Capítulo XI: El viaje a New York//parte 1

Era jueves por la tarde, ya había llegado a casa del trabajo gracias a Robert que, como todos los días, amablemente me llevó hasta mi departamento. Con la diferencia de que ahora me acompañaba hasta adentro y se despedía de mí con un beso en la puerta. Estaba acomodando en una maleta la ropa que me llevaría para los tres días que iría con él a New York. A decir verdad, me sentía emocionada e, intrigada. En parte por revisar los preparativos para las casas matriz de Marubeni América pero más allá de eso, lo que hacía que mi pulso se acelerara todavía más, era ese sábado que Robert me dijo que pasaríamos juntos allá. Eso me hizo pensar: ¿desde cuándo lo habrá planeado? Negué con la cabeza sonriendo e hice una nota mental para recordarme que luego le preguntaría.

Sara no se encontraba, había salido a cenar con un chico de su trabajo que, desde hace un tiempo la pretendía y antes de irse la note muy emocionada. Acaba de guardar en la maleta lo último que me llevaría al viaje y, mientras luchaba para que el cierre no reventara en el intento de cerrarla, mi teléfono sonó y al ver en la pantalla que era Rob, una amplia sonrisa se formó en mis labios.

-Hola, bonita. Ya estoy acá molestándote de nuevo, –lo escucho reír al otro lado de la línea- a pesar de que te acabo de dejar en casa hace 30 minutos.

-Yo encantada de qué me molestes. –contesté recargando el teléfono en mi hombro mientras en el último intento de cerrar la maleta, logré hacerlo y solté un pesado suspiro.

-¿Estás bien? –preguntó él.

-Sí, sí. Lo que pasa es que estaba teniendo problemas para cerrar mi maleta, pero ya todo bien. Creo que no explotará. –dije riendo.

-¿Pues cuánta ropa llevas, amor? Solo vamos tres días. –dijo entre risas.

-No, no es por eso. Es que mi maleta es muy pequeña. –suspiré- Ya es tiempo de comprar otra.

-Luego nos encargamos de eso. –contestó- En realidad me da gusto que ya tengas la maleta lista.

-¿Por? –pregunté mientras me sentaba en la cama.

-De hecho te llamaba para eso, Acabo de colgar una llamada con el Señor Carter y me dijo que organizó una comida con sus socios en New York y muy amablemente, nos invitó.

-Ya veo... -contesté levantando las cejas- ¿Entonces a qué hora nos vamos mañana?

-Paso por ti a las 8:00, ¿te parece? Estamos relativamente cerca de New York, en el auto haremos como máximo una hora.

-Muy bien, entonces te veo mañana temprano. –sonreí- Ahora debo dejarte guapo, necesito ir a tomar un baño.

-Uy, ¿podemos un día tomar un baño juntos? –no lo podía ver, pero estoy casi segura de la sonrisa que se le formó en el rostro.

-Lo pensaré. –dije y solté una pequeña carcajada.

-Yo me encargaré de que me digas que sí, bonita. –dijo- Entonces, te veo mañana, ve a tomar ese baño, anda. Relájate que mañana será un día algo largo.

-Claro que sí, Señor Downey. Lo veo mañana.

-Te quiero.

-Y yo a ti.

Colgamos la llamada y me dispuse a tomar ese baño. Creo que en realidad duré bastante en el baño, entre canción y canción se me fue el tiempo, porque cuando salí y me dirigí a mi cuarto a cambiarme, pocos minutos después Sara llegó a casa y noté que venía muy contenta. Me dijo que tomaría un baño y luego se iría a dormir. Yo le dije que no había problema siempre y cuando me contara que había sucedido y el porqué de esa gran sonrisa.

Sara ya sabía que me iría por unos días New York con Robert por asuntos de trabajo, pero ahora con el cambio de la hora, tenía que avisarle que me iría más temprano, así que antes de irnos a dormir, le dije que al día siguiente me iría por la mañana. Ella asintió de lo más tranquila, me dijo que tuviera cuidado y que le avisara cuando llegara. Se veía algo cansada, supuse que en parte era por el trabajo, así que sin más la deje dormir y yo hice lo mismo.

***

Unos pequeños hilos dorados se filtraban por la ventana de mi habitación, los cuales al golpear con mi rostro, hicieron que despertara.

Me pareció extraño que me despertara sin mi alarma, siempre la había necesitado para poder despegarme de la almohada, la alarma o algún ruido que cortara mi pesado sueño, pero esta vez no fue necesario. ¿Era emoción? Sí, seguramente.

Eran las 7:00 de la mañana, me levanté de la cama y me dirigí al baño. Sara seguía dormida, ya que la noche anterior me había dicho que se tomaría de descanso ese viernes y sin más, la deje que siguiera disfrutando de su sueño.

Me lavé los dientes y en seguida regresé a mi habitación par a ver qué podría ponerme. Después de unos minutos, opté por algo cómodo: una blusa de manga larga, con un pantalón de vestir, un saco y unos tacones bajos y deje mi cabello suelto. Estaba terminado de ponerme un poco de color en los labios cuando llegó un mensaje a mi celular. ¿De quién más podría ser? Era Robert.

Buenos días, linda. Ya estoy abajo. Te espero aquí.

Sonreí al ver el mensaje, me di un último vistazo en el espejo, tomé mi maleta y salí de mi departamento no sin antes dejarle a Sara una nota en la sala de que la veía el próximo lunes por la tarde.

Al llegar a la puerta me encontré con una de las mejores vistas que pude haber tenido. Robert que llevaba un traje gris, hecho a la medida, que resaltaba tan bien sobre su figura, su cabello todavía un poco húmedo por lo cual pude notar que acaba de tomar una ducha, llevaba un par de gafas color rojo y al girarse me dedicó una sonrisa que solo con verla, me sentí volando entre las nubes. ¿En verdad estoy saliendo con este hombre? –pensé- No me la creo, mira esa sonrisa... La miras y es la misma sensación reconfortante que ver un atardecer en la playa.

Rápidamente se acercó a mí y depositó un dulce beso sobre mis labios el cual, correspondí feliz de la vida, instantáneamente el aroma de su perfume inundó el ambiente, y yo al tenerlo tan cerca, cerré los ojos disfrutando de su beso y su esencia. Se separó de mí y tras mirarme unos segundos, tomó mi pequeña maleta y la guardó en la cajuela, junto a la suya, la cerró y se giró a verme.

Robert soltó un suspiro mientras me miraba. –Déjame decirte que luces increíble. Y mira, llevas puesta esa blusa color rojo que tanto me gusta. –sonrió.

-¿Ah sí? –dije mirándome- La verdad es que no lo había notado. Si te soy sincera, no me fije cuando escogí la blusa. –sonreí encogiéndome de hombros- Pero, ¿por qué te gusta? –pregunté intrigada con una sonrisa de lado.

-Bueno, pues porque con esa blusa, se nota más el rubor en tus mejillas cuando te sonrojas y me parece adorable. –respondió y yo sonreí negando con la cabeza- ¿Nos vamos, corazón? –asentí y ambos nos subimos al auto y Robert se dispuso a conducir.

***

Hicimos poco más de una hora en llegar a New York, tal vez una hora y quince minutos, porque en el camino nos detuvimos a comprar algo para desayunar.

Robert me había dicho que nos hospedaríamos en el Park Terraza Hotel, su favorito en New York, me aseguró. Así que después de otros quince minutos buscando el dichoso hotel, pudimos llegar. Un chico del valet parking le pidió las llaves del auto a Robert para llevarlo a estacionar, mientras que unos bell boys nos ayudaban con las maletas. Íbamos caminando directo al hotel y sentí como Rob entrelazó su mano con la mía, yo respondí a su gesto alegremente y nos dirigimos a la recepción. Al llegar, una amable chica de ojos marrón nos atendió.

-Buenos días. –habló Robert amablemente- Necesitamos una habitación.

La chica por inercia, miró nuestras manos que aún seguían juntas y luego volvió su mirada a Robert. -¿Habitación para dos personas? –preguntó.

-En realidad una suite, por favor. –yo lo miré con las cejas alzadas y los ojos abiertos por la sorpresa y él se giró a verme- ¿Qué? –preguntó divertido.

-No es necesario. –le dije.

-Oh, claro que lo es. –dijo son una sonrisa- ¿Y sabes qué más es necesario? –preguntó levantando una de sus cejas a lo que yo respondí con un gesto de duda en el rostro- Que incluyan el mini bar y servicio a la habitación. –habló ahora dirigiéndose a la chica que nos miraba atenta.

-¿Qué haces? –pregunté.

-Siempre había venido a New York solo y, siempre he pensado que es una ciudad que debe disfrutarse acompañado... -dijo mientras me miraba- Y ahora que, tengo una de las mejores compañías que podría pedir, quiero aprovechar y disfrutar contigo. –me dedicó una dulce sonrisa.

-Robert, eso es muy lindo pero... no puedo permitir que gastes en todo esto. Iremos por mitad en gastos.

-Nop.

¿Y por qué no? –lo miré cruzada de brazos.

-Porque tienes que ahorrar para tu auto, ¿recuerdas? –dijo dándome un beso en la mejilla y yo suspiré rodando los ojos- Eres adorable cuando haces eso. –dijo y no puede evitar hacer una mueca de una leve sonrisa.

La chica de la recepción de aclaró la voz para llamar nuestra atención y Robert y yo la miramos recobrando la atención hacia ella. Le solicitó el pago y Robert sacó de su cartera una de sus muchas tarjetas que, hasta ahora no había visto. Yo levanté las cejas sorprendida y luego desvié un poco la vista. Cuando la transacción finalizó, la chica le dio una tarjeta a Robert, la cual era la llave de acceso a la suite. Él le agradeció, yo hice lo mismo y nuevamente me tomó de la mano para ir al elevador y subir a nuestra habitación.

Al abrir la puerta, lo primero que vi fue la enorme cama que había dentro. Podría jurar que era el doble o tal vez el triple que la mía, así que sin fijarme en nada más, corrí hacia ella y me lancé dejándome caer en ella. En toda mi vida había sentido una cama así de suave. Aunque, seguía prefiriendo mi colchón o, en todo caso, el de Robert, que me había dado una de las mejores noches de descanso de mi vida.

Escuché Robert soltar una leve risa al ver cómo me había dejado caer sobre la cama, pero segundos después sentí como reboté ligeramente sobre el colchón y al girarme, Robert ya estaba acostado a mi lado. Estábamos recostados boca arriba, yo solté un suspiro y poco a poco fui acercando mi mano a la de Robert, al sentir su tacto, la entrelacé la mía y de reojo pude ver como una sonrisa se asomaba en sus labios, igual que en los míos.

-________. –me llamó y yo gire para encontrarme con su mirada de avellana.

-Dime. –sonreí.

-¿Dónde estuviste todo este tiempo y por qué tardaste tanto en llegar a mi vida?

-Mmmmm... Bueno, pues es que cuando tú ya estabas cursando la primaria con 10 añitos, yo apenas había nacido, teníamos que esperar un tiempo. –contesté riendo y él hizo lo mismo.

-¿Sabes otra cosa? –preguntó.

-Te escucho...

-Jamás me había pasado algo como esto, no sé si sea como un deja vú o algo así, pero siento que te extrañaría aunque no te conociera y al mismo tiempo, siento que te conozco desde hace tanto tiempo...

Era algo extraño lo que había dicho, confuso tal vez, pero eso me hizo extrañamente feliz. Él giró un poco para quedar frente a mí y depositó un cálido beso en mi frente.

-No te imaginas cuánto te quiero. –me dijo.

Pensé que no iba a poder actualizar hoy porque tenía como mil pendientes de tareas de la universidad, pero aquí está. Espero les guste y los disfruten. Mañana les dejo la segunda parte.

Espero sus comentarios que amo con la vida. Nos estamos leyendo, un abrazo. 

Les dejo un regalo. 💖👀

¿Qué sería de mí si no abrieras tus labios en diamantes perfectos que afloran cuando sonríes?
Todo el resplandor del sol se posa en mi rostro enamorado de esa sonrisa que todo lo abarca desde mi corazón al infinito. 

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