Capítulo VII: Sorpresas
¡Holaa! Les habla su escritora. Quería agradecerles mucho la gran acogida que ha tenido mi historia entre ustedes. Muchas gracias por leer mis palabras y las cosas que salen de mi imaginación. Es curioso, yo solo pongo mis manos en el teclado y dejo que mi mente y mi corazón hagan todo lo demás. Quería agradecerles también por todos sus votos y comentarios, les juro que los leo todos y no tienen idea cuantas sonrisas me roban. En agradecimiento a todo eso, (y también gracias a una inspiración que me llegó) hice un maratón de dos capítulos seguidos. En cuanto terminen de leer este, ¡pasen al otro! Ojalá disfruten de leerlo tanto como yo de escribirlo. Les dejo que lean, muchas gracias. 💖
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Ya ha pasado una semana desde que ingrese a trabajar con Robert y, para ser sincera, ha sido una semana bastante agotadora. Pero al fin llego el viernes y con él, mi primer pago, que por cierto o estaba nada mal. Al finalizar la jornada, como siempre a lo largo de esta semana y hasta que nuestro trato se cumpla, Robert me llevo a mi casa.
-Bien aquí estamos. –dijo Robert deteniendo su auto afuera del edificio.
-Muchas gracias, por todo. Ha sido una semana atareada, pero estoy contenta. –hablé mientras me quitaba el cinturón de seguridad.
-No tienes que agradecer ________, me haz ayudado bastante y ni hablar de los almuerzos, que por cierto, el omelette de hoy estuvo delicioso. –me dijo sonriendo y yo hice lo mismo- Por cierto, por el trabajo de estos días me había olvidado de pedirte tu número de celular, ¿me lo podrías dar? –me preguntó sacando su celular de su pantalón para guardar el contacto.
-Oh claro, no hay problema. –le di el número, lo tecleó y para verificar que si fuera mi número, llamó, segundos después mi celular comenzó a timbrar.
-¿Qué acaso no confías en que de daré mi número? –le pregunté riendo.
-No, no es eso. –dijo negando con su cabeza- Quiero asegurarme que yo no me haya equivocado al guardar el número. Entonces ya está, muchas gracias ______. –dijo sonriendo.
-A ti Robert. Por cierto, también ya te agendé. –le dije mostrándole la pantalla de mi celular y acto seguido me bajé de su auto.
Para mi sorpresa, Robert también se bajó y esta vez me acompañó hasta la puerta. Al momento de irse, me dedicó una tierna sonrisa, pero era diferente, una que no había visto a lo largo de todos estos días. Yo lo miré pestañeando varias veces y vi como extendió su mano hacía mí para que lo saludara en señal de despedida y lo hice, le di mi mano pero justo en ese instante, sentí que me jaló hacia él y segundos después, sus labios plantaron un suave beso en mi mejilla. Yo no alcancé a percatarme de su movimiento hasta que ya de nuevo estaba frente a mí. Sin darme cuenta lleve una de mis manos a la mejilla donde sus labios habían estado hace un momento y la toque, lo miré y al darme cuenta que él mantenía su mirada fija en mí con una sonrisa de lado, desvié mis ojos al piso no sin sentir cómo mi rostro era invadido por el calor.
Robert
Me había propuesto la misión de hacer sonrojar a ________ cada vez que pudiera. Me gustaba ver cómo su piel adquiría ese tono carmesí tan peculiar, muy similar a una de esas brillantes y bonitas manzanas rojas, era adorable y más aún que a pesar de que ella quisiera ocultarlo, no podía.
Al salir del auto y acompañarla a su puerta, vi una oportunidad perfecta. En todo caso, nos estábamos despidiendo de una de las formas más comunes que existían, ¿qué tendría de raro que yo le diera un beso a la chica en la mejilla? El punto es que después de que mis labios pasaran por su suave piel, yo también sentí un ligero rubor que aparecía en mi rostro, pero _________ no se dio cuenta en gran parte porque no había mucha luz y porque ella se había distraído un poco. Agradecí que fuera así.
-Entonces... nos vemos el lunes. –le dije con una sonrisa.
-Sí, yo... sí... nos vemos lunes, quiero decir, nos vemos el lunes. –dijo ________ enredándose en sus propias palabras, lo que hizo que la ternura me invadiera.
Esperé a que ingresara a su edificio y nuevamente me subí a mi auto y conduje a casa. En el camino iba pensando que el tener a __________ trabajando conmigo, me había hecho olvidar la amargura de que este fin de semana, tenía que ver a mi ex esposa para finalizar unos asuntos que habían quedado pendientes después de divorciarnos. Pensar que hace un año aún estaba felizmente casado y de pronto, te lanzan un balde de agua fría encontrando a tu esposa y a tu mejor amigo revolcándose en tu propia casa. Apreté mis manos en el volante al recordar lo que había sucedido, pero tomé un poco de aire y trate de calmarme. El sábado por la mañana veríamos al abogado en su despacho y, me parecía bastante agobiante y cansado que tuviera que ser así, pero debido al trabajo, el fin de semana eran los únicos días libres que tenía para poder arreglar ese asunto de una vez por todas.
El sábado por la mañana, ya era mañana, así que en cuanto llegué a casa, solo tomé un baño y me fui a dormir.
Al día siguiente desperté muy descansado, pero un poco de mal humor. No quería ver a esa mujer, tan solo de pensarlo, una pesadez absoluta invadía mi cuerpo, pero me armé de valor y después de vestirme, salí de casa con dirección al despacho de Henry, mi abogado.
Al llegar a la esquina, puse divisar el auto de Diana. –Ese auto es técnicamente mío, porque yo se lo compré y sigue a mi nombre- dije mientras me estacionaba y, al salir del auto, camine a la puerta del despacho. Henry me abrió y amablemente me invitó a pasar, diciéndome que Diana ya estaba dentro de la oficina. –Sí, lo imaginé. A esto sí que llega puntual- respondí mientras me acercaba a la oficina para entrar. Abrí la puerta y ahí estaba ella, pero no sola, estaba con el imbécil de Paul, su actual pareja, con quien me engañó y el hombre a quien una vez consideré mi amigo.
-Buenos días. –los salude serio y me dirigí a sentarme en una silla lo suficientemente apartada de ellos, mi miraron y asintieron en respuesta a mi saludo.
-Bueno, -hablo Henry- ya que llegaste Robert, podemos empezar con esto, entre más rápido mejor. –yo asentí y él siguió hablando- Lo único que nos queda por resolver, es con respecto al auto que compraste para Diana, Robert. Ese bien sigue a tu nombre y, dado que ustedes se casaron por bienes separados, sigue siendo tuyo. –mi miró sobre sus lentes- Las opciones son: le cedes el título de propiedad del auto a Diana o, tú te quedas con él. En este caso la decisión es tuya, de nadie más. –yo me paré de mi asiento y dirigí me acerqué al escritorio de Henry.
-No quiero hacer ninguna de las dos. –contesté y Henry me miró confundido, aunque no solo él, Diana y Paul también.
-¿Cómo? –preguntó Henry acomodando sus lentes-
-Lo que escuchas. –contesté firme- No quiero hacer ninguna de las dos cosas. Contéstame algo, Henry, -lo miré a los ojos y él a mí- ¿puedes encargarte de vender ese auto por mí, a quién sea y luego el dinero donarlo a algún hospital o alguna beneficencia? –Henry se quitó sus lentes y los limpió, gire a ver a Diana y a Paul y pude ver en sus rostros confusión, pero también algo de molestia.
-Sí. –contestó Henry volviéndose a colocar sus lentes- Puedo hacerlo sin problemas.
-Perfecto. –sonreí- Entonces... ¿tengo que firmar algo?
-Sí, este documento dónde avala lo que discutimos aquí y el uso que se le dará al dinero que se recaude con la venta del auto. –me dijo entregándome una hoja que firme rápidamente, se la entregué y él la guardó en una carpeta- Muy bien, entonces eso sería todo. Los acompaño a la puerta. –Henry se paró de su escritorio para abrirnos paso a la salida, pero yo me adelante y de un momento a otro, ya estaba parado en la puerta para salir del lugar.
De pronto escuché la voz de Diana detrás de mí.
–Esto no se va a quedar así, ¿me escuchaste?- me gire y la vi parada junto a Paul, ambos mirándome de mala manera.
-Ay, querida, ¿vas a hacer un berrinche por un auto que desde un inicio, sabías que era mío? –le pregunté mientras abría la puerta de mi auto y me subía- En lugar de eso, ponte a trabajar y compra uno propio. –le dije mirándola por la ventana y justo en ese momento, arranqué y me fui del lugar.
Al llegar a casa, me di cuenta que era realmente temprano, apenas era medio día. Fui a la alacena y al refrigerador a revisar qué tanto faltaba para ir a hacer las compras.
-Bueno, supongo que hay que ir a surtir todo para la semana. –dije tomando de nuevo las llaves del auto y cerrando la puerta.
_____________
No podría creer que Robert me había dado un beso, aunque hubiese sido en la mejilla, cuando sentí sus labios en mi rostro, mi corazón se aceleró como un desquiciado. Cuando nos despedimos, logré articular medias frases algo tontas, la sorpresa no me dejaba hablar muy bien. Robert se fue luego de verme entrar al edificio y yo iba caminando a mi departamento con una sonrisa boba en la cara.
Al día siguiente, la mañana estuvo de lo más tranquila. Sara y yo teníamos la costumbre de desayunar hot cakes con fruta, café y jugo de naranja los sábados y ese, no fue la excepción. Luego, nos dimos a la tarea de hacer los labores de la casa, cuando terminamos nos dimos un baño. Cuando salí de mi cuarto ya cambiada, mire el reloj y apenas eran las 12:00 del medio día.
-¡Sara! –le grité a mi amiga que se estaba cambiando en su habitación-
-¿Qué pasa? –contestó abriendo la puerta mientras se cepillaba el cabello.
-Es medio día, ¿por qué no vamos a surtir nuestras compras para la semana? –le sonreí- Vamos a aprovechar que ya me pagaron, necesito más shampoo.
-Sí, sí. Vamos. Solo déjame ponerme unos zapatos o algo. –me contestó Sara, volviendo a su habitación.
En lo que ella salía, aproveche para tomar una libreta y anotar todo lo que nos hacía falta comprar.
-Leche, huevo, pan... -dije mientras anotaba y en ese momento, escuché a Sara abrir la puerta para salir.
¿Estás lista? –me preguntó tomando su celular y su cartera.
-Sí, ya voy. –tomé mis cosas y salimos del departamento directo al supermercado.
Al llegar, nos dimos cuenta que no había mucha gente, ya que era temprano. Nos alegramos bastante, porque algo que Sara y yo detestábamos era ir a hacer las compras cuando el lugar estaba a reventar. Caminamos entre los pasillos buscando las cosas que compraríamos. Llegamos al pasillo donde se encontraban diversas marcas de cereales y, mientras yo iba distraída tratando de buscar el que quería, no me di cuenta que delante de mí había alguien parado. No me di cuenta, hasta que choqué con él.
-Ay, discúlpeme, no me di cuenta. Yo... -el hombre frente a mí se giró y cuando lo vi, mis ojos se abrieron de par en par- ¡¿Robert?! –ahí estaba él. Vestido muy casual, con un pantalón y camisa de mezclilla y unos zapatos de vestir que parecían muy cómodos, su cabello un poco despeinado y las mangas de la camisa arremangadas. ¡Joder! Se veía guapísimo, no lo había visto con ese look tan relajado. Casi se me va el aire.
-Oh, ¡hola _________! –me dijo y de nuevo, sus labios en mi mejilla y también de nuevo, mi rostro quemándose. Sara estaba viendo toda la escena desde atrás. Debo controlar sonrojarme cada vez que estoy con este hombre- Si no lo hago, va a pensar que me gusta. O sea, si me gusta, pero no debe saberlo. –pensé.
-Ho...hola. –le contesté con una sonrisa tímida mientras tomaba mi mejilla- ¿Qué haces por acá? –Ay ________, qué pregunta más tonta. ¿Qué nos es obvio? Viene a comprar las cosas que le hacen falta- pensé y en ese momento Sara se acercó empujando nuestro carrito- ¿Recuerdas a Sara? –le pregunté mientras tomaba a mi amiga del brazo.
-Sí, claro. Hola Sara, ¿qué tal todo? –la saludó, haciendo un movimiento con su cabeza y con una sonrisa. La saludo pero sin beso. Yo pestañé varias veces mirándolo y él siguió hablando- Y, contestando a tu pregunta __________, viene a surtir lo que debo comprar para la semana. –me dijo mirándome con una sonrisa cerrada.
-Ya veo, nosotras... nosotras también. ¿Verdad, Sara? –la miré y ella asintió.
-Oh muy bien. Si no van a otro lado después de aquí, las puedo llevar a su casa. Para que no tengan que llevar todo eso en un taxi. –dijo dirigiendo su mirada a nuestro carrito.
-Robert, no te preocupes. No es necesario. –le respondí rascando mi cabeza nerviosa y de pronto, recibí un codazo de parte de Sara. La miré y ella me hizo una seña con la mirada de que no fuera tonta y aceptara.
-Insisto. –dijo Robert con esa sonrisa a la que no se le puede decir que no a nada.
-Está bien. Muchas gracias. –le respondí y él asintió sonriendo. Tomó su carrito y se adelantó un poco. Sara me tomó de la mano y me jaló hacia ella.
-Amiga, no sabes disimular nada. –me dijo riéndose.
-Ay, cállate. –le contesté con mi típica cara carmesí y las dos reímos.
Al llegar a la caja, cada quién pagó su respectiva cuenta. Salimos y entre los tres, metimos las cosas al auto de Robert. Cuando ya era hora de irnos, por costumbre estaba a punto de sentarme en el asiento del copiloto, hasta que recordé que iba con Sara. Iba a sentarme con ella en la parte de atrás, pero Robert me detuvo y me pidió amablemente que fuera adelante con él. Yo acepté un tanto apenada, subimos al auto y Robert condujo directo al departamento.
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