KAPITEL 20: MEIN RETTER
Maratón día 3 (1/2)
Alexa en casa de Colin(L)
ALEXA
Cuando Hanna se marchó y me dejó plantada en medio de la calle con el corazón encogido y muerta de rabia, entré de nuevo al bar para coger mi bolso y marcharme de allí. No quería verle la jodida cara a Adam, pero no iba a dejarme el bolso allí.
En cuando al concurso, que se fuera despidiendo de que fuésemos juntos. Se lo propondría a Colin aunque lo sentía por Doris porque ella estaba en medio de ambos.
Cuando entré al bar, Adam me miró totalmente desencajado e intentó detenerme cuando quería marcharme. Doris intentó hablar conmigo para calmarme, pero, si me quedaba más tiempo allí, iba a romperle la cara a ese rubio pervertido.
-Por favor Alexa...tengo que explicarte...
- ¡NO, NO TIENES QUE EXPLICARME NADA!¡ERES UN CABRÓN Y NO QUIERO SABER NADA DE TI!
Él intentó abrazarme, pero yo me despegué con todas mis fuerzas de sus enormes brazos. Me disculpé con Doris con la mirada y ella, como siempre, lo comprendió como la tía legal que era.
Temía el volver a casa de Hanna y que hubiera hecho cualquier cosa a mis efectos personales. Ella estaba tan hundida...y para colmo escucha tal cosa.
Sabía que ella me escucharía cuando el tiempo pasara y se calmara, pero lo mejor en estos momentos, lo mejor era marcharme.
Cuando llegué a la puerta del piso, mis maletas estaban en la puerta. Me dieron ganas de llamar a la puerta para ver cómo estaba Hanna, pero bien sabía que cuando te sientes avergonzada lo único que deseas en enterrar la cabeza bajo la almohada y no salir de allí en un tiempo.
Miré por encima y comprobé que todo estaba en las maletas. Colin me había preguntado qué me ocurría, pero era tal el miedo de decírselo que le colgué el teléfono. No tenía derecho de molestarlo así con mis penas así que pensé que mejor me alojaba en un hotel.
Me colgué la guitarra en mis espaldas y me coloqué la capucha para que nadie viera mi cara seria y a punto de llorar. Los neones de las calles me hacían daño a la vista por culpa de la sensibilidad que tenía en esos momentos y la enorme jaqueca por dar mil y una vueltas a lo mismo. Mi teléfono no paró de sonar y, como yo pensaba, Colin no había parado de llamarme, pero era mejor lamerse las heridas solas como siempre había hecho.
Me senté en un banco esperando a que un autobús pasara y me pudiera llevar al hotel más cercano. No quería montarme en un taxi porque si no las atenciones se dirigirían más a mí personalmente mientras que en un autobús era una más entre toda la muchedumbre.
Estaba deseando llegar y poder desenredar todo lo que sentía y beberme unos tragos hasta caer rendida. Estaba claro que iba a dejar mi trabajo porque no iba a volver a ver a ese desgraciado, por lo que las cosas se me complicaban aún más.
Mientras que esperaba en la parada, me coloqué los auriculares y la música inundó mi mente. Comencé a recordar la canción tan genial que compusimos Colin y yo, sintiendo la necesidad de grabarla para no olvidarla. Era algo fresco y original; un sonido nada comercial que tenía una composición compleja y una voz increíble. Colin tenía un talento excepcional y ojalá estuviera en mi mano hacerlo crecer en el mundo de la música.
Pero en ese mundo yo ahora era una renegada; una paria que casi nadie recordaba porque ahora era una fracasada y en el pasado me consideraron una puta, pero bien sabía yo la verdad. ¿Qué más da lo que pensaran de mí?, la sociedad ve a una mujer con minifalda y tatuajes y se piensa que es una puta. Daba igual lo que hiciera, lo seguirían pensando por el simple hecho de mi aspecto.
Pero yo era valiente y era como quería ser no como la sociedad quería que fuera. Para mí, ese fue mi mayor logro; salir de todo aquello con la cabeza alta.
Estaba tan enfrascada en la música que me sobresalté cuando sentí una mano en mi hombro. Cuando me quité los auriculares y lo miré para decirle cuatro cosas a quien osaba tocarme, me topé con los ojos grises de Colin que me miraban con preocupación. En ese momento, las palabras se desvanecieron con la lluvia que había comenzado a caer repentinamente.
-Alexa... ¿Sabes cuánto me preocupaste? -Me dijo con la voz nerviosa haciéndome sentir culpable de su estado.
Aparté mi mirada de él, pero no se rindió y me tomó de la barbilla para obligarme a mirarlo. No me había fijado hasta ahora en el magnífico color de sus ojos y en su mirada enigmática, quizás porque estaba demasiado ocupada encandilada con su música.
-No...no quería molestarte con mis mierdas Colin...siento haberte llamado...
-Hiciste lo que debiste y ahora dime el motivo por el que estás en la calle con este tiempo y con las maletas.
Esa parte era la más dolorosa de explicar, pero no podía explicarle toda la verdad al menos por el momento, así que le dije una versión light:
-Mi mejor amiga y casera me echó de casa porque se cree que me acosté con el tío que le gusta y eso no es así, aunque las pruebas me inculpen.
Colin asintió comprendiendo mi estado y entonces me abrazó acariciando suavemente mi espalda. No iba a llorar en su presencia, no iba a llorar de alivio al sentir un poco de apoyo ahora que tan sola me sentía.
Él tomó mis maletas y me dijo con una sonrisa:
-Es hora de que te lleve a tu nueva casa y no quiero un no por respuesta. Necesitas un hogar y un hotel no lo es; no mereces estar incómoda ni sola en estos momentos. Además, vivo solo y admito que ahora algo de compañía no me vendría mal.
Comencé a reírme mientras frotaba mis manos contra mi cara cubierta de agua de lluvia. No pude evitar contestarle:
-Siempre y cuando no intentes nada conmigo, yo estoy conforme.
-Prefiero decir que no me cierro puertas porque si juras algo y luego lo incumples te sentirás como la mayor de las idiotas.
Ambos comenzamos a reírnos mientras que caminábamos en dirección al coche de Colin. A pesar de la lluvia que nos cubría de cabeza a los pies y del frío que se instaló en mis huesos, me sentía cálida en mi interior. Al menos no pasaría este trago sola y eso era más de lo que podía desear. Daba gracias a que un salvador improvisado vino a por mí como si se tratase de mi ángel de la guarda, recogiendo los pedazos que quedaron de mí.
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