Nurghala'n
Una puerta de metal al pie de la colina aparecía en un camino casi olvidado, se trataba de un pasaje hecho años atrás por uno de los primeros señores de esas tierras, la puerta no contaba con ningún picaporte ni manija para poder abrirla, pero eso no detuvo al hombre montado en el ave, el collar en su poder resplandeció con un tono esmeralda a la par la puerta se abría permitiéndole el acceso.
-Eres bienvenida a la última residencia pequeña - su criatura bajo la velocidad incluso se mostraba nerviosa al estar allí.
Estaban en una cueva ligeramente iluminada por antorchas el pasaje rocoso revelaba varios esqueletos, restos de ropas, armaduras oxidadas, mientras más profundo llegaban más de estos desagradables cosas veía la niña, la cual no pudo evitar sentir un estremecedor escalofrío ya no podía seguir sintiendo esa seguridad de ser rescatada, de pronto la asalto una horripilante peste a podrido, cadáveres frescos estaban esparcidos por los alrededores, allí las alimañas comían los restos en un espectáculo nauseabundo, esto hizo que la menor vomitara, el hombre soltó una leve risa, su mascada le permitía no percibir el hedor en su totalidad, mientras el ave se mostraba interesada en las pequeñas criaturas.
-Espero disfrutes la vista, pronto pertenecerás a este desfile - le aseguraba el hombre con un tono burlón.
Este último empujón la llevo a liberarse de la rigidez de su cuerpo con ello rodo para así caer entre los cadáveres, ratas y bichos rastreros, al estar allí volvió a devolver su estómago manchando su ropa con ello, todo esto hizo que el hombre se diera cuenta de su escape.
-¡Oye tú! - le grito al bajar del ave, la cual no dudo para devorar a las ratas.
Irene se intento reponer y con su cuerpo aún renuente a los efectos no respondían como siempre, teniendo que gatear entre los muertos perturbando a la pequeña quien sollozaba dejando caer lágrimas en su desagradable trayecto, aún pese su monumental fuerza de voluntad fue sujetada por el tipo.
-No irás a ningún lado - le advirtió llevándola a rastras hasta el fondo.
Dejando a un lado a su montura hasta llegar a unas jaulas de acero bastante descuidadas con residuos de sangre en sus barrotes, allí fue metida y para aguardar su aparente final, Irene solo quebró en llanto al ser abandonada en aquel insólito lugar.
-Espero el señor Sebastián sepa pagarme por este incidente - se dijo para si mismo al volver a subir en su ave, la cual se fue por dónde entraron.
-¡¡NO!! ¡¡NO ME DEJEN AQUÍ!! - les suplico en un último esfuerzo para conseguir salir de allí, pero fue inútil, fue dejada en su encierro, sola.
En la penumbra voces replicaban como un coro en susurros dispares, haciendo que la menor se acurrucara en un esfuerzo para mantenerse firme y contener el calor en el frío de la cueva, su corazón no podía tener calma se veía azotada por entidades desconocidas, ella incluso creía ver sombras que discutían entre si señalándola como si determinarán su destino, ello la llevo a ocultar su cabeza como si con ello pudiera protegerse de aquellas siniestras presencias, intentaba llevar su mente a ese instante de calma y tranquilidad en el que conectó su mirada con aquel ser encapuchado, brindándole de una paz como nunca antes, su alivio parecía imperturbable, sin embargo sintió como uno de sus mechones de cabello fue jalado siendo tirada a un lado, aún con ello nadie estaba presente, ella seguía estando sola, esto no continuo así ya que un manto marrón se acercaba lentamente con un zumbido de por medio, en un principio ella intento asomarse para identificarlo llevada de la mano por su curiosidad, pero volvió a retroceder hasta la pared al notar que eran las cucarachas.
-¡No! ¡Váyanse! - les exigía a los bichos la multitud siguió avanzando pasando los barrotes.
Los pisaba para protegerse de ellos, por más que los aplastará seguían viniendo subiendo incluso por las barras y el techo poco a poco invadían su espacio mientras lidiaba con las alimañas en el piso, las cucarachas subían por sus piernas, a su vez caían sobre ella, desesperada se sacudía con frenesí, el rastrero sentimiento de las pequeñas patitas recorriendo su cuerpo no se le podía quitar, solo entonces grito a todo pulmón cerrando sus ojos para evitar mirar su decadente estado, con ello no pudo ver cómo de las paredes salían varias patas enormes, estás hicieron retirarse a los seres rastreros, dejando a una inmóvil niña en el suelo, en su retirada dejaron una pieza de metal.
-Ayúdame por favor - susurro la menor teniendo en mente al extraño.
En el pueblo el Galganes vagaba intentando buscar alguna de estas piedras inusuales natales de las montañas, pero ahora era buscado por los pueblerinos, su figura de casi dos metros no le ayudaba a pasar desapercibido complicándole llegar a un puesto de venta, solo se ocultaba entre los barriles y los carruajes en espera a un comprador desprevenido, poco tiempo tuvo que esperar al ver a un hombre delgaducho con tres piedras en sus brazos, estás se tambaleaban con bastante facilidad, únicamente necesito seguirlo hasta su hostal, allí escaló hasta el segundo piso buscando su habitación asomándose por las ventanas, hasta ver dónde estaban las dichosas piedras mágicas, atrapado por su prisa y deseo se metió a la habitación aprovechando que no aparecía el tipo delgaducho.
-Quizás esto no sea la fuente que yo deseaba adquirir pero me servirá - musito al extender su mano con filosas garras.
Una luz resplandeció detrás del galganes siendo afectado por una descarga eléctrica, cayendo entumecido tras el inesperado ataque, con dificultad observo como aquel tipo le atacó teniendo un orbe a su lado.
-¿Un mago? - su cuerpo temblaba luego de recibir la descarga.
-Si, u-uno que no se dejará robar - indico con una voz temblorosa.
-Ustedes.. están prohibidos en este sitio - su habla seguía adormilada pero se esforzaba para comunicarse.
-Los semi-humanos también así que no eres el más indicado para hablar de ello - el hombre le seguía señalando con su brazo dispuesto a volver a atacar.
-¿Eres de la Orden De Magos? - le pregunto el felino con mayor libertad.
-No, a ellos no les importa de dónde vienen estas cosas, ni lo que significan todo sea por su guerra - la voz del tipo parecía ganar más seguridad con el tema - yo solo busco respuestas, he tenido visiones aterradoras sobre estas cosas pero no logro comprenderlas.
-Mira se que estuvo mal eso de querer robarte estas piedras pero yo busco librarme de estas voces en la cabeza - le explicaba con la esperanza de apelar a su comprensión - si me pudieras ayudar yo estaría en deuda contigo y tú meta.
-¿Hablas enserio? Puede que sea algo peligroso - le contaba advirtiéndole el hecho en totalidad y sin guardarse nada.
-Mi gente no usa magia, pero yo estoy harto de oír las réplicas de estas almas en pena, usa la magia en mi - le pedía al no ser capaz de tomar las piedras.
-Tenemos un trato, pero yo cumpliré hasta que tu me ayudes - le dejaba en claro esto inquieto al galganes.
-¿Cómo sabré que tú puedes callar a estos ecos? - lo cuestionaba con justos motivos.
-Un gran porcentaje de magos padece tu situación y resulta has dado con uno que heredó un hechizo para desvanecerlos - le aseguro el mago con una seguridad casi absoluta, pero la duda le detuvo - ¿Tú cómo planeabas usar estás?
-Yo deseaba probar suerte en las minas de este mineral, pero me fue imposible al ser descubierto - le confesaba con pena al no tener un método definido para su problema.
-Quizás necesitemos dar con ese sitio si no nos dan las respuestas necesarias - contó el mago mirando las curiosas piezas.
-¿Cómo debería llamarte? - le pregunto el ser gatuno.
-Perdona, no suelo ser tan brusco soy Ark'hein un mago errante - le extendió la mano para levantarlo - ¿Y tú?
-Soy Tormel, un galganes de clase guerrera - se quitó la capucha dejando ver su armadura ligera y su pequeña capa roja, en su pechera se notaba a duras penas un símbolo borrado, indicando una fuerte necesidad por no dar a conocer su clan.
-¿Ustedes no participan en la guerra? Creí oír de una legión avanzando al norte - Ark'hein hacía memoria intentando descubrir más de su nuevo socio.
-Yo me aparte de los míos para cumplir mi deseo, estos son tiempo oscuros, dónde la propia confianza se pone a prueba, recuerdo que una fracción de humanos se aliaron con los enemigos - el galganes rápidamente entendió las intenciones del otro y no era de su agrado lo que buscaba.
-Perdóname es solo que no quisiera tener alguna sorpresa - se disculpaba retirando su orbe como acto de buena fe.
-Bien con eso sí creo poder tenerte un poco de confianza - respondió aceptando la peligrosa propuesta sellando lo dicho con un apretón de manos.
Un mareo tomo desprevenido al galganes casi perdiendo la conciencia.
«¡Es ella! ¡Te necesita!»
-No, no es así, ella es una desconocida para mí, yo solo necesito preocuparme por quitármelos de encima - refunfuñaba con la palma en su cabeza, todo eso no era ignorado por Ark'hein quien se mostraba bastante fascinado.
-¿Te encuentras bien? Se te ve fatigado, deberías dormir - le recomendó recostándolo en la cama.
«¡No! ¡No duermas!»
Le ordenaba una voz masculina intentando ordenarle, esto irritó al felino y acepto la cama.
-Cuando caiga la noche indagaremos sobre la verdadera naturaleza del tesoro de las montañas - sus palabras cargadas de emociones fueron tomadas a la ligera por su nuevo socio quien solo cerro los ojos, sin embargo hablo de más sin darse cuenta - estoy seguro que encontraré las respuestas que tanto busco a esas nefastas visiones.
Ark'hein tomo asiento en el suelo, con los misteriosos minerales mágicos en su regazo como si esperara apelar a las emociones de estas para así saber sus secretos, medito esperando estar alerta en el momento adecuado, pero su mente se perdió en el cansancio, solo entonces los terrores nocturnos se manifestaron en su cabeza, risas maliciosas resonaban en una amplia llanura, pese tener todo el claro no era capaz de identificar a los individuos, la noche y la bruma pronto lo envolvieron sumiéndolo en un aquejante agobió, enseguida percibía el tacto de gélidas manos le palpaban sin pudor casi como si se tratase de un cateo sin embargo solo podía apreciar una transparentosa mano esquelética.
-¡Identifícate! ¡Muéstrate espectro de la verno! - le exigió al volver a escuchar la risa burlona, avanzo unos pasos hasta sentir que su pierna no pudo seguirle el paso llevándolo al suelo, volviendo a surgir aquella risa - ¡No seas cobarde! ¡Manifiéstate!
El suelo bajo su cabeza comenzó a emanar un asqueroso líquido amarillento y pestilente, a su alrededor los gusanos salían retorciéndose ante un atroz dolor, Ark'hein temeroso de aquella cosa pestilente se incorporó notando que el líquido formaba una palabra:
Nurghala'n
Una fría respiración proveniente de la espalda de Ark'hein lo aterró, al mirar atrás vio a un esperpento de piel abierta en varias partes de su cara y unas prominentes astas, unos ojos destellantes de un amarillo tan intenso que podría cegar como si se tratase del mismísimo sol, sus dientes expuestos ante la falta de labios provocaban un terror primitivo volviendo en una presa a todo ser que le mirase, portaba ropa hermosa que contrastaba enormemente con su dueño, cuatro manos le sujetaron ambos brazos inmovilizándolo en un segundo, el miedo le otorgaba fuerzas para intentar librarse pero le resultaba imposible, aquel ser de terror poseía una fuerza antinatural, ni siquiera podía usar su magia para defenderse, otro par de manos quitó sus ropas superiores mostrando un abismo negro donde debería ir su estómago únicamente delimitado por sus costillas, una nada finita que atentaba contra la existencia de todo ser vivo el mago pálido para ese entonces luchaba por su vida, lentamente el tenebroso ser acercó su cabeza al cuello de su víctima, su lengua semejante a una serpiente salió de la abertura que tenía por boca y lamió el cuello del mago sintiendo el tacto áspero.
-¡Suéltame! ¡Aléjate de mi! - le exigía sin conseguir su libertad, sin embargo aquel ser se veía más interesado en su presa.
Las grisáceas manos le sujetaron con mayor fuerza y sus fauces mordieron el expuesto cuello provocando que Ark'hein profiriera un tremendo alarido en aquel solitario lugar.
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