Capítulo 9

Salgo del despacho de Black con más preguntas de las que entré.

Mis rodillas prácticamente tiemblan cuando me acerco a mi escritorio y tomo asiento pensando que este hombre quiere sentirse "especial" para alguien.

Esa fue la palabra que usó. Y yo resulté la persona a la que él se remitió para intentarlo.

Por un demonio, sé que debería odiarlo, sé que debería salir huyendo de este lugar de trabajo en cuanto permití que exacerbe mis horas de trabajo y ni pensarlo cuando me pidió que me pusiera de rodillas frente a él, pero no quiero hacerlo.

Me falta el aire cuando intento teclear la contraseña de la computadora sobre el escritorio, no hago más que pensar en el motivo por el cual mi corazón casi estalla al momento que él me pidió ser el primero. Me lo pidió. Qué clase de hombre se toma la molestia de hacer eso hoy en día o de superar todos sus prejuicios o demonios mentales al punto de reconocer el querer sentirse especial para...¿mí? ¿Por qué yo?

—Pssst.

Vania me chista al otro lado, desde su escritorio.

Yo levanto la mirada como si me hubiera pillado dentro de mis propios pensamientos.

—¿Está todo bien?—me pregunta.

—Sí—murmuro.

—¿Pusiste el café?

—¡Cierto!

—Descuida—me dice poniéndose de pie—, prepara las cosas y tranquilízate para recibir al señor Mendes. El funcionario tiene estrictas medidas de cortesía, no sería buena idea que le atiendas con cierto nivel de estrés.

Vania es la secretaria que más tiempo lleva atendiendo para el Grupo Hamilton. Si bien, Black hace pocos años asumió el grupo empresarial con absoluta responsabilidad, anteriormente ella ya era la persona que servía a las tareas que el jefe del padre de Black necesitaba. Es muy sutil y discreta en lo que dice, en lo que comenta y en las cosas que sabe al respecto, por eso la preserva de su lado, no obstante decidió cederme esa información como un gesto de confianza. Yo lo interpreto de ese modo. Quiere que confíe en ella y, seguramente notó que entré a la empresa como una mosquita asustada.

Este tiempo he notado la importancia de endurecer mi carácter, ya al menos he tomado algunas estrategias "políticas" para dirigirme a algunas personas.

Por ejemplo, el hecho de revisar de antemano la data que se tiene de quien vaya a tener cita con Black. No para meterme en sus asuntos, pero sí a fin de saber qué esperar o el trato que conviene sostener.

El señor Mendes es un importante funcionario en Reino Unido, quien se encuentra delineando políticas de sanidad en los sectores que gobierna. Para ello ha recurrido a la firma Hamilton para licitar servicios que sí tienen que ver con el target de empresas que Black tiene a su cargo, no con las cuestiones de seguridad informática que supuestamente se había hecho pasar en falso con la persona que ayer se fue con un enojo enorme encima.

Pero si googleo su nombre, lo primero que me aparece son noticias vinculadas a su hijo más que las reuniones que mantiene con altos funcionarios de distintas partes del mundo.

Parece que es alcohólico y están intentando limpiar su imagen pública. Si algo también me permite a través de una bisagra el mundo de la política, de los grandes negocios empresarios y de las mafias que, en primer lugar, se codean demasiado cerca; en segundo lugar, que la imagen que los representa parece ser lo adecuado para los negocios que sostienen. Muchos pierden o ganan apoyo en la medida que consiguen sumar o restar gente que les idolatre y les quiera. Cuando pierden respeto popular, también pierden crédito las acciones de las empresas que sostienen, la relación es directa.

—¿Todo bien?

Vania me asusta cuando me habla. Levanto la mirada y me la encuentro de frente, sosteniendo una bandeja con tazas de café pocillo y cucharillas con opciones de azúcar, stevia o leche en polvo. Lo de siempre. Exceptuando que ella no derrama café ni debe limpiar las orillas al momento de colocarlo en la bandeja. Y la verdad es que tampoco me gustaría aprender a hacer eso sino enfocar mi mente en la pasantía para licenciarme algún día en administración de empresas, la carrera que estudio con ímpetu.

—Me lo vas a seguir preguntando hasta que te diga la verdad—le respondo con la voz tímida, siendo precavida de que la puerta tras nosotras no se abra y nos atrape cotilleando.

—No quiero la verdad—reconoce, a sabiendas de que me metería en problemas si dijese todo lo que ha sucedido—, sólo saber si tú estás bien, Mina.

Contengo el aire y debo recordarme de qué manera se respira correctamente para soltarlo sin que se note que estoy ahogada.

—Por...ahora... Estoy bien—reconozco, presa de la ansiedad.

Ella asiente.

Y toma nuevamente la bandeja:

—Cuando algo no esté bien, no dudes en pedirme una opinión.

Ella asiente.

Y se dirige hasta el despacho de Black.

Sus palabras quedan resonando en mi cabeza. ¿Por qué querría confiarme algo? ¿O ayudarme?

—Gracias Vania—escucho la voz de él—, por favor deja las cosas por allá y te estaré avisando si el señor Mendes o sus asesores necesitan...

Cierra la puerta.

Le sigue dando las indicaciones en privado mientras pienso si Vania será quizá el chivo expiatorio de Black. El motivo por el cual las secretarias pasan de una en una. ¿Hasta qué punto sería de confiar para mí o me expongo innecesariamente?

El teléfono suena.

—Señorita Western, le habla Nina de Recepción. Está aquí el señor Mendes.

—Oh, sí, Nina. Por favor, pídele a George que lo acompañe en el ascensor hasta el piso de Black... digo, del señor Hamilton—por un momento el hombre que me compró el desayuno o que me pidió ser quien me quite la virginidad se impone al mega empresario dueño del edificio donde estoy ahora trabajando y la persona gracias a quien todos los meses puedo pagar mis cuentas así como las de cada gerente y subgerente de todo este sitio.

—Claro, enseguida. Muchas gracias.

Y cuelga.

La verdad que no tengo mucha relación con Nina, sólo que es una persona que no entra en mi target de personas gratas ya que cada recepcionista en cada uno de los pisos tiene algo característico y es que se trata de personas sumamente atractivas. Motivo por el cual desde entonces me maquillo con mejor esfuerzo del que acostumbraba a hacer antes, ir a la peluquería aunque prefiera mi cabello castaño al natural o busque prendas que aún no llegan a ser de marca, pero más presentables que antes.

En cuanto cuelgo, saco del cajón de expedientes la carpeta de Mendes y la dejo sobre los archivos en el escritorio.

Un mail llega a la casilla de la secretaría privada de la empresa. El asunto dice "Para imprimir" cuyo remitente es la cancillería de Reino Unido en Madrid. Lo abro, descargo el contenido y paso a la impresora.

Cuando lo saco, no lo consigo evitar y una serie de palabras en cursiva llaman mi atención:

"los servicios de salud sufrirán una inflación de precios hasta el trescientos por ciento. Esta carta habilita la hiperinflación de los servicios e insumos básicos. Dicha negociación implica una tercera parte de..."

La puerta del despacho se abre y Vania sale con la bandeja vacía.

Me observa.

Me atrapa leyendo la nota, pero no dice una palabra. Sólo siento el peso de su mirada sobre mis manos sosteniendo la nota y mi corazón a mil sabiendo que algo de lo que hice no va bien.

—Yo... Ahí viene... Mendes—murmuro.

—El Dr. Mendes.

—Doctor, sí.

Es abogado, pero ¿hizo un doctorado?

Muchos cuando alcanzan lugares de poder se hacen denominar a sí mismos doctores, pero mi gran duda es si realmente lo son.

—Pon eso en la carpeta, Mina.

El ascensor abre sus puertas y cuatro personas aparecen delante de mí.

En primer lugar está George quien se encarga de dirigir los pisos que corresponden. En segundo lugar hay dos hombres sumamente atractivos y otro más rechoncho, los tres trajeados con una pinta que dan miedo de lo que imponen al pasar el ingreso.

Un operativo de seguridad sería montado para su llegada. Me pregunto qué estará sucediendo fuera, ingresar fue bastante fácil en el auto de Black, pero sé que la llegada de estas personas implica también otro tanto que pagarían millones por sus cabezas. Cuestiones de gente "superior", juegos de poder.

—Buen día, señorita—dice el sujeto más bajito en cuanto los tres se adelantan.

Vania toma la carpeta, saluda e ingresa para dejársela al señor Hamilton ante mi demora por haberla leído y no haberla llevado a tiempo.

Pero algo me dice que su movimiento no tiene que ver con cubrirme a mí sino con decirle que acabo de leer que triplicarán el precio de los insumos a licitar, siendo el pago correspondiente al Grupo Hamilton y...¿qué harán con las otras dos partes? La suma es millonaria. Y si la contamos también con los servicios "informáticos" que no existen...¿dónde está yendo a parar todo ese dinero?

—Señor Mendes—le saludo.

—Señorita, buenos días.

Es atractivo, imponente, alto, ha de medir metro noventa, es delgado, tonificado y con una presencia impecable. Huelen fantástico y su acento inglés al usar palabras en español tiene cierta elegancia. No muchos funcionarios deciden hablar el español aunque lo sepan. Es un gesto importante.

—Enseguida les recibirá el señor Black Hamilton—anuncio.

Pero un segundo después la puerta del señor se abre y sale Vania nuevamente para anunciar:

—Señores, un placer recibirles. Doctor, un honor. Por favor, pasen. El señor Black Hamilton ya puede recibirles.

Ellos responden con una sonrisa y pasan.

Pero con "ellos" me refiero al señor Mendes y al asesor, no al muchacho alto, con ojos azules que están para derretirse y su cabello negro revuelto le dan un aire juvenil. Apenas debe tener unos años más que yo, pero está para derretirse.

Y lo identifico pronto.

Antes de que me de su tarjeta y diga:

—Soy Emmet Mendes. Llámame esta noche.

Ay, por todos los cielos.

Entran los tres y la puerta se cierra.

Vania observa.

Y sonríe.

Yo también lo hago.

Mientras observo la tarjeta del bombonazo que acaba de entrar a la oficina donde anoche le hice una felación a mi jefe.

Y me siento una zorra...no en un sentido insultivo, sino una zorra con clase.

Hombres hermosos con poder, con la elegancia que me gusta.

—No diré nada—musita Vania y debo más bien leerle los labios.

Niego con la cabeza y guardo la tarjeta en mi bolso.

Mientras pienso en cuán peligroso es cada movimiento que hago. ¿Pensará Hamilton que he estado tratando de ligar con sus socios. ¿Cuál es el verdadero mensaje que transmite Vania a Black cada vez que en gesto sospechoso ingresa? ¿Se habrá dado cuenta que estoy empezando a dudar de sus gestos de cortesía o de tratar de trabar amistad conmigo?

Pero, ¿hasta qué punto yo también no me estoy ensuciando trabando relaciones laborales con una persona que se encuentra filtrando millones, vaya uno a saber dónde?

—Vania—murmuro, dispuesta a ponerla a prueba—. ¿Qué harías tu con cincuenta millones de euros?

Ella levanta las cejas. No porque sean sumas que no escuchemos en estas oficinas, sino porque he mencionado una suma que es frecuente en los documentos que circulan por estas oficinas.

—¿Qué?—pregunta ella.

—Me escuchaste, Vania.

Ella traga saliva y me analiza antes de responder:

—Pagaría a un hombre como el señor Mendes por una noche en mejor hotel. ¿Viste lo que es ese bombón? Bueno, parece que el hijo de echó un ojo...

Trago saliva.

Espero que no me estés traicionando, Vania...

Sólo estoy segura de que la respuesta de Black Hamilton no será la mejor. Le di mi palabra y él valora mucho la confianza.

¿Tendría mi primera vez justamente con mi jefe?

¡Hola! ¿Te acostarías con tu jefe?

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