❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 28 ❦︎
28. Necesito un cigarrillo.
Enero 2018
—¡Casey! –la voz de Ashton la hizo voltearse para encontrar al Leo avanzando por el pasillo del autobús en su dirección.
—¿Uh? ¿Pasa algo?
Él sacudió la cabeza.
—¿Te molesta si me siento contigo? No creo que aguante otro viaje largo junto a Alexei –dijo, sonriéndole. Casey apretó una sonrisa comprensiva y se lo pensó dos segundos antes de asentir.
—De acuerdo, a Adalyn no le molestará dormir en el hombro de Marshall.
Su mejor amiga no se molestó en absoluto, hasta se alegró al ver que Casey ampliaba su círculo social. Incluso en una situación tan inapropiada, Adalyn insistía en que su vida social era importante. Se sentaron cerca del fondo del autobús, ella del lado de la ventana y Ashton a su derecha.
—¿Entonces todo bien con Alexei?
Casey lo miró arqueando una ceja.
—¿En serio quieres que hablemos de él?
—No se me ocurre nada mejor –hizo una mueca y luego sacudió la cabeza—. Mentira, sí se me ocurre, pero no estoy seguro si debería preguntar.
Con un resoplido Casey se acomodó en el asiento, mirando la ventana.
—Habla.
—Te hubiera escrito por WhatsApp o algo, pero perdí mi teléfono así que tenía que esperar que volviéramos a vernos –empezó él, haciendo que ella lo mirara de reojo con impaciencia—. Ya sabes, perdí mi teléfono en año nuevo. Fue una fiesta algo…movida –se pasó las manos por el pelo e inconscientemente sus ojos viajaron a los otros asientos—. Pensé que nos veríamos el lunes en la escuela no en un autobús a la tierra de nadie.
—¿Llegará la pregunta o solo seguirás desvariando?
Ashton asintió, girando su cuerpo para enfrentarla.
—Cuando estábamos en el baño –frunció el ceño, sacudiendo ligeramente la cabeza—, quiero decir, cuando te ayudé porque te sentías mal después de lo del entrenador –se corrigió y Casey rodó los ojos porque ya le había entendido—, cuando descubrimos la ducha, sabes…
—Sí, toda derretida –lo ayudó ella, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
—Sí, eso. Pues… dijiste algo que se me quedó en la cabeza.
El Leo la observó atento. Casey llevaba el cabello castaño oscuro recogido en una coleta alta bien peinada; sus ojos pardos, con el verde cerca de la pupila y el marrón en los bordes del iris, lo inspeccionaban de regreso; sus mejillas pálidas permanecieron sin color, inalterables, calmas; sus labios delgados estaban un poco apretados en una mueca pensativa, como si estuviera decidiendo su respuesta.
—¿Qué recuerdas que dije exactamente? –susurró.
Ashton se dio cuenta que la situación era delicada y lanzó una mirada alrededor para asegurarse de que todos estaban inmersos en su propio mundo. Nadie les prestaba atención, los últimos chicos subían al autobús, los cuatro Signos de Seguridad tras ellos.
—Dijiste «El traidor es un Signo de Fuego» –masculló bajo, mirándola a los ojos con seriedad.
Casey arrugó la nariz y suspiró.
—Ah, sí, supuse que era eso…
El autobús arrancó cuando último de los hombres de Seguridad subió y Ashton volvió su vista a la ventana por instinto, para ver alejarse el edificio. No tenía prisa por volver a aquel lugar. A su lado Casey se mantuvo quieta, en silencio y cuando él notó que ella no decía nada volvió a mirarla.
—¿Entonces? –insistió.
La chica suspiró, lanzando una mirada a los otros asientos.
—No es el mejor momento…
—¿Tendremos otro momento para que me cuentes lo que está pasando?
Ella se miró las rodillas y se mordisqueó la uña del pulgar con nerviosismo.
—No se lo he dicho a nadie –murmuró, sus ojos inseguros viajando hacia el Leo.
—Puedes confiar en mí.
—De acuerdo, pero promete que no se lo dirás a nadie.
—Lo juro.
Dos horas después hicieron una pausa para estirar las piernas. Tan pronto estuvo abajo del autobús Ashton se apartó hacia los árboles, buscando en el bolsillo de su abrigo sacó la cajetilla de aquella mañana y tomó un cigarro. Normalmente prefería que no le vieran fumar, hasta para él era un hábito que preferiría no tener, pero estaba demasiado nervioso como para contenerse ahora mismo y nadie sabía en cuánto tiempo sería la próxima parada.
—¿Estás bien?
Ashton se giró, soltando una bola de humo y observando a Casey que lo miraba con el ceño fruncido. Estaban cerca del fondo del autobús, lejos del grupo. La castaña se metió las manos en los bolsillos del abrigo y Ashton le ofreció la cajetilla de cigarros, pero ella hizo una mueca.
—No, gracias.
—Son buenos para los nervios –se excusó—. Aunque puedo terminar muriendo…ahora mismo lo necesito –dio una enorme calada, recostando su espalda en el árbol más cercano. Casey se apoyó el tronco a su lado, a suficiente distancia para que las nubes de humo no le llegasen completas.
Permanecieron en silencio unos instantes, solo mirando al resto del grupo y sintiendo que ahora no pertenecían del todo a ellos. Ellos ya no eran parte del grupo de Signos inocentes que poseía valentía para luchar con algo desconocido. No, ellos ya no eran parte de esos niños que Daniel guiaba con los ojos vendados. Casey se había quitado la venda y luego había arrancado la de Ashton de un solo tirón. Ahora podían ver el camino, oscuro, indescifrable y peligroso.
—¿No le has contado a nadie más?
—No.
—¿Ni a Adalyn?
—No –respondió Casey, mirándolo de reojo un momento—. No quiero aturdirla, ya es suficiente con haber tenido al entrenador Ricardo muriendo bajo sus manos.
—Él está vivo.
—Sí, por suerte –suspiró Casey—, igual que con Olivia Moore, los disparos no fueron mortales.
—Quizás no querían matarlos.
Silencio, una nube de humo saliendo de entre los labios del Leo con un suspiro. El simple gesto de llevarse el cigarrillo a los labios, aspirar y luego dejar ir, comenzaba a calmarlo lentamente.
—¿Por qué crees que a ella no le dieron prensa? –murmuró la chica, alzando sus hombros como si quisiera protegerse del frío. La nieve en aquel lugar era ligera y bajo sus pies se derretía como una mezcla lodosa.
Ashton suspiró, moviendo con ademán nervioso el cigarrillo en sus dedos.
—Quizás porque hay algo entre ella y Daniel Hunter –se encogió de hombros el Leo, haciendo que Casey arqueara una ceja—. ¿No lees los periódicos de chismes? –no esperó respuesta, sacudió la cabeza y resopló—. Bueno, ellos no han confirmado nada, pero se sabe que son del mismo año…
—Eso no quiere decir nada, quizás son amigos.
—Eso sería suficiente para que él la proteja de los medios.
Casey se encogió de hombros y asintió.
—Sí, cosa que no podía hacer con el entrenador, puesto que el escándalo era demasiado grande.
Ashton asintió, dando otra calada a su cigarro.
—¿No crees que debamos contarle a nadie más?
—¿Para qué serviría eso?
—No sé, ¿para no cargar el secreto en nuestros hombros? –preguntó él, dando un último respiro al cigarrillo y pisoteándolo en el suelo.
—Me tienes a mí –murmuró Casey con el ceño fruncido, viendo que ya los llamaban para continuar el camino—. Yo llevo tiempo sin contárselo a absolutamente nadie.
—¿Ni al humano?
Casey lo miró con enojo.
—A él menos que a nadie, Ashton.
A Joshua Jennings lo despertó el movimiento en su brazo provocado por su mejor amiga: Juliana Corbelin. El Acuario se despertó con los sentidos embotados, mirando con desconcierto como los demás habitantes del autobús se ponían de pie y bajo la iluminación amarillenta del vehículo se movían cargando su equipaje.
—Hemos llegado, date prisa, Josh –lo zarandeó Juliana y él se aclaró la garganta, asintiendo.
Se puso de pie con gesto somnoliento, habían sido unas largas horas aburridas. Primero había leído, luego había mirado por la ventana, luego se bajaron a estirar los pies: Juliana dio saltitos a su lado y él dio pasos en círculos, al retomar el camino decidió dormir y lo había hecho por al menos tres horas. Ahora con pereza arrastró los pies fuera del autobús, dejando caer su maleta en el suelo de tierra.
Los ojos de Joshua trataron de abarcar la oscuridad a su alrededor, los árboles apenas dejaban espacio para un sendero marcado ligeramente en la tierra a través del cual había llegado el autobús. Se encontraban en un diminuto claro entre los troncos de hayas, abetos, helechos y arbustos. La noche era oscura, los faros del vehículo iluminaban a los alumnos dándoles brillos dorados a sus rasgos.
Joshua dejó caer su maleta cuando sus ojos se fijaron más allá del grupo en su destino. Era difícil definir aquel tronco ancho, lleno de venas claras verdosas que se confundían con el blanco de la madera. Subía vertiginosamente, se abrían las ramas, aquí y allá se enroscaban dando la sensación de ventanas, de un par de balconcillos escalonados en la cima. Joshua tuvo que ajustarse los anteojos en la nariz, tratando de abarcar con sus ojos el extenso follaje que en la oscuridad se veía negro recortado contra el cielo, mucho más alto que el resto de las copas.
—¿Qué es este lugar? –murmuró Juliana Corbelin a su derecha, boquiabierta.
—No lo sé… –murmuró Joshua, notando que había luz en los balcones superiores, ligera, débil, pero luz. Es misma luz apareció frente a ellos: parecía una fluorescencia natural en el tronco, las venas verdes se iluminaban alrededor de una cortina de hojas cubierta a medias de florecitas blancas.
—Ya saben de nuestra llegada –comentó uno de los hombres de seguridad a la derecha de Joshua, haciendo que el Acuario lo mirara. El hombre era alto, de piel pálida y de un cabello rubio demasiado claro para ser natural. Sus ojos se fijaron en Joshua, haciendo que el chico se encogiera—. Andando.
Fue aquel mismo hombre el primero en hacer a un lado la cortina y pasar dentro de lo que parecía un túnel oscuro, solo tenuemente iluminado por las fluorescentes venas. Juliana tiró del brazo de su amigo, haciéndolo adelantarse y seguir al resto del grupo que comenzaba a entrar por el agujero en la madera.
—¡Amelia! –exclamó Juliana, apresurándose y sobrepasando a Jules que iba delante de ellos para alcanzar a la Géminis y entrar con ella. Joshua resopló y se quedó atrás, sin pretender alcanzarla, prefería ser el último. Vio entrar a Adalyn y a Marshall y justo les siguió Casey. Ashton se quedó de pie junto a la abertura, indeciso, con la maleta aferrada en su mano.
—Si no vas a pasar, permiso –lo apresuraron Janis y Nasha, pasando cuando él se hizo a un lado.
Joshua avanzó hasta quedar junto a él.
—¿Entras?
Ashton lo miró de reojo y con una respiración honda asintió.
—Tú primero.
Joshua aceptó el trato y pasó primero, pero se aseguró de que el otro lo siguiera. El Leo tuvo que inclinar ligeramente la cabeza para no chocar con el techo. Joshua siguió volviendo su cabeza hacia atrás para verlo avanzar, respirando hondo en la penumbra del túnel. Por delante de ellos los otros murmuraban y comentaban al levísimo resplandor de las hebras que surcaban las paredes.
—Joshua…
—Vamos –murmuró el Acuario, sosteniendo la muñeca de Ashton para que siguiera andando.
Lo sujetó fuerte, pero no demasiado, y su agarre firme se mantuvo hasta que encontraron una escalera de caracol. Joshua podía oírlo contar entre dientes y la idea de que usara aquella técnica movió algo en su estómago. Había un poco más de luz viniendo desde arriba y Joshua hizo ademán de soltar a Ashton cuando esta comenzó a tocarlos; pero el Leo retuvo su mano un instante, consiguiendo que este se volteara.
—Gracias –murmuró Ashton y Joshua lo miró silencioso por un instante antes de asentir y retirar su mano para seguir subiendo—. Joshua –insistió Ashton y cuando aquel lo miró sus ojos tenían un brillo sincero—. Gracias, de verdad.
El Acuario no pudo reprimir una pequeña sonrisa.
—Para eso están los amigos, Ashton –comentó y siguió subiendo sin esperar respuesta.
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