Capítulo 18
El primer sentido que despertó en Horacio fue el del oído. Un pitido intermitente y monótono resonaba en su cabeza, acompañado del zumbido de voces apagadas a su alrededor. Su cuerpo se sentía pesado, como si una enorme losa lo aplastara contra la cama. Cada músculo dolía, cada respiración le costaba esfuerzo.
Abrió los ojos lentamente, cegado por la luz blanca del techo. Parpadeó varias veces, confundido, desorientado. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y su instinto de protección se activó al instante.
Sus cachorros.
El recuerdo del caos lo golpeó como una ola: las manos de los mafiosos sujetando a Sam y Kiara, los disparos, la desesperación, el dolor desgarrador recorriendo su cuerpo. Su respiración se aceleró. Trató de moverse, pero un dolor agudo en las costillas le cortó el aliento.
— Horacio... tranquilo...
Esa voz.
Se giró con brusquedad y encontró los ojos de Volkov, intensos y preocupados. El alfa estaba sentado a su lado, sujetando su mano con firmeza. Pero Horacio aún estaba atrapado en el pánico. Su cuerpo le gritaba que debía levantarse, que tenía que proteger a sus cachorros.
— ¿Dónde están? — preguntó con urgencia, intentando levantarse de la cama.
— Están bien — respondió Volkov de inmediato, tomando sus manos — están a salvo, Horacio. No te muevas demasiado, estás herido.
— No me importa — soltó entre dientes, forcejeando con él — tengo que verlos...
Volkov frunció el ceño, pero no lo soltó. El alfa entendía el estado en el que estaba su esposo. La agresividad, el instinto desbordado de protección. No lo culpaba.
— Los niños están con Nina y Brown — dijo, manteniendo su voz firme pero serena — nadie puede hacerles daño ahora.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro? — Horacio gruñó, con la respiración agitada — no estuve allí para protegerlos. No supe si estaban bien.
— Yo me aseguré de que estuvieran protegidos —insistió Volkov al ver cómo las manos de este temblaban. Sabía que quien hablaba era el miedo, el mismo que no lo dejaba pensar con claridad — no voy a dejar que nada les pase, Horacio.
Pero el omega no podía detener la sensación de descontrol. Había pasado demasiado tiempo en peligro, con sus hijos bajo la amenaza de aquellos mafiosos y por su mente sólo podía ver aquellas imágenes de sus cachorros siendo apresados.
— Todo esto fue mi culpa — soltó de repente el omega mientras que su voz se quebraba.
— ¿Qué? — preguntó confundido dejando denotar la sorpresa en sus ojos.
— Si yo no hubiera estado ahí... si no hubiera sido una carga... si no estuviera embarazado, no habría sido un blanco fácil para ellos — continuó diciendo mientras que su el alfa no pudo evitar sentir una punzada en el pecho. Era la primera vez que Horacio admitía en voz alta lo que lo atormentaba.
— No digas eso — espetó, tomando su rostro entre sus manos para que lo mirara — nada de esto fue tu culpa.
— Pero si...
— No... te lo prohíbo.
La voz de Volkov tembló ligeramente, pero su agarre fue firme. Horacio notó cómo su esposo también estaba al límite, como si hubiese estado conteniendo todo hasta ahora.
— Yo debía protegerte — continuó el alfa, con un brillo de rabia contenida en sus ojos — yo debía asegurarme de que nada te pasara, te lo juré el día que nos casamos en ese altar, te lo repetí en incontables ocasiones por nuestro trabajo y...
Horacio sintió un nudo en la garganta. Se quedó en silencio por un momento, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo comenzaba a ceder. Volkov lo estaba sacando del frenesí, como siempre lo hacía. Su sola presencia era suficiente para estabilizarlo, para recordarle que no estaba solo.
Estaba a punto de responder cuando luego de soltar un suspiro bajó su mirada aún con los ojos cerrados.
Y entonces lo sintió.
Un pequeño movimiento, algo sutil, tanto que si fuese su primer embarazo, no hubiese logrado percibirlo. Sus ojos se abrieron sorprendido para luego observar la mirada grisácea de su alfa. Volvió a sentir aquel movimiento e instintivamente las manos a su vientre.
— El bebé... — susurró, con la ilusión impregnada en su voz.
Volkov sintió cómo su corazón se apretaba en su pecho. Había esperado este momento. Sabía que Horacio reaccionaría así en cuanto tuviera un segundo para pensar en ello.
— El bebé está bien — dijo suavemente, cubriendo sus manos con las suyas — el médico lo revisó. Su ritmo cardíaco es fuerte...
— No, no, el bebé — volvió a conectar la mirada con este y tomó su mano para llevarla junto a la suya a su vientre — se movió...
Ante aquello Volkov no supo cómo responder más que con una sonrisa. Sintió que el aire le abandonaba por un momento. Sus ojos bajaron instintivamente hacia el vientre de Horacio, sus manos aún sobre las de él, como si temiera moverlas y romper la magia del instante. Su cachorro... su pequeño bebé se había movido por primera vez y ambos habían estado juntos para apreciarlo.
Horacio lo miraba con los ojos brillantes, su expresión atrapada entre la emoción y la vulnerabilidad. Volkov no pudo evitar pensar en lo mucho que Horacio había pasado solo con este embarazo, lo mucho que había soportado sin decírselo. Y ahora, en medio de todo el caos, de la angustia, del miedo... su bebé le estaba recordando que seguía allí. Que era real.
Volkov deslizó su pulgar por la piel cálida de su esposo, sintiendo un profundo respeto y devoción por él.
— Se movió — repitió en un susurro, como si la certeza apenas estuviera asentándose en su mente.
Horacio asintió, mordiéndose el labio. No pudo evitar que una risa quebrada escapara de sus labios, mezclada con un sollozo de alivio.
— Pensé que lo perdería... — confesó con su voz temblorosa.
Volkov sintió que su pecho se encogía de dolor. Se inclinó hacia adelante, apoyando su frente contra la de Horacio, haciendo que sus respiraciones entrelazándose.
— No — murmuró — no lo perderemos. Está aquí... fuerte, sano. Igual que tú.
Las lágrimas de Horacio se deslizaron silenciosas por sus mejillas, pero esta vez no eran de miedo, sino de alivio. Volkov dejó un beso suave sobre su frente, luego otro en su sien, en un intento de calmarlo aún más. Y fue en ese instante cuando su sentido de alerta y hostilidad, comenzó a hacerse menor.
— Sammy y Kiara... van a estar tan felices — dijo Horacio, con una pequeña sonrisa entre sus lágrimas.
Volkov sonrió con ternura, pasando los dedos por los rizos despeinados de su esposo. Aprovechando el momento para inclinarse y dejar un beso en la piel de su vientre, con una devoción silenciosa. Haciendo que Horacio sintiera su corazón latir con fuerza. Por un momento, todo lo malo desapareció. No estaban en un hospital, no estaban heridos, no habían pasado por todo lo que sufrieron. Solo estaban ellos dos, y la nueva vida que crecía dentro de él.
Sin embargo, en medio de ese silencio, Horacio sintió como levemente aquella sensación de pánico lo volvía a invadir. Comenzó a sobrepensar todo, su mente volvió a llenarse de aquellas imágenes sobre lo que le había ocurrido a él y como su familia había soportado tanto. Volkov lo comenzó a notar y fue cuando vio en su rostro que su mente le había comenzado a ganar de nuevo. Y es que Horacio ya no podía detener la ola de pánico que lo atravesaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos comenzaron a temblar.
— Pudo haber muerto... — susurró con voz quebrada — pudo haber...
— No lo hizo — Volkov lo abrazó antes de que terminara la frase. Horacio se derrumbó en su pecho, su respiración entrecortada y agitada — está bien... ambos lo están...
Horacio negó con la cabeza, sin poder contener el llanto. Todo el miedo, toda la angustia y desesperación acumulada lo aplastaron de golpe.
— No puedo... no puedo perderlo, Volkov — murmuró entre sollozos — no después de todo.
— No vas a perderlo —afirmó con absoluta seguridad mientras que lo sostenía con más fuerza — pero tienes que cuidarte, Horacio. Tienes que dejar que te cuide... — comenzó a acariciar su espalda en un intento por calmarlo.
Horacio sollozó contra su pecho, aferrándose a su camisa con fuerza. Sentía que no podía respirar, que todo lo que había pasado lo estaba golpeando de una sola vez.
— No tienes que hacerlo todo solo... — Volkov se apartó un poco y tomó su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarlo. En sus ojos solo había amor y determinación — Ya no más... estoy contigo.
— ¿De verdad...? — Horacio parpadeo, haciendo que sus lágrimas cayeran por su rostro con mayor intensidad — tu... Dios yo, con todo lo que pasaba no... no pude asimilarlo... ¿acaso tú ya...?
— Sí — afirmó el alfa mientras le dedicaba una sonrisa leve.
Horacio se quedó inmóvil por un momento, su respiración entrecortada por el llanto. Sus ojos recorrieron el rostro de Volkov con desesperación, como si buscara en cada detalle la confirmación de sus palabras.
—¿De verdad...? — repitió nuevamente en apenas un susurro, como si temiera que al decirlo en voz alta todo se desvanecería.
— Sí, Horacio — Volkov asintió con suavidad, manteniendo sus manos firmes en el rostro de su esposo — lo recuerdo todo.
El omega sintió que su pecho se contraía con más fuerza, un sollozo ahogado escapó de sus labios y Volkov lo recibió entre sus brazos con cuidado.
— Viktor... — susurró su nombre con un temblor en la voz, escondiendo su rostro en su cuello de su alfa y aspirando su aroma.
— Estoy aquí... te recuerdo, Horacio. Recuerdo todo — continuó diciendo en un tono bajo, casi reverente, como si con cada palabra quisiera sellar esa verdad en el alma de su esposo — A ti... a Sammy, a Kiara, a nuestra vida juntos.
— Pensé que... — Horacio dejó escapar un pequeño sollozo, sus manos aferrándose con más fuerza a la camisa del alfa — pensé que te había perdido para siempre...
— Nunca, Horacio — Volkov cerró los ojos, su propia respiración temblorosa mientras acariciaba la espalda de Horacio con lentitud — Nunca me perderás.
El omega se separó apenas lo suficiente para verlo de nuevo, como si aún no pudiera creerlo del todo. Sus dedos temblorosos recorrieron el rostro de Volkov, delineando cada rasgo que había temido que jamás volviera a mirarlo con la misma intensidad de antes.
— Vik... — su voz se quebró al decir su nombre otra vez, con el peso de todas las noches que lo había pronunciado en soledad, con el dolor de todas las veces que había mirado sus ojos sin encontrar en ellos el amor que ahora veía reflejado en su mirada.
— Lamento tanto haberte hecho pasar por esto... — Volkov tomó su mano y la presionó contra su mejilla, besando su palma con ternura — lamento haberte lastimado sin siquiera saberlo.
— No fue tu culpa... pero dolió — admitió en un susurro mientras negaba con la cabeza — dolió más de lo que puedo describir.
— Lo sé... — trató de calmarlo — y daría lo que fuera por cambiarlo.
— Pero regresaste a mí... — Horacio lo miró por un instante antes de esbozar una sonrisa temblorosa — a nosotros — tocó su vientre nuevamente.
— Siempre lo haré — tomó el rostro del moreno con delicadeza entre sus manos — siempre...
Finalizó para luego sellar sus palabras con un beso. Uno que ambos habían anhelado desde hace mucho, uno que Volkov no sabía que necesitaba hasta que recuperó sus recuerdos. Mientras que Horacio, soñaba cada noche con volver a unir sus labios con los de su esposo, su alfa, el amor de su vida. Y en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, Horacio sintió que podía respirar otra vez.
— No quiero que vuelvas a sentir algo así — murmuró el alfa una vez rompieron el beso — no quiero que tengas que temer por nuestra familia nunca más — continuó diciendo mientras que mantenían sus frentes juntas.
— Cuando me enteré... — susurró, como si estuviera confesando un secreto — cuando supe que tendríamos otro cachorro yo... — bajó la mirada y acarició su vientre con suavidad — al principio tuve miedo... mucho miedo... — Volkov lo miró con atención, esperando que continuara — no estabas ahí para mi, me refiero... estabas ahí pero, no podía contar contigo como siempre... — soltó un suspiro pues no sabía muy bien cómo expresarse — no sabía cómo reaccionar... pero después... después solo sentí amor — Volkov sintió que su corazón se apretaba — este bebé es nuestro, Volkov. Es una parte de nosotros. Y aunque tenga miedo, aunque sepa que nuestro mundo está lleno de riesgos... no cambiaría nada.
El alfa deslizó una mano hasta su vientre y lo acarició con ternura. No estaba preparado para la ola de emociones que lo atravesó en ese momento.
— Yo también sentí miedo cuando lo supe — admitió en un tono de voz más bajo de lo normal — pero luego pensé en ti, en Sam, en Kiara... en cómo esta familia significa todo para mí.
— Mira cómo hemos cambiado... — Horacio dejó escapar una pequeña risa, temblorosa pero sincera — antes ni siquiera hablábamos de formar una familia.
— Y ahora no puedo imaginar mi vida sin ustedes — susurró Volkov, inclinándose para rozar su frente contra la de Horacio — Sin ti... o sin nuestros pequeños...
Horacio cerró los ojos y dejó que su aroma se mezclara con el de Volkov. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió seguro.
— Vamos a estar bien — murmuró Volkov — lo prometo.
Horacio respiró hondo, permitiendo que la calidez de Volkov lo envolviera. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podían estar a salvo. Que todo ese sufrimiento estaba quedando atrás.
Pero entonces, un pensamiento lo golpeó como un puñal al corazón.
¿Y si Volkov nunca hubiera regresado?
Si todo hubiese salido mal aquel día... si en ese operativo donde perdió la memoria hubiera perdido algo más que sus recuerdos.
El miedo se filtró en su pecho como una sombra, trayendo consigo un torbellino de emociones que lo transportaron a aquella última conversación que tuvieron antes de que todo se desmoronara.
[Flashback: La Noche del Operativo en que Volkov perdió su memoria]
El sonido de la puerta cerrándose con fuerza retumbó en la oficina. Horacio se giró con furia, sus ojos encendidos de rabia mientras señalaba a Volkov con un dedo acusador.
— No puedes hacer esto — comenzó a decir una vez ingreso.
— No empecemos, Horacio — Volkov suspiró con cansancio, frotándose el puente de la nariz antes de encararlo.
— No empecemos, mis cojones, Volkov — espetó el omega, avanzando hasta quedar frente a él — no puedes simplemente tomar esta decisión sin siquiera hablarlo conmigo.
— Tuvimos tiempo para ultimar los detalles — le respondió el alfa mientras le extendía el cartapacio con los papeles.
— No, tú tuviste el tiempo, yo no — aclaró mientras lo tomaba y arrojaba hacia un lado.
— ¿Y que se supone que hiciera? — le reclamó con ironía mientras que elevaba su voz — ¿esperar otro par de semanas hasta que pasarás por la oficina?
— Bueno discúlpame por priorizar a nuestros cachorros... — le respondió de igual forma — por si lo has olvidado, tu hija acaba de cumplir 3 años...
— Créeme que lo sé, Horacio — respondió comenzando a enojarse más — yo estuve ahí, también es mi hija — se le acercó a este — y, lo lamento si te enoja esta situación pero a mí sí me importa mi trabajo.
— ¿Qué cojones dices? — le replicó alterándose más — a mi también me importa mi trabajo, sólo que yo si tengo las prioridades bien claras, no como tú.
— También tengo mis prioridades claras Horacio...
— Tú y yo hicimos un acuerdo — Horacio golpeó la mesa, provocando que algunos papeles cayeran al suelo — ¡Tú prometiste que nunca haríamos algo así, que ninguno de los dos arriesgaría su vida de esta manera!
— Esto es diferente — intentó razonar con el omega.
— ¡No, no lo es! — Horacio lo señaló con el dedo y sus ojos encendidos de furia — dijiste que íbamos a ser un equipo, que no nos haríamos esto el uno al otro. ¿Eso ya no importa?
— Estoy haciendo lo que tengo que hacer — le respondió apretando la mandíbula.
— No, estás haciendo lo que quieres hacer, lo que siempre haces — le volvió a reclamar enojado — Te obsesionas, te metes tan profundo que te olvidas de todo lo demás. ¡Nos prometimos que no volveríamos a esto!
— Y también te prometí que siempre te protegería — contraatacó el alfa — ¿Qué quieres que haga?, ¿Qué me siente en un escritorio mientras el mundo se cae a pedazos?
— ¡Quiero que recuerdes que tienes una familia, Volkov! — le dijo pie tras que con su dedo le daba en el pecho — ¡Que me tienes a mí y a nuestros hijos esperándote en casa!
— ¿Y crees que me olvido de eso? — no pudo evitar reírse en un tono algo amargo — todo lo que hago, lo hago por ustedes.
— ¡No, lo haces por ti! — espetó Horacio mientras su voz se quebraba — si lo hicieras por nosotros, estarías en casa. No pondrías tu vida en peligro sabiendo que Sammy y Kiara te esperan cada noche.
Volkov desvió la mirada por un segundo, pero cuando volvió a alzarla, su expresión era fría, cerrada.
— No puedo dejar esto.
— ¿Entonces qué se supone que haga yo, Volkov? — Horacio sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago — ¿Acostumbrarme a la idea de que un día podría recibir una llamada diciendo que estás muerto?
Volkov se levantó de su silla, apoyando las manos en la mesa mientras lo miraba con una mezcla de cansancio e irritación.
— ¡Joder es que contigo siempre es lo mismo! — continuó diciéndole mientras las lágrimas comenzaban a sobrepasarlo — no te das cuenta, Dios quiero pensar que no te das cuenta porque si lo hicieras adrede... — se tomó un segundo para respirar — tú te bloqueas, te ciegas, te concentras tanto en el trabajo que te olvidas de todo lo demás. Antes podía soportarlo, ya sabes pensaba "es sólo algo momentáneo, ya luego volverá a ser el mismo" y siempre lo hacías. Pero ahora no, ahora no es sólo por mi, ahora tenemos dos pequeños en casa que no lo van a entender ¡jamás! — exclamó frustrado — y yo... yo ya me cansé de entender y esperar...
— Si no puedes manejarlo, entonces tal vez no debimos casarnos...
El silencio que cayó después fue ensordecedor. Horacio sintió que le arrancaban el suelo bajo los pies. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió. Volkov había dicho muchas cosas hirientes antes, pero nunca nada como eso.
—...¿Eso es lo que piensas? — su voz fue apenas un susurro mientras retrocedía.
— Horacio... — Volkov desvió la mirada, como si recién entendiera el peso de sus palabras.
— No — Horacio levantó una mano, dando un paso atrás — no lo expliques. Ya entendí... — su tono no era de ira esta vez. Era de puro dolor.
Volkov apretó los puños, queriendo retractarse, queriendo decirle que no lo había dicho en serio, pero Horacio ya estaba saliendo de la oficina, cerrando la puerta tras de sí.
— ¿Sabes qué, Volkov? — murmuró con la voz cargada de tristeza — Me importa una mierda el FBI ahora mismo.
— Horacio...
— Eres mi esposo antes que cualquier otra cosa... — sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y angustia — Eres el padre de mis hijos. ¿O ya olvidaste que tenemos dos niños esperándonos en casa?
— No los estoy olvidando — Volkov se acercó a él.
— ¡Lo estás haciendo! — Horacio empujó su pecho con ambas manos una vez lo tuvo de frente, pero el alfa ni siquiera se movió — ¡Estás arriesgándolo todo sin pensar en ellos, sin pensar en mí!
El silencio se instaló entre ambos, pesado, sofocante. Horacio tragó con dificultad, sintiendo un ardor en los ojos.
— Sam te idolatra, Viktor... — su voz se quebró — él cree que eres el hombre más fuerte del mundo. ¿Te imaginas lo que pasaría si no vuelves?, ¿Si tiene que crecer sin su papá porque decidiste ser un héroe en vez de pensar en tu familia?
— Yo... — respondió bajando la mirada.
— Y Kiara — continuó Horacio, sin dejarlo hablar — ni siquiera alcanzaría a recordarte.
— Horacio, por favor... — el alfa sintió que el aire abandonaba sus pulmones de golpe.
Pero el omega negó con la cabeza, limpiándose con furia una lágrima que resbaló por su mejilla.
— Maldición, Viktor, yo no puedo hacer esto solo — su voz se quebró en la última palabra, y Volkov sintió cómo algo en su pecho se apretaba con fuerza.
— No estarás solo — dijo finalmente.
— Sí lo estaré — Horacio lo miró fijamente, con el corazón en la garganta — si sales por esa puerta y no regresas, me habrás dejado solo.
— No va a pasarme nada, Horacio — Volkov respiró hondo, tratando de mantener la calma.
— Eso mismo dijiste la última vez — le respondió riendo con ironía, volviendo a retroceder al sentir como este se le acercaba.
— Voy a volver... te lo prometo...
Horacio lo miró a los ojos, buscando algo en ellos, algo que le diera certeza. Pero todo lo que encontró fue la misma obstinación de siempre. Y entonces, supo que nada de lo que dijera lo haría cambiar de opinión. Volkov iba a irse. Y lo único que podía hacer era esperar para que volviera.
Así que sin más, Horacio tomo aire y se dio la vuelta, camino hacia la puerta de la oficina, dando pasos lentos, como si su corazón le estuviera gritando que no se fuera. Pero no era sólo su corazón, sino también su omega interior que siendo sincero, era quien más lastimado había salido de toda esa discusión.
— Yo... — se detuvo aún de espalda a este desde la puerta — espero equivocarme... de verdad espero no tener la razón... — volteó a mirarlo con los ojos llenos de lágrimas — y que... vuelvas sano y salvo con nosotros... — finalizó para luego sin molestarse en esperar una respuesta, marcharse de allí.
Dejando al alfa con el corazón en la mano y decidido a que deberían de retomar aquella conversación más adelante. Después de todo estaba seguro de que todo saldría bien, siempre lo hacía...
O al menos así fue hasta que horas más tarde... todo se fue al carajo.
[Fin del Flashback]
Horacio parpadeó, volviendo al ahora. Sus ojos se encontraron con los de Volkov, quien aún sostenía su rostro con ternura.
Esa última conversación seguía clavada en su mente como un puñal. Él sabía que algo saldría mal... lo había sentido. Y aún así, lo dejó ir.
Volkov frunció el ceño al notar el cambio en su expresión — ¿En qué piensas? — preguntó en voz baja.
— En la última vez que hablamos antes de que todo esto pasara... — murmuró en apenas un susurro.
Volkov se quedó en silencio por un momento, comprendiendo el peso de sus palabras.
— Yo... — el alfa pasó una mano por su cabello, exhalando con cansancio — lo que dije esa noche... yo...
— ¿Lo habrías hecho diferente? — Horacio apretó los labios, sintiendo cómo su pecho se llenaba de emociones encontradas.
— Sí — le respondió mirándolo a los ojos sin dudarlo mientras que tomaba haciendo en la camilla junto a él — Horacio... casarme contigo, ha sido uno de los mejores días de mi vida, eres con quien quiero compartir cada día, eres por quien me levanto cada día, quiero que tu rostro sea lo primero y lo último que vea al dormir y despertar — su corazón se estrujo al ver cómo las lágrimas volvían a caer por su rostro — me has hecho el alfa más feliz del mundo, me diste un hogar, me enseñaste a amar y a ser amado, me diste una hermosa familia y soy quien son gracias a que tú me ayudaste, acompañaste y guiaste con tu amor y paciencia...
Horacio sintió que algo dentro de él se aflojaba, como si esas palabras le quitaran un peso del alma. El que esté haya asumido la conversación inicial y le haya aclarado todo lo que discutieron aquella noche, que le quitara esas dudas y preocupaciones de inmediato. Significaba mucho para él.
— Estoy aquí ahora — le dijo el alfa con un tono más bajo — no pienso volver a dejarte... no puedo hacerlo...
Horacio sintió un nudo en la garganta y, por primera vez en mucho tiempo, le permitió a su corazón abrazar aquellas palabras. El silencio en la habitación era luego de aquellas palabras era uno que cargaba años de amor, cicatrices y palabras no dichas. Horacio seguía con los ojos cerrados, respirando profundamente, mientras sentía la calidez de Volkov contra su frente.
— ¿Por qué? — le preguntó rompiendo el silencio.
— ¿Porqué qué? — le preguntó confundido.
— ¿Porqué lo harías diferente? — le pregunto mientras se recostaba del pecho de este.
— Porque entendí lo que realmente querías decirme esa noche — el alfa suspiró y deslizó una mano hasta tomar la de su esposo entre la suya.
— ¿Qué quieres decir? — Horacio parpadeó, confundido por la confesión haciendo que el alfa le diera un suave apretón a su mano.
— Cuando desperté sin recuerdos, cuando no tenía ni idea de quién eras tú... — su voz se volvió más grave, cargada de culpa — sentí en carne propia el vacío de no tenerte.
— Volkov... — el omega lo miró fijamente, mientras sentía su pecho apretándose en du interior.
— Esa sensación... la desesperación de no saber qué había perdido... es lo más cerca que he estado de la muerte. Y, cuando finalmente lo supe... cuando entendí que te había olvidado a ti, a Sam, a Kiara... — cerró los ojos por un instante, como si el recuerdo aún le doliera — fue como si hubiera muerto y despertado en otra vida.
— Nunca quise que pasáramos por esto — Horacio tragó con dificultad mientras paseaba sus manos por su vientre.
— Lo sé... yo tampoco — Volkov lo miró con una mezcla de tristeza y amor.
— Yo solo... no quería perderte... — el omega desvió la mirada ahora hacia su vientre para luego soltar un suspiro — no quiero perderte...
— Y yo fui un idiota por no entenderlo — respondió haciendo que Horacio volviera a mirarlo.
— Horacio, yo... — su voz se quebró apenas — yo te fallé... — dijo haciendo que el moreno abriera sus labios para interrumpirlo, pero lo detuvo — te fallé cuando discutimos esa noche. No te escuché. Pensé que exagerabas, que solo intentabas detenerme por miedo. Pero tenías razón. Me estaba arriesgando demasiado y no pensé en lo que eso significaba para ustedes.
— Viktor... — Horacio cerró los ojos con fuerza.
— Te fallé cuando desperté sin recuerdos y te traté como un extraño — tomó aire profundamente — cuando te dejé cargar con todo ese peso tú solo.
— No fue tu culpa...
— Pero tampoco fue la tuya — susurró Volkov — y aun así, fuiste tú quien sufrió más — dijo haciendo que esas palabras golpearan el corazón de Horacio como un puño — No quiero que vuelvas a cargar solo con algo así nunca más — Volkov le acarició la mejilla con suavidad — eres mi esposo. Mi omega. El padre de mis cachorros. No quiero perderte otra vez... no puedo...
Horacio sintió que su fortaleza se resquebrajaba, que todas las lágrimas contenidas desde aquella noche querían salir.
— No lo harás — susurró con la voz temblorosa. Haciendo que Volkov sonriera con tristeza y besó su frente con ternura.
~•~
Unos minutos más tarde, el sonido suave de la puerta al abrirse trajo a Horacio de sus pensamientos. Volkov aún estaba a su lado, sosteniéndole la mano, su presencia constante, su apoyo inquebrantable. La habitación del hospital estaba en silencio, salvo por el ritmo constante de los monitores que vigilaban su condición y la de su bebé.
El doctor entró con paso firme, seguido de una enfermera que llevaba consigo algunos documentos. El rostro del médico era serio, pero también tenía una expresión de calma profesional, como si estuviera acostumbrado a tratar situaciones delicadas.
— ¿Cómo se siente, señor Pérez? — preguntó el doctor mientras dirigía su atención primero a Volkov y luego a Horacio, quien lo observaba con cierta aprensión.
— ¿Cómo está nuestro cachorro? — preguntó obviando la pregunta y yendo a por lo más que le apremiaba.
El doctor asintió y se acercó a Horacio, quien lo miraba fijamente, con la mente llena de dudas y temores.
— Señor Volkov, señor Pérez — comenzó el doctor, y Horacio pudo notar la suavidad en su voz, como si intentara hacer la situación menos aterradora — primero, debo asegurarle que su cachorro está bien. Ha habido un gran estrés físico y emocional, y entiendo que eso ha generado muchas preocupaciones, pero los resultados indican que el embarazo está estable, aunque sigue siendo de alto riesgo.
Horacio respiró aliviado, pero al mismo tiempo, una oleada de miedo lo invadió. No quería perder a su bebé. No después de todo lo que había pasado.
— ¿Qué debo hacer? — preguntó mientras sus ojos buscaban los del doctor, deseando respuestas.
— Lo primero es descansar, tanto física como emocionalmente — el médico le dirigió una mirada comprensiva — necesita estar tranquilo, y debemos asegurarnos de que cualquier tipo de estrés sea minimizado. La ansiedad, el miedo, los sentimientos de desesperación... todo eso puede afectar a su bebé. Así que le recomendaría que evite cualquier tipo de actividad que le cause tensión o preocupaciones innecesarias — concluyó viendo cómo Horacio asentía.
— ¿Qué pasa si no sigo las indicaciones? —preguntó con miedo, temiendo que una mala decisión pudiera ser fatal para su bebé.
— En un embarazo de alto riesgo como el suyo, el estrés extremo puede provocar contracciones prematuras o complicaciones — el doctor lo miró fijamente — pero no quiero que se enfoque solo en los peores escenarios. Si sigue las indicaciones, es probable que las complicaciones sean mínimas. Necesitará chequeos regulares y, por supuesto, estar vigilado constantemente por profesionales. Lo más importante ahora es su bienestar emocional y físico.
Horacio sintió el peso de sus palabras, pero también la calma que intentaba transmitir. A pesar de todo, había esperanza. Por otro lado, Volkov, que había estado observando atentamente, finalmente habló.
— Entonces, doctor, ¿hay alguna forma de garantizar que todo salga bien con el bebé si Horacio sigue estas indicaciones? — preguntó el ruso para luego ver cómo el doctor asentía.
— Así es, mientras siga las instrucciones y evite cualquier tipo de presión emocional o física innecesaria, lo más probable es que se recupere y el bebé también — les explicó con calma — Pero, por supuesto, tenemos que ser vigilantes y no perder de vista ningún signo de complicación.
Horacio miró a Volkov, buscando en sus ojos algo de consuelo.
— Estarán bien... — le dijo Volkov mientras acariciaba su mano, ofreciéndole paz.
— Lo haré, doctor — dijo finalmente el omega con su voz más tranquila pero aún cargada de una preocupación palpable.
— Bien — el doctor asintió — Entonces, asegúrese de mantenerse en reposo. Evite cualquier esfuerzo físico, y si siente dolor o cualquier malestar, debe notificarnos inmediatamente. Vamos a estar aquí vigilando la situación y asegurándonos de que todo vaya bien.
Horacio se recostó un poco más en la cama, sintiendo que todo el peso del mundo estaba sobre sus hombros. Volkov estaba allí, pero la sensación de vulnerabilidad seguía presente, especialmente cuando pensaba en el bebé.
— Gracias, doctor — dijo Horacio, mas tranquilo.
El doctor sonrió levemente, antes de dar una última mirada y salir de la habitación. Una vez que la puerta se cerró, el silencio se apoderó de la habitación. Horacio volvió a mirar a Volkov, y en sus ojos podía ver todo el miedo y la desesperación que había estado ocultando hasta ahora.
— Te prometo que lo vamos a lograr, Horacio. Yo estaré aquí para ti — le aseguró — para ti y para nuestro bebé.
Horacio cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de Volkov calaran hondo en su corazón. En ese momento, a pesar de la incertidumbre y el miedo, algo dentro de él comenzó a calmarse. Aún quedaba un largo camino por recorrer, pero no estaba solo. Ya no más.
— ¿Me creerías si te digo que ya sé cómo quiero pasar los siguientes meses de este embarazo? — le preguntó el moreno con una sonrisa.
— Sorpréndeme, querido mío — lo animó a continuar mientras volvía a tomar asiento en la camilla de este, quedando ambos frente a frente con sus manos entrelazadas.
— Quiero pasarlo así, contigo junto a mi y nuestros pequeños sanos y salvos — comenzó a explicarle — contigo consintiéndome y preparándome las mezclas extrañas que este pequeño o pequeña generen en mi paladar.
— Si compartirá los mismos gustos que sus hermanos mayores... — comenzó a decir el alfa riéndose y contagiando al omega — tendremos un problema.
Sin embargo, en ese instante, antes de que pudiesen continuar aquella conversación, la puerta se abrió de nuevo y el doctor regresó, esta vez con una leve sonrisa en el rostro. Horacio lo miró con algo de sorpresa, sin esperar que el doctor volviera tan pronto. Volkov, por su parte, levantó la vista, atento a lo que pudiera decir.
— ¿Algo más, doctor? — preguntó Volkov con un toque de curiosidad.
— Bueno, en realidad, me olvidé de mencionarlo antes — se acercó a estos más relajado en un intento por aligerar el ambiente — Dado que ya están en el punto del embarazo en el que se puede saber, si lo desean, podemos hacer una ecografía rápida para descubrir el sexo del bebé.
Horacio parpadeó, un poco desconcertado. No esperaba que, entre tantas preocupaciones, alguien mencionara algo tan simple como el sexo del bebé.
— ¿De verdad? — preguntó Horacio, ahora con un tono ligeramente incrédulo pero curioso.
Volkov lo miró, leyendo su expresión. Por un momento, parecía que el estrés y la gravedad del momento se desvanecían un poco, reemplazados por una pequeña chispa de emoción. Habían pasado por tanto en tan poco tiempo que la idea de recibir una noticia tan importante en ese momento los tomó por sorpresa.
— ¿Quieren saber el sexo del bebé ahora? — repitió el doctor con paciencia, notando el intercambio silencioso entre la pareja.
Horacio bajó la mirada hacia su vientre. Sentía la calidez de la mano de Volkov sobre él, transmitiéndole una seguridad que, después de todo lo que habían pasado, se sentía casi irreal.
—¿Podría darnos un momento? — pidió Horacio con voz suave.
— Por supuesto — el doctor asintió con comprensión — regresaré en unos minutos.
Cuando la puerta se cerró tras él, se hizo un silencio en la habitación. Un silencio lleno de pensamientos y de emociones contenidas.
— ¿Qué piensas? — preguntó Volkov en voz baja mientras que con sus dedos acariciaba distraídamente la mano de Horacio.
— No lo sé... — Horacio suspiró, mordiendo su labio — ¿Y si esperamos hasta el nacimiento?
Volkov lo observó con atención, comprendiendo de inmediato el significado detrás de sus palabras.
— ¿Quieres que sea una sorpresa? — le preguntó con una sonrisa.
— Parte de mí sí — confesó el moreno — ha pasado tanto... todo ha sido tan caótico. No quiero que este momento se sienta apresurado, como si solo fuera una revelación más en medio de todo lo que nos ha pasado.
Volkov asintió lentamente. Lo entendía. Horacio había estado en un estado constante de estrés, luchando por sobrevivir, por mantener a salvo a sus hijos y a su bebé. Ahora, en un ambiente seguro, quizás solo quería disfrutar el momento sin prisas ni presiones.
— Pero también... — Horacio continuó, esta vez con una sonrisa suave — quiero que Sammy y Kiara sepan. Han estado esperando por este bebé tanto como nosotros y... luego de todo... igual ellos también necesitan de esta alegría...
Volkov sonrió, imaginándose la emoción en los rostros de sus hijos. Se los imaginó a ambos gritar de felicidad y abrazar el vientre de Horacio con toda la ternura que los caracterizaba.
— Creo que tienes razón — admitió Volkov — y además, me gustaría saber si finalmente llegó nuestro pequeño o pequeña moreno de cabello castaño.
— ¿Sigues con eso? — dijo Horacio mientras soltaba una risa y negaba con la cabeza.
— Por supuesto — Volkov sonrió con diversión — Ya tuvimos dos hijos que sacaron más de mí. Creo que es justo que ahora llegue una mini copia tuya — Horacio rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
— Supongo que lo descubriremos en unos minutos — dijo para de inmediato sentir como su esposo apretaba su mano con ternura.
— No importa si se parece más a ti o a mí — dijo el alfa dejando de lado lo que había dicho antes — lo único que quiero es que llegue a este mundo sano y feliz.
Horacio sintió un nudo en la garganta al escuchar eso. Lo miró con suavidad, su corazón llenándose de gratitud por el alfa que tenía a su lado. Aún recostado, acariciaba su vientre con una mirada de amor. Sin embargo, aunque la emoción estaba ahí, también había una sombra de preocupación.
— ¿En qué piensas? — preguntó Volkov en voz baja, entrelazando sus manos.
— En muchas cosas... — Horacio suspiró y se giró un poco para verlo — en lo cerca que estuvimos de perder a este cachorro... En lo mucho que han cambiado nuestras vidas desde la última vez que esperábamos un bebé...
Volkov asintió, entendiendo exactamente a qué se refería. Todo había sido diferente con Sammy y Kiara. Nunca antes habían pasado por algo tan extremo, nunca antes habían sentido tanto miedo de no estar ahí para sus hijos.
— No quiero fallarle, Viktor... — Horacio apretó un poco su mano reflejando su angustia — Ya suficiente ha tenido que soportar solo por existir...
Volkov sintió un nudo formarse en su garganta al ver la vulnerabilidad en los ojos de su esposo. Horacio siempre intentaba mantenerse fuerte, pero Volkov sabía lo mucho que había sufrido. Todo lo que había tenido que aguantar en silencio.
Sin pensarlo dos veces, llevó su mano libre al rostro de Horacio y acarició su mejilla con ternura.
— No le fallaremos, Horacio — su voz sonaba firme, pero había un temblor en sus palabras.
— ¿Y si...? — empezó a decir sosteniéndole la mirada, pero Volkov negó rápidamente.
— No. No hay "y si" — su alfa apretó su mano con más fuerza — No quiero volver a perderte. No quiero volver a olvidar quién eres, lo que significas para mí. Lo que significan nuestros hijos.
Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. Y fue en ese momento que Horacio lo notó. Volkov había estado conteniéndose todo este tiempo. Había mantenido la compostura porque alguien tenía que hacerlo, porque él era quien debía protegerlos, pero ahora... Ahora, cuando todo estaba finalmente calmándose, la realidad lo golpeaba.
Horacio no dudó en alzar su mano y acariciar la nuca de Volkov, atrayéndolo hacia él hasta que sus frentes se tocaron.
— Te asustaste... — murmuró Horacio.
— Sentí pánico... — Volkov cerró los ojos, respirando hondo contra él — pensé que te iba a perder... Pensé que perdería a nuestro tercer cachorro antes siquiera de conocerla o conocerlo.
Horacio sintió su propio pecho apretarse al escucharlo. Envolvió a Volkov en un abrazo cálido, dejando que su alfa encontrara refugio en él, en su aroma, en su presencia, en el latido de su corazón.
— No vamos a perder nada, Viktor... — le susurró dulcemente — Estamos aquí... juntos...
Volkov soltó un suspiro tembloroso y lo abrazó con más fuerza, como si temiera que si lo soltaba, Horacio desaparecería.
— Te amo, Horacio.
— Yo también te amo — respondió sin dudarlo para luego darle un rápido beso en los labios.
Volkov sonrió levemente contra su piel, sintiendo cómo la angustia que lo había estado consumiendo poco a poco se desvanecía. No importaba lo que habían pasado. No importaba el dolor, el miedo o la incertidumbre. Lo único que importaba era que estaban juntos. Y que harían lo imposible por seguir estándolo.
— ¿Han tomado una decisión? — escucharon al doctor regresar una vez que la puerta se abrió.
Horacio y Volkov intercambiaron una última mirada antes de asentir.
— Queremos saber — respondió Volkov con firmeza y una sonrisa.
El doctor comenzó a preparar la máquina, mientras el alfa tomó asiento un poco más cerca de Horacio, asegurándose de que estuviera cómodo. La atmósfera, aunque aún cargada de preocupación, había cambiado ligeramente, y por un momento, la realidad de lo que sucedía a su alrededor parecía desvanecerse, reemplazada por una sensación de anticipación.
El frío gel se aplicó suavemente sobre el vientre de Horacio, y él no pudo evitar estremecerse ligeramente al contacto. Volkov se inclinó hacia él, abrazando su hombro de manera protectora, como si el gesto pudiera calmarle cualquier nerviosismo que quedara.
La pantalla se iluminó y el doctor empezó a mover la sonda. Horacio no apartaba la vista de la pantalla, completamente atento, mientras Volkov miraba de reojo la expresión de Horacio, el cual, a pesar de todo lo que había pasado, no podía evitar sonreír con una mezcla de nervios y esperanza.
— Ahí está — dijo el doctor con una sonrisa, mirando la pantalla — su bebé está perfectamente bien, como ya les mencioné. Y si miramos aquí... — hizo una pausa, sus dedos señalando la imagen en la pantalla — podemos apreciar que es...
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~•~ Solo costó 18 capítulos pero al fin tenemos un verdadero momento de paz y amor. Espero hayan disfrutado del capítulo, y quiero saber TODO lo que piensan. Pero más importante, ¿que piensan que será el bebé?
Un niño 🩵
O
Una niña 🩷
Si la mayoría le atina, incluyo un privatter en el epílogo 👀
Gracias por leer ❤️ ~•~
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