Capitulo 7
Jaken se encontraba bastante confundido por el repentino comportamiento agresivo de su señor. Era tan raro verlo así de furioso, no comprendía que lo había puesto en tal estado.
¿Qué había pasado mientras él no estába presente?
Su amo quien generalmente es estoico, frío y despiadado, se encontraba desprendiendo una intensa aura demoníaca mientras escaneaba las llanuras y bosquejos de los terrenos infectados de demonios. Los fuertes vientos azotaban su cuerpo debido a la rapidez con la que volaba su señor.
— Amo bonito, ¿qué hacemos en los límites del territorio? — Jaken cuestionó con temor. Calló al sentir la intensa mirada de su señor.
El kappa trago nervioso y solo se mantuvo quieto, a la espera de alguna orden.
El alto demonio gruño levemente descontento al no poder localizar a su presa. El cuerpo de Inuyasha no estaba dónde lo había dejado. Comenzó a maquinar posibles escenarios, muchas opciones y entre ellas era el seguir con vida, eso no era para nada bueno.
El olor a muerte o sangre no fluía por el lugar, había presencia de otros demonios que parecían haber pasado por ahí.
— Jaken, busca al bastardo que mi padre engendró con esa miserable humana. — Sesshomaru ordenó tajante.
Jaken se inclino ante Sesshomaru obedeciendo sus órdenes, debía ser rápido puesto que el humor de su querido amo no era el mejor y fácilmente podía perder la cabeza.
Se acercó a lo que parecía ser sangre, posiblemente del Hanyō, hizo una mueca al sentir el penetrante olor. No le gustaba buscar de estar forma, pero no le quedaba de otra.
Sesshomaru cerro los ojos por un momento tratando de detectar cualquier sonido referente a su repugnante medio hermano.
— uff...
Sesshomaru frunció el ceño al escuchar un suave quejido, no, era un jadeo. No sabía si pertenecía a la cría, pero definitivamente era alguien corriendo. Sin medir palabra, dió vuelo hacia aquel sonido, dejando atrás a un Jaken consternado.
El objetivo del Lord era sencillo: buscar, matar y tal vez dar de comer los restos a otro demonio. No iba a perdonar ni permitir que otro cachorro fuera criado por su Omega, mucho menos aquel deshonroso mestizo.
Solo esperaba llegar a tiempo y terminar todo. Así, su madre no tendría por qué meterse en sus asuntos.
— ¡Déjenme salir! ¡Quiero salir! - Mitsuyi empujo una y otra vez la pesada puerta de madera logrando lastimarse por el sello que Sesshomaru coloco. - Por favor...Quiero salir...
Mitsuyi murmuro sollozante deslizándose hacia el suelo. Cubrió su rostro con ambas manos de forma desesperada y temblorosa, respiro pesadamente por las terribles lagrimas que salían de sus ojos. Sus garras llegaron a lastimar la carne de su rostro, pero no le importo.
- Inuyasha...- empujo la puerta nuevamente. El sello se activó y le dio una descarga que lo aturdió.
Su vista se nublo y se derrumbó en el frio suelo, parpadeo lentamente por el sangrando en su frente debido a su anterior agarre. Aunque eso no le molestaba, su mano se movió hasta la marca que Sesshomaru le hizo. Comenzó a hiperventilar y sus ojos se dilataron al recordar lo que hizo, enterró sus garras.
El aroma de la sangre lleno sus fosas nasales incitándolo a ir más profundamente y así, tal vez, podría quitar aquella marca maldita. Esa marca era una maldición para su raza, no quería terminar como su madre.
¡NO QUERIA! ¡NO QUERIA! ¡NO QUERIA! No quería... Pero terminaste como ella. ¿No?
Mitsuyi vio borroso, sus garras se detuvieron.
No, no, no, no... Pero si fuiste prácticamente un esclavo, pariendo camadas, tras camadas de crías y ¿para qué? para que todo-
¡Cállate!.... Volviera-
¡No es verdad!... Al mismo ciclo.
¡Inuyasha!... Esta muerto. Acéptalo ya.
Mitsuyi saco sus garras de un tirón haciéndolo jadear, su vista se nublo por completo solo observando por un breve momento la puerta abrirse. La sangre cubrió su visión y olfato.
Al desmayarse se encontró con un abismo negro, tan negro que le helo su cuerpo. Delineó su alrededor, no había nada más que oscuridad. Se hizo bolita tratando de no llorar más.
— Oh, que débil...
Esa voz...
— Débil, débil, débil, si. Tal como tú padre te crío, ¿o no?
No quería levantar la mirada, no deseaba hacerlo. Apretó su agarre en sus piernas evitando todo contacto con el.
— Siempre me ignoras. Yo debí emerger y liderar esa mentecilla tuya, Suyi. Dejame tomar el control, déjame ir.
Mitsuyi abrio los ojos sorprendido al sentir como tiraban de el. Su mirada se cruzó con una parecida a la suya, ojos cristalinos, pero estos no brillaban. Estaban tan muertos. Era el, su otro el, aquel que ha retenido en lo más profundo en su mente pero que lo atormenta cada vez que se debilita.
— Déjame matar.
Mitsuyi abrio los ojos jadeante. Tosió con fuerza ante su garganta irritada. Levantó ligramente la mirada en busca de algo de agua y se encontró solamente con el rostro de una mujer muy hermosa que le ofrecía un vaso con agua.
Mitsu mordía con fuerza sus labios ante la escena frente a el, era demasiado fuerte de ver pero no podia simplemente apartar la mirada.
Su padre estaba limpiando sus garras llenas de sangre, ¿Lo peor? Era de sus hermanos menores. Habían roto su paciencia al no poder defenderse de sus hermanastros, por lo que termino lo que comenzaron aquellas crías.
— Mitsu, ven aquí.— su padre ordenó con voz monótona. Mitsu se acercó con pasos firmes. — Ahora, tu eres el único.
Fue lo único que dijo antes de retirarse como si nada, dejando atrás a su hijo perturbado junto a los cuerpos mutilados de sus hermanos. Al ya no estar su padre, Mitsu se derrumbó en el piso de mármol y comenzó a llorar en silenció.
Es verdad que no fue cercano a sus hermanos menores, pero aún así eran su sangre y los vio desde pequeños. Era un demonio, pero tenía corazón y algo de moral, y eso lo llevo a tener problemas en algún momento.
Para los demonios tener corazón y moral significaba ser débil. Y un hijo débil nunca es bien aceptado.
Limpio sus lágrimas con rapidez y se levantó de golpe. Se alejo del desastre, sin mirar atrás. Los sirvientes se encargarían de limpiar, ya estaban acostumbrados a ese tipo de situaciones.
Mitsu se encamino hacia la única habitación en la que podía tranquilizarse.
La habitación de Suyi, por fin su hermano tenía una. Ya lo habían separado de su madre en vista de tener una recuperación más rápido para su próximo celo. Aunque no fue nada fácil quitarle a su hermano, lloro y peleó, pero al último sabía que no podía hacer nada. Estaba atrapada, al igual que ellos.
—Hola, Suyi. — Saludo a su hermano que estaba dormido en su cuna, ajeno a todo peligro. — Tienes suerte de no necesitar guardias. Me estoy arriesgando a venir, papá podría degollarme si me ve.
La habitación estaba al lado de los aposentos de su padre. Si lo escuchaba o veía, sería su fin.
— Debes crecer fuerte y sano para evitar terminar como nuestra madre. — Mitsu acaricio la mejilla de su hermano con suavidad. — No me gustaría verte así. Se que serás alguien poderoso, incluso si no puedes, yo te ayudare. Te ayudaré siempre, Suyi.
Mitsu dió un casto beso en la frente de su hermano.
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