Capítulo 10: Intereses Empresariales
En alguna parte de Inglaterra.
Madrugada.
Por supuesto, un mago errante no podía estar mucho tiempo tranquilo. Y no lo decía solamente por ser un desempleado que vagaba haciendo trucos de ciudad en ciudad, oh, no señor. De vez en cuando tenía que lidiar con incidentes como el de ahora, cuando un demonio quería reclutarlo en su nobleza y él, amablemente, se negaba. Lo que usualmente proseguía a continuación era una persecución nocturna en la que, o lograba perder de vista al demonio (cosa que usualmente ocurría), o se veía forzado a defenderse, usualmente arrinconado. Ahora, no es que fuera un debilucho, pero hasta él sabía que matar a un noble del inframundo era mala idea.
El problema de defenderse era que debía salir bien parado y a la vez no matar al individuo que trataba de reclutarlo a la fuerza. Si, eso era tan tedioso como sonaba, pero bueno: eran cosas de vivir por uno mismo como mago errante, después de todo.
El demonio que lo perseguía le había acorralado. Que raro, estaba seguro de que ese montón de rocas cortándole el paso no estaba allí cuando hizo el camino el día anterior. Encogiéndose de hombros, se dio la vuelta para encarar a su perseguidor, el cual acababa de aterrizar de su vuelo, sin preocuparse de que humanos normales le hubieran visto. Recién había hecho aparecer llamas en sus dos manos para enfrentar al ser del inframundo, cuando vio aparecer un destello a la distancia seguido de lo que parecía ser una línea de luz incrustándose en la cabeza del ser alado, saliendo por el otro lado e impactando en un árbol. El demonio se quedó allí, ausente por unos segundos, para luego colapsar en el suelo, muerto. En cuestión de nada se había formado una posa de sangre alrededor de su agujereada cabeza, misma que el susodicho mago no pudo sino observar impresionado. Pareciera que estaba de suerte el día de hoy.
Luego escuchó el sonido de helicópteros.
Si... pareciera que hoy definitivamente no era su día de suerte.
De los árboles aparecieron varios uniformados. Los ojeó brevemente, más la oscuridad le impedía saber con certeza contra quien se encontraba. Eran unos uniformes militares de color verde-grisáceo de buena apariencia, con unos parches con un logo desconocido en la manga izquierda y con un cero en la derecha, y extrañamente usando una corbata y un casco en la misma indumentaria. Las hombreras eran prácticamente del mismo color del uniforme, aunque era difícil saberlo con exactitud dada la escasa luz que había.
Ah, y estaban armados. Qué maravilla.
Varios le apuntaron con sus armas apenas salieron de su escondite. Pensó en escapar, pero recordando que habían eliminado a un demonio de clase alta de un tiro y que había un obstáculo a su espalda, decidió no tentar a la suerte, además de que claramente conocían el mundo sobrenatural (aunque desconocía que hubiera un grupo que luchara como humanos normales contra ellos). Un miembro del grupo se acercó rápidamente hasta él y le apuntó a la cara con una linterna, llevándole a cerrar sus ahora adoloridos ojos mientras se ocultaba el rostro con los brazos. El sujeto pareció contento con la examinación, pues habló en un tono bastante ligero por lo que parecía ser un... ¿círculo mágico?
Ah, ya entendía. Eran magos. Eso explicaba varias cosas.
El helicóptero, uno largo de un modelo que desconocía pero sabía usaban los militares occidentales, apareció y descendió a un lado del claro. De él bajó un individuo que claramente era un oficial o jefe, a juzgar por su atuendo (si bien era parecido al de los que estaban a su alrededor, el llevar un gorro de estilo militar en lugar de una boina o casco lo hacía demasiado evidente), y se situó frente al fugitivo. Otro soldado prendió una luz entre ellos, lo que les permitió examinarse mutuamente, en lo que los militares a su alrededor pasaron a vigilar la zona o simplemente bajaron sus armas, a la espera.
Vaya, aparentemente la apariencia de ambos era bastante plana en relación con lo que uno esperaba hallarse en el mundo sobrenatural.
- ¿David Martínez?
- ¿Quién pregunta?
- Karl von Roestel.
- Podrías al menos indicar tu afiliación. Con semejante despliegue, dudo que sean unos don nadie.
El oficial rubio le miró por unos segundos antes de hablar.
- Oficial de Élite de la [Organización].
- ¿La [Organización]? ¿Me estás tomando el pelo acaso? ¿De verdad quieres que me crea que así se llaman?
- No me mires así por la elección de nombre. No soy un directivo.
- Probablemente... y bien, ¿a qué debo el placer de que me hayan "rescatado" de ese demonio? – Preguntó, remarcando la palabra "rescatar" para indicar que no estaba urgido de ayuda.
- Tengo entendido que sabes que atacar o matar a un demonio de clase alta es más problemático de lo que aparenta.
- No lo niego. Ahora, dime que buscas.
- Tenemos una oferta de trabajo para ti. Nos gustaría que la aceptaras. – Indicó, inmutable.
- ¿Así sin más? Si pudieron rastrearme hasta aquí, deberían saber que prefiero ir a lo mío por la vida. Ahora, si me disculpan...
- Es una lástima. Eras un buen mago. – A un gesto del oficial, las armas de todos los presentes apuntaron al identificado como David. Este recorrió su mirada por el lugar, viéndose atrapado, solo para después recordar la presencia de aquel francotirador en algún lugar a lo lejos. Suspirando, levantó las manos en lo que asintió al oficial, quien esperaba paciente si dar o no la orden de fuego.
- Vaaale, acepto. ¿Qué quieren?
Y así, al par de minutos, ambos individuos subían al cielo a bordo del helicóptero. Allí, a través de una ventana, David pudo comprobar, para desmedro suyo, que el bloqueo del camino no era más que una ilusión óptica de la zona, ni siquiera provocada por magia. Una en la que había caído redondo sin duda alguna.
- Me cago en la puta... - fue lo único que se le ocurrió decir.
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War Room, Base Principal, Suiza.
En esos momentos...
- ¿Nuestro prisionero habló? – Preguntó uno de los oficiales presentes en la sala, llena de personal y de documentos desparramados por doquier.
- Afirmativo. Nos ha dado varios datos, la mayoría irrelevante. Sin embargo, logramos rescatar algunas joyas de ahí. – Informó otro, en lo que ambos miraban unas pantallas con un golpeado y torturado ángel caído.
- Bien, tenemos por fin algo bueno. Ahora solo tenemos que esperar que los del consejo no se molesten y...
- Espera, ¿Cuál consejo? ¿Los de seguridad o...?
- Principalmente los de seguridad. Hay uno o dos que tienen ansias de actuar, pero unas que ni te cuento.
- ¿En serio? Joder, y yo que pensé que eran de las tranquilos. Creo que perderé la apuesta.
- Yo también...
En ese momento entró a la sala una chica joven, que seguramente no llegaba a los 20 años. De facciones y rasgos apenas ligeramente reconocibles, gracias a las sombras presentes producto de la falta de luz que no fuera de las pantallas, el par de oficiales, así como todos los que no estuvieran haciendo algo importante, se pusieron de pie y se cuadraron ante su presencia. No sabían quien era, pero el uniforme y parches no mentían: era una oficial, cualquiera fuera su rango, y de las tropas estratégicas aparentemente. Uno de los peces gordos, comentó uno. Ni más ni menos.
- Descansen. – Comandó la recién llegada, y la gente volvió a lo que hacía. La joven oficial se movió dando saltos de un lado a otro de la sala, revisando pantallas y haciendo comentarios inocentes sobre las cosas que escuchaba. Ambos oficiales que conversaran anteriormente se miraron entre sí, consultándose con la mirada, antes de conversar en voz baja.
- ¿La conoces?
- Nunca la he visto.
- Yo tampoco. Y eso es raro.
- ¿Me dirás acaso que conoces oficiales de las tropas estratégicas?
- Casi ninguno, pero dudo que sea uno de ellos. No tiene el carácter.
- ¿No has escuchado que las apariencias engañan? ¿Qué pasa sí...
- ¿Si pasa qué? ¿De qué hablan?
Ambos oficiales se sobresaltaron. Delante de ellos, girando levemente la cabeza e inclinando el cuerpo ligeramente hacia adelante, se hallaba la oficial visitante, a la espera. Ninguno podía distinguir alguna facción definida de su rostro, salvo la burlesca sonrisa que parecía llevar a todas partes desde que llegara. Tampoco alguno la sintió moverse desde el otro lado de la sala hasta donde estaban, cosa que les provocó un temor ligero. - ¿Y bien? ¿Hay algo?
- Pues sí, señora. – Se recuperó uno de ellos, poniéndose firme. – Un prisionero habló. Están redactando el informe ahora. Pronto estará disponible para el resto de los rangos.
- ¿Un prisionero? ¿Quién?
- Es un ángel caído, ma'am. Dudo que sea de especial relevancia, aunque el informe podría no estar disponible aún. Tienen que filtrar los datos y clasificarlo para los distintos niveles, después de todo.
- Eeehh~... en ese caso, iré a echarle un vistazo. – Y con esas palabras, la oficial se dirigió a uno de los computadores sin ocupar, sentándose frente a él y accediendo a la base de datos. Ambos oficiales se miraron y procedieron a reírse en voz baja.
- Disculpe, señora, pero creo que no podrá verlo.
- ¿Por qué?
- Sencillamente, porque el nivel de acceso requerido para el informe original es... - El oficial se frenó de golpe, quedándose enmudecido ante la visión enfrente suyo. Su compañero, extrañado, quedó igual al ver el motivo causante de su reacción.
La recién llegada había accedido al sistema. Las palabras de bienvenida aparecieron, y ambos no pudieron sino tragar saliva ante la súbitamente delicada situación que tenían encima.
Welcome
Minako Suzugaya
[REDACTED]
[REDACTED]
Level Access 1
- ¿Y bien? – preguntó la siempre juguetona oficial, sin quitarles la vista de encima al asustado par. - ¿Cuál es el informe?
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Sobre el Océano Pacífico.
- ¡¿Nivel de acceso 1?? – Frederick tuvo que refrenarse para no gritar de la sorpresa. Alrededor suyo había incontables personas durmiendo, razón por la que hablaba bajo en su llamada con unos oficiales amigos suyos de la [Organización] que trabajaban en Suiza.
- Así es. Nos quedamos igual que tú. Ninguno de nosotros la conocía, además que tampoco pudimos ver su rostro. Lo más raro de todo era que en el sistema no se mostraba ni su cargo ni su unidad actual. Fue todo muy extraño.
- ¿Están seguros de que no era una infiltrada?
- Ningún infiltrado podría haber tenido ese nivel de acceso. Además, ¿Cuántos con ese nivel hay en total? No puede ser tan difícil hallarla.
- Lo dudo. Los únicos con ese nivel de acceso son los Directivos, y la información sobre ellos es una de las mejores escondidas del mundo, tanto en el humano como en el sobrenatural. No es que sean muchos, después de todo no son más de una veintena, pero si no los conoces ni puedes acceder a sus datos no te sirve de nada. Si ella era un Directivo, lo más probable es que fuera o del [Consejo de Seguridad] o del [Consejo de los 4].
- ¿Y el [Consejo de los 10]?
- No lo creo: me hubieran notificado si alguno hubiera ido a la base de Suiza en el último tiempo.
- Ya veo... ¿y el Consej-
- Ya te dije que ese grupo no existe. – Interrumpió exasperado el rubio.
- L-lo siento.
Frederick solo suspiró.
- Seguiré investigando más a fondo luego. Por ahora, tengo que lidiar con mis obligaciones aquí.
- Sí, sí, como digas, señor inglés. Aunque sea de esas no huyes, ¿eh? Mira que cuando seguiste el camino de incontables y te trasladaste a los equipos civiles de "la Octava" nos echamos unas buenas risas aquí.
- Agh... ¿van a seguir con el tema?
- Tal vez, tal vez~...
- ...no estoy de humor para esto. – Y, acto seguido, el rubio cortó la llamada, recostándose contra el asiento. Su mente aun divagaba sobre lo recién conversado con los oficiales en Suiza cuando sintió un cuerpo caer sobre el asiento al lado suyo. Girando la cabeza se encontró con Issei, quien volvía con una sonrisa de la parte trasera del avión con un vaso de refresco en sus manos.
- ¿De verdad tienes tanta sed? Te he visto ir por líquido demasiadas veces. ¿Acaso estás enfermo? – Le preguntó el rubio, observando curioso al castaño quien se estaba abrochando el cinturón en su asiento.
- Nada de eso. Simplemente, ¡las aeromozas son hermosas! Son un banquete para la vista, no sé como es que no todos hacen lo mismo.
- Quizá porque no todos son unos pervertidos de primera abiertos como un libro con sus emociones como lo eres tú.
- Si... puede que en eso tengas razón...
Habiendo apagado los ánimos de Issei, Frederick volvió a relajarse en su asiento, ahora con nuevas preocupaciones. El castaño en cuestión se quedó dormido al poco tiempo, lo que le dejó la facilidad de teorizar sin ser molestado. Sus pensamientos no solo volvieron a divagar sobre la misteriosa oficial aparecida en Suiza, sino que se aventuraron sobre las otras cosas que desconocía. No era tonto, llevaba años en la [Organización] y sabía que algunas cosas jamás estarían a su alcance. Sin embargo, especular no le costaba nada a nadie. A los pocos segundos se quedó dormido, siempre preocupado de la misteriosa visitante y de los posibles secretos que ocultara la organización para la cual trabajaba.
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Kuoh, Japón.
De todas las cosas que le podrían haber llamado la atención al llegar a Kuoh, un espectáculo de magia callejera no estaba muy alto en la lista de posibilidades. Estaba bastante seguro qué sería alguna mujer de exuberante apariencia, o tal vez algún nuevo videojuego erótico (ok, puede que eso último fuera demasiado incluso para él, pero la posibilidad permanecía). Sencillamente, habiendo estado dentro del mundo de la magia por ya varias semanas, no sabía que algo de eso pudiera aún llamarle la atención.
Oh, que equivocado estaba.
El individuo en cuestión estaba haciendo tu típico espectáculo de fuego callejero, expulsándolo desde su boca y manipulándolo por sus manos y brazos sin aparente dificultad alguna. La fluidez de sus movimientos daba la apariencia de que era real para quien no supiera mejor, y la gente que se había amontonado a su alrededor no pudo sino asombrarse de su maestría, la mayoría dejándole algunas monedas o billetes en su bolso cercano. Frederick y James esperaban a un costado de la muchedumbre a que Issei se aburriera de ver el espectáculo, mas no tuvieron que espera mucho: en cosa de segundos, el artista ya había terminado.
- Espero que haya sido de tu agrado, Issei, pues vamos algunos minutos atrasados a nuestro destino. – Habló irritadamente el inglés al castaño japonés, quien solo miraba culpable mientras llegaba hasta donde se encontraba el par de individuos occidentales.
- Ehehehe... me distraje nada más, tampoco es para tanto.
- Lo que sea, simplemente tendremos que movernos más rápido para estar a tiempo. Tenemos que juntarnos con un contacto cerca de aquí, si no me equivoco deberíamos irnos por...
- ¿Frederick Bradley?
El trío se giró para encontrar al artista callejero. El rubio del bastón se puso delante del par en forma protectora, mientras encaraba al desconocido con desconfianza.
- Creo que se equivoca de persona.
- ¿O sea que no eres el encargado de los equipos civiles de la Octava División?
La súbita presión del rubio sobre su bastón no parecía ser buena señal.
- ... ¿quién pregunta?
- O sea que si eras tú. Soy David Martínez, humilde hechicero errante que se gana la vida haciendo espectáculos callejeros, como el que parece haber agradado al joven de allí – indicó, para luego realizar una reverencia algo exagerada en un acto claramente burlesco. Issei analizó al individuo. Medía casi los mismo que Frederick (para el castaño eso era impresionante, pues no había muchas personas que sobrepasaran el metro ochenta de altura en Japón), pero a diferencia del segundo, este tenía barba y el color de su cabello era castaño oscuro. No se le veía muy fornido, pero siendo un mago, cualquier cosa era posible. Frederick pareció captar algo más, pues le miró con cierta desconfianza.
- ¿Y que desea un español conmigo?
- ¿Oh? ¿Cómo supiste que era español? Podría haber sido de cualquier parte del globo que hablara el idioma.
- Tu acento te delata. He convivido con suficientes españoles para identificarlo en una multitud de hispanohablantes y no equivocarme.
- Tienes un buen oído entonces, señor inglés.
James e Issei podían jurar que vieron chispas aparecer en el punto en el que las miradas de ambos hombres se cruzaban. Recomponiéndose, el rubio tosió sobre su puño para volver a encarar al ibérico.
- ¿Y? ¿Qué necesitas?
- Ah, cierto. Verás, me contrataron para reportarme ante ti y ayudar a un tal "Issei Hyoudo" a 'entrenar su magia no combativa' o algo así. Que se yo, no me fije mucho en la letra chica del contrato.
- ¿Quién te contrato? Dudo que lo haya hecho Kamito.
- Si te refieres a quien me llevo hasta alguna de sus bases, pues no. Sus militares podrían haber sido más amables.
- Sé de lo que hablas.
- Y bueno, el que me extendió el contrato fue algún alto cargo militar, vete tú a saber quién. Pero era de los suyos. La verdad no pensé que me llevarían hasta Suiza para firmar un contrato, pero ahí lo tienes. Lo siguiente que sé, despierto en una banca en una plaza de Japón después de quedarme dormido en una habitación en el país más neutral de Europa. Ya les digo que podrían tratar a sus contratistas mejor. – El español se rascó la cabeza al terminar de hablar, claramente no molestándole mucho lo ocurrido.
- Lo sé, los militares pueden no ser muy delicados para sus cosas. En fin, este de aquí – Frederick señaló al castaño detrás suyo – es Issei Hyoudo.
- ¿Él es? Si estaba impresionado por mi espectáculo, entiendo a lo que se referían con "magia no combativa".
- Hablemos en un lugar más seguro. Esta ciudad tiene un montón de fallas de seguridad para nuestros estándares. – Indicó el rubio, empezando a caminar hacia el piso franco de la [Organización] en Kuoh. David le siguió en poco tiempo, con ambos exestudiantes (Issei y James) unos pasos más atrás.
- ¿Ah sí? ¿Por?
- Hay dos herederas demoniacas en esta ciudad. Si no ellas, sus noblezas o familiares pueden estar en cualquier parte escuchando.
David simplemente asintió. El grupo llegó sin novedad hasta el apartamento, donde con un par de toques de su bastón Frederick desactivó la seguridad de la puerta y permitió el paso del resto. En el interior estaba Chloe, quien se veía frente a una computadora portátil con unas notables ojeras y montones de envases de comida y chocolate a su alrededor. Frederick solo suspiró, mientras que el resto observó ligeramente impresionado la "hazaña" de la aparente residente.
- Chloe – la susodicha le miró. - ¿Dónde está Yuu? – La castaña se inclinó de hombros y siguió en la suyo. Frederick se acercó y bajó la pantalla, apagando el dispositivo y musitando un hechizo sobre la maga, la que cayó dormida en segundos. Usando la fuerza sobrenatural, el rubio se encargó de hacerla flotar hasta uno de los dormitorios, donde simplemente la dejó y cerró la puerta. Luego señaló la sala de estar, donde el grupo se reunió.
- Bien... ¿Dónde comenzar? – Se preguntó a si mismo el inglés, una vez todos estuvieran ubicados en círculo.
- Desde lo más básico, si te acomoda. – Sugirió el español.
- Supongo. Estos dos jóvenes de aquí – señaló Frederick a Issei y James. – Tienen apenas medio curso de magia de combate, de los breves, completado. Si los lanzamos al mundo real como están ahora serán un caso perdido. Necesito que los entrenes, aunque sea en magia del día a día, con tal de que pueda valerse por lo menos un poco por si mismos. Eso sería todo.
- Pensé que sería una orden más alta... ¿por qué no usan a alguno de los suyos? Estoy bastante seguro de que sería más económico que rastrearme y contratarme.
- Ni idea. Escuché que los de Europa están en un tumulto burocrático en estos momentos, y siendo honesto, cuando a las bases en Europa les pasa algo, todos quedamos a la espera de que se solucione.
- Ya veo. Parece un sistema colonial.
- No me sorprende, considerando que la [Organización] partió desde el Viejo Continente.
- ¿Y los militares?
- ¿De verdad los consideras una opción?
- Touché. ¿Dónde quieres que los entrene? ¿Cuánto tiempo?
- Te daré una semana, quizá una y media. En dos semanas tendremos que irrumpir en una boda del inframundo, y los necesito listos para entonces.
- Jo-der, veo que ustedes no se pierden la diversión de la vida. – Sarcástico. – Bueno, me encargaré de eso.
- Trata de usar este apartamento. Cuando necesites más espacio o vayas a destruir algo, crea una barrera en algún edificio abandonado o bosque de las afueras. Las herederas son poderosas para estándares de clase, pero definitivamente están abajo en la escala de poder. Cualquier bicho con dos pares de alas podría superarlas.
- Entiendo. ¿Tú que harás mientras tanto?
- Intentaré reunir a los míos y renegociar con las herederas. Ellas no saben que estamos en Kuoh, pero prefiero asegurarme de eso. Quien sabe, puede que incluso logre reservar una invitación a la boda – terminó Frederick con una ligera sonrisa, antes de marcharse por la puerta. David observó al par de estudiantes, antes de sonreír ligeramente y comentar en voz baja:
- Y bien... ¿alguno ha visto Star Wars?
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Frederick entró a paso calmado y lento a la oficina de Sona Sitri. Esta solo observó desde su asiento al otro lado del escritorio, su nobleza situada detrás de ella en posición atenta, como sabiendo de la visita del inglés antes de que apareciera. El rubio no se inmutó, pues su intención fue siempre aquella, sentándose frente a la demonio de clase alta y estirando ligeramente sus miembros.
- ¿A qué debo el... placer, de esta reunión? – Preguntó cautelosamente la local. Frederick se tomó unos segundos para responder, sonriendo ligeramente para sí en el proceso.
- Nada, solo venía a notificar algo. Espero no me interrumpa mientras hablo.
- En ese caso, será mejor llamar a la heredera Gremory-
- No, es mejor así. Después de todo, esto la compete a ella.
Sona estrechó sus ojos, pero asintió de todas formas tras unos segundos. El inglés tocó dos veces el suelo con su bastón, haciendo aparecer un papel cuidadosamente enrollado y amarrado con una cinta, mismo que tomó en sus manos.
- Espero no le moleste si los míos y yo nos quedamos durante algún tiempo en la ciudad de Kuoh. Tenemos un contrato que cumplir en esta zona, y no nos gustaría que se viera impedido por acciones suyas.
- ¿Qué tipo de contrato? ¿Tiene que ver con Rí-la heredera Gremory?
- Exacto. Por eso espero, como dije, que nos permita-
- No creo que sea motivo suficiente, al menos hasta que me deje ver el contrato. Esos términos no son discutibles, sobre todo después de lo que hicieron la última vez.
- ¿La última vez? Creo que les hicimos un favor encargándonos de esos demonios renegados y ángeles caídos en su territorio, además de los exorcistas fugados. Dentro de todo fue un buen trabajo, sin duda alguna.
Sona le miró sospechosamente. – Nos dejaron a nosotras lidiar con todo el caos que dejaron. ¿Tiene alguna idea de lo que costó mantener el secreto del mundo sobrenatural?
- Nosotros hicimos el trabajo pesado: evitamos que intervinieran las autoridades civiles, y eliminamos la amenaza de raíz. ¿Qué otra cosa hubiera querido que no involucrara a los míos haciendo todo el trabajo?
- Nosotras nunca accedimos a cooperar con ustedes.
- Pero lo hicieron a fin de cuentas, ¿no? Y es por eso que estamos a mano.
Ambas partes se miraron fijamente por varios segundos. El inglés tenía una expresión ilegible, sonriente, mientras que Sona se hallaba en una posición difícil, traicionada por una ceja que se movía apenas un par de milímetros en su rostro. Finalmente, la pelinegra volvió a tomar la palabra.
- Déjeme ver el contrato y aprobaré su estadía.
- Me temo que no puedo hacer eso. Después de todo, esto es confidencial. No podemos dejar que más gente de la necesaria se entere de esto.
- ¿En serio cree que vaya a aceptar su estadía si-
- Solo mire.
Frederick mostró la parte inferior del papel, ahora abierto. Allí, claramente, se mostraba una cláusula que establecía la estadía de un grupo de la [Organización], cuyo número no se especificaba, en la ciudad de Kuoh, para labores relacionadas al contrato. Y, quizá más importante que eso, era la firma colocada al final del documento.
- ¿La firma de... S-Sirzechs Lucifer? ¿El Maou Lucifer accedió a esto? – Pese a tener seguridad en sus palabras, Sona no pudo evitar que su tono traicionara su máscara de indiferencia. Incluso sus ojos temblaron ligeramente ante la implicancia del hecho.
- Efectivamente. Como puede ver, no es una firma falsificada, si es que el poder demoniaco que irradia de ella puede comprobar.
- D...déjeme hacer una llamada para comprobar esto...
- Me temo que no se lo puedo permitir. Necesito su permiso ahora.
Pese a que el tono fue el mismo que durante toda la conversación, el peso de la palabra cayó sobre los hombros de Sona con un aplomo brutal sobre su figura. Recomponiéndose lo mejor que pudo, rehízo su máscara y accedió a la petición del rubio.
- Está bien. Pueden quedarse. Necesitaré que me notifiquen la ubicación de su domicilio durante este periodo.
- No hay problema. Aquí tiene. Ahora, si me disculpa...
Tocando nuevamente el suelo con su bastón dos veces, el contrato desapareció en el aire en lo que una tarjeta de negocios con una dirección aparecía sobre la mesa. Frederick fue hasta la puerta, dio una leve reverencia, y procedió a salir de la sala con paso tranquilo. Apenas se cerró la puerta, Sona colapsó sobre su asiento, el resto de su nobleza apresurándose a auxiliarla. Esta simplemente pidió un té para sus nervios, en lo que trataba de hacer sentido de lo vivido en los últimos minutos.
Tendría que llamar a su hermana. Ese solo pensamiento le hizo sentir como sus incontables años de vida se reducían por segunda vez en menos de diez minutos.
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Cuando Frederick volvió al apartamento pudo ver tanto a James como Issei saltando de un lado para otro, realizando piruetas en el aire y cubriendo distancias claramente imposibles para un humano. El rubio suspiró, en lo que miraba acusatoriamente al mago español que repentinamente había encontrado el piso muy interesante.
- ¿Qué pasó?
- ...Star Wars.
No le costo mucho sumar dos más dos.
- Ya veo.
El español se hundió algo más en su puesto, en lo que el inglés contemplaba como para al par que se creía parte de una secta religiosa con poderes de una obra de ficción cuya trilogía de precuelas había acabado hace poco.
- A ver... ¡Alto los dos! ¡Paren o yo mismo les haré lo que le hicieron a Darth Maul!
Ambos adolescentes se quedaron clavados en su sitio, mirando sorprendidos (y cohibidos, para que negarlo) al usuario del bastón. Este, por su parte, simplemente les arrojó una mirada reprobatoria antes de empujar a David junto a su par de alumnos.
- Es todo por hoy. Mañana comiencen con el entrenamiento en serio. Tenemos permiso de los demonios para quedarnos en la ciudad, pero no quiero que llamen la atención. David – el aludido elevó su mirada, encontrándose con la del inglés. – Tienes diez días. No los desperdicies. Estaré aquí los próximos dos días, pero luego me iré por una semana por asuntos administrativos. En ese periodo quedarán bajo el mando de Chloe. ¿Entendido? – El trío asintió. – Bien. David, puedes quedarte aquí o en otro lugar, pero como no te deben haber pagado mucho, no debes tener mucha elección. Puedes usar la primera habitación a la derecha. – El español asintió a las palabras del rubio. – Ustedes dos – Issei y James se tensaron – Tomen la habitación del fondo a la derecha. Ese será su cuarto mientras estén aquí. ¿Alguna pregunta? – El trío nuevamente asintió. – Bien, nos vemos. Buenas noches.
Y así, sin mediar mayor palabra, el rubio se encaminó hacia la habitación del fondo a la izquierda y se encerró. Los tres que quedaron en la sala de estar se miraron confundidos, antes de inclinarse de hombros e ir a sus habitaciones asignadas. Solo en ese momento, observando la cama, el español se dio cuenta de otro pequeño detalle:
Había viajado sin ropa extra. Y aún no le pagaban.
- Me cago en la puta... - volvió a exclamar.
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