Capítulo XVIII: Confiar en ti
El tiempo pasa y no se detiene. Los dos meses que me restaban en la universidad estaban por llegar a su fin y eso me tenía entusiasmada, pero no solo eso también todo lo que he avanzado en mi trabajo y ¿por qué no? Con mi novio. Recuerdo perfectamente que la primavera estaba a punto de llegar el primer día que llegué a pararme en la oficina de Robert visiblemente alterada por los nervios de arruinarlo todo. Dos meses suena poco, pero habían pasado muchas cosas.
Sara ahora salía con un chico, el mismo con el que salió aquella vez que llegó tarde a la casa; un muchacho que respondía al nombre de Marcus que trabaja con ella. Resulta que el tipo por fin se había armado de valor y dio el siguiente paso. Mi amiga estaba feliz y si ella lo era, yo también.
Otra cosa que estaba pasando es que los avances con el proyecto de Marubeni América en New York iban viento en popa y por esa razón Robert y yo nos habíamos visto con el Señor Carter un par de veces más en Manhattan para ultimar detalles de lo que se haría después. Claramente, el hecho de que Downey Architecture & Design estuviese colaborando con la conocida empresa nos había abierto muchas puertas, tal como Robert y yo habíamos pensado. Uno de los temas más sonados era que las dos prestigiosas marcas estaban trabajando juntas y ahora, teníamos muchos proyectos nuevos en puerta; eso significaba dos cosas: un gran avance para Robert y su empresa y, más experiencia para mí. Eso me hacía sentir muy feliz.
También mi relación con Rob se estaba haciendo cada vez más fuerte y eso me lo demostraba cada día. A veces me ponía a pensar que tal vez habíamos ido demasiado rápido, pero después de lo que pasó con Miranda no podía pedir mejor muestra de que lo nuestro iba por buen camino.
***
Era un domingo a medio día y había invitado a Robert a comer al departamento junto con Sara y conmigo. Rob había salido un momento a la tienda de la esquina a comprar algo para tomar, Sara estaba en la cocina terminando unos detalles de la comida y yo estaba en mi habitación sentada frente a mi escritorio intentando terminar un modelo a escala del edificio principal de Downey Architecture & Design. –Qué curioso, básicamente estoy construyendo el edificio donde voy todos los días a trabajar. –pensé mientras trataba de colocar una pequeña pieza sobre el modelo con un pegamento especial. Ya me faltaba muy poco para terminar, pero las últimas piezas me estaba costando trabajo colocarlas.
-Vamos, solo pégate, pégate. Es todo lo que tienes hacer, no te pido nada más. Por favooooooooor. –dije hablando para mí misma en un intento por terminar de colocar el diminuto árbol hecho de plástico sobre la base del modelo- ¡Vamos, estúpido arbolito! ¡Solo pégate! –levanté un poco la voz y me di cuenta que me estaba comenzando a estresar.
Llevaba el mes entero trabajando en este modelo, ya que era mi proyecto final para la materia de Taller de construcción V y dado que era es último nivel y mi último semestre, la cosa se había vuelto complicada pero interesante. Cuando nos comentaron sobre este proyecto yo me entusiasme mucho, debido a que los modelos entrarían a un concurso entre todos los alumnos y el mejor se quedaría para la posteridad en la universidad como ejemplo para las futuras generaciones y como ornamento en la entrada principal del campus, además de que el alumno ganador se llevaría un premio de $3000.00 dólares. Mi profesor, el Señor Arthur, era un gran admirador de Robert y todo su trabajo, así que cuando nos comentó sobre el proyecto, no dudó ni un momento en ponernos a realizar el edificio de su empresa que además, era bien conocido por todos que era un joya arquitectónica.
En varias ocasiones Robert se ofreció a ayudarme pero siempre me había negado. Yo sabía que esto era algo que podía hacer por mí misma y así debía de hacerlo. Aunque también era más una cuestión de orgullo personal; no estaría bien que el prodigio de la clase del 98 le ayudara a una próxima egresada con su proyecto final, en todo caso sería como hacer trampa, porque tendría la ayuda de uno de los mejores arquitectos del país. En definitiva era algo que debía de hacer por mí misma, pero como dije antes, ya me estaba estresando.
Me alejé un poco de mi escritorio dejando los materiales y el pequeño arbolito sobre éste, caminé directo a mi ventana y sobándome las cienes suspiré hondo mientras cerraba los ojos, necesitaba un pequeño descanso. Mientras observaba el cielo, las nubes blancas y las aves volar sobre éstas, sentí que me tomaron por la cintura en un cálido abrazo y luego un beso en mi cuello.
-Hola, amor. ¿Cómo vas con eso? –preguntó refiriéndose al modelo, aún abrazándome por la cintura.
-Hola. –sonreí y me giré para verlo- Pues, todo bien. Solo que necesitaba... un poco de aire y descansar un poco. –suspiré.
-Es que no dejas que te ayude. –hizo una cara formando un tierno puchero.
-Oh Rob, no hagas eso. Sabes que con esas caritas no puedo decirte que no. –dije riendo, dándole un fugaz beso en los labios.
-Entonces, déjame ayudarte. –sonrió de lado- Te prometo que no interferiré mucho. Además, tú ya hiciste absolutamente todo. Solo faltan un par de detalles y colocar los árboles.
Yo lo miré con una ceja alzada e hice un ademán como si estuviera tratando de decidir si lo dejaba ayudarme o no. –Está bien. –sonreí- En todo caso, pegar esos arbolitos me está costando más trabajo que todo el modelo en sí. –dije mientras me sentaba en la cama.
-De acuerdo. –exclamó contento- Entonces, manos a la obra. –dijo entusiasmado frotando sus manos entre sí mientras se sentaba frente a mi escritorio. Yo acerqué un banquito y me senté junto a él para ver lo que hacía.
Habían pasado cerca de veinte minutos que Robert estaba trabajando en el modelo. A decir verdad, me estaba mostrando técnicas y trucos que no imaginaba iba a conocer sino hasta dentro de muchos años de experiencia. Yo miraba atenta cada cosa que hacía, como manipulaba los materiales, como pacientemente colocaba todas las piezas que hacían falta y él, dulcemente, me explicaba paso a paso cómo hacerlo. Toda mi atención estaba puesta en él ese momento. Después de otros diez minutos, el modelo estaba listo.
-Y solo colocamos esto y... ¡Ya está! –dijo Robert contento cuando terminó de colocar el último árbol sobre la base.
-Ay Rob... Gracias por ayudarme, a pesar de que tantas veces me negara. –comenté un poco apenada encogiéndome de hombros.
-Hey... -dijo poniendo su dedo en mi nariz- Yo siempre voy a estar para ti. –sonrió- Incluso cuando me pidas que me te deje sola o que me aleje, siempre vas a contar conmigo. –me dijo al mismo tiempo que posicionaba sus labios sobre los míos.
Era un beso hermoso, lleno de dulzura y pasión que desbordábamos los dos. Luego de unos segundos nos separamos y yo sonreí sobre sus labios.
-Gracias, por todo. –le dije juntando su frente con la mía y sus brillantes ojos miel mi miraron al instante.
-Ay, pero qué escena más tierna... -dijo Sara que nos observaba recargada en el marco de la puerta de mi habitación- Les juro que soy su fan, son una pareja adorable. –dijo sonriendo y Robert y yo reímos.
-¿Cuánto tiempo llevas parada ahí? –pregunté riendo y Robert inclinó su cabeza hacia un lado con una sonrisa de lado.
-No mucho, pero sí lo suficiente para ver demasiado amor. –dijo haciendo una cara chistosa que luego cambió por una de asombro cuando vio el modelo sobre mi escritorio- ¡Dios mío, ______! Esto es... es... ¡es espectacular! –habló acercándose más para poder observar mejor.
-La verdad es que valió la pena cada segundo que pase haciendo esto. –sonreí orgullosa observando el modelo- Aunque Rob me ayudó a mejorar los detalles. –me giré a verlo y le guiñé un ojo a lo cual él respondió con una gran sonrisa.
-Claro, la verdad es que esto es una cosa preciosa. Ustedes trabajan muy bien juntos. –nos miró sonriendo y mis mejillas se ruborizaron- ¿Para cuándo tienes que entregar esto, ______? –me preguntó.
-Es para mañana. –contesté rascándome la nuca- Por eso ya estaba algo estresada y si Robert no me hubiese ayudado, tal vez habría colapsado.
-Ya te dije, amor, siempre estaré para ti. –me dijo Robert depositando un tierno beso en mi mejilla.
-Bueno ya, tortolitos. ¿Vamos a comer? Muero de hambre. –dijo Sara saliendo de mi habitación.
-Claro, vamos. –vi la hora en el reloj y ya eran las 2:00 de la tarde- ¡Vaya! El tiempo vuela cuando estás distraído. –dije y miré a Robert que asintió en respuesta a mi comentario y lo tomé de la mano para salir de mi habitación- ¿Tienes hambre? –le pregunté.
-Un poco. –dijo y se escuchó su estómago gruñir. Él levantó los hombros un poco apenado- Bueno, tal vez mucha. –ambos reímos y fuimos directo a la cocina.
***
Sara y yo habíamos preparado sushi. Era algo sencillo y barato; fresco y rico para comer un domingo por la tarde. Además, hace poco me había enterado de que a Robert le gustaba y por más de una semana me insistió que lo invitara a comerlo a casa, lo cual me pareció adorable.
Estaba terminado de preparar la salsa de soya y Robert se acercó.
-Oye, dulzura, ¿hace falta algo más? –preguntó amablemente.
-No, en realidad lo único que faltaba es la salsa y nuestra bebida. –sonreí y lo miré- Por cierto, hablando de bebida, ¿qué compraste para tomar? –le pregunté.
-Oh, compré un refresco de naranja. Lo deje en el refrigerador. Le pregunté a Sara si le molestaba y me dijo que estaba bien, ¿qué te parece a ti? Es que sentí que combinaba bien... -dijo apoyándose en la mesa y recargando su mentón sobre su mano.
-Oh no, está perfecto. De hecho, cuando comemos este tipo de cosas, casi siempre optamos por un refresco. –dije terminando de mezclar la salsa- Bueno, ya está. ¿Estás listo para probar mi sushi? –le pregunté riendo.
-Me encantaría. –dijo entusiasmado.
Robert acercó los cubiertos, los platos y los vasos, y Sara y yo los rollitos de sushi ya rebanados sobre una tabla en el centro de la mesa. Cuando todo estuvo listo, los tres nos sentamos a comer tranquilamente.
-Amor, lo único que tienes que hacer es tomar los palitos entre tus dedos, abrirlos un poco y tomar el rollo. –le dije a Robert tratando de ayudarlo a usar los palillos para el sushi. Vi como en su fallido intento, el rollito cayó sobre la salsa salpicando la mesa y Sara y yo no pudimos evitar reír.
-¡Oigan, no se rían! Es bastante complicado esto... -dijo pasando su lengua por sus labios mientras intentaba tomar otro rollito y de nuevo obtuvo el mismo fatal resultado. Frunció su ceño y bufó exasperado.
-¿No dijiste que ya habías comido sushi antes? –le pregunté divertida. Sara y yo sabíamos manipular perfectamente aquellos utensilios asiáticos.
-Sí, ya lo he comido. –contestó simple- Pero, con tenedor. –dijo rodando los ojos.
-Entonces, cariño, toma un tenedor y deja de sufrir. –le dije y me paré para ir en busca del cubierto. Regresé y se le entregué y él me miró con ojos brillantes.
-Me has salvado, estoy agradecido. –dijo y Sara y yo reímos de nuevo.
-Entendimos la referencia. –dijo Sara tomando otro rollito y mojándolo en la salsa. Yo hice lo mismo mientras reía y Robert nos miró entrecerrando sus ojos.
-Qué presumidas, eh. –hizo un gesto de puchero y al instante nuestras carcajadas se hicieron presentes en todo el departamento.
***
Esa misma tarde, nos encontrábamos los tres en la sala mirando nuestros viejos álbumes de fotos acompañados de algunas copas de vino.
-Y en esta foto fue cuando fuimos de excursión a una zona arqueológica en quinto semestre. –le dije a Robert mientras le mostraba una foto donde salíamos Sara y yo con otras amigas.
-Oye, aquí tenías el cabello más largo. –dijo levantando las cejas.
Yo reí por su comentario recordando esos momentos. –Sí, siempre lo tenía recogido en una trenza, luego algo se apoderó de mí y lo corté de un momento a otro. –dije y Sara rió.
-Ambas lo cortamos de un momento a otro. –dijo ella negando con la cabeza mientras abría otro álbum- Mira _____, aquí están las fotos del otoño que fuimos de excursión con nuestros padres. –dijo pasándome el álbum y Robert y yo comenzamos a verlo.
Le estaba mostrando las fotos y contándole algunas anécdotas cuando salió volando de entre las páginas una foto que estaba suelta. Yo fruncí el ceño y la tomé para verla bien. Cuando mis ojos se posaron en la imagen, automáticamente puse los ojos en blanco.
-¿Qué pasa? –me preguntó Robert al ver mi reacción.
-Sí, ¿qué pasa, ______? –preguntó Sara.
-Pasa que, no entiendo por qué aun tendré esto. –le dije mostrándole a ella la foto y abrió sus ojos de par en par.
-Ohhhh... -musitó Sara.
-¿Qué pasa, eh? –volvió a preguntar Robert.
-Mira... -le mostré la foto y automáticamente él hizo una mueca de disgusto- Esta foto nos la tomaron poco después de que nos comprometiéramos. ¿Ves la fecha? Es de hace poco más de un año. –le dije mostrándole la foto donde salíamos Paul y yo juntos- No sé por qué la conservo todavía. La verdad es que, no recordaba que estaba aquí. –dije encogiéndome de hombros.
-Ya veo. –dijo Robert en un tono serio- ¿Y qué piensas hacer con ella? –me preguntó sin más.
-Pues, tirarla a la basura, romperla, quemarla, yo que sé. Lo único que quiero es ya no tenerla aquí. –le dije levantándome del sofá donde estábamos y fui directo a mi habitación con la foto en la mano. Robert salió detrás de mí y Sara de quedó en la sala.
Llegué de nuevo a mi habitación y entre mis cosas busqué un encendedor. Abrí una puerta que daba a un balcón y salí para sentarme en una de las sillas de jardín que teníamos. Ya eran poco más de las 6:00 de la tarde y el sol se estaba poniendo, la brisa fresca que chocaba en mi rostro movía las hojas de los árboles produciendo un agradable sonido que ayudó a calmarme un poco. Respiré profundo y mientras cerraba los ojos, me recargué en el respaldo de la silla. Escuché como alguien abrió la puerta y unos pasos se acercaban a mí; sabía perfectamente quién era. No había abierto los ojos cuando sentí sus manos sobre mis hombros y un beso en mi cabeza.
-Oye, tranquila. Yo sé que todo eso te trae malos recuerdos, pero debes dejarlo atrás. –me dijo Robert mientras masajeaba mis hombros- Puede que suene algo descabellado, pero hasta cierto punto que pasara todo esto... nos unió, a ti a mí. Y eso demuestra que luego de la lluvia, siempre sale el sol. –dijo esto último sentándose a mí lado.
Yo abrí los ojos lentamente cuando sentí sus manos sobre las mías. –Robert, es solo que... tengo miedo. –le dije mientras empezaba a sentir como mis ojos se humedecían, no tardaría mucho para que mis lágrimas comenzaran a brotar.
-Y tener miedo es lo más normal del mundo, amor. –me dijo acariciando mi mejilla- Yo también lo tuve, pero eso ya es pasado, porque contigo a mi lado todo eso se ha esfumado.
-Eso sonó muy poético. –dije sonriendo levemente mientras disfrutaba de su tacto.
-Te dije que antes escribía poemas. –rió levemente- Y de hecho, hace poco he vuelto a escribir por ti. –dijo dándole suaves besos a mis manos.
-¿En serio? –abrí los ojos sorprendida.
-Muy en serio.
-Robert...
-Dime...
-Ya no quiero tener miedo. –le dije y una lágrima rodó por mi mejilla.
-No lo tengas entonces. ¿Confías en mí? –me preguntó y en sus ojos se reflejaba las luces que comenzaban a encenderse por las calles.
-Sí, confío en ti. –le dije entrelazando su mano con la mía- Y tú, ¿confías en mí?
-Plena y absolutamente. –sonrió dándole un beso a mi nariz y yo asentí con una sonrisa de lado- Entonces, haz lo que tengas que hacer. –me dijo refiriéndose a lo que aún llevaba en mi manos.
Suspiré profundamente y mientras colocaba la foto sobre el balcón, Robert me ayudó con el encendedor. Acerqué la foto a la luminosa flama y poco a poco se fue consumiendo hasta quedar en cenizas que en unos segundos la brisa se llevó lejos. Tal vez pudiera parecer tonto, pero en ese instante me sentí tan libre, como si el tormentoso y doloroso pasado se hubiera ido para siempre de mi vida, dándole paso a un brillante y hermoso futuro al lado del hombre del cual estaba enamorada, de él y de sus ojos de avellana.
-Gracias, otra vez. –dije riendo levemente- Por todo, por siempre estar cuando más te necesito, por permitirme amarte y por confiar en mí, por creer en mí. –le dije abrazándolo.
-Gracias a ti por permitirme estar a tu lado. –me susurró al oído correspondiendo mi abrazo.
El sol estaba terminando de ocultarse y los últimos rayos iluminaron nuestros rostros mientras lentamente nos acercábamos para juntar nuestros labios en un cálido beso que me hizo sentir como poco a poco mi alma se volvía a unir, pedazo a pedazo.
***
Hola bellas lectoras. Aquí les dejo un nuevo capítulo y espero de todo corazón que les guste.
Ya saben que amo sus comentarios, así que los espero, ya que siempre me alegran mi existencia.
Por cierto, también pronto habrá nuevo capítulo de Londres y un misterio con el hermoso Sherlock. Por ahora, nos estamos leyendo pronto; les dejo su regalo como ya es costumbre y, un abrazo. 💖👀
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