XVIII

-Narrador-

Esa misma noche, en la biblioteca. Issei, Le Fay, Cedric y Cho estaban sentados en una mesa alejada de la vista de todos, utilizando encantamiento Muffliato para que la conversación que estaban teniendo no fuera escuchada por nadie más. Issei había puesto a Le Fay al tanto de su preocupación por la amenaza de el profesor impostor, y le contó su plan de acción para atraparlo.

—No, Issei —dijo Le Fay, calmada—. Tu plan es bueno, pero no del todo... Si he notado como el profesor Moody vigila a nuestra casa, pero si usamos tu plan seria demasiado riesgoso para todos.

—¿Entonces, que es lo que sugieres? —preguntaba Cho, intentando pensar en una solución.

—Es mejor esperar a que termine el torneo —dijo Le Fay, sonriendo—, piensa un poco más. Vamos a estar rodeado de guardias, y funcionarios públicos, contamos con toda esa seguridad a nuestro favor.

—Eso... —Cedric estaba pensando—. En realidad es mejor que tu plan, Issei.

—Ya lo sé, callate, Diggory —Issei le lanzo una bola de papel.

—Tiene razón —dijo Cho, siendo sincera—, si lo comparas... Tú plan era algo demasiado simple.

—Les dije que era lista —dijo Issei, sonriente—. Le Fay, quiero que te encargues de esto, se que puedes mantener a todos los Puff seguros. Por el momento tengo mis manos atadas con mantener vivo a Harry, no quiero que nada malo le pase.

—Cierto, tu hermanito Potter —dijo Cedric, sonriendo—. ¿Entonces Fay es igual de poderosa como tú?

—No tanto —dijo Issei con una expresión seria—. Cuando te conté todo, pensé que ibas a sobre-reaccionar.

—Hombre... eres un dragón de leyenda —dijo Cedric, emocionado—. Todo sobre ti es genial, menos la parte donde eres torturado... Eres casi como un héroe salido de cómics.

—Dejando de lado tú rara analogía —Issei cerro sus libros—. Le Fay es mejor usuaria de magia que yo, pero yo contengo más poder bruto.

—No seas tan modesto, Issei —dijo Le Fay, un poco sonrojada—. Tú también eres muy listo, solo eres perezoso.

—los estudios no son mi fuerte —dijo Issei con una sonrisa—. Pero dejando de lado mi persona, Le Fay es perfecta para llevar a cabo esta tarea. Deben confiar en ella, como confían en mí.

Issei hizo que Le Fay comenzara a comentar con mejor detalle de que se trataría su plan. Las cosas eran simples, hacer que el falso Ojoloco cayera en su propio juego, el único detalle del que Issei no estaba al tanto, es que Le Fay utilizo un hechizo para darle un rápido vistazo a la mente del profesor, encontrando la razón por la que estaba en la escuela... algo que no iba a contarle a Issei, aun.

Harry Potter.

...

Era domingo. Harry, Ron y Hermione fueron a la lechucería para enviar una carta a Percy, preguntándole, como Sirius les había sugerido, si había visto a Crouch recientemente. Utilizaron a Hedwig, porque hacía tiempo que no encomendaban una misión. Después de observarla perderse de vista desde las ventanas del lugar, bajaron a las cocinas para entregar a Dobby sus calcetines nuevos.

—¡Harry Potter es demasiado bueno con Dobby! —chilló, secándose las lágrimas de sus enormes ojos.

—Me salvaste la vida con esas branquialgas, Dobby, de verdad —dijo Harry.

—¿No hay más pastelillos de nata y chocolate? —preguntó Ron, paseando la vista por los elfos domésticos, que no paraban de sonreír ni de hacer reverencias.

—¡Acabas de desayunar! —dijo Hermione, enfadada, pero entre cuatro elfos ya le habían llevado una enorme bandeja de pastelillos.

—Deberíamos pedir algo de comida para hocicos —murmuró Harry.

—Buena idea —dijo Ron—. Hay que darle a pig un poco de trabajo. ¿No podrían proporcionarnos algo de comida? —pregunto a los elfos que había alrededor, y ellos se inclinaron encantados y se apresuraron a llevarles más.

—¿donde esta Winky, Dobby? —quiso saber Hermione, que había estado buscándola con la mirada.

—Winky está junto al fuego, señorita —repuso Dobby en voz baja, abatiendo un poco las orejas.

Harry también miró hacia la chimenea. Winky estaba sentada en el mismo taburete que la última vez, pero se hallaba tan sucia que se confundía con los ladrillos ennegrecidos por el humo que tenía detrás. La ropa que llevaba puesta estaba andrajosa y sin lavar. Sostenía en las manos una botella de cerveza de mantequilla y se balanceaba ligeramente sobre el taburete, contemplando el fuego. Mientras la miraban, hipó muy fuerte.

—Winky se toma ahora seis botellas al día —le susurró Dobby a Harry.

—Bueno, no es una bebida muy fuerte —comento Harry.

Pero Dobby negó con la cabeza.

—Para una elfina doméstica sí que lo es, señor—repuso el elfo.

Ella volvió a hipar. Los elfos que les habían llevado los pastelillos le dirigieron miradas reprobatorias mientras volvían al trabajo.

—Winky está triste, Harry Potter —dijo Dobby apenado—. Quiere volver a su casa. Piensa que el señor Crouch sigue siendo su amo, señor, y nada de lo que Dobby le diga conseguirá persuadirla de que ahora su amo es Dumbledore.

Harry tuvo una idea brillante.

—Eh, Winky —la llamó, yendo hacía ella e inclinándose para hablarle—, ¿tienes alguna idea de lo que le pasa al señor Crouch? Porque ha dejado de asistir al torneo de los tres magos.

Winky parpadeó y clavó en Harry sus enormes ojos. Volvió a balancearse ligeramente y luego dijo:

—¿El... amo ha... dejado... ¡Hip!... de asistir?

—Sí —dijo Harry—, no lo hemos vuelto a ver desde la primera prueba. El profeta dice que está enfermo.

Winky se volvió a balancear, mirando a Harry con ojos enturbiados por las lágrimas.

—El amo... ¡hip!... ¿enfermo?

Le empezó a temblar el labio inferior.

—Pero no estamos seguros de que sea cierto —se apresuró a añadir Hermione.

—¡El amo necesita a su... ¡hip!... Winky! —gimoteó la elfina—. El amo no puede ¡hip! apañárselas ¡hip! él solo.

—Hay quien se las arregla para hacer por sí mismo las labores de la casa, ¿sabes, Winky? —le dijo Hermione severamente.

—¡Winky... ¡hip!... no sólo le hacía... ¡hip!... las cosas de la casa al señor Crouch! —chilló Winky indignada, balanceándose más que antes y derramando cerveza de mantequilla por su ya muy manchada blusa—. El amo le... ¡hip!... confiaba a Winky todos sus... ¡hip!... secretos más importantes.

—¿Qué secretos? —preguntó Harry.

Pero Winky negó rotundamente con la cabeza, derramándose encima más cerveza de mantequilla.

—Winky le guarda... ¡hip!... los secretos a su amo —contestó con brusquedad, balanceándose más y poniéndole a Harry cara de pocos amigos—. Harry Potter quiere... ¡hip!... meter las narices.

—¡Winky no debería hablarle de esa manera a Harry Potter! —la reprendió Dobby enojado—. ¡Harry Potter es noble y valiente, y no quiere meter las narices en ningún lado!

—Quiere meter las narices... ¡hip!... en las cosas privadas y secretas... ¡hip!... de mi amo... ¡hip! Winky es una buena elfina doméstica... ¡hip! Winky guarda sus secretos... ¡hip!... aunque haya quien quiera fisgonear... ¡hip!... y meter las narices. —Winky cerró los párpados y de repente, sin previo aviso, se deslizó del taburete y cayó al suelo delante de la chimenea, donde se puso a roncar muy fuerte. La botella vacía de cerveza de mantequilla rodó por el enlosado.

Media docena de elfos domésticos corrieron hacia ella indignados.
Mientras uno cogía la botella, los otros cubrieron a Winky con un mantel grande de cuadros y remetieron las esquinas, ocultándola.

—¡Lamentamos que hayan tenido que ver esto, señores y señorita! —dijo un elfo que tenían al lado y que parecía muy avergonzado—. Esperamos que no nos juzguen a todos por el comportamiento de Winky, señores y señorita.

—¡Se siente desgraciada! —replicó Hermione, exasperada—. ¿Por qué no intentáis animarla en vez de taparla de la vista?

—Le rogamos que nos perdone, señorita —dijo el elfo doméstico, repitiendo la pronunciadora reverencia—, pero los elfos domésticos no tenemos derecho a sentirnos desgraciados cuando hay trabajo que hacer y amos a los que servir.

—¡Por Dios! —exclamó Hermione enfadada—. ¡Escucharme todos!
¡tienen el mismo derecho que los magos a sentirse desgraciados! ¡tienen derecho a cobrar un sueldo y a tener vacaciones y a llevar ropa de verdad! ¡No tienen por qué obedecer a todo lo que se os manda! ¡miren ha Dobby!

—Le ruego a la señorita que deje a Dobby al margen de esto —murmuró Dobby, asustado.

Las alegres sonrisas habían desaparecido de la cara de los elfos. De la nada observaban a Hermione como si fuera una peligrosa demente.

—¡Gracias por los calcetines, Harry Potter! —gritó Dobby con tristeza
desde la chimenea, donde se encontraba junto al bulto en que había quedado convertida Winky, arrebujada en el mantel.

—¿No podías cerrar la boca, Hermione? —dijo Ron enojado, cuando la
puerta de las cocinas se cerró tras ellos de un portazo—. ¡Ahora ya no querrán que vengamos a visitarlos! ¡Hemos perdido la oportunidad de sacarle algo a Winky sobre Crouch!

—¡Ah, como si eso te preocupara! —se burló Hermione—. ¡Lo que a ti te gusta es que te den de comer!

Después de eso, el día se volvió inaguantable. Harry se hartó hasta tal
punto de que Ron y Hermione se metieran el uno con el otro mientras hacían los deberes en la sala común, que por la noche llevó él solo la comida de Sirius a la lechucería.

Pig era demasiado pequeño para llevar un jamón a la montaña sin ayuda, así que Harry reclutó también a otras dos lechuzas. Cuando se internaron en la oscuridad, componiendo una figura extraña las tres con el gran paquete, Harry se inclinó en el alféizar de la ventana y contemplo los terrenos del colegió, las oscuras y susurrantes copas de los árboles del bosque prohibido y las velas del barco de Durmstrang ondeando al viento. Se fue poco después de observar a Hagrid cavar un poco.

...

Le Fay estaba sentada en la sala común de Hufflepuff, leía un libro sobre Aritmancia: Nueva teoría de la numerología de Lukas Karuzos.

Estaba encantada por aprender cosas nuevas en lo que se refiere a la magia, la aritmancia le daba un nuevo panorama para crear nuevos sellos mucho más poderosos de lo que podía, en conjunto con Runas antiguas eran sus materias favoritas hasta el momento. Hasta el momento eran las clases que más le entretenían.

De la nada, una pequeña chica de segundo año se le acerco. Su rostro estaba un poco sonrojado, pero estaba decidida a hablar con ella.

—Disculpe ¿Le Fay? —preguntaba la chica, un poco apenada.

—¿sí? ¿necesitas algo? —preguntaba Le Fay, sonriendo.

—¿Puede ayudarnos a mis amigos y a mí? —pregunto la chica.

—¡Claro, es un placer!

Le Fay se levanto de donde estaba sentada, se acerco al lugar donde estaba el grupo de segundo año estudiando.

La rubia no tardo nada en adaptarse al entorno del castillo, era algo a lo que estaba muy acostumbrada, pero no esperaba a que hubiera magos tan jóvenes. Había escuchado de las palabras de su maestra, Elain Westcott que existen escuelas de magia en su mundo.

No le dio más vueltas al asunto, siguió ayudando a los chicos de segundo año a que entendieran la teoría detrás del encantamiento que el profesor Flitwick había dejado de tarea repasar.

...

Luna se encontraba caminando por los pasillos de la escuela, era ligeramente pasado del toque de queda. Se había quedado leyendo en la biblioteca, investigando para un ensayo del profesor Flitwick, sobre uno de los encantamientos que vieron en clase. Cuando llego sana y salva a la torre de Ravenclaw, pudo ver que Issei estaba observando por la ventana, se veía un poco serio.

Ella se acerco y le dio un abrazo por detrás al castaño, Issei se volvió hacia ella y le dio un pequeño beso en la frente. Luna afianzo el abrazo un poco más, de lo feliz que estaba.

—¿En que piensas, Issei? —preguntaba Luna, viendo al castaño caminar hacia uno de los sofá.

—Estaba pensando, no es nada —dijo Issei, viendo como Luna tomaba asiento a un lado suyo—. ¿Como te encuentras?

—Muy bien, gracias por preguntar —dijo ella, poniendo una sonrisa en el rostro—. Hoy estuve con Ginny, fue una sorpresa que LeFay se nos uniera, le dimos un recorrido por el castillo. Las tuve que dejar solas para irme a terminar un ensayo del profesor Flitwick.

—Te he dicho que no dejes las cosas para el final, Luna —dijo Issei, estirando un poco el cuerpo—, debes empezar a ser más responsable.

—Lo sé, pero es muy difícil —dijo ella, recostándose en el regazo de Issei—. ¿me cepillas el cabello?

—Claro, dame unos minutos ¿por qué no subes por tu peine? —dijo Issei, viendo a Luna.

La rubia se levanto, y le dio un beso en la mejilla antes de dejar la sala común. Issei aprovecho un poco el tiempo para poner en marcha sus pensamientos sobre el plan de Le Fay, era necesario comenzar con la ejecución de su plan.

El tiempo se les estaba acabando, solo tienen este ciclo escolar para atrapar al impostor, su sentido del deber le estaba alertando en que actuara y mandara todo al diablo, pero no podía hacerlo, no así de simple.

—¡Regrese! —dijo Luna, con una sonrisa en el rostro—. ¿Podemos empezar?

—Sí, vamos —respondió Issei, relajado.

Issei comenzó a cepillar el cabello de Luna. Ella estaba tarareando una canción, disfrutaba mucho estos pequeños momentos con Issei, los considera especiales e íntimos.

—Issei, ¿podemos casarnos? —pregunto Luna, de la nada.

—No, eres muy joven —dijo Issei, con los ojos cerrados.

—¿Por qué no? —preguntaba Luna, intentando voltear—. Te quiero mucho, Issei.

—Eres muy pequeña aun como para pensar en eso —dijo Issei, haciendo que Luna volviera a ver al frente—. Cuando seas mayor hablaremos sobre esto.

—¿Te quieres casar con Hermione? —pregunto ella, con una sonrisa enorme.

—¡Luna!

—¡Jajajajaja!

Luna se quedo callada, pero aun estaba sonriendo como si se tratara del gato sonriente de Alicia en el país de las maravillas, contenta con molestar un poco al castaño

...

Era pasado de la media noche, el hombre que estaba suplantando al profesor Alastor Moody, estaba ahí, parado viendo la marca tenebrosa en su brazo. Estaba pensando, las cosas se estaban complicando demasiado, primero no era capaz de encontrar al alumno que lo vio aquella noche. ¿Si lo vio? No lo sabía, pero no podía correr el riesgo y dejarlo a la ligera por un lado.

—Necesito encontrar a ese mocoso —dijo el falso ojoloco—, a como de lugar, tengo que encontrarlo.

Estaba pensando en que hacer para sobrepasar sus nuevos obstáculos, necesitaba hacer lo que el señor oscuro le había encomendado para completar su resurrección. No iba dejar que ese patético sangre sucia híbrido, pero, también inicio un plan para poder atrapar a la chica que venía con él, afirmar venir de una linea tan poderosa como la Pendragon, y ser descendiente directa de la maga tenebrosa más famosa.

—Son peligrosos, muy peligrosos —dijo a si mismo—. ¿Como me deshago de ellos? ¿Podre eliminarlos? No, no podre... pero no debe ser en una batalla de poder ¿cierto?

En su mente aparecieron las personas que estaban más cerca del chico nippon, estaba iniciando con un plan para tenerlo sobre la palma de su mano, de una forma u otra lo tendría en Jaque.

Potter, Pendragon y Hyodo, ahora eran sus objetivos a ser considerados amenazas. Amenazas que pueden impedir el régimen de Lord Voldemort.

...

Cedric Diggory estaba en camino al gran comedor, era Lunes y como todos los alumnos, estaba casi muerto en vida por la mañana. Estaba observando una escena que le saco una sonrisa y al mismo tiempo le causo confusión.

Pudo ver como Hermione Granger, estaba siendo victima de una carta maldecida. Era común que los magos hicieran ese tipo de acciones, más a un cuando necesitaban quedarse bajo anonimato y dañar a una persona que le disgustaba. Lo que tenia Hermione entre sus manos causo que un liquido verde amarillento, con olor a lo que los Muggles llaman "gasolina" (que invadió el gran comedor por unos segundos) se le derramo en las manos, que empezaron a llenarse de granos amarillos.

—Alguien debe estar muy enojada con ella —se dijo a si mismo, viendo a la pobre chica—. Es Pus de bubotubérculo, puro.

Cedric se dirigió a la mesa de Ravenclaw, para sentarse y almorzar en compañía de Cho, Issei, Le Fay y Luna. Cuando tomo su asiento a frente a Cho, Issei pidió disculpas.

—Vuelvo en unos momentos —dijo Issei, levantándose de la mesa.

—Ve por ella, tigre —dijo Cedric, queriendo reír.

Cedric y los demás en la mesa estuvieron atentos a lo que pasaba en la mesa de Gryffindor. Issei se acerco con Hermione, paso sus manos por detrás de la chica, y unos pequeños círculos mágicos aparecieron, comenzando a sanar las manos de Hermione.

Poco después la campana que anunciaba el inicio de las clases sonó, haciendo que todos se apresuren a tomar sus cosas para llegar rápido a sus clases. Cedric se quedo para esperar a Issei, ya que compartían la primera clase de la mañana, dos horas de pociones.

—Gracias por esperar, Cedric —dijo Issei, llegando de donde estaba.

—No hay de que, su majestad —dijo Cedric, en un tono divertido.

—Oh callate, niño bonito —respondía Issei, golpeando el hombro del pelinegro.

—Vamos, llegaremos tarde y sabes como se pone el profesor Snape —dijo Cedric, abriendo la puerta del gran comedor.

—Oh no, mejor corramos —dijo Issei, empezando a dejar detrás a Cedric.

Mientras estaban el clase de pociones, Issei siendo el compañero de Cedric, comenzaron una charla un voz baja para que el profesor murciélago no los escuchara.

—¿como se ha adaptado Le Fay en Hufflepuff, Cedric? —preguntaba Issei, viendo al pelinegro.

—De maravilla, todos los primeros años van con ella para pedir ayuda —dijo Cedric, revisando sus notas de la clase—, es demasiado buena persona, todos los chicos la adoran.

—Es muy típico de ella, es una chica muy feliz y entusiasta —dijo Issei, cortando algo con un cuchillo—.  Si te soy sincero, ella me enseño todo lo que se de magia. En términos de habilidad mágica teórica y practica, es mucho mejor que yo.

—¿enserió? —pregunto Cedric impresionado.

—Oh claro, si no fuera por ella y por el dragón dentro de mí, no sería nada —dijo Issei, sonriendo.

—Deberé ir con ella, tengo dudas con una tarea de encantos y transfiguración —dijo Cedric, bromeando.

—Ten cuidado, puede que termines con el cerebro frito.

Ambos dos siguieron prestando atención a clases, salvados por su avance en la poción que estaban repasando era demasiado bueno, incluso para que el profesor Snape se atreviera a interrumpirlos con sus usuales comentarios denigrantes, o bajar puntos por ello.

Cuando pasaron las dos horas de la clase y cuando entregaron la poción terminada al profesor Snape, él solo los miro con desdén y tomo la botella llena con una etiqueta donde el nombre estaba escrito.

—¿nos vemos a la hora del almuerzo? —pregunto el castaño, viendo a Cedric.

—Claro, nos veremos luego —respondía Cedric, yéndose.

Después de que se despidieron, y fueran por caminos diferentes. Issei estaba a punto de reunirse con Le Fay para charlar un poco con ella, así que se fue directo a los invernaderos, lugar donde los hufflepuff compartirían clase con Gryffindor.

...

Le Fay estaba parada frente a la puerta del invernadero donde estaba charlando con Parvati Patil y Lavender Brown, acerca de cosas que Issei no le interesaban.

El castaño espero un poco, mientras lo hacía logró ver como Hermione le daba una mirada extraña. Sus ojos se cruzaron, pudo sentir una mezcla de vergüenza y arrepentimiento.

Hermione quería acercarse, pero Issei negó con la cabeza. Ambos sabían que no sería buena idea interactuar en estos momentos, había que calmar los ánimos entre ambos... Aunque pensaba un poco en las palabras de Luna.

Poco después de que Lavender y Parvati dejaran Le Fay, él se acercó para charlar con ella.

—¿cómo te encuentras? ¿Te adaptas bien? —preguntaba Issei, con un poco de curiosidad.

—¡absolutamente! —dijo Le Fay, sonriendo—. Aquí la magia es diferente, es tan elaborada pero al mismo tiempo sencillo.

—Me alegra escucharlo, tienes razón —Issei reconoció lo sencillo que era—. Me ha permitido crear nuevos ataques, hechizos pervertidos y un poco más. ¿Entiendes?

—Claro que te entiendo, chico sucio —dijo ella, con una sonrisa pícara.

—Parece que hiciste amigos, te dejare con ellas —el castaño sonrió.

Issei pasó a un lado y dejó que los demás alumnos pasarán, alzó su mano y detuvo a Harry.

—Harry, necesito hablar contigo —dijo Issei, con una sonrisa.

—¿ahora mismo? — preguntaba Harry, viendo con confusión a Issei—. Tengo que ir a pociones, Snape me castigará si llego tarde.

—No, no ahora —Issei dijo con tranquilidad—. Nos veremos a la hora de la cena.

—Esta bien, nos vemos a la hora de la cena —dijo Harry, sonriendo.

—Nos veremos en la noche, ¿mismo lugar?

—Mismo lugar, pequeño —dijo Issei, sonriendo.

Las clases continuaron de manera normal, salvo que algunas chicas se quedaron imaginando sobre lo que podrían hacer Harry e Issei.

...

Issei y Harry se encontraron en su lugar de reunión, en el tercer piso, frente a la puerta donde solía estar Fluffy.

Harry le dio un gran abrazo a Issei, cosa que devolvió con mucho gusto.

—¿De qué quieres hablarme?

—Es algo importante, así que debemos asegurarnos de que nadie nos escuche —Issei sacó la varita, e hizo el encantamiento—. ¡Muffliato!

Ahora nadie que los podía entender y luego de un hechizo más para privacidad, issei se puso un poco serio.

—Creo que es hora de que te cuente algo, Harry —dijo Issei, acercándose a Harry—. He estado haciendo muchos esfuerzos para protegerte.

—Eso ya lo sé, ¿por eso entraste al torneo, no? —preguntaba Harry, algo consternado.

—No sólo por eso, pequeño —dijo Issei, sonriendo—. Hay cosas que se están complicando, demasiado.

—¿Que tipo de cosas? —preguntaba Harry.

—Un infiltrado, esta buscándote —dijo Issei, viendo como la expresión de Harry se transformaba—. Creo que fue quien puso tu nombre en el Cáliz de fuego, pero no te preocupes.

—¿Que no me preocupe? ¿Sabes lo que pase con todo esto? —preguntaba Harry, algo alterado—. Sabes quien es... ¿Cierto?

—Claro que lo sé, ¿Crees que dejaré que un loco ande suelto por ahí libre? —Issei puso un rostro serio.

Harry sintió un poco de miedo, nunca vio el rostro tan serio de Issei, algo estaba pasando.

—¿Sucede algo? —preguntaba Harry, algo asustado.

—Quiero pedirte algo, sé que es demasiado, pero es necesario —Issei siguió serio, viendo a Harry.

—¿que necesitas de mi?

Al escuchar eso, Issei solo abrazo a Harry, para luego verlo con una sonrisa. La cosa que le pidió Issei, fue algo que hizo que sintiera un poco de molestia.

...

Al mismo tiempo, Ojoloco estaba charlando con Cedric. El falso profesor hizo demasiados esfuerzos para dar con el alumno que lo vio esa noche. Si, estaba listo para quitar ese obstáculo del camino y completar más fácil la tarea de su amo.

Era una lástima que no pudiera hacer nada, había demasiados testigos que podían ver si lo asesinaba.

Deseaba hacerlo, ahora frente a todos, tal como lo hizo con los padres de Longbottom, deseaba torturarlo. Tomar su patética vida, pero no sería hoy. No, no, no podía ser hoy.

Debía esperar, así como con su padre. Debe tener paciencia, demasiada paciencia. Todo se dificulta con la presencia de esos dos idiotas, el tarado con el Dragon dentro, y su zorra descendiente de Morgana.

—Hora de irte, Diggory, vete antes de que se acabe la cena —dijo el falso profesor.

—Si, señor —dijo Cedric, viendo al falso profesor.

Cedric salió del salón, estaba algo alterado pero se logró mantener sereno. Debía contarle a Issei lo que sucedió, esta completamente seguro de que el falso ojoloco descubrió la identidad del estudiante que lo reconoció.

Estaba algo alterado por cómo sucedieron las cosas, fueron tan de repente, que no le dejó demasiado espacio para improvisar. Estuvo a nada de echar a perder el plan en el que Issei, Cho, Le Fay y el estuvieron trabajando durante semanas.

Debía de reunirse de una vez con los demás.

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