4. Bueno, estoy de regreso al negro.
AC/DC - Back in Black (1:19 - 1:40)
Minerva.
Llego cinco minutos antes al trabajo y ruego en mi mente, para que Donovan no tenga problema con que haya traído al niño al trabajo.
Abro la puerta de la cafetería y el dulce aroma de los diferentes cafés y postres me golpea con fuerza, es un aroma que con el tiempo me ha llegado a reconfortar, porque solía utilizar el trabajo como escape a los problemas que tenía en mi relación.
Aquí no tengo que pensar o cavilar sobre mi vida, solo tomar órdenes de café, limpiar mesas y entregar pedidos. A veces hay uno que otro cliente grosero, eso es algo que uno se acostumbra y dependiendo del día o del humor que uno esté, eso llega afectar, pero estar aquí seguía siendo mejor que estar en ese apartamento.
Aún con todo eso, ¿por qué seguía ahí con él?
—Buenos días —saludo al entrar.
Sabrina me devuelve el saludo con entusiasmo, está limpiando una mesa y sus ojos azules brillan al ver al niño a mi lado y se acerca casi corriendo para saludarlo, agachándose para estar a su altura.
El niño se esconde detrás de mis piernas y Sabrina le sonríe.
—Hola, pequeño, soy Sabrina. ¿Cómo te llamas?
Saca su cabeza un poco de detrás de mis piernas y mira con cierto recelo.
—Soy Theo.
Me aparto del niño y de Sabrina para acercarme a dónde está Donovan, limpiando la máquina de capuchino.
—Lo siento por traerlo, pero no tenía con quién dejarlo, mi... Mi esposo sufrió ayer un accidente y está en coma.
Aún me parece algo irreal decirlo, una parte de mi espera que todo sea una jodida broma. Que él aparezca en cualquier momento por la puerta y me grite por la forma en la que he estado actuando.
Me gritará y me hará sentir culpable por llamar a mi familia, por como he tratado al niño y por alegrarme por su accidente.
—Espera, espera. ¿Tu esposo sufrió un accidente y está en coma? Minerva, no era necesario que vengas, hubiera entendido si te ausentabas. Es más, vete, tomate el día libre. Incluso la semana si lo necesitas.
—No, estoy bien, esto me viene bien. Necesito la distracción, no puedo seguir en ese apartamento y no hay nada que pueda hacer en el hospital.
La preocupación de Donovan y la mirada que me da Sabrina, son gestos genuinos, pero no me siento cómoda lidiando con eso, porque no quiero fingir estar dolida por un accidente que realmente me hizo feliz.
—Ni siquiera sabíamos que tenías un hijo, pero este niño es precioso.
—No es mi hijo —digo, en un tono más duro del que pretendía—, es hijo de mi esposo. La historia es complicada y no quiero hablar del tema.
Los labios de Sabrina forman una "O" y asiente de forma vigorosa con la cabeza.
—Lo entiendo, ven cariño siéntate aquí. ¿Quieres dibujar algo? Te gustan los animales —le pregunta ella y el niño responde que sí—. A mí también me gustan, mi animal favorito son las jirafas.
Aparto mis ojos de ellos que se han acomodado en una mesa cerca del mostrador, y me giro hacia Donovan.
—¿Hay algún problema con que el niño esté aquí?
—No, por supuesto que no. Además, si digo que sí, Sabrina seguro me odiara y ya sabes cómo se pone cuando está molesta.
—Te escuché —dice Sabrina.
Donovan pone los ojos en blanco y murmura te lo dije.
Les doy una última mirada y entro a la parte trasera para dejar mi bolso y abrigo, me recojo mi cabello negro en una coleta alta antes de ponerme el mandil y salir a ordenar todo en el mostrador. Oliver me saluda mientras se dirige a la cocina y murmura que guardará un pedazo de pie de limón para mí, le agradezco y camino hasta la repisa donde se colocan las revistas y periódicos para colocar el periódico del día y sacar los de ayer, si es que hay alguno que no se vendió.
Tomo la paca de periódicos de hoy y la imagen de la portada llama mi atención: "Morgana Black, directora del departamento de I+D de los laboratorios Astra y co-líder del programa de bioimpresión 3D para la creación de órganos, señala que esto será una realidad en menos de diez años".
» Los laboratorios Astra quienes lideran la investigación biomédica y de salud pública en Estados Unidos, abordando una amplia gama de enfermedades y trastornos. Se centran en la investigación y desarrollo de productos farmacéuticos y de diagnósticos. En los últimos años ha tomado un enfoque en enfermedades inmunológicas y oncológicas. Y acaba de expandirse al campo de la genómica, abriendo un laboratorio de investigación en genómica y biología de sistemas en Ginebra, Suiza y por supuesto, la bioimpresión 3D, el futuro de la medicina y la ciencia, como señalan algunos expertos.
—Increíble. ¿Cierto? Solo imagina cuántas vidas podrán ser salvadas de ser eso posible —comenta Sabrina—. Además, esa chica, ¿cuántos años tiene? ¿Veinticuatro? ¿Veinticinco? Y está haciendo cosas como esas, y uno aquí, casi con su misma edad y estamos limpiando mesas. Un poco injusta la vida, pero bueno hay que mantenernos positivas y ver el lado bueno de la vida.
No es la primera vez que veo una publicación sobre mi familia, justamente la semana pasada vi una sobre la gala benéfica que realizaron para el hospital infantil que pertenece a los Black y que es parte de uno de los proyectos de la fundación. Tampoco debería sorprenderme ver a Morgana y lo que está haciendo, ella es un genio. Literalmente. Se graduó de la universidad a los ocho años, en la actualidad posee dos doctorados y tiene más de doscientos artículos publicados.
No solo eso, es considerada una de las mentes más brillantes de la actualidad.
—Veintidós años, tiene solo veintidós años —le digo a Sabrina.
—¿Qué? Espera... ¿En serio? Me siento aún peor.
Y ella ni se imagina como me siento yo.
Mientras crecía, mis padres constantemente me estaban comparando con Morgana, Regina o Gaia. Diciendo que debía ser como mis primas, que vea como eran ellas y lo ordinaria y común que yo me veía a su lado.
Me esforzaba por ser como mis padres esperaban que sea, como los abuelos querían. Pero era difícil competir contra la inteligencia de Morgana o la habilidad de Gaia para los negocios, y ni se diga de la facilidad que tiene Regina para los debates y la forma que tiene Casandra para torcer la situación a su conveniencia, logrando ganar las discusiones a veces sin decir nada.
Mis primos: Ulises y Killian, son otra historia similar.
—Tiene memoria eidética.
—¿Eso que es?
Mi cerebro esta abarrotado de imágenes constantes, nunca se detienen —me dijo ella cuando éramos niñas para intentar describir su memoria eidética—. Si recuerdo algo que sucedió hace tiempo, mis emociones son las mismas que las que sentía en ese momento, es algo abrumador.
—¿Cómo es? —le pregunto—¿Cuándo recuerdas algo del pasado? ¿Cómo es eso?
Se detiene un momento y pasa sus dedos por su cabello.
—No es como mirar una fotografía —me empieza a explicar—. Cuando recuerdo algo del pasado es como saltar de regreso a ese momento. Para mí el recordar algo es así, saltar de regreso a ese momento y revivirlo de nuevo. Aromas, sonidos e imágenes, todo regresa con precisión.
Pobre Morgana.
—Mi extraordinario cerebro me convierte en una máquina del tiempo de emociones. ¿No es eso asombroso? —pregunta con sarcasmo. Veo como toma aire y me mira—. No sientas pena por mí, Minerva, no es malo, al menos no todo el tiempo porque gracias a este cerebro he conseguido varios premios. Soy un prodigio. El orgullo de la familia. Es solo que a veces no puedo evitar regresar a los malos momentos, pero es algo pasajero.
Ella no sonríe para tratar de tranquilizarme como lo haría cualquier otra persona, Morgana solo me establece los hechos y espera que eso sea suficiente.
—Tener memoria eidética significa tener una habilidad innata para recordar con detalle cosas como imágenes, palabras o sonidos —le explico a Sabrina.
Morgana dijo que es una máquina del tiempo de emociones. Ella que siempre esta fría y estoica ante el tema sentimental. ¿Qué tan abrumador debe ser todo eso para ella? ¿Qué tan difícil debe ser para ella mantener la compostura y la fachada fría? Y aun así lo hace de maravilla.
—Vaya, suena increíble. Ojalá yo tuviera esa habilidad. Mi vida sería mucho más fácil.
Le doy una sonrisa algo tensa y regreso al trabajo, sin dejar de pensar en mi familia.
El resto del día trascurre sin mucho inconveniente y casi sin darme cuenta, caigo en una rutina que de alguna forma me ayuda a no perder la cabeza: me levanto, trato de cruzar el mínimo de palabras con el niño, voy al trabajo, regreso a mi apartamento, sigo cruzando el mínimo de palabras con el niño. Reviso mi teléfono para ver si no me han llamado del hospital a decirme que mi esposo murió, me decepciono al ver que esa llamada no ha llegado y me duermo.
Me despierto y repito todo de nuevo, y lo sigo haciendo hasta el día antes de mi reunión con mi familia, dónde Tobías viene a mi apartamento para que podamos hablar.
—Bueno, entonces dime, ¿qué debo saber sobre tu familia? —me pregunta Tobías.
El niño está sentado en el piso, con un libro para colorear que Sabrina le regaló, abierto frente a él. Es ella también quien se va a quedar con él mientras yo voy a visitar a los Black.
—Mi abuelo se llama Orfeo y mi abuela Tamara, tienen cinco hijos: Amadeus, Hermes, mi padre, de ahí sigue mi tía Artemisa y su gemelo Dionisio y por último mi tía Helena. Mañana verás a todos ellos, menos a mi tía Helena, ella nunca está en las reuniones familiares y tampoco mi prima Circe.
Ninguno de nosotros sabe lo que hizo mi tía Helena o cuál es la razón de porque la familia la repudia de la forma en que lo hace.
Lo abuelos jamás han ocultado su desprecio hacia ella.
Ni siquiera a Circe, quien la alejaron porque es... impredecible, la familia la trata de esa manera. Además, ella no tiene interés en los negocios familiares. Actualmente es profesora en un conservatorio en Viena y toca en aquella sinfónica.
—Tengo siete primos en total: Casandra, Killian y Pandorason hijos de mi tío Dionisio. Gaia, Regina y Morgana son hijas de mi tío Amadeus y Ulises es el único hijo de mi tía Artemisa.
Le explico que el mayor es Ulises y que de ahí viene Gaia y Casandra, seguidos por Killian y su gemela Circe, Regina, mi persona y, por último, Morgana.
—Conocer a tu familia es como esa presentación de la familia del futuro.
—Lo siento, ¿qué?
—¿Nunca has visto la familia del futuro? Eso es terrible, debemos cambiarlo. Cómo mi esposa necesitas ser conocedora de buena cultura.
Eso me hace recordar algo y busco la caja con el anillo que conseguí hace unos días y se la entrego.
—Lo conseguí según las medidas que me diste.
Finge sorpresa al abrir la caja y se lleva una mano al pecho, una vez que coloca el anillo en su dedo, finge limpiarse una lágrima imaginaria.
—Justo así fue como soñé que sería este momento.
—Me alegra poder cumplir tus sueños.
Sonríe ante mis palabras y me guiña un ojo.
Me paso una mano por mi cabello y continuo con mi explicación.
—Killian será el más fácil de todos y si han tenido un buen día, también Casandra y Regina. Gaia no, ella es... Complicada. Es la mano derecha del abuelo y después de mi tío Amadeus, se espera que sea ella quien dirija Black and Company. Morgana te va a ignorar, ella es un genio y se jacta de ello, le gusta que los demás sepan que ella es mejor que todos. También es alguien que nunca se detiene hasta conseguir lo que quiere y ella siempre lo quiere todo, es igual a Ulises en eso, por eso ambos se llevan tan bien.
Todos los primos Black nos caracterizamos por algo: se supone que yo soy la compasiva; Killian es el carismático; Morgana es la competitiva; Gaia la oportunista; Casandra la ambiciosa; Pandorala impredecible y Ulises es una mezcla de todo esos sin una pizca de compasión por nada o nadie.
—¿Y qué te puedo decir sobre mis tíos? No les agrada nadie más que ellos mismos, mi padre es igual a ellos. No serán en si un problema porque no te ven a ti o a mí como una amenaza a sus intereses.
—Lo entiendo.
No, no creo que él lo haga. Al menos no hasta que los conozca.
—Gaia estaba casada, pero ha enviudado de nuevo.
—¿De nuevo?
—Sí, está es la segunda vez. Casandra está casada con Bruno Coppola, hijo de magnates de telecomunicación. Y Morgana está casada con Frederick Hamilton, quien es dueño del grupo Hamilton, un conglomerado financiero y también posee al Grupo Safra, que cuenta con cuatro bancos. Eso lo convierte en uno de los diez hombres más ricos del mundo según la revista Forbes.
Algunos en el círculo social de las grandes élites que se sienten con el coraje suficiente para hablar de los Black, dicen que el dinero de Frederick es la única razón por la cual Morgana se casó con él.
Y no están tan equivocados.
—Bien, creo que ya hemos cubierto esa parte, ahora, ¿cuál es nuestra historia?
A pesar de lo complicada que es mi familia, hablar sobre ellos es la parte simple, contar la historia de como conocí y me enamoré de Joseph a tal punto de dejarlo todo por él, es la parte difícil.
Pero Tobías no necesita saber la profundidad de las cosas, solo tengo que darle algunos hechos, no es como si mi familia supiera algo de mi esposo. Todo lo que saben es que daba clases en la universidad y fue así como lo conocí.
—Ay dioses, no lo había pensado. ¿Cuántos años tienes?
—Veintinueve recién cumplidos. ¿Por qué?
Tiene la misma edad que tenía Joseph cuando nos conocimos.
—Ahora tienes treinta y dos.
—¿Qué? Eso es ofensivo. No parezco de treinta y dos.
—Lo sé, pero se supone que te conocí en la universidad hace seis años cuando tú dabas clases y minino debes tener treinta y dos.
Tobías niega con la cabeza.
—Treinta.
—Nadie en mi familia va a creer que eras mi profesor a los veinticuatro años.
—¿Por qué no? Todos ahí parecen ser unos genios, si ellos pueden yo también puedo.
—¡Ellos son realmente genios!
Cierro los ojos para calmarme.
—Lo siento, no quería levantar la voz, es solo que estoy algo nerviosa.
Esto tiene que salir bien, necesito que salga bien. No he dormido en todos estos días pensando en lo que sucederá cuando vuelva a ver a mi familia.
Se que no habrá abrazos o efusivas muestras de afecto, pero al menos espero que su recibimiento no sea tan frío como imagino que será.
¿Cómo actuarán mis padres? ¿Me dirán algo?
Hay tantas preguntas que solo aumentan mi ansiedad.
—Saldrá bien, no te preocupes.
Asiento con la cabeza, aunque no luzco tan convencida.
—Por cierto, ¿de qué se supone que soy profesor?
—Economía. ¿Sabes algo de economía?
—No, tengo una tienda de flores y plantas junto con mi primo. Queda cerca de aquí.
Suelto un largo suspiro.
Esto podría resultar siendo un gran desastre, y me doy cuenta lo bajo que he caído al darme cuenta que no importa que tan mal vaya todo, no podría ser peor que la vida que llevo ahora.
—¿Estás lista para el show?
—Sí —respondo—, lo estoy.
*******
Tobías.
Es notable, por la forma en la que Minerva reacciona a todo esto, que creció en este mundo, a un lado ha quedado la incomodidad e inseguridad con la que se suele mover o actuar. Ahora, incluso con las gafas oscuras que cubren la mitad de su rostro, puedo notar que ha adoptado una máscara fría y que parece imperturbable. No juguetea con sus manos, estás permanecen a sus costados y camina con aplomo y el mentón levantado.
Saluda al piloto del helicóptero sin verlo y le agradece de la misma manera.
Intento entablar una conversación con ella, pero susurra que no es el momento antes de dirigirle una mirada al piloto y regresar su vista al paisaje.
Ella no confía en nadie —me digo en mi mente.
Viste un pantalón gris, una camisa blanca y un largo abrigo oscuro con unos zapatos de un tacón muy fino. Me pregunto si su atuendo cuesta tanto como imagino, aunque puede que incluso cueste más.
—Hemos llegado —me dice.
El piloto aterriza el helicóptero y lo primero que noto es que este, es el cuarto helicóptero en el lugar. Cuatro. ¿Acaso se dedican a coleccionarlos? Al parecer sí.
Minerva ni siquiera sé inmuta al verlos.
—Al parecer el resto de mi familia ya está aquí —comenta—. No me sorprende.
Me indica con el mentón el camino hacia la "casa" de su familia.
Su fachada, meticulosamente revestida en una paleta de negro profundo, evoca una elegancia misteriosa y atemporal. Las ventanas están enmarcadas en molduras intrincadas, parecen espejos oscuros que reflejan la luz. La mansión está coronada por una serie de torres puntiagudas que se elevan hacia lo alto, creando una silueta dramática contra el horizonte. Los detalles en hierro forjado, en un negro más intenso, adornan balcones y barandas, añadiendo un toque de sofisticación y misterio.
A medida que nos acercamos, el camino de entrada, flanqueado por altos setos de enebro, conduce a una puerta principal monumental. La puerta, tallada con intrincados diseños, parece ser el umbral de un mundo donde la opulencia y el secreto convergen.
—Me siento tan fuera de lugar aquí —le digo.
El lugar tiene todo lo que uno imaginaria que tendría la casa de una persona con esa cantidad de dinero, incluso hay una fuente frente a la puerta de entrada.
La mansión de color negro no solo es una obra maestra arquitectónica, sino también un monumento al lujo discreto y la sofisticación cautivadora que representa a la familia Black. Su presencia imponente, enmarcada por la oscuridad, crea una sensación de intriga y encanto que invita a los visitantes a descubrir los misterios que se ocultan detrás de sus puertas.
—Creo que he sido teletransportado a otro mundo.
Minerva sonríe, se quita las gafas y observa la casa soltando un pequeño suspiro después de unos segundos de observarla.
—Aquí viven mis abuelos ahora, la mansión familiar es un poco más grande.
—Me gusta lo humilde que es tu familia.
Se ríe.
—Las personas como ellos no conocen esa palabra y si conoces alguien en este círculo que lo es, huye porque miente.
—Entonces, ¿debo huir de ti?
Mueve su cabeza en señal de negación.
—No soy como ellos. Ojalá lo fuera, de ser así, no estaría en esta situación.
La conversación se ve interrumpida porque las enormes puertas se abren, dos mayordomos —porque obviamente uno solo no era suficiente—, nos indican que entremos.
Y si el lugar destila elegancia y opulencia con su fachada, todo aquello se intensifica en el interior.
—Bienvenida señorita Black y compañía. Esperen aquí un momento.
—Fingiré no ofenderme por el hecho que no reconoció nuestro matrimonio al llamarte señorita.
El sonido de unos tacones hace girar mi rostro y veo a una mujer alta, esbelta con su cabello negro recogido en una coleta dejando dos mechones sueltos que enmarcan su rostro.
Camina de forma lenta y elegante hacia nosotros, sosteniendo unos papeles en sus manos y al llegar me los entrega sin mirarme.
—Regina, es bueno verte.
—Te ves terrible, el matrimonio no ha sido bueno contigo. Dile a tu esposo que firme esos papeles.
Minerva muerde su labio inferior.
—Es un acuerdo de confidencialidad —me explica—. Todo el que ingresa a una propiedad Black debe firmar uno.
—¿También los invitados a sus fiestas? Seguro son la sensación. Nada mejor que un acuerdo de confidencialidad para poner a los invitados en ambiente.
Veo como Regina levanta una ceja y por primera vez desde que llegó, me mira. Sus ojos grises recorren mi cara y me estudia con mucha atención.
—Los invitados a nuestros eventos saben mejor que nadie, lo que les sucede a los que se meten con un Black.
Sonríe, de forma amenazante y extiende un bolígrafo negro con dorado que tiene sus iniciales grabadas en él.
Leo el documento de manera superficial, no hay mucho que pueda hacer, si no firmo no me dejarán entrar, así que después de una rápida revisada, firmo y le regreso los papeles a Regina.
—Bienvenido a la familia —me dice Regina con burla y desdén—. Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate
Abandonad toda esperanza, quienes aquí entren —traduzco en mi mente la frase que estaba inscripta en la puerta del infierno en la obra de Dante, antes de seguir a la mujer por el largo pasillo.
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