01
Un dolor que desgarraba su garganta, haciéndole sentir que aplastaba su estómago cada vez que se quedaba sin aire por los fuertes tosidos que sacaba, ocasionando que llevara la mano a su boca para taparla, para así intentar mantenerse en silencio y atrapar aquellos pétalos de rosa pastel que salían a montones de su boca.
Cuando sintió que ya no tosería más, bajó la mirada para observar su palma llena de flores de cerezo, carraspeó suavemente para asegurarse de que ya no se repetiría, suspirando con pesadez, cada vez era más inestable aquello, antes sólo sucedía cuando estaba sólo, ahogándose en sus pensamientos, siguió a presentarse sin necesidad de llorar, y ahora, incluso en su trabajo le sucedía, debía de conseguir el medicamento antes de que se volviera a repetir, al no tenerlo previsto, no había traído unas pastillas.
Dirigió su mano llena de pétalos de flores al retrete, tirando de la llave para que se fueran al drenaje, observando como daba vueltas en el agua hasta desaparecer.
—Esto está mal... —Murmuró para sí mismo, queriendo no recordar cómo había llegado a ese punto, pero le era tan inevitable. Sin querer demorarse más, abrió la puerta del cubículo, mirando a sus lados para asegurarse de que no había nadie, sintiéndose aliviado por ello. Caminó hasta quedar frente al lavamanos y se miró en el espejo.
Sus ojos de colores púrpura y amarillos se veían opacos, suponía que por el cansancio, o por la tristeza. Unas notables ojeras debajo de sus ojos que se veían a la perfección por su tono de piel tan pálido, aunque últimamente lo era mucho más, llegando a ser llamado "fantasma" por la palidez tan inusual que estaba tomando.
Sin querer demorarse más, lavó sus manos y mojó un poco su rostro, no podía darse el lujo de desaparecer en medio de su trabajo, menos cuando tenía mucho por hacer. Se miró una vez más, repudiando lo que veía, alzó sus manos y sacudió su uniforme azul, dispuesto a salir de los baños.
—¡Atsushi! —Su cuerpo pegó un brinco al escuchar aquel chillido que pronunciaba su nombre, el mencionado, un poco alterado, giró para encontrarse con una de sus compañeras de trabajo, mirándole con preocupación mientras se cruzaba de brazos.
—¿Qué sucede, Naomi? —Preguntó algo tímido, intentando parecer lo más normal posible.
—Aparte de que tu paciente está esperando a que le lleves el medicamento... —Atsushi se encogió de hombros. —Te vi salir corriendo al baño, ¿Todo bien? —La chica de cabello negro le miró con preocupación, lo que hizo incomodar al más alto.
—Ya mismo voy a atenderla, y... Si, estoy bien. —Sonrió algo nervioso, alzando su mano mientras agitaba su cabello grisáceo, consiguiendo un mohín de su compañera.
—¿Se trata de eso otra vez? —Ante sus palabras, la sonrisa que tenía Nakajima desapareció, bajando la mirada, no fue necesario decir algo, pues con aquella simple acción sabía que se trataba de eso. —No podrás seguir ocultándolo tan fácilmente, tarde o temprano se sabrá, lo que me preocupa más es la reacción que tendrá Dazai... —El albino tragó pesado por sus palabras, aquella persona era uno de los factores por la cual mantenía su enfermedad en secreto, ya que le habría fallado a su palabra, aquella noche donde el castaño fue el único que le tendió la mano cuando se encontraba ahogado en su tristeza y dolor.
—Aún no me siento listo para decirlo... —Por fin habló, bajo y avergonzado. Naomi soltó un suspiro, aquel chico pareciera que le encantaba sufrir.
—Regresa a tu trabajo, le pediré a la doctora Yosano que me dé unas pastillas para ello, ¿De acuerdo? Más tarde te las entrego. —Atsushi alzó la mirada sorprendido por sus palabras, realizó una reverencia en forma de gratitud, expresándolo de todas maneras con palabras, soltando un despido para dirigirse a paso rápido a la habitación donde estaba su paciente.
Miraba el lugar blanco que era el hospital en donde trabajaba como enfermero, tan tranquilo en días raros como ese, pero otros, era un verdadero caos, donde lo que más se podía sentir era la desesperanza de la gente que rogaba porque su ser querido se recuperase.
Continuó con su camino hasta llegar donde estaba el paciente que le esperaba, era una mujer que había tenido una cirugía y estaba recuperándose, aun así debía tomar cierto medicamento que ayudaría que su recuperación fuese más rápida. Lo primero que hizo Atsushi fue disculparse con ella por su ausencia y demora, haciéndole entrega del medicamento junto con un vaso de agua para que le ayudara.
Atsushi le gustaba su trabajo, le gustaba poder convivir con las personas y ayudarlas, hacer que su estadía en el hospital fuese menos pesada, sabía que no era agradable estar en uno, recuperándose de un accidente, cirugía o enfermedad, o estar esperando a la muerte, por eso trataba de hablar con cada uno de sus pacientes, hacerles reír y sentirse aunque fuese una pizca de felicidad, verles marchar con una sonrisa luego de sus cuidados, era tan satisfactorio para él.
Pero últimamente esto le resultaba tan difícil, cuando su propio corazón estaba hecho trizas y el dolor tan presente como el primer día.
—No parece que te encuentres muy bien, jovencito. —Atsushi fue sacado de sus pensamientos al escuchar la suave voz de la adulta, giró en su dirección, observando que le miraba con intriga, a pesar de que era ella quien se encontraba hospitalizada, era el albino quien mantenía un aspecto enfermizo, este negó y trató de sonreír, consiguiendo una sonrisa algo torcida, sacudió unas sábanas que debía de llevarse pues esperaba distraerse con eso.
—Estoy bien, usted no se preocupe y descanse, ¿Hay algo que necesite de mí? —Habló apresurado.
No quería tocar el tema, recordar la razón por la que levantó sospechas le hacía querer huir lejos de allí. La mujer echó una leve risa, no de burla, se notaba la delicadeza con lo que lo hacía, alzó su mano y la movió, en señal de que el joven se acercara a ella, haciendo que las albinas cejas de Atsushi se torcieran, obedeciendo a la indicación que le hizo y tomó asiento en uno de los bancos que había al lado de la camilla.
—Niño, eres muy joven para sufrir por algo, disfruta de tu juventud, diviértete, enamórate y sé feliz, el sufrimiento déjalo a los ancianos como yo.
—Qué dice, ya se está recuperando, en unos días será dada de alta. —Puchereó el menor, consiguiendo risas divertidas por parte de la adulta, aquella alegría por parte de la mayor le hizo aliviar levemente su corazón, haciéndole recordar porque amaba su trabajo.
Al confirmar que la paciente no necesitaba de nada más, se retiró, no sin antes agradecer por las palabras de ánimo, que, si bien le hizo sentir un poco mejor, también le hizo quedarse pensando.
«Enamórate...» pensó mientras realizaba una mueca, pues fue precisamente aquello lo que lo tenía tan hundido en tristeza.
—¡Abran paso! ¡A un lado todos! —Atsushi pegó un brinco del susto ante aquel grito, abrazando las sábanas que llevaba, giró en dirección de los gritos, viendo a tres médicos empujando una camilla, rumbo a urgencias, entre ellos se encontraba él, quien al percatarse de la presencia del albino se detuvo.
—¡Atsushi! Escuché que te sentiste mal de repente, ¿Es-
—¡Dazai, no tenemos tiempo! —Lo apresuró una de las doctoras que estaba allí, haciendo que el castaño se quejara.
—Bueno, espero que te sientas mejor, nos vemos después. —Se despidió rápido, siguiendo su camino, haciendo que Nakajima se encogiera de hombros ante lo que acababa de suceder, asustándole el hecho de que el mayor supiera sobre su repentino malestar, por la manera en que le habló, supuso que no sabía nada aún de su enfermedad.
Dazai era compañero y superior suyo, jefe de los doctores y el más capacitado de todos, era como un hermano mayor que siempre le estaba cuidando, por eso entendía que se hubiera preocupado, por eso se sentía mal de haber incumplido cuando le prometió al mayor que tendría cuidado.
—Parece que es otro caso especial. —La piel de Atsushi se erizó y sintió sus piernas flaquear al escuchar esa voz, sintiendo al instante un ardor en sus ojos, no quiso girar, pues sabía de quien se trataba.
—¿Ah s-si? —Carraspeó, tratando de no balbucear.
—Sí. Un chico con Hanahaki, su estado empeoró, está al borde de la muerte, por eso han elegido a Dazai, después de todo, él es el encargado de realizar las cirugías de ese tipo. —El de cabellos negros cruzó sus brazos, pareciendo lamentable como la gente permitía que la enfermedad avanzara a tal grado, sacudió la cabeza y giró hacia Atsushi, a quien notó una mirada un poco angustiada. —Por cierto, vi hace rato que fuiste corriendo al baño, ¿Te encuentras bien? —Akutagawa le dedicó una mirada más suave, esperando la respuesta.
Atsushi y Ryunosuke habían sido compañeros de Universidad, se conocían de hace años, por lo que el mayor sabía cuando algo le sucedía, era un buen amigo suyo, claramente le preocuparía.
Pero eso sólo hacía que el corazón de Atsushi palpitara con dolor, asintiendo lentamente con la cabeza.
—Sí, pasa que comí algo que me hizo daño en el estómago, pero todo está bien. —Alzó su mano y rasco su mejilla, esperando que fuera lo suficientemente creíble.
—Dudo que haya sido así. —Atsushi titubeó. —Eso te pasa porque comes mucho. —Tras sus palabras, el albino rio con nerviosismo, consiguiendo que los ojos de Akutagawa rodasen. —Nunca entiendes.
—Lo siento. —Respondió con más calma, consiguiendo que el otro suspirara, éste llevó su mano a la cabeza de Nakajima, dando pequeñas palmadas, haciendo que un nudo se creara en la garganta del menor.
—Procura moderar tu apetito, comer demasiado no es bueno para la salud y eso deberías saberlo. —Asintió sin decir nada. Akutagawa comenzó a caminar hacia adelante, deteniéndose para girar y mirarle. —¿Almorzarás con nosotros? Supongo que Dazai no podrá por la cirugía que tiene, pero estaremos Chuuya y yo, ¿O tienes algo que hacer? —Atsushi apretó sus labios, le hubiera encantado ir, si fuese sólo él y Akutagawa, pero con Chuuya, no soportaría verlos juntos.
—Yo creo que no, debo dejar las sábanas en la lavandería y aún tengo cosas que hacer con mi paciente.
—Está bien, suerte. —Se despidió, siguiendo con su camino y alejándose poco a poco, hasta que le perdió de vista.
Cuando Akutagawa ya estaba lejos, Atsushi había comenzado a respirar con velocidad, alzando la mano y apretando su pecho, quería llorar y gritar, pero no era el momento ni el lugar más indicado, sintió nauseas, alzó la mano que tenía en el pecho y cubrió su boca, tosiendo de manera ahogada, miró rápidamentea sus alrededores, no había nadie que pudiese verlo. Tragó con pesadez los pétalos rosados que yacían atrapados en su boca, sintiendo como las hojas rasgaban su garganta, era una sensación terrible.
En verdad no soportaba todo ese dolor y tristeza.
Las horas habías transcurrido con normalidad, por suerte había conseguido tranquilizarse y continuar con su trabajo, finalmente la jornada había terminado y podía retirarse a su hogar, se encontraba en una habitación grande donde usaban para cambiar su uniforme a la ropa normal, precisamente eso estaba haciendo, para retirarse ya.
—Oh, Atsushi, que bueno que aún no te vas. —Escuchó la voz de Naomi, girándose a donde ella estaba, éste le sonrió y saludó. —Perdona la tardanza, fue difícil conseguirlas, Yosano realizaba muchas preguntas, me costó evadirlas.
—Ya veo, disculpa por las molestias y muchas gracias. —Naomi le hizo entrega de aquella pequeña caja de pastillas, las que necesitaría para hacer más llevadero el manejo de su enfermedad.
—¿Has pensado en lo que harás? Me preocupa mucho que puedas emporar... —Atsushi apretó los labios, él se sentía igual frustrado, tampoco sabía lo que podía hacer.
—No, estará todo bien si lo mantengo controlado, tranquila. —Trató de calmar a su compañera, pero si era sincero, sabía que su futuro era incierto.
—Sigo pensando que deberías hablarlo con Dazai, él podría orientarte mejor y en especial ayudarte... —Y rápidamente el albino negó, hacerlo haría que el mayor le diera un infarto.
—Hmm, si Dazai se entera, él... seguro que-
—Si yo me entero... ¿Qué? —El albino sintió helar su sangre al escuchar aquella voz, rápidamente alzó la mirada y se congeló al ver que, detrás de Naomi se encontraba Osamu Dazai, portando aquella bata blanca y con una mirada seria en el rostro.
Naomi giró rápidamente hacia atrás, temblando del miedo porque precisamente fuese Dazai quien estaba detrás de ella, éste bajó la mirada y la observó, haciéndole mirar a otra parte, en sus ojos se notaba la decepción, cosa le hacía temblar.
—Da-Dazai...
—Naomi, ¿Podrías dejarnos solos a Atsushi y a mí? —Le interrumpió, haciendo que asintiera y saliera rápido de la habitación, temiendo por el albino, pero sabía que era lo correcto, Dazai debía saberlo.
Atsushi continuaba atónito por lo que estaba sucediendo, sin creer que realmente estuviera pasando eso. Dazai caminó hacia el albino, arrebatándole la caja que tenía en mano, para leer sobre el medicamento del cual se trataba, haciendo que Nakajima temblara de terror.
—Y-yo... ¡Puedo explicarlo! —Osamu chasqueó la lengua al ver cuál era el medicamento, observando sumamente molesto al albino.
—¿Explicarlo? ¿Qué puedes explicar? ¡Maldición, Atsushi! —Aventó lejos de él aquellas pastillas, para luego tomar el cuello de la camisa del contrario, acercándolo a él en reacción de su molestia. —¡Te lo advertí! Te dije que no te dejaras llevar por tu dolor, y ahora... ¿Hanahaki? ¿Sabes lo grave y peligroso que esa enfermedad? —El menor apretó los ojos mientras recibía aquella reprendas, haciéndole sentir como sus ojos se comenzaban a humedecer.
—L-lo sé... Pe-pero... Yo... No pude evitarlo... —Aquello último hizo molestar más Dazai, ¿Tan enamorado estaba? Esa pregunta le enfurecía.
—¡Por supuesto que podías! Un estúpido amor, aferrarte tanto a él sólo te hará daño y ve ahora, tan bajo has caído. ¿Sabes tan siquiera en el problema en el que te has metido? —Cada palabra que era pronunciada por Dazai ocasionaban que las lágrimas del menor incrementaran, sabía que así reaccionaría, pero enterarse de esa manera, no sólo se sentía mal por ocultárselo, sino también por no haber tenido el valor de decírselo. —No, claro que no lo sabes, porque si lo supieras habrías pesado y no estarías en esta situación, Atsushi, ¿Por qué-
—¡Basta ya! —No podía más, estaba dolido, triste y en especial molesto, molesto porque Dazai lo estuviera tratando como un idiota que no pensaba. Alzó sus manos y tomó las muñecas del otro, alejándolas de él y haciendo que lo soltara, bajándolas. —¡Sí! ¡Lo sabía y aun así fui un estúpido! —Alzó la mirada y le observó, haciendo que Dazai tragara pesado. —Pe-pero no es algo que tú entenderías... —Apretó fuertemente las muñecas del mayor, consiguiendo una mueca por parte de éste. —Sa-sabes mucho sobre la enfermedad porque eres médico, pero no sabes lo que se siente, ¿Qué sabes de amor y dolor? ¡Jamás lo entenderías cuando sólo tienes aventuras! No trates de siquiera entender el problema cuando tú nunca has amado. —No tuvo cabeza para pensar, simplemente las palabras salieron de su boca, haciendo que Dazai retrocediera, siendo soltado por el albino.
Hubo un silencio de pocos segundos, Atsushi continuaba sollozando y Dazai no tenía palabras para decir algo, inconscientemente alzó su mano en dirección del menor, buscando consolarlo, pero éste golpeó su mano, alejándolo de él.
—A-así que... Si al menos me consideras un amigo, deja decir tonterías, un amor no se olvida de la noche a la mañana, un corazón no se arregla tan fácilmente luego de un rechazo, pero, nunca entenderías eso. —Fue lo último que dijo para darse la vuelta y tomar sus cosas, para luego irse a paso rápido, no quería estar allí, no quería ver la cara de Dazai.
—¡Atsushi, espera! —Aun así, trató de detenerlo, pero fue inútil, tan solo escuchar su voz, hizo que el menor apresurara el paso, alejándose en cuestión de segundos.
Alzó su mano y la colocó en su cabeza, había cometido una verdadera estupidez, se había dejado llevar por los impulsos. Repasó cada instante, desde que se dirigió hacia aquel lugar una vez se desocupó de su cirugía, pues quería saber el estado del menor que lo estuvo teniendo inquieto desde que supo, hasta ese crudo final, con las palabras tan agrías que había recibido.
Dazai comenzó a reír, las palabras del menor retumbaban en su mente, no podía dejar de pensar en eso.
«Oh, claro que lo sé...»
Un fuerte ardor en su garganta había comenzado a surgir, tras fuertes punzadas en el pecho, tan fuertes que sentía que iba a tener un infarto, le hicieron desestabilizar, chochando con uno de los casillos, comenzó a toser fuertemente, una tras otra vez, provocando que la cabeza le doliera horrores, sus piernas no aguantaron y terminó cayendo, sin dejar de toser, hasta que finalmente, de su boca salieron pétalos carmesí y una flor larga y roja; una Lycoris radiata.
La flor del infierno.
«Si tan solo supieras...» Continuó con sus risas que incrementaron al ver la flor. Había estado controlando bien esa enfermedad, los últimos días había estado empeorando y ahora, tras esa discusión, no pudo aguantar.
Claro que conocía el cómo se sentía, puesto que él igual portaba la enfermedad, porque él... Estaba enamorado de Atsushi.
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