❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 67 ❦︎

67. Nuestro turno de mover.

Abril 2018

La última vez que Alexei había visto a su madre había tenido nueve años. Él lo recordaba como si hubiera sucedido ayer. Irina Lyov le había organizado el cabello antes de dejarlo salir de casa en dirección a la escuela. Le había dado un pequeño beso en su frente después de dejarle uno a su hermana. Su padre lo miraba desde la mesa de la cocina, bebiendo su café cuando le guiñó un ojo y le dijo algo que él ya no recordaba, pero lo había hecho sonreír. Su madre tenía el cabello rubio cortado un poco más arriba de su mandíbula, del mismo tono oro que Liud había heredado; sus ojos azules eran oscuros, justo como los que ahora la miraban, totalmente abiertos desde el otro lado del lago.

Se sentía incapaz de moverse, mientras aquella mujer lo veía. Se preguntó si estaría soñando, si el frío lo estaba enfermando y haciendo alucinar. ¿Eso era posible? Pero había oído su voz, demasiado familiar, demasiado real. La recordaba más delgada y con menos canas. Adalyn se volteó a ver, ella no había la había oído antes, pero ahora Alexei miraba fijo en su dirección. La chica se tensó, sin entender sus palabras. Sin embargo, para Alexei parecían fáciles, aunque lo hacían temblar como una hoja. 

Por un momento, la chica vio de uno al otro, sin entender.

Aleksey, soy yo… ¡Nikolay! –gritó la mujer hacia su espalda—. ¡Es Aleksey! Mi niño…

—¡¿Quién es usted?! –gritó la castaña, interponiéndose entre ellos, sin entender una palabra de lo que había dicho, pero consciente de que la mujer sabía el nombre del muchacho. Un hombre alto y de cabello oscuro apareció, sus sienes cubiertas de canas. La mujer dio un paso hacia ellos, pero el tono cortante del Escorpio la detuvo y la clavó en su sitio.

No –Alexei negó con su cabeza, soltándose de Adalyn y apretando la piedra contra sí, retrocediendo—, ustedes están muertos. 

El hombre fijó sus ojos en la piedra que el muchacho sostenía.

¿Esa es la piedra? –dijo, señalándola—. ¿Viniste a por ella? Eres del año del Dragón. Daniel debe haberlos mandado a por ella.

Arriesgar así la vida de unos niños…

Aleskey, escúchanos, debes darnos la piedra, Daniel no puede tenerlas…

¡No quiero oírlos! ¡Ustedes están muertos! –exclamó él con un tono desgarrado de furia.

Debemos irnos antes de que crucen el lago y nos alcancen… –murmuró Adalyn, viendo la piedra y a juzgar por cómo él se aferraba a ella, ellos debían estarle diciéndole que se las entregara. Lo que no entendía por qué Alexei parecía tan enojado y por qué los miraba con aquellos ojos brillantes, fijo en su sitio. 

¡Aleskey, por favor, déjanos explicarte!

—¡No!

—¡Escúchanos un momento, nosotros no queríamos…!

—¡Cállate!

El chico retrocedió un paso y Adalyn lo imitó, viendo como el hombre del otro lado del lago se agachaba y tocaba el agua, comenzando a congelarla para pasar. El muchacho no reaccionó hasta que ella lo tomó de la mano y lo obligó a moverse para salir corriendo antes de que pudieran cruzar.

—¡Aleksey! ¡Detente, por favor! ¡Escúchanos!

—¡Ustedes están muertos!

Tropezaba con cada paso y no estaba seguro de a dónde estaba yendo, su cabeza estaba envuelta en nebulosas confusas que picaban en sus ojos y en su garganta. Apretó los dientes y se obligó a seguir corriendo, aunque su corazón fuera a mil y se le dificultara respirar con el nudo que impedía el paso del aire. Llegaron al auto antes de que los alcanzaran y Adalyn los puso en marcha con prisa, dando un giro peligroso justo cuando los dos traidores se asomaban entre los árboles. Alexei los miró desde la ventanilla y Adalyn pisó el acelerador hasta el fondo, haciendo que el auto derrapara antes de salir disparado a toda velocidad por la carretera. El chico respiraba agitadamente, aferrado a la piedra en su pecho, su ceño fruncido y sus labios aún amoratados. Con la prisa Adalyn olvidó poner la calefacción.

—¿¡Cómo sabían tu nombre!? –gritó ella hacía él, exaltada y llena de adrenalina que le impedía bajar la voz o usar un tono más comprensivo. Aunque tampoco hubiera sabido que debía usar un tono comprensivo, cuando todo lo que podía verse en la expresión de él era furia, ojos brillantes de ira, el ceño profundamente fruncido, los labios apretados y las manos tensas.

Oni moi roditeli… –masculló, su voz oscura e indescifrable.

Adalyn le lanzó una mala mirada y notó que seguía pálido, así que con una mano nerviosa presionó hasta que encontró el botón de la calefacción en la pizarra. 

—¡¿Puedes dejar de hablarme en ruso?! ¡Santas Estrellas! ¿Qué te estaban diciendo? ¿Quiénes eran? Entendí que mencionaron a Daniel y no lo dijeron con un tono de que les agradara… así que supongo que son traidores… ¿Qué diablos te dijeron? ¿Y por qué te han puesto así? ¿¡Alexei Lyov, estás escuchándome!?

El chico cerró los ojos, ignorándola y ella soltó una exclamación insultada.

—¡Esto no es un maldito juego, Alexei! ¡Dime ahora mismo lo que te estaban diciendo…! 

—Eran traidores –la cortó él, todavía con sus ojos cerrados y su tono frío, helado—. Querían la piedra. Eso es todo. 

—Eso lo entendí –dijo ella—. ¿Pero cómo sabían tu nombre?

Alexei respiró hondo, evitando mostrar cualquier rastro de su conmoción. Ella hubiera insistido de no ser porque en ese momento el teléfono del muchacho sonó. Adalyn arqueó una ceja, volvían a tener recepción. El Escorpio alcanzó su teléfono del bolsillo interior de su chaqueta y le contestó a Casey sin dudar. La castaña a su lado le dio una mirada de reojo cuando lo oyó suspirar y alcanzó a ver por un pequeño instante como sus ojos se suavizaban.

—Necesito que vengas. 

—¿Pasó algo? ¿Todo está bien? ¿Estás bien? –preguntó él con rapidez, enseriándose e irguiendo su espalda—. ¿Casey? Casey, respóndeme.

Adalyn lo miró con preocupación.

—Estoy bien –aseguró ella, intentando calmarlo—. ¿Estás con Adalyn?

—Sí. Ah, acabamos de recuperar la piedra de Escorpio.

—Bien, nos vemos en mi casa.

—Casey –llamó él antes de que colgara—, primero tenemos que llevar la piedra al Centro de Seguridad, son las órdenes directas de Daniel. 

Casi podía imaginarse que la chica arrugaba los labios con desagrado.

—Está bien, luego de eso.

—Casey –volvió a llamar y la oyó suspirar.

—¿Sí, Alexei? –preguntó, como si notara algo extraño en su tono.

El chico lanzó una mirada a Adalyn que fingía no estar escuchando todo lo que él decía.

—Nada, nada, nos vemos en tu casa, chocolatito –dijo, recuperando su tono de siempre y haciendo que la chica del otro lado de la línea resoplara.

—Deja de decirme chocolatito… –la oyó quejarse, pero sabía que no lo decía en serio.













La casa de los Everson tenía un patiecito que apenas usaban, era diminuto y a él se accedía a través de la cocina. Estaba rodeado por tres de sus lados por una alta verja de madera clara detrás de la cual empezaba el bosque; había allí una mesa larga de la misma madera que sus bancos y un pequeño asador, todo rodeado por la yerba que crecía descuidada fuera de los límites del suelo de cemento. Allí se sentaron cuando estuvieron todos. 

Ashton Weiss había almorzado allí después de regresar con Casey, tras entregar en el Centro de Seguridad la piedra de Capricornio que encontraron poco después de visitar la tumba de Darío. Él y Casey habían estado en su habitación, simplemente matando el tiempo hasta que Adalyn y Alexei llegaron. Su mejor amiga se dejó caer de cara en su colchón con aire cansado, exigiendo que se le diera algo de comer. Theo hizo aperitivos para los cuatro y habían estado mudando su puesto de mando hacia el patio cuando finalmente Marshall y Joshua llegaron. El Acuario se disculpó por tardar, pero habían decidido buscar una segunda piedra ese mismo día, no había tiempo que perder y finalmente habían entregado en el Centro la piedra de Géminis y la piedra de Tauro. 

Casey pudo notar como el ambiente se volvía algo incómodo, la mesa era pequeña y debían chocar sus hombros al estar sentados. Ella se iba a sentar junto a Adalyn, pero Alexei tiró de su brazo y la hizo acomodarse a su lado, apegándola a él con un gesto cariñoso que la había tomado por sorpresa. 

—¿Hay alguna razón especial por la que querías que nos reuniéramos todos? –dijo Marshall, dando un sorbo a su vaso de limonada. 

—Merendar con tus amigos siempre puede ser bueno –comentó Adalyn, que picoteaba la magdalena de chocolate antes de llevársela a la boca con una sonrisa—. No me miren así, solo digo.

—Darío Walker está muerto –dijo Casey finalmente, haciendo que todos se le quedaran viendo.

—Fuimos a verlo para… hablar con él –contó Ashton, haciendo que Adalyn frunciera el ceño—. Pero nos encontramos en su lugar con al parecer dos conserjes que estaban reparando el lugar y nos dijeron que los atacantes lo habían asesinado cuando Darío se metió en su camino… suponemos que esa es la excusa para tapar la muerte de alguien que traicionó al Zodiaco entregando la piedra bajo su poder a Gabriel Guillory.

Adalyn los miró con contrariedad y Casey cayó en cuenta de que ella todavía no sabía todo.

—No entiendo nada –murmuró la castaña, viéndolos—. ¿Quién iba a matar a Darío si no fueron los traidores? ¿Por qué dicen que es una excusa? 

—Adalyn… –Casey comenzó a decir, pero Marshall la interrumpió.

—Yo le cuento –dijo y se puso de pie, tomando la mano de Adalyn y llevándosela a una esquina alejada del patio para explicarle todo.   

Casey los siguió con la vista y no se las quitó de encima hasta que Joshua suspiró, llamando su atención. Se volteó a ver al Acuario, que mantenía sus codos apoyados en la mesa y jugueteaba con sus dedos en el borde de su vaso.

—¿Qué vamos a hacer ahora? 

—¿Qué más podemos hacer? –le respondió Ashton, mirándolo con seriedad. Sus ojos se enfrentaron con los azules del Acuario, en una batalla silenciosa—. Terminar de encontrar las piedras para Daniel y entregárselas. ¿Tenemos otra alternativa?

—Pensé que trabajábamos para Gabriel… –murmuró Joshua, moviendo su vista hacia Casey, como si esperara obtener la respuesta de ella—. Sé que Olivia nos traicionó y está del lado del Zodiaco, pero eso no quita que…

—Daniel lo sabe todo –lo cortó Ashton y tanto el Acuario como Alexei lo miraron con sorpresa—. Se lo dijo a Casey en cuanto llegamos, incluso sabe de la existencia de su amigo humano. 

La muchacha sintió a Alexei tensarse a su lado y se apresuró a respirar hondo e interceder.

—Escúchenme –pidió y los tres muchachos la miraron, esperando—. Daniel nos vigila, tenemos que tener cuidado con cualquier cosa que hablemos o escribamos por mensajería. Marshall está seguro de que no hay cámaras en nuestras casas, pero debemos asegurarnos de no arriesgarnos…

—Controla nuestra actividad –murmuró Joshua, sacando su celular y dejándolo sobre la mesa.

Casey asintió.

—Entonces se enteraría si intentamos contactar a Gabriel –masculló Alexei.

—Cosa que de todas formas no podemos hacer –dijo Joshua, pasándose las manos por el cabello con frustración—, porque nuestro único contacto para hablar con él era Olivia Moore y si se nos ocurre presentarnos en su casa, todos los signos de Seguridad lo sabrán.

—Casey tiene un plan. 

Alexei la miró a ella y Joshua frunció el ceño hacia la nada. Casey le dedicó una mala mirada al Leo y él se encogió de hombros.

—Solo diles, Casey, no tiene sentido alargarlo.

—Estaba esperando que Marshall y Adalyn volviesen –se quejó ella y justo en ese instante sus mejores amigos volvieron a ocupar sus sitios en la mesa. Casey mantuvo sus ojos fijos en Adalyn, en el movimiento lento con que se sentó y la forma en que la castaña era consciente de la atención sobre ella. La chica Tauro tomó una amplia bocanada de aire antes de hablar.

—Todavía tengo que asimilarlo –murmuró, sus ojos subiendo a los de Casey—, pero confío en ti, osito, y confío en Marshall; así que, si ustedes dicen que tienen pruebas, les creeré y los ayudaré a revelarlas para que todos las vean.

Fue como un enorme peso quitado de sus hombros y entonces su mejor amiga le dedicó una sonrisa que terminó de aliviarla. Aquel era el empujón que necesitaba para llevar aquello hasta el final, para completar su plan, para revelar al mundo la verdad sobre el Zodiaco.

—¿Entonces? –apresuró Joshua, que lucía impaciente y nervioso.

—Hoy fuimos a ver a Cesare Dante –empezó Casey, compartiendo una mirada con Ashton—. Después de descubrir que Darío estaba muerto, pensamos que podíamos convencerlo de ayudarnos. Así que fuimos a hablar con él, a contarle todo… Alicia ayudó, ella nos ayudó a convencerlo. 

Casey no les dio tiempo a preguntar, apoyó los codos en la mesa y continuó hablando con rapidez, en un tono bajo y confidencial que nadie fuera de aquella mesa podía oír.

—Él no puede hacer mucho para apoyarnos y tampoco piensa meterse, pero sí nos dio una idea.

—Cesare está seguro de que Daniel utilizará el tener todas las piedras, para limpiar la imagen de inseguridad que ha dado en los últimos tiempos –se apresuró a completar Ashton, que estaba repleto de nervios impacientes—. Cree que hará todo un show de ello, por lo cual debemos aprovechar esa oportunidad para revelarlo todo, cuando todos estén mirando.

—¿Cómo haremos eso? –intervino Alexei, arrugando los labios—. Sería nuestra palabra contra la suya, no tenemos pruebas.

—Eso es cierto –dijo Joshua, viendo a Casey—. ¿No devolviste el cuaderno a Gabriel? 

—Ahí estaban todas las pruebas –murmuró Alexei—. Si hubiésemos hecho fotografías…

—No, Gabriel tendría acceso a ellas –dijo Marshall, negando con su cabeza.

—Bueno, lo cierto es que… aunque tuviésemos el cuaderno, no podríamos simplemente reproducírselo y dárselo a todos –habló Joshua, más como si pensara en voz alta que como si quisiera añadirlo a la discusión.

—Perdonen –interrumpió Adalyn, frunciendo un poco el ceño—, todavía estoy asimilando todo y no quiero meter la pata –respiró hondo—, pero según lo que Marshall me dijo, no queréis revelar todo lo que decía ese cuaderno, ¿o sí? Digo, es bastante complicado de asimilar… No sé cómo no se han vuelto locos…

Marshall se inclinó hacia ella y Casey no se perdió el momento en que rozó sus manos.

—¿Segura que quieres participar de esto, Adalyn? –le dijo el Virgo y ella lo miró insultada—. Lo digo porque es mucha información.

—Pudo con esto, Marshall, estoy perfectamente.

—Nervios de acero –murmuró Ashton, viéndola con asombro.

Casey sintió la mano de Alexei tomar la suya y hacer caricias en su dorso con un dedo para llamar su atención. Volteó la vista hacia él y mientras los otros se metían en una discusión sobre por qué Adalyn no podía o sí podía asimilarlo todo tan rápido, Alexei habló bajito hacia ella.

—Hay algo que quería decirte.

—¿Ahora? –murmuró ella, sus ojos repasando a los otros ocupantes en la mesa. 

Alexei se dio cuenta y apretó los labios.

—Está bien, puede esperar –dijo y bajó para dejar un pequeño beso en su boca—. Pero al menos detenlos de una vez y diles tu plan, porque ya empiezan a estresarme.

Casey soltó una risa baja, rodando los ojos y Alexei le dedicó una sonrisa.

—De acuerdo, idiota con poca paciencia.

—¿Tierra llamando a la parejita feliz? ¿Hola? –Adalyn se aclaró la garganta y los colores subieron a las mejillas de Casey, tiñéndolas de un rojo intenso cuando notó que todos los estaban mirando—. Pueden dejar eso para después, ahora, estamos en una conversación seria.

Alexei pareció querer decir algo, pero Casey se le adelantó.

—Sí tenemos pruebas –dijo, haciendo que todos volvieran a enseriarse, Joshua frunciendo el ceño con confusión—. En primer lugar, sí tengo el cuaderno. El que le di a Gabriel era solo un libro similar que encontré en casa de Leandro –explicó con prisa—. Daniel se quedó con mi mochila cuando volvimos, pero no estaba ahí, así que él tampoco se quedó con él, yo tenía el diario en el bolsillo interior del sobre todo rojo que me dio Olivia… 

Sacó del bolsillo interior de su chaqueta el pequeño librito de tapa gastada y lo dejó sobre la mesa.

—No me he separado de él desde que volvimos, es demasiado valioso para dejarlo con nadie.

—Es peligroso que lo lleves siempre encima –dijo Marshall, que miraba al cuaderno con el ceño fruncido, como si fuera el culpable de todos sus males.

Casey lo ignoró.

—Más, Adalyn tiene razón, incluso si pudiéramos distribuir copias no sería una buena idea, porque nos tomaría mucho tiempo separar la información que queremos dar de aquella que no –se pasó las manos por el pelo, nerviosa—. Sin embargo, tenemos los archivos que Connor Duncan nos ayudó a sustraer del Centro de Planificación Familiar…

Tan pronto dijo aquello Alexei, Joshua y Adalyn estallaron en preguntas y les costó un buen rato explicar su aventura riesgosa infiltrándose en aquel lugar. Cuando finalmente lograron saciarlos, ya no quedaba limonada en sus vasos y la tarde comenzaba a caer. Ashton mantenía su cabeza apoyada hacia abajo en la mesa, sobre sus brazos, como si dormitara; Alexei a su lado se metía los dedos en el cabello y miraba la madera con gesto perdido; Joshua se cubría la boca y miraba fijamente a Casey, incrédulo aún; Adalyn se había recostado en el pecho de Marshall, como buscando su protección. A Casey le tocó suspirar y llamar su atención, porque en algún momento aquella reunión debía terminar antes de que comenzara a resultar sospechoso.

—¿Entonces quieres que revelemos lo que pudieron sacar del Centro? –dijo Joshua—. Déjame ver si entendí, quieres que Connor Duncan nos ayude a divulgar esa información hackeando el sistema de comunicación del Zodiaco desde dentro y poniéndola en pantalla cuando todos estén mirando el discurso de Daniel una vez que tenga las piedras…

—Es una locura –gruñó Ashton, sin levantar su cabeza.

—No, tiene sentido –dijo Alexei, cerrando los ojos—, pero no estoy seguro de si Connor vaya a aceptar o vaya a ser capaz de hacerlo.

—Yo hablaré con él –se apresuró Marshall.

—¿Qué clase de favor te debe? –murmuró Ashton—. ¿Qué le sabes para que estés tan seguro de que lo convencerás? –levantó su cabeza, mirándolo con curiosidad.

Marshall arrugó los labios.

—Si quieres saber, me llevo bien con él; además de que estoy seguro de que se sentirá aliviado si puede quitarse el peso de guardar todos los secretos que sabe –dijo Marshall y el silencio de ellos le indicó que aquella no era excusa suficiente—. Bien, él y Janis no quieren que se sepa que llevan saliendo desde hace casi un año.

—¡Oh Dios Santo! –exclamó Adalyn, viéndolo con asombro—. ¡No puedo creer que tengas ese enorme chisme y te hayas aguantado de contarlo! 

—Y yo no puedo creer que esperes que Connor se arriesgue a ir a la cárcel o peor solo por mantener en secreto una relación –resopló Joshua.

—Da igual, vale la pena intentarlo –replicó Marshall—. No tenemos un mejor plan.

La mesa se quedó en silencio, puesto que el Virgo tenía razón.  

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