Capítulo X: Un paso más.
Una ligera brisa fresca que entraba por la ventana hizo que abriera un poco a poco mis ojos. Sentí un poco de peso sobre mi abdomen lo cual no me estaba permitiendo levantarme para incorporarme, entonces me giré y vi a Robert a mi lado y su brazo era el peso que sentía. Me tenía abrazada y estaba dormido acurrucado junto a mí. Entonces recordé que la noche anterior, después de que aceptara quedarme, estábamos acostados en su cama viendo una película, pero creo que ambos nos quedamos dormidos mientras la veíamos, porque pude notar que el control de la televisión yacía sobre la cama.
Era una mañana de sábado, así que me permití un poco más de descanso, me acomodé mejor quedando frente a Robert que seguía profundamente dormido. (o al menos eso creía). Recosté mi cabeza en la almohada y mientras lo miraba, sonreí. ¿Quién iba a pensarlo? A final de cuentas, si sentía algo por mí, aunque me gustaría hablar bien con él sobre el tema y preguntarle, ¿qué se supone que vamos a hacer ahora? Pero será para otro momento.
Mis ojos seguían sobre él, observando cómo dormía y una sonrisa se formó en mis labios, hasta que él habló.
-¿Cuánto tiempo piensas seguir mirándome? –preguntó con los ojos cerrados y yo me sobresalte un poco- No te asustes, tranquila. –y en sus labios se dibujó una ligera sonrisa-
-¿Desde hace cuánto sabes que te estoy mirando? Y ¿cómo sabes que me asusté? Tienes los ojos cerrados... –pregunté aún recostada.
-Me di cuenta cuando despertaste. Y abrí los ojos cuando trataste de levantarte, claro que no me viste. –dijo y abrió sus ojos dirigiendo su vista a mí- Sentí que mi mirabas porque después de que me despierto, es muy raro que pueda volver a dormir enseguida, solo tenía los ojos cerrados y, noté que te asustaste porque diste un pequeño brinco y la cama se movió. –rio. ¿Cómo dormiste?
-La verdad muy bien, supongo que la pijama que me prestaste ayudó mucho, porque es muy cómoda. –le dije señalando la camiseta y el pantalón color azul que me había prestado la noche anterior mientras me incorporaba para quedar sentada en la cama.
-Sí. –respondió él- Pero también debe ser porque te queda enorme. –dijo riéndose al mismo tiempo que también se sentaba en la cama- Creo que no terminamos de ver la película anoche, ¿verdad?
-No, nos quedamos dormidos. –suspiré- Y qué lástima porque esa película tenía mucho tiempo que no la veía y me encanta. –dije en un tono melancólico.
¿Cuál era? No recuerdo... -preguntó entre un bostezo.
-Only you. –respondí- Es mi película favorita, te dije anoche. –dije riendo.
-Sí, lo recuerdo y, también recuerdo que te dije que también era la mía. –sonrío.
-¿Sabes? Nunca pensé que tú fueras fan de comedias románticas. –le dije levantando una ceja.
Él se acercó a mí aun estando ambos sobre la cama y al llegar a mi lado, con su mano tomó suavemente mi rostro y depositó un pequeño beso en mi mejilla. –Hay mucho que tienes que descubrir de mí, pequeña y, me entusiasma que lo hagas. –sonrío.
Yo lo miré entrecerrando los ojos y luego sonreí. –Lo mismo digo. –contesté mientras le daba un pequeño beso en la frente y me ponía de pie- Y dime, ¿quieres desayunar algo? –le pregunté.
-Bueno, creo que el que debería preguntar eso soy yo. –comentó aun sentado en la cama- ¿Qué se te antoja?
-Mmmmmm... -hice una mueca mientras pensaba- ¿Qué te parecen unos hot cakes con fruta? Sara y yo acostumbramos desayunar eso los sábados, con café y jugo de nar... -me detuve en seco y Robert me miró extrañado- ¡Sara! ¡No le avise que no iba a llegar a casa anoche! Ay no, seguro debe estar preocupada. Dame un momento para llamarla. –le dije a Robert y él asintió.
Salimos de la habitación y me dirigí a la primer planta de la casa donde estaba la sala, ya que la noche anterior, había dejado mis cosas sobre un sofá. Encontré mi celular y al revisarlo tenía más de 20 mensajes de Sara y 8 llamadas perdidas. Suspiré y rápidamente marqué a su número, después de un par de tonadas, ella contestó al otro lado de la línea.
-Ho... -traté de hablar, pero Sara me interrumpió.
-¿Se puede saber dónde demonios te metiste? Ayer me dijiste que llegarías un poco tarde, y eso fue como a las 6:00. Y hoy sábado a las 10:00 de la mañana apenas tengo noticias de ti. ¿Qué te pasa _______? –Sara sonaba molesta, pero más preocupada que molesta.
-Lo sé, discúlpame por favor. Lo que pasa es que Robert me invitó a cenar a su casa, pero luego me pidió que me quedara... aquí... con él... -No sé escuchó respuesta del otro lado la línea y yo fruncí el ceño- Ammm... ¿Sara?
-Es que, no sé qué responderte... Es... raro.
-Lo sé, prometo explicarte todo cuando llegué a casa. Son cosas que no pueden contarse por llamada. Llegó más tarde, ¿vale?
-Vale, cuídate, nos vemos más tarde...
-Perfecto. –sonreí.
-Y _______...
-Dime... -respondí.
-Para la próxima que vayas a quedarte en casa de tu jefe, ¿avísame, sí? –escuché como rio al otro lado del teléfono.
-Sí, lo siento. Nos vemos más tarde. –contesté riendo y colgué.
-¿Todo bien? –preguntó Robert. Yo estaba de espaldas aun revisando mi celular.
-Sí, todo bien, gracias. –me giré y lo encontré recargado en el marco de la puerta, observándome y yo me aclaré la voz- Sara me regañó por no haberle dicho que no llegaría anoche a casa, pero ya se le pasó. –sonreí.
-Discúlpame. –me dijo acercándose- Lo menos que quiero es, causarte problemas. –ya estaba parado frente a mí y me miraba tiernamente mientras tenía mis manos entre las suyas.
-¡Hey! No pasa nada, de verdad. ¿Qué te parece si vamos a preparar el desayuno? –sonreí.
-Me parece perfecto. –me dijo depositando un pequeño beso en mis manos y yo me encogí de hombros con un leve rubor en las mejillas- Por cierto, mientras hablabas, puse tu ropa de anoche a lavar. Ya que no tienes ningún cambio de ropa pues, es mejor que te la lleves limpia. –sonrió.
-Muchas gracias. –sonreí mientras acomodaba unos rizos que caían sobre su frente.
Fuimos a la cocina y Robert tenía lo necesario para preparar todo. Me di cuenta de que, por lo menos los hot cakes le quedaba bien. Digo, no es que sea muy difícil hacerlos tampoco, ¿cierto? Pero ya era algo. Sonreí y lo deje trabajar mientras yo me dedicaba a picar la fruta y preparar el café y el jugo. Al terminar Robert me dijo si quería que desayunáramos en su habitación y así podíamos aprovechar para ver la película que no terminamos la noche anterior. Yo asentí y ya con todo preparado nos dirigimos a su habitación. Desayunamos tranquilamente mientras veíamos la película. Al terminar, Robert se acomodó mejor en su cama, quedando recargado en las almohadas y con las piernas cruzadas. Me hizo señas para que fuera a su lado y así lo hice. Luego de unos minutos así, sentí una de su manos tomar la mía, lo miré y mientras me dedicaba una tierna sonrisa, entrelazo su mano con la mía. Al sentir su cálido tacto, suspiré y acomodé mi cabeza en su hombro, él dejó caer la suya sobre la mía y estuvimos así hasta que la película terminó.
***
Le estaba ayudando a Robert a lavar los utensilios que habíamos usado para el desayuno cuando él entró a la cocina.
-¿No te parece curioso que nuestra película favorita, sea la misma? –preguntó mientras guardaba un par de cosas en la alacena.
-La verdad es que sí. –contesté riendo- Pero, me gusta que sea así. –dije mientras colocaba el último de los platos que había lavado en una parrilla para que se secara.
-Ajá... Y a mí también me gustas tú. –me dijo robándome un beso en los labios.
Yo reí correspondiendo el beso, luego me separé un poco y lo miré. –Robert...
-Dime, amor.
-¿No crees que debemos hablar de ésto?
-¿De esto? –preguntó frunciendo el ceño levemente.
-Sí. De, lo que acaba de pasar entre nosotros. La verdad es que yo tengo algunas inquietudes...
Él me miró por unos segundos y luego tomó mi mano y la besó. –Si quieres hablar, entonces lo haremos. –me guió directo a la sala y nos sentamos en un sofá quedando frente a frente y yo hablé.
-Rob... ¿puedo llamarte Rob? –lo miré tímida.
-Dulzura, tú puedes llamarme cómo quieras. –sonrío y asentí con una ligera sonrisa.
-Rob, bueno... yo... La cosa es qué... Ay, ¿por qué es tan complicado? –pregunté recargando mi mentón en la palma de mi mano y él se acercó a mí, mientras con su mano acariciaba mi mejilla y yo cerré los ojos disfrutando de su tacto.
-Tranquila, sé lo que estás tratando de decir. Y, estoy seguro que algo de lo que te inquieta es sobre, nuestra diferencia de edad, ¿cierto? –me preguntó aún sin dejar de acariciar mi rostro y yo suspiré.
-Sí. –contesté mirándolo- Rob, tú a mí me gustas y mucho. –sonreí y él hizo lo mismo- Pero, no sé si este bien que yo sea diez años menor que tú... -le dije encogiéndome de hombros.
-_______. –me llamó.
-¿Sí?
-¿Cuántos años tienes? –me preguntó mientras sentía como entrelazaba su mano con la mía.
-23. –respondí.
-Y, ¿eres ya mayor de edad, cierto?
-Sí.
-Yo tengo 33 años, también soy mayor de edad, ambos los somos; no somos unos niños a los que deben estar cuidando de no quemarse con fuego. Sabemos lo que hacemos, yo sé bien lo que hago, sé lo que quiero y lo que siento. Y lo que siento es, que te quiero y mucho. –dijo recargando su cabeza en mi hombro mientras su mano aún seguía entrelazada con la mía.
-¿Acabas de decir que me quieres? –mi corazón dio un vuelco.
-Sí, y te lo puedo repetir las veces que sean necesarias.
-Yo también. –sonreí de lado.
-¿Tú también qué, amor?
-Yo también te quiero, amor. –contesté riendo.
-Qué bonito se escucha. –me dijo incorporándose y volviendo sus mirada a mí- Oye, sé que hay otra cosa que te preocupa. Puedes decirme. –sonrió cálidamente.
-Pues de hecho sí. –reí con algo de nerviosismo- ¿Qué se supone que haremos en el trabajo? ¿Qué tal si se dan cuenta? Robert, no quiero causarte problemas. –lo miré con algo de tristeza.
-Oye, tranquila. ¿Quién tendría algún problema en que el dueño de la empresa saliera con alguien y estuviera empezando a enamorarse. –yo lo miré con las cejas levantadas y al cabo de unos segundos reacciono a lo que había dicho- Bueno... que este... empezando a querer a... alguien. –sonrió nervioso.
-Señor Downey, ¿acaso dijo que podría enamorarse de mí? –sonreí divertida.
-Bueno, ¿y qué si así fuera? ¿Acaso tienes algún problema con eso, Fisher? –me dijo con un tono que intentó sonar autoritario, pero su sonrisa de niño contento hecho todos sus intentos por la borda.
-No. –dije cruzándome de brazos con una sonrisa- De hecho, me gustaría mucho que eso pasara. –comenté mordiendo mi labio inferior.
-Señorita Fisher, -hablo dirigiendo su vista a mis labios- una de las cosas que hizo que usted me gustara fue esa adorable pero irresistible manía que tiene de morder su labio cuando se pone nerviosa. No sabe cuántas veces imaginé que era yo el que daba una mordida a esa boca tan bonita que usted tiene. –dijo volviendo su vista a mis ojos y yo sonreí.
-Pues entonces, puede hacerlo. –dije y sentí como me plantó un beso en los labios y acto seguido, sus dientes tomaron suavemente mi labio inferior para morderlo un poco. Lo que provoco que soltara un leve gemido pero luego correspondí su beso. Al cabo de unos segundos nos separamos un poco buscando aire y Robert sonreía sobre mis labios.
-Tantas veces me imagine hacer eso... fue mejor de lo que pensaba. –dijo mientras se separaba un poco de mí- Entonces, para responder mejor a tu pregunta de hace un momento: puedo notar que estás más preocupada sobre lo que puedan hablar o pensar de mí que de ti misma y eso amor, es muy dulce de tu parte pero no tienes que afligirte por eso. Tú y yo seguiremos actuando en el trabajo como lo hemos venido haciendo a lo largo de estos casi dos meses que trabajas conmigo, -sonrió- con la diferencia de que ahora si quiero robarte un beso en la oficina o caminar contigo tomados de la mano por los pasillos de la empresa, puedo hacerlo... –se detuvo unos segundos- podemos hacerlo. Si tú quieres, claro. –se encogió de hombros sonriendo levemente.
-No tengo argumentos contra esa lógica. –lo miré sonriendo.
-Y si alguien pregunta qué pasa, no tenemos por qué dar explicaciones pero, no me molestaría decir que, estoy saliendo contigo. –sonrío.
Abrí los ojos sorprendida y lleve una de mis manos a mi rostro tocando mi mejilla. -¿Estamos sa...saliendo? –pregunté sonando un poco confundida.
-¿Por qué siempre me contestas con una pregunta? –rio- Pues sí, me gustaría que fuera así. ¿Qué dices?
-Que sí. –contesté y lo abracé.
Él correspondió mi abrazo y hundió su rostro en mi cuello. –Me da gusto, entonces es oficial. –se separó un poco del abrazo, volvió su vista a mí y me dio un beso en la frente.
-Oficial. –sonreí- Te prometo que ya no voy a preocuparme por lo que hablamos hoy.
-Lo sé. –dijo mirándome.
Miré la hora en mi celular y vi que ya pasaban de las 2:00 de la tarde. –Rob, debo irme ya. Es tarde y tengo que ir a hacer unos pendientes a mi casa.
-Claro, entiendo. Solo, déjame ver si tu ropa ya está seca. ¿Vamos? –yo asentí y lo seguí.
Al llegar al cuarto de lavado, Robert revisó la lavadora y efectivamente, mi ropa del día anterior ya estaba limpia y seca. Fui al baño a cambiarme y Robert me espero afuera, cuando salí vi que también se había cambiado de ropa, algo muy casual, pero eso no hizo que dejara de verse absurdamente guapo, además llevaba puestas unas gafas que lo hacían verse muy, pero muy bien, lo que hizo que me quedara mirándolo por unos segundos con la cabeza de lado, sonriendo como tonta.
Él me miró sonriendo, se acercó a mí y depositó un pequeño beso en mi nariz haciendo que reaccionara
Me preguntó si me llevaba a casa y yo asentí.
***
Cuando llegamos a mi departamento que, debido a la reciente mudanza, ya no quedaba tan lejos de la casa de Robert, él insistió en acompañarme hasta dentro del edificio. Subimos las escaleras y cuando abrí la puerta del departamento vi que Sara estaba sentada en un sofá de la sala viendo la televisión.
-¡Hola amiga desaparecida! Mira qué horas son de llegar. –me dijo riendo.
Iba a contestar, pero justo en ese momento, Robert salió detrás de mí dándole un susto a Sara.
-Debo decir que es culpa mía. –dijo y notó que Sara se había asustado al verle, pues en un inicio no había notado su presencia- También me disculpo por asustarte ahora, espero no me odies. Pero, aquí ya traje a tu amiga, sana y salva- sonrió.
-¡Señor Downey! No... no lo había visto. –dijo tratando de recuperar el equilibrio sosteniéndose del sofá- Y no, no se preocupe por nada, me da gusto que haya traído a mi amiga de vuelta.
-Yo no quisiera, pero pues, me dijo que tiene cosas pendientes que hacer. –dijo riendo y noté cómo Sara lo miró extrañada. Yo le di un ligero codazo a Robert y él me miró riendo.
-Sí, ya... ya estoy de vuelta. –dije entrando al departamento y giré mi vista a Robert que estaba recargado en el marco de la puerta.
-Oye, -me habló- no me has invitado a conocer tu nuevo departamento. –me dijo mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de mi oreja.
-Lo sé. –sonreí- Te invito otro día a comer, ¿qué te parece? Seguro ahora tienes otras cosas que hacer. –dije y él suspiro.
-Tienes razón, luego me invitas y me muestras esas fotos que Sara comentó aquella vez. –dijo acariciando mi mejilla con sus dedos.
-Te lo prometo. –sonreí y le di un beso a su mano- Ahora vete, que ya es tarde y tienes cosas que hacer también tú.
-Sí, sí. Ya voy. –contestó y me dio un beso en los labios el cual correspondí y duró solo unos segundos porque escuché como Sara se aclaró la garganta. Reí sobre los labios de Robert y él hizo lo mismo- ¡Te quiero! –dijo despidiéndose.
-Yo también. –sonreí. ¡Te veo el lunes! –vi como Robert iba bajando las escaleras y yo estaba a punto de cerrar la puerta cuando vi que su pie me lo impidió. Abrí la puerta de nuevo, ahí estaba él y me dio un fugaz beso en los labios-
-Ahora sí ya me voy. –dijo, yo sonreí y sí, ahora si lo vi marcharse por las escaleras mientras escuchaba como tarareaba una canción.
Negué con la cabeza sonriendo mientras cerraba la puerta y al girarme me encontré con la mirada expectante de Sara. Esos ojos mi veían exigiendo que contara todo.
Después de escribir este capítulo, llegué a la conclusión de que todas necesitamos un Robert en nuestra vida. Espero sus comentarios que me encanta leer. Nos estamos leyendo, un abrazo y muchas gracias por seguir mi historia. Les dejo este gif que me encanta.
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