Capítulo XLIII: La odisea de Robert (parte 6 última)
Capítulo XLIII: La odisea de Robert (parte 6 última)
Narra Robert
El camino a la casa de Maurice fue una venganza para mí, necesitaba aprovechar la oportunidad de hacer pagar un poquito a Ethan por todo lo que me había hecho pasar. Así que luego de contarle todo lo que habíamos pasado hasta el momento y mientras él manejaba y entre los dos íbamos conversando, a lo lejos logré divisar un par de baches, no iba a perder la oportunidad.
-¿Ese de haya es un bache? –le pregunté a mi amigo, observando al frente sobre mis gafas de sol. Él me dedicó una sonrisa maliciosa.
-Sí, es un bache. –comentó riendo- ¿Quieres que...? –preguntó, comprendiendo lo que quería que hiciera, mientras señalaba con su pulgar a Ethan que iba sentado en la parte de atrás.
-Por favor, va a ser espectacular. –asentí mientras me sostenía mejor del asiento.
En ese momento, Maurice aceleró más la velocidad de la camioneta y al momento de pasar por el bache, ésta dio un gran salto, provocando que Ethan diera un gran brinco en la parte de atrás de la camioneta; al escucharlo quejarse de dolor me sentí dichoso. Maurice y yo comenzamos a reír y me giré para ver hacia atrás, logrando ver a Ethan masajeando su espalda adolorido. Reí más fuerte y abrí la pequeña ventana que conectaba la parte de atrás de la camioneta con los asientos donde Maurice y yo íbamos sentados.
-¿Estás bien, Ethan? –le pregunté divertido al hombre de pésimo gusto en bufandas y él solo asintió con una mueca de dolor.
En mis labios se formó una línea delgada en un intento por controlar una carcajada. –Bien, ya casi llegamos. –no logré evitar reírme. Cerré la pequeña ventana y volví mi vista a Maurice, al chocar nuestras miradas ambos comenzamos a reír de nuevo.
-Mira, Rob ¡haya ahí otro! –me dijo Maurice, señalando con su dedo otro bache que se encontraba a unos metros- ¿De nuevo? –me miró divertido, arqueando una ceja.
-De nuevo. –asentí completamente de acuerdo y me volví a sujetar con fuerza del asiento.
Lo siguiente que sucedió fue que de nuevo, Maurice aceleró la velocidad y esta vez logré ver como Ethan salía volando por los aires unos cuantos centímetros. Al escuchar el golpe de su cuerpo contra el metal, suspiré aliviado.
-Ya me vengué. –reí y Maurice y yo chocamos los puños.
***
Llegamos a la casa de mi amigo y una vez que estuvimos en la sala, nos dispusimos a descansar un poco.
-Hey, ¿no quieren algo de café? –preguntó Maurice, dándonos un par de tazas a Ethan y a mí.
-Claro, gracias. –sonreí tomando la taza y Ethan hizo lo mismo. Luego, le di un sorbo, mas me supo extraño, sabía amargo y algo ácido. Dirigí mi vista a Ethan que también le había dado un sorbo al café y al instante, lo escupió de nuevo en la taza.
-Este café sabe extraño. –me dijo y yo asentí, mirando el líquido sin ganas de volver a probarlo. Sin embargo, Ethan volvió a tomar.
-¿Si no te gusta, por qué lo sigues tomando? No te entiendo. –le dije observándolo con el ceño fruncido.
No me respondió, solo se limitó a seguir bebiendo de su taza. Luego, llegó Maurice con nosotros.
-¿Qué tal el café? –nos preguntó, mientras sostenía también una taza.
-Pues, ¿cómo te explico? Sabe raro, ¿no podrías darme mejor un vaso con agua? –le pregunté amable.
-Seguro. –contestó con una sonrisa, volviendo a la cocina. A los pocos segundos, regresó y me entregó el vaso con el líquido transparente y yo lo acepté gusto. –Qué extraño que me digan que sepa raro. Quizá sea porque lo hice de la lata que ustedes traían, es que a mí se me acabó el mío. –dijo Maurice con simpleza, señalando la lata de café que Ethan traía consigo, la misma lata de café donde venían las cenizas de su padre. Al ver la lata que Maurice señaló, Ethan se levantó de su asiento al instante con una expresión de sorpresa y ¿asco?
-Ay no. –dije haciendo una mueca, pasando una mano por mi cabello. Vi que Maurice tomó un sorbo de su taza y casi al momento, también lo escupió.
-Tienes razón, Rob. Este café sabe raro. –exclamó, mirando extrañado la taza.
-Es que no es café. –murmuré entre dientes, pasando mi mano por mi frente y cerrando los ojos con fuerza.
-¿Cómo que no es café? –me preguntó confundido.
-No. –suspiré y recargué mi mentón en la palma de mi mano- Son la cenizas de su padre. –le expliqué, señalando a Ethan con la mirada- No me preguntes por qué las lleva en una lata de café, no quieres saber.
La expresión confundida de Maurice pasó de ser de confusión a una de completo asco. –¡Llévatelo de mi casa, no lo quiero ver aquí! –gritó y salió casi corriendo de nuevo a la cocina, buscando agua para enjuagar su boca.
-¿Ves? No tienes de cinco minutos de haberlo conocido y ya lo quieres lejos de tu vida. –bufé y luego, observé a Ethan que veía la taza con cara de desagrado.
-¿Dónde está lo que queda de papá? –preguntó con tristeza.
-En la mesa de la cocina. –le dije, señalando el lugar con el pulgar y se dirigió rápidamente al sitio. No lo pensé mucho y lo seguí.
Al acercarme, escuché un estruendo y al poder ver la escena, me di cuenta que Ethan se había tropezado y había esparcido las cenizas de su padre por todo el piso de la cocina. Levanté ambas cejas por la sorpresa al ver que mientras intentaba regresar las cenizas a la lata, lloraba. Y fue ahí donde sentí un poco de pena por mi compañero de viaje. Me acerqué a él y lo tomé por el hombro.
-Tranquilo, yo te ayudo. –le dije en un intento de hacer que se calmara, mientras lo ayudaba a juntar todo.
-Creo que mi padre no sabía tan mal, ¿eh? –me preguntó con un hilo de voz, todavía sollozando un poco.
No estaba seguro qué responder. –Ammmm. Pues, tenía mucho cuerpo. –contesté con simpleza y me encogí de hombros.
-Sí. –dijo Ethan simple para luego soltar una pequeña risa. Luego de unos momentos, habíamos terminado de juntar todas las cenizas.
Cuando volvimos a la sala, Maurice ya nos estaba esperando con las llaves de su camioneta y algo de dinero.
-Te debo una, amigo. –sonreí estrechando su mano.
-No es nada. –sonrió Maurice, manteniendo nuestro saludo- Somos amigos, solo lo único que te pido, es que alejes a ese hombre de mí. –dijo en un tono divertido, señalando con la mirada a Ethan y negando con la cabeza.
Yo asentí con media sonrisa. –No te preocupes, no creo que lo vuelvas a ver. –reí.
Eso espero. –contestó de la misma forma y soltamos el agarre de nuestras manos.
-En fin, es hora de irnos. Te aviso cuando al fin logré llegar a casa.
Tanto Ethan como yo nos despedimos de Maurice y retomamos nuestro camino a New York con una camioneta nueva que era prestada, por supuesto, descansados y con dinero suficiente para lo que quedaba de nuestro viaje.
***
Ya era algo tarde y yo necesitaba dormir un poco, así que antes que nada, tuvimos que pasar por un mini súper mercado para comprar un poco de comida, algo de gasolina y varias bebidas energéticas y pastillas para no dormir para Ethan.
-No creo que deba consumir todo esto tan rápido. –me dijo algo preocupado, observando las pastillas que le había dado y la bebida con mucha cafeína.
-No me repliques y haz lo que te digo, tomate todo. –le ordené.
-Pero...
-Todo, dije. Porque, pobre de ti si te quedas dormido.
Él rodó los ojos, pero terminó por tomarse todo lo que le había dicho. Luego de volverlo a amenazar con un castigo si es que se volvía a dormir delante del volante, lo deje manejar mientras yo trataba de descansar algunas horas.
Me despertó un intenso olor a hierba quemada, me sentía un poco mareado y cuando pude abrir completamente los ojos, me di cuenta que Ethan venía fumando su "medicina". Supuse que lo había hecho para no quedarse dormido. Iba a decir algo pero, con cada segundo que pasaba, me sentía más extraño; como si todo me diera vueltas. Observé las ventanas y estaban cerradas y debido a eso, el aroma de la marihuana ya se había esparcido por cada rincón de la camioneta.
Dirigí mi vista hacia afuera y las luces del camino parecían estrellas fugaces que cualquiera en mi estado, hubiese dicho que podría tocarlas. En la radio comenzaba a sonar Hey you de Pink Floyd haciendo del momento algo más extraño todavía. Mi cabeza daba vueltas y luego observé a Ethan fijamente entrecerrando un poco los ojos. No sé si estaba viendo mal y era efecto de la droga en mi mente pero al enfocar mejor mi vista en él, lo que vi fue un oso, un oso grizzli.
Flashback
-Entonces, la cosa es que fue un sueño muy extraño porque, tú estabas en medio de la labor de parto y un oso... Sí, un oso grizzli sacaba a nuestra bebé y ¿sabes que es lo más extraño? –hice un sonido con mis dientes, chocándolos entre sí- Mordía... mordía el cordón. –moví mi cabeza un poco sobre la almohada donde estaba acostado y abrí mis ojos despacio y suspiré- Eso es extraño pero, podría ser buena señal. –sonreí levantándome de la cama.
Fin de flashback.
¿Qué significaba eso? ¿Ethan era un oso? Bueno, el cabello rizado y la abundante barba lo hacían parecer uno. ¿Él estaría en la labor de parto de __________? ¿Por qué carajos estoy pensando esto? Pestañeé un par de veces tratando de que mi vista se normalizara de nuevo y volví a ver al complicado compañero de viaje a mi lado. En medio del solo de guitarra de la canción, alcé uno de mis puños. Me sentía parte de la música y poco me faltaba para empezar a cantar mas, al instante Ethan colocó su mano sobre la mía, haciéndome sentir un poco más relajado.
La canción terminó y el resto del viaje continuó entre risas y bromas hasta que llegó un momento en que Ethan viró en una dirección en la que no debía. Me di cuenta que nos estábamos acercando a la frontera de México aunque, con lo confundido y mareado que me sentía, poco me importó.
-Ay, creo que di vuelta donde no debía. Debí hacerlo más atrás. –dijo Ethan algo nervioso.
Sobra decir que las palabras que dije en ese momento, no las dijo mi yo consciente, las dijo mi yo drogado. –No pasa nada, tranquilo, ¿qué puede salir mal? –le pregunté de lo más tranquilo.
-Ya sé, le diré sobre mi glaucoma, tú solo actúa normal. –me dijo, pasando saliva duramente.
-Seguro. –asentí y comencé a sentir unas ganas inmensas de reírme.
Cada vez nos íbamos acercando más a la caseta antes de llegar a la frontera hasta que llegó el momento en que un oficial se acercó a la ventana de Ethan.
-¿Y ustedes a qué vienen? –preguntó el hombre uniformado, con bigote y barba y un marcado acento mexicano.
-Verá, oficial... –comenzó a hablar Ethan- Mi amigo y yo nos equivocamos de camino y accidentalmente giramos en esta dirección cuando queríamos ir al lado contrario. Somos de Estados Unidos, de eso no hay ninguna duda. ¿Verdad que sí, Robert? –me preguntó con cierto nerviosismo en su voz.
Noté que el hombre entrecerró sus ojos, observándonos a ambos pero yo me sentía tan fuera de este mundo que lo único que hice fue acomodarme en el asiento y observar a la nada, completamente relajado para luego asentir con simpleza.
-Bueno, entonces díganme ¿por qué tienen los ojos tan extraños y por qué el interior de su vehículo huele a marihuana? –preguntó el oficial con ironía.
-Es que necesito usarla porque tengo glaucoma. –comentó Ethan excusándose.
-Aja, ¿y su amigo también tiene glaucoma? –preguntó el oficial, dirigiéndose a mí.
-¿Tienes glaucoma, Robert? –me preguntó Ethan.
Yo solo negué con la cabeza y me volví a acomodar en el asiento cerrando los ojos.
-Bueno, fuera de la camioneta, necesitamos inspeccionarlos. –exclamó con firmeza el oficial y en medio de mi distracción y de la del oficial por ir por unas esposas, no me di cuenta que Ethan se había bajado de la camioneta y se había marchado.
***
Lo siguiente que me sucedió fue verme esposado a una mesa de metal, ya con el efecto de la marihuana disperso y completamente al tanto de mi situación, todavía con el brazo roto, completamente desarreglado, algo sucio y siendo interrogado por un par de oficiales fronterizos en medio de una habitación oscura, descuidada y fría. Como era de esperarse, los hombres no me creyeron que la marihuana no era mía y el hecho de que Ethan hubiese huido no ayudaba mucho. A los minutos, ellos se fueron dejándome completamente solo en el lugar. Suspiré frustrado.
-Maldito Ethan, si te vuelvo a ver, ¡juro que me las vas a pagar! –grité al aire y golpeé la mesa a la que estaba esposado. Necesitaba buscar la forma de irme de aquí.
Lo siguiente que escuché, fue el sonido de cadenas y el motor de una camioneta siendo encendido. Me pareció extraño y cuando intentaba asomarme por la diminuta ventana a la que podía acercarme, vi que la habitación en la que estaba encerrado no era solo eso, sino que era la mitad de un remolque que de pronto, comenzó a moverse. Nada tenía sentido, pero por lo que podía ver, me estaban trasladando del lugar donde me encontraba, lo que me preocupó más, pues pensé que me llevarían a una prisión, pero al escuchar los gritos de los oficiales en señal de alarma, me di cuenta que no me estaban trasladando, más bien me estaban ¿rescatando? El remolqué comenzó a moverse más rápido, provocando que en varias ocasiones perdiera el equilibrio y me lastimara las costillas y el brazo roto al chocar contra la mesa, las paredes del remolque, los muebles que estaban dentro de este y hasta con la silla donde estaba sentado. Esto no podía ser peor.
Lo minutos pasaban y de pronto, el remolque dejó de moverse y fue cuando escuché la puerta de un auto abrirse. No iba a negar que tenía miedo acerca de la persona que había hecho todo esto. A los pocos segundos, la puerta del remolque fue abierta pero, como era de noche me era muy complicado lograr observar bien a la persona frente a mí y la poca luz no ayudaba mucho. Para mi sorpresa, esa persona era Ethan. Se había arremangado las mangas de su camisa y la horrible bufanda que llevaba en el cuello, ahora colgaba de su cabeza, algo así como Rambo. Nunca en la vida imaginé que me alegraría ver a ese imbécil.
-¡Ethan gracias a Dios que eres tú! –exclamé contento y él rápidamente fue a ayudarme a quitarme las esposas.
-¿Robert, estás bien? –me preguntó tomándome por los hombros.
-Sí, sí. Solo algo adolorido y lastimado pero, estaré bien. –dije simple, haciendo una mueca de dolor para luego, darle un ligero golpe en el brazo- Idiota, pensé que me habías abandonado. –reí.
Ethan sonrió. -¿Cómo crees? No podría hacer eso, eres mi amigo. –me dijo, sonando como un niño pequeño.
Al escucharlo, sentí un poco de remordimiento por aquella vez que había intentado abandonarlo en los baños. –Claro. –dije simple- ¿Nos vamos ya antes de que nos alcancen los oficiales? Si quieres yo conduzco para que puedas dormir un poco.
-Me parece buena idea. –contestó Ethan sonriendo mientras me ayuda a bajar del remolque.
Me llevé otra sorpresa al ver que se había robado una de las patrullas de los oficiales de la frontera. –Eres todo un caso. –le dije y los comenzamos a reír mientras nos subíamos a la camioneta- Ahora, creo que le debo una camioneta a Maurice. –comenté mientras comenzaba a conducir.
***
La mañana otorgaba una brisa fresca que al entrar por la ventana, me hacían sentir mejor. Los rayos del sol eran cálidos y justo en el horizonte, volaban algunas aves que comenzaban su día. Ethan seguía dormido en al asiento de al lado, abrazando la lata con cenizas de su padre. Lo observé y seguí conduciendo, mas un paisaje hermoso se comenzó a ver frente a mis ojos. Sonreí observando la vista con emoción. Era un momento único y debíamos aprovecharlo, así que no dude en despertarlo.
-Ethan, ¡despierta! –lo moví con una de mis manos y al momento, abrió sus ojos.
-¿Qué pasa? –preguntó todavía algo adormilado.
-Mira dónde estamos. –le dije alzando una ceja y volví mi vista al camino.
El rostro de Ethan se iluminó al darse cuenta que íbamos pasando justo al lado del Gran Cañón y me di cuenta que abrazó la lata con más fuerza.
-Vamos a hacer una rápida parada. –dije con media sonrisa, desviándome un poco y Ethan me observó confundido.
-No es necesario que lo hagas, Robert. Ya estamos bastante retrasados y necesitas llegar con _____________.
-Vamos, no te hagas del rogar, solo serán unos minutos. Además, ya estamos aquí. Al final de cuentas, el llegar a la frontera de México por accidente los desvió hasta acá –le dije riendo y tomé mis lentes de sol, colocándomelos. Él asintió con una gran sonrisa en los labios.
***
-¿Entonces no lo hicieron los humanos? –me preguntó Ethan observando el Gran Cañón.
-No, Ethan. Es algo natural, fue apareciendo con el tiempo. Le expliqué acomodando mis lentes- Hay pruebas de eso.
-Es sublime. –exclamó asombrado.
-Vaya que lo es. –afirmé, cruzándome de brazos observando el imponente lugar- Y majestuoso.
-No sé cómo hacer esto. –dijo Ethan suspirando y yo lo tomé de un hombro.
-Solo despídete de él y déjalo libre. Te daré tu espacio. –le di un par de palmadas en el hombro y me alejé unos pasos, dándole privacidad.
Vi que decía algunas palabras y cómo fue que dejo que el viento se llevara las cenizas de su padre el lanzarlas al Gran Cañón. Suspiré negando la cabeza y una media sonrisa se formó en mis labios mientras me recargaba en la camioneta.
Flashback
-Pues, creo que nunca te dije que soy actor. –sonrió- Me voy a ver con un agente en New York. Por eso es que quiero ir. Pero antes de eso, quisiera soltar las cenizas de mi padre en el Gran Cañón, él así lo quería. –me comentó con nostalgia.
Yo fruncí el ceño. –Pero, eso está bastante lejos de aquí. Supongo que lo mejor será que vengas después. –le dije simple, comenzando a cerrar los ojos y acomodé mis gafas de sol.
-Claro. –me contestó con un suspiro.
Fin del flashback
-Después de todo, si vinimos. –me dije a mi mismo sonriendo y soltando un suspiro, acomodando mis gafas de sol. Vi que Ethan se acercaba a mí.
-Muchas gracias por esto, Rob. Eres un gran amigo. –me dijo contento, dándome un suave abrazo.
-Claro. –sonreí a medias correspondiendo su acto y de nuevo, el remordimiento me invadió. Lo alejé de mí un poco y suspiré cerrando los ojos- Escucha, Ethan, tengo que decirte algo. –solté aire por la boca y él me dedicó toda su atención- Aquella vez en los baños, que te dije que me había llevado tu auto para ir a comprar algo para desayunar, no era cierto... –me pasé las manos por el rostro- En realidad, yo si planeaba abandonarte pero cuando ya iba en la carretera, me di cuenta que no había sacado las cenizas de tu padre del auto y bueno, eso sumando a mi cargo de conciencia, me hizo volver contigo. –suspiré- Lo siento.
Ethan me observó por unos segundos y luego desvió su mirada al piso. –No te preocupes, apreció que te sinceraras. De hecho, yo también tengo que decirte algo. –sonreí pero luego lo observé con curiosidad, esperando que siguiera hablando. Él suspiró también- Verás, aquella vez en al aeropuerto que te dije que solo había recuperado el gatito para tu hija, pues, no fue solo eso... –comenzó a hablar con algo de duda.
-¿A qué te refieres? –pregunté frunciendo el ceño.
Ethan suspiró. –Es que, también tengo esto. –sacó de su pantalón mi cartera y mi pasaporte y yo lo observé sorprendido e incrédulo, intercalando mi vista entre él y mis cosas. Yo seguía sin decir nada y él siguió hablando- No te las quise dar porque, no quería que te fueras. Me sentía triste y solo con todo lo de mi papá que, solo necesitaba un poco de compañía y yo quería pasar este viaje contigo para evitar sentirme solo y de paso, hacerte compañía.
Lo miré anonadado. A decir verdad, estaba controlando muy bien mis impulsos de querer ahorcarlo, así que en ese momento, solo me limité a arrebatarle mis cosas de sus manos. –Mis tarjetas, mis credenciales, mi dinero y mi pasaporte. Todo lo que necesitaba para evitar pasar por todos los problemas que pasé por tu culpa y tú... tú siempre las tuviste. ¡Tú siempre las tuviste! –grité y me acerqué a él, tomándolo del cuello de su camisa- ¿¡Por qué hiciste eso!? ¿¡Por qué!? ¿Sabes todos los problemas que nos hubiéramos ahorrado si me hubieses dado esto desde que estuvimos en el jodido Western Union? ¡Maldita sea, Ethan! –lo empecé a sacudir de un lado a otro y él solo cerraba los ojos.
-¡Compréndeme! ¡No quería estar solo! –me gritó, poniendo sus manos en mi pecho, tratando de alejarme de él.
-¡Jódete, Tremblay! –le grité y le di un puñetazo en la cara, haciendo que cayera al piso y escupiera un poco de sangre. Mas, él se levantó y corrió hacía mí, dispuesto a darme otro golpe pero, en ese momento, mi celular sonó, era ____________. Esquivando el torpe golpe de Ethan, logré contestar la llamada.
Narra _______________
Estaba en casa con mis padres y Bruce, que habían venido a cuidarme en lo que Robert regresaba de su viaje. Me encontraba leyendo un libro en la sala cuando llamaron a la puerta.
-Yo voy. –dije para que ni Bruce o mis padres que estaban más lejos fueran a abrir y cuando vi quien estaba del otro lado, sonreí- Hola, Sara. –le dije y la invité a pasar.
Ella me abrazó fuertemente y me devolvió la sonrisa. –Te traje este pay, pensé que podríamos comer un poco con una café o un té y bueno, para hacerte compañía. –me dijo, pasando a la casa. Ella también estaba al tanto de la situación de Robert.
-Seguro, vamos a la cocina. –comenté cerrando la puerta- Mis padres también están y también Bruce, yo... –no pude terminar de hablar, porque sentí algo mojado entre mis piernas.
-¡__________! –gritó Sara, dejando el pay en el sofá de la sala- ¡Se te rompió la fuente!
Yo la observé preocupada y asustada. -¡Se me rompió la fuente! –grité y me sostuve con más fuerza de la puerta.
Al escuchar mis gritos, mis padres y Bruce llegaron hasta donde estaba.
-¿Qué pasa? –preguntó Bruce confundido.
-¡Pasa que ___________ ya va a tener a la bebé! –gritó Sara y al instante, Bruce y mis padres fueron a preparar el auto.
-Llama a Robert, ¡por favor! –le dije a Sara casi en un tono de orden y ella al instante lo hizo.
Dos tonos después, él contestó.
-¿¡Robert!? –pregunté jadeando.
-Hola, mi amor. ¿Pasa algo, cómo estás? –se escuchaba agitado.
Sí, ¡pasa que tu hija ya va a nacer! –le grité mientras Sara me ayudaba a caminar hasta la salida de la casa, donde mis padres ya me estaban esperando junto con Bruce en el auto para ir al hospital.
-¡¿Qué?! –lo escuché alterarse.
-¡Lo que escuchaste! ¿Dónde estás? –le pregunté llegando al auto.
-Ammm, pues estoy en el Gran Cañón... –me dijo con un tono preocupado.
¿En el Gran Cañón? ¿Por qué? –le pregunté confundida tratando de sentarme en el asiento de la parte de atrás del auto.
-Luego te explico, te prometo que voy a llegar, ¡te amo, te amo, te amooooo! –me dijo de forma acelerada y luego colgó la llamada.
-¿Dónde está? –me preguntó Sara, subiéndose a mi lado cuando mi padre arrancó al auto.
-En el Gran Cañón. –le dije frunciendo el ceño, confundida por lo que Robert me había dicho y por el dolor que estaba empezando a sentir.
-¿El Gran Cañón? –respondió Sara el pregunta, rodando los ojos.
Yo asentí, igual de confundida que ella y mi padre ya estaba manejando.
Narra Robert
Al colgar la llamada con ___________, un gran impulso de adrenalina me invadió. Me alejé de Ethan a toda prisa y me subí a la camioneta frente al volante.
-¿Esperas una invitación o qué? ¡Muévete, mi esposa me acaba de llamar para decirme que ya va a tener a nuestra hija y no pienso perder ni un minuto más! –le grité, encendiendo el auto.
-¡Oh, claro, claro! Luego arreglamos cuentas tú y yo, vamos ya. –dijo, subiéndose también a la camioneta y al instante, comencé a conducir. New York ya no quedaba tan lejos, aunque considerando que ya era tarde y ya casi anochecía, quizá llegaríamos hasta la mañana siguiente.
***
El camino me parecía interminablemente largo y tal como había dicho, ya era de madrugada cuando estábamos a una hora de llegar a New York. Eran cerca de las 5 de la mañana, yo solo rogaba al cielo que ____________ aún no tuviera a nuestra bebé. Lo que menos quería era perderme ese momento. Mas, me sentía cansado, ya no podía más, así que en medio del camino, le pedí a Ethan si podíamos cambiar de lugares para que él manejara y yo pudiera descansar un poco, así que detuve la camioneta y le cedí mi lugar.
-Toma, necesito que me lleves hasta el hospital general, ya no estamos tan lejos pero, Ethan, necesito descansar un poco. –le dije, entregándole las llaves de la camioneta.
-Claro, te prometo Robert que te voy a llevar hasta allá. –me dijo con una sonrisa, tomando las llaves pero antes de que pudiera sostenerlas, estas se le cayeron al piso de la camioneta, justo en medio de los pedales. Rodé los ojos al verlo buscarlas. –Qué torpe soy, ¿dónde están? ¡Oh, ya aquí están! Pero, también hay algo más. –dijo, incorporándose y vi como en una mano tenía las llaves de la camioneta y en la otra una pistola de un gran calibre. Abrí los ojos sorprendido.
-Ethan, ten cuidado con eso. –le supliqué, refiriéndome al arma.
-¿Qué tenga cuidado con qué? –preguntó despistado, sin darse cuenta que en su descuido, había jalado del gatillo.
El sonido estruendoso del disparo se escuchó, al mismo tiempo que un dolor agudo en mi pierna, de la cual comenzó a escurrir sangre. Solté un grito, sintiendo un inmenso dolor.
-¡Grandísimo estúpido! ¡Me acabas de disparar! –le grité, tratando de calmar la hemorragia que estaba apareciendo en mi pierna.
-¡Oh Dios mío, Robert! ¡Te disparé, Dios mío, Dios mío! ¿Qué hago, qué hago? –Ethan comenzó a alterarse, dando vueltas sin sentido por todo el lugar y chocando con la puerta de la camioneta.
-Ethan, ¡Ethan! –le grité, llamando su atención y él me miró al instante- Lo primero que tienes que hacer, es ayudarme a colocarme algo en la pierna, porque no puedo seguir perdiendo sangre de esta manera. ¿Tienes un trozo de tela o algo? –le pregunté, tratando de calmar mi dolor al sostener mi pierna.
-Eh, sí, ¡sí tengo un pedazo de tela! –dijo al instante, tomando su bufanda y enredándola fuertemente en mi pierna. ¿Sí está bien? ¿Ya no sangra? –me preguntó cuándo terminó de colocar la bufanda.
-No, Ethan. Ya no sangra. –suspiré cerrando los ojos- Ahora, escúchame bien, lo que ahora necesito, es que me lleves hasta el hospital; no sé si ___________ siga en labor de parto, pero necesito que me lleves ¡ya!
-Sí, sí, ¡claro! Te prometo que te llevaré hasta tu esposa. –me dijo firme.
-¿Cuento contigo? –le pregunté con una mueca de dolor.
-Cuentas conmigo. –me dijo con una gran sonrisa, mientras comenzaba a conducir directo al hospital.
***
Luego de otra hora de camino en donde me iba desangrando poco a poco y con lentitud, al fin Ethan y yo llegamos al hospital general de New York, en Manhattan donde _________ se encontraba. Me ayudó a dirigirme hasta el elevador y la gente nos miraba con extrañeza. Obviamente era porque caminaba mal, tenía la ropa y la pierna llena de sangre, estaba sucio, desarreglado, con el cabello alborotado, un brazo medio roto y con cara de no haber dormido en unos siete días. Ambos subimos al elevador y mientras este subía los pisos hasta maternidad, Ethan sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño peine con el que se dispuso a arreglar mi desordenado cabello, se quitó su chaleco color café y me lo colocó con la excusa de hacerme ver más presentable, acomodó al cuello de mi camisa y justo cuando el elevador se abrió en el piso indicado, me dio el gatito que había comprado en Atlanta y los dos salimos a toda la prisa que podíamos.
Caminé por los extensos pasillos de maternidad a toda la velocidad que me era posible dada mi condición y con Ethan detrás de mí. De las paredes de dichos pasillos, colgaban muchos retratos de bebés sonrientes. ¿Así sería mi hija? Sería más hermosa aún. Al llegar a una puerta de madera que decía "___________ Fisher Anderson", me lancé a ella abriéndola de par en par. Lo que vi fue a varios médicos atendiendo a __________ y a ella, con una gran expresión de dolor en su rostro que al verme parado en el marco de la puerta, cambió por una expresión de sorpresa.
-¿¡Robert!? –me preguntó para luego soltar un gemido de dolor al pujar.
-Sí, mi amor. Aquí estoy... Sí... sí llegué. –le dije orgulloso, justo antes de caer al piso desmayado por la gran pérdida de sangre que había tenido. Aunque, pude ver el rostro de mi pobre esposa lleno de confusión al verme tirado en el piso y luego, la volví a escuchar gritar.
***
Estaba sentado en una silla de ruedas, con un suero inyectado por vía intravenosa, esperando el momento en que me dejaran entrar a la habitación de ___________ a verla a ella y a mi hija. A pesar de que la puerta estaba cerrada, podía seguir escuchando sus gemidos y gritos desde adentro, lo que indicaba que seguía luchando por dar a luz a nuestra hija. Aunque, mi mente también se vio invadida por otra duda ¿dónde estaba Ethan? Pero, esta duda se aclaró casi al instante cuando la puerta de la habitación se abrió y vi salir a Ethan de esta, observándome con una enorme sonrisa.
-Felicidades, ya eres papá. –me dijo entusiasmado.
-¿De verdad? –sonreí ilusionado, con algunas lágrimas en mis ojos que amenazaban por salir.
-Así es, y yo corté el cordón. –me dijo orgulloso, llevando sus manos detrás de su espalda.
-¿Qué tú cortaste el cordón umbilical? –le pregunté frunciendo el ceño.
Flashback
-Entonces, la cosa es que fue un sueño muy extraño porque, tú estabas en medio de la labor de parto y un oso... Sí, un oso grizzli sacaba a nuestra bebé y ¿sabes que es lo más extraño? –hice un sonido con mis dientes, chocándolos entre sí- Mordía... mordía el cordón. –moví mi cabeza un poco sobre la almohada donde estaba acostado y abrí mis ojos despacio y suspiré- Eso es extraño pero, podría ser buena señal. –sonreí levantándome de la cama.
***
Fin del flashback
-Entonces, tú... tú eres el oso de mi sueño. –dije para mí mismo.
-¿Qué cosa? –me preguntó confundido.
-No, nada. –suspiré y sonreí- Bueno, si me disculpas, tengo que ir a ver a mi esposa y a mi hija. Gracias por todo, fue una aventura extraña. –le sonreí, estrechando su mano.
-Sí, una gran aventura. Hay que repetirla alguna otra vez. –me dijo, arqueando una ceja.
-De ninguna manera. –dije firme, soltando su mano y reí- Pero de nuevo, muchas gracias por todo.
-Nos vemos después entonces, yo te llamo. –me dijo para luego darme un abrazo que correspondí sincero. Luego, despidiéndose con su mano mientras yo me acercaba a la puerta de la habitación de __________, nos despedimos y cada quién tomó su camino.
Al entrar a la habitación y ver a ___________ cargando a nuestra hija, todo lo malo que había pasado se me olvidó en un segundo. Al fin estaba en casa, lo había logrado después de todo. Por fin estaba con mi familia, con mi esposa y con mi pequeña bebé que era igual de hermosa que su madre. Me acerqué hasta ellas con cuidado y dejé un beso en la frente de la bebé y uno en los labios de __________.
-Hola mi amor, te extrañé mucho. –me dijo __________ con una gran sonrisa.
-Y no te imaginas como te extrañé yo. –suspiré volviendo a besarla.
-¿Qué te pasó? –me preguntó, frunciendo el ceño.
-Es una muy larga historia. Te la contaré después. –reí dándole otro beso a ella y a mi hija- Cambiando de tema, ¿ya pensaste en los nombres para nuestra pequeña? –sonreí, mirándola con una ceja alzada.
-Sí, y quiero que sepas que es de los nombres que te gustaron a ti. Hubo uno que me encantó. –me dijo ella, sonriendo de lado.
-¿Y cuál es? –levanté ambas cejas.
-Hannah Isabella. –sonrió.
-Oh, Hannah Isabella Downey Fisher, -hice una mueca como si estuviese pensando- ¡Me encanta, suena hermoso! –le dije emocionado, volviéndolo a besar.
-Qué bueno que ya estás en casa. –exclamó ___________ suavemente sobre mis labios.
-Fue una odisea pero, logré volver a casa. –contesté riendo, provocando los mismo en ella y hasta en la pequeña Hannah que hizo una pequeña mueca de sonrisa- Qué hermoso es volver a tu hogar.
***
Buenas noches, lectores hermosos. ¿Cómo están? Espero que de maravilla. :3 Les traigo el último capítulo de la gran odisea de Robert, ¡al fin regresó a casa después de tanto! Si fue muy complicado pero, hasta divertido jajaja.
Quería pedirles una disculpa porque ayer no pude actualizar, tuve unas situaciones personales que me lo impidieron pero, aquí está. Espero lo hayan disfrutado. Y bueno, también aprovecho para decirles que sí, ya se acabó esta parte pero se vienen otras muy románticonas para cerrar esta historia. :3 Aunque, saben que no dejaré de escribir, tengo más ideas en puerta, les voy a seguir dando lata jajaja.
En fin, recuerden que los amo 3000, le mando un abrazo y nos estamos leyendo pronto, abrazooo. X3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top