Capítulo XXXI: La propuesta
Nuestro vuelo había aterrizado en Manhattan a las 10:00 de la mañana y al medio día, ya habíamos llegado a casa. Una de las primeras cosas que hice al llegar fue enviarles mensajes a mi hermano, a Sara y a Liz para avisarles que ya habíamos vuelto, luego de enviar los textos, Rob y yo nos dedicamos a vaciar nuestras maletas y dejar cada cosa en su lugar, además de todos los obsequios que habíamos comprado que poco a poco iríamos entregando.
-¿Cuándo iremos a entregarle los obsequios a tus padres y a Bru? –me preguntó Robert.
-Pues, en el transcurso de la semana los llamo. –sonreí y me senté en la cama- Ya quedó todo en orden. ¿Y qué hay de los obsequios para tus padres? –le pregunté.
-Ya también en la semana los llamo. –comentó riendo- Creo que por ahora necesitamos revisar qué ha pasado en el trabajo en nuestra ausencia. –me dijo mientras se sentaba a mi lado.
-Tienes razón. –suspiré mientras me recostaba en la cama- ¿Cómo crees que este todo?
-Seguramente todo está en orden, pero eso no quiere decir que no haya cosas por revisar. –me dijo encogiéndose de hombros- Además, ¿recuerdas a Maurice Oxford? –me preguntó observándome mientras recargaba su mano en el colchón.
Yo asentí. –Claro que lo recuerdo, es el dueño de Oxford Enterprises, la compañía de ingeniería en telecomunicaciones. ¿Qué pasa con él? –le pregunté y él sonrió ampliamente- ¡Oh Dios mío, Robert! ¿De verdad quiere firmar con nosotros para la construcción de su nuevo edificio? –le pregunté emocionada.
-Así es. –asintió repetidas veces con una gran sonrisa en sus labios.
-¿Y cuándo te lo dijo? –de mis labios tampoco desaparecía la sonrisa.
-Esta mañana me confirmo por un e-mail que recibí cuando veníamos en el avión hacía acá. –me dijo mostrándome su celular el cual tomé y leí el contenido del e-mail. Cuando terminé, se lo devolví.
-La verdad es que, el trabajo que hicimos con Marubeni América nos abrió muchas puertas. –dije contenta.
-Y si eso sucedió, fue gracias a ti. –me dijo ladeando un poco su cabeza y noté que me miraba con mucha ternura. Yo me incorporé de nuevo para quedar sentada frente a él.
-Oh vamos, Rob, ya lo tenías, solo faltaba convencerlos al 100% aquella vez. –hice una mueca y chasqué los dedos.
-Pues sí, pero te repito que eso lo hiciste tú. Tú fuiste la que terminaste de convencerlos y mira ahora, nos está yendo de maravilla y todo gracias a ti y el éxito que tuvimos, vino de aquí. –me dijo tocando mis sienes con sus dedos, haciendo alusión a que la idea venía de mente.
-Te equivocas. –sonreí y lo miré, luego miré a su pecho- Todo eso, vino de aquí. –le dije tocando el lado de su pecho donde se encontraba su corazón y Robert rió tiernamente.
-Por favor, date más crédito, date por lo menos un 12%. –me dijo con un fallido intento de seriedad dada la mueca de sonrisa en sus labios. Yo me levanté de la cama para salir de la habitación y él me siguió.
-¿12%? ¿Y dices que el éxito es gracias a mí? –reí llegando a la cocina y mientras tomaba un par de copas y una botella de vino para servir en ellas, Robert me tomó de la cintura.
-Pues es que sí. –comentó posando sus manos en mi cadera y sus labios en mi cuello- Ya solo faltaba convencerlos. –me dijo mientras daba pequeños besos a lo largo de mi cuello hasta mi oreja.
Debido al contacto de sus labios con mi piel, se me dificultaba servir el vino en las copas, pero por una obra divina o por arte de magia, logré hacerlo y cuando terminé, dejé las copas sobre la mesa y me giré para ver a Robert directamente a los ojos.
-¿O sea que tú te quedas con 88% del crédito? –le pregunté pasando mis brazos por su cuello.
-Así es, corazón. –contestó él rozando su nariz con la mía mientras sus manos seguían sobre mi cadera- Pero quiero aclarar que tu 12% es más importante que mi 88% -me dijo y yo reí.
-Te amo. –le dije besándolo.
-Y yo a ti. –me dijo en medio del beso.
-¿Y, cuándo vamos a ver al Señor Oxford? –le pregunté separándome de su boca para poder girar a tomar las copas de vino. Cuando las tuve en mis manos, le di una y él la aceptó gustoso.
-Pues, lo más seguro es que el martes o miércoles. ¿Viste que en el correo decía que confirmaba el lunes, verdad?
-Así es, y el lunes es mañana. –le dije mientras movía un poco la copa de vino en mi mano.
-Pues, ya veremos mañana entonces. –me dijo riendo y yo asentí- Por cierto, _______. –me llamó y yo rápidamente posé mi mirada en él- He estado pensado que necesitamos expandirnos. Con todos los proyectos nuevos que tenemos y los que vienen, no vamos a poder trabajar solo desde aquí.
-Tienes razón. –comenté haciendo una línea con mis labios- Pero, ¿quieres hacer un nuevo edificio de Downey Architecture & Design? ¿En dónde?
-Sí, quiero hacerlo. Y tal vez en New York o Boston. Que por ahora quedé cerca de nosotros, para ver cómo funciona. ¿Qué te parece la idea? –me preguntó sosteniendo su copa de vino.
-Bueno. –suspiré- Me parece una idea maravillosa, porque eso además de abrir oportunidad de empleo para muchas personas, nos ayudará a tener más capacidad para nuevos y más proyectos. –le dije y Robert asintió- Lo que no entiendo es ¿por qué me estás preguntando que qué me parece? –por la expresión en su rostro, pude notar que estaba confundido ante mi pregunta, así que decidí continuar hablando- La empresa es tuya, Rob. No tienes por qué decirme las cosas que tengas planeadas para ella. –dije y él me miró dulcemente.
-¿Qué por qué lo hago? –me miró con una sonrisa de lado- _______, lo hago porque además de ser mi mano derecha, eres la persona que amo y mi colega. Confío en ti y para mí, tu opinión y lo que piensas es muy importante. Estamos juntos en esto, ¿no? –me guiñó un ojo.
Yo solo atiné a sonreír y a agachar la mirada, la cual a los pocos segundos volvió a encontrarse con la de Robert, ya que había tomado mi mentón con su mano para que pudiera verlo.
-Gracias. –musité.
-Gracias a ti. –me dijo dándome un pequeño beso en los labios y al instante, chocamos nuestras copas de vino- Te diré que, el próximo edificio dirá Fisher en la fachada. –arqueó una ceja.
-En el contrato. –sentencié tomando un trago de vino.
Robert me miró entrecerrando los ojos y una amplia sonrisa se formó en sus labios. -¿Ves por qué te amo?
-Es obvio. –le dije y comenzamos a reír los dos- ¿Qué te parece si vamos a tomar una ducha, pedimos comida a domicilio y pasamos el resto del domingo viendo películas?
-Me parece una idea perfecta. –me dijo tomando mi copa y dejando ambas en la mesa- ¡Vamos por esa ducha! –dijo contento tomándome de la mano, mientras subíamos las escaleras directo al baño.
***
Lunes, 8:00 a.m
Narra Robert
_________ y yo ya habíamos llegado de vuelta a Downey Achitecture & Design. Todos nos dieron una cálida bienvenida y nos preguntaban cómo nos había ido en nuestras vacaciones. Todos, especialmente Mónica, que ya se había vuelto una gran amiga para ambos y fue la primera en recibir su obsequio de parte de _______, una bonita bolsa con motivos de playa, ella estaba tan feliz que nos abrazó a ambos y hasta se quedó un momento conversando con _________ en la entrada de la empresa. Era mi oportunidad.
-Cielo, mientras estás aquí con Moni, me voy a ir adelantando a la oficina, necesito revisar unos e-mails en la computadora. –le dije observándola sobre los lentes de sol que llevaba puestos y ella me miró pestañeando un par de veces.
-Vamos entonces. –contestó ________ acomodando su bolso en su hombro. Al instante me alarme.
-¡No! –le dije algo alterado y casi se me caen los lentes. Ella frunció el ceño- Quiero decir, no. –comenté un poco más calmado- ¿Por qué no te quedas con Moni un momento más conversando y subes luego? Actualícense sobre lo ocurrido, esas cosas de mujeres. Quiero decir, no se han visto en una semana. –dije algo nervioso mientras me rascaba la nuca- Ay Robert, ¿qué estás diciendo? –me reclame a mí mismo en mi pensamiento, tomé mis lentes y me los coloqué en la bolsa del pecho de mi saco.
-¿Está bien? –dijo ________ algo extrañada y yo agradecí al cielo internamente.
-Vale, amor. Te veo ahora. –le dije al mismo tiempo que le daba un fugaz beso en los labios- Nos vemos, Moni. –me despedí de ambas y a paso rápido caminé al elevador para dirigirme a nuestra oficina. Al llegar, entré rápidamente y cerré la puerta, nervioso y recargándome en ella.
–Cálmate, Downey. –hablé en voz alta- Es algo rápido, solo revisa la agenda de ________ en su escritorio, busca el número de Sara y llámale. Solo revisa la agenda de ________ en su escritorio, busca el número de Sara y llámale. –me repetía a mí mismo mientras avanzaba a su escritorio.
Busqué en los cajones y logré encontrar su agenda. Rápidamente localicé a Sara, ya que al ser su mejor amiga, la tendría en los primeros y más importantes contactos. Vi el número, tomé mi celular y tecleé los dígitos en la pantalla velozmente. Si _________ entraba por esa puerta en cualquier momento a partir de ahora, estaba perdido. Di click en llamar. Unos, dos, tres, cuatro y cinco tonos después, contestaron en la otra línea.
-Sara, ¿eres tú? –pregunté con el corazón acelerado.
-¿Quién habla? –me preguntó también y sonaba a que se acababa de despertar.
-Soy Robert, Sara. –contesté y comencé a caminar por toda la oficina.
-Oh, eres tú. ¿Qué pasa, por qué me llamas a esta hora? –me preguntó y escuché que bostezaba.
-Necesito que me ayudes en algo... –hice una pausa y escuché que Sara tosió- Yo... quiero... quiero pedirle matrimonio a __________. –lo siguiente que escuché fue un grito tan agudo por parte de ella que casi me revienta el tímpano- Sara, no grites, lástimas mi oído. –repliqué.
-Lo siento, ¡es que estoy tan emocionada! –exclamó- Y dime, ¿cómo te ayudo? –me preguntó con un gran entusiasmo.
-Por eso es que te llamo. ¿Crees que nos podamos ver a la hora del almuerzo? Inventaré una excusa para _________, ya que siempre vamos a comer juntos, pero en realidad tú yo iremos a buscar un anillo y a que me ayudes a planear algo bonito para esta noche, quiero proponérselo hoy. –dije casi en un susurro. Tenía miedo de que alguien pudiera escucharme.
-Pero claro que sí. –me dijo ella con un tono feliz en su voz- Nos vemos en el jardín central al medio día. ¡Te voy a ayudar a que mi mejor amiga te diga que sí! –me dijo entusiasmada y no pude evitar reír.
-Perfecto, Sara. Te veo ahí. Y, muchas gracias por esto. –dije con sinceridad.
-No hay nada que agradecer. Solo espero que te diga que sí. –la escuché reír.
-La verdad, yo también. –reí con ella y acto seguido, ambos colgamos la llamada.
Rápidamente, guardé la agenda de __________ de nuevo en su lugar y casi corriendo, fui a sentarme a mi lugar, porque en ese momento la puerta de la oficina se abrió, dejando ver a _________ que veía revisando su celular. Se me aceleró el corazón. Giré la silla para ver hacía en ventanal e hice como si estuviera en una llamada. Sentí los pasos de _______ llegando hasta mí.
-Sí, perfecto. Entonces revisamos eso luego. –dije simulando conversar con alguien sosteniendo mi teléfono en mi oreja. _________ estaba frente a mí y me observaba con una ceja alzada y cruzada de brazos- Nos vemos. –dije y fingí colgar la llamada- Hola, corazón. ¿Ya terminaste de ponerte al día con Moni? –le pregunté con una sonrisa nerviosa.
Ella me miró entrecerrando los ojos. –Sí, ya terminamos de "ponernos al día." –dijo haciendo comillas con los dedos para luego acercarse a mí. Se inclinó para que nuestros rostros pudieran acercarse y al estar solo separados por una mínima distancia, su cabello caía sobre mis hombros- ¿Te pasa algo? –me preguntó haciendo una mueca con sus labios y el ceño fruncido.
-¿A mí? ¿Por qué debería pasarme algo? –reí nervioso.
-Te noto, extraño... –dijo acomodando un mechón de su cabello detrás de su oreja- Pero en fin. Seguro es la falta de costumbre luego de no estar una semana entera en la oficina. –me dijo jalando mi corbata hacía ella, acortando más la distancia entre ambos y provocando que nuestros labios se rozaran.
-La falta de costumbre, sí... –contesté algo distraído por la forma en como se había acercado a mí. Era demasiado... sexy. Al notar como me había dejado, _________ me soltó repentinamente de la corbata y con una sonrisa burlona, se alejó de mí, acomodó mi corbata y camino a la pequeña cocina de la oficina, dejándome con la respiración entrecortada y el corazón más acelerado de lo que ya estaba.
-¿Quieres un café? –me preguntó desde la cocina. Estaba de espaldas buscando las tazas.
-Sí, sí quiero. –sonreí de lado observándola con una sonrisa boba mientras preparaba las tazas y café y yo encendía mi computadora.
***
El medio día había llegado y con él, mi misión imposible de ir con Sara a buscar el anillo con el que le propondría matrimonio a __________. Afortunadamente logré escabullirme ya que por intercesión de los santos, Moni había invitado a almorzar a __________. Ella en un inicio estaba renuente a ir, ya que siempre íbamos los dos juntos, pero le dije que no se preocupara, que no pasaba nada por un día que no fuéramos a comer ella y yo. Así que sin mayor problema, ambas de fueron dejándome libre por las siguientes dos horas y media para preparar todo lo que necesitaba.
Conduje lo más rápido que pude hasta llegar al lugar donde me encontraría con Sara. Cuando llegué al jardín central de Manhattan, ella ya estaba sentada cerca de una fuente esperándome con los audífonos puestos. Bajé del auto y me acerqué despacio a ella para no asustarla. Cuando me vio, se levantó y me saludó.
-¡Hey! Mira quién está aquí. El Señor compromisos. –me dijo riendo mientras me daba un beso en la mejilla el cual correspondí.
-Pues, todo dependerá de que tú mejor amiga acepte. –reí.
¿Qué estamos esperando? ¡Vamos! –me dijo Sara muy animada y nos adentramos en el centro de la ciudad en busca de una joyería donde buscar el anillo para ________.
Llegamos a una pequeña joyería que se veía rústica por fuera, pero al entrar, te dabas cuenta que el lujo sobraba en ese lugar. Una mujer vestida elegantemente con una falda y un saco color crema, nos atendió.
-Bienvenidos. –nos saludó a Sara y a mí con una sonrisa- ¿Buscan algo en particular? –nos preguntó interesada.
-Busco un anillo de compromiso. –dije y la mujer esbozó una sonrisa.
-Oh, ¿son novios? –nos preguntó a ambos y Sara se alarmó.
-¡No, no, no! –negó rápidamente haciendo señales con sus manos- Él es novio de mi mejor amiga, se le propondrá a ella. –dijo y los tres reímos.
-Ya veo, una disculpa. –dijo la mujer apenada.
-No pasa nada. –comenté tranquilo- ¿Me puede mostrar algunos anillos, por favor?
-Claro, por acá, venga conmigo. –dijo la mujer haciendo señas de que la siguiera hasta unas vitrinas del local y Sara fue conmigo.
-¿Cuándo decidiste proponérselo? –me preguntó ella mientras veíamos los anillos.
-Todas nuestras vacaciones lo estuve pensando. –reí- Pero, creo que ya es momento de hacer más que pensar y actuar.
-Comprendo. –Sara asintió mientras veía los anillos junto conmigo.
De pronto, ella detuvo su vista en un anillo, al igual que yo. Era un fino y bello anillo de oro, el cual tenía incrustado un delicado diamante. No era muy llamativo u ostentoso, al contrario, era elegante y hermoso. Al instante, supimos que era el indicado. Miré a la mujer detrás del mostrador y la llamé.
-Es ese, ese es el anillo. –dije entusiasmado- ¿Me lo puede mostrar? –le pregunté amablemente a lo que ella respondió al instante dejándome ver el anillo más de cerca.
-Robert, este anillo es para ella. –me dijo Sara palmeando mi espalda. La miré y tenía una gran sonrisa en su rostro, al igual que yo.
-Sí, lo es. –dije observando el bello y delicado círculo dorado- ¿Me puede dar este, por favor? –pregunté a la mujer y ella asintió. Acto seguido, lo colocó en una bonita cajita de terciopelo rojo y me lo entregó. Luego de pagar, Sara y yo salimos del local.
-Bueno, ya tienes el anillo, campeón. Ahora, ¿dónde se lo vas a proponer? –me preguntó cruzándose de brazos.
Yo suspiré mientras guardaba el anillo en mi saco. –Es que no lo sé. En el camino hacia acá estaba pensando que podría ser en su restaurante favorito, aunque creo que ya es algo tarde para hacer reservación. También pensé que podría ser en nuestra casa...
-¿Nuestra? –preguntó Sara con una sonrisa.
-Sí, nuestra casa. –reí- Pero justo ahora, no se me ocurre nada más.
Mmmmmm... -musitó Sara llevándose una mano a la boca en un ademán- Dame unas horas para preparar todo y más tarde te mando la ubicación de a dónde y a qué hora tienes que llevarla. –me dijo sonriendo. Yo la miré sorprendido.
-¿De verdad harías eso por mí? –le pregunté conmovido.
-Por ustedes. Y sobre todo por _________. –sonrió tiernamente- Ella merece todo lo mejor de este mundo, es lo menos que puedo hacer por mi mejor amiga y el hombre que le robó el corazón.
-Te estaré eternamente agradecido por esto, Sara. –le dije con un tono sincero.
-Tranquilo, son cosas que hacen los amigos. –me dijo estrechando su mano con la mía y yo la abracé. Ella correspondió al instante.
-Espero tu mensaje entonces. –le dije separándome de nuestro abrazo.
-Claro, ahora anda y ve a ser responsable con tu trabajo. –me dijo sonriente mientras comenzaba a caminar en dirección contraria a la mía.
-Gracias de nuevo, Sara. –le dije mientras yo caminaba de vuelta a mí auto.
Regresé a la empresa y para mi fortuna, _____________ aún no regresaba de su almuerzo con Moni, lo que me dio tiempo de ir a comer algo yo a la cafetería. Luego de un rato, regresé a la oficina y a los pocos minutos también llegó __________, me saludó y nos dispusimos a trabajar. Ahora solo me quedaba esperar el aviso de Sara.
***
Eran casi las 6:15 de la tarde cuando recibí un mensaje de texto de Sara.
Vayan al edificio de la cafetería de Marcus que está entre la tercera y quinta avenida a las 7:00 en punto. Allí empezará todo. No me agradezcas hasta que te dé el sí. Suerte, campeón.
Leí el mensaje y un sentimiento de emoción combinado con angustia se apodero de mi estómago. Tragué saliva con dificultad y mi corazón comenzó a latir velozmente. –Ya casi es hora. Bueno Downey, vamos a ver qué pasa. Sé valiente. –pensé mientras guardaba mi celular y seguía revisando unos documentos sobre mi escritorio. Mi giré a ver a _________ y ella estaba muy concentrada trabajando en su computadora. –Por favor, dime que sí. –hable para mí mismo y sonreí mientras la veía y apreté fuertemente la cajita con el anillo dentro de mi saco.
Narra __________
Por fin eran las 6:30 de la tarde y ya era hora de volver a casa. Apagué mi computadora y comencé a guardar todas mis cosas en mi bolso. Cuando terminé, vi a Robert que también ya estaba guardando sus cosas para irnos. Me acerqué a él.
-¿Te parece si vamos a cenar una hamburguesa? Yo invito. –le dije acomodando su corbata.
-Claro, podemos ir, pero primero necesito que me acompañes a hacer algo. –me miró con una sonrisa de lado.
-Oh, seguro. ¿Nos vamos ya? –le pregunté tomando mi bolso y caminando a la puerta.
-Vamos, cielo. –me dijo mientras ambos salíamos de la oficina y él cerró la puerta con llave detrás suyo.
Robert conducía en dirección a la tercera y quinta avenida, lo cual no me pareció extraño ya que por ahí quedaba el local donde vendían las hamburguesas que tanto nos gustaban, así que no le tomé importancia y saqué mi celular para revisar unos mensajes. Todo estaba bien, hasta que noté que se detuvo frente al edificio de la cafetería de Marcus, el novio de Sara.
-¿Por qué paras aquí, Rob? –le pregunté y él salió del auto para abrirme la puerta.
-¿Solo, puedes acompañarme? –me preguntó ofreciéndome su brazo. Ya no entendía nada, pero acepté.
Salimos del auto y Robert llamó a la puerta del lugar que ya estaba cerrado. Iba a hablar, pero para mi sorpresa, abrieron y era nada más y nada menos que Marcus. Miré extrañada a ambos.
-Buenas noches, pasen por favor. –nos dijo y ambos entramos al lugar.
Robert agradeció y me tomó de la mano. Cuando estuvimos adentro, Marcus le dijo que solo fuera derecho y subiera las escaleras. Robert asintió y ambos comenzamos a caminar en la dirección que Marcus le había dicho.
-¿Rob, qué pasa? –le pregunté sin entender nada. El volteó a verme.
-Solo espera un poco más. –me sonrió.
Subimos las escaleras y llegamos hasta la azotea de la cafetería. ¡Qué sorpresa me lleve al ver que todo alrededor estaba decorado con luces! Se veía hermoso. Al centro había una mesa para dos personas con un bello ramo de tulipanes al centro que lo decoraba. Además de las luces, también había unas cuentas velas que, al ser acompañadas por el final del atardecer y la llegada de la noche llena de sus brillantes estrellas, hacían que todo se viera hermoso.
-Robert, ¿qué es todo esto? –le pregunté sorprendida y me giré para verlo pero, noté que estaba igual de sorprendido que yo- ¿Robert? –lo llamé de nuevo y al instante, él me miró.
-Lo siento, estaba algo distraído. –me sonrió tiernamente- ¿Puedes acompañarme? –me dijo aferrando más nuestro agarre de manos.
-Yo... Ammm, pues claro. –sonreí encogiéndome de hombros y ambos caminamos hasta llegar a la mesa.
Cuando lo hicimos, él movió una de las sillas para que pudiera sentarme y una vez que ya lo estaba, él fue a sentarse frente a mí. Nos miramos fijamente por unos segundos y yo volví a hablar.
-Cielo, ¿qué es todo esto? –le pregunté con media sonrisa tomando su mano sobre la mesa.
-La verdad es que yo también estoy igual de sorprendido que tú. –me dijo riendo bajito. Cuando iba a volver a hablar, Sara apareció de la nada.
-¿¡Sara?! ¿Qué haces aquí? –la miré sorprendida.
-Yo vengo a traerles su cena. –dijo con una sonrisa y detrás de ella, apareció Marcus con un par de hamburguesas en una bandeja. Yo sonreí y miré a Robert que observaba sorprendido la escena.
-Mira amor, al final de todo, si cenarás hamburguesa. –me dijo recargando su mentón en la palma de su mano.
-Sí, ya lo noté. –dije pestañeando un par de veces.
Marcus y Sara dejaron nuestra cena frente a nosotros y luego sin más, se fueron dejándonos solos. La cena transcurrió normal entre pláticas y risas hasta que ambos terminamos. Luego de un rato, volví a preguntar.
-Rob, ¿ya me puedes decir a qué se debe todo esto? –le pregunté con media sonrisa.
-Bueno ____________, yo... yo no le voy a dar más rodeos ni vueltas al asunto. –me dijo de la nada y fue cuando de verdad estaba más que confundida. De pronto me invadió un sentimiento de angustia al pensar que tal vez quería terminar nuestra relación, así que sin querer, empecé a soltar unas lágrimas. Robert me miró confundido- ¿Por qué estas llorando, cielo? Todavía no digo nada.
-Robert, ya no le des más vueltas como dices, solo dilo y ya. –sentí un nudo en la garganta.
-Está bien. –me dijo levantándose de su asiento y luego vi que se puso frente a mí.
-Ya dime... ¿Qué pasa? –lo miré angustiada y el hecho de que tardara tanto en decirme, hacía que el miedo creciera más en mí.
-_________ Fisher Anderson... –Robert se puso sobre una de sus rodillas y mientras lo hacía buscaba algo dentro de su saco. Al ver lo que hacía, el sentimiento de angustia y miedo, cambio por uno de emoción, sorpresa y sobre todo, alivio. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho- Tú, ¿quieres ser mi esposa? –cuando me preguntó, puso frente a mí una pequeña cajita de terciopelo rojo que en su interior tenía un hermoso anillo.
Lleve mis manos a mi frente y luego de pestañear repetidas veces, las lágrimas que ya habían comenzado a brotar, lo hicieron pero con más fuerza, pero obviamente que eran de alegría. Sin querer, comencé a llorar y eso no me permitía hablar. Robert se desconcertó un poco y me miró algo triste.
-Yo, entiendo si me dices que no, pero por favor, ya no llores. –se iba a levantar de donde estaba pero yo lo detuve tomándolo por los hombros. Como pude, junté fuerzas para poder hablar.
¡No! No estás entendiendo. –dije limpiándome las lágrimas de las mejillas con mis manos- Estoy llorando porque estoy feliz. –suspiré y sonreí- Y claro que sí, claro que quiero ser tu esposa. –le dije tapando mi boca con una de mis manos.
-¡Oh! –Robert soltó un suspiro- ¡Qué alivio! Yo creí que... que me ibas a decir que no querías. –dijo algo apenado.
-Y yo creí que querías terminar con esto. Por la forma tan extraña en que estabas actuando. –reí.
-Ay, ¿cómo se te ocurre pensar eso? Claro que no, yo ya no podría hacer eso. _________, eres todo para mí, y quiero que eso quede muy claro. Te amo y siempre lo voy a hacer. Sé que tú tienes atado el otro extremo de mi hilo rojo del destino, sé que tú eres la persona con la que debo estar. –me dijo mientras se ponía de pie- Sé que siempre seré tuyo... –siguió hablando mientras colocaba el anillo en mi dedo- y sé, que ya no quiero a nadie más que no seas tú. –dijo sobre mis labios.
¿Qué más podía pedir? Cuando él me besaba todo se iba, sentía que nada podía estar mal, que todo lo que necesitaba eran sus labios al compás de los míos para saber que estaba viva y que a su lado ya no habría nada que temer. Aquella noche fue maravillosa, las estrellas nos miraban y nos regalaban su belleza infinita al igual que la luna, que nos sonreía brillantemente mientras nosotros nos sumergíamos en uno de esos besos que te devuelven el alma al cuerpo.
***
Buenas madrugadas, lectores hermosos. Disculpen si apenas actualicé, sucede que el día de hoy tuve la visita de mi hermano y mi sobrino y bueno, estuve todo el día con ellos. Pero acá les dejo un nuevo capítulo que, espero que hayan disfrutado de leerlo tanto como yo de escribirlo. Se vienen cosas interesantes... 👀💖✨
En fin, espero sus comentarios y votos que alegran mi existencia y cómo siempre, recuerden que los amo 3000. ¡Abrazo! 👀💖✨
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