeon!
Logró escuchar que alguien le llamó. En lugar de responder, aumentó el volumen de la música con el botón lateral de su celular. Continuó dibujando sin rumbo específico. "Resiste", se dijo a sí mismo.
Dibujó líneas y curvas, comenzó a realizar sombreados. "No les escuches. No levantes tu mirada".
Un tirón fuerte vino de una de sus orejas. Alguien tiró del cable de uno de sus auriculares.
- ¿No escuchas, Jeon? – le preguntó una voz – Te pregunté, ¿puedes prestarme tu lápiz?
Jungkook no iba a caer. Volvió a colocarse su auricular para continuar con lo suyo. Entonces, le lanzaron una bola de papel a la cabeza. Luego otra. Escuchó las risas a lo lejos. "Resiste".
Una mano se posó sobre su cuaderno, impidiéndole seguir dibujando.
Levantó la mirada, y vio a su compañero, quien se sentaba en el asiento del pupitre de delante de él. En su frente tenía un papel pegado con cinta que decía "Sólo un marica leería esto".
- ¡Lo leyó! – gritó otro.
Nuevamente, su auricular derecho fue tironeado. No le dejarían en paz.
- Lo siento, es que perdí mi lápiz y no lo encuentro – uno de ellos se acercó, y cuando Jungkook bajó la mirada, parte de un lápiz de grafito se asomaba desde su cremallera. Y estallaron todo tipos de bromas al respecto.
- ¡No hagas eso! ¿No vez que le gusta ver los bultos de los demás? – se rieron.
- Si le tientas saltará sobre ti.
- ¿Te gusta esto? – el chico se agarró la entrepierna con la mano. Jungkook dejó de mirar, volvió la vista a su cuaderno.
Otra bola de papel llegó a él, pero lo ignoró. Alguien más tironeó del cuello de su camisa hacia atrás, lo ignoró. Estaba rodeado. Su rostro, de todas formas, no expresaba emoción alguna. Sus ojos eran vacíos, decaídos, dándole una mirada desinteresada y apática. Su cabeza hacia abajo no daba lugar al contacto visual, y su postura era cerrada, concentrada hacia su pupitre. A su lado nadie se sentaba nunca. Sus amigos se habían alejado. En su mesa había insultos hacia él escritos.
Podría haberle dicho a sus profesores, haberse quejado, pero no les daría más razones a sus compañeros para reírse de él u odiarle. No les daría más razones para llamarle marica o débil. Lo iba a aguantar. No necesitaba a nadie.
Las aulas se disponían a lo largo de un pasillo y se conectaban con éste por medio de ventanas y puertas internas.
Sorpresivamente, la ventana de al lado se abrió de golpe, lo que le hizo sobre saltar.
- ¡Hey! – una voz animada hizo que se callaran todos los insultos y risas - ¿No deberían estar estudiando, niños?
- Park... - soltó uno de los chicos, haciéndose un paso atrás. Jungkook levantó la mirada y vio a Jimin asomado por el marco de la ventana. Jimin giró su rostro y miró al chico frente a Jungkook, con el papel pegado en la frente.
- ¿Qué es esto? – le preguntó, tironeando del papel y despegándoselo. Lo leyó y sonrió - ¿No estás un poco grande para hacer estas bromas? – le preguntó, soltando un resoplido – ¿Sabías que ser marica no es un insulto?
El chico no respondió, sólo se rio incómodo. Jimin se estiró, alcanzó un bolígrafo y escribió algo sobre el papel. Volvió a pegarlo sobre la frente del chico. Había tachado la palabra "Marica", y cambiado por otra.
"Sólo un idiota leería esto".
- Mucho mejor – dijo sonriendo satisfecho.
Entonces, se impulsó sobre el marco de la ventana con sus manos y se trepó. Entró al aula de ese modo, apoyando sus botines de baseball –llenos de tierra- sobre los apuntes del chico.
- ¡Estas pisando mis cosas! – se quejó.
- Oh, lo siento – soltó despreocupado.
- ¡Park! ¡Entra por la puerta! – gritó el delegado del salón desde la otra punta.
- ¡Eso sería aburrido!
Pisoteó las cosas del chico y su compañero, hasta bajar de la mesa y poner sus pies en el suelo.
Jungkook siguió cada uno de sus movimientos, ésta vez sin miedo a levantar su rostro y que le vean. Los chicos a su alrededor se vieron incómodos por la presencia de Park porque era mayor, jugador de baseball popular en la escuela y amigo de todo el mundo. Su presencia intimidaba a los más jóvenes y Jimin era consciente de ello, usándolo a su favor.
- Yugyeom – le llamó Jimin, el chico se encontraba en otro pupitre, quien se había mantenido al margen durante todo el rato, fingiendo que no sucedía nada. Jungkook también fingía ignorarlo, pero en realidad era demasiado consciente de cómo Yugyeom se callaba mientras sus amigos le agredían. Eso, era una de las cosas que más le dolían - ¡Se te extraviaron tus ovejas! ¿A caso no les contaste toda la historia?
- No sé de qué hablas...
Jimin caminó como si no hubiese nadie a su paso, los chicos se hicieron a un lado a penas lo veían pasar, y se sentó en el asiento libre al lado de Jungkook. Las comisuras de los labios del menor estaban comenzando a tirar.
- Niños... Creo que van a estar muy interesados en saber lo que Yugyeom tiene para decir, ¿cierto? – estiró su cabeza para ver a Yugyeom. Su mirada de irritación se volvió en puros nervios. Jimin sonrió tan amplio, estaba seguro que el chico ya estaba sudando – Mierda, ¿no me digas que no lo saben? – fingió estar sorprendido. Los amigos del susodicho se miraron entre sí, confundidos.
- ¿A qué te refieres?
- Oh, no, será mejor que le pregunten a él – volvió a mirar a Yugyeom - Yo no cuento secretos ajenos. Y no soy un cobarde.
La confusión e incomodidad de los chicos fue tanta que no perdieron más tiempo allí y se alejaron. Jimin estaba con una sonrisa de oreja a oreja, orgulloso, satisfecho. Entonces se giró hacia su izquierda, olvidó a todos los demás, y se centró en Jungkook. Él aún se estaba escondiendo del resto, su postura aún buscaba no llamar la atención, pero sus ojos mostraban diversión ahora, su boca tiraba un poco a lo que parecía una sonrisa queriendo rebelarse.
- Hyung... ¿estás loco?
- Tal vez un poco – se rio, y a Jungkook se le llenó el estómago de cosquillas.
Ya no oía las voces de sus compañeros, aunque se había quitado los auriculares ni bien Jimin había entrado al aula por la ventana. No podía oírlos ni verlos porque todo lo que podía hacer era mirar a Jimin. Pensaba que no había aprendido nada al final. Seguía enamorándose torpe y escrupulosamente. Y es que nunca había dejado de estar enamorado de Jimin, incluso cuando se enamoró temporalmente de Yugyeom. Porque las razones por las cuales se había enamorado de Jimin eran infinitas en comparación a las que le habían llevado a enamorarse de Yugyeom. Amores así de fuertes eran insuperables.
- Te van a regañar los profesores...
- Ellos me adoran – admitió con impunidad. Jungkook sabía que era cierto.
El mayor miró a su cuaderno, algunas hojas estaban arrugadas porque las había apretado con fuerza por los nervios. Jimin no dijo nada al respecto, sólo se enfocó en sus dibujos. Era una flor, y a su lado había otros dibujos más desarrollados, desde objetos hasta rostros hiperrealistas.
- ¡Éste es Gong Yoo! – dijo al ver un pequeño sketch del actor. Eso le hizo sentir bastante avergonzado. Admitió que sí, se trataba de él – ¡Es genial! – dijo impresionado.
- Gracias...
- Me encanta este – señaló la flor – Parece que va a salirse de la hoja.
- Estoy mejorando mi hiperrealismo – explicó, su voz siendo baja, y Jimin estaba muy cerca para oírle y responderle con el mismo tono. Nadie tenía por qué escuchar de lo que hablaban – Cuando cumpla la mayoría de edad... quiero tatuármela – dijo, y a Jimin le brillaron los ojos con entusiasmo.
- Es una idea genial para un tatuaje.
Jungkook sentía que su estado de alerta se había desvanecido como bruma con la simple presencia del mayor. Jimin tomó su lápiz prestado, y comenzó a garabatear. Intentó dibujar el rostro del actor Gong Yoo, no muy bueno, pero Jungkook le miró con una sonrisa y atesoró ese momento por cada segundo.
Ambos se rieron por su dibujo, no se parecía en nada a él.
- Sin dudas... el baseball es lo tuyo.
- ¡Hey! – le reprendió con una palmada en su cabeza – Lamento no ser un genio del dibujo como tú, ¿de acuerdo? – su voz fingía indignación y molestia, haciendo a Jungkook reír.
El mayor siguió dibujando, y Jungkook le miró fijo todo el rato, lo observó. Tenía su mirada concentrada, pero su expresión guardaba un atisbo de diversión, de estar disfrutando el estar allí con él. Sonreía para sí mismo, intentando mejorar el retrato que estaba haciendo.
Jungkook rompió el silencio.
- Jimin... - murmuró.
- Honoríficos, por favor.
- Vamos, no te pongas difícil ahora – lloriqueó y Jimin se rio.
- Dime.
- ¿Alguna vez... te rompieron el corazón?
La mano de Jimin se detuvo, dejó de dibujar y su mirada se desvió hacia él, dejando el papel. Lo pensó por un rato, un rato que a Jungkook le pareció bastante largo. ¿No quería decirlo? ¿O simplemente nunca le había pasado?
- Sí... – soltó una risa – Varias veces.
- ¿Estabas enamorado?
- No siempre los que te rompen el corazón son por amor, Jungkookie. A veces... cualquiera en quien depositemos nuestra confianza es capaz de rompernos el corazón.
- ¿Y cómo pudiste superarlo?
- No lo he superado – admitió, y Jungkook sintió que su corazón dolía más ahora, no por él mismo, sino por Jimin. ¿Jimin tenía un dolor que no había logrado curar? – Pero aprendí a vivir con él. Si quieres mi consejo... sólo has cosas que alivien ese dolor, algo que te haga feliz – sugirió, y entonces volvió a mirar su cuaderno – Esto... - señaló los dibujos - Eres demasiado bueno. Pon todo tu dolor en ello, y harás cosas increíbles.
- ¿Crees que pueda vivir de esto? Papá quiere que busque algo mejor...
- ¿Y tú que quieres?
- Quisiera... dibujar y hacer diseño. Hacer portadas para álbumes de rock, para bandas que me gustan.
- Entonces, no importa lo que diga tu padre, o lo que te digan los imbéciles de tus compañeros aquí – balanceó su cabeza señalando hacia sus compañeros – Ve por ello, Jungkookie, y no mires atrás ni a los costados. No te detengas hasta llegar a tu meta.
Cuando llegó el profesor al salón, saludó a Jimin, quien con una sonrisa dio una reverencia muy educada y, esta vez, sí salió por la puerta.
Aunque sus compañeros seguían molestándole, Jimin seguía insistiendo en aparecerse y darles un poco de su propia medicina. Con el tiempo, dejaron de molestar a Jungkook, porque había sido el mismo Yugyeom quien les había pedido que dejaran de hacerlo.
Aun así, Jimin seguía yendo a su salón a hacerle compañía hasta el día que se graduó.
En el sofá del living, Jungkook observaba a Jimin mientras éste lavaba los platos. Hacía un buen rato que había dejado de ver la televisión para observarle, perdido en sus pensamientos y recuerdos de cuando ambos iban al colegio. Tenía tantas memorias agridulces, pero luego de mucho tiempo admitía que no cambiaría nada de todo lo que había pasado ni vivido. No se arrepentía de cómo habían resultado las cosas. De cierto modo, todo había ocurrido de manera perfecta.
¿Cómo no pensarlo así? Si se encontraba en la sala del departamento del chico de quien se había enamorado desde pequeño. Se le dibujaba una sonrisa en su boca al recordar a sí mismo y a Jimin en sus versiones adolescentes.
Sin embargo, por momentos su memoria se oscurecía y volvía lúgubre. Y la interrogación aparecía en su cabeza. Ahora que sabía por el sufrimiento que había pasado Jimin, sentía dolor al saber lo tanto que había soportado sin contarle aquello no más que a sus padres, terapeutas y su hermano Hoseok. Había ido a terapia y él nunca lo había sabido. Había ido a una granja y a reuniones terapéuticas en una iglesia, y nunca lo había sospechado. Jungkook sufrió en la escuela y Jimin nunca había fallado en levantarle del suelo a pesar de cargar con su propio peso. Incluso desde más pequeños, Jimin le cuidaba y estaba atento a sus necesidades, le escuchaba cuando quería hablar y el resto sólo seguía en lo suyo. Le hacía parte cuando su hermano no le quería en los juegos. Jimin lo había visto cada vez que él se sintió pequeño e insuficiente. Insuficiente para la atención de los demás, insuficiente para la aceptación de sus padres, insuficiente para el amor de Yugyeom.
Se levantó del sofá y caminó hacia donde se encontraba el mayor. Le abrazó por la cintura y dejó un beso en el costado de su cuello.
- Deja de lavar... - se quejó, buscando atención – Vamos a la cama...
- Si no termino con esto ahora... mañana lo harás tú porque no puedes con tu genio, chico servicial... - le recordó, y Jungkook se rio contra su cuello mientras le acariciaba el abdomen sobre su ropa.
- Te prometo que no voy a interponerme en tus quehaceres domésticos.
Alzó sus manos, llevándolas a sus hombros, y en la curvatura de su cuello comenzó a masajear. Era el punto débil de Jimin. Soltó su cabeza levemente hacia atrás, un sonido de goce vibró a lo largo de su garganta. Los dedos de Jungkook se movieron con constancia sobre el músculo tenso hasta que Jimin dejó de lavar para apoyar sus manos sobre el borde de la encimera. Las manos se movieron a sus omóplatos, y luego a su cuello otravez. Cada vez que Jungkook hacía esto, tenía a Jimin derritiéndose bajo sus manos. Le gustaba ver que era alguien con quien Jimin lograba relajarse y dejar de estar con la guardia alta.
Volvió a besarle el cuello y apoyó su frente contra su nuca. Respiró el varonil perfume y se sintió abrazado por la calma que le daba la presencia de Jimin.
- Ve a acostarte... iré en unos minutos – dijo con voz suave. Jungkook decidió concederle eso, se alejó y dirigió a la habitación.
Esperó unos cinco minutos, navegando por Instagram en su celular. Jimin apareció y fue al baño, se cepilló los dientes y salió de allí sólo en ropa interior. Jungkook estaba a punto de dejar su celular a un lado, cuando Jimin se sentó sobre él. Pecho definido por el entrenamiento, piel suave desprovista de vello y caderas angostas abrazadas por ese apretado bóxer que llevaba puesto. Jungkook sintió una oleada de placer y calor bajo sus jeans cuando Jimin movió sus caleras sobre las suyas. La cama crujió un poco cuando levantó sus caderas para empujarse contra Jimin.
Jimin abrió más sus piernas y se inclinó hacia delante. Colocó sus manos sobre el pecho de Jungkook, que yacía cubierto con una camiseta aún. Empuñó la prenda mientras se sumergían ambos en un beso profundo. Besos limpios sin sabor a alcohol. Hacía algunas noches que Jimin había adoptado el hábito de no beber alcohol en cada cena. Sabía a pasta dental y olía a bosques de pino.
Sus caderas se balancearon, presionándose contra la suya y Jungkook tenía estrellas detrás de los ojos y fuego flameando por todo su cuerpo. Podía sentir la firmeza de los glúteos de Jimin sobre él a pesar de la ropa que se interponía, y él levantaba sus caderas para presionarle, para que Jimin pudiera sentir cuánto lo deseaba en ese instante. Con locura.
Tenía sus manos a cada lado del rostro del mayor, impidiéndole separarse, pero luego las deslizó desde allí por su cuello y luego por los costados de su cuerpo hasta llegar a su trasero. La tela fina del bóxer no le impidió mantener un agarre fuerte, apretó y amasó al mismo ritmo lento y placentero que Jimin mantenía sobre él. Ondulaciones poderosas de su cuerpo duro y musculoso contra el suyo le volvían más loco con cada segundo. Jimin mantenía el control, pero mostraba sus arrebatos de excitación lamiéndole la boca, mordiéndole los labios y la barbilla.
- Te quiero todo... - susurró, con pesada fogosidad. Jungkook no tenía problema en darle todo, haría lo que quisiera. ¿No era obvio ya? Estar así de excitado, con la persona que amaba era un viaje a las estrellas con boleto sólo de ida.
Se impulsó con sus talones hacia arriba, empujando y levantando el cuerpo de Jimin. Éste gimió en su boca, su ceño estaba fruncido, sus manos ahora en su cabello a cada lado de su cabeza, sus codos clavados en la almohada donde descansaba Jungkook. Sus cuerpos pegados, su trasero sintiendo la hombría de Jungkook presionando y deseando, sus manos insistiendo sobre sus glúteos, apretando, clavando sus dedos hasta el punto de volverse doloroso. Cuando una palmada se le escapó, Jimin se presionó más contra él y el calor aumentó. Incluso el sonido de sus ropas rozándose con fervor era excitante. La camiseta de Jungkook comenzaba a pegarse en su pecho por el sudor. El aroma de su cuerpo sudoroso se evaporaba junto a su perfume por el calor y Jimin tenía la cabeza en las nubes. Adoraba cómo olía. Le daba besos más duros y desesperados, sus labios estaban hinchados y ardían.
Otro golpe llegó, Jimin gimió de gusto, aprobaba en un cien por ciento tener las manos de Jungkook sobre él y estrellándose contra su piel como quisieran, era un premio, no un castigo. Probablemente quedarían sus dedos marcados en su culo al día siguiente, pero la idea le parecía absurdamente excitante.
Jimin se movió sobre él, rozó su trasero contra la dureza debajo de los pantalones de Jungkook, éste se empujó contra él y apretó desde su culo aún más sus caderas, tironeó de sus bóxers.
Todo fue besos, empujones y manoteos.
Y un crujido de escuchó en la habitación.
Ambos se detuvieron por un momento, mirándose a los ojos con sus bocas abiertas. Jimin se irguió, alejándose de él y llevó su mano hacia atrás de sus caderas. Se giró sobre sí para mirarse.
- ¿Has... roto mis bóxers?
- Uhm... ¿tal vez?
Jimin salió de encima suyo y se acercó a uno de los espejos que había en una esquina de la habitación, se miró y no podía creerlo.
- ¿En serio? – le preguntó y Jungkook comenzó a reír.
- Lo siento... puedes comprarte otros.
- ¿Y qué si eran mis favoritos? ¿Mis bóxers de la suerte? – cuestionó con indignación, aunque sólo estaba bromeando.
- No tienes algo como eso... - se defendió – Sólo tienes tu gorra y un par de calcetines de la suerte.
Jimin siguió mirándose al espejo, su trasero era perfectamente visible entre la tela abierta.
- Lo has abierto a la mitad... se ve ridículo.
- Hm... para mí se te ve bien – dijo con una sonrisa divertida – Muéstrame, quiero verlo.
El rubio se giró, ésta vez enfrentando el espejo y dándole la espalda a Jungkook.
- Una obra de arte – dijo, haciendo reír al mayor, quien ahora caminaba en su dirección y volvía a la cama – Lo siento, sólo quería facilitar el acceso... - le sonrió dulcemente. A Jimin le tembló el cuerpo, sintió que sus piernas le estaban por abandonar. Se hubiera dejado caer ante Jungkook y pedido que hiciera lo que pensara mejor para él, porque Jungkook siempre parecía saber exactamente lo que él necesitaba.
- Entonces hazlo de una vez... - se inclinó, sujetándole con las manos desde su mandíbula y besándole la boca con hambre – Dije que te quiero todo... - susurró en sus labios.
- Acuéstate boca abajo.
Órdenes, le encantaba recibir órdenes de Jungkook. Sintió tanto calor en la zona baja de su cuerpo que casi suplica clemencia. Pero debía ser paciente, Jungkook le daría lo que quería.
Se recostó sobre la cama, boca abajo, y con su rostro apoyado de lado contra las sábanas vio a Jungkook moverse por la habitación, abrió el cajón de la mesa de luz para sacar lubricante y condones. No le vio quitarse la ropa en ningún momento. Le perdió de vista cuando volvió a los pies de la cama. El colchón se hundió cuando se subió a ella y se colocó encima suyo, el cuerpo de Jungkook pesado al sentarse sobre sus muslos. El vello de su cuerpo se encrespó al al escuchar el "cling" de su cinturón siendo desabrochado y el deslizar de su cremallera. e
Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando la mano de Jungkook con lubricante le tocó.
Se entregó a Jungkook, y no era la primera vez que lo hacía.
Cuando sus cuerpos se unieron, Jimin respiró profundo, se sujetó a las sábanas, retorciéndose de goce. Era demasiado abrumador para su cuerpo. Y saber que se trataba de Jungkook lo volvía aún mejor.
Una caricia de los dedos suaves de Jungkook subió desde el elástico de su bóxer hacia arriba, acariciando cada vértebra. Había entrado en él, pero no había iniciado ningún movimiento aún. Cuando comenzó a moverse, separó su cuerpo del colchón, se impulsó con los codos inquieto, buscando contacto. Jungkook estaba demasiado lejos, erguido detrás de él.
- Abrázame... - le pidió, anhelando con sudor y ardor tenerlo más cerca.
- Iba a hacerlo... - dijo con una sonrisa, inclinándose sobre su espalda, pegando su torso a ella. A pesar de la ropa entre ellos, Jimin estaba satisfecho de todas formas. Jungkook le rodeó el pecho con un brazo y con el otro el cuello. Lo inmovilizó por completo mientras se movía en él - ¿Se siente bien...?
- Sí...
Desde que Jimin había recibido a Jungkook por primera vez, lo habían vuelto a hacer otras veces. Se había encontrado a sí mismo en el rol de recibir placer y cuidado. Se vio disfrutando de entregarle a Jungkook el control de sí mismo, de las sensaciones de su cuerpo y de sus reacciones. Incluso hasta de sus pensamientos. Era una posesión que le hacía sentir bien y no le limitaba.
Una vez que terminaron, Jimin lanzó al suelo sus bóxers rotos y se metió a la cama con el pelinegro finalmente desvestido. Éste se había sentado y apoyado su espalda en la montaña de almohadas mientras tenía a Jimin entre sus piernas y brazos, recostado de espaldas sobre su pecho. Él le acariciaba, y Jimin estaba complacido, relajado. Se dejaba acariciar el pecho y los brazos, se dejaba mimar a todo momento. Y Jungkook disfrutaba ser quien estuviese a cargo de esa atención.
Él adoraba sentir a Jungkook cerca, lo disfrutaba más que desde el punto de vista sexual. Adoraba su atención y su tacto, la presencia de su cuerpo, el sentirse acompañado y protegido. No tener que ser el que debía auto-protegerse y proteger a otros era algo bueno.
- Estar alerta... es desgastante – expresó con honestidad. Jungkook siempre escuchaba sus divagaciones nocturnas.
Ser vulnerable tanto sexual como sentimentalmente no era fácil, pero con Jungkook se sentía seguro serlo. Bajar la guardia era seguro con Jungkook a su alrededor.
- Y con tus novias... ¿Nunca fuiste vulnerable?
- Nunca – admitió – A las mujeres les gusta ser las atendidas y protegidas.
- ¿Ellas tampoco sabían por qué te fuiste de Busan?
- No.
- ¿Ni una sola de ellas? – no pudo evitar sonar sorprendido.
- Ni una sola – reafirmó.
- ¿Nunca quisiste contárselos?
- Un hombre que pasa por eso no es atractivo.
- Pero... eso no tiene nada que ver con el atractivo... - dijo en un hilo de voz.
- Igual, es... complicado. Cuando sales con mujeres, debes ser un semental. Hombre masculino y fuerte con todo resuelto. Ellas son las que lloran, y tú debes tener tus brazos abiertos y hombro preparados.
A Jungkook le pareció triste que Jimin se sintiera así de presionado, aunque era la realidad de la sociedad en que vivían. ¿En qué momento Jimin había soportado tanto sin expresarlo realmente?
- Esa chica, Yongsun, parecía estar realmente enamorada de ti. Tal vez, si le hubieras dado la oportunidad de ayudarte, lo hubiera hecho. Nadie puede solo, eso me lo enseñaste tú.
Podría ser, probablemente tenía razón como siempre. Pero por algo sucedían las cosas a veces, y Jimin no se había sentido cómodo para hacerlo. Suponía que no era coincidencia el por qué había logrado hacerlo con Jungkook, cuando era evidente lo tan cómodo que se sentía con él, lo tanto que lo quería. Estaba agradecido de tenerle, de que no le juzgara a pesar de saber sobre sus debilidades. Quería ser realmente mejor, ser ese buen partido que todos querían y que Jungkook se merecía. Por esa razón quería mantenerse alejado del alcohol y cualquier otra sustancia. Él necesitaba ser bueno para Jungkook, necesitaba pagarle por todo lo que le estaba dando, por todo lo que le estaba haciendo sentir.
Jimin inspiró profundo y soltó el aire por su nariz, dejándose hundir más el pecho y brazos de su chico. Lo quería así para siempre. Sabía lo que era, lo que le estaba pasando; ese aleteo en el pecho y sensación vibrante en su estómago al estar en sus brazos.
Estaba enamorado.
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Buenas, gente bella 💜
En este capítulo quería mostrar un poco de lo que Jimin significó para Jungkook cuando estuvo pasando por un momento duro, y lo que Jungkook significa para Jimin actualmente. Sus historias se entrelazan y sus razones por querer al otro son similares. Han sido y son el lugar seguro del otro, donde no tienen que fingir ser fuertes.
Espero les haya gustado.
Gracias por leerme!
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