KAPITEL 35: DER ERSTE SCHRITT


Hanna en la foto(L)

Para aquellos que han leído el primer capítulo de la novela de Adam, se darán cuenta que hice un cameo de la protagonista de ésta historia, así que la terapeuta de Hanna es la prota de la novela de Adam. Espero que os guste el capítulo^^

HANNA

Tras tirarme toda la mañana buscando la mejor terapeuta de la ciudad que me ayudara a superar cuanto antes el problema de Adam, me topé con una psicóloga que la gente siempre alababa por su buen trabajo y profesionalidad. Estaba encantada de que me atendieran tan rápido además de que mi tratamiento comenzaría antes de lo esperado. En una ciudad tan grande, el número de depresiones se dispara por lo que este tipo de sitios siempre tiene lista de espera, pero, en este caso, me dijo que empezaría mañana.

Y no es que la señorita Diamonds tuviera poca clientela, de hecho, era una de las mejores terapeutas de la ciudad, pero era el tipo de persona que en seguida congeniaba contigo y te era más fácil contarle tus problemas.

Estaba tan contenta que era hora de dar el siguiente paso; quedar con Robert y confesarle lo que más deseaba. Quería que diéramos un paso al siguiente nivel para que fuéramos pareja: ya estaba harta de esperar porque ya iba teniendo una edad en la que sentar la maldita cabeza. Los 30 cada vez amenazaban más y yo quería estabilizarme de una buena vez.

Tomé el teléfono con nerviosismo porque llevábamos varios días sin hablar. No sabía si él querría volver a verme, pero el que arriesga no gana.

Tecleé su número y los tonos comenzaron a sonar. Imploré por una sola oportunidad para redimirme y comenzar a hacer las cosas bien.

Con el corazón latiendo a mil por hora, la voz tan conocida de Robert sonó al otro lado:

-¿Hanna?¿Eres tú?¡Dios mío, me tenías preocupado!¡El otro día fui a tu casa y no estabas!

Yo me quedé en silencio unos instantes para recobrar la compostura: él me había esperado e incluso venido a verme, pero seguramente coincidió con el accidente de Alexa cuando yo estaba en el hospital. Decidí serle sincera:

-Perdóname Robert es que estaba en el hospital; a mi amiga le ocurrió algo y tuve que ir a verla.

- ¡Oh dios mío! ¿Y está bien? -Preguntó realmente afectado, lo que me hizo enternecer el corazón.

Él no conocía a Alexa, pero se preocupaba por ella; eso fue lo que necesitaba para terminar de decidirme. Robert era mi hombre, era el que me iba a salvar de las garras de la soledad e iba a darme la vida que más deseaba.

-Sí, está bien, tuve que ir a verla también para que le hicieran una trasfusión con mi sangre porque yo soy compatible con ella.

- ¿Y tú estás bien, querida? -Me preguntó de forma tan cariñosa que aparté el teléfono y me lo puse en el pecho para que él no escuchara mi pequeño gritito de felicidad.

-Sí, no te preocupes, ya estoy en casa así que ya no hay problema. Perdóname que haya estado evitándote, es que tuve problemas y no podía ver a nadie.

-Bueno pues ahora que puedes verme no me queda más remedio que ir a verte...

Me quedé congelada en la silla donde estaba sentada,¡Ay dios mío, él no había visto mi casa!¡Y no estaba presentable!¡Y ayer tuve una enorme borrachera!

-Es que...no estoy presentable con mi pijama...además...mi casa está desastrada.

-Ah pues mira ya tengo dos escusas para verte: ayudarte a limpiar y verte en pijama.

Comencé a reírme con el corazón lleno de felicidad, ¿En serio Robert iba a arriesgarse a venir a verme con mis pintas de recién levantada?¡ESO ERA UN HOMBRE DE VERDAD, CARAY!

-Si vienes no me hago responsable de las secuelas que puedas tener luego después de verme-Le dije riéndome, pero Robert me contestó con una voz tan seductora que mis rodillas se convirtieron en gelatina dehecha:

-Y yo no me hago responsable de lo que pueda hacerte cuando te vea en ese pijama tan adorable que seguro llevas.

Iba a contestarle pero él colgó para quedarse con la última palabra. Me había quedado tan encendida que estaba a punto de quemar la silla donde andaba sentada, madremía....que hombre...

Pero tras quedarme en la luna de Marte, miré la mesa y la cocina en general y comencé a corretear de un sitio a otro con la intención de dejarlo todo lo mejor posible. Al menos quería darle una buena bienvenida y que no pensara que tenía el síndrome de diógenes o algo así.

Pero al cabo de diez minutos, el timbre sonó y yo me quedé con la botella del licor vacía en la mano,¡Mierda!¿Y ahora qué?

Dejé la botella de nuevo en la mesa y abrí la puerta encontrándome con Robert y su media sonrisa que tanto me gustaba.Me miró de arriba a abajo y se relamió discretamente el labio inferior:

-¿Y querías ocultarme todo esto que veo ahora?¡Eres cruel, mujer!


Robert estaba increíble con su camiseta de tirantes y sus gafas de sol. Era guapo a rabiar y bien sabía que, cuando salía con él, todas las mujeres de Nueva York me miraban con una envidia malsana. Pero además de ser increíblemente guapo, era tierno, atento, apasionado pero respetuoso; jamás me puso un dedo encima ni me besó.

Y no es por falta de ganas porque bien se veía que él se moría de ganas por llevarme al dormitorio pero quería ir despacio conmigo. Me hice a un lado en silencio y muerta de la verguenza por el estado lamentable de mi salón y mi cocina.

-¿Una buena fiesta, eh?-Me preguntó divertido.

-Oh no, no fue una fiesta sino más bien una noche para olvidar.

Robert me miró con extrañeza y se acercó a mí suavemente. Su pecho se puso contra el mío, tomándome de la barbilla para poder mirarlo a los ojos.

-Cariño, si diste una fiesta no me importa porque confío en tí. Todos tenemos secretos y dramas en nuestras vidas que no queremos que nadie sepa, así que no te sientas obligada a contármelo si aun no estás preparada. Soy un tipo realmente paciente con lo que le interesa de verdad así que sin presión,¿De acuerdo?


Esas eran las palabras justas que necesitaba en mi vida en estos momentos. Necesitaba un apoyo como éste que entendiera mi complicada situación y mi libertad para poder poner todo en su lugar. Robert era el mejor tío que había conocido en mi vida y esta dispuesta a conocerlo más para llegar más lejos con él.

No me lo pensé dos veces y me puse de puntillas para besarlo, al ver mi intención y ver que me costaba llegar a él, me tomó en brazos sujetándome por el trasero y lo besé.

Sus labios sabían a café y a chocolate; eran deliciosos hasta decir basta. Hacía muchísimo tiempo que no me besaban y la necesidad se hizo evidente en mi cuerpo necesitado de caricias. Pero aún era pronto para mí y no quería usar a Robert para complacerme y que luego él se cansara de mis problemas.


Tras un largo beso, Robert se me quedó mirando mis labios hinchados y me dijo susurrándome al oído:

-Más vale que comencemos a limpiar este desastre porque sino estoy ocupado con algo en las manos no respondo de lo que soy capaz de hacerte.

Me mordí el labio intentando reprimir las ganas que sentía de que esas palabras las cumpliera pero no era el momento. Quizás, cuando llevara un tiempo de terapia y estuviera segura de mí misma, le daría a Robert el permiso para ser completamente suya.

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