Bad Dream

—Tengo malos sueños desde hace un par de días, más claramente desde que juramos ayudar a la señora Verónica — hablaba la sirvienta insegura tras estos malestares — en estás ensoñaciones una figura negra merodeaba por las sombras de los pasillos su sola presencia helaba el lugar, yo pretendí no verlo seguir llevando el encargo a la sala con el resto esperando sentir la seguridad del grupo pero parecía un interminable trecho, seguía y seguía adelante esperando llegar a la meta — hizo una pausa apunto de soltar en llanto — esa cosa hizo lo propio sus pisadas se hicieron presentes, su andar sonaba como el señor Sebastián eso me hizo voltear a verlo.. ¡Vi su rostro! Algo imposible de ser verdad un rostro descarnado de imponentes ojos abrasadores sentía que si seguía mirándolos fijamente sería consumida por ellos, tan solo por verlos poco mi vista se afectó. Pude oír su risa, una cargada de desprecio una mera burla a alguien quien considero inferior solo entonces corrí dejando caer mi encargó y la persecución comenzó los pasos que en momento parecían educados parecían volverse en una caótica marcha, me convertí en su presa en un instante, la desesperación me obligó a dejar atrás mi calzado mi respiración se volvió agitada por un rato era el único sonido sin contar las pisadas hasta que su risa histérica inundó mis oídos, su voz parecía rozar la locura indicando que su intención no era buena.

—¿Y lo lograste no? Me refiero a escapar de ese temible espanto — le pregunto una segunda persona.

La sirvienta miro el suelo apenada sin revelar más de aquella pesadilla nocturna.

—Si — tapo su rostro por un instante avergonzada de narrar aquél terror nocturno — perdone hablándole de esta pesadilla como si fuera aún una niña.

—No tienes que avergonzarte es natural apoyarse en sus mayores y creo yo que tú y yo somos muy buenas amigas ¿O me equivoco? — le pregunto la mujer detrás de los barrotes con una soñadora sonrisa.

—Claro que si, para serle sincera usted es la única en la que confío — aseguraba la joven quien seguía contenta por su relación.

La sirvienta se levantó del suelo sacudiendo su vestido para partir del calabozo.

—Recuerde en unas horas vendré por usted para llevarla con la señora Verónica, se que estará feliz de verla — le dijo sacudiendo su mano en señal de despedida.

—Estaré esperándolo — contesto con una sonrisa para luego de irse sacar su libro y vuelve a perderse en este — ahora sabré con exactitud que eres Verónica, creí eras alguien dotada con el enlace, pero eres más que eso y me da miedo.

La presencia del libro parecía darle fuerzas a la bruja quien se levantó con una sombría mirada absorta en lo que podría ser.

—¿Realmente necesito esperar? Tengo el libro, mi poder se a restablecido nada me detiene a subir y hacerle pagar a ese soberbio hombre — la rabia era clara en su voz, apretaba los dientes con fuerza ante su cruel tiempo en esa celda inhumana.

La mujer se dirigió a la puerta de la jaula para salir, apenas acercó su mano le pareció ver una silueta transparente moverse del otro lado de los barrotes eso la hizo helarse al temer que fuera aquella cosa que casi la consume, era como si supiera que estaba por liberar magia, retrocedió lentamente conteniendo la respiración.

—¿Esta dormido? ¡Por favor sigue dormido! Este lugar debe estar plagado por mi magia residual por eso debe estar aquí — pensaba mientras miraba atenta a su alrededor quedándose un largo tiempo en espera — sigue dormido pero se mueve mucho, debe estar cerca de despertar, debo marcharme esa cosa matará a todos en la propiedad.

En una habitación apartada del resto y con dos guardias afuera se encontraba Sebastián, el hombre meditaba sobre sus problemas privados en el sitio con decoración lúgubre, la ventana que se encargaba de iluminar estaba cerrada casi impidiendo el paso de la luz yendo a dar a una estantería atiborrada de libros de pasta dura y otros forrados con lo que aparentaba ser piel, una bola de cristal estaba sobre la mesa del señor del castillo con una base bastante escalofriante era de huesos humanos, en un rincón estaba un caldero el cual estaba casi nuevo, en la pared del lado izquierdo tenía exhibido una peculiar espada de hoja escarlata su mandoble estaba forrada de piel su primer recuerdo con la singular arma estaba tan clara como si fuera ayer.

Sebastián estaba en la parte superior de las escaleras a los pies de la estructura estaba el torcido cuerpo Roland, sobre su propia sangre, el cambiado joven bajo lentamente las escaleras sin quitarle la mirada al cadáver, temiendo un retorno.

—No puedo evitar no sentir pavor al bajar esas escaleras, temía ser abandonado por el castillo quien me ofreció su poder — se decía recordando la noche donde se vio cara a cara con la encarnación de Walter.

El silencio absoluto del castillo se mantenía hasta llegar donde el cuerpo yacía inerte, al verlo más de cerca noto como la mirada de Roland carecía de aquel brillo de vida, ya no era una amenaza aquel hombre imparable se había ido, la sangre comenzó a moverse a un solo punto, su acumulación fue tanta que logro levantarse del suelo formando un pilar.

“Un señor necesita un arma única.”

Una siniestra voz le hablo a la par que la sangre caía dejando una espada flotando a un lado del muerto, el arma carmesí tenía una imponente presencia como el Conde Roland en vida, sin pensarlo tomo el mango y esgrimo la espada formada de su más grande adversario, al usarla se sentía sobrecogido por el deseo de imponerse sobre el resto como si existiera un talento escondido dentro suyo y este solo pudiera brotar al ser notado por un tercero, su necesidad crecía mientras más manejara la extraña espada, sus ojos se perdían en el éxtasis al usarla con cada movimiento mayor era su anhelo y éxtasis, su cuerpo poco a poco llegaba al cansancio mientras el sudor caía en cada estocada dada al aire, pese a esto seguía en lo que parecía una batalla sin fin dónde nunca se detendría y seguramente daría muerte a todo aquel frente a él.

—¡Quiero parar! ¡Detente! ¡Basta! ¡Ya! ¡¡ES SUFICIENTE!! — gritaba desde sus adentros al no poder siquiera hablar su cuerpo parecía ya no ser suyo, incluso sintió como aquella entidad postrada en el trono perdía fuerzas sobre él — ¡NO! ¡NO MORIRÉ ASÍ! ¡¡YO GANE!!

Sus manos seguían aferradas al peligroso instrumento de muerte la cual parecía sedienta de sangre, su necesidad parecía ser algo imposible de contener si no era otro sería su portador. Sebastián era drenado de toda fuerza inclusive podía sentir como se perdía lentamente su conciencia, su visión empezaba a volverse borrosa.

—¡Esto no para! ¡Mi cuerpo no se a detenido ni un solo momento..! — sus movimientos en ese entonces eran torpes y burdos pero seguía moviéndose casi sin fuerza propia, su rostro era el agobio en persona, su piel tenía una capa de sudoración, incluso su cabello estaba pegado entre sí, el éxtasis ya había desaparecido para ese entonces nada aliviaba su cansancio — no es justo.. yo gane..

En un movimiento con la espada está se resbaló de sus manos al estar empapadas de sudoración, mandándola al otro lado del pasillo y este cayendo a un lado de quién en algún momento fue el Conde Roland, enseguida aparecieron guerreros  quienes se detuvieron al ver el escenario.

—Esa espada es un mero reflejo de Roland en vida y un verdadero dolor de cabeza — se lamentaba Sebastián en el ahora ya que esa era el arma dada por el castillo y todo parecía indicar que no habría otra.

Una pequeña puerta se abrió al lado del estante de libros apareciendo el enano colorido repleto de cascabeles, sus grandes ojos parecían reflejar todo lo que miraba, llevaba una sonrisa burlona la cual hacía visible un poco de sus dientes chuecos y amarillentos, en una de sus manos portaba un bastón dorado.

—Mi señor que gusto verle tan temprano — hablo escondiendo su horrible dentadura para luego mirarle incrédulo — ¿No suele estar a esta hora paseando por el jardín?

—No podía, verás yo.. — se tomaba un momento para continuar parecía serle difícil — yo hice lo que me recomendaste, pero no me atrevo a verle la cara, temo encontrarla y quedarme helado ante sus palabras.

—No tema mi señor, todo irá a pedir de boca solo debe seguir así — contó el deforme jugueteando con el bastón.

—Si quizás tengas razón — dijo dando un soplido tranquilizador sin notar la mirada de desagrado de aquel bajo ser.

—¿No ha bajado para hacer el ritual cierto? — cambio el tema ahora apoyándose con ambas manos sobre el bastón — es importante darle de comer.

—Si, me contó Gelder que trajo a otro para trabajarlo — respondió sin darle importancia, ni siquiera se molestó en mirar a su colorido visitante su cabeza seguía en Verónica y nada parecía motivarlo.

—Mi señor usted tiene un deber con esa gente de allá afuera y con el propio castillo, todo es uno, lo sabe muy bien y todos quienes echaron raíces aquí se verán afectados incluido la mujer que ama — hablaba con un tono bastante serio a diferencia de su habitual tono infantil y alegre.

—¿Qué clase de señor soy yo? No logro usar esa arma, ni comprendo mi papel en los planes de Walter ¿Realmente importo? ¿Importa que siga adelante? — su tono carecía de voluntad lo cual preocupó al oyente.

—Tendrás su corazón eso es seguro pero ¿Por qué no tomas su cuerpo? — le invito levantando su mano derecha como si tuviera una copa en ella.

—Hace años lo intente — confesó mirándole dolido por aquella acción — me metí a su recamara una noche, estaba dispuesto a hacerla mía sin importar nada al fin de cuentas es mi mujer.

—¿Entonces? — le pregunto al ver cómo quedó paralizado con una expresión de desagrado de si mismo — ¿Ella lucho? ¿Suplico para que se detuviera y eso le desmotivó?

—No, fue todo lo contrario ella no hizo nada no ofreció resistencia le retire las prendas de forma tan fácil como uno pela un plátano yo estaba que estallaba del regocijo — sonreía recordando su dulce silueta pero su expresión se volcó en dolor estallando entre lágrimas amargas — ¡Pero la mire! ¡Mire su cara! ¡Ella se abandonó! ¡¡ALLÍ SUPE QUE ERA IGUAL AL RESTO DE HOMBRES!! ¡¡NO SOY EASTWOOD!! ¡NI NADIE QUIEN ELLA DESEE! ¡NADA ME SEPARA DE ESAS BESTIAS! ¡¡NADA!! ¡NO PUDE EVITAR PENSAR QUE SOLO ERA OTRO MÁS!

Sebastián se hecho sobre el escritorio a llorar dolido de aquel fatídico error, golpeó el mueble con el puño repetidas veces hasta sangrar, tanto fue el escándalo que la puerta intento abrirse.

—¡Señor Sebastián! ¡Señor! ¡¿Se encuentra bien?! — escuchaban ambos del otro lado de la puerta.

—¡No molesten! — vocifero Sebastián iracundo.

—Usa ese sentimiento para el ritual abajo, las cosas mejorarán solo haga lo que le aconseje — le pidió en un tono amable.

—Si esto no funciona lo dejaré morir, dejaré morir todo — pensó Sebastián levantándose de su asiento para acercarse a la pared adornada con un tejido rojo el cual tenía el emblema de Hill’s Mortem, una espada hundida en el suelo.

—Hagámoslo — tocó una piedra y la pared se movió formando un pasaje a las profundidades.

—Lo lamento pero está vez no lo asistiré — se disculpaba el sujeto bajo.

—No importa — dijo siguiendo bajando los escalones.

Nuevamente en el castillo la sirvienta Olivia andaba por el castillo con un apurado andar y una expresión de sufrimiento, un dolor la hostigaba el cual aumentaba si subía escaleras hasta casi asfixiarla pero al acercarse a los niveles inferiores bajaba la presión en su cuello, su búsqueda por librarse del dolor la llevo por un sitio prohibido la librería, aprovechando que su superiora estaba en el jardín.

—Lamento haberte mentido — decía la sirvienta con una lágrima en la mejilla recordando la pregunta de su aliada en el romance.

Su sueño se volvió una pesadilla absoluta al correr, el pasillo seguía extendido hasta un posible infinito, su respiración se agitaba acercándose a la fatiga total, antes de que eso ocurriera su pie derecho se torció haciéndole caer, la funesta presencia apareció andando en sus seis extremidades, su boca se abrió sacando su prolongada e inquieta lengua, su punta se abrió revelando un aguijón grotesco, su velocidad parecía haber incrementado al notar su flaqueza, un grito demencial ahogó el pasillo impidiéndole a la joven actuar de manera ágil pero violenta fue aprisionada por la pesadilla viviente, sus brazos fueron sujetados al igual su cuello obligándola a abrir su boca para intentar llevar aire a sus pulmones. La desesperación parecía prolongarse pero al ver cómo el esperpento se acercaba auguraba un terrible final, la cosa se introdujo por su boca ahogándola en el proceso, sus brazos no podían moverse debido a su atacante, su cuerpo se retorcía en este proceso sintiendo como su vida pareciera llegar a su final con lágrimas en sus ojos mientras el extenso ser ingresaba en ella, su boca parecía arder, pudiendo sentir como intentaba hacer que su boca se abriera más allá de sus propias capacidades.

—¡NO! ¡Pará! ¡Moriré! — repetía en su mente mientras pareciera perderse a si misma en abismos impensables.

Imágenes venían a ella, una ciudad repleta de habitantes no humanos, seres venidos de la noche, un castillo que al igual que el del castillo Esmeralda se encontraba sobre una colina pero este estaba fortificado en mayor medida, custodiada por muertos y gárgolas manchadas de sangre, incluso tenía un foso alrededor de la imponente estructura repleto de muertos los cuales avanzaban guiados por una corriente como si se tratara de un río, la visión la llevo a la sala del trono donde un rey vestido en una armadura plateada y una capa de piel de lobo permanecía dormido.

—Todo es uno — pensó mientras el espectro termino de ingresar en ella.

Esa noche despertó de golpe a un lado de su pareja el leñador al cual ella se aferró para sentirse segura, intentando olvidar esa pesadilla, sin ver las marcas en sus brazos o prestar atención al dolor en su cuello.

Ahora ella era guiada por una de las manos casi invisible pero poco a poco se le podía ver materializada en este plano mientras más bajara.

—No sé que destino me espere en las profundidades pero sé que no será bueno — pensaba rendida a esa voluntad ajena.

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