(All) Gets Dense

1 año después...


—Muchas gracias señorita, no sabría cómo pagarle...

—No fue nada, es mi trabajo después de todo.

Aquella anciana me dio el último de tantos abrazos y entró a la habitación donde se encontraba descansando su preciado nieto. 

Luego de la muerte de Orlando, abandoné la Universidad. Poco después, el decano me otorgó el bachillerato debido a que ya había aprobado todo, y que Orlando sólo obstaculizaba mi egreso por su obsesión. La verdad, pienso que sentía culpabilidad por todo.

—Alexa, llego otro paciente.

Supiré pesadamente y asentí para que Paolo se fuera. Hace 5 meses que salí de mi auto-exilio para ayudar a mi madre en la "clínica" que teníamos en casa. Mis primos Paolo y Antoine también trabajaban con nosotros. A pesar de que no tomábamos descansos en días, la clínica siempre estaba llena. 

Todo esto debido a que la tasa de criminalidad en la ciudad se había incrementado en niveles insospechados, juraría que en Sodoma y Gomorra habría más orden que aquí. Y la culpable era yo, porque después de que Orlando muriera y rechazara tomar la mano de D, él simplemente desapareció.

—¿Qué sucedió esta vez?— Entré a la habitación en la que se encontraba el nuevo paciente. A primera vista noté que había sido golpeado de maneras muy crueles, y que debíamos actuar rápido antes de que alguna hemorragia interna lo termine matando.— No digan nada, ustedes ya tienen la suficiente experiencia para solucionar este tipo de casos.

Salí de la habitación y de la clínica, necesitaba un respiro de todo este ambiente.

El ambiente nocturno me traía cierta calma, siempre amé la oscuridad por la facilidad de esconderse o desaparecer en ella. Es el principio y final de la vida, y parte de nosotros en todo momento.

—¿Alexandra Benítez?— Levanté la mirada y noté como un grupo de chicas se me acercaban.— ¿Realmente eres tú?

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué desean?— No conocía a ninguna, y su vestimenta un tanto oscura me traía muy mala espina de todo esto.—

—No te preocupes, estamos aquí para agradecerte por todo.

Estaba confundida, nunca las conocí y he estado escondida por un año. ¿O es que se han confundido de chica?

—¿Agradecerme por qué?— De a pocos noté que estaba siendo rodeada por el grupo de chicas. Esto no iba a terminar en algo bueno.

—Por quitarme a mi hermano y destruir mi familia. Desde que D te salvó, desapareció.— Sorpresivamente, una de ellas me propinó una patada en el abdomen, por lo cual me dejé caer de lleno al suelo.— ¿¡Acaso no te duele ver todo lo que causaste!?

—¡Esta ciudad ahora es un infierno!— Otra de las chicas me tomo del cabello y levantó mi cabeza para que la viera a los ojos. Yo mantenía una mirada inexpresiva— Perra asquerosa. ¡Tú lo mataste!

Luego de recibir un par de golpes en la cara, la chica que me sostenía el cabello me lanzó contra la pared. La sangre fluía fuera de mi nariz y boca. Ya en el suelo, se juntaron para arrancarme la ropa que llevaba y patearme hasta que muera. Sabía que la única salida era fingir mi muerte y esperar a que se aburrieran de ello, solo así podría ir a mi cuarto y encerrarme otro mes hasta recuperarme. Este tipo de ataques se han vuelto comunes para mí.

—¡Aléjense de ella!

Escuché un disparo y rápidamente sentí que mis verdugas salían corriendo despavoridas por el callejón de donde vinieron. Decidí mantenerme quieta, quizá el recién llegado sea algo peor que ese grupo. No debía moverme por nada del mundo.

—Oye, ¿Te encuentras bien?

. . .

. . .

Alexa... Por favor, no lo hagas.

—Me acaban de golpear entre cuatro personas, tengo sangre en mi cara y toda mi espalda de diversos colores. ¿¡Y ME PREGUNTAS SI ESTOY BIEN!?

¡Sé que es estúpido de mi parte, pero es la pregunta más estúpida del universo! No me importaba que aquel encapuchado chico me mate o me haga peores cosas, pero debía decírselo. Aunque dudo mucho que me haga algo con el nivel de idiotez que tiene.

—Ya veo el porqué te odian tanto.—De a pocos sentía como la lluvia comenzaba a caer, y al no tener nada que me cubra simplemente me relajé para sentir cada gota. De pronto noté que el encapuchado me estiró su mano para ayudarme— Si te quedas aquí te puedes enfermar. Tienes suerte de que te hayan golpeado detrás de una clínica.

—Yo trabajo en esa clínica, me haría eutanasia si pudiera.

—No digas eso, sé que todo esto no puede estar peor pero necesitamos a más como tú que hacen acciones nobles.

La lluvia cobró más intensidad, al punto que mi rostro tenía cada vez menos sangre.

—No tengo toda la noche para esperarte, tomas mi mano o la dejas.

—Chico... Lo tomaría pero si me muevo más, me quebraría una vértebra y terminaría en cama de por vida.— El chico lentamente retiró su mano y se quitó el saco que tenía para cubrirme con ello.— Llama a alguien de la clínica y diles que Alexa necesita ayuda, ellos sabrán qué hacer. Y gracias por todo emm... chico encapuchado.

—Puedes decirme E, quiero ser el sucesor de D y liberar a la ciudad del caos.

Ambos nos mirábamos fijamente, él tenía una expresión de alegría y seguridad, mientras yo mantenía mi inexpresividad.

—¿Primer día que haces esto no?

—¿¡Cómo lo sabes!?

—Chico, deja los cómics o lo que sea que ves en televisión e internet. Y si son drogas con más razón.—Aquel chico quería hablar pero levanté un dedo en señal de silencio.— Tuviste suerte de no toparte con alguien peligroso de verdad, o estarías en mi clínica tratando de salvarte la vida.

Aquel chico dejó su seguridad y lentamente caminó hacia la puerta trasera de la clínica. Notaba por su manera de caminar y su postura que esas palabras le habían destrozado el corazón y la esperanza.

—Alexa, te demoraste mucho...—Paolo abrió la puerta y se sorprendió de ver a E allí.— ¿Quién eres?

—Eso ya no importa, Alexa necesita ayuda. Está allá tirada.— E señaló hacia mi posición, notaba melancolía en sus palabras. Empecé a sentirme culpable.—

—¡Dios, Alexa!

Paolo cerró la puerta y entró nuevamente a la clínica en busca de una camilla. Eso tomaría tiempo ya que todas estaban ocupadas. Aquel chico encapuchado caminaba lentamente por donde había aparecido. No podía seguir viéndolo así.

E, ven aquí.

—¿Qué quieres ahora?

—Solo ven aquí.

E se acercó a paso lento y se arrodilló al llegar a mi lado. La lluvia no cesaba y ambos estábamos completamente empapados.

—Yo conocí a D, tu ídolo.

—¿¡En serio!? ¿Te salvó?

—Aún me pregunto sobre lo que sucedió, pero el punto es que no solo se trata de querer hacer algo. Necesitas muchas cosas para lograrlo. Él sabía demasiadas cosas, y eso lo llevó a ser la leyenda que es. 

—Lo necesitamos, no sé por qué desapareció.

—Yo tampoco lo sé, pero si quieres reemplazarlo debes empezar a entrenarte y aprender que a veces se combate fuego con fuego. 

Coloqué mi mano sobre la cabeza de aquel chico, era un adolescente aún y no quería que su visión lo llevase a la muerte. Aun tiene mucho por hacer aquí.

—Lo haré Alexa, debo cuidar a mi familia de todo este caos.

—Todos quieren eso, y sé que lo lograrás.

Cuando se escuchó las ruedas de la camilla E salió corriendo por un callejón y desapareció. Aún tenía su saco y él no se dio cuenta de ello. Apenas llego la camilla, Paolo y Antoine me levantaron y me dejaron sobre la camilla con mucho cuidado. 

Entre lo que me revisaban y atendían, recordé las épocas en las que era como E. Admito que durante ese reto me había ilusionado mucho con la idea de que D era un héroe, un ídolo, y cosas así.

Era fanática de los cómics, series de televisión y libros. Pero luego de todo lo que sucedió y cuando conocí de cerca a D, me di cuenta de algo.

Esta no es una historia, o película o cómic como todos creen. Aquí no hay finales felices, cada día todo se pondrá peor y todo se irá lentamente al diablo, si es que no está aquí con nosotros todavía.

Y si alguien puede sacarme de todo esto, rogaría por que me salve. Y si D era ese alguien, me arrepiento de no haberle dado la mano aquel día.

—¿Puedes inyectarme esto Paolo?— Saqué un frasco pequeño de mi bolsillo. Era Ketamina, algo que mi padre solía usar en sus momentos de mayor estrés.—

—Alexa, sabes que a tu padre no le gustaría.

—Solo hazlo, sabes que estoy a mi límite.

Paolo me cargó y me llevó a mi cuarto. Una vez en mi cama, me inyectó todo el contenido del frasco, me amarró a la cama con cordones de manera muy sutil y cerró la puerta con seguro.

Hasta mañana, asquerosa realidad.

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