19. Incluso en mi peor momento, ¿acaso merecía esto?

Taylor Swift - My tears ricochet (2:28 - 3:48)

Respiro hondo y de forma muy lenta, contando mis respiraciones y repasando los puntos de la conversación que tuvimos en la reunión de la junta. Pienso en la caída de la circulación de copias impresas y el aumento de las vistas de sitios web sobre el loable trabajo que está realizando la fundación. Marketing habló de la necesidad de aumentar los ingresos por publicidad para crear un equilibrio con la publicidad éticas y la independencia de los medios.

Ya todos están en la sala de juntas de Black and Company, no me miran cuando llego, están ocupados leyendo lo que sea que está en las tablet que sostienen. Hay una frente a mí silla.

Una vez me que siento, mi abuela aplasta un botón de un pequeño control y se empieza a reproducir un audio.

—Por fin vamos a atrapar al gran mal —se escucha que dice una voz grave y algo ronca de un hombre con orgullo—. Esto es lo que tenemos sobre los laboratorios Astra.

Mi corazón se detiene al escuchar el nombre, pero nadie más parece sorprendido, como si esto fuera algo por lo que ya han pasado.

Aquí, solo estamos familia, y me pregunto, ¿cuántas de estas reuniones me he perdido?

—¿Por qué crímenes intentan atraparlos? —pregunta una voz femenina en la grabación.

—Diversas violaciones de derechos humanos y eso es solo el principio. También hay múltiples cargos de homicidio involuntario y juicios de pruebas ilegales. Gracias a múltiples testimonios de ex trabajadores. Además, al citar documentos y registros oficiales de la propia Astra, muchos de los documentos no cuadran. Tendríamos más, pero hasta ahora, su defensa legal es a prueba de balas. Una tal Regina Black está haciendo su trabajo bastante bien y es un poco frustrante.

Hay un silencio y algo de ruido de fondo hasta que la primera voz vuelve hablar.

—Laboratorios Astra es solo el comienzo, también vamos por Black and Company, ninguna empresa que defienda todo esto es inocente.

La grabación termina y la abuela se pone de pie, parándose detrás de la pared de vidrio y mirando hacia la ciudad.

Es Casandra quien toma la palabra.

—Me encargaré de averiguar quiénes son esos empleados, por el momento podemos sobornarlos hasta que podamos sacarlos del país y eliminarlos de forma definitiva sin levantar sospechas.

—¿Qué crees que has estado haciendo y por qué hay documentos de los laboratorios que no concuerdan? —le pregunta el tío Amadeus a su hermana, mi tía Artemisa— ¿Es tan difícil para ti hacer bien tu trabajo?

Mi tía Artemisa ni siquiera lo mira y Gaia toma la palabra.

—Revisaré quienes son los policías que están realizando la investigación y todo el equipo que está a cargo.

—Yo revisaré los documentos...

—No —interrumpe la abuela a Ulises—. Lo hará Minerva. Nadie del equipo de Astra pondrá un dedo en esto hasta saber quién cometió el error con la documentación y que estaban tratando de ocultar.

Están realizando estudios en humanos en las primeras etapas de los estudios farmacéuticos —me digo en mi mente, recordando lo que decía el informe de mi padre—. Para reducir gastos.

Ni Ulises, Morgana y mucho menos mi tía Artemisa parecen contentos con lo que acaba de decir la abuela, pero lo aceptan en silencio.

—Quiero respuestas para la siguiente reunión que será en tres días —nos informa el abuelo.

Con eso, nos levantamos y sigo a Ulises para que me dé la documentación de los proyectos en los que ha estado trabajando.

—¿Qué te pasa hoy? —me pregunta Ulises mientras miro la pared, ajena a la cascada de información sobre los proyectos que él está diciendo—. Has estado como perdida todo el día.

—Estoy bien, solo sigue con lo que estabas diciendo.

Todo esto está mal —me sigo repitiendo—. Todo esto está jodidamente mal y yo debería hacer algo.

—¿Qué te tiene tan distraída? —pregunta con su característica sonrisa fría.

—La abuela me dijo que había esperanzas conmigo. Que por fin empezaba actuar como una verdadera Black.

Y lo peor, es que no estaba equivocada.

Hago lo mejor que puedo para controlar el tono quebrado de mi voz, pero mis ojos se llenan de lágrimas.

—No te gusta eso. ¿Verdad? Ser una de nosotros. A mí me encanta. Me da emoción. Pero la pobre y pequeña Minerva, impecablemente buena y limpia, llena de solo puras intenciones, no quiere que el mundo piense mal de ella. ¿O es acaso alguien más? ¿Tal vez Tobías? Es él, ¿no? No quieres que piense mal de ti. Bueno aquí tienes una noticia querida prima, él ya lo hace. ¿Y eso que importa? Nosotros flotamos en la cima, mientras que los demás simplemente se diluyen como la peste que son. Todos los demás son solo escoria humana, Minerva. El jodido cáncer de este planeta. Así que en serio, contrólate, querida prima porque tu padre se debe estar revolcando en el infierno al verte.

—Deja de llamarme "querida prima", y también deja a mi padre fuera de esto, y lo que sea que piense sobre Tobías, es mi problema. Esto no es de tu incumbencia. Estoy aquí para que me des esos malditos informes, nada más. Porque ambos sabemos que fuiste tú quien cambió los documentos. Eres un jodido asesino. Solo necesito los informes para irme y dejar de verte.

Se ríe.

Paso una mano por mi cara y suspiro por la frustración.

—¿Sabes qué? No me siento muy bien. Me voy a ir a mi ático y beber hasta que pueda borrar toda esta conversación de mi mente. Porque no te basta con todo lo malo que eres, también tenías que ser la criatura más pomposa, superficial y despreciable que he conocido.

Me levanto y recojo mis cosas en un rápido movimiento, para irme de aquí cuánto antes.

—Toqué un nervio. ¿Verdad? —se sigue burlando— Bien, Minerva, reporta que estás enferma porque te estás dando cuenta que, en el fondo, siempre fuiste igual a nosotros, pero recuerda que tenemos trabajo que hacer y a los abuelos no les gusta esperar. Así que deja tus pies fríos a un lado y ponte a trabajar.

—¡No tengo los pies fríos! Solo estoy cansada de ti, de tu voz y necesito aire. ¿Sabes qué? Ya terminé.

Tomo mi teléfono y camino hacia la puerta para irme.

—Puedes irte todo lo que quieres y hacer los berrinches que te den la gana. Ambos sabemos que vas a regresar. ¡Eres una Black! Y después de todo lo que te han hecho, no serás igual. ¿Crees que Tobías seguirá confiando en ti si se entera que a pesar de saber lo que sucede te quedas callada? O mejor aún, me pregunto si al final de todo esto, ¿tú volverás a confiar en alguien?

Mi corazón se acelera, mi cuerpo arde como brasas de fuego y al mismo tiempo tiembla por la rabia desenfrenada que todo está situación me provoca.

No solo estoy enojada con Ulises por ser un imbécil y poner en riesgo mi trabajo en la fundación, si no, que estoy enojada porque sé que él tiene razón.

Voy a regresar aquí, porque cada día que pasa es más fácil y prefiero esto a la vida que tenía antes.

—Lo siento —murmura Joseph una vez que cruzo la puerta—. De verdad lo siento. Y antes que digas algo, por favor escúchame.

Suelto un largo suspiro y le digo que continúe.

¿Qué más tengo que perder al escucharlo?

De todas formas, este ha sido un día de mierda.

—Tienes razón, merecías una disculpa de mi parte, merecías algo mejor que lo que hice por ti y lo siento por todas las veces que te hice sentir mal. Lo siento por todo el daño que te causé.

Y la falsa sinceridad con la que lo dice, casi me hace creerle. Casi. Porque realmente no hay forma que yo olvide los años y todo el dolor que él me causó, todos los moretones que tuve que ocultar porque él estaba enojado ya sea por la comida o cualquier cosa insignificante como la ropa que decidí usar ese día. Sobre todo, no puedo olvidar las heridas emocionales, porque esas no las puedo ocultar con nada.

Esas heridas me están desgarrando el alma. Porque nunca tuvieron la oportunidad de sanar. Siempre quedando enterradas bajo capas se arrepentimiento y culpa.

—¿Y ya? ¿De verdad piensas que te voy a creer que de forma mágica te despertaste y te diste cuenta que me hiciste vivir un infierno?

Esto habla mucho del concepto que él tiene sobre mí.

—Eso no es suficiente. Necesito más, dame un lo siento por cada marca que dejaste en mi cuerpo y debía cubrir con maquillaje. Dame una disculpa por cada grito e insulto, por cosas que ni siquiera eran mi culpa, pero que yo debía disculparme y aceptar por tu mal humor.

Finge estar avergonzado por mis palabras, pero hemos estado años juntos, lo conozco muy bien.

Un "lo siento" de su parte no es suficiente, ni mucho menos, me merezco algo más que eso.

Sin embargo, no pienso dejar pasar la oportunidad de decirle todo lo que pienso y siento, ya que, a diferencia de los otros días, hoy está bastante calmado. Quizás porque le traje comida y agua, o por la dosis alta que puse en su té del día.

—Un simple perdón no es suficiente —le sigo diciendo en voz baja, porque puede decirme una y otra vez que va a cambiar, que de verdad lo siente, pero es algo por lo que ya hemos pasado antes. Tantas y tantas veces que he perdido la cuenta—. Ojalá lo fuera. No por ti, si no por mí, porque merezco poder dejar todo eso atrás y seguir.

Pero hay algo que me detiene, que me está impidiendo avanzar y quiero saber que es.

—Lo juro, estoy intentado cambiar. ¿Qué puedo hacer para que me creas? Minerva se verdad lo siento. Por favor, confía en mí yo nunca...

—Hiciste que me enamore de ti.

Mi voz se quiebra.

Siento como algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas, pero no las detengo.

—Me di cuenta que ya no importa, tenerte aquí, no me da la satisfacción y sensación de paz que estoy buscando.

Parece que nada de lo que hago es suficiente.

—Estas muriendo —le informo.

—¿Qué?

—Veras, en mi familia hay muchas reglas, una de ellas es que jamás debes aceptar ninguna bebida que te ofrezca un Black porque usualmente tiene veneno. Así fue como empezó Astra, la familia de mi abuela creaba venenos para el enemigo, y aquello se quedó como un viejo juego entre familia.

Morgana dijo que sufriría si yo quería o que podía ser rápido.

Lo dejé a su elección.

—La comida, el agua y especialmente el té, tenían veneno y te estás muriendo. Pero cuando te hagan la autopsia, no saldrá nada. Morgana es experta en eso.

Se lleva una mano a su garganta y jadea, llevando otra a su pecho.

No hay nada que pueda hacer.

—Morirás y nadie sabrá de ti. No eres nadie. Nunca lo fuiste.

Me quito el abrigo por primera vez desde que lo he venido a visitar y lo dejo en la isla de la cocina, para regresar hacia la sala donde Joseph ha seguido cada uno de mis movimientos con la mirada.

Paso una mano por mi cara.

—Me puse a pensar, ¿qué haría una buena persona en mi lugar? Ir a terapia, intentar superarte, pero yo no puedo hacerlo. No podía vivir conmigo misma con todo lo que había pasado. Necesitaba hacer algo. Verte caer como yo caí.

Tal vez nunca fui una buena persona y solo me estaba engañando.

No, no lo soy. Las miles de personas que murieron al ser usadas en las primeras fases de los medicamentos que repartimos y cuyos nombres ni siquiera me molesté en leer porque no podía dejar que su muerte interfiera en mi trabajo en la fundación, estarían de acuerdo en que no soy como ellos. Una Black.

—Minerva...

—Quiero verte morir. Quiero que mi rostro sea lo último que veas. Que mi voz sea lo último que escuches y que mi odio y desprecio lo último que sientas. Quiero que me veas y que sepas que soy yo quien te asesinó.

Busco en mi mente, en alguna parte, algo de culpa o remordimiento por lo que estoy haciendo, pero no encuentro nada.

—No lo hiciste... Tú no lo harías.

—Te sorprenderías de lo que una persona herida es capaz.

—Tú no. Jamás tú.

Me rio.

—Oh, no tienes idea. ¿Sabes lo que descubrí hace unos días? Que mi primo falsificó toda la información. Mintió y pagó por la autorización de todo. No hubo pruebas finales. Nada. ¿Sabes cuál es la mejor parte? Bueno, sin saberlo lo ayudé, ya que lo hizo por medio del programa de ayuda hacia los hospitales. ¡¿No es eso fantástico?! Pero eso no es todo, la medicina que estamos dando, es muy adictiva y en tres o cinco años, hará que sus órganos dejen de funcionar como deben.

Lo llamó "Evadere fortiores", que se traduce en la supervivencia de los más actos.

Y como si eso no fuera poco, siguen usando personas en las primeras fases de prueba. Incluso ahora, lo siguen haciendo y no se van a detener.

Ni siquiera podemos determinar una cifra exacta de víctimas o víctimas potenciales.

—¿Ves? Estoy dejando que las personas mueran, porque no puedo decir la verdad porque él irá contra... Así que me quedo callada para no perder lo que tengo. Todo lo que he ganado.

—¡No tienes nada!

—Y aun así es más de lo que tenía cuando estaba contigo.

Me pregunto si Morgana sabe sobre aquello o la tía Artemisa y lo están cubriendo.

Fue un poco desconcertante para mí, la facilidad con la que pude mentir y la forma en que espero que Black and Company se encargue de esto como ya lo ha hecho antes y cubra las atrocidades que ha estado cometiendo Ulises.

Él no se detendrá —me grita una voz en mi cabeza—. Y se pondrá peor.

Pero, ¿qué puedo hacer yo?

—Al final terminaste siendo igual que tú familia.

—Sí, la broma siempre estuvo sobre mí.

Mi teléfono suena y no tengo que ver la pantalla para saber que es Tobías. Me ha estado llamando de forma regular para saber cómo estoy.

He atendido todas las veces que llama, pero ahora no puedo, porque no tengo la fuerza para escucharlo decir que soy una buena persona cuando no es así.

—Eres una buena persona, Minerva y solo tienes buenas intenciones. Harás las cosas bien. Lo sé.

Hay un toque increíblemente dulce en su voz.

—¿Has considerado que tal vez tienes demasiada fe en mí, Tobías?

Escucho su risa al otro lado de la línea.

—¿Has considerado que tal vez yendo demasiado te en una buena persona con un buen corazón?

—Tal vez no soy una buena persona.

—Lo eres para mí.

Cierro los ojos con fuerza e intento alejar aquel recuerdo de una de nuestras últimas llamadas.

—Te gusta él. ¿Verdad? Ese tal Tobías que te llama cada noche —arrastra las palabras y parece que le está costando cada respiración que toma— ¿Y piensas que podrías gustarle? ¿Por qué le gustarías? Al menos que sea como yo y quiera algo de ti. No sabes, Minerva, lo mucho que disfruté el hacerte pequeña y encerrarte en esa pequeña caja, llenarte de cuerdas y moverte a mi antojo. Fue tan divertido y tan sencillo. Estabas tan sedienta de atención y amor, que incluso aunque intentaba alejarte, seguías aceptando lo que decía y hacía, porque en el fondo lo querías. Te quedaste a mi lado porque quisiste, porque sabías que nadie más te iba amar. Mi pobre y patética, Minerva.

Suelto una risa seca.

—Y, sin embargo, eres tú el que va a morir así. Cuando mueras, ¿qué va a suceder con tu podré bastardo? Dime, ¿qué se supone que haga con él?

Mantengo cerca al niño porque me conviene, si no fuera un escudo, lo dejaría en el orfanato más cercano y no miraría atrás.

Cada vez que lo veo, solo puedo ver a Joseph.

—¡Él no tiene la culpa de nada!

—Yo tampoco la tenía. También era inocente. ¿Tuviste acaso alguna consideración conmigo? No, no lo hiciste, así que le daré la misma cortesía a tu hijo.

Empieza a toser sangre y él es consciente, de que se le acaba el tiempo, que no mentí y que él está muriendo.

—Nos veremos en el infierno.

Me encojo de hombros.

—Tal vez, pero incluso ahí, seré superior a ti.

—Tú...

—Nadie va a llorar por ti, nadie te va a extrañar y tú única descendencia, te odia y también te va a olvidar.

Me acerco a él y tomo su cara entre mi mano, sujetando con fuerza sus mejillas y haciendo que me mire.

—Muere sabiendo que él siguiente en mi lista es tu pequeño bastardo. El cual me entregaste en bandeja de plata.

Jadea por aire y abre los labios para decir algo, pero no tiene la fuerza para formar palabras y solo murmura cosas ilegibles.

—Sí, probablemente nos veamos en el infierno, pero seré yo quien te mando primero ahí. Al final, soy yo quien ganó. Te gané. Gané.

Muere en la madrugada y me quedo mirándolo por los dioses saben cuánto tiempo, pero debe ser mucho, porque una vez que me muevo para realizar la llamada, ya ha amanecido, a pesar que el apartamento sigue oscuro y solo iluminado por la luz de la cocina.

El equipo de mi familia se lleva su cuerpo y se encargan de todo con la eficiencia y la discreción que el acto amerita. Ellos también se encargan del funeral, uno al cual no asiste nadie. Solo queman su cuerpo y hago que sus cenizas sean lanzadas a los cerdos de alguna granja.

—Tenías razón, Tobías —murmuro mientras me sirvo una copa de vino—. Al final, siento que nada ha valido la pena.

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