❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 45 ❦︎

45. Dos agujas en un pajar.

Marzo 2018

Ashton Weiss aparcó su Lexus frente a la casa de Alexei exactamente a las dos y tres minutos de la mañana. Todas las luces de la residencia estaban apagadas y el Leo se preguntó que estaría planeando su mejor amigo. Lo había despertado de madrugada, con su teléfono sonando insistentemente y consiguiendo que el Leo se estirara a agarrarlo con molestia. Tan pronto lo tuvo en la oreja identificó la voz agitada y susurrante de su mejor amigo que hablaba tan rápido que era imposible seguirlo.

—Espera, espera, espera, Alexei –masculló Ashton Weiss aún entre sueños, sosteniendo el celular cerca de su oreja—. No te entiendo nada, habla más despacio, mierda. 

—Maldita sea, Weiss, espabila, tenemos que ir a buscar a Casey y a Joshua.

—¿De qué hablas? –se incorporó sobre su codo, restregándose los ojos con una mano y obteniendo una visión de la hora en el reloj de su mesita—. ¿Son la una y veintitrés de la mañana y tú quiere hacer qué cosa dices?

Hubo un sonoro resoplido del otro lado de la línea.

—Escúchame bien porque si lo digo una vez más y no reaccionas voy a llamar a Jules.

—Yo soy tu mejor amigo, eso sería traición –balbuceó, totalmente desconcentrado.

—Hablo en serio, Ashton. ¿Cómo diablos puedes dormir con esos dos ahí fuera sin saber dónde están? –gruñó su mejor amigo y él terminó por sentarse y sacudirse el cabello con un bostezo.

—Sabes que podría dormir en un terremoto. Pero ya me has despertado dime que quieres.

—¿Es que no has visto la conferencia de prensa?

—No.

—De acuerdo, ya te contaré lo que dijeron, ahora mueve tu culo y venme a buscar.

—Son la una y veintitrés, veinticinco, de la mañana. 

—¿Llamo a Jules?

—Ni se te ocurra, te llamo cuando esté allí.

—Date prisa.

Ahora, sentado en el interior de su auto frente a la casa del otro alcanzó su celular y le marcó hasta que una ligera luz en la ventana del muchacho se encendió. Su amigo colgó la llamada antes de empezarla. Mientras esperaba por Alexei, Ashton rebuscó en su guantera hasta hallar una cajetilla de cigarros y sacó uno. Lo había acabado de encender cuando su mejor amigo abrió la puerta y se dejó caer en el asiento de copiloto con un quejito, sosteniéndose el estómago con una mano. 

—No fumes aquí dentro –le dijo Alexei, mirándolo.

—¿No se supone que debes hacer reposo? –le respondió el otro, sin apagar el cigarrillo, pero sosteniéndolo fuera de la ventanilla—. ¿Qué estamos haciendo?

—Bueno, me estás ayudando a fugarme para que podamos ir a por Casey y Joshua.

—¿Cómo se supone que haremos eso? ¿No dijeron que los estaban buscando?

—¿Viste la conferencia?

—No, pero mis padres comentaron algo en la cena –resopló y le dio una calada al cigarro.

—Tienes que deshacerte de ese vicio.

—Cállate –masculló, soltando el humo hacia la ventanilla.

—Bien, ya hablaremos de eso después –dijo Alexei y Ashton se encogió de hombros porque él no pensaba tener esa conversación con él—. Sí, en teoría los de Seguridad los están buscando, pero no los van a encontrar, Ashton. 

El ceño del Leo se frunció y se giró para mirar al otro chico ligeramente alterado por aquella idea.

—¿Cómo dices?

—No los van a encontrar porque ellos no están en ese bosque –Alexei se puso el cinturón de seguridad, sin mirar al otro—. Tú fuiste quien dijo que lo más probable era que los hubiesen capturado, ¿no? Bien, ahora creo que tienes razón.

Ashton asimiló lentamente esas palabras, jugando nerviosamente con el cigarrillo en sus dedos.

—¿Crees que los tienen los traidores?

—Sí y eso quiere decir que están en el mundo humano y allí nadie los está buscando.

—No van a encontrarlos.

—No.







La casa de los Everson estaba a tan solo unos pocos kilómetros de la de Alexei, a él y a Ashton no les tomó más de diez llegar. Era una casa mediana, idéntica al resto de las casas de la calle. El jardín era enorme, salpicado con florecillas de temprana primavera aquí y allá, un patio pequeño terminado por la línea de pinos que marcaban el inicio del bosque. Las paredes tenían un revestimiento de madera clara, la puerta oscura tenía un bonito tragaluz azul. 

Ambos sabían que aquella casa era un limbo y, aunque no entendían mucho cómo funcionaba, comprendían un par de cosas. La casa de Casey existía en ambos mundos y funcionaba como pase de un lado a otro. Mientras el limbo estuviera activo la puerta del frente en Zodiaco se abriría hacia el sótano. 

—El mundo humano es muy grande, Alexei.

El Escorpio ni siquiera miró al Leo, sus ojos seguían fijos en la casa a oscuras donde los padres de ella debían estar durmiendo. Se pasó las manos por el cabello con gesto nervioso.

—Lo sé.

—¿Cómo puedes saber que Casey estará en la ciudad donde está su casa? 

—¡No lo sé, Ashton! –se giró a verlo con enojo—. ¡¿Qué propones que haga?!

El otro chico arrugó los labios y volteó la vista al frente, suspirando.

—Pensar, creo debemos pensar antes de hacer nada.

—Si lo que propones es que nos quedemos sin hacer nada un segundo más…

—¡Escúchame, Alexei! –vociferó Ashton, apretando sus manos en el timón y girando el rostro para verlo con seriedad—. Yo también estoy preocupado, ¿bien? Pero si de casualidad acabamos buscando en la ciudad equivocada, ¿no sería eso una pérdida mayor de tiempo? ¿Cómo nos moveremos en el mundo humano? Nuestro dinero no sirve allí, no conocemos a nadie, no tenemos ni puta idea de donde están. ¡Quieres buscar una aguja en un pajar y ni siquiera sabemos en qué pajar buscar!

Ashton presionó las manos en su rostro con frustración mientras el otro se quedaba callado. 

—Yo también estoy preocupado, yo quiero ir a por ellos, te entiendo, maldita sea –le dijo, su voz dejando traslucir lo vulnerable que se sentía en ese momento—. Pero no quiero que por apresurarnos la caguemos. ¿Entiendes?

Buscó con sus ojos los de Alexei, pero el chico los mantenía en la casa de Casey con los labios fruncidos. Ashton resopló y dejó caer los hombros con cansancio. Cuando algo se le metía en la cabeza a Alexei, no había forma de sacarlo. Había pasado así con Casey durante los últimos años, Ashton era testigo. El Leo sabía que no debía ser bueno o saludable, pero Alexei adoptaba fácilmente conductas obsesivas con temas incluso pequeños. Lo manejaba bastante bien, lo disimulaba y se controlaba la mayor parte del tiempo, pero ahora cuando sus emociones eran fuertes y la frustración debía estarlo llenando no iba a haber forma de cambiarle las ideas.

—Vamos a casa de Delauney.

—¿Eres consciente de que todavía no son ni las tres de la mañana y quiere despertarla?

Alexei se volteó a verlo con expresión furiosa.

—Ya me estás tocando los huevos, Weiss –masculló—. Adalyn Delauney entenderá que es por el bien de su amiga y ahora mismo necesitamos su cerebro en este equipo. ¡Así que conduce de una puta vez!








Cuando Adalyn Delauney entró al asiento trasero del Lexus fue la primera vez que alguno de aquellos chicos la veía sin maquillaje. Ni siquiera en el árbol de Cesare aquella muchacha había dejado de lado el delineador de ojos y el polvo para su nariz. Aquella noche, en cambio, había sido despertada de improvisto en plena madrugada y con un par de palabras rápidas convencida de salir a encontrar con ellos en el auto de Ashton. No había tenido tiempo para más que ponerse unos pantalones y el primer pullover que alcanzó. Cuando cerró la puerta del auto con un golpe, haciendo que ambos muchachos giraran a verla, comenzó a recogerse el cabello en una coleta.

—¿Y bien? ¿Ahora qué? –preguntó ella, mirándolos.

—Esperábamos que tú nos ayudaras a saber en qué pajar buscar –dijo Ashton, aclarándose la garganta y ella arqueó una ceja.

—¿Qué?

Alexei le dedicó una mala mirada a su amigo y luego se dirigió a la chica.

—Pensamos que Casey y Joshua están en el mundo humano –le explicó—, pero Ashton tiene razón y no sabemos dónde buscar. 

—El mundo humano es muy grande –dijo Ashton—, podrían estar cualquier país o ciudad o pueblo.

—Bueno, descarta los pueblos pequeños –respondió Adalyn sin pensarlo mucho—, solo hay limbos a ciudades grandes, capitales mayormente.

—Igual siguen siendo muchísimos pajares para buscar dos agujas –murmuró el Leo y Adalyn asintió, jugando con su pelo nerviosamente—. Alexei cree que los traidores se los llevaron con ellos, como capturados o algo así –se encogió de hombros ante la mirada de la chica—. Pero eso tampoco nos da pistas, no podemos saber por qué casa se fueron como tampoco tenemos idea de por dónde vinieron.

Pasaron unos minutos en silencio, cada uno dándole vueltas a la ecuación, incapaz de resolverla.

—Tenemos que hablar con el padre de Casey –dijo Adalyn con efusividad, como si hubiera hallado la clave de la respuesta o el número a través del cual podía factorizar el resto de la ecuación. Los dos chicos la miraron con confusión, pero ella insistió—. Tenemos que hablar con Theo Everson. Y quizás con Paul Jennings también.

—¿¡El padre de Joshua!? –exclamó Ashton.

—¿Por qué? –interrogó el otro.

—En primer lugar, porque estoy segura de que a los padres de ellos tienen que saber lo que creemos saber sobre sus hijos. Tienen derecho y deben estar más preocupados que nadie –respondió para el Escorpio, como si fuera obvio—. Además, esos dos llevan años investigando el funcionamiento de los limbos como un proyecto conjunto entre la Universidad y los investigadores del centro de Seguridad…







Habían decidido primero visitar la casa de Joshua Jennings, porque geográficamente quedaba más cerca y no querían perder tiempo. Fueron solo cinco minutos hasta el edificio residencial donde los Jennings vivían. Decidieron que solo dos de ellos subirían y uno esperaría en el auto. Como no había elevador, Alexei fue obligado a quedarse en el auto. Él quería ir y Ashton estaba más que de acuerdo en que el conductor era quien debía esperar en el auto, pero Adalyn no iba a dejar que Alexei subiera cinco pisos de escalera con una herida que necesitaba reposo todavía en su abdomen.

Así fue que él se quedó solo en el auto a oscuras, mirando ansiosamente el edificio. Sus amigos se detuvieron en la entrada, no había cuidador o recepción como en el edificio de Ashton, pero la puerta estaba cerrada y debían llamar por intercomunicador para que los dejaran pasar. Se detuvieron frente al tablero viejo, con los números gastados y sin los nombres o apellidos de sus residentes. 

—¿Cuál es? –musitó Ashton, pero Adalyn no dudó ni un segundo antes de presionar el 5D.

—Era mi compañero en el trabajo integrador, por si no te acuerdas.

Ashton asintió al mismo tiempo que una voz masculina adormilada les contestaba.

—¿Buenas?

—¿Señor Jennings? –habló Adalyn, acercándose para que se le oyese bien.

—¿Sí? ¿Se puede saber quién llama a esta hora?

—Oh, siento mucho las molestias, señor Jennings. Soy Adalyn Delauney, compañera de año de su hijo Joshua –dijo e hizo una pausa, mirando al Leo—. Usted me conoció hace algunos meses, tuve que hacer unas tareas con Joshua…

—Sí –respondió rápidamente el hombre, su voz mucho más espabilada—. ¿Pero qué pasa a esta hora, por las Estrellas? 

—Disculpe, señor, viene conmigo Ashton Weiss y ambos necesitamos hablar con usted… Si pudiera bajar o dejarnos subir le contaríamos todo…

—¿Es urgente?

—Es sobre Joshua.

Ambos chicos compartieron una mirada nerviosa mientras el hombre se quedaba en silencio por unos instantes. Oyeron la puerta destrabarse con un pequeño ruido y movieron la vista hacia allí al tiempo que el hombre finalmente les respondía a través del comunicador:

—Suban.

—Gracias –murmuró Adalyn al tablero antes de entrar. 

Ashton la siguió de cerca, cerrando la puerta tras ellos. Los cinco pisos se veían idénticos, con la misma pintura de pared verde, las mismas luces frías, las mismas puertas oscuras. Las escaleras eran estrechas y empinadas. Subieron con prisa y en el último piso Adalyn dirigió la marcha hasta la puerta cuyo número metálico la identificaba como el 5D.

No tuvieron que tocar, pues Paul Jennings abrió en el mismo instante que se detuvieron. Ashton tuvo un instante para curiosear el aspecto del hombre. Era bastante alto, con una ligera calvicie en el centro de la cabeza. Tenía la misma nariz delgada de su hijo, pero sus ojos eran oscuros y sus manos mucho más nudosas. 

—Entren.

Adalyn se coló primero, pidiendo una disculpa por la hora. Paul Jennings vestía una bata larga y oscura por encima de su pijama. Sus ojos no pasaron tanto tiempo en la chica como en Ashton, investigando su cabello rizado, sus ojos cafés, su figura y la forma nerviosa en que se presentó.

—Ashton Weiss, señor –extendió una mano que el otro apretó—. También soy amigo de Joshua.

—Amigo –dijo el hombre, como probando la palabra y el otro chico se preguntó si Joshua había salido del armario para sus padres—. Puedes llamarme Paul, ambos, por favor, llámenme Paul y ahora siéntense y cuéntenme que es eso que quieren hablar de mi hijo.

La sala era pequeña, estrecha, con paredes de color melocotón, había dos sofás marrones y un televisor pequeño detrás de una mesita ratona. Un aparador mediano y largo sostenía varias fotografías sobre las cuales colgaban los títulos, reconocimientos y premios hechos a ambos padres por sus aportes a la ciencia. La luz en la estancia provenía de una lámpara de pie con pantalla amarillenta que quedó justo a la derecha del butacón elegido por Paul Jennings para sentarse. Los muchachos ocuparon el mismo sofá.

—Nosotros dos y Alexei Lyov estamos buscando a su hijo, señor Jennings –empezó Adalyn y el hombre los miró apretando sus cejas oscuras hasta formar una pequeña arruga en medio.

—Eso ya lo están haciendo las autoridades.

—Ellos no lo van a encontrar –musitó Ashton, captando la atención del hombre. Se quedó en silencio y Adalyn tuvo que codearlo para que continuase—. Creemos que su hijo y Casey están en el mundo humano y los de Seguridad no los están buscando allí.

El hombre respiró hondo, enderezando sus hombros y endureciendo su expresión.

—Si eso fuera así los de Seguridad lo sabrían.

—Puede que sí o puede que no –dijo Adalyn—, como sea, nosotros queremos hacer algo, pero necesitamos su ayuda para ello, señor Jennings.

—Sí –secundó Ashton—, la suya y la de Theo Everson.

—¿No quiere hacer algo para encontrar a su hijo, señor Jennings? –preguntó Adalyn.

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