Capítulo 15: Buscando las Excalibur
Puesto Avanzado de la [Organización], Kuoh.
- Frederick – le llamó Issei, guardando su teléfono tras cortar prontamente la llamada de su madre. – Creo que... tenemos una situación aquí...
- ¿Una situación? – Los otros miembros de la [Organización], que recién se habían empezado a parar de la mesa, se miraron entre sí en lo que el inglés le observaba extrañado. – ¿Qué ocurre?
- ... las exorcistas... están en mi casa... - confesó, sintiéndose súbitamente consciente de lo ridículo del estamento. – O al menos una de ellas lo está.
- Espera, ¿en serio? ¿Qué clase de coincidencia es esta? – Preguntó Jack a nadie en particular, mirándose perdido. - ¿Es que acaso eres un protagonista de anime o algo así?
- Ni yo sé bien que está pasando... oh, espera – el castaño recordó algo. – Una de las exorcistas parece ser una amigo de la infancia mía... eso explicaría como sabe dónde está mi casa y todo eso...
El grupo se giró a ver a Jack, quien se había ruidosamente llevado su palma derecha a la cara.
- Eres un maldito protagonista de algo, ¿verdad? Maldito suertudo o desgraciado, depende de a quien le preguntes...
- Ignorando el arrebato de Jack – continuó Frederick, magistralmente pasando de los comentarios mordaces del canoso treintañero. – Esta es una oportunidad para nosotros. Podemos aprovechar de recabar información y finiquitar planes con las exorcistas a fin de coordinar la búsqueda de las dichosas espadas. Sugiero también que alguien acompañe a Issei a encontrarse con las enviadas de la iglesia. Iría yo, pero... bueno, los padres de Issei creen que soy un ejecutivo de una empresa escolar, así que no puedo aparecerme como si nada. – El grupo, que no conocía la historia del inglés y el castaño, le miró extrañado, sin saber cómo había llegado a ser conocido así. – También podemos descartar a Jack...
- Es porque soy gordo, ¿verdad? – Se victimizó el peliblanco.
- ... ya que aparecer con un canoso en sus treinta vestido como prófugo siendo uno un estudiante escolar es simplemente demasiado sospechoso – continuó su razonamiento el rubio, ignorando nuevamente al Miembro Libre. – James tampoco está con nosotros. Eso nos deja con...
Las miradas se dirigieron hacia Chloe, la que al encontrarse siendo el foco de la atención desvió la mirada y negó con la cabeza.
- No. Ni siquiera lo pienses – y, para enfatizar su punto, se puso de pie y se dirigió a uno de los cuartos del apartamento, encerrándose.
- Bueno, ahí va ella. Siempre complicada, ¿eh? – Comentó Frederick, encogiéndose de hombros. Yuu negó con la cabeza antes de excusarse y salir del lugar, rumbo desconocido.
- Etto... ¿no puedo ir yo?
La atención del grupo cambió hacia la pelinegra que se encontraba a un costado de la mesa. Jugueteando con la empuñadura de su espada, la militar de la [Organización] les observaba tímidamente, sin duda algo avergonzada pese a su naturaleza extrovertida hasta el momento.
- ... podría funcionar – respondió Frederick tras unos instantes. – Después de todo, eres de casi la misma edad que Issei y las exorcistas te reconocen, además de enfrentarte a ellas en el duelo.
- ¡Bien! – Yuuki saltó en su lugar, dirigiéndose pronto a la puerta en lo que arrastraba al castaño con ella. – Entonces, ¡nos vamos!
- Un momento, Yuuki – le llamó la atención Frederick. – No puedes ir así.
- ¿Eeeeh? ¿Por qué no?
- Sencillamente... - habló ahora Jack, quien tenía una marca roja en la cara debido a la palmada que se diera a si mismo antes. – Porque no importa tu apariencia física o algo así si vas con una maldita espada y una pistola caminando por la calle. Podrías pasar desapercibida o no levantar muchas preguntas si vas solo con el uniforme, pero definitivamente la gente va a preocuparse si ven a alguien armado por la vía pública o en su propia casa. Ya nos costó camuflarte yendo en grupo con varios magos experimentados, imagínate con uno solo e inexperimentado como Issei aquí.
- ... ¿ups?
La pelinegra procedió entonces a rápidamente quitarse el cinturón que llevaba encima del uniforme y de donde colgaban sus armas y dejarlo sobre la mesa de la cocina, teniendo la "precaución", según ella, de tomar el arma de fuego y colocarla en una pistolera oculta bajo su falda.
- ¿Es eso necesario? Si te descubren sería algo muy difícil de explicar, sobre todo con las estrictas leyes de permiso de armas en este país – le preguntó Frederick, observándose preocupado.
- Prefiero tener un seguro con mi persona, sobre todo si voy a encontrarme con fuerzas que bien podrían ser hostiles de un segundo a otro – razonó la pelinegra, terminando de ajustar la funda oculta por sus ropas. Luego de aquello procedió a ajustarse la corbata y quitarse una mota de polvo de sus hombreras. – No destacaré mucho ya que no llevo la gorra militar, así que esto debería bastar. ¿Vamos?
Frederick estaba a punto de hablarle sobre los parches de rango que llevaba su chaqueta en las solapas del cuello y de sobre como estas seguramente llamarían la atención, pero no tuvo tiempo de hacerlo antes de que Yuuki hubiera agarrado del brazo a Issei y arrastrado fuera del lugar, apenas permitiéndole al castaño despedirse rápidamente del grupo. Peliblanco y rubio se miraron confundidos, antes de suspirar colectivamente.
- ... ¿una cerveza? – Preguntó Jack, dirigiéndose a la puerta.
- ... ¿sabes qué? Te acompaño esta vez. De todos modos, no tengo nada que hacer – el usuario del bastón le siguió los pasos, abandonando ambos el departamento. Ninguno de los dos adolescentes japoneses se encontraba a la vista.
- ¿Ohhh~? ¿Estás seguro de eso?
- A estas alturas me da igual.
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Residencia Hyoudo
El dúo adolescente en cuestión había recién arribado a la casa del mayor de ellos. Yuuki se había quitado la chaqueta del uniforme a mitad de camino, razonando que ir de camisa y corbata llamaría menos la atención que ir con una prenda que casi cualquier persona podría reconocer como algo relacionado al mundo militar, además de colocarse una banda roja para el pelo en la cabeza, argumentando que el contraste de colores desviaría la atención de "los lugares donde no debe estar". Si con aquello se refería a donde se ubicaba su arma o a algo más, Issei no lo sabría. Ahora que habían llegado a su destino, sin embargo, Yuuki se había vuelto a poner prontamente su chaqueta y había cambiado su rostro a uno serio.
- ¿Alguna idea de lo que nos podría esperar adentro? – Le preguntó la pelinegra a Issei, analizando sus alrededores en busca de señales de algún uso de habilidades exorcistas o de la iglesia.
- ¿La verdad? Ninguna. Aparentemente ella es mi amiga de la infancia, pero no me acordaba de ella. Mi madre la reconoció, pero ella no sabe nada del mundo sobrenatural. Si es que Irina le hizo algo a ella o a mi padre...
El tembloroso puño del castaño sintió una sensación cálida, girándose este para encontrarse con la mano de la pelinegra rodeándolo con una expresión confiada en su rostro.
- Descuida. No creo que sean tan estúpidas. – Le aseguró, llevando su otra mano hacia la empuñadura de su arma. – Pero estate alerta. No sabemos que puede haber allí adentro.
- ... entendido. – El castaño creó un círculo mágico en su palma, agradeciendo que no hubiera gente en la calle a aquella hora. – Vamos.
Caminando lentamente, el dúo se acercó a la puerta de la casa del castaño hasta estar junto a esta. Yuuki soltó las correas que sujetaban su pistola, con su mano acariciando el arma en cuestión, en lo que Issei abría la puerta con su llave.
- ¿Listo? – Preguntó Yuuki, obteniendo un asentimiento por parte del castaño. – Adelante.
Con un ligero golpe abrió rápidamente la puerta. Ambos adolescentes entraron a la casa, quitándose los zapatos en la entrada para no llamar la atención con el ruido que sus pasos provocarían con estos, y procedieron a aventurarse al interior de la estructuraanalizando sus alrededores. Pero no tuvieron que avanzar mucho: allí, en la sala de estar justo a su izquierda, se encontraban una de las dos exorcistas junto a la madre de Issei...
... y un álbum de fotos de la infancia del castaño.
Las risas del par no hacían nada para tranquilizarlo en absoluto.
- Kazehaya-san – la llamó Issei.
- ¿Sí? – Le respondió esta, visiblemente tranquilo ante la escena frente a ella.
- Mátame antes de que me mate yo de la vergüenza – la pelinegra no pudo evitar soltar una risa ante el comentario del dueño de casa, ocasión que aprovechó para volver a enfundar su arma y ocultarla nuevamente.
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- ¿Sabes, Jack?
- ¿Dime, Fred?
El par adulto, por su parte, se encontraba en la actualidad bebiendo cada uno una cerveza en un local cerca del centro de Kuoh. Pese a que intentaron pasar desapercibidos, el cabello canoso de Jack y la apariencia y bastón de Frederick les hicieron destacar de todas formas. Pese a eso, no parecían haber llamado la atención de ningún ser sobrenatural o peligroso, por lo que decidieron ignorar a la gente y concentrarse en su conversación.
- He escuchado que las cosas están algo difíciles en Europa. No he estado allá seguido en bastante tiempo, pero... ¿sabes algo de eso?
Jack corrigió algo su postura, antes de mirar a su alrededor en un acto de reflejo.
- Tendrás que ser más específico, Fred. Es muy ambiguo lo que preguntas. Además... - desvió la mirada.
- ¿...además?
- Hay mucha información clasificada volando en el aire, y los equipos de contención no parecen poder filtrarla toda – reveló, volviendo a tomar un trago. – Parece que es solo Suiza, pero hay muchas fallas de seguridad por algún motivo. Nadie se lo explica bien, y al parecer el [Consejo de Seguridad] está vuelto loco por el tema.
- ¿Y hay algo sobre el [Consejo de los 4]?
- ¿El [de los 4]? – Preguntó, extrañado. – No que yo sepa, ¿por?
- ... por nada. No te preocupes.
- Bueeeno... como digas...
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Residencia Hyoudo
- Hay, Issei querido. ¿Por qué no me dijiste que Irina-chan había vuelto? ¡Si se ha convertido en toda una dama!
- Yo mismo me enteré esta tarde, okaa-san...
Yuuki suprimió una risita desde la esquina de la sala de estar del hogar de los Hyoudo. El "interrogatorio" que le hacía a Issei su madre no dejaba de avergonzar al mago novato, con la exorcista, nuevamente cubierta con su túnica blanca, observando animadamente desde el costado. Pudo sentir como la miembro de la iglesia le enviaba ocasionales miradas preocupadas, como atenta a cualquier acción de la espadachina de la [Organización], pero no le dio motivo alguno para que se alarmara. Por el contrario, una vez pensó que Issei tuvo suficiente humillación pública, se adelantó dispuesta a rescatarlo.
- Señora Hyoudo, no nos hemos presentado – le llamó la atención a la señora mayor, con la mirada más amable e inofensiva que pudo musitar sin que se delatara su diversión interna. – Soy Kazehaya Yuuki, un gusto. Soy una amiga de Issei – finalizó su presentación con una ligera reverencia. Al no escuchar respuesta alguna se irguió, intrigada, solo para encontrarse con una mirada impresionada en las facciones de la madre del castaño.
- ...
- Etto... ¿hola?
- ¡Otou-san! – Gritó, provocando que los adolescente se alejaran unos pasos de reflejo. - ¡Issei trajo a una chica a casa!
El padre de Issei se asomó desde la cocina, viéndose igual de incrédulo que su esposa.
- ¿Es posible? ¡Tenemos esperanzas después de todo!
Yuuki e Irina observaron con una gota de sudor bajándoles por la espalda. Issei, por su parte, parecía querer que se lo tragara la tierra. Aprovechando la conmoción, sin embargo, el castaño se apresuró en guardar el libro con humillantes fotos de él cuando pequeño, a tiempo para cuando su madre reaccionó.
- ¡Kazehaya-chan, bienvenida! ¡Siéntete como en tu casa, por favor!
- Ah... c-claro, no hay problema, gracias... - algo incomodada por la efusividad de la mujer mayor, Yuuki le permitió guiarla hasta la mesa del comedor, al igual que a Irina, lugar donde las dejó sentadas tras prometerles que traería té y algo para comer mientras tanto. Rojo como un tomate, Issei se sentó después de ellas en la cabecera de la mesa, entre ambas chicas.
- Tienes unos padres muy... efusivos, Issei-san...
- No me lo menciones. Me harías un mejor favor si no vuelves a sacar el tema – mencionó el castaño con la cabeza enterrada entre sus brazos.
- Al menos tus padres siguen tan animados como la última vez que los vi. Eso fue hace... ¿diez años?
- ¿Importa? Lo que importa es que-
- Vayamos al grano, si podemos – los interrumpió la militar de la [Organización], atrayendo sus miradas. La madre de Issei entró y les dejó unas tazas de té con algunos bocadillos para compartir, retirándose luego ocultando una pequeña risa al ver a su hijo entre ambas chicas. Sin embargo, para los sentados en aquella mesa, el ambiente era mucho más serio.
- Supongo que tenemos asuntos que discutir después de todo... - comentó Irina, encogiéndose en su asiento mientras tomaba un sorbo de su té.
- Así es, exorcista – cualquier rastro de amabilidad pareció irse de la cara de la pelinegra, una expresión seria en su rostro. – Podríamos comenzar contigo compartiendo información. No estamos precisamente bien informados, después de todo.
- ¿? ¿No que nosotros ya sabí- ¡Auch!
Issei había comenzado a hablar cuando sintió una de las botas de Yuuki pisarle el pie, haciéndolo callar. Sobándose el lugar golpeado, observó como su amiga de la infancia le enviada una mirada curiosa antes de contestar.
- Supongo que tengo que hacerlo – suspiró antes de tomar otro sorbo de té, reordenando sus ideas. – Como le dije a los demonios de la ciudad, tres espadas Excalibur fueron robadas de sus recámaras en las tres iglesias principales. Estas fueron: Excalibur Transparency, Excalibur Rapidly y Excalibur Nightmare. Xenovia, que es la exorcista de pelo azul que iba conmigo, y yo fuimos enviadas a recuperarlas por parte de las iglesias católica y protestante, respectivamente.
- ¿Y la iglesia ortodoxa rusa? – Preguntó la pelinegra, curiosa.
- Declararon que se dedicarían a proteger el fragmento que les quedaba.
- ¿Y el último fragmento? Excalibur se dividió en siete partes, después de todo. Pero hasta ahora solo has mencionado el destino o ubicación de seis.
- El último fragmento lo tiene la casa Pendragon en Inglaterra. Está en buenas manos.
- Ya veo... continua.
- Como decía, Xenovia y yo fuimos enviadas a recuperar las Excalibur. Xenovia está armada con Excalibur Destruction, mientras que yo tengo Excalibur Mimic.
- ¿Mimic? – Preguntó Issei, confundido.
- Sí. Su poder le permite cambiar de forma. Por eso puedo llevarla a todas partes con esta forma – indicó, señalando su pulsera. Esta se deformó y entendió de la nada, quedando finalmente una katana en la mano de la exorcista.
- Genial...
- Muy práctico, por lo demás – mencionó Yuuki, observando la espada sagrada. – Eso además demuestra lo desesperadas que están las iglesias. Están arriesgando más de la mitad de los deterrentes que les quedan para recuperar las espadas. Si el mundo sobrenatural en general se enterara sería un caos.
- ¿Ah sí? ¿Tan importantes son esas espadas? – Preguntó Issei, sorprendido.
- Son espadas sagradas capaces de dañar a los enemigos de Dios mortalmente, en especial a los demonios, que son el enemigo número uno de la iglesia – explicó la exorcista, siendo interrumpida por la espadachina de la [Organización].
- No solo eso. Por ser espadas tan poderosas, son deterrentes de las iglesias contra las acciones mayores de otras facciones sobrenaturales. Si se corre la voz de que las perdieron, entonces los demonios podrían empezar a campar a sus anchas por todos el mundo, sin nombrar a otras razas sobrenaturales. Los exorcistas no darían abasto, sencillamente – sentenció. Issei notó el tono grave de la pelinegra, calando en su mente la gravedad de la situación.
- Y-ya veo...
El silencio se hizo en la mesa, cada uno sumido en sus propios pensamientos y en sorber su taza de té.
- Bueno, es suficiente de explicaciones – les llamó la atención Yuuki, dejando su taza sobre la mesa. – Es hora de hablar de negocios. Más específicamente, tenemos que coordinar como haremos la búsqueda de las espadas. Nos dijeron que estaban en Kuoh, ¿pero tienen alguna idea de donde buscar exactamente?
- Bueno... - Irina se quedó callada por unos segundos. – Nosotras no rastreamos las espadas. Otros equipos realizaron la búsqueda por nosotras y las ubicaron en esta ciudad tras seguir su rastro por la mitad del globo. Han enviado a varios exorcistas antes, pero perdimos el contacto con todos. Suponemos que están muertos.
- Hum... ¿han buscado en la iglesia de las afueras de la ciudad? – Preguntó Issei, tratando de aportar a la conversación.
- Sí. Esa iglesia de hecho es donde nos estamos quedado actualmente – informó Irina, con la mayor cara de naturalidad que pudo poner. – Xenovia está allí ahora mismo, tratando de arreglar algo el lugar para hacerlo más habitable.
Issei se refrenó de decir que él estuvo ahí cuando ocurrió el combate que dejó el edificio en estado deplorable. No es que estuviera destruido, pero obviamente estaba en pésimo estado, con su interior hecho un desastre y el sótano probablemente simulando una escena de masacre de cualquier película violenta occidental.
- ¿Hay una iglesia a las afueras de Kuoh? – Yuuki, por su parte, no conocía ninguno de estos antecedentes, y desconocía la existencia de la iglesia en su totalidad. Issei decidió informarle sobre los hechos que involucraban a esa estructura, pero fue interrumpido por Irina.
- Así es. Mi padre se encargaba de ella cuando vivíamos aquí, pero desde que nos fuimos a Inglaterra ha estado abandonada – informó. – Aun así, no me esperaba que diez años de abandono le hubieran hecho tanto daño...
"¿No sabe sobre la batalla que hubo allí?" Se preguntó el castaño ante sus palabras, extrañado. "Pero había miembros de la iglesia en ese momento..."
- Pues bueno, si ya han buscado en la iglesia, no queda más que organizar grupos de búsqueda y patrullar la ciudad. Deberíamos empezar por las afueras e ir adentrándonos hacia el centro de la paulatinamente – decidió la pelinegra, cruzándose de brazos.
- Sí, eso es lo mejor – confirmó la exorcista, asintiendo. Issei suspiró.
- ¿Tienes un teléfono, Irina-chan? – Preguntó, sacando el suyo. – Así podemos comunicarnos más fácilmente. También podemos ir informándonos entre nosotros de los hallazgos de cada grupo.
- ¿No deberíamos organizar grupos primero?
- Creo que lo más probable es que tú y Quarta-san formen un grupo y los miembros de la [Organización] formen uno o dos – explicó, sorprendiéndose de su propio razonamiento. – Después de todo, ustedes parecen más cercanas y acostumbradas a trabajar la una con la otra. Tener magos extraños con ustedes reduciría su eficacia.
- Ohhh, vaya Hyoudo-san. Puedes decir algo inteligente de vez en cuando después de todo – el castaño no sabría si aquello era sarcasmo o una felicitación. Decidiendo finalmente preguntarle después, intercambió números de teléfono con Irina en lo que volvía a tomar la palabra.
- Mañana es viernes. Durante el día ustedes y algunos de los nuestros empezarán a buscar las espadas. Cuando terminen las clases podremos empezar los que faltamos.
- ¿Saben algo de los demonios? – Preguntó la exorcista. – No me gustaría que intervinieran en la misión...
- No deberían, ¿verdad? Después de todo, dijeron que se quedarían dónde estaban...
- Es posible que el rubio con el que pelearon intervenga – interrumpió Yuuki, recordando el duelo y lo que le había contado Frederick en el camino desde la Academia Kuoh al Puesto Avanzado. – Después de todo, parece tener un odio profundo por las espadas. No sería raro que nos lo encontrásemos vagando por la ciudad buscando las Excalibur.
- Un solo demonio no dará problemas – aseguró Irina, confiada. – Y si los demás demonios de la ciudad cumplen su palabra de no entrometerse, este asunto estará solucionado dentro de nada de tiempo.
- Ya...
Issei podía decir sin temor a equivocarse que Yuuki no creía que el asunto fuera a solucionarse tan simplemente como decía Irina. Esta, por su parte, parecía estar en un exceso de confianza, aunque no tenía idea sobre qué.
- En ese caso... ¿por qué no definimos las áreas de búsqueda? – Sugirió para continuar con la conversación. – Dividamos la ciudad en tres partes. El tercio más cercano a la iglesia será territorio de búsqueda de ustedes, el tercio más cercano a la Academia Kuoh será de mi grupo y el territorio restante será de los otros miembros de la [Organización]. ¿Están de acuerdo?
Ambas chicas asintieron a las palabras del castaño, aparentemente satisfechas.
- Si no hay nada más que discutir, me retiro – anunció Irina. – Se hace tarde y debo irme de vuelta a la iglesia. ¡Fue un placer ver de nuevo a tu familia, Issei-kun!
La exorcista se perdió pronto a través de la puerta de la casa, desapareciendo de la vista de los dos magos. Estos suspiraron cansados una vez se hubiera ido: era agotador lidiar con ella, aunque no lo pareciera.
- ¿Te vas también? – Preguntó el dueño de casa a la militar. Esta se encogió de hombros.
- A menos que tengas algo más que decirme, supongo que sí. Como dijo Shidou-san, se hace tarde y no es muy correcto de una señorita caminar sola por estas horas – bromeó, plenamente consciente de que podría encargarse de cualquier ser humano que intentase hacerle daño.
- Hablando de eso, creo que sería buena idea que supieras lo que ocurrió en la ciudad hace un par de meses atrás.
- ¿Ocurrió algo?
- Es la razón por la cual la iglesia está en tan mal estado.
- Ya veo...
Los dos adolescentes se pararon y, guiados por Issei, se dirigieron arriba hacia la habitación del castaño.
- ¿No deberías decirles a tus padres dónde vamos?
- A menos que sea masoquista o quiera otra ronda de burlas y vergüenza pública, creo que estamos bien.
- C-claro...
Una vez en la habitación Issei se sentó sobre su cama, mientras que Yuuki tomó el asiento frente al escritorio. El castaño notó como la militar observaba maravillada el lugar, pese a no ser nada del otro mundo.
- ¿Ves algo que te fascine? Es una habitación bastante normal si me preguntas...
- Bueno, no había estado en una habitación promedio japonesa desde hacía años – Explicó. – La mayoría de nosotros los militares en servicio activo tenemos que vivir en barracas de habitaciones compartidas con otros soldados donde los objetos personales son limitados. Los oficiales apenas tenemos la ventaja de ser menos en el mismo espacio. Solo los altos mandos tienen derecho a una habitación o casa propia.
- Espera. ¿Hace años? ¿Cuánto tiempos llevas en la [Organización]?
- Bastante – respondió vagamente, todavía fijándose en los detalles del lugar. – Era bastante pequeña, con una enfermedad difícil de tratar. Me ofrecieron curarme a cambio de trabajar con ellos. No tenía nada que perder, por lo que acepté. Sobreviví al tratamiento y entré a la Academia de Magia Militar de la [Organización]. Desde entonces prácticamente mi vida entera ha sido dedicada a la causa.
Incluso Issei podía notar la nostalgia detrás de esas palabras.
- ¿Y tus padres? ¿No te dijeron nada?
- Mi madre había muerto para ese entonces. Mi padre apenas se dignaba de pagar mi estadía en el hospital, pero no me veía nunca. Luego del tratamiento no supe más de él.
- Oh, lo siento. Por preguntar, digo...
- Esta bien. Fue hace mucho.
Un incómodo silencio invadió la instancia. Ninguno miraba al otro, la chica sumida en sus pensamientos, el chico preocupado de no levantar banderas rojas. Al final, Issei se cruzó de brazos y carraspeó para llamar la atención de su acompañante.
- B-bueno, dejando eso de lado, vayamos al motivo de por qué te traje aquí.
- ¿Intentas hacer un movimiento conmigo, Issei? – Le preguntó desinteresadamente, antes de seguir de forma monótona. – Lo siento, pero no estoy preparada para ninguna relación con nadie ahora mismo, intenta con otra persona.
- ¡C-claro que no, Kazehaya-san!
- Pffft, ¡jajajajaja!
- ¡No te burles!
Conteniendo sus carcajadas a duras penas, la militar escuchó la explicación de Issei sobre lo que pasó en la iglesia con mediano interés, divertida por el enrojecimiento en las mejillas del castaño.
- En resumen, ¿protegían a una monja de un grupo de caídos y demonios renegados que tomaron refugio en la iglesia, y al ser secuestrada la hermana de la iglesia atacaron el lugar?
- Exacto. El interior del edificio fue destruido por el combate y diría que casi todo el grupo sobrenatural fue eliminado. Los demonios no alcanzaron a participar en el combate, ya que aparecieron al final de este cuando todo había acabado.
- Hmm...
Yuuki pareció pensar por unos segundos, llevándose una mano al mentón en contemplación.
- Dime, Hyoudo-san...
- Llámame Issei si te es más cómodo.
- Entonces llámame Yuuki. Cómo decía, Issei-san... ¿mataste a alguien en aquella batalla?
- ¿Eh?
- Lo que escuchaste. ¿Mataste a alguien en aquel combate de la iglesia?
- Bueno, derroté a la ángel caído que lideraba al grupo...
- ¿Pero la mataste? – El silencio del castaño delató su respuesta. – Ya veo. Tendremos que trabajar en eso.
- ¿? ¿Qué quieres decir?
- Admiro tu contemplación de no matar a nadie si te es posible, pero no podrás sobrevivir en este mundo si no están dispuesto a mancharte las manos de sangre. Sobre todo si trabajas para la [Organización].
- N-no puede ser tan malo... ¿verdad?
- ¿Ah no? Dime, Issei-san, ¿Cuántas veces has visto a Frederick o algún otro miembro de la [Organización] matar a alguien en los pocos meses que llevas dentro?
Issei se calló, recordando sus experiencias vividas hasta aquel momento. No podía negar que Yuuki tenía razón. El mismo día que fueron a Suiza por primera vez había una batalla en aquella casona de campo de la [Organización] en los Estados Unidos, después de todo. Y después, cuando asaltaron la iglesia, vio a Jack y a Yuu competir por quien eliminaba a los guardias enemigos más rápido, para luego ver con sus propios ojos como otro equipo irrumpía en la estructura disparando a su interior, eliminando a todo ser viviente que se les cruzara delante sin muestra alguna de piedad. Después, cuando descendieron al sótano, hubo otra batalla a muerte entre sus compañeros por un lado y los caídos y los demonios por el otro.
Sin temor a equivocarse, podía decir que era el único miembro de la [Organización] en aquella operación que evitaba tener que matar a alguien activamente, tanto como para encargarle a Frederick que lo hiciera por él una vez hubiera derrotado a Raynare.
- Tu silencio me demuestra que las veces suficientes como para comprender el violento ambiente en el que nos movemos – sentenció la pelinegra, suspirando en lo que se estiraba ligeramente. – Aunque debo decir que, dados tus reparos sobre tomar la vida de alguien, en un equipo de mando de los Equipos Civiles la tienes mucho más fácil que en varios otros lugares. No ves tanto combate como los equipos normales y te centras más en ayudar a tu jefe a dirigir. Tener que matar menos podría hacer la experiencia más pasajera.
Issei recibió la lección en silencio, sumido en sus pensamientos. Agradecía internamente haber subido a su habitación para conversar con la espadachina, puesto que si sus padres oían de lo que hablaban seguramente estarían preocupados sobre las cosas en las que se involucraba su único hijo. Mirando por la ventana, lanzó la pregunta que le carcomía el cerebro.
- ¿Y tú?
- ¿Perdona?
- ¿Tú has matado a alguien alguna vez?
- ...
- Perdona si es algo incómodo de responder-
- No pasa nada. Pues sí, sí he matado gente antes – respondió tranquilamente, antes de añadir con cierta solemnidad – A muchos sobrenaturales, y a varios humanos también.
Issei se congeló en su lugar al oír eso. Lentamente giró su cabeza hasta encarar a su interlocutora, quien se veía tranquila sentada frente al escritorio, no viéndose afectada en lo más mínimo por lo que acaba de decir. Al ver la mirada que le enviada el castaño, Yuuki no pudo hacer más que suspirar.
- Ya sé lo que estás pensando. Pero por mucho que no sea agradable, debes aceptar que no puedes llevarte bien con todo el mundo.
- P-pero... mataste humanos...
- ¿Y qué te hace creer que ellos no me hubieran matado de lo contrario?
- ...
- Exacto. No vamos por ahí masacrando gente inocente como si nada, Issei-san. Esos humanos que maté eran, cuando menos, de facciones contrarias, y usualmente, de grupos con los que estábamos en guerra abierta. Ellos no hubieran dudado en atravesarme el corazón de haber tenido la oportunidad. Y si piensas que eso no nos hace necesariamente los buenos de la historia... bueno, no estás equivocado. Pero el mundo no es blanco y negro, por mucho que nos gustase.
- ... ya veo...
- Pero bueno, es suficiente de charlas depresivas – anunció, parándose de un brusco movimiento. – Supongo no tienes nada más que contarme, ¿no?
- P-pues no...
- Pues bueno, ahí lo tienes. Nos vemos mañana, supongo, si es que nos asignan a buscar juntos. Déjame darte mi número... - tomando el teléfono del castaño, Yuuki registró su propio número antes de lanzárselo de vuelta. – Y con eso habríamos terminado. Hasta otra~
Y, con una corta venia, la espadachina salió de la habitación. Los sonidos del resto de la casa le permitieron a Issei seguir sus pasos hasta que abriera la puerta y saliera, dejándolo solo con sus pensamientos.
Tendría que reflexionar sobre el asunto, idealmente solo. Tal vez era hora de preguntarle a otra persona fuera de aquel sangriento mundo en el que había entrado.
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Yuuki caminaba por el centro de Kuoh, camino al puesto avanzado de la [Organización]. Estaba oscuro por las calles, producto de la hora actual, y poca gente honesta se veía al exterior de sus casas. La pelinegra decidió apresurar su paso, decidiendo que una buena ducha caliente y algo de comer le vendrían de maravillas en el corto plazo, cuando escuchó algo a su espalda. Ignorándolo por lo que supuso sería alguna cosa ocasional, siguió caminando hasta que una mano le cortó el paso.
- Hola, chiquitita~ ¿No querrás pasar un buen rato con un adulto con bastante... experiencia~?
"Ugh" pensó la oficial de élite. "Hasta aquí llega el hedor a alcohol. ¿Cuánto ha tomado este tipo?"
- No gracias. Tengo prisa, así que si me disculpa...
Intentando zafarse del sujeto que se le había puesto delante, consiguió rodearlo y seguir caminando rumbo a su destino. El sonido de pasos firmes detrás suyo no hizo más que confirmarle que la persona en cuestión, un hombre de pasados los treinta años, le seguía bien de cerca. Demasiado cerca para su gusto. Y, desde luego, con intenciones mucho menos puras que las de un buen samaritano.
- Vamos, jovencita~ No te arrepentirás, ven conmigo a pasar un buen rato-
Yuuki desenfundó su arma oculta, la giró brevemente sobre su mano y la apuntó hacia atrás por su costado, disparando un único tiro.
La calle sin testigos quedó muerta, su silencio interrumpido solo por el sonido de un cuerpo golpeando el suelo duramente. La pelinegra enfundó su pistola y se alejó a paso apresurado, una mirada estoica sobre su rostro. Detrás de ella, se escuchaban los quejidos enmudecidos del hombre al que acababa de dispararle, ahogados probablemente producto de su propia sangre.
Agradeció que no hubiese nadie alrededor cuando disparó su arma. Hubiera sido muy incómodo tratar de explicar lo que recién había pasado a las autoridades.
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Jack y Frederick caminaban lentamente por las afueras de Kuoh. Tras tomar unas cuantas cervezas y comer algún tentempié, el dúo se había dedicado a pasear por los suburbios de la pequeña ciudad encajonada entre las montañas, con el fin de conocerla y hacer planes cuando se hablara del tema de las espadas sagradas perdidas.
Estaban en eso cuando la aparición de dos siluetas por la calle delante de ellos los hizo detenerse, restregándose los ojos para confirmar que los que veían era cierto.
- Oye Fred... - le llamó el canoso.
- Dime, Jack – le devolvió el favor el usuario del bastón.
- Estoy sobrio, ¿verdad? – Inquirió el Miembro Libre.
- A ver a ver, sobrio sobrio no estás, pero ciertamente tampoco estás borracho si es que me preguntas – respondió el inglés.
- ¿En serio?
- Claro. ¿Por qué lo preguntas?
- Es que me parece haber visto a dos imbéciles pelear con malditas espadas de fantasía en plena calle en el maldito Siglo XXI. No estoy loco, ¿cierto?
- Me temo que no lo estás, porque yo estoy viendo la misma cosa ahora mismo.
- Solo para confirmar... ¿uno es un hombre de cabello blanco que viste como exorcista y hay un rubio guaperas con el uniforme de la Academia Kuoh?
- ... exacto.
- Ugh – murmuró Jack agarrándose el puente de la nariz. – Ya siento el dolor de cabeza que esto va a provocar con los demonios esos...
La escena que ambos habían visto no se trataba más que de un estudiante de la Academia Kuoh, que identificaron como el rubio perteneciente al séquito de Rías Gremory, intercambiando ataques de espada con un peliblanco que llevaba ropas de exorcista. Ambos portaban espadas extrañas: el demonio tenía un arma relativamente sencilla con una hoja oscura, y el aparente miembro de la iglesia llevaba una cuyo diseño parecía sacado de una obra de fantasía.
Al acercarse, ambos pudieron contemplar algo sorprendente y extraño. De la hoja de la espada del demonio rubio salieron una especie de tentáculos de oscuridad, los que envolvieron el arma del exorcista antes de que esta se deshiciera de ellos emitiendo un aura dorada a su alrededor.
- ¡No pensaste que tu ridícula espada demoniaca podría contra el poder de mi linda Excalibur-chan, ¿verdad, pequeño demonio de mierda?!
- Tenía que comprobar que fuera la verdadera. ¡Ahora sé que puedo no contenerme!
Los dos espadachines volvieron a enzarzarse en un vicioso combate cuerpo a cuerpo, realizando acrobacias y piruetas dignas de artistas de los mejores circos del mundo en lo que intentaban matarse entre sí en una brutal lucha. Las formas de ambos se volvían ambiguas por la velocidad que portaban, aunque producto de eso apenas y chocaban espadas ocasionalmente.
- ¿Deberíamos intervenir? – Preguntó Jack, cruzándose de brazos y observando el combate.
- No es que estemos obligados a ayudar a los demonios, pero... - Frederick analizó la situación por unos segundos. - ...pero no creo que enojar o provocar a las dueñas sobrenaturales de la ciudad sea buena idea. Menos aún el involucrarlas en este asunto.
- Entonces... ¿entramos en el juego?
- Sí, y con fuerza. Trata de tomar vivo al exorcista.
- Roger that.
Jack se sumergió entre las sombras del lugar en lo que Frederick aceleraba su andar hacia el par que se encontraba enfrente suyo. Sus ojos no paraban de rastrear sus figuras y sus movimientos, buscando la oportunidad adecuada para intervenir y frenar el conflicto.
No tuvo que esperar mucho. Nuevamente los oponentes chocaron espadas, pero esta vez se quedaron forcejeando en el lugar, tratando de imponerse al otro a través de fuerza bruta. Era la ocasión propicia para intervenir.
- ¡Ahora o nunca, Jack!
El treintañero surgió de la oscuridad que rodeaba a los dos espadachines y se atravesó entre ambos, separándolos forzosamente y encarando al demonio de la casa Gremory. Frederick, por su parte, usando un sencillo hechizo de impulso logró ubicarse frente al exorcista, preparando su bastón con un hechizo de reforzamiento y tomándolo como si fuera un sable.
Demonio y exorcista se quedaron quietos, como procesando lo que acababa de ocurrir. El primero en reaccionar fue el usuario de la espada que parecía de fantasía, quien se puso en guardia con su arma enfrente suyo.
- ¿Qué es esto? ¿Más demonios de mierda para matar? Aunque no se sienten como demonios y tampoco visten como exorcistas... ¿qué son entonces? ¡¿Eh?!
- Ustedes son... de los magos... - murmuró por su parte el rubio, afirmando el agarre sobre su espada.
- Hagamos esto sencillo, rubiales – habló Jack, mostrándose tranquilo pero alerta. – Trata de no matarte contra este tipo, la cosa ya es lo suficientemente volátil como está ahora.
En lo que Jack trataba de razonar con el demonio, Frederick intentó entablar una conversación con el exorcista.
- ¿De parte de quien estás? Tienes una Excalibur, pero no estabas con las enviadas de antes... ¿eres de la iglesia ortodoxa? Pero tu uniforme no lo parece...
- ¿Vas a dejar de hablar de una vez? ¡Me enferman los rubiecitos que se creen aristocráticos solo por vestir bien y usar un bastón elegante como el tuyo! ¡¿Y qué es lo que dijo el diablillo asqueroso este?! ¡¿Magos?! ¡Vaya, herejes! ¡No es que sean la mejor presa, pero incluso ustedes pueden entretenerme un rato!
- Cállate y contesta, ¿quieres? Mi paciencia ya está delgada de por sí.
- ¡Uuuuhhh, mírenlo! ¡El noblecito se nos enojó por hablar con un sacerdote! ¡¿Me pregunto que dirían tus amigos de alta cuna al saberlo?!
- ...asumiré que no estás con las enviadas, entonces – contestó el rubio a la provocación del peliblanco con ropas eclesiásticas. - ¿Estás relacionado al robo de las Excalibur? Con la mitad perdidas, el que tengas una te vuelve sospechoso.
- ¡¿Acaso tengo la obligación de responderle a un maguito con delirios de nobleza?! ¡¿Eh?!
- Dime que estás de joda... - murmuró Jack, observando la interacción de reojo. - Puedo golpearlo, ¿verdad?
- Pero para ser honesto, que es algo que me encanta... ¡pues sí! ¡Te presento a mi queridísima amiga, Excalibur Rapidly-chan! ¡Es una espada sagrada que me permite cazar fácilmente a demonios molestos como ese chico de ahí! – Exclamó señalando a su anterior oponente, ahora al otro lado de los dos magos. - ¡Es sencillamente un arma genial, que además me permite moverse muy veloz! ¡Incluso no tengo problemas para seguirle el paso a ese ser pagano que le vendió su alma al diablo!
- Tch, no tiene caso – murmuró el inglés, apretando el agarre sobre su bastón. – Jack, plan B. Hay que capturarlo a la fuerza.
- Entendido. Escucha, rubiales – el canoso se dirigió al demonio, quien observaba con rabia al exorcista con la espada sagrada. – Trata de no meterte, ¿quieres? Es hora de que lo grandes trabajen.
- ¡Ahora!
Jack desapareció entre las sombras del suelo producto de la noche. Frederick se lanzó contra el exorcista, quien respondió acorde chocando su espada con el bastón del inglés. Ante el riesgo de que su arma cediera, el mago tomó impulso y se arrojó hacia atrás, dejando que el usuario de Excalibur le siguiera gracias al empuje que traía. Fue entonces que el otro mago surgió de la oscuridad de la pared vecina, camino de interceptar a su enemigo.
- ¡Mierda! – Gritó cuando vio aparecer al treintañero.
Y estaba a punto de hacerlo, pero el demonio apareció e intentó apuñalar al exorcista.
- ¡Imbécil! – Le recriminó Jack, perdiendo su oportunidad.
Las espadas chocaron, y el enemigo del trío aprovechó para impulsarse hacia atrás. Los dos magos lo rodearon por los costados, en lo que el demonio se le acercaba por el frente. Viéndose acorralado, el exorcista de cabello blanco tomó un pequeño objeto de un bolsillo interior de su chaqueta y lo alzó en su mano en lo que les observaba cuidadosamente.
- Esta vez salen vivos... ¡pero no tendrán la misma suerte para la próxima! ¡Adiós, herejes de mierda!
Y movió el brazo para arrojar el objeto al suelo.
Jack alcanzó a darse cuenta de lo que era.
- Flashbang!
Ambos magos desviaron la mirada, evitando a tiempo ver directamente el resplandor provocado por el artefacto. El demonio no fue tan rápido y atrapó la luz de lleno, no evitando esto que se abalanzara sobre su presa. Cuando el brillo se apagó en el lugar no quedaba nada, el exorcista desaparecido del lugar. Lo único que quedó en el lugar fueron los dos magos, frustrados, y un demonio de la casa Gremory, furioso, enceguecido y blandiendo ciegamente su espada a su alrededor en la vana esperanza de atrapar a su enemigo.
- Blyat.
- Lo mismo digo. De vuelta al puesto avanzado, tenemos que reanalizar la situación. Y tú, demonio Gremory – el espadachín rubio se giró hacia el inglés, su visión aparentemente algo recuperada. – Dile a tu [Rey] que iremos a verla mañana. Nos vemos.
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