KAPITEL 29: ENTWICKELN VON IHREN ARMEN
Maratón día 2 (1/2)
Seeep Colin sin camiseta (lo que me ha costado encontrarlo coñes), queredme mucho y muy fuerte.
COLIN
Tras varios minutos y un escándalo ensordecedor que casi provoca que entre a la habitación de Alexa, Adam salió corriendo literalmente de allí sin mirar ni siquiera lo que tenía delante. No sabía qué tipo de conversación habían tenido, pero era evidente que no fue precisamente una conversación amigable.
Al asomar mi rostro para ver si Alexa estaba bien, me la encontré sentada en la cama con una cara de profundo disgusto y una expresión de que había volado lejos para alejarse de la realidad. Ella era el tipo de mujer que no le hacía efecto ni las palmadas en la espalda ni los abrazos porque los veía innecesarios, pero yo no era así.
Con la gente que quiero, me sale natural mostrar mi cariño.
¿Pero hasta qué punto me importaba Alexa?, esa era una buena pregunta que debía de preguntarme bastante más atrás en el pasado. A pesar de no cruzar ninguna palabra en el pasado hasta que la conocí en la academia, no me hizo falta hablar con ella para conocerla.
Su hermano Alex me hablaba continuamente de ella y me tragaba todos sus conciertos como el mayor fanático del mundo. En mi móvil siempre tenía fotos de ella, pero no en plan sexy sino en el escenario como la estrella brillante que era. No le hacía falta enseñar nada de su cuerpo para demostrar su belleza o sensualidad; su sola presencia era capaz de enloquecer a cualquier tipo, hasta el más duro de los tíos.
La última imagen que tuve de ella era la mirada estoica que estaba viendo en este momento. Fue cuando era el funeral de Alex y ella se estaba tragando todos los "pésame" de cada persona que se le acercaba con una entereza envidiable. Yo me tiré semanas llorando en casa, pero ella, ella demostró una fuerza titánica.
Nunca pensé que la volvería a ver, quizás el destino estaba jugando a un juego maquiavélico y ambos éramos una especie de experimentos, pero el resultado me estaba gustando. A veces aquello que no buscas ni pides aparece y ese es el mejor regalo que pueden hacerte.
La vida era muy corta para preocuparse y eso era algo que aprendí por la experiencia que me dio Sarah. No iba a desperdiciar ni un solo momento y aquello que siempre me había apasionado hacer y que no hice por mi familia, iba a hacerlo e incluso a vivir de ello.
Estaba harto de dar explicaciones, de ser un hombre pequeño en un mundo de gigantes y de contentarme con lo que sobra: ahora iba a tomar lo que quería e iba a morder a cualquiera que se pusiera por mi camino.
Alexa se dio cuenta de mi presencia en cuanto mis zapatos hicieron ruido con el suelo. Su mirada seguía seria, pero intentaba ocultar su malestar para evitar preguntas indiscretas. Pero yo no era como el resto de humanos y nunca preguntaba más de lo necesario porque creía en el espacio personal, así que no le pregunté nada y cambié de tema para que ella se sintiera mejor.
- ¿Cogiste todas las cosas para irnos a casa?
-Sí, solo necesito cambiarme; en seguida salgo.
Tomó un pequeño montón de ropa y se fue al cuarto de baño a cambiarse. Parecía que la trasfusión le había dado fuerzas porque cualquiera diría que esa mujer tenía una enorme herida en el costado y estuvo a punto de morir.
Tras varios minutos y algunas quejas, ella salió radiante y...cómo decirlo...realmente comestible.
Al ver mi cara, Alexa se cruzó de brazos y me dirigió unas palabras envenenadas de su cosecha:
- ¿Qué mierda estás mirando, Colin? ¿Se te perdió algo?
-Ojalá se me hubiera perdido algo por ese bello cuerpo, gatita.
La mano de Alexa iba a ir a parar a uno de mis mofletes, pero fui rápido y la tomé de la muñeca llevándola contra la pared. Esos tatuajes en sus piernas me estaban tentando a acariciarlos y lamerlos como si fueran de caramelo.
-Gatita mala...si deseas pegarme, hazlo en el trasero y no en la cara-Le dije al oído.
Entonces ella me dirigió una sonrisa de molestia, lanzándome de nuevo sus palabras hirientes que me causaban gracia:
-Si te pego lo haré en las pelotas para que no puedas traer al mundo otros gilipollas como tú.
Comencé a reírme mientras que pegaba más mi cuerpo al suyo. A pesar de las palabras, podía ver su piel erizada y sus ojos nublados de deseo por mucho que ella lo negara. Si lo deseaba, podía hacerle de todo en ese preciso momento.
Pero prefería hacer las cosas a lo grande para dejar recuerdos inolvidables en su mente y su piel. Quería que la mujer que estuviera conmigo me deseara tanto que no se fuera con otros tipos como lo hacía Sarah.
Mis manos comenzaron a deslizarse por dentro de su pantalón hasta dar un buen apretón a su trasero con ambas manos. Alexa gruñó realmente enfadada:
- ¡Colin, suéltame ahora mismo! ¿Te tomaste algo caducado o qué?¡Que no me toques idiota!
-Pues deja de ponerte cachonda, Alexa...
Ella comenzó a reírse con fuerza, pero a mí no me engañaba; estaba seguro que estaba tan caliente como yo e iba a darle una buena prueba de ello.
Mientras que ella reía, mi mano descendió hasta la entrada de su húmeda vagina y su risa se vió truncada por un grito de impresión. Sonreí con satisfacción al comprobar que yo tenía razón.
- ¡¿Qué haces tocándome ahí?!¡Eso es invasión de la intimidad, guarro!
-Eso es una prueba de que mi gatita es una mentirosa-Le dije con los ojos desafiantes mientras que la apretaba contra mí en señal de posesión.
-¿Yo algo tuyo?¡No me hagas reír,Colin!
Ella se retorcía, pero no podía escapar de mi abrazo sensual. Alexa se mordía los labios hasta que parecían morados para evitar hacer cualquier sonido que indicara lo mucho que lo estaba disfrutando, pero su cuerpo me daba claras pistas aunque se empeñase en ocultarlas.
Lamí su cuello y le susurré unas palabras:
-Recoge ahora mismo tus cosas porque si no lo haces yo mismo te llevaré a rastras hasta casa, así que no me hagas esperar.
La solté y ella me sacó el dedo mientras que recogía su bolso. Sus piernas parecían un tanto debilitadas, pero decidí no seguir pinchándola porque temía por la seguridad de mis testículos.
Ambos salimos de la habitación en dirección a la salida del hospital y entonces, ella dijo la última palabra:
- ¡Que sepas que me voy contigo porque no tengo más remedio, pero en cuanto pueda me largo!
- ¡Oh gatita, eres una romántica empedernida! ¿Pero dónde vas a estar mejor que conmigo?
Ella se calló de golpe cuando entramos al coche y no habló una palabra durante el viaje. Era evidente que tenía un cabreo monumental, pero prometía que iba a quitárselo en cuanto llegáramos a casa.
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