Capítulo XLIV: Más vale tarde que nunca: Luna de miel (parte 1)
Después de la "experiencia traumática" (como Robert la denominó) que vivió en el viaje con Ethan, de que regresara a Manhattan y luego de que mi embarazo llegara a su fin y nuestra pequeña Hannah naciera, Robert y yo volvimos al trabajo pero, desde casa.
Como lo habíamos manejado antes, ocasionalmente y cuando era en verdad necesario, Robert era el que salía a la oficina o a donde el trabajo demandara y yo me quedaba en casa con Hannah. Los proyectos para Downey Architecture & Design no dejaban de llegar y eso nos alegraba bastante porque solo quería decir una cosa: todo el esfuerzo había valido la pena y ahora nos reconocían como la firma de arquitectos más importante no solo del país, sino que también del continente y quizá en un futuro del mundo, pero íbamos paso a paso.
Normalmente cuando Robert tenía que salir, Sara llegaba a la casa a hacerme compañía y a cuidar de Hannah mientras yo me dedicaba a seguir con el trabajo desde la laptop en el estudio. Casi siempre era por las tardes, ya que a esa hora Sara y Marcus ya estaban totalmente disponibles y sin pendientes. Así era hasta que Robert regresaba, aunque normalmente no tardaba tanto. Mantuvimos esa rutina durante un año entero y el tiempo pasó tan rápido que cuando nos dimos cuenta, Robert ya tenía permitido volar el aerolíneas de nuevo; Sara y Marcus ya se habían casado y la pequeña Hannah ya había aprendido a dar algunos pasos e incluso a decir un par de palabras inconclusas. Había crecido tan rápido, algunas de sus facciones ya eran más notorias y aunque me causara gracia admitirlo, era el vivo retrato de su padre, pero en mujer.
Era una tarde de miércoles y Robert había salido por un momento a la oficina a revisar los diseños y planos pre aprobados para un condominio en Brooklyn y Sara se encontraba conmigo ayudándome a preparar la comida de Hannah.
-¿Qué más verduras agrego? –me preguntó mi amiga, mientras yo estaba arrullando a Hannah y revisaba unos correos electrónicos en mi celular.
-Pues, algo de zanahorias estaría bien. –sonreí, dejando el celular en la mesa para poder cargar mejor a la bebé que empezaba a abrir sus ojos- De todos modos, lo voy a incorporar todo porque quiero que empiece a comer papilla de verduras, para ya ir variando entre la de fruta. –reí y Hannah soltó un pequeño bostezo.
-Bien, entonces le agrego zanahoria. –dijo Sara, sonriendo, mientras buscaba en el refrigerador un par de las mencionadas verduras.
Fue a lavarlas y rápidamente regresó, las rebanó y picó en cubos pequeños para luego incorporarlas con las demás verduras que estaban contenidas en un recipiente con agua hirviendo en la estufa.
-¿Dónde está la niña favorita de la tía Sara, dónde está? –empezó a preguntarle Sara a la bebé, mientras daba aplausos y hacía una voz tierna, Hannah respondía con balbuceos y tiernas carcajadas- Es un encanto. –dijo mi amiga, estirando sus brazos para ayudarme a cargarla y cedí ante su ayuda.
-Lo es. Y ha crecido demasiado, ¿no crees? –le pregunté, mientras aplastaba las verduras hervidas para hacerlas una papilla. Cuando terminé, probé el resultado que yacía en el plato- Creo que le falta un poquito de sal, casi no tiene sabor. –hablé para mí misma, haciendo una mueca y procedí a añadirle un poco.
-Sí, ha crecido bastante. ¿Dónde está Robert? –me preguntó Sara, mientras se sentaba con Hannah frente a la mesa y empezaba a jugar con ella.
-Fue a la oficina a revisar los detalles de unos planos y diseños para empezar con el proyecto de los condominios en Brooklyn, me dijo que no tardaba. –sonreí y volví a probar la papilla- Ya está, creo que ya es buena hora para darle de comer.
-¿Y tú qué vas a comer, _________? –volvió a preguntar mi amiga.
-Pues, Rob dijo que traería unas hamburguesas de las que venden en el centro. Es que anoche le dije que quería una. –reí- De hecho, también le pedí una para ti, ¿no te quieres quedar a comer?
-Oh, pues si no es molestia...
Sara, por favor. –rodé los ojos divertida y me senté al lado de ella, dispuesta a darle de comer a Hannah mientras esperábamos a que Robert regresara.
-A ver, mi amor. Abre la boca. –le dije a Hannah, pasando la cuchara con papilla frente a ella y al instante la abrió y se llevó un poco de lo que había en la cuchara a su boca.
Notamos cómo cerró un poco sus ojos, quizá por el sabor nuevo e hizo un puchero, pero casi enseguida los abrió y empezó a aplaudir, en señal de que le gustaba.
-Qué niña tan hermosa. –sonreí y le di otra cucharada de papilla que aceptó gustosa.
-¿Te has dado cuenta que Hannah tiene varios rasgos de Robert? –me preguntó Sara, mientras la sostenía y le limpiaba un poco la boca con su babero.
Reí y suspiré. –Y que lo digas, tiene sus ojos y las pestañas largas; se ríe como él y sus labios y nariz están idénticos, incluso la forma de sus manos.
-Menos el cabello, ese lo tiene de tu color. –me dijo con una sonrisa.
-Esperemos que se quede así. –le comenté divertida- No quiero pensar en la posibilidad de que cuando crezca sea como tener un Robert versión mujer, con un temperamento explosivo. O ¿qué tal que sea igual que yo? Igual de dramática. –reí y volví a darle otro poco de papilla.
-O peor aún, igual que ambos: una dramática explosiva. –exclamó Sara, soltando una carcajada.
-Ya te veré cuando tengas hijos. –negué con la cabeza y la miré entrecerrando los ojos, volviendo a reír.
-Bueno, pero el punto es que por ahora, se parece demasiado a Robert. –musitó.
-Así es. –solté aire por la boca y comencé a limpiar de nuevo la boca de Hannah- Dime, ¿crees que es justo? 15 horas de parto y dolor para que termine pareciéndose al papá. –le comenté con un tono burlón y de nuevo, ambas volvimos a reír.
-Pues, será una niña muy linda entonces. –escuché una voz en la dirección contraria a nosotras, cerca de la puerta del comedor. Era Robert que se encontraba recargado en el marco de la puerta, sosteniendo las bolsas con las hamburguesas. Llevaba las mangas de su camisa arremangadas y una de sus manos estaba sostenida en su cadera.
-Bueno, eso es cierto, pero también quiere decir que serás un papá muy celoso. –le comenté dirigiendo mi vista a él, mientras Sara me entregaba a Hannah para cargarla, dedicándome una sonrisa. Cuando la tuve en brazos, caminé con ella hasta llegar a donde estaba Robert.
-Créeme que ningún hombre se va a acercar a mi niña, a menos que sea digno. –comentó con una mueca de sonrisa, estirando sus brazos para poder cargar a la bebé y entregándome las bolsas con las hamburguesas que llevaba en su mano- Hola, mi princesa hermosa, ¿dónde está la niña hermosa de papá? –le preguntó, dándole un beso en la mejilla y Hannah sonrió, recargando su cabeza en su hombro- Ahora déjame saludar a la hermosura de tu madre. –exclamó, acercándose a mis labios.
-Hola, mi amor. –sonreí y aproveché la cercanía para robarle un beso que Robert correspondió gustoso.
-Hola, cielo. –sonrió sobre mis labios y luego se separó un poco de mí, logrando ver a Sara sentada en la mesa del comedor- Hola, Sara, ¿cómo estás? –le preguntó y empezó a caminar de vuelta a la mesa y se sentó frente a ésta con Hannah todavía en sus brazos y yo empecé a revisar las bolsas que Robert había traído.
-Hola, Robert. –sonrió- Estoy muy bien, muchas gracias. –le contestó con una sonrisa.
Seguí revisando lo que Rob había traído y me di cuenta que había comprado no solo tres hamburguesas, sino cuatro.
-Ammmm, ¿Rob? –lo llamé.
-¿Sí? Dime, ____________. –me contestó, observándome desde su lugar.
-¿Por qué compraste cuatro hamburguesas?
-Oh, -rió- es que pensé que aquí estaría Marcus, pero me doy cuenta que no. –se encogió de hombros y yo asentí.
-Es que de hecho tampoco ha llegado a la casa, le dije que necesitaba que fuera a comprarme algunas cosas al súper mercado. –empezó a hablar Sara- Pero, de todas formas me la puedo llevar para dársela cuando llegue a la casa.
-Me parece buena idea. –dijo Robert con una sonrisa- Bueno, damas. ¿Qué les parece si ya comemos? Tengo mucha hambre.
Los tres disfrutamos de la hamburguesa y las papas fritas que Rob había comprado. Conversamos y hablamos por un par de horas e incluso discutimos acerca de que Sara y Marcus también deseaban convertirse en padres. Sin darnos cuenta, las horas pasaron y ya eran cerca de las 6:00 de la tarde. En ese momento, Sara agradeció por la comida y de despidió para irse a su casa, llevándose consigo la hamburguesa que Robert había comprado para Marcus. Una vez que estuvimos solos, Robert y yo subimos a nuestra habitación con Hannah en brazos.
-¿A quién le toca bañar a Hann? –le pregunté a Robert, que se encontraba quitándose la corbata.
-¿Hann? ¿Y ese apodo? –preguntó divertido, acercándose a mí que estaba sentada en la cama con Hannah sentada a mi lado.
-¿Está lindo, no? –reí.
-Claro que sí. –me respondió de igual forma y desvió su mirada a nuestra hija que empezó a gatear por toda la cama- Creo que hay que bañarla entre los dos. –rió.
-Buena idea. –contesté y nos preparamos para llevarla su baño.
En medio de la pequeña bañera que habíamos instalado para Hannah en la ducha, nos encontrábamos los dos, completamente llenos de espuma y empapados de pies a cabeza, intentando bañar al mini torbellino que teníamos por hija y que al parecer, disfrutaba de estar en el agua, dadas sus leves patadas y manoteos acompañados de dulces carcajadas que salían de sus labios.
-Esto de ser padres primerizos no es nada sencillo. –habló Robert con una expresión divertida en el rostro, mientras se limpiaba con el brazo el agua llena de espuma que Hannah le había salpicado en la cara.
-Afortunadamente, somos dos contra una. –lo miré con una ceja alzada y una sonrisa y tomé la botella de shampoo para comenzar a lavar el cabello de Hannah. Ella movía sus brazos y manos en el agua.
-Sí, pero a pesar de ser solo una, nos está ganando. –masculló Robert y ambos empezamos a reír, haciendo que Hannah hiciera lo mismo.
-Mira, se está riendo. No puedo con tanta ternura. –le dije, mientras observábamos como jugaba con las burbujas que aparecían debido al jabón.
-No puedo creer que sea padre de esta criaturita tan dulce. –dijo mientras observaba a la bebé y acariciaba su mejilla.
-Creo que pensamos lo mismo. –sonreí y le di a él un beso en la mejilla.
Mientras seguía tallando en cabello de Hannah y ella seguía jugando con las burbujas de jabón, empezó a balbucear algunas palabras que al instante, nos hicieron prestarle toda la atención del mundo.
-Ma...ma... Mamá. –habló Hannah, mirándome mientras sonreía y me sentí derretir.
-Oh, mi niña preciosa, ¡muy bien! Yo soy mamá. –sonreí acariciando su cabeza y luego hice señas para que observara a Robert que veía la escena enternecido- ¿Y él quién es, nena? –le pregunté señalando lo más que podía a mi esposo.
-Pa...pa...pa...Papá. –volvió a decir con una gran sonrisa, moviendo sus manos y aplaudiendo mientras veía a Robert.
-Muy bien, cariño. ¡Él es tu papá! –contesté emocionada y me giré a ver a Robert para llevarme una gran sorpresa al verlo cabizbajo. No comprendía por qué y me acerqué a él despacio sin soltar a Hannah- ¿Rob? ¿Amor? ¿Estás bien? –le pregunté tomando su hombro.
Él levantó su vista y me miró con los ojos brillantes por algunas lágrimas que empezaban a resbalar por sus mejillas. Al principio me confundió su reacción pero luego comprendí, estaba emocionado. Sonreí, mirándolo con dulzura y vi como acercaba su rostro a Hannah y empezaba a darle pequeños besos en su frente y mejillas. Me alejé un poco y me crucé de brazos, observando la escena con una amplia sonrisa.
-Jamás creí que iba a vivir este sentimiento, es... es maravilloso. Una personita te dice papá y todo se torna más bello. –dijo Robert, ladeando su cabeza sin dejar de mirar a Hannah para después observarme a mí- __________, este es uno de los días más bellos de mi vida. –me dijo con una gran sonrisa para luego darme un suave beso en los labios.
El baño de Hannah continuó hasta que al fin, pudimos sacarla de su bañera. Ella seguía repitiendo las palabras "mamá" y "papá" las cuales, nos hacían sentir cada vez más dichosos. También dijo "agua" y "jabón". Definitivamente esto iba a ir a un álbum de recuerdos, ya que empecé a grabar desde el momento justo cuando dijo las últimas dos y esos momentos, iban a quedar guardados por siempre.
***
Cuando vimos la hora, ya eran las 7:50 de la noche, Hannah ya estaba cambiada y dormida en su cuna y Robert y yo, nos moríamos por tomar un baño y descansar. Nos bañamos juntos con el mismo pretexto de siempre, "ahorrar agua" sin embargo, aprovechábamos esos momentos para tener algo de intimidad pero a decir verdad, desde que la pequeña Hannah nació, eso se había vuelto algo complicado ya que nuestro tiempo se centraba en ella y nuestro trabajo. Nuestros únicos momentos de ese tipo, era cuando nos bañábamos aunque tampoco podíamos tardarnos demasiado, ya que había que cuidar de la bebé. Bueno, podríamos estar un tiempo así en lo que crecía.
Esa noche al salir de la ducha después de una serie de algunos besos y jugueteos, ambos nos recostamos en la cama con las toallas de baño puestas en el cuerpo y empezamos a hablar mientras veíamos algo de televisión.
-A que no adivinas quién me llamó hoy. –exclamó Robert, cambiando el canal al de caricaturas que acostumbrábamos ver.
-No me digas, ¿Ethan? –reí y me acomodé mejor en su pecho.
-Sí. ¿Cómo supiste? –me preguntó divertido.
-Es obvio, siempre te está llamando para avisarte sobre sus nuevos trabajos. –sonreí y empecé a ver la caricatura en la pantalla.
-Cierto, tienes razón. –rió de forma leve- Pues, sí, Ethan me llamó para decirme que le habían dado un papel en Broadway.
-¿En serio? Eso es maravilloso. –dije emocionada por Ethan. Ya lo había conocido y no parecía tan mal sujeto, pero luego Robert me contó toda la historia de lo que habían vivido para llegar de Atlanta a New York y lo comprendí, aunque seguía pareciéndome un muy buen hombre, quizá un poco estúpido, pero bueno al fin y al cabo.
-Ya sé, ¿quién diría que después de todo si tenía talento? –preguntó al aire de forma sarcástica y ambos comenzamos a reír.
-Nos invitó al estreno de su obra cuando salgan las funciones. –me informó y pasó su mano por mis hombros, abrazándome mejor.
-Pues, ya iremos entonces. –contesté simple, sonriendo de lado y recargué mejor mi cabeza en su pecho.
-Cambiando de tema, amor... ¿Sabes algo? No hemos tenido nuestra luna de miel. –comentó Robert, llamando mi atención.
-Sí, lo sé. ¿A qué viene eso? –pregunté y me incorporé mejor para verlo al rostro.
-Pues, ¿qué te parecería tenerla ahora?
-Pero Rob...
-Solo escúchame antes, ___________. –me pidió y asentí- Vi un paquete interesante en la página de viajes donde reservé el que usamos cuando fuimos al Caribe, ¿recuerdas? –me preguntó sonriendo y levantando una ceja.
-Cómo lo podría olvidar, ¿dónde crees que se concibió Hannah? –le pregunté riendo, mordiendo mi labio.
-Uy, eso es muy cierto. –me dio un beso y los dos reímos- En fin, la cosa es que en esa misma página encontré un paquete especial de un viaje todo incluido a La Toscana: recorridos llenos de cultura, paseos a caballo por viñedos, un lugar romántico y lleno de naturaleza, ideal para relajarnos y alejarnos un poco de las presiones del trabajo... Y bueno, creo que podría ser una buena idea para irnos un par de semanas. Pensé que podría ser una buena luna de miel. ¿Qué dices? –me preguntó acariciando mi mejilla.
-¿Me estás diciendo que vayamos de luna de miel a La Toscana, Italia? Robert, yo digo que sí al instante y con toda la alegría del mundo pero, ¿qué hay de Hannah? –pregunté un poco preocupada sobre lo que haría con nuestra hija. Definitivamente llevarla, no era una gran opción por muchos factores.
-Ya lo había meditado y estaba pensado que tal vez le pudiéramos decir a Sara y a Marcus sí podrían cuidar de Hannah solo dos semanas, que es lo que dura el viaje. ¿Qué opinas?
-Pues, la verdad no estoy segura de cuál podría ser su respuesta. Quiero decir, es mi mejor amiga, pero nunca pensé preguntarle algo como: "Oye, ¿crees que puedas cuidar a mi hija dos semanas? Es que quiero irme con mi esposo de luna de miel a Italia." No sé, va a ser raro.
-Bueno, no perdemos nada con intentarlo. Quizá podría servirles a ambos tomando un poco de experiencia, con eso de que también quieren ser padres. Ya han estado con Hannah y la han cuidado cuando tú y yo tenemos que ir a la oficina. Podría ayudarles. –me animó, mientras acariciaba mi mejilla.
Suspiré. –Pues, sí. Tal y como dices, no perdemos nada con intentarlo. En todo caso, si llegaran a decir que no, podemos decirle a tus padres o a los míos. No creo que ellos vayan a negarse. –me encogí de hombros con una sonrisa y cerré los ojos, disfrutando de su tacto en mi rostro.
-Perfecto, amor. Entonces mañana les preguntamos.
-Mañana será. –sonreí y ambos nos acomodamos mejor en la cama para disponernos a dormir.
-Lo mejor será dormir ya, mañana hay que revisar los nuevos planos que llegaron y algunos presupuestos. Y, ¿qué te parece si invitamos a Sara y a Marcus a comer a algún lado para preguntarles sobre si pueden cuidar a Hannah?
-Claro, ya tengo en mente un lugar, donde venden esa rica gelatina de café. –reí y lo abracé por la espalda.
Robert soltó una pequeña risa. –Perfecto, entonces vamos a comer ahí. –sonrió y se giró para quedar frente a frente- Buenas noches, __________. Te amo. –me dijo con un tono dulce, dándome un beso de buenas noches.
-Yo también te amo, Rob. Descansa. –le respondí y justo al instante de haber cerrado los ojos, escuchamos el llanto de Hannah desde su habitación y ambos suspiramos.
-Yo voy, yo voy. –dijo Robert levantándose de la cama, saliendo de la habitación en dirección a ver a Hannah.
-Ve a ver qué le pasa a tu princesa, Rob. –reí y me acomodé mejor sobre mi almohada.
***
Buenas noches, lectores hermosooooooooooooos. :3 ¿Qué dijeron? ¿Qué con el nacimiento de la baby esto ya se iba a acabar? Pues no jajajajaja, tengo unas sorpresitas por ahí todavía para esta historia que ya anda cerca del final, pero todavía no, ehhhh jajaja. X3
Ahora, nos vamos de luna de miel a Italia, yey. ¿Me acompañan? Espero que lo que resta de esta historia sea de su agrado y también que este capítulo lo hayan disfrutado porque yo lo hice mucho mientras lo escribía.
Recuerden que los amo 3,000 y nos estamos leyendo pronto. ¡Abrazooooo!
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