Hielo a cuarenta grados (Capítulo único)




De acuerdo a las ciencias médicas, el aumento súbito de la temperatura corporal se denomina fiebre cuando rebasa los treinta y siete grados Celsius, y sus causas son diversas, atribuyéndose comúnmente a una enfermedad, donde el sistema inmune busca destruir agentes dañinos para el organismo. Pero existe otro origen, y ese tiene que ver con la pasión desbordante que sólo puede experimentarse entre dos, que ni los mismos Dioses son capaces de ignorar.


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Las murmuraciones a su alrededor no cesaban, ¿moriría?, no lo sabía, sólo distinguía una fina capa de sudor cubriendo su frente, y casi era consciente de la violencia con la que su sangre se agolpaba en sus mejillas, quizá era muy tajante y dramático afirmar que estaba sufriendo por parte de los que lo acompañaban, puesto que las personas conocen bien que las elevadas temperaturas tienen más un poder atrayente que doloroso, te consumen en el fuego, si, pero también encienden más que la carne, estimulan las partes adormecidas del alma, lanzándote al atrevimiento, a la lujuria.

Caliente, muy caliente..., su largo cabello aquamarina bien pudo ser de un tono rojizo, y ni siquiera notaría el cambio, apenas y podía dominar sus manos, que pudorosas intentaban cubrirse la sensible zona entre su clavícula y su cuello, no conseguía recordar lo que estaba haciendo antes de estar postrado en cama, ¿Qué era?

En su mente aparecieron imágenes de un mundo atrasado en el tiempo, y junto con ellas se vio a sí mismo frente a las elegantes construcciones de un Londres del siglo XIX, el río Támesis estaba calmado al fondo, con el reflejo de la luna bailando sobre sus tranquilas aguas, y como siempre, el frío estremecedor hizo un fuerte contraste con su alucinación de estar ardiendo, se pasó una palma por su rostro, cada vez era más frecuente que se perdiera en la realidad, la gente lo esquivaba, inmersos en sus propios asuntos, al final, la soledad tenía un precio que no podía pagar ni con toda una fortuna, y era deambular con arranques de un cierto tipo de psicosis.

Avanzó acomodando su sombrero de copa en su cabeza, sus pasos eran callados a pesar del camino labrado en piedra, y el largo de su abrigo de etiqueta escondía la hora exacta en su reloj dorado de bolsillo, eran las siete de la noche, momento preciso para acudir a un palco en el teatro y deleitarse con las actuaciones de las mujeres que sutilmente se oponían a una sociedad puritana.

Los saludos producto de la etiqueta no eran más que simples susurros y distantes hipocresías, al igual que el peinado apretado de las damas, que en la privacidad se deshacían en la antesala de sucumbir a las pasiones, miró don desdén a todos al llegar a su destino, eran demasiado..., demasiado como él.

Entregó sus prendas al valet que lo recibió con un respeto rayando en la sumisión, para conducirlo a su palco, sin embargo una ventisca pasó a su lado, cubriéndolo como en un abrazo, y un escalofrío se apoderó de él, tragó saliva gruesamente, era como si alguien le hablara íntimamente, en un lenguaje que no conocía, se giró violentamente, sin encontrar nada o nadie que fuera el culpable de su estremecimiento.

"La sensualidad que no se materializa en un cuerpo es peligrosa", porque no consigue llegar a la cumbre de un placer, y más si te excita en situaciones nada oportunas, esa era una de sus frases preferidas, que repetía a pesar de ya estar sentado en su lugar, dispuesto a pasar los siguientes ciento ochenta minutos metido en esa gala fingida entre los londinenses, vaya que ese país y su gente eran extraños, igual de pretenciosos que en su amada Francia, pero mucho más recelosos para dejarse consumir por los excesos, al menos de una forma descarada.

El imponente telón rojo apartó su tela poco a poco, con la gracia como con la cual se acaricia la espalda tibia de un amante, los latidos de su corazón comenzaron a acelerarse ante la expectativa, aunque..., si recapacitaba lo suficiente, la causa de su taquicardia no tenía mucho que ver con la Prima Donna haciendo el amor con el público gracias a su acto, no..., desde un remitente desconocido le llegaba una oleada de calor que lo obligó a deshacer el nudo de su corbata.

-¿Qué demonios...?

Su pregunta se suspendió en su aliento recién exhalado, y entonces lo vio..., en el palco vecino, un par de iris azules trasmutaban al carmesí, lo estaba espiando, era como si ese caballero de negra vestimenta lo cazara como un vampiro a su presa, y de pronto su sonrisa de lado le provocó mucho más que asfixia, estaba ahí, sin mover ni un músculo que no fueran los que están al lado de su boca.

Estaba a punto de perder el duelo interminable de miradas, pero no se atrevía a apartar sus sentidos de ese desconocido todavía, que de un momento a otro comenzó a acariciar sus labios con una lentitud digna de una tortura medieval, y lo más extraño era que todo eso lo sintió en carne propia, no sabía qué clase de poderes sobrenaturales tenía para lograrlo, sin embargo, no deseó gastar su energía reflexionándolo, si tenía el gozo perpetuo entrando invisible a su boca.

El respaldo de su silla era lo único que lo detenía para no caer en el suelo, dispuesto a dejar salir una melodía erótica, iluminado por el fuego de los candelabros. Sus nudillos estaban blancos a causa de su agarre desesperado a la madera del reposabrazos, pero los laterales de su cara estaban siendo consumidos por la fiebre que le producía aquel extraño ser.

-"¿Quién eres?"-Le habló desde el pensamiento, entrecerrando los párpados, con la garganta tambaleante ante el placer que se colaba por sus venas.

-"Eres tan hermoso como en cada una de tus encarnaciones."- La burla vedada en su oración pasó desapercibida, gracias a la declaración oculta en las sombras.

-"¿Ya nos conocemos?, ¡responde!"- Juraría que estaba bajo el hechizo de una sustancia opiácea, o por lo menos preso de un sueño, preso de él, de su toque etéreo y fantasmagórico.

-"Camus, Camus..., ¿o debería decir Dégel?"- No lo comprendía, no conseguía darle un toque final a su existencia, a su personalidad, aquel que lo estaba poseyendo a través de energía pura le abrió un debate intrínseco, no distinguía ni su propio nombre, ¿Cuál era su verdadera esencia?

-"Yo..., no sé quién soy, ¡maldita sea!, ¿Quién eres?"- Se estaba ahogando, sus oídos se hicieron sordos a la obra, a los aplausos, a las conversaciones, a la orquesta, a todo, menos a su varonil tono de voz que se dirigía a él con un timbre grave, del que es común usar enredado en una sábana dentro de una habitación por la madrugada.

-"Me conoces bien, llevo siglos enteros observándote, y no creo que deje de hacerlo..., Kardia, Milo, da igual quien sea en éste instante."

Esos nombres hicieron eco dentro de su pecho, de repente el lujoso teatro desapareció, las paredes se convirtieron en millones de pétalos de flores carmesís que se esparcieron con el aire, y en su lugar los enormes pilares de un templo griego se edificaron gloriosos, el mármol estaba frío bajo sus pies desnudos, continuaba siendo de noche, pero la neblina característica de la capital inglesa desapareció junto con sus calles, a cambio la calidez de Atenas le calaba hasta los huesos.

Estaba a punto de caminar, buscando a alguien que pudiera explicarle si era que se encontraba dentro de un viaje astral, pero unos fuertes brazos se cerraron sobre su cintura, y un delicado beso en su quijada lo hizo detenerse, aspiró profundamente, ese aroma, ese perfume a manzanas le era tan conocido como embriagante, las rodillas comenzaron a fallarle cuando la humedad de nuevos besos invadieron su cuello y hombros, estaba ardiendo...

-Eres tú verdad.- Ya no era un cuestionamiento, si no una afirmación, y por ende su voz real se escuchó en medio de ese enorme salón dentro del templo de Acuario.

-Si..., lo soy, por favor Camus, vuelve a mi, te lo suplico...

-¿Volver?

Milo le dio la vuelta a su cuerpo con suavidad, para pasar su aliento caliente por su frente, el puente de la nariz y su barbilla, logrando que el momento fuera eterno, en respuesta, Camus elevó sus brazos para pasarlos por su espalda, delineando cada curva a su paso. ¿Volver?, esa interrogante seguía dándole vueltas, porque él nunca había querido irse.

Escorpio estaba grabado en su destino, con letras talladas con la punta de un diamante, y eso lo sabía bien, no quería ni intentaría cambiarlo, entonces ¿por qué le pedía regresar?, el escenario se desvaneció otra vez, ahora una bruma escarlata cubría el ambiente, no veía nada más que el color rojo, su piel estaba perlada a causa del sudor, y sus párpados le pesaban somnolientos.

Cayó de rodillas, respirando con dificultad, tomando entre sus manos lo que parecía ser una tela tersa y con un efecto reconfortante, lo que consiguió que al instante relajara sus facciones, seguía sintiendo como si un fuego arrasador lo consumiera, pero irónicamente, le atraía como nunca, deseaba intensamente caer en esa tentación, porque sin percatarse de cómo ocurrió, la tela ya no era más un conjunto de hilos tejidos maravillosamente, no..., ahora pasaba sus dedos por una cabellera azulada y rebelde.

-Milo...

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Sus piernas estaban cansadas, y ni hablar de su espalda baja, que le dolía como si una espada lo hubiera atravesado de lado a lado, hasta respirar le provocaba una punzada en el pecho, pero aún así buscó enderezarse de la cama, su habitación estaba a oscuras, salvo por la modesta llama de una vela que descansaba en la mesa de madera que tenía al centro, una toalla mojada le resbaló de su frente que tenía mechones de su flequillo pegados a la piel, sintió mucha sed, que junto con su estado de confusión no lo dejaban pensar con claridad.

Palpó la piel de sus hombros y abdomen, comprobando que estaba semidesnudo, ahora más que nunca deseaba respuestas, pero no tuvo que ir muy lejos para toparse con alguien que se las proporcionara, ya que a su lado estaba Milo dormido usando el apoyo de uno de sus brazos como almohada, lo devoró con la mirada, y no era para menos, ya que su peliazul estaba en igualdad de condiciones que él...

Camus se sonrojó sin remedio, no recordaba que hubieran tenido sexo desde que se les otorgó una nueva oportunidad de estar juntos, de hecho lo último que se asomaba a su memoria era que estaba entrenando en Siberia, cuando una enorme avalancha de nieve del tamaño de una montaña lo sepultó. También recordaba que el cosmos de todos, en especial el suyo estaban muy inestables a causa de la reencarnación, entonces pudo deducir que su cuerpo bajó de temperatura casi igual que cuando murió a manos de Hyoga.

-Despertaste amor...

El tono de voz adormilado del escorpión lo alertó, por lo que lo enfocó otra vez en su campo de visión, estaba endemoniadamente guapo con sus párpados entreabiertos y su característica sonrisa de lado, esa sonrisa era la misma que distinguió en él en el teatro en Londres..., ese había sido otro sueño que no se podía explicar, ¿y si esa realidad que estaba viviendo era también parte de una alucinación?

Tenía que comprobarlo, por lo que se acostó encima de Milo para pasar sus labios por los suyos, acariciando su cabello al mismo tiempo, el beso se tornó intenso al igual que sus caricias, y por primera vez dentro de su extraña fiebre, supo que ésta vez su querido bicho era de verdad, lo había esperado tanto tiempo, que tenerlo tan cerca volvía a desatar un incendio en su piel.

-Cam..., Cam, espera, te estoy sintiendo caliente otra vez.- El peliazul habló pausadamente, tomando al francés de los hombros para separarlo un poco, como si le costara muchísimo detener a ese Camus intenso por el que rogaba todas las noches.

-¿Otra vez?- Camus evitó decirle que estaba muy, muy caliente, ya que le intrigó esa última parte de la plática de Milo.

-Si..., temía perderte otra vez, la señorita Athena nos dijo que la única manera de preservar tu vida era regular tu temperatura corporal.

-¿Qué me ocurrió?

Sin desprenderse del fuerte torso de su escorpión, el caballero dorado de Acuario escuchó el relato sobre como estuvo en un peligro inminente, a causa de un descuido que desencadenó una avalancha de kilómetros y kilómetros de nieve, que Saori y Shion presintiendo el peligro lo trajeron de vuelta al Santuario, que pasó de la hipotermia a la fiebre, y también que su amado Milo llevaba tres días cuidándolo, bajando y subiendo el calor según se requiriera, finalmente, suspiró ante la última confesión del griego.

-Con casi cuarenta grados, supe que estabas comenzando a alucinar, por lo que te supliqué que te quedaras conmigo, que volvieras a mi, no sabes lo que siento, al verte así... Cam...

-Así que eso si fue real..., Milo, yo nunca te dejaría, aunque a veces pareciera que si.

Aprovechando la madrugada, la desnudez, y la entrega, las siguientes horas pasaron lentas pero gloriosas, convirtiéndose en uno sólo en más de una ocasión, hasta que el cansancio debido a su rítmica cadencia los llevó a dormirse nuevamente. A la mañana siguiente, Camus fue el primero en levantarse, observó al varonil hombre que yacía a su lado, y sonrió antes de darle un tenue beso en los labios, tomó una bata y fue directo a su biblioteca.

Ahí rebuscó entre sus libros hasta encontrar los tomos que pertenecían a su antecesor, aunque súbitamente se detuvo al tener entre sus dedos el ejemplar que lo tenía completamente curioso, se trababa del diario de vivencias personales de Dégel, ese era el único manuscrito que no había leído, por respeto o miedo, podrían ser la misma cosa a esas alturas, ya que temía encontrarse con pruebas de que él y Kardia se habían amado, atando todavía más su destino a los sentimientos que tenía por Milo. Con el semblante serio, pasó una palma de su mano por la pasta delantera para quitarle los restos de polvo, y lo abrió en una página al azar.


"7 de febrero de 1885

Estoy enterado de que fue una total muestra de rebeldía escapar de mi entrenamiento, sin embargo, también sé que cuando mi deber como caballero de Athena me consuma, tendré que aceptar una despedida tajante de la sociedad, y también una renuncia definitiva a mi vida, por eso me atreví a ir a ese teatro en Londres, disfrutar por última vez de las maravillas que éste mundo que anhelo proteger, además, estaba él, Kardia. No sé cómo fue que me encontró, cuando viajó hasta el mismo lugar que yo, o el tiempo que tardé en aceptar que lo quería con toda mi alma, sólo estoy consciente de la maravillosa sensación que me produjo estar entre sus brazos. Soy realista, moriremos a manos de los Dioses enemigos de la señorita Sasha, sin embargo, al menos por esa noche sólo fuimos él y yo, esperando que nuestras almas renazcan para volver a encontrarnos."


El diario se le resbaló en una caída libre hasta el suelo, ahí se encontraba lo que estaba buscando, esa fantasía que tuvo en su estado febril, no fue más que un recuerdo de su vida pasada, al final Milo tenía razón, si volvió, volvieron juntos. Un nuevo abrazo por parte del griego le cubrió completamente su espalda, era tan cálido que fácilmente podría hacer que su hielo se elevara hasta los cuarenta grados, incluso más, acarició sus manos con las suyas, y con mucho deleite se dejó envolver por sus dulces palabras, pronunciadas en la intimidad que era de ambos.

-Yo también recuerdo eso..., te ves tan hermoso como Dégel, al igual que como Camus, y yo sigo siendo un idiota que se enamora irremediablemente de ti en cada oportunidad, qué bueno que despertaste, así puedo decirte: Feliz cumpleaños amor.

-Gracias Milo..., Mon amour.

















FIN














Comentarios: Hola niñas, ¿me han extrañado? (nadie la extraña jajaja), ya sé que ando escribiendo sobre Sailor Moon, y estoy muy contenta con lo que estoy obteniendo en ese fandom, de hecho estoy súper agradecida con los hermosos que me siguieron leyendo a pesar de ser otro anime (si la indirecta es para ti querida amiga, ya sabes quién eres :3), sin embargo no me pude resistir a hacerle un regalito a nuestro amado cubito cuando vi la convocatoria de la página de FB Milo x Camus, no importa que ya haya pasado, lo hago con mucho cariño para todos los acuario, además me es imposible no regresar a mi adorada OTP que me inspiró a escribir desde un comienzo, así que de ahí salió este One Shot, pequeñito pero con mucho amor, así que ya saben qué hacer, comentar, compartir, votar, etc. (Claro si es que les gustó jejeje), les mando un abrazo grande muy grande.


Nos leemos pronto, Yare.

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