❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 2 ❦︎
2: Los mejores disfraces
Octubre 2017
Ser la mejor amiga de Adalyn Delauney tenía sus pros y sus contras, como todo en la vida. Por ejemplo, Adalyn proporcionaba consejos a diestra y siniestra, pero siempre tenía hambre; te dejaba hacerle spoliers de las películas y los libros, y no se molestaba, pero tenía una veta chismosa que le hacía intentar sacarte tus secretos; era confiable y no revelaría los secretos que lograba sacarte, pero te hacía spoliers de las películas y libros.
Pero Casey podía sumar un par de cosas a esa lista. Recordaba la vez que su mejor amiga la obligó a ir al gimnasio, aunque solo consiguió llevarla por tres días, porque a diferencia de la rubianca la hija de Capricornio no tenía mucha fuerza de voluntad cuando de ejercicio se trataba. Y podía seguir añadiendo contras, que no opacarían ni un poco los pros de ser su amiga. Sin embargo, muchas veces, Casey Everson la odiaba. Justo como en ese momento.
—Podrías disfrazarte de gato, estoy segura de que tu madre me prestaría sus orejitas –dijo, alzando dos dedos sobre su cabeza, como fingiendo unas orejas.
Casey se cubrió la cara con vergüenza ajena.
—Ni hablar, no se las vamos a pedir –respondió, dándole una mirada de advertencia para que ni lo pensara.
Uno de los contras de ser la mejor amiga de la hija de Tauro era que cuando Adalyn quería algo lo conseguía. Razón por la cual, Casey cedió a sus deseos cuando se presentó en su casa aquella tarde. Sabía que su amiga no se iría si no era con ella disfrazada y en dirección a la fiesta de Alexei.
—Bien –suspiró Adalyn, dejando caer el conjunto de ropa que había elegido y volteándose hacia el armario—. ¡Ya sé! ¿De hippie?
Casey se preguntó qué supernovas había encontrado en su armario que la hiciera pensar en hippies. Estuvo a punto de levantarse de la cama para ir a averiguar, pero no tuvo que hacerlo. Adalyn se volteó, enseñando un pullover multicolor con el símbolo de la paz estampado en el frente.
—Y sé que Marshall tiene unas gafas redondas como las de John Lennon, así que le puedo decir que las lleve y te completamos el disfraz allí. Incluso puedes hacerte una corona de flores…
—No iré de hippie, Adalyn –dijo ella, haciendo una mueca.
Su mejor amiga rodó los ojos y lanzó el pullover hacia la pila de ropa en el suelo.
—No quieres ir de gata –habló, alzando sus dedos mientras contaba—, ni de hippie, ni de abuela, ni con el uniforme de la secundaria –enumeraba sin reproche, solo con voz pensativa—. ¿Quieres ir de marciana? Tu padre tiene unos trastes verdes en el armario del sótano que creo que pueden servir.
—Ya, claro, ¡no, espera! –dijo, su voz alcanzando un tono irónico—. Tengo una idea mejor, ¿por qué no me visto de panda? Seré todo un éxito, ya tengo hasta un abrigo que me hace ver como un oso.
La sonrisa de Adalyn fue enorme, como si no hubiera entendido el sarcasmo. No, peor, como si hubiera decidido ignorarlo y tomarse la idea en serio. Casey arrugó la nariz, llamándose tonta internamente. ¿Qué se tenía dicho? No darle ideas a Adalyn. La Tauro corrió fuera de la habitación y le dio cinco minutos de libertad para quejarse de su vida. Cuando regresó traía el abrigo en las manos y no paró hasta que se lo enganchó de los hombros.
—Será el disfraz del año, querida, dale, dale, busca tus jeans y el suéter negro que te hacen ver depresiva. ¡Arriba, Casey, que llegamos tarde!
—Pero… –la mirada de Adalyn no dejó lugar para protestas y ella terminó por levantarse y hacer lo que la otra le pedía.
En menos de quince minutos después había sido sentada en el comedor mientras Adalyn y su madre se ocupaban de maquillarla. Las brochas y cosas estaban desperdigadas por la mesa, su padre había sido desterrado de la habitación y Casey estaba por gritarle para que la salvara. Pero no podía, porque su madre le estaba aplicando un color en los labios, un color oscuro y negruzco. Adalyn se estaba encargando de su cabello, desenredándolo al tiempo que lo recogía en dos coletas bajas. Las hebras oscuras se acomodaron lacias con facilidad y Adalyn pasó rápidamente a sus ojos.
Casey se quejó, pero su mejor amiga no la dejó tranquila hasta que le hubo delineado los ojos y remarcado negros los arcos de los párpados y la punta de la nariz. Dio un último toque con el polvo y se alejó para mirarla como si de una obra maestra se tratara. Casey frunció el ceño y Adalyn le sacó la lengua con gesto juguetón.
—Miren lo que encontré –la voz de Theodore Everson se acercó a ellas. Casey se volteó a ver a su padre y sus ojos se abrieron con susto, como si quisiera pedirles piedad a los astros porque su padre traía un sombrero en manos, uno que ella había comprado hacía mucho tiempo y en cuya cima se alzaban dos orejitas negras.
—¡Es perfecto, señor Everson! –exclamó Adalyn, tomándolo para ponerlo a su amiga.
—Esto es denigrante –dijo Casey, haciendo que su madre rodara los ojos.
—A ver, ponte de pie y da una vuelta –apremió la mujer y Casey se puso de pie con extremada teatralidad. Dio una vuelta e incluso se dobló con aire principesco, ganándose un aplauso de su mejor amiga, que llevaba un disfraz de hada.
—Estás perfecta, señorita brabucona, ya podemos irnos –dijo su mejor amiga, mirando a los señores Everson—. Gracias por la ayuda, no volveremos muy tarde, lo prometo.
—Solo no beban –advirtió Theo, besando la frente de su hija, que puso mala cara—. Y si alguien intenta meterte mano me avisas que se la corto.
—¡Papá!
—Déjala, Theo –dijo Lena—. Tú bebías a su edad. Y tu hija ya está grande como para tener sexo.
—¡Mamá!
—¿Qué? Es verdad –apuntó la mujer—. Además, no es cómo si no supie…
—¡Está bien, nos vamos! –gritó Adalyn, agarrando la mano de su amiga y tirando de ella lejos de allí. Casey alcanzó su móvil y no opuso resistencia.
Dejó a sus padres hablando y se apresuró hacia el mundo de los Signos. Ella lo podía pensar de esa forma, podía pensar en sí misma como una persona con un pie de cada lado, porque su casa era una de las pocas casas limbos del mundo. Bien, no eran tan pocas, pero eran pocas comparadas con el tamaño de la Comunidad del Zodiaco. No es que su casa fuera extraña, era una casa modesta de dos plantas y tres habitaciones, con un solo baño compartido y una sala comedor. La cocina era pequeña y estaba a medio camino entre las escaleras y el sótano.
Era el sótano donde su casa era diferente. Si bien el resto de su casa estaba más en el mundo humano que en el mundo de los Signos, el sótano era el nexo. Mientras en el resto de las habitaciones el aire era de un cálido verano caribeño, el sótano era helado como el mismo infierno que se encontraba detrás de la puerta con el tragaluz. Porque si en las ventanas de la cocina Casey podía ver del otro lado de la calle un hermoso mar azul, al otro lado de aquella puerta había nieve, ligera y cayendo sobre ellas en su camino al auto de Adalyn.
Casey ocupó el asiento de copiloto, cerrando la puerta rápidamente y encendiendo la calefacción mientras su amiga se abrochaba el cinturón. Cuando el botón se iluminó en rojo se apresuró a ponerse el cinturón bajo la mirada de su amiga que encendió rápidamente la radio.
—Tenemos que pasar por Marshall –dijo Adalyn, mirando su celular antes de entregárselo a Casey—. Me ha dejado quince llamadas perdidas –bufó, arrancando el motor mientras Casey comprobaba en la pantalla las quince llamadas perdidas de Marshmellow.
Rodó los ojos al tiempo que su amiga aceleraba, dando un giro para regresar hacia la ciudad, o al menos a los suburbios donde Marshall vivía. El hogar de los Everson quedaba en un punto alejado del centro, donde las casas tenían espaciosos jardines y el tráfico era poco. Adalyn y Marshall vivían más cercanos a ciudad, donde las casas se iban agrupando y eran divididas por vallas, nada apretujadas, pero con jardines más modestos. Lo que quería decir que era una vuelta innecesariamente larga y lejana para llegar al lugar donde la fiesta de Alexei se estaría ya gestando.
—¿Y no podía ir él en su auto? –preguntó Casey, moviendo el control de la radio para encontrar algo más allá de las emisoras nocturnas de noticias.
—Dice que es un gaste de gasolina innecesario, que podemos ir los tres juntos –habló Adalyn, imitando la voz de su amigo y haciendo una mueca con los labios—. Le dije que estuviera listo para ir directo a tu casa, pero no quiso, así que estamos volviendo por el señorito.
Casey dejó salir un bufido a medio camino de la risa.
—¡Deja esa! –exclamó Adalyn, dándole un empujoncito a su mano cuando la voz de Taylor Swift cantando Shake It Out resonó por el auto. Le subió el volumen y en seguida empezó a mover los hombros mientras bajaba la velocidad para detenerse junto al muchacho esperando en la parada de autobuses.
Marshall entró con prisas, mascullando algo sobre el frío de mierda y cerrando la puerta de un portazo. Adalyn no le hizo caso, subió el volumen de la música y dio otro giro ilegal en forma de U para volver por donde habían venido. El muchacho frunció el ceño y Casey se giró a verlo sobre el espaldar al oírlo protestar.
—¿Podemos quitar ese ruido? –preguntó, sonando chistoso por los colmillos plásticos que llevaba su disfraz de vampiro. Se había peinado el cabello con una línea en el centro, liso de gel aplastado hacia los lados; su piel estaba blanca, posiblemente con maquillaje en polvo, y sus ojos delineados en negro.
—¿Por qué? –dijo Adalyn, cantando el estribillo y sacando una risa a Casey—. ¡A mí me gusta! ¡Y yo soy la dueña del auto!
—Haber venido en tu propio auto, te habrías salvado –se burló la hija da Capricornio y Marshall le dedicó una mirada irritada con las cejas arqueadas, antes de inspeccionar su maquillaje tan curioso.
—¿Y qué se supone que eres tú?
—Un panda, ¿a qué está preciosa? –intervino Adalyn, que movía sus hombros, y por tanto sus alitas plásticas y las antenas del cintillo en su cabeza.
—Sí, sí, preciosa –dijo Marshall con una sonrisa que hizo que Casey rodara los ojos y volviera su vista al frente.
Fueron veinte minutos hasta la casa de Jules Louis, veinte tortuosos minutos donde Adalyn cantó cada canción en la radio. Se detuvieron algo lejos de la entrada de la casa; y Marshall agradeció a las estrellas cuando la música del auto finalmente se apagó, razón por la cual se ganó a Adalyn enganchada de su cuello y tirándole de la oreja. Casey rodó los ojos y, mientras se acercaban a la casa de la cual provenía una música no demasiado alta, recordó que estaba yendo a una fiesta de cumpleaños.
—¿No deberíamos llevar algún regalo? –preguntó, aminorando su paso para evitar llegar a las decoraciones exhageradas de la familia Louis: las calabazas iluminadas, los fantasmas de jardín y las luces blanquecinas colgando como telarañas, incluso había una bruja saliéndose de la ventana del segundo piso.
—¿Quieres llevarle un regalo a Lyov? –preguntó Adalyn, volteándose para verla con una sonrisa en la cara. Casey en seguida arrugó la nariz—. Nunca pensé oír eso en mi vida.
—Por Saturno, Adalyn, estamos yendo a su fiesta de cumpleaños. ¿Qué hay de raro en qué piense que sería educado llevarle un regalo?
Marshall abrió la boca con intenciones de dar un discurso digno de un gran político, pero Adalyn lo interrumpió.
—Nada, toma, dale esto –dijo, sonriendo dulcemente y extendiendo hacia ella un llavero.
Casey frunció el ceño, reconociendo un diminuto coliseo romano. Miró el llavero y luego miró a Adalyn, que seguía sonriendo.
—¿De dónde sacaste esto?
—Me lo robé cuando fuimos al museo el año pasado –se encogió de hombros, ignorando la forma en que sus dos amigos la miraron—. Me dejaron sola con Amelia, no me culpen, cúlpense ustedes mismos por ir a disfrutar de esa colección de fósiles.
—Yo fui a la colección de arte –dijo Casey.
—Y yo a la de astronautas –habló Marshall, mirándola con acusación.
Adalyn sacudió sus miradas con un gesto de sus manos.
—¡Da igual! –se excusó—. Tú dáselo, es una baratija. ¿No quieres llevarle un regalo? Dile que lo compraste para él en el mundo humano. En tu ciudad seguro hay algún puesto de baratijas como esas.
—Uno, no vivo en Italia. Dos, no quiero que le pase por la cabeza la idea de que por alguna casualidad yo pensé un regalo para él. Tres, no voy a darle algo robado, Adalyn, estoy segura de que eso es un delito –dijo Casey, devolviendo el llavero a manos de su amiga.
El hada rosa rodó los ojos y se guardó el llavero en el bolso, sacando algo más.
—Pues dale esto.
—¿Un bolígrafo de Spiderman? –preguntó Marshall, aguantando una risita.
—Era tuyo, idiota –le gruñó Adalyn, poniéndolo en la mano de Casey—. Toma y vamos ya.
Casey rezongó, pero su mejor amiga la tomó del codo y terminó de halarla los últimos metros a través del jardín hasta la puerta principal. Volvió a quejarse y empujó el bolígrafo hacia su amiga, pero la muchacha lo rechazó y en cuanto tocó el timbre la puerta se abrió. Un zombi falso saltó sobre ellos, causando solo un ligero sobresalto a Marshall. El zombi se apartó y detrás de él apareció la madre de Jules, Ann Louis, disfrazada de zombi, a juego con el falso.
—Hola –dijo, sonriéndoles, con un cuenco de caramelos sujeto entre el brazo y la cintura—. ¡Casey! –exclamó la señora—. ¡Oh, por los astros, qué grande que estás! Desde que no te veía, niña –sonrió y luego de besarla en la mejilla saludó a Marshall brevemente y abrazó a Adalyn.
—Buenas noches, señora Louis –murmuró la hija de Tauro en el oído de su exsuegra.
—Buenas noches, cariño. Pasen, hay comida en la cocina, música en la piscina y la sala creo que ahora es un salón de póker o algo así. A mí me han delegado a la puerta –rio, haciendo que Casey le dedicara una sonrisa falsamente apenada—. Nada de alcohol para ustedes, solo ponche, en esos vasos naranjas, ¿bien?
Los tres muchachos asintieron y la mujer los dejó pasar después de fingir por un instante que quería comerse el cerebro de Marshall. Adalyn enganchó su brazo con el de Marshall y le dijo a Casey que irían a bailar. La hija de Capricornio no era mucho de bailar, así que solo asintió y se quedó atrás, con las manos metidas en los bolsillos y pasando su mirada por alrededor.
La casa de los Louis era grande y espaciosa, ambientada modernamente, con ventanas de cristal que ocupaban paredes enteras, adornos vegetales iluminados por pequeños focos de luz, pisos de madera pulida, sofás alargados y sin muchos cojines, de colores pálidos. En el pequeño pasillo donde se agrupaban las fotos familiares y el estante de las escobas, Casey perdió de vista a Adalyn y Marshall, que siguieron hasta la puerta al fondo que abierta dejaba entrar el aire movido de la piscina. Ella se asomó en la sala. La sala sí era un salón de póker y esperó que la señora Louis no hubiera visto que estaban apostando dinero real. Creyó que únicamente Joshua Jennings, Janis Andes y Nasha Unda estaban jugando sanamente con un monopoly.
Con las manos metidas en los bolsillos sintió el bolígrafo de Spiderman y arrugó los labios al no ver a Alexei por ninguna parte. Siguió por el pasillo, ignorando las escaleras a los cuartos y yendo directamente a la cocina. Por supuesto que había estado en aquella casa antes, conocía a Jules desde hacía tanto tiempo como al resto de los anormales de su curso. Conocía a cada uno de los miembros del año del Dragón, los conocía suficiente como para no querer saber más nada de ellos.
La cocina estaba llena de gente, alguien había encendido el karaoke en el comedor y Julina Corbelin, la Libra de su año, cantaba a toda voz de grito Hello. Pero siguió de largo, ignorando a un par más que se le quedó mirando. Atravesó el arco hacia la cocina, donde una larga barra de desayuno agrupaba vasos y distintas comidas que también había visto en la mesa del comedor. Allí estaba Alexei Lyov, apoyado en la encimera, con un vaso de ponche en sus labios, su risa y mirada dirigidas a Ashton Weiss, que sentado sobre el granito lanzaba hacia el techo e intentaba atrapar con su boca las aceitunas.
Un par de desconocidos, quizás gente que había visto alguna vez en su escuela, pero no recordaba, entró y secuestró parte de la comida para sacarla por la puerta de cristal a través de la cual se vislumbraba la amplia piscina y sobretodo las luces y los altavoces alrededor de los cuales se conglomeraban adolescentes bailando. Casey imaginó que ahí estarían sus amigos, lo pensó antes de ser descubierta por los ojos del Escorpio cumpleañero.
—Casey Everson –dijo, alejando el vaso de su boca para dedicarle una sonrisa.
—¿Qué hay, Casey? –saludó Ashton, la aceituna golpeándole en la nariz.
El Escorpio iba disfrazado de Fred, incluso con una peluca rubia y un pañuelo atado al cuello como el líder de la pandilla de Scooby. Su mejor amigo, el Leo que terminó por llevarse un puñado de aceitunas a la boca antes de hinchar sus mejillas con ponche, llevaba un disfraz de samurái, con una catana falsa en el cinto.
—Hola, Ashton –saludó y rodeó la isla de la cocina para extender su mano hacia Alexei, apuntándole con el bolígrafo de Spiderman—. Felicidades, imbécil.
Alexei arqueó una ceja y bajó la vista hacia el regalo. A Casey le dio la impresión de que se mordía el labio para no reír. Agarró el bolígrafo y lo movió entre sus dedos, inspeccionándolo. Casey aprovechó el silencio para acercarse a la mesa y alcanzar algunas confituras. Cuando estaba abriendo el envoltorio de un chocolate, Alexei preguntó:
—¿Por qué de Spiderman?
La chica se detuvo con el chocolate en los dientes. Terminó de tomar el trozo y habló con la boca llena.
—Porque era el que había en rebaja, ¿por qué más, idiota? –refunfuñó, ganándose una mirada divertida. Rodó los ojos y se guardó un puñado de dulces en el bolsillo antes de regresar con rumbo a la sala. Pero antes de dejar la cocina y atravesar el karaoke improvisado, oyó la voz de Alexei.
—Gracias, tonta –dijo el chico.
La muchacha arrugó los labios y no le respondió.
♡︎ ♡︎ ♡︎
[N/A]: Holi, aviso por si no lo vieron en mi tablero que las actualizaciones serán los martes y viernes.
Avisé que la actualización sería tempranito, 12:02 am es viernes y bien temprano jajaja... Subo esto y me voy a dormir uff.
¡Más importante! Por Instagram estaré pasando este fin de semana contenido extra sobre la historia. Subiré una descripción un poco más específica del poder de cada signo. Si gustas de verla, búscame cómo @androm3da25, también puedes ver el link de mi perfil está en mi bio aquí en Wattpad. El contenido que estaré pasando en Instagram no lo pondré en Wattpad, pues la plataforma le baja mucho la calidad a las imágenes :c
En fiiin...
Espero les haya gustado el capítulo, no olviden votar y comentar, no saben lo bien que eso le hace a mi corazoncito.
¡Nos vemos el martes!
Cam ♡︎.
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