Capítulo único
Ser el hijo de un monstruo
—¿Qué tan alto me puedes llevar?
—Tan alto como tú desees, hijo.
—No me sueltes, papá.
—Nunca lo haría ¿Confías en mí?
—Siempre, papá.
******
En aquel acogedor vecindario, de casas una igual a la anterior, jardines amplios y una pequeña vereda que terminaba en un parque; lo suficiente grande para acoger a los niños de los nuevos hogares que llegaban a la ciudadela con los sueños de iniciar una agradable vida; junto a una vista de cielos despejados, cálidos días, árboles frondosos, que poco a poco terminaban desnudos, producto del invierno que se acercaba. Ahora nubes grises adornaban los cielos, y en el aire se sentía una leve corriente, que traía consigo la premonición de un desastre difícil de creer.
*****
La prensa lo había catalogado como una de las peores tragedias ocurridas en los últimos años. Las imágenes de aquellos padres de familia que recibían el cuerpo sin vida de sus hijos, el llanto desgarrador, las expresiones de desesperación y la incredulidad; inundaron las pantallas de los televidentes.
7 víctimas del ahora considerado, el monstruo de la sonrisa cálida, despertaba el asombro y el rencor no solo de aquella comunidad, sino del país entero. País, que se sumía en una especie de luto colectivo, por aquellas vidas inocentes que habían dejado de sonreír, a causa —irónicamente— del sujeto de sonrisa cálida.
A lo largo de las semanas posteriores, personas de diferentes lugares visitaban el lugar donde había ocurrido el atroz hecho, dejaban velas y flores blancas, en memoria de los niños cruelmente asesinados. Lamentablemente ninguna persona podía quedarse más de 5 minutos en aquel espacio, producto del olor a pestilencia y cenizas que aún se sentía en el ambiente.
El luto acompañado de la ira, generó que en menos de una semana se llevara a cabo el juicio de siglo —como se le había denominado— y la condena de ese monstruo. 5 cadenas perpetuas no eran suficientes para el perpetrador de lamentable tragedia. A 6 meses de lo ocurrido, hay quiénes se preguntan si el hijo del monstruo tuvo alguna implicación en los hechos o si fue una víctima más. Sea cual sea la realidad, tendrá que cargar cada día de su vida con ser el hijo de un asesino, de un monstruo.
*****
20 años después
—Kyung, fuiste muy cruel con ese pasante.
—Deja de decir ridiculeces, Baek. Sabes que no tenía otra opción, era mi obligación decirle que su trabajo era un asco; honestamente ese proyecto no tenía potencial y yo no me podía quedar callado, ni mucho menos adornar la verdad. En algún momento me lo agradecerá.
Le respondió de manera prepotente a su amigo y socio, esperando que aceptara como siempre que él tenía la razón, cosa que por supuesto, no funcionó.
—Eres un gilipollas. Es por eso que todos te odian en secreto, aunque seas el jefe. —BaekHyun se paró dramáticamente de su silla, dirigiéndose hacia la salida de su oficina.
—Realmente eso no es un secreto —añadió KyungSoo con expresión neutra—. ¿Acaso ellos creen que no los escucho cuando susurran a mis espaldas o la manera en que a veces me miran? —inquirió, arqueando una de sus cejas—, estoy acostumbrado a que me dirijan esas miradas de odio, simplemente ya no me afecta.
Baekhyun, de cabello castaño, inmediatamente se arrepintió al decir ese comentario, luego de notar el semblante de su amigo, quien pretendía que nada de eso le afectaba. Pero él podía fácilmente leer más allá de esa expresión de autosuficiencia y darse cuenta que aquello, aun después de 20 años, le seguía afectando.
—¡Oye! deja de mirarme así.
—Perdona, no era mi intención. Si mal no recuerdo, hoy es ese día.
—Lo sé, Baek —interrumpió a su amigo, sin querer ahondar en ese tema.
Sabía muy bien qué día era ese. Las telarañas negras y naranjas, junto a las arañas de plástico y las brujas con grandes narices, que adornaban cafeterías y centros comerciales; le recordaban lo que esta fecha significaba.
—¿No estabas por irte? —preguntó, no teniendo más opción para escapar de esa atmósfera de incomodidad que se aferraba en su oficina.
Una vez que quedó solo en su oficina, se dispuso a organizar la estrategia que implementaría para la expansión de una serie de locales. Ser el jefe de una de las más prestigiosas oficinas financieras no era tarea fácil y a eso, agregarle ser el hijo de un asesino, simplemente complicaba las cosas. Un auténtico dolor en el trasero.
A lo largo de los años, había desarrollado esta imagen fría y mordaz para los negocios, tratando de esta manera de sobrellevar ese estigma que cargaba y que a pesar del tiempo que había pasado, la gente no olvidaba y se lo recordaba constantemente. En más de una ocasión encontraba tachuelas alrededor de las llantas de su carro —muy original—. Su casa recibía la visita de vándalos que con mensajes despiadados le dejaban muy claro que era un monstruo, el hijo de un asesino. Además recibía cartas de sus "admiradores", ese era el grupo de los más educados; seamos honestos, porque escribirle cartas al hijo de un asesino, independientemente del mensaje, debía ser de gente culta. Todas aquellas situaciones lejos de amedrentarlo, le generaban mayor deseo de superar la adversidad, dispuesto a ir en contra de la corriente, lo que le sirvió para convertirse en una versión del lobo de Wallstreet —nadie le llamaba así—, pero esa era su sueño, ser un monstruo, en el mundo financiero, por supuesto.
Volviendo a la realidad, había algo que le incomodaba y que no le dejaba avanzar en su trabajo. Era el día en el que sagradamente, una vez al año, visitaba a su padre en prisión; solo lo hacía por consejo de su madre. Si fuera por él, ese viejo podría pudrirse y morir en esa celda. Sin embargo, después de la visita del año pasado, decidió que ya no lo visitaría. A pesar de las protestas de su madre, era una decisión tomada y Do KyungSoo no se echa para atrás.
Cargado con el estrés y la ansiedad que ese día le generaba, solo había algo, o debía decir alguien en el que podía descargarse.
—SooJung, por favor infórmale al pasante que se aproxime a mi oficina y dile que se aparezca con un café.
Le informó a su secretaría, al tiempo que despejaba su escritorio de los documentos y de todo lo que podría interrumpir lo que estaba a punto de suceder allí.
—Me mandó a llamar, Señor Do.
Cinco minutos después, KyungSoo escuchó la voz del pasante que se encontraba en el marco de la puerta, esperando su aprobación para ingresar.
—Entra y cierra la puerta —ordenó con ese tono que usaba cuando estaba a punto de reprender a alguien; incluso cuando su sonrisa de medio lado lo delataba.
El joven pasante se acercó hasta quedar frente a la intensa mirada de su jefe, que parecía penetrar su alma.
—Aquí está su café amargo, como a usted le gusta.
En seguida le entregó el pequeño vaso que contenía el líquido. Con solo aquel roce de sus dedos, podía jurar que KyungSoo estaba más caliente que el mismísimo café
—¿Y la crema? —preguntó con fingida inocencia.
—Ya vendrás después.
JongIn le sonrió con coquetería. Lo que le llevó la visión de KyungSoo, su jefe, mordiéndose ese regordete labio inferior, que estaba más rojo de lo usual. Moría por tomarlo entre sus labios y apoderarse de su boca, pero primero, debía contenerse y esperar lo que tuviera por decirle el hombre frente a él.
—Señor Kim —retomó KyungSoo—, debo decirle que su proyecto realmente estuvo incongruente. No entiendo cómo usted pudo llegar hasta aquí. No sé bajo qué criterios el departamento de talento humano permitió que un ignorante como usted pisara mis oficinas —reprendió al pasante severamente, quien solo mantuvo esa sonrisa galante, como si estuviera esperando esa clase de sermón.
—En verdad lo siento, no era mi intención presentarle a tan honorable jefe, un proyecto que generara ese tipo de calificativos. No se preocupe, estoy trabajando arduamente en la corrección de este.
JongIn se fue acercando, rodeando el escritorio, hasta quedar a unos cuantos centímetros del otro hombre. Pasaron unos segundos, en lo que esperó a que su jefe saliera con algún comentario listillo, en vista de que no lo hizo, continuó:
—Espero que usted, de todas las personas que se encontraban en aquella junta, pueda entender mi situación y las distracciones que supone cuando...
Hasta ese punto llegaba su concentración, no podía seguir cuando el otro le observaba tan hipnóticamente, pero tampoco era presa fácil.
—Por cierto, solo llámeme JongIn.
Finalizó, antes de sellar la distancia que los separaba y juntar sus labios en una especie de baile erótico entre dos lenguas, mientras se devoraban la boca.
Una vez que recobraron el aliento y aún conservando la poca distancia entre sus labios, fue KyungSoo quien decidió hablar.
—Kim JongIn eres un pelmazo que se folla a su jefe en horas de trabajo —expresó con una gota de diversión en su mirada.
—No solo en las horas de trabajo.
Le recordó JongIn, ganándose que el otro mordiera su labio y un pequeño gemido saliera de su boca, el cual fue silenciado cuando KyungSoo introdujo su lengua en su cavidad oral. Inmediatamente sus manos. como si tuvieran vida propia, empezaron a moldear el cuerpo del más bajo, terminado con pequeños pellizcos en ese redondo trasero; dejando a su jefe en un mar de gemidos, que era aplacados por sus besos, que pronto se alejaron de sus labios para seguir un camino por ese cuello, probando con su lengua ese sabor tan adictivo, en lo que se había convertido ese juego de seducción.
—La ropa, rápido —ordenó KyungSoo en medio de jadeos.
Sin ánimos de hacerlo esperar, JongIn se dispuso a desnudarlo de la cintura para abajo, al igual que él. Con un abrupto jalón, lo posicionó sobre el escritorio, con él a horcajadas. Inició una nueva sesión de pequeñas mordidas, mientras una de sus manos se encontraba sobre la hombría de su jefe y la otra sosteniendo el trasero de este; empezando a prepararlo para lo que estaba por ocurrir.
Con su café ahora frío, ordenó y limpió toda la evidencia de la liberación de estrés que había ocurrido hace unos momentos con el joven pasante. Borró cualquier rastro de su ya mancillado escritorio. No sabía en qué momento había ocurrido esa —no relación— que llevaba con su subordinado. Una cosa llevó a la otra, y cuando se dio cuenta estaba siendo dominado con un movimiento ondular de caderas y con su trasero expuesto, mientras se encontraba en su oficina ¡en horas laborales! Había ocurrido con suerte, al contar con alguien que fuese discreto.
KyungSoo no se podía entender, ya que al ser una persona pragmática y objetiva, que nunca mezclaba placeres con el trabajo, se encontraba en esta clase de situación desde hace 4 meses y contando. Había algo en aquel moreno que le atraía; bien se dice que la mejor manera de liberarse de una tentación, es caer en ella y JongIn definitivamente era su placer culposo. Sonrió cuando recordó lo ocurrido hace apenas unos instantes.
Por más placentero que haya sido el encuentro con JongIn, no había podido borrar el rastro de ansiedad que le suponía esa fecha. Lo que en su infancia, el último día del décimo mes, era su día favorito, su padre se había encargado de convertirlo en su pesadilla personal, en el peor día del año. 20 años después aún no había podido borrar la culpa y su implicación en 7 asesinatos.
*****
Con esta ya era la novena carta, que desde hace un par de meses atrás estaba recibiendo, el remitente estaba marcado con una "K". Cobarde, pensó para sus adentros, mientras se encontraba en el jardín de su casa, recogiendo las demás cartas de sus "admiradores". Sin embargo, esa serie de cartas en particular, le ponían los vellos de punta.
De nada habían servido los psicólogos que le intentaron explicar que él no era el culpable, sino una víctima más de su padre; ni las palabras de su madre para hacerle entender que no fue su culpa. Muy en el fondo sabía que sí lo fue.
Suspiró cansinamente, desde aquella tarde, después de tomar su café no se había sentido muy bien, se encontraba cansado y algo mareado; no sabía cómo había podido conducir en ese estado. Finalmente estaba en la sala de su casa, recostado en el sofá, mientras pensaba en la última frase de la carta de ese tal K:
"La venganza puede tornarse tan dulce como el glaseado de un pastel o tan amarga como una taza de café".
Su madre siempre le había dicho que aquel que buscaba venganza llegaba sigiloso con un cuchillo por detrás.
Un sudor frío empezó a recorrer desde su espalda, se paró abruptamente desde el sofá, su corazón parecía a punto de salir. Sí lo que su mente estaba procesando en ese momento era cierto; eso quería decir que había una alta posibilidad que la persona detrás de esas cartas amenazantes, cumpliera su objetivo y siendo hoy el día en el que se conmemora... Un fuerte estruendo interrumpió el hilo de sus pensamientos.
Maldijo al instante por no haber informado a la policía de lo que estaba sucediendo; pero al recibir tantas cartas, no podía distinguir cuales podrían ser reales amenazas. Buscó en los bolsillos de su pantalón su celular, no estaba allí. No pudo moverse de su posición, ya que en ese instante recibió un fuerte golpe en su cabeza.
Cuando despertó, sentía un fuerte dolor en la cabeza, notó que se encontraba inmovilizado en una de las sillas de su comedor, con sogas alrededor de su cuerpo, con tan fuerte amarre que amenazaba con interrumpir la circulación sanguínea. Antes de protestar, recibió un fuerte golpe sobre su pómulo derecho, a los que le siguieron una ronda de golpes.
—¡Eres el hijo de un cobarde asesino y eso te convierte a ti en una vil escoria! —gritó su agresor, antes de seguir con los golpes sobre su cuerpo, lo que lo dejó inconsciente nuevamente.
Se despertó con el olor a metal, producto de la sangre perdida ante tan brutal golpiza que había recibido. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero aún seguía en su casa. Sentía un fuerte dolor que invadía su cuerpo.
—Veo que ya despertaste, pequeña escoria. —Se pronunció su captor.
Alzó la mirada, para toparse con el rostro del agresor, se detuvo para mirarlo detenidamente, pese a la inflamación que ya sentía en sus párpados, su rostro le era familiar. Esta persona estaba vestida de ropas oscuras, no era muy alto y no llevaba ningún elemento que protegiera su rostro, eso solo quería decir, que no permitiría que saliera con vida de esa situación.
Pese al miedo que le generaba, KyungSoo no iba a dejar que se reflejara en su rostro.
—Supongo que tú debes ser K, no te ofendas pero pensé que serías más alto.
Lo que le valió otro golpe.
—No te hagas el listillo conmigo, no pretendas que no estás asustado cuándo te estoy viendo temblar.
—No me digas que te excita verme temblar. No eres mi tipo. —Le respondió con altanería.
Sabía que iba a morir, así que en vano sería intentar humillarse y ser dócil con su captor. Inmediatamente sintió su carne siendo expuesta, lo que le generó un grito que lo descolocó. No se había dado cuenta que esa persona tenía una navaja y con la punta de esta, empezaba enterrarlo sobre su brazo, en diferentes puntos. Pronto la sangre empezó a fluir por su brazo.
—La próxima será en tu cara de muñeca —le amenazó sonriendo.
El dolor era más allá de lo soportable. Lo único que lamentaba era el no despedirse de su madre.
—Kim JongDae.
KyungSoo, debilitado por la pérdida de sangre, miró directamente a su captor.
—Si me vas a matar, hazlo, no necesito saber tu nombre —intervino con voz cansina, regresando la mirada hacia el suelo; gesto que enfureció al ahora conocido como JongDae.
—Mírame cuando te hablo —masculló el captor, sosteniendo entre sus dedos la mandíbula de KyungSoo para que no alejara la mirada—. Y si te voy a matar, será un gran favor que le haré a la humanidad. Pero antes quiero que sepas porqué lo hago, ¿te resulta familiar el nombre Kim MinSeok?
—La verdad es que no ¿debería? —respondió entre jadeos.
Lo cierto, era que ese nombre le resultaba familiar, probablemente de uno de los niños que su padre asesinó.
Una fuerte ola de calor atravesó su cuerpo, su piel ardía estaba quemándose, notó como se descocía la piel de sus manos, como si estuviera en una noche de zombis y él se estuviera convirtiendo en uno.
—¡Mátame de una vez por todas! —Le gritó a JongDae desesperado, quien sostenía en sus manos una olla que minutos antes había dejado caer su contenido sobre KyungSoo, agua hervida.
—Todos lo llamaban Minnie —JongDae continuó con su diatriba, sin inmutarse ante las súplicas y los gritos de KyungSoo—. Era mi hermano mellizo, lo hacíamos todo juntos, pero justo el día que íbamos a pedir dulces, me enfermé, así que no lo pude acompañar, creo que ya conoces el resto de la historia.
En medio de su nublada mente, Kyungsoo recordó a Minnie como uno de los niños que lo habían golpeado aquella noche. Irónicamente, 20 años después, recibía una brutal paliza por parte de su hermano. Intentó reír ante la ironía de la situación, lo que le salió como una tos.
Se iba a ir de este mundo a sus 26 años, sin haber conocido lo que era el amor, a pesar de su fachada hostil, deseó amar a alguien y ser correspondido. En su mente fueron apareciendo imágenes de JongIn, cuando le hacía sonreír, incluso en los momentos más tensos, su forma de tratarlo y esa mirada dulce a cuando se encontraban solos, pero que él nunca le devolvía por miedo a...
Su corazón ya sabía lo que su mente intentaba negar, en vano era el ocultar lo que sentía. En ese momento notó que estaba llorando, no sabía si lo hacía por la epifanía de sus sentimientos o por el dolor que sentía, probablemente se debía a esa última opción.
—No me digas que estás llorando —Empezó a reírse de manera histérica mientras observaba el estado deplorable del pequeño monstruo, que lo había dejado sin su hermano mayor—. Di tus últimas palabras, pequeña basura.
—La vida no es lo suficientemente larga para amar, ni para guardar tanto rencor —dijo en pequeños susurros, intentando mirar a los ojos de su captor.
Con sus últimas palabras liberadas, sintió desde su débil corazón, que no debía irse de este mundo guardando tanto rencor hacia su padre, sus propias palabras le hicieron añicos.
—Te perdono, papá.
Fue lo último que dijo.
—No entiendo como mi hermano se ha podido fijar en alguien como tú.
Fue lo último que escuchó, antes de sumirse en la oscuridad.
*****
Una luz blanca inundaba el lugar en el que se encontraba, una mirada más profunda hacia arriba, le permitió ver un par de nubes blancas. No sentía dolor, era un gran alivio que su alma hubiese sido perdonada.
—¿Estoy en el cielo? —le preguntó a la nada.
A lo lejos pudo escuchar la voz de alguien diciendo:
"Doctor, creo que está despertando".
Intentó reírse, porque nunca se imaginó que en el cielo los médicos seguirían trabajando.
A pesar de no sentir dolor y con toda la eternidad por delante, continuó con su pequeña siesta celestial.
*****
—¿Me estás escuchando, KyungSoo?
—¿Dónde estoy? Y por cierto deja de gritarme, te estoy escuchando fuerte y claro, Baek.
El de cabello castaño no pudo evitar rodar los ojos.
—Estamos en el hospital, es como la quinta vez que te lo digo, pero siempre te quedas dormido cuando te estoy hablando ¡KyungSoo! No te vuelvas a dormir. —Le advirtió.
—Déjalo tranquilo. Recuerda lo que dijo el médico, aún sigue somnoliento por los efectos de los sedantes.
KyungSoo no daba créditos a la voz que escuchaba. Ahora siendo más consciente de lo sucedido y el lugar donde se encontraba, se dio cuenta que no estaba ¿muerto? Inmediatamente abrió los ojos e intentó ponerse de pie, pero no lo consiguió, debido a un par de brazos que lo detuvieron.
—intenta tranquilizarte —dijo suavemente.
—¿JongIn? —preguntó con incredulidad. No sabía por qué se encontraba allí, pero le reconfortaba su presencia.
Al ver la confusión en el rostro de su jefe, JongIn decidió sostener su mano, rezando internamente para que no le fuera rechazada. Sucedió lo contrario, el más bajo sostuvo fuertemente su mano, mientras sus miradas se encontraron por un par de segundos; hasta que escucharon, un para nada, disimulado carraspeó. Ambos dirigieron su mirada hacia esa persona.
—Creo que me debes una explicación ¿no es así, Kyungsoo? —expresó Baekhyun, depositando una mirada severa hacia JongIn.
—¿Qué sucedió? —fue lo único que preguntó KyungSoo, que seguía confundido.
Durante la siguiente hora, le informaron que estuvo "en coma durante 9 días. Había entrado al hospital con signos de tortura física: fracturas en dos costillas, contusión cerebral leve, pérdida de sangre y quemaduras de segundo grado en sus brazos, manos y pecho.
Siendo aún 31 de octubre, JongIn había llegado a su casa y lo salvó de una muerte segura a manos de JongDae, quién actualmente se encontraba en prisión por secuestro e intento de asesinato, esperando su juicio.
Sorprendentemente los medios de comunicación no habían hecho tanto revuelo, tal parece que 20 años después, ya no causaba el mismo impacto. Aliviado y a la espera de lo que sería el juicio, KyungSoo procesaba la información que le proporcionaban; excepto por una cuestión:
¿Por qué JongIn había llegado a esa hora a su casa?
Duda que no demoró en socializar con los presentes. Inmediatamente el pasante bajó la mirada y Baekhyun decidió que el patrón de círculos del piso era más interesante.
—¿Nos dejas solos? por favor —solicitó piadoso JongIn, al mejor amigo de su jefe.
BaekHyun, aunque algo dudoso, se marchó de la habitación para darles privacidad.
—¿Qué sucede? —preguntó, ya sospechando que lo que tuviera por contarle el más alto, no sería de su agrado.
Tras unos segundos, JongIn tomó una bocanada de aire, lo que tenía por decir no sería fácil:
—No sé cómo decirte esto, pero como sé que no te gustan los rodeos, no adornaré la verdad —Empezó el menor, quien parecía bastante nervioso—. Siendo totalmente honesto contigo, he pasado la mayor parte de mi vida odiándote a ti y a tu padre.
JongIn no pudo evitar ver la expresión de tristeza que se formaba en el rostro de KyungSoo apenas reveló esta parte de la verdad, que cada día, desde que le conoció, le carcomía un poco.
—Llegué a la compañía con la única intención de acércame a ti para vengarme—explicó— mi hermano mayor, fue uno de esos niños.
Su voz se quebró cuando recordó a su hermano Minseok, pero decidió continuar, no quería ver aquellos ojos tan expresivos de KuyngSoo que de seguro, ahora le miraban con desdén.
—... Así que no dude en solicitar la pasantía en tu compañía. Definitivamente no estaba en mis planes llegar a involucrarme de esa manera con la persona que aparentemente odiaba, pero entre más tiempo pasábamos juntos, cada día me daba cuenta que tú, al igual que mi familia, fuimos víctimas de los pecados de tu padre, y que mis prejuicios fueron totalmente infundados. Al final dejé atrás los planes de venganza.
En ese momento, el menor se detuvo, no quería continuar, sabía que su confesión lo alejaría de él.
—Por favor, continúa JongIn. Mucha gente me odia, así que no te sientas culpable por odiarme. Te entiendo —KyungSoo intentó confortarlo; sin embargo parecía que el más alto estaba a punto de desmoronarse.
—Lamentablemente mi hermano no pensaba lo mismo.
—¡Espera! —El más bajo lo interrumpió—. Tu hermano, pero si dijiste que él...
—Tengo otro hermano, KyungSoo, eran mellizos. JongDae, es quién intentó asesinarte y también es mi hermano... y lo lamento.
JongIn no pudo evitar las lágrimas que empezó a derramar, intentó alejarse, pero el mayor quien todavía sostenía su mano, lo condujo hacia un lado de la camilla.
Luego, con leves palmaditas en la espalda, KyungSoo intentó calmarlo diciéndole que todo estaría bien; al contrario de lo que esperaba, JongIn empezó a llorar histéricamente mientras se aferraba a su cintura.
KyungSoo abrió los ojos, notando desde la ventana de su habitación en el hospital, que ya era pasada la noche; cuando intentó moverse, se dio cuenta que JongIn seguía ahí, abrazándolo fuertemente. Aunque le incomodaba un poco, no se alejó. Al menos dormido su llanto se había detenido. Observó el rostro del menor y con su mano lo acarició, era inevitable pensar que se había enamorado de aquel joven.
*****
Habían pasado 7 semanas y por fin podía abandonar el hospital. JongIn, su pareja, se encontraba empujando la silla de ruedas en la que se encontraba —podía caminar, simplemente era el protocolo del hospital—. Se dirigieron hacia la salida, donde los esperaría BaekHyun en el auto.
KyungSoo no sabía en qué momento había empezado su relación con JongIn, una cosa llevó a la otra, y cuando se dio cuenta se encontraba confesando sus sentimientos con palabras torpes y muletillas, que el más alto no desaprovechó para callarlo con un beso.
No había sido fácil llegar a este momento, durante aquel mes y medio, se debieron perdonar y hablar del pasado, con muchas lágrimas de por medio. Dejar todo atrás la culpa, el rencor. No era algo que se daba de un momento a otro; pero era algo que estaban dispuestos a hacer, para tranquilidad de su ser y de su emergente relación. Aún quedaba mucho por superar con los padres de JongIn y la madre de KyungSoo; estaba el tiempo, para curar las heridas, y ellos eran pacientes.
El juicio de JongDae sucedería en 2 meses. A pesar de haberlo perdonado. KyungSoo sabía que se debería hacer justicia y que tendrá que recibir la condena que el juez dictaminara. JongIn, aunque le dolía perder a su hermano, sabía que era lo correcto. Le había prometido a su hermano, que lo visitará semanalmente.
En cuanto a su padre, había falleció el 30 de octubre, noticia que no se le había notificado hasta hacía 4 semanas. Muchas emociones corrieron por su mente, cuando se enteró de la noticia; sintió alivio, porque su padre nunca notó que su hijo lo había abandonado al día siguiente; rabia, porque finalmente cuando lo había perdonado jamás tendría la oportunidad de decírselo en persona; tristeza, porque recordaba aquellos momentos de su infancia, cuando su padre lo cargaba y lo hacía girar en sus brazos, mientras un pequeño KyungSoo le pedía que lo llevara más alto, con la confianza que su padre jamás lo soltaría y lo dejaría caer.
Es por esos recuerdos, que una vez recuperado completamente, visitaría la tumba de su padre. En cuanto a JongIn, él aún no ha perdonado que su padre haya asesinado a su hermano; sin embargo, le prometió que lo acompañaría al cementerio. Tal vez algún día logre perdonarlo, o no. KyungSoo lo entendía.
Su madre no se encontraba acompañándolo en ese momento, seguía muy afectada por la noticia de su esposo fallecido, pero le había dicho que lo visitaría después.
—No pensarás quedarte en esa silla de ruedas, puedes caminar perfectamente —JongIn se detuvo frente a él.
Kyungsoo hizo un puchero con sus labios y alzó los brazos en dirección al menor.
—Cárgame —ordenó.
El más alto rodó los ojos, se inclinó permitiendo que KyungSoo lo rodeara con sus brazos sobre su cuello y sus piernas sobre su cadera.
—Creo que has visto demasiados dramas en la televisión del hospital.
Se quejaba JongIn, mientras esperaba a que BaekHyun aparcara el carro para llevarlos al apartamento de JongIn. El más bajo se negaba a regresar a su casa, alegando que le era un trauma el estar ahí; pero el menor, que conocía la personalidad de KyungSoo, sabía que solo era un pretexto para vivir juntos, simplemente era muy orgulloso para decirlo.
—Solo los suficientes, para saber que mi oppa es solo mío ¡OPPAAAA! —dijo elevando la voz; haciendo reír al menor.
—Cuándo se te pasen los efectos de las sedantes, te haré recordar este penoso momento.
—Te recuerdo que aún sigo siendo tu jefe, pasante —respondió a modo de advertencia, aunque JongIn podía notar en su mirada que solo estaba bromeando; bueno, al menos eso quería creer.
—Un pasante que se folla a su jefe —respondió orgulloso.
*FIN*
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A los lectores que siguieron la historia hasta el final, les agradezco y espero que les haya gustado. Aprecio sus estrellitas y comentarios.
Hasta una próxima oportunidad.
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