Capítulo 15

El mundo parecía haberse detenido. El sonido del video seguía repitiéndose en bucle, pero para Volkov era un ruido lejano, como si estuviera sumergido bajo el agua. Su respiración se volvió irregular, y de pronto, sintió que sus piernas no podían sostenerlo. Esto mientras aquella revelación por parte de su cuñado, continuaba repitiéndose.

"Horacio... él... está esperando otro cachorro, Volkov... Horacio está embarazado..."

— ¡Volkov! — Alanna se acercó rápidamente cuando lo vio tambalearse, pero él levantó una mano temblorosa, indicándole que no se acercara.

Su mirada se esforzaba por mirar fijamente un punto en aquella habitación, sin embargo, sus ojos no parecían enfocarse realmente. Su mente se llenó de un caos inesperado. Un dolor punzante le atravesó la cabeza, y sin previo aviso, imágenes comenzaron a destellar en su mente como un rompecabezas roto que trataba de armarse a la fuerza.

Primero fue una risa suave, una imagen fugaz de Horacio abrazándolo en la penumbra de su oficina, su voz susurrándole:

"No importa lo que pase, siempre estaremos juntos.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo "

El dolor se intensificó, y Volkov dejó caer el varios documentos al suelo en un intento por buscar sostenerse de algo, desistiendo rápidamente al sentir como su cabeza parecía querer estallar, llevando ahora sus manos a su cabeza, tratando de detener la avalancha de recuerdos.

— ¡Volkov! — gritó Gustabo preocupado por su cuñado — joder...

Ignorando todo esto, las imágenes en la cabeza del alfa volvieron a cambiar. Ahora era el rostro de Sammy, pequeño y sonriente, diciendo con orgullo:

"¿Sabías que me parezco a ti, papá?"

Cambiando inmediatamente a otro destello, esta vez su pequeña Kiara se encontraba durmiendo en su pecho mientras Horacio lo miraba con una sonrisa cansada, pero que al mismo tiempo reflejaba el amor que aquella imagen provocaba en él, diciendo:

"Ella te adora."

— ¡No! — exclamó Volkov, mientras caía de rodillas y su voz se quebraba al mismo tiempo que se agarraba el pecho como si el peso del mundo lo estuviera aplastando.

Ahora por su mente pasaba otra imagen, una más íntima que inmediatamente lo transportó a aquel momento:

"Se encontraban en el observatorio, rodeados de velas, una noche llena de estrellas bajo la luz de la luna, pétalos de flores rodeándolos formando un corazón.

— Horacio Pérez Laurent, ¿me darías el honor de ser tú esposo, tú alfa y compañero de vida?"

— Está recordando... — susurró Alanna, entendiendo lo que estaba ocurriendo.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Volkov mientras los recuerdos seguían llegando sin control: el día en que Horacio le dijo que estaba esperando a Sammy, el primer llanto de Kiara en el hospital, las noches en vela juntos, los momentos en que Horacio reía, lloraba, lo abrazaba... y también los momentos en que se miraban en silencio, sin necesidad de palabras y sabían todo lo que pasaba por la mente del otro...
Y entonces, la última imagen: el operativo... recordó esa noche... las palabras que había dicho, las decisiones que tomó. Lo último que Horacio escuchó de él antes de que todo cambiara. La oficina que ambos compartían, gritos de ambos, llanto por parte del omega, decepción... El peso de ese recuerdo lo aplastaba, pero no podía permitirse caer... no ahora.

Esa misma noche, la base de aquella mafia... los rusos... la emboscada... aquel momento en que su mente había decidido cerrar la puerta. Hasta ahora.

— Todo... lo recuerdo todo.. yo... los recuerdo... — murmuró mientras aún con las manos temblorosas, se llevaba las mismas a su rostro — tengo que encontrarlos... no, no puedo quedarnos aquí... mi omega... — dijo con su voz rota por el dolor y el arrepentimiento — Horacio y los niños me necesitan.

— Ya tenemos a todos los agentes en espera — dijo Alanna acercándose — tenemos también un pequeño grupo investigando el área donde encontraron el auto de Hache varado...

— Tú sólo dinos que hacer pero por favor... — comenzó Gustabo ahora dejando notar su preocupación — tienes que enfocarte, mi hermano y mis sobrinos necesitan de ti...

— Los encontraré — dijo finalmente, con una voz que, aunque rota, tenía una determinación inquebrantable — cueste lo que cueste, los traeré de vuelta...

~•~

Al mismo tiempo en otro lugar...
La oscuridad en la habitación era casi absoluta, rota solo por un tenue rayo de luz que se filtraba a través de una grieta en la puerta. Horacio abrió los ojos con dificultad, sintiendo un dolor punzante en el costado y una presión inquietante en su vientre. Su respiración era superficial, y la primera sensación clara que tuvo fue el frío del suelo de concreto bajo su cuerpo.

— ¿Papi?, papi por favor despierta... — la voz temblorosa de Sammy llegó a sus oídos, haciéndolo reaccionar de inmediato.

El omega giró la cabeza y encontró a sus pequeños sentados contra la pared no muy lejos de él, abrazados el uno al otro. Sammy intentaba calmar a su hermanita la cual no dejaba de sollozar. Ambos tenían las manos atadas al frente con bridas de plástico, igual que él.

— Estoy aquí, mis amores... estoy aquí — dijo con voz suave, a pesar del dolor que le recorría el cuerpo. Se arrastró lentamente hacia ellos, apretando los dientes para no gemir por el esfuerzo.

— Papi, me duele aquí... — Kiara señaló su muñeca, donde las bridas habían comenzado a rozarle la piel. Sus ojos estaban rojos de tanto llorar.

— Lo sé, princesa, lo sé... tranquila, papi va a encontrar la forma de sacarnos de aquí — prometió, aunque sabía que sus palabras eran más para calmar a los niños que una realidad inmediata.

Cuando finalmente llegó junto a ellos, los abrazó con fuerza, ignorando el dolor en su abdomen. La cercanía con sus pequeños le dio un breve momento de alivio. Kiara escondió el rostro en su pecho, mientras Sammy, aunque trataba de mostrarse valiente, tenía los ojos llenos de lágrimas.

— ¿Quiénes eran esos hombres? — preguntó Sammy en un susurro.

— Son hombres malos, pero no se preocupen por eso ahora. Estoy aquí, y no voy a dejar que les pase nada, ¿sí? — respondió con firmeza, aunque por dentro estaba aterrorizado.

— ¿Cómo los que dañaron la casa? — preguntó inocentemente Kiara.

— Sí pequeña... juntos como ellos... — afirmó acercándolos más a su cuerpo.

Sin embargo, el dolor en su vientre volvió a hacerse presente, una punzada aguda que le arrancó un jadeo involuntario. Llevó una mano a su abdomen, tratando de evaluar si algo estaba mal, pero la opresión que sentía era difícil de ignorar.

— Por favor... — susurró para sí mismo, cerrando los ojos un momento. — Por favor, aguanta un poco más, bebé. Aguanta por nosotros.

— ¿Estás bien, papi? — le preguntó su primogénito mientras lo miraba con preocupación.

— Estoy bien, Sammy. No te preocupes por mí — pidió con suavidad mientras le acariciaba el cabello con delicadeza y algo de dificultad debido a las bridas.

De pronto, la puerta de la habitación se abrió de golpe, y la luz del pasillo los cegó momentáneamente. Dos hombres entraron, uno de ellos con una linterna que apuntó directamente hacia Horacio y los niños.

— Ya están despiertos. El jefe querrá saberlo — dijo uno de ellos en ruso, antes de girarse hacia Horacio con una sonrisa burlona — ¿Cómodos?
Horacio no respondió, solo los observó con una mezcla de rabia y miedo, colocando instintivamente a sus cachorros detrás de su cuerpo.

— Mejor cálmate, Omega. No querrás que las cosas se pongan más difíciles para ti y tus crías — dijo el otro hombre en un inglés con acento marcado, mientras cerraba la puerta tras de sí.

Horacio sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El ambiente estaba cargado de amenazas, pero sabía que no podía permitirse mostrarse débil. No cuando sus hijos lo necesitaban. Con los hombres fuera nuevamente, Horacio respiró hondo y volvió a mirar a Sammy y Kiara.

— Vamos a salir de aquí. Se los prometo — dijo con una determinación que, aunque frágil, era todo lo que tenía en ese momento.

Los niños se abrazaron más fuerte a su padre, mientras el tiempo parecía detenerse en ese lugar frío y hostil. Horacio intentaba evaluar cada posibilidad en su mente mientras sentía el tiempo escapársele. Apretaba con cuidado las bridas que le inmovilizaban las muñecas, pero el dolor en su abdomen lo distraía constantemente.

Los pasos en el pasillo se hicieron más frecuentes, más cercanos. Los hombres parecían estar discutiendo algo afuera, y aunque Horacio no podía entender lo que decían, la intensidad en sus voces le hizo suponer que algo no iba según su plan.

— ¿Papá sabe dónde estamos? — preguntó Kiara levantando la vista hacia él, con su carita todavía húmeda por las lágrimas y con voz temblorosa.

El corazón de Horacio se encogió. Su hija aún no entendía lo que pasaba, pero esa inocente pregunta le recordó que si alguien podía encontrarlos, era él. Aunque su alfa aún no los recordará del todo, había demostrado ser capaz de hacer todo lo que se proponía.

— Papá nos va a encontrar, princesa. Lo prometo — dijo con un hilo de voz, tratando de sonar seguro, aunque por dentro la incertidumbre lo carcomía.

— ¿De verdad, papi? ¿De verdad crees que va a venir? — insistió, Sammy, siempre más observador de lo que su edad sugería, buscando en los ojos de su padre una certeza que Horacio no podía garantizar.

— Sí, Sammy... — afirmó nuevamente ahora intentando contener el nudo que se había formado en su garganta.

Sammy sin embargo, no respondió, pero se acomodó más cerca de Horacio, como si esas palabras fueran suficientes por el momento. Así fue hasta que de pronto, un ruido metálico llamó la atención de los tres. Parecía provenir de la esquina de la habitación, donde unas cajas amontonadas bloqueaban parte de la pared. Horacio entrecerró los ojos, forzándose a mirar en la penumbra.

— ¿Qué fue eso? — preguntó Sammy, apretando el brazo de su padre.

— Shhh... — Horacio llevó un dedo a sus labios y agudizó los sentidos. Había algo ahí, algo moviéndose.

El ruido volvió, esta vez más fuerte, seguido de lo que parecía un leve crujido. Kiara se escondió detrás de Horacio algo asustada.

— Quédense aquí — susurró él, moviéndose con lentitud hacia las cajas, a pesar del dolor que le retumbaba en cada paso. Su instinto le decía que lo que fuera que estuviera ahí podía ser su única esperanza... o un nuevo problema. Cuando se acercó, notó que una de las cajas se había movido ligeramente, revelando un pequeño agujero en la pared.

— ¿Qué demonios...? — murmuró, acercándose más.

De pronto, una pequeña figura salió disparada del agujero, casi haciéndolo caer de espaldas. Era un ratón, apenas más grande que su mano.

— ¡Era solo un ratón! — exclamó Sammy con un tono entre el alivio y la risa nerviosa. Mientras lo observaba salir por el pequeño espacio que había en la puerta y que le brindaba un poco de luz.

— Un ratón muy valiente — respondió Horacio, dejando escapar un suspiro mientras regresaba junto a sus hijos. Sin embargo, al observar con más detalle el agujero, su corazón dio un vuelco.

— Sammy, escucha, necesito que me ayudes — dijo con urgencia.

— ¿Qué quieres que haga, papi? — preguntó emocionándose un poco por poder ayudar.

— Necesito que te acerques al agujero y mires si ves algo al otro lado — le indicó con detenimiento — pero debes tener cuidado, ¿sí?

Sammy asintió, soltando a Kiara con delicadeza antes de arrastrarse hasta el lugar. Horacio lo observó con una mezcla de orgullo y preocupación.

— No se ve nada papi, está muy oscuro y hay una pared que no me deja seguir — informó Sammy tras unos segundos para luego regresar por donde había llegado.

— Bien, eso significa que quizás haya un camino — lo ayudó a ponerse de nuevo de pie — vamos a tapar esto de nuevo — dijo mientras que acomodaban aquellas cajas nuevamente en su lugar.

— ¿Y ahora que hacemos? — preguntó Kiara.

Sin embargo, antes de que pudieran elaborar más su plan, la puerta volvió a abrirse, esta vez con un estruendo. Los hombres regresaron, pero esta vez no estaban solos. Una figura alta y corpulenta, con el rostro oculto bajo una máscara, los seguía.

— Es hora de que hablemos, Omega — dijo la figura con una voz grave y amenazante. Horacio apretó los puños, sintiendo cómo el miedo y la furia se mezclaban en su interior.

— No tengo nada que decirte — respondió con un tono firme, protegiendo a los niños con su cuerpo.

— Oh, pero yo sí tengo mucho que decir — el hombre rió con una frialdad que heló el ambiente — y créeme, tu querido Volkov también tendrá mucho que escuchar.

Horacio sintió un nudo formarse en su garganta al escuchar el nombre de su esposo salir de los labios de aquel hombre. Era la segunda vez que lo mencionaban, la primera fue cuando lo secuestraron... pero... si estos hombres eran tan malos como lo habían demostrado hasta ahora...

— ¿Qué quieres? — preguntó con su voz lo más firme que el dolor en su abdomen le permitió pese a que le dificultaba respirar.

— Quiero lo mismo que siempre hemos querido: respuestas. Información — el hombre enmascarado inclinó la cabeza, como si estuviera evaluando a Horacio — o por lo menos eso queríamos hace unos meses... pero ahora, ahora estupido Omega — volteó a ver a los niños — queremos venganza.

— Ellos no tienen nada que ver con esto. Si tienes un problema, es conmigo. Déjalos en paz — dijo dejando notar su furia mientras protegía a sus hijos detrás de él.

— Claro que tienen que ver, Omega — dijo el hombre riendo, haciendo que su voz resonara como un eco escalofriante en la habitación — ellos son tu punto débil.. o mejor dicho, ustedes son el punto débil de nuestro objetivo, y los débiles siempre pierden.

Se giró hacia uno de los secuaces y asintió. El hombre obedeció, sacando una tableta de una mochila.

— Sin embargo... — hizo una pausa mientras le entregaba la misma — tienes una oportunidad de salvarlos. Dame el acceso a los servidores del FBI. Ahora.

La pantalla de la tableta mostraba un conjunto de códigos encriptados. Horacio los reconoció al instante: eran claves maestras, el tipo de acceso que solo los directores podían autorizar. Un acceso directo a toda la red del FBI.

— Estás perdiendo el tiempo — dijo Horacio con frialdad. — No es así de fácil...

— Qué terco eres, Omega — el enmascarado suspiró, como si hubiera esperado esa respuesta — supongo que tendré que convencerte.

Señaló a uno de los secuaces, quien avanzó rápidamente hacia Kiara. La niña se encogió, abrazando a Sammy mientras Horacio se ponía entre medio con brusquedad.

— ¡No te atrevas! — rugió Horacio, moviéndose tan rápido como pudo, pero el dolor en su abdomen lo hizo tropezar.

El hombre enmascarado levantó una mano, deteniendo al secuaz antes de que pudiera tocar a la niña.

— Qué apasionado — se burló — pero te voy a dar una última advertencia, Omega. O cooperas, o verás a tu familia pagar el precio...

El silencio llenó la habitación, roto solo por los sollozos suaves de Kiara. Horacio apretó los puños, su mente trabajando a toda velocidad. No podía ceder, pero tampoco podía arriesgarse a que lastimaran a sus hijos. Tenía que ganar tiempo.

— Déjame hablar con mi equipo. No puedo darte acceso sin confirmar que las claves están activas — improvisó.

El hombre enmascarado lo miró por un momento, como si estuviera considerando su propuesta.

— ¿Piensas que soy estúpido, Omega? — continuo enojado — te daré un poco de tiempo para que lo pienses, de lo contrario... tendremos que separarlos un poco más — finalizó mirando a los niños.

Seguido a esto, levantó la mano y sus secuaces salieron de la habitación, llevándose la tableta consigo. Antes de cerrar la puerta, uno de ellos se giró y lanzó una mirada amenazante.

— Más vale que tomes la decisión correcta, sino será divertido escuchar a tus cachorros llorar de miedo durante las noches.

Dijo para luego dejar que la puerta se cerrara de golpe, dejándolos nuevamente en la penumbra. Horacio respiró profundamente, intentando calmarse mientras sentía el sudor frío correr por su frente.

— Papi, ¿qué vamos a hacer? — preguntó Sammy ahora con su voz quebrada. Haciendo que Horacio se girara hacia sus pequeños para abrazarlos con suavidad y lo mejor que podía sin poder usar bien sus manos.

— Vamos a salir de aquí. Lo prometo... — Horacio volvió a mirar el agujero en la pared. En lugar de verlo como una posible salida, algo en su instinto lo llevó a considerarlo como un refugio. Si las cosas empeoraban y los hombres enmascarados regresaban violentos, al menos podría esconder a Sammy y Kiara ahí dentro mientras él los alejaba de sus pequeños.

Se levantó con esfuerzo, ignorando el punzante dolor en su abdomen, y se acercó al agujero para inspeccionarlo más de cerca. Era angosto, pero parecía lo suficientemente profundo como para que ambos niños pudieran permanecer ocultos si se acurrucaban juntos.

— Sammy, ven aquí, cariño — dijo con suavidad, haciendo un gesto para que su hijo mayor se acercara. Este, aunque todavía temblando, obedeció. Horacio lo ayudó a asomarse al agujero.

— Si alguna vez te digo que corras hacia aquí, quiero que tomes a tu hermana y entres — comenzó a explicarle — entren aquí y no salgan, no importa lo que escuches afuera, ¿entendido?

— ¿Y tú, papi? ¿Qué vas a hacer? — le preguntó con sus ojos llenos de preocupación.

— Yo voy a estar bien — tomó sus pequeñas manos entre las suyas, intentando sonreír a pesar de todo — mi trabajo es protegerlos a ustedes — finalizó, sin embargo, Sammy no parecía convencido, pero asintió.

— ¿Quieres practicar? — preguntó Horacio, señalando el agujero.

Este dudó por un momento antes de asentir. Con cuidado, Horacio lo ayudó a entrar. Sammy tuvo que encogerse un poco, Justo como había hecho al principio, pero cabía sin problemas.

— Bien, hijo. Ahora ven, vamos a intentar con tu hermana — le pidió mientras que lo ayudaba a salir del agujero y ahora tomaba a su hija para indicarle lo que debía hacer.

La pequeña dudó, sus ojos seguían llenos de lágrimas, pero finalmente se atrevió. Horacio la cargó y la colocó con cuidado dentro del agujero. Kiara era más pequeña y encajó sin dificultad, aunque su rostro mostraba incomodidad por estar en el espacio reducido.

— Está oscuro aquí, papi... — dijo con su dulce voz temblorosa.

— Un poco mi niña, pero no pasa nada — intentó tranquilizarla — solo sería por un ratito, ¿de acuerdo? y solo en caso de que algo muy malo ocurra — Horacio la sacó con cuidado y los abrazó a ambos.

— Escúchenme bien, ambos — tomaron asiento en el suelo, colocándolos ahora ambos sobre su regazo, cuidando el no lastimar su vientre — Pase lo que pase, recuerden que los amo más que a nada en el mundo.

— Nosotros también te amamos, papi — dijo Sammy levantando la cabeza.

El corazón de Horacio se apretó al escucharlo. No había nada que no haría por protegerlos. Ahora más que nunca, tenía que mantenerse fuerte. Al menos ahora tenía una solución temporal, un plan de contingencia. Uno que por dentro, rogaba que nunca tuviera que usarlo.

Horas más tarde, un ruido metálico proveniente del pasillo rompió sus pensamientos. Horacio rápidamente abrazó a los niños, sus sentidos lo habían mantenido alerta... Algo le decía que la calma que acababan de lograr estaba a punto de romperse.

~•~

Volkov estaba de pie frente a la gran mesa de la sala de operaciones en la sede del FBI, con los ojos fijos en la pantalla que mostraba un mapa detallado de la ciudad. Había recibido la última actualización de su equipo de investigación, y la ubicación de Horacio y los niños finalmente estaba confirmada. El tiempo ya no era un lujo. Cada minuto que pasaba los ponía en mayor peligro. Motivo por el cual el ambiente en la sala de reuniones estaba cargado de tensión. Agentes uniformados y técnicos se movían de un lado a otro, ajustando pantallas, actualizando datos y comunicándose entre sí. Volkov se permitió un suspiro profundo antes de dar órdenes claras.

— ¡Escuchen bien! — les llamó la atención haciendo que todos dejaran de hacer sus labores para prestarle su total atención — el objetivo es claro, recuperar a Horacio y los niños con vida — camino hacia el centro de la sala — el operativo se dividirá en tres equipos, y cada uno tiene una misión crítica — dijo con su voz firme y decisiva, la del líder que estaba acostumbrado a tomar las riendas en momentos de crisis. El Viktor Volkov que todos habían echado de menos durante su tiempo con amnesia.

Volkov apuntó hacia el mapa de la ciudad, donde un círculo rojo marcado en la pantalla señalaba el área de riesgo, donde se encontraba el edificio donde Horacio y los niños estaban retenidos.

— Gustabo — lo llamó y este se le aproximó — serás el encargado del equipo E. Tú eres el único en quien más confío para dirigir el rescate de Horacio y los niños. No hay margen para errores. Estás al mando de la extracción, así que asegúrate de que todo salga como debe ser — Volkov pausó un momento para que las palabras calaran hondo en todos, con su mirada fija en su cuñado — los sacas de allí Gustabo... a Horacio, Sam y Kiara... — este asintió sin dudar, sus ojos reflejaban determinación.

— Los sacaré, lo prometo — afirmó para luego comenzar a mirar quienes estarían en su equipo.

Dandole la oportunidad a Volkov quien volteaba ahora hacia m Alanna, quien estaba concentrada en un mapa, ajustando algunos detalles para la vía de escape.

— Alanna, serás la encargada del equipo S — esta le presto su total atención ahora — Te confío el riesgo de asegurar cada ruta de salida y cualquier punto de evacuación. Si hay algo que se nos escape, todo el plan podría irse por la borda. Sé que eres la única que puede mantener todo bajo control en un escenario así. El menor fallo no es una opción.
Alanna era la más cautelosa, siempre pensaba dos pasos adelante y Volkov confiaba plenamente en su capacidad para manejar cualquier eventualidad. Factores claves por los cuales había logrado ser la subdirectora.

— Estaré atenta a todo. No habrá sorpresas. Estaré lista para cualquier cambio de último minuto — afirmó dándole seguridad al alfa.

Finalmente, Volkov se volvió a su lugar para observarlos a todos. Sus ojos se fijaron en cada uno de los agentes, transmitiendo la seriedad de la misión.

— El equipo A será dirigido por mi, el equipo de asalto, nosotros ingresaremos primero — hizo una pequeña pausa — seré el primero en entrar. El objetivo es no sólo eliminar cualquier amenaza, sino también dar tiempo a los demás equipos. Sé que no cederán, pero los distraeré lo más que pueda — les explicó — antes de perder la memoria, allí. Conozco sus movimientos, sus patrones. Mi prioridad es asegurar a mi familia, pero no a costa de la vida de los demás — enfatizó — es por eso que debemos ser precavidos, mientras los distraigo, los demás de mi equipo deben estar listos para ingresar cuando sea necesario.

Se detuvo unos Segundo para respirar hondo, su mirada fija en la puerta que separaba la realidad de la operación. El equipo uno tenía que estar preparado para cualquier cosa. Sabía que la negociación no era su único recurso, pero si las cosas se salían de control, tendría que confiar en sus agentes para hacer lo que fuera necesario.

— El tiempo será nuestro aliado. Hay que ser rápidos y precisos. Sabemos lo que estamos enfrentando, y no hay margen para fallar — tomó un control remoto para proyectarles quienes serían los integrantes de cada equipo — estos son los equipos, deben comenzar a prepararse ahora, tienen 10 minutos.

Dijo finalizando la reunión. Viendo cómo todos se movían para hacer lo que se les había indicado dejando solo a los líderes de cada equipo allí. Ultimando y asegurándose de que en 10 minutos todo estuviese listo. Sin fallos. Sin errores. Sin equivocaciones. 4 vidas dependían de ellos.

Volkov se permitió cerrar sus ojos por un instante, dejando que los recuerdos fluyeran, mezclados con la tensión de la misión que estaba a punto de comenzar. Imágenes fugaces de Horacio, de los niños, de esos pequeños momentos que no había sido capaz de recordar durante tanto tiempo. El rostro de Sam, de Kiara, la risa de ellos jugando en la sala de su casa... y el suave brillo de los ojos de Horacio cuando lo miraba. Había tantos recuerdos que ahora se alineaban, tantos fragmentos que formaban una imagen mucho más grande que él había ignorado por tanto tiempo.

El bebé... el bebé que estaba por llegar... nunca imaginó que sería padre de nuevo, que tendría otro hijo mientras aún luchaba por recordar a los que ya tenía. El pensamiento lo atravesó con un nudo en la garganta. No había preparado el camino para ese bebé, no había preparado ni a Horacio ni a él mismo para esto. Y sin embargo, ahí estaba, luchando por ellos, sin importar los sacrificios.

Abrió los ojos lentamente. Sabía que no podía perder más tiempo. Los recuerdos, las emociones, todo eso podría esperar. Ahora, lo único que importaba era la misión.

— Señor, estamos listos — lo interrumpió Bishop.
Miró a los agentes a su alrededor, cada uno consciente de lo que estaba en juego. En sus miradas se reflejaba la misma determinación, pero también la tensión. Horacio y los niños eran su prioridad. No podía fallar. No solo por el FBI, sino por su familia.

Con un último vistazo a los mapas, se dio la vuelta. Mientras avanzaba hacia el vehículo, su mente seguía repasando cada uno de los recuerdos que había recuperado. Había perdido tanto, pero había mucho más por ganar.
La misión estaba por comenzar, y él no iba a perder ni un segundo más.

~•~ Un capítulo un poco más corto de lo normal pero muy importante. Nuestro ruso oficialmente ha recuperado sus recuerdos y va con todo a recuperar a su familia.

Mientras tanto, Horacio está tratando de ser fuerte pero... hay que ver cuánto tiempo dura o por lo menos, cuánto tiempo aguanta el o la pequeña que lleva en su vientre...

Sammy y Kiara son fuertes, les aseguro que "no tienen que preocuparse por ellos."

Gracias por leer 🥰 ~•~

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