3. Almas Gemelas
Lan Sizhui era conocido por ser un estudiante modelo. Siempre prestando atención a las clases, sacando buenas calificaciones y respondiendo a casi todas las preguntas. Apenas tenía doce años, pero siempre había estado ansioso por aprender todo acerca del mundo de la cultivación.
La clase de hoy era acerca de las almas gemelas. Y por más que el tema perdía un poco de gracia con la voz aburrida de Lan Qiren, la mayoría de los discípulos estaban muy atentos. Sizhui notó que incluso Lan Jingyi, su mejor amigo, estaba inclinado hacia adelante, todo oídos.
En realidad, el tema era muy interesante. Hasta el momento, lo que les habían explicado era que existía un hilo rojo que conectaba a las almas gemelas. Es decir, a dos personas que estaban destinadas a amarse.
—Son dos cosas las que puede tener una persona en el meñique —dijo Lan Qiren, con una voz extremadamente monótona. No parecía estar disfrutando la clase—. La primera es un hilo que la conecte a su alma gemela. En caso de no tener una, entonces no tendrá nada en el dedo. Y la segunda es una cicatriz, lo cual quiere decir que el alma gemela de la persona está muerta.
Dicho aquello, alguien pidió permiso para hablar, y Lan Qiren le dio la palabra. La pregunta era una cuestión que todos en el salón tenían en aquel momento: ¿Quiénes son capaces de ver el hilo rojo?
—Este era un don casi exclusivo del Clan Wen —explicó. No había necesidad de mencionar que todas las personas de ese Clan ya estaban muertas—. Existen otras personas con esta habilidad, pero las probabilidades de nacer con ella son casi nulas.
El resto de la clase, la cual era la última del día, se pasó más rápido de lo que parecía. Antes de darse cuenta, Sizhui ya se encontraba caminando con Jingyi de vuelta a los dormitorios.
—¿No te parece genial? —preguntó Jingyi. En serio se había metido en el tema de la clase.
Lan Sizhui no estaba muy seguro de que fuera genial. Es decir, llevaba toda su vida teniendo esa habilidad, y nunca había sabido exactamente qué era lo que significaba. Nunca había preguntado acerca del tema. Había llegado al punto en el que podía poner en segundo plano los hilos rojos e ignorarlos por completo. Ahora ya no podía hacerlo.
—¿Te imaginas poder saber quién está destinado a quién? —continuó Jingyi, cada vez más entusiasmado.
Bueno, Sizhui no tenía que imaginárselo. Lo que sí tenía que procesar eran todas las cosas que ahora cobraban sentido. El hecho de que Hanguang Jun tenía una cicatriz en el meñique, o que la mayoría de las personas tenían un hilo. Incluido él mismo.
Mientras pensaba estas cosas, Jingyi siguió hablando en el fondo.
—Aunque es una pena que solo algunas personas puedan verlo.
Ah, ahí se encontraba el problema. ¿Qué había sido eso de que solo el Clan Wen podía ver el hilo? Eso no le afectaría, de no ser porque él sabía que no había nacido en el Clan Lan, y que Hanguang Jun lo había adoptado cuando era pequeño. Era cierto que Lan Qiren había dicho que existían excepciones, pero las probabilidades eran demasiado bajas. La mente de Sizhui iba a mil por hora. Podía escuchar la voz de Jingyi de fondo, quien seguía hablando y hablando, aun sin obtener respuesta.
—¿Sizhui? —preguntó luego de un rato, al darse cuenta de que no estaba recibiendo respuesta alguna.
—¿Mn?
Su amigo se detuvo a estudiarlo por unos segundos, probablemente preguntándose si Sizhui había oído algo de lo que había estado diciendo. Finalmente, pareció quitarle importancia y simplemente sonrió.
—Nada, solo estás muy callado hoy.
***
Dos semanas después de aquella clase, Sizhui había tenido tiempo suficiente para darle vueltas una y otra vez al asunto de las almas gemelas. Claramente, aun no tenía nada resuelto. Sin embargo, había decidido que quizá sería una buena idea contarle a alguien acerca del hilo rojo. Tal vez no ser el único guardando el secreto haría la carga un poco más ligera. ¿Y a quién contárselo además de a Lan Jingyi? Él había sido su mejor amigo desde que tenía memoria, quien lo había hecho sentirse cómodo y en casa desde que llegó a Descanso en la Nube.
Así que aquí se encontraba, cerca del lago congelado, descansando con Jingyi en una de sus horas libres. Los dos tenían sus espaldas apoyadas en un árbol, haciendo tiempo hasta la hora de clase.
—Jingyi, ¿puedo contarte algo?
Su amigo no lo pensó dos veces.
—Claro, Sizhui. Cualquier cosa.
Bueno, pensó. Aquí voy.
—P-puedo ver las almas gemelas. El hilo rojo. Lo que nos enseñaron en clase el otro día —soltó, nervioso—. Nunca se lo he dicho a nadie.
—¿Qué?
Jingyi se volteó a verlo con demasiada curiosidad.
—Eso, lo que oíste. No me hagas repetirlo.
—Okay —contestó Jingyi, sin tratar de ocultar su visible sorpresa. Parecía estar procesándolo lentamente.
Sizhui bajó la mirada, repentinamente encontrando el hilo atado a su meñique lo más importante del mundo. Cualquier cosa en vez de mirar a los ojos a su amigo.
Pero Jingyi pareció darse cuenta, porque esbozó una sonrisa, tratando de tranquilizarlo. Como siempre, ser él mismo siempre funcionaba con Sizhui.
—Así que —empezó, levantando una ceja—, ¿sabes si Lan Qiren tiene un alma gemela? ¿Y qué hay de Zewu Jun? ¿Y Hanguang Jun? ¡No puedo creer que hayas sabido esto por años y que jamás me lo hayas dicho!
Sizhui sonrió, nervioso. Agradecía que Jingyi se estuviera tomando las noticias de esta manera, pero no podía revelar esa información. No podía permitirse revelar quién era el alma gemela de nadie. Si lo hacía, quizá en algún punto tendría que confesar quién se encontraba al final de su propio hilo rojo y... un par de semanas no han sido suficientes para procesarlo. Aun no podía decir nada.
—Está prohibido hablar a las espaldas de los demás en Descanso en la Nube.
Jingyi entrecerró los ojos ante la excusa de Sizhui.
—Claro, claro. No me olvidé. Después de todo, eres el hijo de Hanguang Jun.
Sizhui asintió.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Jingyi, sin rendirse.
—¿Qué hay de mí?
—Sí. Sabes quién es tu alma gemela, ¿cierto?
—¿P-por qué me preguntas eso?
—Tengo curiosidad.
Sizhui se sintió el calor subir a sus mejillas. Ahora, encontró más interesante ponerse a mirar los arboles que ver a su mejor amigo a los ojos.
—Pues no. No. No, no puedo.
Jingyi frunció el ceño.
—¿No puedes ver tu propio hilo?
—Es decir, sí. Pero solo puedo ver el principio de los hilos, luego se hacen borrosos y desaparecen. Si pudiera verlos por completo, sería un desastre —rio nervioso.
—Ya. Entonces no sabes quién está en el otro extremo.
Sizhui bajó la cabeza. No le gustaba mentir. Es decir, ¡está prohibido! Pero simplemente no podía decirlo.
Felizmente, Jingyi decidió cambiar de tema.
—No te preocupes, no le diré a nadie. Supongo que realmente pensaste si debías decírselo a alguien o no.
—Sí.
—Me alegra que me lo dijeras a mí.
Sizhui le ofreció una sonrisa diminuta.
—Pero ¿no es un poco raro? —siguió Jingyi—. Lan Qiren dijo que la mayoría de las personas con esa habilidad eran del Clan Wen. Vaya, tienes tanta suerte de poder tenerla también. Imagina la baja posibilidad de poder ver el hilo rojo sin ser de ese Clan.
—Ah —Sizhui fingió una sonrisa—, sí. Supongo que tengo suerte.
La verdad era que Sizhui no estaba seguro de tener suerte en lo absoluto. Pero se sentía aliviado después de revelar ese secreto que había guardado por años. Después de todo, pensó mirando su propio hilo brillante, puedo confiar en Jingyi.
Estaba seguro de ello.
***
A los quince años, Sizhui descubrió que quizá algunas de las reglas del Clan Lan podían romperse de vez en cuando. No podía decir que estaba totalmente sorprendido cuando, después de una cacería nocturna (una exitosa, teniendo en cuenta que no hace mucho habían comenzado a ir ellos por su cuenta), Jingyi y otros discípulos de su edad lograron traer a escondidas a los dormitorios algunas jarras de Sonrisa del Emperador.
Evidentemente, Sizhui jamás había probado alcohol en su vida. Pero sabía que eso era Sonrisa del Emperador porque había visto las jarras escondidas en el Jingshi. Aunque jamás le había preguntado a su padre acerca de ellas.
Él no bebió, pero les aseguró a los demás que no diría nada. Era divertido estar con un grupo de adolescentes bebiendo por primera vez, descubriendo los efectos del alcohol y disfrutando de la adrenalina por estar haciendo algo prohibido.
Sizhui tenía que admitir que sentía curiosidad, pero igual rechazó las bebidas hasta que todos excepto Jingyi se habían ido.
Así eran las cosas. A veces, uno siente una profunda confianza hacia una persona. Bueno, Sizhui podía sentirla, y físicamente ver la conexión que tenía con Jingyi. Así que le pidió a su amigo, quien todavía estaba escondiendo las jarras vacías, que le pase la última que aún estaba llena.
—¿Estás seguro?
Sizhui se tomó cinco segundos para considerarlo de nuevo. La verdad era que sí quería probar. Era cierto que era el hijo de Hanguang Jun, que obedecía a todas las reglas y respetaba a todos. Pero también tenía un lado curioso y rebelde. No sabía de dónde lo había sacado. Quizá de sus padres biológicos, porque a pesar de lo diferente que era Zewu Jun de Hanguang Jun, Sizhui sabía que tampoco había sacado esos rasgos de su tío.
Así que el chico asintió, y Jingyi le pasó la jarra y un vaso.
Pero al igual que su familia, al parecer Sizhui tampoco podía soportar bien el alcohol. Con tan solo un par de sorbos, ya sentía que estaba flotando en una niebla densa. Y tenía ganas de hablar. Diablos, de verdad le inundaron muchísimas ganas de ponerse a hablar.
Porque últimamente, como siempre a estas alturas del año, su padre se veía extremadamente triste. Y desde que tenía doce años, Sizhui sabía por qué. Sabía que había alguien a quien su padre amaba, y que ese alguien murió. Y la enorme cicatriz en el meñique de Hanguang Jun delataba que probablemente aún no había superado el dolor de perder a su alma gemela.
—¿Jingyi? —preguntó, terminando de tomar el vaso que se había servido.
—¿Qué te parece? —preguntó el chico, quien inesperadamente parecía tener más tolerancia y estaba casi sobrio—. Quizá no deberías tomar más, es muy fuerte.
Pero Sizhui ignoró su pregunta por completo.
—¿Aun quieres saber quién es el alma gemela de mi padre? —preguntó, arrastrando las palabras.
—¿Eh?
—Una vez me preguntaste si puedo ver los hilos de Lan Qiren, Zewu Jun y Hanguang Jun. ¿Recuerdas?
Jingyi se volteó para quedar frente a él.
—Claro que recuerdo. Es decir, aun me da curiosidad. Tú sabes que me encantan estas cosas —dijo, y pareció pensarlo un poco—. Pero creo que te ha afectado la Sonrisa del Emperador. No me tienes que contar si no quieres.
Pero Sizhui quería, y el estar borracho solo le daba más ganas de hacerlo. Así que no pudo evitar contar todo.
—Lan Qiren tiene un hilo rojo. Aunque jamás he visto el otro extremo. Tal vez nunca conoció a su alma gemela, quizá por eso siempre está tan enojado —dijo, soltando una risa al final.
—¡Sizhui! —dijo Jingyi arrodillándose a su lado, tratando de detenerlo. No quería que dijera cosas que tal vez nunca diría estando sobrio, pero también le sorprendía este lado de su amigo.
—Zewu Jun tiene uno también, pero tampoco sé quién está en el otro extremo.
—Sizhui... —intentó de nuevo, poniendo una mano sobre su hombro. Pero no parecía querer parar.
—Y Hanguang Jun... mi papá tiene una cicatriz. Una muy fea y enorme.
Jingyi sabía lo que eso significaba, no había necesidad de explicarlo. Se quedó callado mientras Sizhui seguía hablando. Ahora parecía triste.
—Y es raro porque, desde que tengo memoria, él siempre ha tenido esa cicatriz. Pero no sé por qué, tengo el recuerdo de estar comiendo en una mesa con Hanguang Jun y alguien más. Y el hilo rojo los conectaba a los dos.
—¿Recuerdas quién era esa persona? —preguntó bajito.
—No tengo idea —negó—. De todas formas, ya está muerto. Y eso si es que no es todo parte de mi imaginación.
Jingyi lo pensó por un momento.
—Es cierto que no recuerdas nada antes de que Hanguang Jun te adoptara, entonces.
Casi nunca hablaban del pasado, pero Jingyi también sabía que Sizhui no era el hijo biológico de Lan Wangji.
—Casi nada, pedazos. Igual, no estoy casi muy seguro de nada de nada, la verdad—dijo en medio de un bostezo, sus palabras comenzando a perder coherencia.
Jingyi se dio cuenta y terminó de esconder rápidamente la última evidencia de lo que habían hecho entre los discípulos jóvenes.
—Por favor dime que no te vas a dormir aquí mismo. ¡Sizhui!
Felizmente, Jingyi logró llevar a Sizhui a su cama antes de que no pudiera caminar él solo. Con cuidado, lo arropó con las sabanas antes de irse a dormir él también.
***
Sizhui se había levantado al día siguiente recordando todo lo que había dicho bajo efectos del alcohol. Bueno, pensó, si Jingyi no ha dicho nada en años, no va a revelar nada ahora. Confiaba en su amigo, y sabía que no diría nada.
Pero eso no era lo que más le preocupaba en el momento. El gran problema que tenía era que no se sentía físicamente capaz de levantarse de la cama. Se sentía demasiado débil, el estómago le daba vueltas, y sentía que la cabeza le iba a reventar. Estaba seguro de que solo había tomado un vaso de Sonrisa del Emperador. ¿Cómo es que le había afectado tanto?
Los otros discípulos con quienes compartían dormitorio ya se habían ido. Pero Jingyi se encontraba sentado a un lado de su cama, nervioso. De momento estaba intentando pasarle un poco de energía espiritual, pero sabía que eso no iba a ser suficiente. Ya no sabía qué más hacer, e incluso parecía más preocupado que el propio Sizhui.
—Jingyi —dijo bajito, sin atreverse a moverse mucho—, deberías ir a clase. Vas a llegar tarde.
—¡Ni hablar! —repuso—. No voy a dejarte acá solo. No voy a dejar que vuelvas a beber nunca más en la vida. ¡Mira cómo te has puesto!
Sizhui dio un respingo y cerró los ojos. Le resultaba tierno que Jingyi se preocupara así por él, pero el ruido no estaba haciendo más que empeorar la situación.
—Perdón, perdón —susurró Jingyi, dándose cuenta de su error.
Y como siempre, llegando al caos en el momento preciso, alguien tocó la puerta. La voz de Hanguang Jun se escuchó perfectamente a través de la pared.
—¿Sizhui?
Los dos chicos se congelaron. ¿Qué hacía Hanguang Jun allí? ¿Acaso tenía el poder de presentir que su hijo se encontraba mal? Aparentemente sí, porque al no recibir respuesta, abrió la puerta con cara de preocupación.
Era cierto que Jingyi rompía una que otra regla del Clan Lan de vez en cuando, pero esta vez no pudo mentir. De todas maneras, no le hubiera hecho bien a nadie en la habitación. Después de contar la historia casi completa de lo que había sucedido (no habían delatado al resto de sus compañeros), los dos chicos miraron expectantes a Hanguang Jun, temiendo una reprimenda y un castigo.
Pero por alguna razón, Hanguang Jun los había dejado ir. Bueno, le había dicho a Jingyi que se fuera a clase, y que él cuidaría de Sizhui. El chico obedeció de inmediato, sin querer arriesgarse a que cambiara de opinión.
Después de echarle una última mirada a Sizhui, había salido de la habitación, todavía en shock, porque incluso le había parecido ver a Hanguang Jun sonreír levemente. Seguro se lo había imaginado, pero aun así era una vista demasiado extraña.
Y eso no sería lo único que haría Lan Wangji fuera de común ese día. Prometiéndole a su hijo que volvería en un instante, dejó la habitación para poner una excusa por la ausencia de Lan Sizhui a sus obligaciones. Y el resto del día, se dedicó a cuidarlo.
***
Ya era media tarde cuando Sizhui empezó a sentirse mejor. Estaba sentado en su cama, apoyado en la cabecera, y Lan Wangji estaba sentado al borde, cepillando el cabello desordenado de su hijo. Aun se sentía un poco débil para levantarse por completo. Después de todo, su padre le había dicho que eso no había sido solo una resaca, y que probablemente había contraído alguna otra cosa que lo había hecho enfermar.
—Hanguang Jun... —empezó, sabiendo que tenían que hablar.
—Lan Sizhui —dijo en tono autoritario—. Sé que hoy he roto un par de reglas, pero no voy a volver a mentir por algo similar nuevamente, ¿está bien?
Sizhui asintió. Lo entendía perfectamente.
—Lo sé. Es solo que... tenía curiosidad. Pero no volverá a pasar, lo prometo.
Lan Wangji no respondió, pero continuó peinando su cabello. Después de unos minutos, Sizhui pudo oírlo hablar otra vez.
—Me recuerdas mucho a alguien —comenzó, y Sizhui sintió una oleada de nostalgia y cariño en sus palabras—. A alguien que también se le ocurrió traer a escondidas un par de jarras de Sonrisa del Emperador. La única diferencia es que nosotros recibimos de castigo unos cien golpes con las reglas disciplinarias.
Sizhui decidió ignorar que su padre acababa de decir que él también estuvo involucrado en aquella travesura (y que el castigo sonaba muy doloroso), y lo dejó seguir hablando.
—Esa persona luego me enseñó que a veces debes romper las reglas para proteger a quienes te importan —dijo, soltando el aire—. No voy a dejar que te pase nada malo por haber hecho esto por primera vez. Ni a ti, ni a Jingyi. Eso sí, van a tener que copiar las reglas varias veces en la biblioteca.
Sizhui pudo notar que el ambiente cambiaba. Su padre se oía genuinamente triste. No tenía que ser un genio para conectar los puntos y darse cuenta de que probablemente estaba hablando acerca de la persona a quien amaba. El responsable de la cicatriz en su meñique. Así que decidió que sería mejor seguir ocultándole lo del hilo rojo. Tal vez, hablar acerca de almas gemelas solo agrandaría la herida en su corazón.
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