Capítulo 85
Capítulo 85 – Aidan Sumer, 1.818 CIS (Calendario Solar Imperial)
Sentía que la cabeza me iba a explotar. El corazón me latía acelerado en el pecho mientras que mi mente me mostraba una y mil veces decenas de imágenes de ella. De cuando era una niña y me sonreía con timidez, del modo en el su rostro se iluminaba cuando sus primos la iban a ver, de la expresión de desesperación de la que se teñían sus ojos cada vez que Diana partía en una misión...
De la tristeza total y absoluta con la que miró a su madre antes de soltar su mano para siempre.
Noah era pura inocencia y bondad; el lado luminoso de la vida. La pequeña de los Valens había heredado lo mejor de sus padres, la sabiduría de ella y la determinación de él, lo que mezclado con su propia personalidad la había convertido en una de las mejores personas que conocía. Reservada y a veces incluso un tanto tímida, sí, pero tan dulce que el mero hecho de pensar que probablemente no fuese a sobrevivir a aquella noche me rompía el corazón.
La espera me estaba volviendo loco. De pie frente a la puerta tras la cual se hallaba en aquellos precisos momentos, en manos de los cirujanos, los segundos se me hacían eternos. Había quien canalizaba su nerviosismo recorriendo el pasadizo de arriba abajo, tal y como hacía Gherys Dern sin parar, pero yo era incapaz. Clavado en el suelo cual estatua, no podía apartar la mirada de la puerta. No mientras pudiese percibir el débil latido de su Magna Lux. La pequeña de la familia seguía ahí, luchando contra la muerte, y no estaba dispuesta a abandonarla.
No después de haberle arrebatado a su madre y haberme enfrentado a su padre.
No después de haber perdido a Davin...
No podría soportar una muerte más.
Diana andaba por los alrededores. En lugar de esperar frente a la puerta tal y como hacíamos nosotros ella estaba registrando las entradas al Palacio Imperial, intentando comprender qué había sucedido. Según los informes que había podido leer al respecto, alguien había logrado acceder a la habitación de Noah y la estaba esperando. A partir de ahí, se había iniciado una brutal pelea en la que el resultado había sido nefasto para el agresor, al cual intentaban identificar a través del fragmento de Magna Lux que había dejado, y muy negativo para mi sobrina. Una hora o dos después del desenlace, para cuando Noah ya estaba prácticamente desangrada, Gherys la había encontrado al no recibir respuesta a sus llamadas. Una vez localizada, todos nos habíamos puesto en movimiento. Noah había sido ingresada de urgencia en el hospital mientras que el fragmento era enviado a los laboratorios para su identificación. Poco después, tras ser avisados por el joven Pretor, Lyenor y yo habíamos acudido al hospital, sin poder creer lo que acabábamos de escuchar.
Y allí seguía.
Un par de minutos después de las ocho de la mañana una pareja de Pretores de la Corona entraron en el pasadizo con los rostros cubiertos por los yelmos. A sus espaldas las capas púrpuras ondeaban al ritmo de su marcha, rápida y segura. Sorprendido ante su repentina llegada, Gherys acudió a mi encuentro frente a la puerta, donde ambos aguardamos pacientemente a que, poco después, tres personas más entraran en el pasadizo. Cerrando la marcha había dos Pretores de la Corona más, tan silenciosos y honorables como de costumbre, y en mitad de los cuatro, con la larga cabellera rubia cayendo en cascada sobre la espalda de su uniforme negro y azul, estaba la Emperatriz.
Gherys y yo nos apresuramos a agachar la cabeza en un gesto respetuoso al verla aparecer. Su Majestad se detuvo por un instante al vernos, sorprendida ante nuestra presencia, y siguió hasta alcanzarnos. Una vez frente a nosotros, con los cuatro Pretores de la Corona ya situados a nuestro alrededor, la Emperatriz me cogió del antebrazo y lo apretó con suavidad.
—Sumer —dijo en apenas un susurro—, Dern, he venido en cuanto me he enterado. ¿Se sabe ya algo? ¿Cómo está Noah?
Había preocupación real en sus preguntas. Aunque llevaban poco tiempo juntas, Noah se estaba ganando la confianza y simpatía de la Emperatriz, y muestra de ello era el brillo sombrío que en aquel entonces iluminaba su mirada de ojos negros.
—No lo sabemos —respondió Gherys con nerviosismo—. Lleva ya casi seis horas en el quirófano y no nos dicen nada. Cuando la encontré su corazón apenas latía.
—¡Pero es un maldito Pretor! —replicó ella, enérgica—. ¿¡Cómo es posible!? ¡Su cuerpo debería estar regenerándose!
—Debería —admití con tristeza—. Todo apunta a que ha sido envenenada, Alteza. Su cuerpo intenta sanarse, pero no lo consigue.
—¿Y entonces? —insistió—. ¿Qué va a pasar entonces, Sumer?
Buena pregunta.
—Me gustaría poder responder, pero me temo que ni tan siquiera yo lo sé —dije volviendo la mirada hacia la puerta—. De momento solo puedo decirle que aún percibo el latido de su Magna Lux. El desenlace solo lo sabe el Sol Invicto, Majestad.
Poco satisfecha ante mi respuesta, la Emperatriz apretó los puños con fuerza. Aunque disimulaba su nerviosismo tras una mueca de aparente serenidad, su corazón empezaba a acelerarse.
—¿Y qué hay del culpable? —preguntó—. ¿Sabemos ya algo?
—Los expertos de la Academia están analizando el fragmento que dejó para su identificación —expliqué—. Con suerte, en unas horas podremos ponerle cara y ojos... pero tratándose de un Pretor, es de suponer que se trate de algún miembro del Nuevo Imperio, Majestad. Noah no tiene enemigos.
—El Nuevo Imperio —repitió ella con los ojos encendidos. Negó con la cabeza—. ¡Maldita sea! Han atacado a Noah a modo de advertencia hacia mí, ¿verdad? Han ido a por ella para mandarme un mensaje... para recordarme que siguen al acecho. ¡Esto no se va a acabar nunca!
Me hubiese gustado poder responder otra cosa, pero no pude. A ella no la podía mentir.
—Mientras queden partidarios de Lucian Auren...
La Emperatriz apretó los dientes con fuerza, furiosa, e hizo ademán de abrir la puerta tras la cual se hallaba el quirófano. Antes de alcanzar el pomo, sin embargo, uno de sus Pretores se interpuso, acto que logró que Vanya le dedicase una temible mirada llena de furia.
—Apártate —le advirtió con severidad—, o te aparto.
—Majestad —respondió la Pretor sin moverse un paso—, por el bien de Valens, no debería intervenir. Aunque estoy convencida de que su presencia serviría de gran inspiración a los cirujanos, no puede aportar nada. Al contrario.
La Emperatriz hizo ademán de responder, probablemente decidida a entrar, pero en el último momento se detuvo. Volvió la vista atrás, hacia donde Gherys y yo aguardábamos con los labios sellados, y asintió con la cabeza. Estoy convencido de que de no haber tenido el peso de la corona sobre la cabeza habría apartado a la Pretor de un empujón y habría irrumpido en el quirófano, pero dadas las circunstancias no tuvo más remedio que controlarse. Murmuró un juramento por lo bajo, maldiciendo a cuantos se le pasaron en aquel momento por la cabeza, y volvió junto a nosotros.
Me apretó la mano con fuerza.
—En cuanto sepas cualquier cosa, Sumer, lo que sea, avísame —me ordenó—. Me quedaría aquí contigo, pero me temo que acabaría tirando la puerta abajo.
—Lo entiendo —respondí sin poder evitar que un asomo de sonrisa se dibujase en mis labios—. Lucho conmigo mismo para evitarlo. La mantendré informada.
Vanya asintió, agradecida, y apretó con suavidad del hombro de Gherys a modo de despedida. Inmediatamente después, tal y como había llegado, ella y sus cuatro Pretores abandonaron el pasadizo dejando tras de sí el sabor de la tormenta en nuestras bocas.
—No creía a Noah cuando decía que se estaba convirtiendo en alguien importante para la Emperatriz. Ahora veo que no mentía —murmuró Gherys aún con la vista fija en el pasadizo por el que acababan de desaparecer—. Se alegrará mucho cuando sepa que la ha venido a ver.
Le di una suave palmada en la espalda a modo de respuesta. A continuación, sintiendo la vibración de mi dispositivo móvil en la pierna, saqué el teléfono y me alejé unos metros para responder a la llamada. A aquellas horas ya no me sorprendía que incluso ella supiese lo ocurrido.
—Jyn —saludé—, ¿cómo estás prec...?
—Déjate de saluditos, Aidan —me interrumpió a la defensiva, molesta—. ¿Por qué demonios no me has dicho nada? ¡Me he tenido que enterar por Lansel de lo de Noah! ¿¡Es que acaso ya no existo!?
Hijos, pensé. Resultaba complicado acertar con ellos. Cuando intentaba protegerlos, mal. Y cuando no lo hacía, peor... Cogí aire antes de responder. Aunque tenía razón, estaba demasiado cansado como para enfrentarme a ella.
—Perdona —respondí con sencillez—. Ni tan siquiera me lo planteé, vine al hospital, y...
—Da igual —me interrumpió, suavizando el tono— Da igual, en serio, no es momento para discutir. ¿Se sabe algo? ¿Sigue en quirófano?
Asentí con la cabeza, agradecido por su comprensión. Como bien decía, no era el momento de discutir.
—De momento sigue todo igual —respondí—. El latido de su Magna Lux es constante, así que, dentro de la gravedad, algo es algo.
—Ya... oye, Aidan, necesito que vayas a casa. Yo te sustituyo en el hospital, ¿de acuerdo? En diez minutos estaré allí. Tú... tú tienes que volver a casa.
—¿A casa? ¿Por qué?
Aunque Jyn no quiso confesarme el motivo de su petición, antes incluso de alcanzar la puerta del jardín ya supe qué estaba sucediendo. Dos personas me esperaban en la casa que compartía con Lyenor, sentados cómodamente en los sillones. Dos personas que, a pesar de la distancia y el tiempo que habíamos pasado separados, pude reconocer al instante por el compás de su ritmo cardíaco. Sus corazones y el mío siempre latirían a la vez, pasase lo que pasase.
Me apresuré a recorrer los últimos metros que me separaban de la puerta de la entrada, sintiendo la emoción despertar en mi interior, y abrí. Una vez dentro, no necesité llegar hasta el salón para encontrarlo. Consciente de mi llegada, ya me estaba esperando en el vestíbulo.
Nos fundimos en un abrazo.
—Me he enterado de lo de Noah —me dijo Damiel al oído mientras me estrechaba con fuerza contra su pecho, adoptando el papel que años atrás había protagonizado yo—. ¿Cómo está?
Era sorprendente como con el paso de los años habíamos intercambiado los papeles. Después de cuarenta y un años cuidando de mi hijo como su padre y mentor, ahora era él el que, convertido en el gran hombre que siempre supe que sería, me protegía. Damiel había alcanzado la posición alfa de nuestra manada; se había convertido en el líder en el que todos creíamos, yo incluido, y que pronto, cuando yo ya no estuviese, acabaría ocupando oficialmente mi lugar.
Mi mayor logro.
—Sinceramente, no lo sé —confesé—. Pero no tengo un buen presentimiento. Esta noche entraron en el Palacio Imperial y la atacaron. La estaban esperando en su habitación...
—¿Han entrado en el Palacio Imperial? —preguntó él con confusión—. ¡Pero eso es imposible! Todas las entradas están vigiladas...
—Lo sé —admití—. La inteligencia de la Corona está trabajando en ello, tratando de comprender qué ha pasado. Al igual que han ido a por Noah, podrían haber atacado al Emperador, por lo que imagina el nivel de alerta que hay ahora mismo en el Palacio Imperial.
—Sol Invicto. —Conmocionado ante la noticia, Damiel retrocedió un paso, sin saber qué decir—. ¿Quién querría hacerle daño a Noah?
—Alguien que no la conoce, es evidente —intervino una tercera persona.
Misi se unió a nosotros procedente del salón, donde había aguardado hasta entonces para darnos un poco de intimidad. El tiempo perdida en el desierto había hecho mella en ella, oscureciendo notablemente su piel y arrebatándole más de diez kilos de masa muscular. Su cabello también había cambiado, ahora lo llevaba mucho más claro y corto, probablemente a causa de las horas bajo el sol. La etapa en Dynnar, visto lo visto, había hecho bastante mella en ella. Por suerte, a pesar del evidente deterioro físico, Misi sonreía. Sonreía con sinceridad, con los ojos pardos iluminados, demostrando así que el sacrificio había valido la pena.
Dudé si saludarla. Ella quería, lo notaba, y Damiel también, pero yo seguía dolido por lo ocurrido en la Cima de Cristal. Por muchos años de amistad que nos unieran, Misi había desobedecido una orden directa y eso era algo que ni quería ni podía pasar por alto fácilmente.
—Misi —me limité a decir a modo de saludo. Aunque era un alivio saber que seguía con vida, no estaba dispuesto a olvidar tan fácilmente—. Cumpliste con tu palabra al final.
—Así es, Centurión —respondió ella con determinación—. Siempre soy fiel a mi palabra, ya lo sabes.
Probablemente decepcionados ante mi fría acogida a la directora de la Fortaleza de Jade, los Pretores me siguieron hasta el interior del salón, donde me esperaban desde hacía más de una hora. Ambos parecían bastante descansados, así que supuse que no acababan de llegar a la ciudad. Conociendo a Damiel, probablemente llevarían un día o dos, pero preferí no preguntar al respecto. Si querían contármelo, que lo hicieran libremente, no por petición expresa. En lugar de ello, con Noah muy presente en mi mente, decidí ir al grano.
—¿Qué ha pasado, Damiel? —pregunté a bocajarro—. ¿Dónde has estado todo este tiempo? Han pasado más de cinco meses desde que desapareciste.
—¿Qué donde he estado? —respondió, y aunque no parecía haber motivo para ello, saboreó las palabras durante unos segundos, viajando mentalmente al pasado en busca de los más cercanos recuerdos—. Es una pregunta complicada, Aidan. Supongo que se podría decir que he estado en el otro lado... pero si te soy del todo sincero, no lo tengo muy claro. Lo que sí sé es con quién he estado. Su nombre es Somnia y esta es la tercera vez que se cruza en mi camino.
—¿Somnia? —pregunté con confusión—. ¿Quién es Somnia?
—Somnia es... —Damiel dejó escapar un suspiro—. Es complicado. La primera vez que la vi fue en Throndall, cuando Lucian me envió a secuestrar a Maica Roshtrack. En aquel entonces Somnia me mostró al Emperador Doric Auren... o para ser más exactos, me enseñó su cadáver flotando en el río Thall. La segunda vez fue unos meses después, durante la guerra...
Tardé unos vertiginosos segundos en reaccionar. Aunque él hablaba con relativa naturalidad sobre la tal Somnia, aquel breve resumen me había bastado para que el miedo se instalase en mi estómago.
—Espera, espera, Damiel. ¿De qué demonios estás hablando? ¿Esa Somnia es una bruja?
—Déjame acabar —me pidió con amabilidad—. Te decía que la segunda vez que la vi fue en la batalla donde murió Marcus Vespasian. En aquel entonces no me mostró nada, únicamente me preguntó si estaba seguro del bando por el que luchaba. Insistía en que Doric estaba muerto... y maldita sea, estaba en lo cierto. Doric Auren no estaba vivo... pero bueno, eso no es algo que debamos discutir ahora. —Sonrió con frialdad—. La cuestión es que esta es la tercera vez que nos vemos... y me ha mostrado lo que necesitaba ver.
—¿Pero entonces...?
—Sí, padre. —Damiel se encogió de hombros—. Es una bruja.
Una bruja, Sol Invicto.
—¿Y dices que te ha mostrado lo que necesitabas ver?
—Lo que necesitaba, sí... lo que todos necesitamos.
Clavé la mirada en los ojos de mi hijo, tratando de comprender el significado de aquellas palabras, y aunque en un principio me resistí a aceptarlo, finalmente comprendí que, efectivamente, Damiel al fin sabía cómo hacerlo. Sabía dónde localizar al "Fénix"... sabía cómo llegar hasta él, y lo que era aún mejor, sabía cómo derrotarlo.
Sentí un mareo al comprender lo que aquello significaba. Después de tantos años, de tantas muertes y tanto dolor, al fin podía ver luz al final del camino.
—¿Sabes cómo hacerlo?
Damiel asintió con severidad. A su lado, con los ojos entrecerrados y la vista fija en el suelo, Misi permanecía en completo silencio, a la espera de escuchar lo que tenía que decir. Por su expresión, mucho más sombría de lo habitual, supuse que ya sabía lo que iba a contar y no le gustaba precisamente.
—Existe un camino para llegar hasta el lugar donde se esconde —empezó, bajando el tono de voz hasta convertirlo en apenas un susurro—. Se encuentra en las profundidades del Bosque de Nymbus... en su corazón. Es un lugar aislado y peligroso, lleno de guardianes tanto afines a él como al resto de los Señores de los Sueños, pero creo que, unidos, podríamos conseguirlo. Podemos llegar. Una vez recorramos ese camino, llegaremos a un portal que Somnia abrirá para que podamos entrar en el lugar donde el "Fénix" se esconde.
—Ese lugar... —reflexioné—. Recuerdo el fragmento que vi en la casa de Jyn. En aquel entonces creí que era una puerta al infierno. ¿Es algo peor, me equivoco?
—O mejor, no lo sé. —Damiel sonrió—. Somnia lo describía como una brecha en la realidad. Un espacio oculto entre dos dimensiones... un sueño hecho realidad.
—Sol Invicto. ¿Y dices que esa bruja nos va a ayudar? —pregunté, sorprendido—. ¿Por qué? ¿Qué clase de bruja querría ayudarnos?
Damiel se removió incómodo en el asiento ante la pregunta. Rompió el contacto visual.
—Bueno, Somnia es... Somnia, por así decirlo.
—No —intervino Misi con brusquedad, prácticamente escupiendo la palabra—. Somnia no es solo Somnia, ni tampoco solo una bruja. ¡Ese monstruo es una Forjadora!
—¡Misi!
La Pretor le dedicó una mirada llena de recelo.
—¡No se lo ocultes! ¿Para qué? —Misi soltó una carcajada nerviosa—. ¡No tiene sentido! ¡Dijiste que ibas a ser sincero!
—Lo sé, pero... —Damiel negó con la cabeza—. A mi ritmo, ¿de acuerdo? No me presiones. Esto no es fácil...
No era fácil, en eso mi hijo tenía razón. Ni era fácil el escenario que me estaba planteando, ni muchísimo menos que una de las piezas clave para el éxito de la misión fuese una Forjadora. Porque sí, Misi tenía razón. Una Forjadora era una bruja, y no precisamente una simple hechicera como los Magi de la Academia o las magas de Hécate. No. Una Forjadora era un alma atrapada entre el mundo de los vivos y los muertos cuyo papel en la realidad era el de forjar el destino de los hombres... el de dirigirlos para que cumpliesen el gran papel que los dioses les había asignado. A veces servían al Sol Invicto, a veces a la Luna. Otras, sencillamente, a los Dioses del Sueño...
Aparté la mirada hacia la ventana. Más allá del cristal la lluvia seguía cayendo con fuerza, impidiendo que la luz del Sol Invicto nos bañase con su claridad. Eran días oscuros, fríos y tristes. Días en los que las sombras se hacían más poderosas y las pesadillas campaban libremente...
Días en los que la oscuridad era más poderosa que la luz.
—Es la tercera vez que ves a esa Forjadora —reflexioné—. Si Lyenor estuviese aquí te diría que probablemente te ha elegido; que eres su campeón y que, como tal, debes ser precavido. Yo, por el contrario, no me andaré tanto por las ramas. Sé sincero conmigo, Damiel, ¿has hecho un pacto con ella?
Damiel se llevó la mano instintivamente a la mejilla, allí donde supuse que le habían otorgado el Beso de Viuda. Se rozó la piel con el nudillo, pensativo, y se encogió de hombros.
—No te lo voy a esconder: a ti no, Aidan —dijo al fin—. Sí, he hecho un pacto con ella. Necesitaba que nos abriese ese maldito portal y únicamente lo iba a hacer si aceptaba servirla. No me dejó otra alternativa, así que...
—Siempre hay otras alternativas —murmuré por lo bajo, dirigiendo la mirada al suelo—. Siempre hay otras alternativas, y lo sabes.
—¡No podíamos seguir esperando eternamente! —se excusó, alzando el tono de voz—. ¡Con cada día que pasa ese hombre es más y más poderoso! ¿¡Quién te dice que no está detrás de lo de Noah!? ¡Quien te dice que mañana no va a sumarse alguien más a su larga lista de muertos! Padre, lo siento, quizás tengas razón, siempre hay otras alternativas, pero ya no puedo esperar más. No puedo... no lo soporto. Esto tiene que acabar, y si para conseguirlo tengo que vender mi alma al mismísimo demonio, adelante: vale la pena.
Vale la pena. Me hubiese gustado poder reprobar su actitud; discutir su decisión y hacerle entrar en razón. Hacerle ver que se había equivocado... pero no tenía argumentos para ello. Comprendía la decisión de Damiel. La comprendía perfectamente, puesto que, en su lugar, yo mismo la habría tomado. Por desgracia, había sido él quien había decidido sacrificarse, y por mucho que me doliese, poco podía hacer al respecto. La decisión ya estaba tomada.
—¿A quién sirve? —pregunté, tratando de establecer de nuevo contacto visual—. Esa Somnia, me refiero. Dime al menos que es leal al Sol Invicto.
—No lo sé —respondió él, dejando escapar un largo suspiro—. Francamente, no tengo la menor idea. No he logrado sonsacárselo... pero lo dudo. No hay luz en ella.
—Ya...
Permanecimos en silencio unos segundos en un intento desesperado por serenarnos. Más allá de nuestras frías expresiones aguardaban tres torbellinos de emociones que gritaban por salir. Rabia, rencor, decepción... podría decir que en aquel entonces la furia era la que más predominaba en mi corazón, pero mentiría. En realidad era la tristeza lo que más atenazaba mi alma. El temor por perder a un segundo hijo... pero también la esperanza de al fin sellar aquel triste capítulo de mi vida.
—Sigue —le pedí, logrando con mi petición que Misi se levantase y huyera hasta la ventana, donde permaneció el resto de la conversación de espaldas a nosotros, probablemente ahogando lágrimas entre la lluvia—. Has dicho que esa tal Somnia abrirá un portal en el corazón de Nymbus que nos llevará al escondite del "Fénix".
—Sí, a su guarida del "Fénix" —prosiguió—. En ese mundo paralelo que ha creado él es todo poderoso. Controla absolutamente todo cuanto le rodea. He intentado averiguar más al respecto, pero es complicado. Pocas personas existen con ese poder... lo único que sé es que en el interior de ese lugar ha encerrado las almas que ha arrebatado durante todo este tiempo... incluidas las de Davin, Olivia y mi madre.
—En el mundo de los vivos las almas de los caídos no tienen cabida, Damiel —reflexioné—. La guarida está más cerca del mundo de los muertos que de los vivos, ¿verdad?
Damiel negó con la cabeza.
—No exactamente. Si Jyn hubiese atravesado el linde que separaba los dos mundos cuando el "Fénix" apareció en su casa, habría muerto, sí —sentenció—. No obstante, el portal de Somnia nos permitirá adentrarnos sin perder la vida en el intento... así que no se podría decir que es un lugar para muertos... aunque tampoco para vivos. Está entre ambos.
—Ya... es complicado desde luego. El "Fénix" es mucho más poderoso de lo que creía... Imagino que esto no le va a salir barato a tu amiga, ¿me equivoco?
Misi dejó escapar una risotada ácida desde la ventana. Por su expresión, la cual podía ver a través del reflejo del cristal, supuse que ya habían discutido al respecto con anterioridad.
—No va a ser fácil, no —admitió—. De ahí nuestro pacto.
—Ya veo. En fin, resumiendo, llegaremos hasta ese universo que ha creado el "Fénix" sin que él lo sepa a través de una puerta secundaria que nos abrirá Somnia. Bien, ¿y entonces qué?
—Entonces haremos lo que hace años que planeamos—sentenció mi hijo—: lo localizaremos y asesinaremos, sin más. Ese será su final, padre.
—Su final...
Se delató él solo. Sus labios permanecían sellados, manteniendo ocultas las palabras que ansiaba poder ocultarme, pero por desgracia para él, sus ojos rebelaban la verdad. Había más. Mucho más... y aunque era consciente de que si me lo ocultaba era porque no me gustaría lo que iba a escuchar, necesitaba oírselo decir.
Le tendí la mano para que me la cogiera.
—Cuéntame la historia entera, Damiel —le pedí, dedicándole una sonrisa tranquilizadora—. Eso no es todo, ¿verdad? Hay algo más.
Damiel desvió la mirada hacia Misi, pensativo, y durante unos segundos permaneció en silencio, presionando suavemente mi mano. Intentaba resistirse. Buscaba excusas tras las cuales ocultarse... mentiras con las que saciar mi ansia de conocimiento. Algo con lo que acallar mi conciencia y la suya. Por desgracia, no logró dar con la clave. Por buena que fuese su respuesta, jamás podría engañarme. A mí no.
Dándose por vencido, sonrió.
—A ti no te puedo mentir —sentenció—. Hay más, sí. Como te decía antes, el "Fénix" ha creado ese mundo paralelo en el que ha encerrado las almas. Él es el dueño y señor de ese lugar y en cierto modo existe precisamente porque él lo alimenta. La cuestión es que, en el momento en el que el "Fénix" muera, esa realidad dejará de existir, destruyendo cuanto haya en su interior... tanto a los vivos como a los muertos.
—¿Desapareceremos? —pregunté en apenas un susurro. El mero hecho de imaginar lo que trataba de explicarme me encogió el corazón—. ¿Desapareceremos para siempre?
—Como si jamás hubiésemos existido, sí... siempre y cuando no hagamos nada para impedirlo, claro —Damiel me apretó aún más la mano—. Pero no voy a permitirlo.
La simple idea me estremeció. La muerte no era una buena alternativa, desde luego, pero al menos tenía sentido. Una vez atravesábamos la línea, los Pretores nos uníamos al ejército del Sol Invicto para combatir la futura guerra con la que cambiaría el transcurso del tiempo... al menos en la teoría. Jyn Valens decía que era un simple consuelo, que cuando muriésemos simplemente iríamos a otra realidad y empezaríamos de cero. Yo, por contra, insistía en que incluso tras la muerte seguiría sirviendo al Sol. El desaparecer definitivamente, como si jamás hubiese existido, era demasiado brutal como para incluso imaginarlo.
—¿Y cómo se supone que lo vas a lograr? —pregunté, temeroso de lo que probablemente escucharía como respuesta—. ¿Qué opciones tenemos?
—Una alternativa sería sacar al "Fénix" por el portal y acabar con él en el Bosque de Nymbus —explicó—. Eso nos obligaría a salir nosotros primero, para evitar quedar atrapados dentro. Es una opción, aunque solo serviría para los vivos. Davin, Olivia, Nat... incluso mi madre. Ellos no podrían escapar.
—¡No!
No era una opción, en eso estábamos los tres de acuerdo. Bastante sufrimiento nos habían causado sus muertes como para permitir que también desaparecieran del otro lado del velo.
—No lo puedo aceptar —decidí—. Puede que en esta vida nuestros caminos se hayan separado, pero no quiero perderlos también en la muerte. Me niego. Dime que hay otras alternativas, Damiel.
—Hay más alternativas, sí —admitió—. Una, en realidad.
—¿Cuál?
Misi abandonó la sala antes de que pudiese responder. La Pretor nos dedicó una mirada sombría, llena de un profundo sentimiento de tristeza, y entró en la cocina, donde cerró la puerta, mostrando así su falta de interés en seguir escuchando la conversación. Conociéndola, ya había escuchado la respuesta a aquella pregunta y no le gustaba.
—Está enfadada —dije después de que cerrase la puerta—. ¿Os habéis peleado?
Damiel alzó las manos en un gesto inocentemente revelador. Siguiendo su línea habitual, todo apuntaba a que mi hijo había perdido una batalla más en su cruzada amorosa.
—Yo que sé, Aidan. Es tan complicada... ella y todas.
—¿No será que el complicado eres tú?
—Podría ser... —Damiel se encogió de hombros—. Yo que sé, a lo que íbamos. Preguntas si hay una alternativa, y sí, sí que la hay, pero no es fácil. Consulté a Somnia la forma de sacar las almas de ese mundo; de devolverlas a donde sea que deberían estar, pero al parecer no es posible. Llevan ya demasiado tiempo atrapadas como para poder viajar. En caso de intentarlo, probablemente desaparecerían en el intento.
—¿Y entonces? —Tuve un mal presentimiento—. Si no se las puede sacar, ni tampoco podrán sobrevivir a la muerte del "Fénix"... ¿insinúas que están condenadas?
El Pretor se apresuró a negar con la cabeza.
—No. No pueden escapar, pero mientras permanezcan en esa realidad, podrán sobrevivir... podrán iniciar la vida que el creador de dicho lugar les decida proporcionar.
—Pero el creador es el "Fénix".
—Lo es... al menos de momento. —Damiel se puso en pie—. Verás, Aidan, si lo que queremos es que ellas también sobrevivan solo hay dos alternativas: o dejar al "Fénix" vivo, haciendo y deshaciendo a su placer, u ocupar su lugar... y con ocupar su lugar quiero decir quedarse en ese universo... para siempre.
—¿Para siempre?
Damiel asintió con la cabeza, pensativo. Hundió las manos en los bolsillos de los pantalones y acudió a la ventana, al lugar donde anteriormente había ocupado Misi. Una vez delante, la abrió para que la brisa le refrescara la cara.
—No me van las cosas demasiado bien, Aidan. De hecho, me atrevería a decir que absolutamente todo lo que toco se transforma en un desastre. No he sido capaz de mantener la Unidad unida, ni tampoco a mi familia. Piénsalo fríamente: Victoria se ha ido con Alexia y sabe el Sol Invicto si voy a volver a verla, Misi apenas me habla... he permitido que el "Fénix" me arrebatase a Olivia, a mi hermano... y ahora al marido de Jyn. Diana cada vez es más indomable, y Noah... rezo porque sobreviva. —Negó suavemente con la cabeza—. Y para colmo, he hecho un pacto con Somnia para poder obtener toda esta información. No me gusta quejarme cuando hay gente que está mucho peor que yo, pero... creo que soy el adecuado para quedarme allí.
Acudí a su lado para apoyar la mano sobre su hombro y presionarlo con suavidad. Su posición como macho alfa de la familia había durado muy poco, menos de lo que esperaba, pero lo agradecía. Aunque fuese durante unos cuantos meses más, quería seguir siendo el padre de todos... pero sobre todo el suyo.
—No te voy a mentir, Damiel, eres bastante más desastre de lo que yo era con tu edad —dije, logrando arrancarle una sonrisa con ello—. O bueno, en realidad no. Verás, yo perdí a mi mujer y a mi hija cuando era algo más joven que tú. Mi familia fue duramente golpeada por alguien que en aquel entonces desconocía, pero que con el tiempo ha resultado ser una consecuencia de mis actos. Perdí también a mi hermano gemelo, tu tío Jarek, y he perdido a tu tío Luther. Jyn ha pasado casi dos décadas desaparecida, Davin ha muerto... y yo mismo tuve que matar a Danae Golin con mis propias manos. Traicioné al Emperador gracias al que soy lo que soy, y tengo a mi mujer actual muy, muy cabreada. De hecho, no descarto que se acabe yendo... así que no seas tan duro contigo mismo. La vida no nos lo está poniendo nada fácil a ninguno de los dos.
El cristal de la ventana reveló una profunda tristeza en sus ojos. Una tristeza que, aunque me hubiese gustado creer que era circunstancial, lo cierto era que lo acompañaba desde hacía mucho tiempo. Años... décadas.
—Visto así... me alegra ver que no soy el único cabeza loca de la familia —bromeó, alzando la mano hasta la mía para presionarla con suavidad—. Pero incluso así...
—Eres aún muy joven, Damiel. Tienes mucha vida por delante. Además, Albia te necesita. Tu hermana, tus primas... A mí esto ya me ha cogido un poco mayor... ¡no! ¡No me discutas! No tengo ganas, te lo aseguro. Quizás más tarde, pero no ahora. De momento dejémoslo en que buscaremos otra alternativa, pero en caso de no hallarla, gustoso me quedaré velando de esas almas, ¿de acuerdo? Después de todo, es mi esposa y mi hijo los que aguardan allí, ¿recuerdas? Pero tranquilo, encontraremos la manera de salir de esta. Siempre hay otras opciones. ¿Has avisado ya a Lansel y al resto de tu regreso?
Damiel asintió con la cabeza, sin apartar la vista del frente.
—Él y Marcus están de camino. Calculo que en un par de días estarán aquí.
—De acuerdo... entonces esta es la cuenta atrás. Cuando lleguen avisaremos a Lyenor, Diana y a Misi, pero a nadie más. No quiero que Jyn o Noah se vean involucradas en todo esto. Una vez estemos todos juntos informaremos del plan al resto y nos pondremos en camino... no pienso alargar esto ni un minuto más. Ha llegado el momento de librar la última batalla.
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