Screams On The Hill

—¡Los cuernos de batalla! ¡Ellos ya están aquí! — hablaba un hombre bastante magullado, estaba amarrado como un perro, se trataba de Ernes de Dorin — ¡Marlon! ¡Marlon! ¡Libérame! ¡Dame un arma para encarar a Solomon! ¡Tú lo prometiste!

Eastwood miro con desaprobación a Marlon, este último desvió su mirada a otro lado.

—¿Me quisieras explicar Marlon? Te pedí que le sacarás información, no que le dieras una oportunidad de andar libre.

—Si.. eso es algo que iba hablar con usted — el pretendía decirlo en un mejor momento, pero ante la llegada de Solomon nunca existió — este hombre dice ser alguien interesado por la cabeza de Solomon.

Sus palabras inquietaron a Eastwood.

—¿Si es así por qué nos atacó? Pudo haber ido directamente por su cabeza en su campamento — el Barón dudaba de las intenciones del guerrero.

—¡Eastwood! Usted tiene razón, yo hice eso, le rete a un duelo, pero en cambio el me hizo atacarte, diciendo que una vez trajera tu cabeza el responderá a nuestro duelo — lo que le decía le parecía creíble.

—Si, pude notar tu deseo de batalla, el mismo que use para atraparte — se dijo a sus adentros — apenas lo noté me mostré indigno de tu atención y parece que saque algo bueno de ello.

—¿Juraste o pactaron con sus armas? — su respuesta no podía ser evadida, un juramento entre aventureros o guerreros no podía ser ignorado.

—No, no hicimos ninguna clase de pacto — su voz era clara no parecía ocultar nada —¿Entonces puedo unirme a la batalla?

—Debo estar en pésima posición para aceptar — respondió agobiado — pero si, no puedo negar tu servicio, solo júrame que matarás a Solomon.

—Dame un arma y lo haré — respondió Ernes.

Marlon miraba satisfecho la alianza, sabía que el Barón estaría ocupado vigilando las acciones de Ernes, así podría ir a buscar a su hija, su tardanza era preocupante.

—¿Los preparativos para la defensa están listos? — le pregunto Eastwood a Marlon, este reaccionó con tardanza.

—Si mi señor, incluso más de la mitad de los hombres porta un arco — su respuesta contento al Barón, el cual liberaba a Ernes.

—Ernes vienes conmigo, estaremos en el muro — este le siguió a la cima, junto a Marlon.

Los tres pudieron ver las tropas de Solomon, eran inmensas , el aire de la noche estaba cargando de tensión, el cual parecía llamar a la desgracia y a la muerte, todo lo indicaba.

—¡No puedo creerlo! ¡Su ejército es inmenso! Aún más de lo esperado — yendo a ellos el gran ejército marchaba al castillo.

—Estamos en la cima de una colina, eso nos da cierta ventaja — añadía Eastwood observando como poco a poco venían los guerreros blandiendo sus armas, incluso jinetes quienes galopaban a gran velocidad.

—Es una pena que no podamos usar herramientas para dañar ese muro — exclamaba uno de los guerreros que buscaban ingresar.

—Si, subir a toda prisa es muy desgastante — respondía su jadeante compañero de armas.

—Supe que no son un gran número — continuaba la charla mientras iban a media colina.

—Suena a una tarea sencilla ¿Por qué entonces el Conde Demetri pedio a tantos? — muchas dudas les surgieron.

—Tal vez solo quiso asegurarse — propuso el guerrero.

—¿Hablamos del Barón Eastwood no? —

—Dicen que es un hombre monstruoso, sin respeto por nadie, incluso golpeo a su cuñado el Conde Roland — su nombre asombro a su compañero.

—¿Crees que fue capaz de pedir ayuda? — temía que alguien con tanto renombre se involucrará.

—Dudo que pueda hacer algo, ya que acabaremos con esto ahora — frente a ellos estaban los muros del castillo.

Algunos hombres cargaban escaleras, ellos pasaron al par de guerreros, varios más hombres se unieron a los que traían las escaleras, fue cuando desde la cima del muro dejaron caer troncos, aplastando a varios hombres y estos grandes troncos terminaban rodando cuesta abajo, llevándose a varios guerreros e incluso caballos.

—¡Cuidado! — exclamó el guerrero a su compañero, este apenas vio el tronco caído del muro, el cual rebotó y se llevó al hombre, dejado un rastro de sangre.

Crujidos de cráneos y huesos rotos abundaban alrededor del castillo, la macabra sinfonía aterrorizaba a todo hombre, algunos guerreros lograban evadir los peligros rodantes tirándose al suelo, solo para ser testigos de los cadáveres de sus compañeros, personas irreconocibles al haber aplastado sus cráneos, algunos sobrevivientes con las piernas rotas, en varios casos se podía ver el hueso asomándose de entre la carne, era una vista desagradable, llena de gritos de dolor, de desesperación y lo peor era que solo era el principio.

—General Solomon han menguado a nuestra primer tropa — informo un guerrero, Solomon estaba sobre su caballo negro, observando el campo de batalla.

—Manden dos tropas más, apenas vean que suben las escaleras mandaras a otros dos y el ariete, yo y Stone Mage buscaremos donde dañar su defensa —el mago de la orden de magos se asombro de su precipitada decisión, el guerrero se retiró.

—¿Tantas ansias tienes para tomar el castillo? — le cuestionó el mago.

—¡Yo he esperado por mucho tiempo este momento! — exclamó señalándolo con el dedo — ¡Esto se acabará aquí! ¡Mi viaje terminara en ese castillo!

Las escaleras eran montadas nuevamente, siendo subidas con apuró por los guerreros, la gran mayoría de veces terminaba cayéndose por los hombres de Eastwood y otras ocasiones les vertían aceite, para luego arrojar una antorcha, quemando la estructura y a los hombres que la escalaban, la agonía los acompañaba en ambos casos, en ambos lados se esforzaban al máximo, del lado de Solomon corrían esquivando troncos en llamas, si lograban tener éxito debían levantar alguna escaleras e inmediatamente subir antes de ser devueltos al suelo, los hombres de Eastwood subían los troncos y los arrojaban, sabiendo que si fallaban el enemigo llegaría a ellos, sus brazos y piernas les pedían un descanso, pero el tiempo era esencial, fue entonces que aparecieron las tropas de apoyo, jinetes con arcos en mano, ellos dispararon contra los hombres del muro, derribaron a más de cinco, haciendo caer un tronco en el interior de los muros, aplastado a otro tres, los demás jinetes y hombres avanzaron, aprovechando del caos generado.

—¡Rápido arqueros! — ordenó Eastwood intentando frenar nuevamente a los invasores, sus guerreros levantaron sus arcos — ¡Fuego!

Los jinetes ya estaban cercas de las escaleras cuando les cayeron la lluvia de flechas, veinte hombres montados murieron junto a sus caballos, incluso guerreros que estaban cercas fueron heridos.

—¡Preparen sus arcos! — ordenó el Barón, Marlon aprovecho la situación para bajar del muro.

—¡Ahora es cuando! ¡Debo saber de mi hija! — se decía a sí mismo con el corazón latiendo a todo lo que da, en su mano sostenía su relicario de plata — tengo que romper la promesa que le hice mi señor Roland.

Llegó hasta las grandes puertas de madera, las cuales logro abrir, empujando con todas sus fuerzas, parecía que él castillo no quería otra visita en sus adentros, apenas las abrió pudo notar el potente olor a descomposición, el pútridos olor de la muerte, sus ojos lloraban ante semejante peste, su cuerpo se tambaleaba, pero no evitaba su avance, al entrar las puertas se cerraron, dejándolo en la oscuridad total, camino hacia delante a tientas intentando tocar algo con sus manos antes de dar de bruces contra ello.

—¡Erina! ¡Erina respóndeme! — gritaba en medio de la negrura, no escuchaba respuesta alguna, eso lo mortificaba.

En aquel mar negro comenzó a sonar un sollozo, era leve pero suficiente para guiarlo, su tono infantil le recordaba a su hija, al menos la primera vez que la vio. Erina había aparecido en un bar, donde Marlon y varios más guerreros acostumbraban a tomar hasta caer inconscientes, el estaba en la barra, había comenzado a beber, ella le tocó el hombro, pero no hizo caso.

—¿Señor Marlon..? — lo llamo con una voz tímida, el hizo caso omiso, ella lo miro fijamente temblando de nervios — ¡¡MARLON!!

Su grito no solo llamaron la atención del líder guerrero sino de todos sus hombres presentes, lo que hizo que la joven volviera a ponerse nerviosa, Marlon quien quería evitar ser molestado volteo a verla, inmediatamente su rostro se le hizo familiar, padre e hija se quedaron sin palabras por un instante, los hombres de Marlon entendieron la situación, invitándola a sentarse a beber al lado de su padre, para luego ellos retirarse.

—Soy Erina — su presentación sorprendió al guerrero — si me puso el nombre de tu madre, mi abuela.

—Eres la viva imagen de tu madre — dijo sin poder evitar mirarla, pronto adoptó una postura recta y no una jorobada como lo había estado haciendo — ¿Ella vino también?

—No, ella murió hace unas semanas — su pesar aún se notaba en su tono — ella me habló de ti en sus últimos días y de como se arrepintió por no ir contigo.

Una sonrisa agridulce brotó en los labios de Marlon, al mismo tiempo sus ojos se humedecían.

—Ella pensaba que yo moriría en cualquier momento al ser un guerrero, así que se fue de mi vida, yo no podía ignorar el llamado del campo de batalla — hablaba sin sentirse orgullo de ello, el también se sentía arrepentido, desde entonces el iba cada noche a ese bar a olvidar sus penas — intenté buscarla, pero ella nunca mencionó nada y menos a ti.

—Ella no quería obligarte a estar juntos y menos por mi culpa — Marlon abrazo a su hija no deseaba perderla.

—¡Vive conmigo! Tengo un buen renombre se que podrás tener un buen hombre — pedía su padre gustoso de estar en su vida.

—Si, quiero vivir contigo padre, pero yo quería pedirte otra cosa — le resultaba difícil hacerle este último pedido — yo no quiero una vida de dama. ¡Yo ansío la aventura!

Sin duda era un giro sorpresivo para Marlon, pero lo podía entender ya que ella tenía sus ojos esmeralda.

—Si eso quieres te puedo entrenar para tener un puesto con mi grupo, estamos a las órdenes de el Conde Roland — ella está vez acepto y tomaron una tarro de cerveza para celebrar, con ello Marlon juro protegerla.

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