Lo Que Vino Por Ella
—Una esclava, mi familia me vendió para poder pasar el invierno y según ellos me hacían un favor con esto — recapitulaba la niña con una mirada apagada — no deseaba esto, yo solo quería seguir viviendo tranquilamente, aún si significará comer poco.
Sus padres hablaban con un comerciante, ella solo estaba con la mirada agachada, resignada a su desdichado destino, la charla se extendía y el corazón de la niña parecía que saldría de su pecho ante la angustia, pedía en silencio con los ojos cerrados que algo saliera mal, deseaba volver con su familia aún cuando no la querían con ellos.
—Dios por favor ayúdame, quiero volver — imploraba, sin darse cuenta lo musitó con fuerzas, dándose cuenta que sus padres estaban delante suyo.
—Esta hecho, a partir de ahora alguien te dará un techo, comida y si tienes suerte y empeño hasta algo de educación — le explicaba su padre quien se le veía decaído, su piel pálida y ojos lagañosos le daban una mala presentación.
Su madre le tocó el hombro, se mostraba afectada por esta decisión, cubría su boca con su otra mano y con ojos cristalinos los cuales apenas podían aguantar no derramar ninguna lágrima.
—Se fuerte — le pidió con una voz quebradiza y salió corriendo para intentar ignorar lo que hizo.
—¡Espera! — intento detener a su mujer pero ella no se detuvo pese escuchar a su marido — Lo siento Irene, pero esto es por tu bienestar.
—¡NOOO! — grito la niña desesperada, en su arranque intento aferrarse a su padre pero una áspera mano le sujeto del hombro, dando como resultado un escalofrío, aún así ella no se atrevía a retirarse la mano, por la firmeza con la que la tomaba era clara su autoridad y que no dudaría en hacerle temer su figura.
—Me asegurare de hacerle servir en una casa noble, con su edad no le será muy difícil, incluso siendo tan delgaducha, pero eso tiene arreglo — decía el mercader de esclavos.
El hombre solo asintió para irse, no sin antes darle un último vistazo a su hija, pena y vergüenza irradiaba su aspecto decadente, la niña por su parte estaba aterrada, petrificada ante la presencia del comerciante. Al irse sus figuras paternas todos los días se volvieron un sin sentido para ella quien andaba sin rastro de voluntad de pueblo en pueblo. Eran tantas emociones las que revoloteaban por su cabeza que era incapaz de expresarlas para su corta edad, cuando estalló por primera vez fue en la noche pocas horas luego de estar al cuidado de su encargado, sus llantos colmaron su paciencia la cual era muy limitada, en un instante la niña acabo tendida en el suelo sin fuerza, perdiendo la conciencia tras la agresión, pasaron varios pueblos, el hombre intento venderla a varios nobles, pero su estado no les era de confianza, la niña tenía moretones, incluso ojeras ya que no solía dormir, solo lloraba pensando en sus años felices cuando la libertad no tenía cadenas ni jaulas. La niña solía ver a las aves volar, dejándole el añoro de hacer lo mismo. Un día el mercader de esclavos apareció con alimento y un pequeño saco.
—Hoy yo te daré de comer — indico sin tener intención de discutir, su tono irradiaba molestia, haciéndole comprender a la menor de manera muy clara, debía obedecer — ven aquí y abre la boca.
Una cucharada de una sopa se aproximaba, al comer así le recordó a su familia, aún cuando su hogar no era indicado para resguardar el calor ella podía sentir la calidez al estar todos reunidos para comer, las lágrimas parecían apunto de caer, pero a su sorpresa fue abofeteada de improviso, esto la dejo atónita.
—¡Ellos te vendieron! ¡Ellos no valen nada! ¡¿Acaso no lo captas?! — el hombre estaba furioso ante está actitud la cual marcaba su mercancía y eso no podía permitirlo más — ¡Eres un simple bien, algo con un valor y lo estás mermado! ¡Si sigues así solo te podré vender como alimento para dragones!
—¡No! ¡No lo haga! ¡Yo le escucharé pero no me venda como comida! — le suplico la niña quien estaba dispuesta a obedecer ya que había escuchado bastantes historias de estos seres alados y la guerra que se libraba en el norte.
Sin cambiar su semblante le dio de comer, para que minutos después cayera dormida por los efectos del somnífero.
—Ya necesitabas una siesta con urgencia, no podía arriesgarme a qué siguieras luciendo tan terrible — le habla pese a que la niña no podía oírle — cumpliré con el acuerdo hecho con tu familia, no te venderé a cualquiera.
Luego de tres días llegaron a las ricas tierras del castillo Esmeralda, un lugar frecuentado por mercaderes para hacerse de provisiones, llenar sus transportes y recargar energías luego del grato trato de los habitantes de la región.
—Bien hemos llegado, tomaremos dos días para continuar la marcha, siento que no tengas buena compañía, suelo vender criaturas semi-humanas casi ninguna capaz de articular palabras — exponía su encargado quien se daba cuenta que mientras más tiempo pasarán más se encariñaba y sabía que eso no debía pasar.
—No puedo quedármela, debo entregarla a alguien que le dé un buen futuro — se repetía dejando a un lado su deseo paterno.
—Iré por algo, cuida el carruaje, no tardaré — le encomendó dejándola sola.
—Debo dejarla aquí, si me voy con ella no podré separarme — concluyó el hombre yendo a una taberna.
La niña miraba a su alrededor escuchando un leve susurro, un llamado ocurría, nunca antes le había ocurrido y ahora esté aparecía intentando llevarla a este destino. El cuerpo de la niña reaccionaba le suplicaba ir, pero recordaba la presencia del esclavista, su despiadada mirada habitaba en su cabeza pese el hecho de tener cierta confianza.
—El señor Elas no me permitiría tal falta — pensó la niña viendo al esclavista estallar en cólera en su imaginación, tal y como lo hizo hace un par de meses.
Un palpitar era claramente audible para Irene, el llamado resonaba tentando a la menor con escaparse con la certeza de encontrar una satisfacción que podía jurar nunca tendría en toda su vida, la simple idea la carcomía por dentro, se mordía el labio inferior en un intento por contenerse como si estuviera frente un pan recién salido del horno.
—Lo siento tanto señor Elas — dijo lamentada por la decisión que le incitaba a contrariar su autoridad.
La niña se escabullo tomando como guía aquel sentir, andando calles y calles pasando por varios puestos, evadiendo las manos de personas quienes la miraban con interés al no ser de por allí y andar sola. En la calle estaba un hombre quien se mantenía alejado de la mira pública, tenía sus motivos para hacerlo, sobre todo su forma de vida, el sujeto tomo un pequeño objeto en su mano, era de piedra y tenía un grabado extraño.
—Niña de ojos perdidos, niña de nadie ven sigue mi cantar y sirve como es debido — el cantar del hombre de grandes ropas llamo la atención de Irene pese al escándalo ocurriendo en las calles y el verso hecho en voz baja, aún así logro acallar al resto de los sonidos para los oídos de la menor quien avanzo en dirección al extraño.
—Si muy bien — le extendió la mano para recibirla y subir en su montura de ave.
Ella con la mirada perdida observaba en otra dirección viendo al encapuchado, los dos hacen contacto visual siendo absorbidos en aquel instante en un bucle sin tiempo definido dónde ambas almas podían sentir a la otra, un sentimiento cálido recorre el ser de la menor quien en ese instante se libera del engaño del extraño, ella fue jalada bruscamente al callejón, sin embargo no podía ejercer ya defensa en su contra estaba aún en las nubes tras la melodía. El ave avanzo con rapidez y agilidad entre las calles aún pese la gran cantidad de personas andando a sus anchas, esto hizo marear a Irene quien se esforzaba por no vomitar al ser está la orden del señor Elas.
—No puede ser.. ¡Me esta llevando! — se percataba de su circunstancia tan apremiante y su nula fuerza para lograr un cambio.
En ese entonces la criatura casi se detuvo al esperar la oportunidad para seguir, allí Irene vio como aparecía el Galganes quien se arrojo del techo de una casa y marchaba a toda prisa por alcanzarla, ella supo que el no representaba ninguna amenaza para ella, incluso deseaba ir con él pero sus ataduras le impedían hacerlo.
—¡Maldición! — exclamó el jinete quien agitó la correa de su montura para indicarle que volviera a tomar camino.
—Todo marcho bien, nadie te buscará por aquí — se regocijaba el secuestrador al ir a gran velocidad y no ver a su perseguidor.
Eso inquieto a la niña quien no estaba de acuerdo con las acciones del tipo y su clara falta de preocupación o culpa.
—Pero el volverá, el nos encontrará y tú estarás allí — esbozo la menor con tono carente de emoción, pero segura de ello.
—Tu profecía es solo una ilusión, ahora servirás al señor Sebastián — le contaba al detener a su ave, estando frente al imponente castillo Esmeralda, la miro pero este tenía una cara horripilante gustoso del morbo detrás de ello — seguramente serás utilizada como una esencia, nunca e visto a ningún niño luego de entregarlo.
La noticia era aterradora pero su corazón se mantenía sereno, al tener la certeza que el ser humanoide volvería por ella, aún así ellos ingresaron a los terrenos del castillo para llevarla al último lugar donde estaría.
—¿Irene? — volvía Elas al carruaje, pero no se le veía a la menor.
Los estragos en el pueblo eran evidentes, los cuales el mercader de esclavos le dio importancia para investigar.
—Llegare a ti niña y haré pagar a todo hombre que se interponga — declaraba Elas quien portaba un aura tétrica, pero preocupado esbozo — solo mantente viva.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top