❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 60 ❦︎
60. El Plan.
Marzo 2018
Olivia Moore les abrió la puerta y sonrió a los cuatro muchachos, no parecía nada sorprendida de verlos. Inclinó más la puerta para dejarlos pasar.
—Los estábamos esperando –dijo—, aún no está el almuerzo, pensamos que tardarían un poco más.
Casey fue la primera en cruzar el umbral y volver a estar en el Zodiaco con Ryvawonu en su mochila. Alexei la siguió de cerca, sus manos unidas en un agarre fuerte. Los otros dos también entraron y Olivia Moore cerró la puerta tras ellos. La mujer los rodeó y los guio hacia el pasillo para señalarles la sala donde Gabriel simplemente leía.
—Vayan con él, yo haré algo de beber o picar mientras.
—En realidad –Casey la detuvo antes de que se alejara—, también queríamos hablar contigo.
Ella arqueó una ceja.
—¿Conmigo? –se sorprendió y la chica asintió—. Bueno, está bien.
Gabriel bajó su libro al verlos acercarse y sonrió amplio, poniéndose de pie.
—Bienvenida otra vez, Casey –miró a los chicos—. ¿Amigos?
—Alexei, Joshua y Ashton –presentó rápido, señalándolos y tomando asiento en el sofá sin que se lo ofrecieran. Los chicos y Gabriel la imitaron—. Vamos a dejarnos de rodeos, ¿sí?
—Cómo quieras –se encogió de hombros el traidor—. ¿Leyeron todo?
—Todo –confirmó Joshua.
—Entonces saben que estoy diciendo la verdad.
—Sí –dijo ella—. Pero eso no quiere decir que vamos a unirnos a tu grupo o lo que sea.
Olivia la miró confundida, pero Gabriel soltó una carcajada.
—Ni siquiera sabemos cuál es vuestro plan –dijo Alexei, su mirada ceñuda fija en el hombre.
—Bueno, las piedras son la fuente que mantiene vivo el Zodiaco –explicó el traidor—. Ya sabéis, para los bebés que nacen. Antes de que nosotros las escondiéramos, años atrás, se extrajo de ellas suficiente polvillo para varios años y generaciones de Signos.
—Ya está llegando a su fin –dijo Olivia entonces, con las manos cruzadas sobre su regazo—. Por eso justo ahora Gabriel decidió llevar a cabo su plan, antes de que los encargados del Centro de Planificación Familiar tuvieran que avisar a Daniel y él fuera a por las piedras.
—Sin las piedras, no podrán controlar la Casa en que nacen los signos –Gabriel se encogió de hombros— y se expondrá la verdad por sí sola en forma de doce lindos bebés impredecibles.
—¿Cuánto tiempo? –dijo Joshua—. ¿Cuánto tiempo tardaría en acabarse la reserva si ustedes logran robar todas las piedras?
—Dos o tres años –dijo Gabriel.
Casey sintió un apretón en su mano, esa era la señal de Alexei de que era su turno.
—Eso no va a funcionar –habló, ganándose una ceja arqueada de Gabriel—. Es mucho tiempo e inventarán una excusa, ¿no? –miró a Olivia.
La mujer fruncía el ceño, como si no lo hubiera pensado hasta ahora.
—No pueden inventar una excusa –rio Gabriel—, la pureza de las Casas es una de las bases del Zodiaco –se encogió de hombros—. Daniel está empeñado en mantener esa idea.
Casey resopló.
—No van a poder conseguir todas las piedras –dijo entonces—. No pueden simplemente entrar de nuevo a la Comunidad y buscarlas. Es demasiado peligroso para ustedes, ¿Daniel no sabe ya quién eres?
—Claro que lo sabe –se cruzó de brazos—, lo sabe muy bien. Como también sabe toda la verdad y se niega a revelarla.
—Dice que es peligroso, que el Zodiaco sería un caos –murmuró Olivia.
Hubo silencio entre ellos y Ashton fue el siguiente en intervenir.
—Daniel Hunter tiene un poco de razón –dijo, ganándose miradas curiosas y ceñudas—. Yo mismo estoy a punto de volverme loco. ¡Quieren decirle a cientos de personas que las cosas que creen son mentira! –exclamó—. Lo siento, pero tienen que admitir que no todos están listos para oírlo. Además, vuestro plan solo conseguirá que las Casas puras desaparezcan, pero no expondrá ninguna verdad. Casey tiene razón, a la larga encontrarán una explicación que vender.
—¿Y qué quieres hacer? –se cruzó de brazos Gabriel, ahora serio—. ¿Seguir ocultándolo?
Ashton abrió la boca para decir algo más, pero fue incapaz y solo se encogió de hombros y recostó en su asiento. Joshua se había llevado las manos al cabello, porque aquella intervención no era parte del plan, en absoluto. Alexei lanzó una mirada feroz a su mejor amigo y al lado de este Casey se mordisqueó nerviosa la uña antes de hablar. Ashton Weiss tenía razón, revelar todo aquello era simplemente una locura, pero Gabriel también tenía razón y no era justo ocultarlo.
—Ashton tiene razón –empezó diciendo, ganándose que la mirada ceñuda de su novio fuera hacia ella—. No podemos simplemente derrumbar la vida de todos, ya es suficiente con que la nuestra esté paras arriba.
—¡Ajá! –apoyó el de rizos.
—Creí que querías… –dijo Joshua hacia ella, pero Casey lo interrumpió.
—Sin embargo, hay cosas que sí deberían saberse –cortó—. No es justo que elijan en qué Casa nacemos y tampoco es justo que elijan quiénes tienen derecho y quiénes no a tener hijos. Yo creo que esa es la parte que deberíamos exponer.
—Eso es justo lo que haremos si nos hacemos con las demás piedras –dijo Gabriel.
—¿Y quieres que las busquemos por ti? –preguntó Alexei.
—Solo esperaba contar con Casey, pero si ustedes se suman, sería más fácil –comentó el traidor—. Olivia y yo tenemos información sobre el escondite de todas, no exacta, pero sí aproximada.
—¿Eso no derrumbaría todo? –cuestionó Ashton.
—No, porque podrían justificarlo –dijo Joshua—, pero sería inútil intentar controlar desde entonces los nacimientos, ¿no?
Olivia asintió, confirmándolo.
—Lo haremos –aseguró Casey, antes de que ninguno de sus amigos la cuestionara—. Solo debemos encontrar una forma no sospechosa de volver.
—Hecho –dijo Gabriel, señalando Olivia.
—Ya pensamos en eso –habló ella—, puedo decir que me encontré con ustedes en el mundo humano. Podría reconocerlos, porque técnicamente estoy saliendo con Daniel Hunter y vi vuestras fotos en sus archivos mientras limpiaba –se encogió de hombros—, puedo hacerle creerlo.
Casey compartió una mirada con Ashton y luego con Joshua justo antes de clavar sus ojos en los de Alexei. El Escorpio dio un pequeño apretón a su mano, dándole ánimos para seguir con el plan que habían tramado un par de horas atrás en casa de Leandro. Recordar al muchacho le hacía un nudo en el estómago, solo había dejado una nota para él, diciéndole que todo iba a estar bien y que esperaba volver a hablar con él pronto. Respiró hondo y se ciñó a su plan.
—Bien, volvamos a casa –murmuró.
No se había dado cuenta de cuánto había ansiado su regreso. La acera gris, el césped cuidado en los jardines del edificio y la calle de asfalto oscuro, todo coronado por un tenue cielo azul mañanero surcado por dos nubes perezosas y envuelto en una leve brisa fresca. Casey tomó una honda bocanada, como si llevara días sin probar aquel aire puro del Centro de la Comunidad, bajó los últimos escalones, ansiosa por salir. A lo lejos se oía el ajetreo de la vida en ciudad y ella quería sumergirse en ello.
Estaba tan concentrada en la sensación familiar de conocer esas calles, de saber dónde se hallaba y sentirse parte de ello, que no notó los tres autos aparcados al borde de la calle, como si estuvieran esperando algo: como si los estuvieran esperando a ellos. Sintió la mano de Alexei apretar la suya y cuando le lanzó una mirada él movió su barbilla para señalar en dirección a la calle y entonces los vio. Eran negros y modernos, con una pequeña pegatina con el símbolo de Los Doce bajo la ventanilla de la puerta de copiloto.
Su primera reacción fue retroceder un paso, evitando salir de la recepción del edificio, pero la mano del Escorpio le impidió alejarse mucho. Sabía que él debía estar nervioso, igual que Ashton que iba detrás suyo. Sin embargo, aquello era parte del plan, ellos lo habían querido así. Una vez que terminaron de hablar con Gabriel, Olivia había servido el almuerzo y mientras comían la chica llamó a las autoridades para avisar que había encontrado a los muchachos. Aquellos autos en la acera solo venían a por ellos, a asegurarse que estaban bien.
Mas, la sensación que se agrupó en el estómago de todos era inquieta. Alexei tuvo que dar un tirón suave a Casey para que ella volviera a moverse, porque Olivia se había quedado esperándolos en la entrada. La chica dudó, se planteó volver corriendo arriba y huir. Había hombres de seguridad por todos lados, como si fueran los encargados de darles la bienvenida. El primero se encontraba cerca de Olivia en la salida, había dos más a medio camino de la acera, otros cuatro repartidos entre los jardines del edificio, apostillados junto a los autos o plantando guardia en la acera de enfrente. Casey notó que no había transeúntes en la calle y se imaginó que aquellos hombres estaban allí para evitar público y conseguir su regreso como un secreto.
No le gustaba esa idea, preferiría haberse encontrado con cámaras y periodistas, hacerse famosa con los flashes cegadores y salir en las noticias. Pero se obligó a apartar su intuición de que había algo mal, porque se dijo que ese era su plan y Olivia lo había conseguido para ella. Podía confiar en Olivia Moore, así que avanzó. Tan pronto como salieron de la recepción el tipo de seguridad los siguió y los dos de la acera de enfrente cruzaron la calle.
Los hombres fueron formando una barrera entre ellos y el mundo mientras se acercaban a los autos. La puerta del auto de en medio fue abierta para ellos o eso pensó Casey. No se esperó que el mismísimo Daniel Hunter, trajeado y con gafas de sol oscuras saliera para recibirlos. Su corazón se aceleró y sintió un latido nervioso provenir de su mochila.
—Bienvenidos de vuelta –dijo el hombre, sacándose las gafas y posando sus ojos directamente en Casey, como si sus palabras fueran solo para ella—. Nos aseguraremos de retener la prensa hasta mañana, para que puedan pasar una tarde tranquila con sus familias, que están muy preocupadas por ustedes.
—Estoy segura de que ellos apreciarán eso –comentó Olivia, acercándose para que el Jefe del Zodiaco rodeara sus hombros con un brazo y le dejara un beso en la mejilla.
—Yo también lo creo –añadió Daniel y sus ojos pasaron por encima de todos los muchachos—. Porque mañana tendrán muchas explicaciones e historias para nosotros, ¿no?
—Señor –dijo uno de los hombres de seguridad—, tenemos que llevarlos ya antes de que la gente se comience a preguntar qué hacemos aquí.
Daniel le dirigió una mirada.
—Oh, sí, claro, oficial Bostwick –asintió, dejando a Olivia y extendiendo una mano hacia Casey—. ¿Viene usted con nosotros, señorita Everson?
Una sensación extraña se acomodó en su estómago mientras veía a Olivia hacerle un asentimiento.
—Por favor, vive usted en la dirección opuesta a sus amigos, ellos se irán en los otros autos.
—Ah, sí, cierto –murmuró, separando sus dedos de los de Alexei, que intentó aferrarse a ella.
Logró escurrirse y aceptó la ayuda de Daniel Hunter para entrar al auto. No le gustó cuando el hombre puso una mano en su espalda para guiarla. Una vez dentro lanzó una mirada a sus amigos y vio que los hombres de seguridad ya los guiaban a los otros vehículos. Apenas tuvo tiempo de despedirse de Alexei con la mirada cuando Daniel Hunter entró junto a ella en el asiento trasero después de cruzar una palabra de despedida con Olivia.
El interior del auto era oscuro y cómodo, el tapizado de los asientos era gris y había un vidrio oscuro opaco –que posiblemente bloqueaba el sonido– entre el conductor y la parte trasera donde ellos se encontraban. Daniel cerró la puerta y oyó el chasquido del seguro saltando, su vista captó como el de su puerta también se bajaba y el aire acondicionado no hizo nada por aligerar su tensión.
El Jefe del Zodiaco se colocó su cinturón y le dio una mirada como si esperara que hiciera lo mismo. Con dedos temblorosos, Casey se abrochó el suyo y abrazó la mochila sobre su regazo. Con dos toques al cristal negro Daniel consiguió que el auto se pusiera en movimiento. Casey fijó sus ojos en la ventana, intentando no pensar en lo cerca que tenía al hombre que manejaba todas las mentiras, no pensar en que ella le estaba mintiendo y en lo que podrían hacerle de saberla traidora.
Porque ahora Casey era una traidora.
—Olivia tardó tanto en traerlos de vuelta que pensé que nunca lo conseguiría –comentó el hombre a su derecha y Casey giró a verlo, para encontrarlo sonriendo mientras jugaba con algo brillante entre sus dedos.
—¿Ustedes…?
Daniel Hunter volteó su sonrisa hacia ella.
—¿Sabíamos dónde estaban? Nos tomó unas horas localizarlos –confesó—, pero supongo que se imagina que dos adolescentes magullados en medio de una ciudad poblada ampliamente llaman la atención, ¿no? –extendió hacia ella el objeto brillante y Casey notó que el brillo no era más que el papel de un caramelo—. Ten, ayuda con la ansiedad.
—Gracias.
Tímida, la chica aceptó el dulce e inspeccionó la inscripción de sabor antes de abrirlo.
—Tranquila, entiendo que estés nerviosa –dijo él.
—Si supieron dónde estábamos desde el principio, ¿por qué no nos trajeron de vuelta? –preguntó, llevando el caramelo de leche a su boca y evitando mirar al hombre.
—Sabíamos que estaban en la ciudad –explicó—, porque a nuestros agentes les llegaron rápido los comentarios de un oficial local inocente, pero no sabíamos a donde se fueron después de su primera repentina aparición.
Casey jugó con el caramelo en su boca, dejando que el sabor se deshiciera lentamente.
—La suerte es curiosa, ¿no crees? No esperaba que fuera a Olivia Moore la primera agente que ibas a encontrar –habló y Casey casi se atraganta con el dulce, sus ojos abiertos con asombro debieron delatarla con Daniel, que solo le sonrió, acomodándose en el respaldo de su asiento—. Mucho menos que fuera Gabriel quien te llevara hacia ella.
—¿Usted sabe…? ¿Olivia es…? –el caramelo se rompió entre sus dientes y la menta del centro le electrizó las palabras con un timbre nervioso.
—Casey –la miró como si se compadeciera de ella—, lo sé todo –dijo, cruzando una rodilla sobre la otra antes de añadir qué era lo que sabía—. Sé lo que Gabriel te contó, incluso lo que te dijo sobre cómo llegué al poder, ¿no? Pero sé que no basó en eso sus argumentos para intentar llevarte a su lado, así que te habló del Centro de Planificación y de lo que sucede allí dentro, ¿no es cierto?
La chica solo se quedó en silencio, viéndolo. Daniel le sonrió y colocó su mano sobre la de ella en gesto comprensivo. Casey quiso apartarse, pero algo le dijo que no lo hiciera de forma brusca, que no se notara su miedo, no sería bueno rechazar la amabilidad del líder del Zodiaco. Aunque él ya lo sabía todo, ¿no? Sus ojos buscaban algún hueco en su expresión, algún destello en el fondo de sus ojos que destruyera aquella máscara amable.
Retiró su mano con lentitud, volviendo a abrazar su mochila y evitando su mirada porque se veía demasiado sincera. ¿Y si se había equivocado? ¿Y si Gabriel no decía toda la verdad? Cada historia tiene dos lados, quizás Daniel Hunter tuviera sus motivos. Recordó a Ashton y lo que había dicho sobre destruir las creencias de todos. No tuvo mucho tiempo antes de que sus pensamientos se dirigieran a otro asunto más personal.
Si Daniel Hunter había sabido su paradero, si sabía todo aquello, él sabía dónde se habían quedado, donde habían pasado la noche, quién los había acogido…
—Y si lo que preguntas es si sabemos de Leandro Llinás, Casey –murmuró el hombre y ella sintió que el corazón se le quería salir ante la confirmación de sus pensamientos—, eso lo sabemos desde que lo conociste, Casey.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top