❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 56 ❦︎
56. ¿Puedo dormir aquí?
Marzo 2018
Después de aquello la conversación se había vuelto dolorosa y Casey decidió que no era el momento para contarles sobre el diario. Ya tenían suficiente para mantenerse despiertos toda la noche. Se separaron para dormir, ella y Joshua ocuparon sus respectivas habitaciones. Mientras, Ashton y Alexei se repartieron la sala y se acomodaron. El Leo terminó tumbado en el suelo, apoyado sobre su costado y mirando un punto fijo intentando no pensar en nada. Alexei tampoco era capaz de conciliar el sueño, pese al cansancio físico en sus músculos, se mantuvo acostado sobre su espalda, mirando la lámpara del techo en la completa oscuridad.
Los minutos pasaron en silencio, el Escorpio podía oír cómo se movía la maquinaria del reloj sobre la repisa. Se escucha el rumor de algún que otro auto lejano y el viento nocturno que se colaba escaso por una ventana entreabierta, haciendo susurrar a las cortinas. La calma oscura no tenía nada que ver con la tormenta que se gestaba en su pecho.
Habían pasado horas desde que vio a Casey en el porche, desde que vio sus ojos abrirse con sorpresa al notarlo, desde que notó como sus pupilas lo inspeccionaban. Mas no había podido realmente tener una conversación con ella después de pegar un puñetazo al humano que le gustaba. La idea le hizo apretar los puños con enojo. Pensar que habían pasado horas solos en aquella casa, que él estaba siendo simplemente el chico perfecto, ayudándola, disculpando la forma en que uno de sus amigos le había golpeado, dándoles comida y techo, todo eso lo ponía simplemente molesto. ¿Cómo iba a competir contra eso?
Lanzó una mirada a Ashton a su lado en el suelo, el rizado le daba la espalda y a él le pareció que respiraba con la regularidad que solo lo hacen las personas dormidas. Se incorporó y con cuidado de no hacer ruido se levantó del sofá. Se aseguró de que Ashton no notara sus movimientos mientras se escurría hacia el pasillo y las escaleras. Subió con lentitud, tanteando el pasamanos en la oscuridad.
El segundo piso se abrió ante él como un pasillo con varias puertas a lo largo. Bajo una de ellas se colaba una leve luz amarillenta, no suficiente para dar claridad, como la luz de una lamparita nocturna. Se detuvo junto a esa, alzando una mano con intenciones de tocar la madera, pero dudando. Se preguntó qué haría si Casey no estuviese ahí y luego se preguntó qué haría si ella estaba ahí.
¿Qué iba a decirle? ¿Qué había estado muy preocupado? ¿Qué había esperado una bienvenida más calurosa de su parte? ¿Qué sentía haberle dado un puñetazo a Leandro? ¿Qué estaba celoso? ¿Qué todo lo que estaba pasando era una locura y a él solo le importaba que ella ni siquiera lo había tocado?
De acuerdo, debía dejar de pensar en todo eso o acabaría por pasar la noche allí de pie sin decirle nada. Tomó aire y dio tres toques en la puerta. Primero no se oyó ninguna respuesta, luego se movieron los muelles del colchón cuando alguien se bajó de la cama, hubo cortas pisadas y la puerta se abrió un poco para revelar a Casey. La vio contener la respiración cuando sus ojos se toparon. Ella llevaba un conjunto que no tenía la menor importancia, era simplemente un conjunto de dormir que él no miró dos veces. Los ojos de Alexei se concentraron en su cabeza, en su cabello todavía sujeto a una recia coleta alta y su rostro sin maquillaje, en sus ojos y en sus mejillas, en la punta de su nariz y en sus labios.
—¿Alexei? –murmuró ella, abriendo un poco más para asomarse al pasillo y mirar que no hubiera nadie allí—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo y…
—No hemos hablado desde que los encontramos –respondió él, igual en voz baja. No le importaba que Leandro se despertara y los viera, le hubiera venido bien que el chico se llevara la idea correcta sobre lo que pasaba entre ellos dos, pero eso haría que Casey definitivamente no le hablara, así que lo hizo por ella—. ¿Puedo…? –señaló hacia el interior de la habitación y ella dudó.
La chica miró hacia el cuarto, asintió un poco, inclinó más la puerta y le dejó pasar antes de cerrarla. El espacio entre ellos fue corto y nervioso, electricidad entre sus cuerpos. Casey fue la primera en moverse, avanzando hacia la cama. Alexei la siguió, primero con la vista, viéndola rodear la cama para alcanzar un pequeño librito junto a la almohada y esconderlo en la gaveta. Le dieron ganas de preguntar, pero podría hacerlo luego. Casey se sentó doblando las piernas bajo su pecho, de frente hacia él, de espaldas a la lamparita de noche que alumbraba la habitación, y dio unas palmadas en el colchón frente a ella.
—No espero que te quedes allí mirándome, Alexei.
El chico sonrió y ella le dedicó una fugaz inclinación de sus labios mientras él cruzaba el corto espacio para sentarse con ella sobre la cama. No se perdió como ella respiraba hondo ante la tensión que ambos notaban. Se preguntó por qué estaba tensa, se habían quedado en buenos términos, lo último que se dijeron era que tenían sentimientos mutuos; pero Casey parecía todo lo opuesto a cómoda.
—¿Estamos bien?
—¿Estás bien?
Sus palabras habían salido simultáneamente.
—Tú primero –dijo él y ella se llevó la uña del pulgar a los dientes.
—¿Estás bien? –repitió, un poco más bajito, pero menos dubitativa.
—Bastante –respondió, alzando su camisa y mostrándole las vendas limpias que se había cambiado antes de la cena—, Joshua me facilitó unos analgésicos para el dolor, así que está bastante adormecido.
Casey adelantó una de sus manos hasta rozar la gasa blanca que cubría su piel.
—¿Cómo es posible que estés bien? –murmuró, alzando los ojos hacia él—. Te atravesó, esa piedra.
—Mi inconsciente detuvo el sangrado, congelé mi sangre un poco –respondió y sonrió, pero el gesto se borró cuando ella lo miró con los ojos muy abiertos en sorpresa—. Cuando me encontraron no me había desangrado. No recuerdo mucho de lo que hicieron, dolía y estoy seguro de que me emborracharon como anestesia, solo sé que Adalyn, Ashton y Cesare cerraron la herida después de quitar la piedra.
Casey soltó un suspiro que traía una risa aliviada.
—Adalyn siempre ha querido ser sanadora.
—Seguro que será la mejor, porque al menos es bastante estricta con sus pacientes.
—Seguro que enloqueció cuándo le dijeron que querían venir a por nosotros.
—Lo hizo, pero no había forma de que yo fuera a darme por vencido.
Se quedaron en silencio, solo mirándose. Los ojos de Casey estaban fijos en los suyos, con una intensidad no menor a la que él le ponía a su mirada. La noche no era demasiado calurosa, pero Casey había abierto la ventana y dejado un ventilador de pie girando. Sin embargo, incluso con ese ligero fresco, la temperatura subió un par de grados en sus cuerpos.
—Siento haber golpeado a Leandro.
—Alexei Lyov no se disculpa por cosas que no se arrepiente de haber hecho –dijo ella, alzando una ceja a lo que él soltó una risita baja, moviendo su vista hacia el colchón.
—De acuerdo, no lo siento.
—Eso me parecía.
—Lo haría otra vez –hizo una mueca mientras lo decía y ella simplemente lo observó—. Es difícil no golpearlo cuando te trata tan bien y sé que te gusta.
La chica apartó la mirada cuando sus ojos se encontraron y él vio sus mejillas ligeramente rojas. En otro momento la hubiera molestado con ello o le hubiera dicho que era adorable, ahora solo esperó. Ella no dijo nada y él volvió a hablar, inclinándose un poco hacia ella.
—¿Estamos bien, Casey? –preguntó y ella lo miró extrañada—. Quiero decir, ¿está todo bien entre nosotros? Antes de esta locura de viajes entre los mundos, hablamos y me pareció que nos habíamos entendido o algo. ¿Fui solo yo? ¿Ha cambiado algo? Por favor, dime, porque me estoy muriendo aquí.
La tensión eléctrica entre sus cuerpos creció.
—Lo último que hablamos era que ibas a morir y yo debía correr con la piedra y Joshua.
—Sabes que no me refiero a eso, Casey.
Ella hizo una mueca, porque lo sabía.
—Algo cambió –dijo él al verla—, es por Leandro. Lo sabía –respiró hondo y se hizo hacia atrás, con intenciones de alejarse—. De acuerdo, lo entiendo, no puedo competir contra alguien que te parece la perfección en persona…
—Alexei, para –pidió ella, sujetando su brazo para detenerlo y atraerlo de vuelta a la cama. Lo miró entrecerrando los ojos y resoplando—. Sí que eres idiota. No soy algo que alguno de los dos pueda ganar, pero si vamos a usarlo como una metáfora para mis sentimientos –lo dijo en su voz más tranquila y dulce, lo cual no era mucho mejor que su tono duro—, no tienes que competir con él, porque ya le ganaste, imbécil.
El chico se dejó caer de nuevo en el colchón y ella se acercó a él, sin apartar la vista.
—¿Lo dices en serio?
—El noventa por ciento de mi tiempo hablo en serio.
—¿Entonces no me has estado evitando desde que llegué?
—No, Alexei –suspiró y avergonzada movió su vista fuera de sus ojos por un instante—. Estaba un poco sorprendida de verte y con toda la información que me dieron los traidores no fue fácil de asimilar. Además, estaban Joshua y Ashton, no iba a…
—¿Besarme, saltar sobre mis huesos y abrazarme?
Casey lo miró con el ceño ligeramente fruncido en falsa molestia.
—No exactamente.
—¿Eso quiere decir que no te mueres por hacerlo ahora? Besarme, digo, no tienes que sonrojarte de esa forma –rio Alexei y ella le dio un leve empujón en el hombro—. Perdona, era un chiste fácil.
—Puedes hacerlo mejor –dijo ella, incapaz de contener una pequeña risita que a él le sacó una sonrisa pícara.
—¿Me vas a besar o voy a tener que pedírtelo por favor?
—Un por favor no estaría mal de vez en cuando…
Alexei simplemente cortó sus palabras uniendo sus labios. Casey exhaló con alivio, siguiendo el beso con ansias. Sus manos rápidamente se movieron para rodear el cuello del chico. Él le desató el cabello y pasó sus dedos entre las hebras oscuras. El beso pasó de dulce a caliente y Casey lo atrajo hacia sí, tumbándose sobre su espalda.
El chico dejó salir un gruñido adolorido y ella rompió el beso.
—Perdona –susurró, mirándolo con preocupación y bajando la vista hacia su estómago.
—En realidad, eso ha estado bien –sonrió coqueto él—, pero deberías esperar e intentarlo cuando ya no tenga que tomar analgésicos.
Casey asintió, mordiéndose el labio. Alexei hizo ademán de apartarse, pero ella lo retuvo.
—¿Podrías quedarte aquí? Dormir conmigo –arrulló—. Seguro que esta cama es más cómoda que el sofá y te vendría bien una buena noche de sueño. ¿No?
Él arqueó una ceja.
—Incluso si me pidieras dormir sobre piedras frías en medio de una noche lluviosa, te diría que sí, Casey Everson –rio y ella le dio un empujón a su hombro—. No, no te arrepientas, me encanta cuando eres tierna y me das amor.
Casey rodó los ojos y lo empujó con suavidad para hacerlo caer hacia su lado.
—Me repugnas –mintió, estirándose para apagar la luz. No tuvo la oportunidad de voltearse, los brazos de Alexei la rodearon, apegándola a sí—. Mucho.
El pecho del chico se movió con una risa.
—Duerme de una vez.
—Dulces sueños, chocolatito.
Joshua Jennings siempre había tenido un sueño ligero, pero esa noche era ligerísimo. Apenas si estaba dormido cuando notó la puerta abrirse. Todavía era de noche, no hacía nada que había podido llegar a ese estado de vigilia entre el sueño y la vida.
—Quien quiera que seas –masculló contra la almohada—, vuelve y mátame mañana…
—Soy yo –la voz le llegó en un susurro bajito y lo oyó cerrar la puerta.
El Acuario se sentó y trató de verlo en la oscuridad, pero entre su miopía y la falta de luz apenas vio una mancha borrosa que fue a sentarse en el extremo de la cama.
—¿Ashton? –preguntó, su voz era ronca—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar durmiendo?
El rizado hizo una mueca, moviéndose un poco más cerca de él. Joshua extendió su mano para encender la lamparilla y pudo ver algo mejor a la figura borrosa.
—No podía dormir –confesó el rizado—. Y Alexei me dejó solo en la sala.
—¿Te dejó solo? ¿A dónde fue?
—No lo sé, creo que con Casey –respondió rápido—. ¿Puedo dormir aquí?
Joshua seguía poco espabilado por lo que tardó en comprender la pregunta. Sentía los ojos de Ashton quemándole el rostro, tal era la intensidad con que lo miraba. Abrió la boca para decirle que no. ¿Dormir juntos? No, no podían dormir juntos. La idea le aceleró el corazón y le imposibilitó las palabras, pero Ashton no se movió, esperando.
—Está bien –murmuró, haciéndole un hueco y dándole la espalda—. Apaga la luz.
Sintió el peso del Leo hundirse en la otra mitad de la cama. Joshua cerró los ojos y se aferró a la sábana, sintiendo su cuerpo caliente por la cercanía. Si antes no había podido dormir del todo, ahora no podría dormir nada. Intentó calmarse, hacer respiraciones pausadas y hondas. La voz de Ashton lo detuvo antes de empezar.
—Joshua.
—¿Sí, Ashton?
—No hemos hablado desde que me besaste.
Hubo un corto silencio en que el Acuario no pudo oír nada más que su corazón agitado.
—¿No crees que deberíamos hablarlo? –murmuró Ashton y Joshua lo sintió moverse.
—¿Qué parte quieres hablar?
—No lo sé, pero estaría bien saber si soy el único que quiere repetirlo.
Las mejillas del Acuario ardieron y no pudo evitarlo más. Se volteó sobre sí mismo y encaró a Ashton. Quedaron acostados cara a cara, a escasos centímetros. Sin embargo, ninguno de los dos acortó más esa distancia.
—¿Eres…?
—¿Gay? –susurró Ashton y luego asintió—. Bastante, sí.
—Iba a decir bisexual.
El rizado soltó una risita.
—Entonces no, no soy bisexual, solo gay.
—Pero creí que habías estado con chicas.
—Por eso puedo decirte que definitivamente no soy bisexual.
—De acuerdo.
Se quedaron en silencio, sus ojos enfrentados. De ser por Joshua no habrían vuelto a hablar, se habrían quedado así hasta que saliera el sol, pero Ashton todavía tenía preguntas.
—¿Tú eres gay?
—Sí –respondió el Acuario, bajito, con su corazón agitado. Acababa de confesarlo en voz alto por primera vez. La declaración de Giselle no contaba, lo había dicho ella, no él.
Ashton asintió un poco y por un momento sus ojos fueron a la boca del otro.
—¿Y besar a cualquier chico por ahí es tu modo operandi?
Joshua arrugó los labios.
—Nunca antes había besado a un chico –confesó, consiguiendo que Ashton luciera genuinamente sorprendido por ello—. Solo a ti.
—¿Eso quiere decir que yo te gusto? –susurró, acercándose un poco más y consiguiendo que Joshua sintiera sus labios cosquilleando.
—¿Yo te gusto a ti?
—Y bastante.
Joshua sintió su corazón latiendo con fuerza en la garganta y los ojos de Ashton lo miraron suplicantes.
—¿Entonces? ¿Puedo besarte y no vas a golpearme o asfixiarme o algo?
El Acuario se tomó un instante para pensarlo antes de asentir afirmativamente.
—Puedes.
—¿Podría hacerlo ahora? –se acercó un poco más, rozando sus labios con las palabras.
Joshua no respondió, simplemente juntó sus labios y llevó con prisas su mano hacia los cabellos del Leo. Ashton jadeó, tomando el control del beso y rodeando con su mano la cintura del más delgado para atraerlo hacia sí. Sus labios se batieron en guerra, sus manos se exploraron, sus pechos respiraron juntos. Ashton le empujó un poco hasta conseguir voltearlo y quedar encima. Jadeaban, pero las pausas para respirar eran cada vez más cortas.
Sus labios no solo reclamaron los otros labios, reclamaron su rostro, su cuello y su pecho. Sus manos no tiraron y apretaron solo la ropa, la quitaron y acariciaron la piel bajo esta. Sus cuerpos se movieron al mismo ritmo, ninguno de los dos quiso parar. Ninguno lo hizo. Mordidas, jadeos, gemidos, gruñidos, manos aquí y allá.
Ya pensarían cómo hablarlo en la mañana, ahora mismo solo querían oír sus pieles rozar.
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