Capítulo XL: La odisea de Robert (parte 3)

Narra Robert

Al final de cuentas tuve que aceptar viajar unos cuantos kilómetros atrás hasta Alabama con Ethan. En todo el camino no dejaba de asegurarme que en verdad la marihuana que consumía era solo con fines medicinales. En realidad, poco me importaba.

Observaba el paisaje lleno de árboles, arbustos, pastizales y nubes algo grises, dando a entender que en algunas horas comenzaría a llover. Al concentrarme mejor en el camino por donde Ethan manejaba, me di cuenta que ya estábamos cerca de los límites de Alabama, casi por entrar al estado. Unos diez minutos más tarde, Ethan se estacionó frente a una casa algo descuidada.

Esa construcción ofendía todo lo que la arquitectura representaba. Me sentía ofendido.

-¿Aquí te proveen tu "medicina"? –le pregunté con sarcasmo haciendo comillas con los dedos, observando la horrible casa sobre mis gafas desde el interior del auto, por la ventana.

-Sí, los encontré por internet. Las reseñas dicen que son muy confiables. –exclamó Ethan, saliendo del auto a la par que yo.

-Seguro. –bufé caminado junto con él a la entrada.

Al llegar, Ethan tocó la puerta. –¿Hay alguien?

-Ya voy. –se escuchó la voz de una mujer desde dentro.

-Escúchame bien. –llamé a Ethan con un tono firme y él me observó al instante. –Esto tiene que ser rápido, ¿bien? Entras, te dan tu "medicina" y sales pero rapidito. –dije chasqueando los dedos. –No tenemos tiempo que perder, ¿entiendes? –no decía nada. –¡Te pregunté si entiendes! –le pasé una mano por el rostro.

-¡Claro! Claro. –contestó, asintiendo freáticamente.

-Bien. –dije y me crucé de brazos esperando a que la persona que había contestado llegara a abrir la puerta.

Una mujer que probablemente tendría cerca de cuarenta años, vestida con pijama, una bata, sandalias y de cabello suelto, por no mencionar su exagerado maquillaje y que llegó con un cigarro a medias en la boca, apareció frente a nosotros abriendo la puerta de par en par. Saludó a Ethan como si se conocieran de toda la vida y cuando sus ojos llegaron hasta mí, me observó de pies a cabeza, para luego detenerse en mí rostro, observando su reflejo en mis gafas de sol.

-¿Eres policía? –me preguntó haciendo una expresión de confusión, cerrando un poco la puerta.

-¿Qué? ¡No! –respondí al instante, encogiéndome de hombros.

-Pues, déjame decirte que tienes toda la fachada de poli, hombre. –exclamó con un tono de voz que me hizo sentir cierto desagrado.

No dije nada, solo hice media sonrisa y rodé los ojos para luego observar a otro lado aunque, seguía sintiendo la penetrante mirada de la mujer sobre mí, lo que comenzaba a incomodarme. Se había formado un momento bastante incómodo para mí, hasta que la Ethan rompió el silencio, llamando a la mujer

-Vine por mi medicina. –sonrió, acomodándose su bufanda.

-Claro, chico. Solo dame un momento. –habló ella, observando unos segundos al hombre que iba conmigo, haciendo una ademan con su mano para que Ethan dejara de hablar. Luego, regresó su vista a mí que aún estaba con mi vista enfocada en otro lado. –Oye, ¿y tienes novia, guapo? –preguntó, soltando humo por su boca, sosteniendo el cigarro entre sus dedos.

Ya no me sentía incómodo, me sentía indignado. Giré mis ojos a ella y pasé mi mano por mi cabello, comenzando a estresarme. –No, de hecho, soy casado. –le dije con una sonrisa falsa, mostrándole el anillo en mi dedo.

-Bueno, si te lo quitas, podemos hacer que no eres por un momento. –dijo sonriente, alzando una ceja para luego morder su labio.

Increíbles ganas de vomitar me llegaron en ese momento, cerré mis ojos un instante, apretándolos y luego volví a hablar. –Y dígame, ¿es usted casada? –le pregunté, haciendo una expresión de fastidio.

-Sí, pero a mí esposo no le molesta en absoluto. –explicó, para luego guiñarme un ojo.

Dios mío, ¿en qué me vine a meter? ¿En qué? –pensé mientras tallaba mi rostro con mis manos. Luego, miré a Ethan y me puse detrás de él para empujarlo hacia dentro de la casa. –¿Sabes qué? ¿Por qué no vas por tu medicina ya y nos vamos de aquí rápido eh? –pregunté, llegando hasta el marco de la puerta. 

-Claro, vamos a eso. –dijo Ethan, entrando a la casa. Antes de que pudiera seguir caminando, lo tomé del hombro para atraerlo hasta mí.

-Más te vale que sea rápido. –le dije en un susurro y él asintió de nuevo.

Fue cuando lo solté y caminó directo a lo que parecía ser la sala de la casa. Luego de él, entré yo. No me iba a quedar solo afuera de esa casa, se notaba desde lejos que no era un vecindario muy amigable. Observé a los lados antes de entrar en la casa y apenas puse un pie dentro, la mujer se acercó a mí.

-Adelante. –me dijo mordiendo su labio, volviendo a observarme de arriba abajo.

Me alejé lo más que pude de ella, al punto de chocar contra la orilla del marco de la puerta y a paso lento me fui alejando, luego de asentir en forma de ¿agradecimiento? No, no, lo único que quería era alejarme de ahí y salir huyendo.

Llegamos a la sala, donde Ethan estaba esperando a la mujer que venía detrás de mí. Jamás en la vida me había sentido tan acosado, pero nada superaba a Miranda Santiago. Bufé cuando vi que Ethan y la mujer fueron a la cocina y me quedé en el marco de la puerta recargado, observando a dos niños que se encontraban viendo televisión. Hice un sonido con mi boca y estaba punto de sacar mi teléfono para jugar un videojuego cuando esa desagradable mujer se asomó por la puerta de la cocina.

-¿Puedes cuidar a mis hijos un instante, por favor, guapo? –me preguntó, haciendo un tono más dulce en su voz, en un intento de sonar interesante.

-Claro, no hay problema. –me encogí de hombros, guardando mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón.

-Gracias, guapo. –me dijo para luego guiñarme un ojo y verla desaparecer detrás de la pared.

No miento cuando digo que sentí escalofríos. Suspiré resignado, observé a la niña y el niño y caminé hasta ellos despacio, metiendo mis manos en las bolsas de mi pantalón no sin antes acomodar mi saco y quitarme mis gafas de sol. Ambos se encontraban en el sofá, frente al televisor viendo caricaturas. Me pareció bastante normal y vi a los niños en buen estado, lo que era sorprendente dado que eran hijos de padres traficantes y distribuidores de droga que muy posiblemente también fueran adictos a ella. Me senté en un pequeño sillón junto a ellos, observando mi reloj y contando los malditos segundos que Ethan se tardaba en salir de la cocina. ¿Cuánto tiempo necesitabas para intercambiar marihuana por dinero? La niña, que parecía ser la mayor de los dos, se acercó hasta mí y con una débil sonrisa, me saludó.

-Hola. –me dijo con media sonrisa algo tímida, tomando un mechón de su cabello.

-Hola. –le sonreí de vuelta. Quizá no sería tan malo esperar un poco.

-¿Eres amigo de mamá y papá? –me preguntó la pequeña, que estaba parada a mi lado.

-No, pero vengo a acompañar a alguien que sí es su amigo. Solo vengo de paso, pequeña, jamás me volverás a ver por aquí.

La niña asintió y se sentó de nuevo en la orilla del sofá, sin dejar de verme. Me centré en ver las caricaturas mientras seguía esperando. Curiosamente eran dibujos animados que __________ y yo acostumbrábamos ver los fines de semana, lo que me hizo sonreír con nostalgia. A esa hora se supone que debería estar en casa, a su lado. La extrañaba mucho y me sentía un poco mal por no poder estar ahora con ella.

Pronto, mi amor. Ya voy. –pensé.

El segundo niño que se encontraba recostado en el sillón, se levantó y caminó hasta mí. Cuando estuvimos justo frente a frente, ladeo la cabeza observándome detenidamente con el ceño fruncido.

-¿Qué es esto? –me preguntó señalando mi corbata.

Observé lo que apuntaba y sonreí. –Esto, se llama corbata. Probablemente es la primera vez que ves una. –le dije.

-Pues, es fea. –dijo simple y yo levanté los hombros.

-Sí, no es para todos. –dije simple.

No habían pasado ni cinco segundos cuando el niño tomó mi corbata y comenzó a tirar de ella, haciendo que yo me moviera de atrás hacia adelante causándome un poco de molestia en el cuello. Miré mal al niño y con cuidado, alejé su mano y a él al mismo tiempo de mí.

-No hagas eso, ¿de acuerdo? –le dije mirándolo y él solo sonrió.

Apenas lo alejé, de nuevo volvió a repetir la misma acción, tiraba de mi corbata una y otra vez, haciéndome perder la paciencia cada vez más con cada segundo que pasaba.

De nuevo lo alejé de mí. –Por favor, no me toques. –le dije serio y sin mirarlo, acomodando mi corbata.

Creí que por fin había cesado su molestia cuando se alejó un poco de mí y fue hasta el sofá donde se encontraba recostado. Vi que tomó el control remoto y subió un poco el volumen de la televisión y al instante, regresó conmigo cuando yo me encontraba hablando con su hermana.

-Por favor, sácame de aquí y llévame contigo. –me dijo la niña, en un susurro. Sentí mucha pena por ella.

-Escucha, no puedo hacer eso, pequeña. Pero puedes contactarte con unas personas de algo llamado "Protección Infantil", ellos pueden... –no pude terminar de hablar, ya que de nuevo el niño estaba tirando de mi corbata.

-Bueno, ¡ya basta! –hablé molesto y tomé al niño del brazo para cercarlo a mí y le di un ligero golpe en el estómago, pero lo suficientemente fuerte para sofocarlo unos segundos.

El niño de cabellos rubios como los de su hermana, se fue dejando caer de a poco en el suelo. De su boca salían unos leves quejidos. Lo ayudé a que termina de acostarse en el piso, después de todo, no lo iba a dejar caer.

-¿Estás bien campeón? –le pregunté, fingiendo estar preocupado por él, cuando estuvo en el piso. Giré mi vista a todos lados para ver si nadie habría visto lo que acababa de hacer.

Dios, si __________ me hubiese visto.... No, hubiera hecho lo mismo. –pensé y esa idea me causó cierta gracia, al imaginarme a mi ___________ sofocando a un niño que la sacara de sus casillas. Negué cerrando los ojos y volteé mi vista a la niña que me observaba sin decir nada. Nunca en toda mi vida había deseado irme de un lugar como en ese momento, pero debía conservar la calma.

***

Minutos más tarde, Ethan y la extraña mujer que nos había abierto la puerta, regresaron a la sala. Yo me encontraba sentado en medio de ambos niños.

-¿Cómo se portaron? –me preguntó la mujer con media sonrisa.

-Muy bien, muy bien, ¿verdad? –pregunté a ambos niños y los dos asintieron al unísono.

-Menos mal. –sonrió ella.

Yo traté de esbozar una sonrisa lo más humanamente natural posible y cuando Ethan dijo que era hora de irnos, me levanté del sofá, acaricié la cabeza de la niña y observé serio al niño a mi lado.

-Recuerda que no vamos a hablar de esto, ninguno de los dos. ¿vale? –le dije en un susurro y él asintió simple. –Bien. –suspiré levantándome del asiento y a paso rápido llegué hasta donde Ethan estaba.

La mujer nos acompañó hasta la puerta, despidiéndose de ambos e intentando darme un beso en la mejilla, que rechacé al salir casi huyendo a resguardarme detrás de la espalda de Ethan. Cuando por fin salimos de esa horrible casa y Ethan volvió a conducir de regreso a Atlanta, me sentí aliviado.

-Bueno, ¿y si conseguiste tu medicina? –le pregunté, alzando una ceja.

-Sí, allí está. –me dijo sonriente, señalando una bolsa negra en el asiento trasero del auto.

Lo observé por unos segundos, entrecerrando los ojos. –Ethan, ¿cuántos años tienes? –le pregunté con una mueca de confusión, moviendo mi cabeza de un lado a otro.

-23 años. –me dijo simple y no pude evitar no soltar una carcajada. Él me miró frunciendo el ceño. –¿Qué, Robert? ¡Es verdad! –exclamó, sonando un tanto indignado.

-Claro, y yo tengo 26. –reí. –Esa es la edad de mi esposa, ¡por favor! –exclamé sin dejar de reír.

Él detuvo un instante la marcha del auto.

-¿Qué haces? –le pregunté algo confundido, pero sin dejar de reírme.

-¿Cuántos años tienes tú, Robert? –me preguntó con un tono curioso, observándome fijamente.

-36. –dije tranquilo. No me extrañaba que preguntara, después de todo, Ethan era muy curioso.

-¿Eres más grande que tu esposa por diez años y la embarazaste? –me preguntó divertido.

-Sí, –respondí con obviedad. -¿Tienes algún problema con eso? –lo miré alzando una ceja.

-No, no. Ninguno, casanova. –me dijo para luego ambos mirarnos por unos segundos y luego empezar a reír.

-¿Puedes solo volver a conducir, Ethan? –le dije aún riendo.

-Sí, sí. –contestó riendo también.

-Bien. –rodé los ojos. –Ahora, necesitamos encontrar un lugar donde pasar la noche. No podemos seguir manejando sin descansar. ¿Si sabes que por haberme hecho perder mi vuelo y que por tu culpa me hayan prohibido volar por un año, vas a correr con los gastos de todo este viaje improvisado, cierto? –le pregunté ladeando la cabeza, con media sonrisa.

-No te preocupes, lo tengo todo bajo control. –me dijo tranquilo y asentí satisfecho.

Algunos metros más adelante, vimos un anuncio de un hotel que estaba a unos minutos de distancia.

-Mira, podemos pasar la noche en ese lugar. –le dije, observando el letrero por la ventana.

Ethan me miró y sonrió, dirigiéndose al hotel.

***

Buenas madrugadas, mis bellos lectores. Hoy se me hizo un poco tarde en la actualización jajajaja. Como salí a hacer mis compras para la semana y me entretuve, ya llegué muy tarde a casa y me puse a escribir hace apenas un rato. xD

En fin, espero que hayan disfrutado de este capítulo al leerlo así como yo al escribirlo. La verdad es que con estos capítulos me he reído bastante mientras voy narrando todo lo que sucede, porque me hace recordar a la película y no puedo evitarlo JAJAJAJA.

Aprovechando, quiero agradecer por su apoyo en mi más reciente historia "Más divino que imposible" donde Robert es un ángel de la guarda y es su protector. Subí el primer capítulo hace apenas 48 horas y ya está casi llegando a las 300 lecturas. Me sentí muy feliz y emocionada por eso. Muchas gracias, son unos soles. X3

Ya por último, quiero decirles que mañana voy a actualizar tanto Londres y un misterio como Más divino que imposible. :3

Sin más, recuerden que los amo 3,000. Nos estamos leyendo pronto. Abrazooo.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top